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Aprendiendo a amar por aisaka-san

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Shu miraba a través de la ventanilla esa imagen prácticamente estática del cielo azul sin ninguna nube alrededor. Otra persona seguramente se aburriría pero el no, no al menos si mantenía su mente ocupada en otra cosa, recreando situaciones hipotéticas sobre cómo sería ese reencuentro tan esperado con Valt.

 

Y es que desde que Wakiya le propuso ir a España se lo pensó un largo rato, no es que no deseara ver a Valt ni mucho menos pero quizás no estaba listo aún. Tenía aún bastantes cosas por atender ahí en Japón, el lugar donde había comenzado a sentirse tan a gusto después de una larga lucha consigo mismo. La escuela, sus amigos, el beyblade y las visitas al psicólogo eran las cosas a las que quería adaptarse poco a poco y cambiar tan repentinamente su rutina no estaba planeado.

 

Después de hablarlo con los chicos y sus padres fue cuando pudo darse cuenta de que él ya había cambiado en realidad, desde el momento en que decidió hacer algo para sí mismo ya había empezado una nueva faceta suya, claro que aún tenía que continuar con algunos cambios pero ya no tenía que seguir planes rigurosos para cumplir con sus expectativas.

 

Así que finalmente aceptó.

 

Por supuesto los nervios no le daban tregua ni un solo instante y aunque era bueno fingiendo que todo estaba bien (una habilidad que aunque deseara no podía dejar de usar), no pudo burlar la analizadora mirada de Wakiya quien notó el ligero temblor en las manos del albino así como el ritmo que marcaba con sus pies en el suelo.

 

—Oye, todo saldrá bien —pronunció el rubio sacando por un momento a Shu de sus pensamientos, este sonrió de la mejor manera que pudo hacer antes de contestar.

 

—Ah sí, lo sé… estoy seguro que sí.

 

El albino desvió la mirada una vez más a la ventanilla para admirar el cielo azul, Wakiya supo que no estaba diciendo eso como una verdad absoluta pero lo dejo pasar por el momento, tenía algo planeado que quizás cambiaría el rumbo de la situación.

 

Shu sintió como su ritmo cardíaco se aceleró cuando en el paisaje se cruzaron las primeras señales de tierra a la vista, eso significaba que estaban a punto de aterrizar y a su vez, que estaban a poco de ver a Valt de nuevo.

 

Wakiya sonrió y solo le indicó que debía ponerse el cinturón para el aterrizaje, así lo hizo y en menos de quince minutos ya estaban descendiendo del jet privado del rubio en donde habían viajado.

 

Ambos adolescentes esperaban en la pista de aterrizaje su próximo transporte que los llevaría al BC Sol, claro en caso de seguir los planes que habían hecho el día anterior.

 

Pero cuando Shu vio llegar dos limusinas supo que algo iba a ser diferente a esos planes.

 

Mientras en otro lugar, en Japón para ser más específicos, cierto rubio se encontraba recostado en su cama, miraba el techo como si fuera la cosa más interesante del mundo pero la verdad es que repasaba en su mente una y mil veces esa escena durante el festival escolar de hace poco.

 

Miro como Wakiya estaba con Shu platicando de quién sabe qué cosa, el rubio se veía tan feliz y revitalizado, no podía recordar ningún otro momento donde se hubiera visto así de vivo. Se sentía como un tonto, completamente bajo la merced de Wakiya si es que el rubio se lo proponía.

 

Quiso acercarse al chico y hablar con él una vez que Shu se apartará pero por más tiempo que los seguía por los pasillos y salones eso no sucedía. Después de un largo rato se dirigieron hacia la entrada de la escuela, pasando por los puestos de comida disfrutando de las delicias del festival, algo muy casual a decir verdad.

 

Pero repentinamente lo vio a él.

 

Ranjiro se presentó frente a Wakiya ofreciéndole una de sus muchas paletas, el de ojos azules se sorprendió notoriamente en una mueca casi exagerada y después abrazó al chico por el cuello, parecía muy contento con él.

 

Rantaro sintió a su corazón oprimirse a la vez que una dolorosa punzada lo atravesó. Antes de salir a reclamar lo que era suyo por derecho sintió una mano conectarse a la suya, miró quien lo interrumpió encontrándose con Kaoru quien le brindaba una triste sonrisa.

 

Y supo que no debía entrometerse.

 

Pero no pudo evitar mirar de nuevo esa escena de Wakiya y Ranjiro, abrazados y felices, mirándole con cariño auténtico.

 

Quizás esa felicidad no la merecía.

 

Por eso se encontraba ahí en la cama, no tenía ganas de hacer nada desde ese día.

 

Escucho que alguien llamaba a la puerta de su habitación, salió de sus pensamientos y sin pensarlo mucho dijo un simple "adelante".

 

Pero cuando miro de quién se trataba se arrepintió en cierta medida por dejarlo entrar, la mirada que Ranjiro le dirigía era dura y fría.

 

—¿Ahora que quieres? —preguntó molesto, todavía tenía bien presente el hecho de que es el novio de Wakiya, cosa que no lo hacía nada feliz.

 

Ranjiro notó la actitud hostil de su hermano mayor pero decidió pasarla por alto, solo tenía que cumplir con el favor que Wakiya le pidió.

 

Así que simplemente arrojó aquel peluche morado sobre su hermano, Rantaro vio el objeto unos instantes y logró interrumpir a su hermano antes de que abandonara su habitación.

 

—Oye, ¿Qué diablos significa esto? —Notablemente estaba molesto, primero su hermano entra, lo mira como si deseara matarlo y le lanza un peluche raro, pues parecía más una versión perturbadora del monstruo de Frankenstein que otra cosa.

 

—Solo le estoy haciendo un favor a Wakiya.

 

Contestó el menor en tono indiferente, Rantaro lo miró notablemente confundido y luego prestó su atención al peluche, se le hacía extrañamente familiar a pesar de esas enormes puntadas.

 

—¿Cómo es posible que no te des cuenta?

 

La pregunta que Ranjiro formuló en ese tono afilado despertó algo en su subconsciente, algo que tardó unos cuantos segundos en salir a flote dentro de su mente.

 

Recordó ese día hace ya más de tres años, cuando regaló aquel objeto a la persona que más ama en el mundo.

 

Y ahora después de tanto tiempo lo tenía aquí, entre sus manos claramente dañado. ¿Dónde quedó el adorable dragoncito que le dio a Wakiya? En sus manos solo sostenía un dragón con enormes puntadas por todo el cuerpo que parecerían estar a punto de romperse, sobrantes de tela en ciertas uniones y faltantes de esta misma en otras delataban las manos torpes que intentaron repararlo. Claramente no funcionó tan bien.

 

Se levantó de su lugar y lo sostuvo entre sus manos, le daba miedo tocarlo pues temía que se rompería en cualquier instante.

 

Miro a Ranjiro con una expresión claramente confundida y, su hermano, no parecía tener intenciones de cambiar esa mala cara en un buen rato.

 

—¿P-Por qué tienes esto? —preguntó Rantaro en medio de la confusión, Ranjiro estaba demasiado tentado a salir de la habitación pero algo en su interior lo detuvo de hacerlo. Quizás fue el cansancio de seguir con una farsa que ya no valía la pena sostener.

 

Quizás ya era el momento de aclararlo todo con su hermano mayor.



///////////////////////////////////////////////////



La limusina avanzaba por la ruta más directa hacia el BC Sol, la temperatura era ideal, no muy frío ni muy caliente, al parecer llegaron en una buena estación.

 

Wakiya visualizo el portón del BC Sol a unos cuantos metros más adelante, se colocó sus gafas de sol y sonrió ampliamente mientras el chófer se detenía para anunciar su llegada con los guardias.

 

Pronto el vehículo continuó avanzando, se detuvieron cerca de la entrada hacia la administración del lugar, en otras palabras, la oficina de Cristina.

 

Cuando descendió del vehículo no le extrañó en absoluto encontrarse con nadie que lo recibiera, pues sabía que los muchachos entrenaban arduamente desde que salía el sol hasta que empezaban a morir de hambre.

 

—¡Oye!

 

Escucho a alguien gritarle a lo lejos, cuando miro a la persona que se acercaba enérgicamente hacia él, sonrió ligeramente malicioso.

 

Era una gran suerte que sus planes fueran a cumplirse tan fácilmente.

 

Entablaron rápidamente una amena conversación, el chico lo escoltó a la oficina de Cristina mientras seguían conversando de cosas banales.

 

—Oh vaya, no sabía que ibas a venir —exclamó la chica de cabellos rosas una vez que lo vio entrar. Wakiya sonrió socarrón.

 

—Es bueno venir de vez en cuando a revisar el progreso de los equipos —respondió casualmente el rubio, Cristina le sonrió cálidamente.

 

—Créeme que por aquí todo va viento en popa, los muchachos entrenan sin parar y están muy motivados. Por desgracia volverán hasta la noche así que supongo que los tendrás que esperar.

 

—Ya veo —exclamó el de ojos azules en tono pensativo—. Supongo que será mejor que aproveche el tiempo en regresar al hotel y desempacar.

 

Cristina parpadeo repetidamente, perpleja por la declaración de Wakiya.

 

—¿Un hotel? Por favor Wakiya, sabes que puedes hospedarte aquí sin problemas.

 

Wakiya dio la media vuelta y sonrió malicioso, casi no podía creer que su plan estaba resultando.

 

—Lo sé y reconozco tú hospitalidad pero está vez traigo conmigo a un amigo, él apenas está iniciando en esto del Beyblade así que no me gustaría intimidarlo si lo traigo a un lugar tan reconocido como el BC Sol.

 

Su fingido tono de pena fue bastante convincente pues Cristina bufó sin reparos.

 

—¿Qué cosas dices? Aquí será bienvenido sin ningún problema, además que un nuevo talento puede motivarse muy bien si viene a visitarnos.

 

—Vaya, entonces si esa es tú respuesta sería buena idea que lo llame y le diga a mi chófer que lo traiga —exclamó el rubio con un tono resignado, sacó el teléfono para llamarle a Shu pero Kuroda interrumpió.

 

—Oye, se me acabó de ocurrir una idea —Se detuvo un momento para posar su mirada en el chico que escoltó a Wakiya—. ¿Podrías ir por él? Se que puede ser algo molesto pero me gustaría que esté chico sienta la hospitalidad auténtica del BC Sol, por favor, no hay nadie más disponible.

 

La mirada suplicante de Cristina y la  del presidente Murasaki fueron las razones por las que terminó aceptando tan absurdo favor.

 

Y ahora ahí estaba, descendiendo de esa lujosa limusina justo frente a un lugar mucho más lujoso. Ni siquiera él mismo había pisado antes esa zona de la ciudad tan exclusiva.

 

Se dirigió al interior del hotel y después de pasar por la recepción se dirigió a la habitación que Wakiya le había indicado, un par de toques en la puerta fue lo único que necesito para escuchar unos pasos que se dirigieron a abrir.

 

—Wakiya, pensé que llamarías antes de regresar…

 

Shu abrió la puerta y se sorprendió al encontrarse con él ahí.

 

—Aiga...



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—Lo repare… bueno, al menos intenté hacerlo.

 

Dijo el menor de los Kiyama a su hermano mayor, Rantaro sostenía aún el peluche entre sus manos, negó con la cabeza un tanto incrédulo por sus palabras.

 

—¿Reparar? —La pregunta salió lastimosamente de su garganta, un sabor amargo se instalaba de a poco en su boca mientras intentaba formular su siguiente pregunta—. ¿Por-Porque? ¿Qué le pasó?

 

Ranjiro se llevó las manos a los bolsillos del pantalón, sabía que esta charla no sería nada fácil.

 

—Supongo que le pasó lo mismo que a su dueño…

 

Rantaro no supo cómo reaccionar ante esas palabras, lo tomó completamente desprevenido. Su hermano menor soltó un largo suspiro, relajando su respiración antes de continuar.

 

—Verás, hace unos días recibí una llamada de Hoji, parecía un poco preocupado y me pidió que fuera a casa de Wakiya. Cuando llegué… parecía todo hecho un caos dentro de su habitación y pensé que tal vez fue por mi culpa ya que habíamos terminado nuestra relación hace poco.

 

Los ojos marrones de Rantaro se abrieron sorprendidos, sin embargo Ranjiro no dio un solo espacio para interrupciones y continuo.

 

—Pero ese no fue el caso, al parecer Wakiya tuvo un mal día y terminó por desquitar su furia en toda la casa. No quiero entrar en tantos detalles innecesarios, Hoji me dio un montón de tela desecha y me pidió que lo reparara y te lo diera de parte de Wakiya.

 

La mirada de Rantaro bajo al peluche, tenía tantas preguntas pero no sabía cómo hacerlas o siquiera si estaba en la posición para hacerlas. Ranjiro también contempló al dragón-zombie con cierta incomodidad pues, se sentía responsable en cierta forma de que aquel objeto tan preciado terminará hecho un despojo.

 

—Supongo que a Wakiya no le gusta guardar cosas rotas —agregó Ranjiro, se dio la media vuelta para salir de ahí, sintió como su valor inicial de hablar con su hermano sobre todo lo que pasó en realidad se drenaba de su cuerpo—. Entonces me voy.

 

—¿Cuando terminaron? —preguntó Rantaro deteniendo a su hermano en el acto, el menor apretó los puños con fuerza pues sabía que si respondía esa pregunta ya no había marcha atrás.

 

—Nunca.

 

La respuesta corta de Ranjiro dejó confundido al mayor, ¿Acaso se estaba volviendo loco y escuchaba todo mal? Sin embargo su hermano ingresó de nueva cuenta a la habitación y esta vez cerró la puerta tras de sí.

 

—Nunca terminamos porque… nuestra relación no existía. Todo fue una farsa.

 

Rantaro no estaba muy seguro de cómo se sintió después de escuchar esas palabras, por un lado pareciera que un enorme hoyo se abrió debajo de sus pies dejándolo caer por metros bajo la tierra, por otro fue como si una venda cayera de sus ojos, llenándolo de un alivio que no duró ya que la culpa apareció al instante.

 

—¿Cómo? —Fue la única pregunta que pudo formular en medio de la revelación tan impactante. Ranjiro se quedó de pie ahí mismo, sin moverse ni un solo centímetro.

 

—En su fiesta de cumpleaños… yo le pedí de favor que me ayudara fingiendo ser mi novio. Al principio no quiso aceptar pero pude convencerlo y terminamos saliendo, fingimos todas las tardes que íbamos a lugares poco decentes a hacer cosas peores aún, pero en realidad solo desperdiciamos el tiempo en un parque desolado hasta que llegara la noche.

 

—¿Pero porque le pediste eso? ¿Cómo fue que el acepto hacer algo así? —Rantaro soltó sus dudas sin recato alguno, necesitaba conocer las respuestas.

 

Ranjiro rodó los ojos fastidiado, ¿Cómo es que su hermano seguía sin darse cuenta de lo que sucedía en realidad?

 

—¡Ya deja de hacerte el tonto! —exclamó el menor lleno de frustración, misma que dejaría escapar ahora mismo—. Ese día que trajiste a Kaoru a casa te dije que ella era linda, ¡Obviamente quería tener una oportunidad con ella! Y lo primero que sucede después de eso es que son novios. 

 

—Pero tú no me dijiste eso, ¿Cómo esperabas que lo supiera así nada más?

 

—Jamás te había comentado algo así de nadie, si no me habría interesado en Kaoru, ¿Entonces por qué te diría algo así? 

 

Rantaro quiso protestar pero en poco tiempo decidió guardar silencio, pues tal vez su hermano tenía razón, jamás le había comentado de alguna chica en el pasado hasta que esa noche Kaoru se le pegó en el camino y se coló a su casa presentándose a sí misma como una buena amiga.

 

—Yo… Ranjiro, lo lamento, no sabía…

 

—Creo que ya es algo tarde para disculpas, al menos sí para que mi —susurró lo último en un tono nostálgico, Rantaro alzó una ceja extrañado por su actitud.

 

—Aun así no entiendo, ¿Por qué fingir una relación con Wakiya?

 

—Porque… —Verdaderamente las razones por las que hizo aquello lo avergonzaba, pero no tenía muchas opciones más que decir la verdad— Quería que te preocuparas por nosotros, que pusieras toda tu atención en nuestra relación hasta que Kaoru se hartara de ti y te dejara.

 

—Querías que sintiera celos por Wakiya —Completó la frase el de ojos marrón, Ranjiro asintió más que resignado.

 

—Se que te gusta mucho, o al menos que te gustaba. Empezaste una relación con alguien que no amabas y estaba tan frustrado porque ella si me gustaba y a ti no pero aún así estaban juntos —expresó el menor desesperado—. Quería que al menos si mi relación con Wakiya no destrozaba la tuya, sintieras lo mismo que yo al ver a la persona que amas estar al lado de alguien que no le ama.

 

Un fuerte puño aterrizó en el rostro de Ranjiro con fuerza, más el mencionado pudo soportarlo, Rantaro estuvo a punto de soltar otro pero se contuvo.

 

—¿Cómo puedes jugar así con las personas? ¿Conmigo, Kaoru y Wakiya?

 

—Wakiya estuvo de acuerdo conmigo todo el tiempo.

 

Su voz severa no titubeó un solo instante, Rantaro quedó congelado al saber esa información.

 

—¿Cómo fue que él aceptó hacer algo así? —pregunto Rantaro incrédulo, Ranjiro supo que ya no había mucho más que decir.

 

—Convencerlo no fue tan difícil… estaba igual de desesperado que yo —El mayor sintió un dolor filoso atravesar su pecho, Ranjiro frunció el ceño—. Pero eso ya se acabó.

 

Y rápidamente abrió la puerta y la azotó al salir de la habitación, Rantaro quedó pasmado unos segundos, luego posó su mirada en el peluche por largo rato.



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Después de una productiva tarde en la que se pasó entrenando con todos los chicos en el bosque, un cansado Valt Aoi regresaba a la mansión sede del BC Sol a pasos lentos y calmados. La tarde estaba a punto de terminar y eso delataba muy bien la oscuridad que envolvía el ambiente mientras pasaban los minutos.

 

Caminaba solo pues Free platicaba tranquilamente con Drum mientras Silas bromeaba con Shasa sobre las batallas de esa tarde, le hubiese gustado platicar con Aiga un poco pero había desaparecido hace unas horas atrás sin que nadie lo notará.

 

En fin, no quiso darle tanta importancia así que solo repaso en su mente los sucesos que pasaron desde que regresó al BC Sol hace pocos meses, al principio se sintió realmente mal pero gracias a Free y los demás pudo empezar a superar sus problemas.

 

Suspiró con gran alivio, se sentía ligero como una pluma y sonrió con total sinceridad como hace tiempo no hacía. Miro el BC Sol a lo lejos, sin embargo se impresionó cuando distinguió a un par de personas esperándolo de pie su corazón se aceleró. Corrió directamente hacia allá llamando la atención de los chicos detrás de él.

 

—¡Wakiya! —gritó Valt acercándose a su buen amigo quien sonrió al verlo llegar.

 

—Valt, que bueno es verte —regresó el saludo el rubio, el de ojos marrón se detuvo frente suyo y miro un poco sorprendido la nueva apariencia de su buen amigo.

 

—Vaya, ¡Te ves genial!

 

Wakiya sacudió un poco sus cabellos cortos sin dejar de sonreír.

 

—Gracias.

 

—¡El presidente de la WBBA!

 

Ambos escucharon el grito detrás de sus espaldas y observaron a los chicos acercarse rápidamente, Drum quien asombrado delató la presencia de Wakiya corrió hasta quedar a pocos centímetros del rostro del de ojos azules.

 

—¡E-Es un honor! —formuló el menor en medio de tartamudeos—. ¡Ba-Ba-Batallemos!

 

—Quizás después —respondió el rubio nervioso, Silas quitó a Drum y se lo llevó al interior acompañados de Shasa, claro que antes saludó con una sonrisa socarrona a Murasaki.

 

—Cuéntame, ¿Qué haces aquí? —preguntó Valt con esa sonrisa de siempre.

 

—Veras, cierta persona ha comenzado su camino Blader así que pensé que era buena idea traerlo aquí para hallar inspiración.

 

Por alguna razón Valt tuvo un mal presentimiento con sus palabras, mismo que se acrecentó cuando escucho un par de risas provenir desde la lejanía.

 

Y cuando volteo juro que su rostro palideció y su corazón aceleró sus rítmicamente.

 

Pues Aiga parecía tan animado como casi nunca lo vio, platicando y riendo con Shu.

 


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