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Deracine por Lizama24

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Notas del capitulo:

Aquí mi fanfic para el desafío. Espero les guste. <3

El sonido del aire acondicionado era más fuerte de lo común. Incluso se sentía de esa forma, como si lo golpearan pequeñas ráfagas que salían de todas partes de las paredes. Por lo contrario, la voz de aquella mujer de bata blanca era distante, apagada. Parecía que Akira había sintonizado un canal de televisión por la noche, cuando sólo quería que existiera ruido. Un ruido que no comprendía y que era sencillo ignorar.

 

Sólo tienes veinte, ¿qué te hace pensar que es real?

 

Akira era consciente de que el efecto de los fármacos terminó hace un par de horas, pero su vista continuaba borrosa, la silueta frente a él era difícil de ver. Lo que sí veía era cada parpadeo que daba, los cuales tenían un sonido particularmente fuerte. ¿Desde cuándo los parpadeos hacían ruido? Lentos, uno tras otro, ocultando por una milésima de segundo sus opacos ojos tras una cortina cuyo color no se distinguía, no existía.

—Entiende que si defrauda la confianza que le  estamos dando no tendremos más remedio que vigilarlo a todas horas, hasta que se cumpla su rehabilitación, ¿verdad, señor Suzuki?

“Responde”, se dijo —. Lo entiendo, señorita.

La médica frente a él, que nada tenía de señorita, indicó con un asentimiento de cabeza que todo estaba advertido con esa pequeña frase, y que él lo aceptaba. Continuó con el recital de las prohibiciones y permisos que se le darían a partir de esa tarde, por lo que pudo “desconectar” sus oídos una vez más. La mujer hablaba tanto que la pequeña tableta electrónica puesta sobre la mesa cambiaba de página más rápido de lo que él pudiera leer al menos una palabra. Tampoco es que lo intentara en realidad.

—Necesito que  diga que está de acuerdo con cada una de las cosas que le notifiqué, señor Suzuki —empujó con suavidad la tableta sobre la mesa en donde se encontraban, para que no hubiera error alguno al grabar su voz —. Reglas del hospital.

 

Es mejor mantener la puerta cerrada.

 

—Estoy de acuerdo.

No hacía falta más, ni a ella ni a nadie en ese infierno le interesaba saber si de verdad entendía todo lo que debía hacer. Lo único que querían era que si llegaba a faltar en algo lo podrían encerrar una vez más, de manera fácil.

Akira pasó por la puerta luego de que la médica lo autorizara con su rostro, literalmente,  dejándolo pasar a un pequeño espacio de descontaminación donde los tímpanos de Akira terminaron por romperse, si es que no lo estaban ya, por el fuerte sonido de las máquinas a sus lados que arrojaban viento que llevaba tantas sustancias tanto líquidas como gaseosas. Fuera de ese cuarto, era sólo un número más. La mujer que le atendió debió leer su nombre antes de que entrara para no llamarlo por la secuencia de números que se podía leer sobre la camiseta que tenía puesta, la cual era idéntica a las otras quince camisetas en la habitación donde dormía. Nunca la llamaría “su habitación”.

Caminó solo por el largo pasillo de paredes reflejantes hasta la puerta del fondo, donde sabía era su próximo destino. No era necesario que alguien lo siguiera, era vigilado las veinticuatro horas por dos personas cuyo trabajo se basaba en ello. Doce horas cada uno, para aclarar. Sólo lo cuidaban a él, esos ojos no lo dejaron sólo en todos esos años que pasó encerrado. Todavía no salía, pero ya sentía que el peso sobre sus hombros se aligeraba. Ya no le dolía la cabeza, sólo se sentía sedado. Sabía que no volvería a tener a alguien viéndolo dándose una ducha como si de un pervertido se tratara.

Sus manos pasaron por una pantalla que verificó era él, después su rostro. Se colocó descalzó sobre el frío metal en mitad de la habitación y el aparato de radiación frente a él verificó que no se encontrara ninguna lesión en su cuerpo, ni tampoco estuviera enfermo.

—Te sorprenderá conocer lo que es una simple gripe —la voz amable de la enfermera sólo le hizo girar los ojos en su dirección —. Ahora sólo necesitamos tu voz.

—Sí.

—Algo más largo, por favor.

—“Algo más largo, por favor”.

—Perfecto —lo retiró de sobre la plataforma y le entregó algo que Akira no recordó hasta verlo: la mochila con la que llegó, que sus propios padres hicieron porque creyeron podría llevar algunas cosas para su estadía en ese sitio—. Algunas cosas fueron retiradas, pero la mayoría no incumplía las reglas. Que tenga una buena vida, señor. No quiero volver a verlo por aquí.

 

A todos nos da asco, ¿o van a seguir mintiendo?

_____________________

Era todo un regalo el que Yutaka tuviera el sueño pesado. Siendo el ansioso y estresado que era, cualquiera pensaría lo contrario. Por suerte, Akira podía recorrer su pecho con su mano, dejar besos sobre su rostro y abrazarlo tanto como podía, sin que él despertara y se burlara de lo cariñoso que era. La verdad es que no le molestaba lo hiciera, mientras le dejara hacer lo que quisiera con él. Sólo se despertaba cuando algo dentro de él lo perturbaba, como en ese momento que sus pequeños ojos se abrían con tanta dificultad. Yutaka tenía un brazo alrededor suyo, el cual lo atrajo un poco más a su cuerpo.

—¿Qué pasa?

—Nada, ¿por qué debería pasar algo?—su voz sonaba más ronca que la propia por haber dormido tanto, lo cual le hizo sonreír —. ¿Cuánto tiempo llevas despierto?

—No lo sé.

—Sólo tienes que preguntar y él te lo dirá, ¿por qué carajo no lo haces, Akira?

—Sabes que odio tu maldito robot, siento que no puedo ir a cagar en paz sin que me pregunte si necesito que reproduzca mi música favorita —Yutaka carcajeó —. ¿Me puedes decir por qué hiciste un playlist para cuando vaya al baño?

—Sabía que te jodería.

Por supuesto, por eso lo había hecho. Akira recargó su mejilla sobre su pecho cuando él todavía reía. Su corazón hacía un ruido extraño cuando lo hacía, como si también estuviera riendo. Una vez se lo había dicho y Yutaka le dijo que quizá tenía una válvula “descompuesta”. La mano de su novio se movió sobre sus cabellos, bajando por su nuca hasta terminar en su espalda. No tenía ganas de ir a trabajar ese día. Había corrido a cancelar la orden de que las luces se encendieran por sí solas a las seis de la mañana, así que seguro ya se les había hecho tarde. A él no le preocupaba, sin embargo, Yutaka pronto preguntaría qué hora era y daría un brinco directo a la ducha.

—Te amo.

—Yo también te amo, Akira. Pero eso no hará que te perdone si son más de las siete —Akira gruñó —. ¿Qué hora es? —gritó el moreno y para su mala suerte, el robot Pobet-san no tuvo un corto circuito aunque le vertiera café caliente, y pudo escuchar cómo se acercaba aunque tuviera puesto el modo silencioso.

“Son las 6:43 a.m. ¿Desea seguir posponiendo la alarma?”.

—Sólo la pospuse una hora —respondió ante la mirada de odio que le dirigió el mayor, quien pronto lo retiró de encima de él para, como había predicho, correr al baño. Ni siquiera la visión de su cuerpo desnudo le hizo sentir menos fastidiado.

No entendía por qué tanta prisa, podía darse el gusto de llegar tarde unas diez veces al año, ¿cuál era el problema? El maldito robot seguía de pie frente a la cama, sin hacer un movimiento. Akira insistió con que fuero lo menos humano posible, pues le causaría pavor verlo todo el tiempo. Así que Yutaka se decidió con un modelo no tan nuevo, de color blanco y baja estatura, con brazos pero sólo una especie de cono sin punta como pies. La cabeza era redonda con una pantalla en el frente y atrás, donde una cara sonriente siempre estaba presente cuando su dueño no lo ocupaba para ver videos o reproducir música. La voz, sin embargo, si podía pasar por la de un humano. Uno idiota y que siempre estaba feliz.

—Akira, no quiero que llegues tarde, ¿me oyes? Le ordenaré a Pobet-san que te saque de la casa si para antes de las 7:30 no has salido.

—Eso es en veinte minutos, qué grosero serías. ¿Y si me saca sin pantalones?, ¿debo ir a trabajar desnudo? —Yutaka salió hacia la cocina, indicando que se hiciera café. Su novio amaba la cocina, era de sus pasatiempos favoritos, pero Akira consideraba trampa el hecho de que la estufa fuera quien controlara la intensidad del fuego y cuánto tiempo debía estar encendida.

Yutaka se fue, y para las 7:40 a.m., Akira era perseguido por toda la casa por el irritante montón de metal diciéndole que ya era hora de ir a trabajar. Bajó rápidamente al estacionamiento, donde su motocicleta lo esperaba. Estaban haciendo los primero prototipos para motocicletas que pudieran flotar, pero él no estaba nada emocionado con ofrecerse para probar una. La suya estaba bien con llantas, y con poder tener contacto con el suelo.  

Yutaka tenía un buen puesto en la empresa de su padre, haciendo negocios y llevando la cuenta para que todo marchara bien. Él, por su parte, estaba bien en su puesto de programador y diseñador de videojuegos. Ganaba bien, no tanto como Yutaka, pero tampoco podía decirse que no estaba a la altura.

Paso por ti para ir a comer, ¿de acuerdo?

 

Akira respondió con su voz, sin apartar su mirada del ordenador sobre el cual dibujaba sólo con sus dedos, sin necesidad de otro aparato. Debía entregar eso antes de irse por ese día o su jefe lo molestaría toda la tarde por teléfono. No necesitaba otra voz gritándole qué debía hacer, con la de Yutaka estaba estupendo. Por suerte, lo consiguió, y sólo diez minutos después de su hora usual fue que pudo salir del edificio para esperar a su novio.

—¿Qué quieres comer? Comida rápida o vamos a esos sitios donde juran que todo es orgánico.

—No hay más que ensalada y raíces que nadie conoce —Akira pasaba su dedo sobre la pequeña pantalla que se abría sobre el parabrisas en la zona del copiloto, buscando algún video que le llamara la atención en lo que Yutaka los llevaba a algún sitio.

—También hay carne, mi pequeña bestia, sólo la cocinan sin ponerle grasas extras. Es más saludable, recuerda que el doctor te dijo…

—Sí, sí. Que si seguía comiendo como lo hacía, mis niveles de colesterol se dispararían. ¿No hay una investigación sobre que eso es falso?—terminó seleccionando uno sobre un comediante que había ido a ver anteriormente.

—Todos dicen que ese doctor está chiflado, no como el que te hace chequeos cada mes—Akira gruñó otra vez, como lo hacía tantas veces. Sólo Yutaka era capaz de soportar su genio durante todo el día —. Además, te di la opción de comida rápida, no hay necesidad de discutir.

Akira también sabía que no debía jugar tanto con la paciencia de Yutaka, podría tener el rostro más angelical del mundo pero era un demonio cuando estaba de mal humor, que era casi siempre. Incluso él lo ponía de mal humor, porque Akira no podía, ni quería, evitar fastidiarlo. Por eso quitaba las alarmas, apagaba los controles, desconectaba los aparatos electrónicos, etc. Amaba verlo rabiar. Era un pequeño juego entre ambos, en el cual siempre perdía pero valía la pena.

Mientras veía su video de aquel comediante, al mismo tiempo que escuchaba a Yutaka hablar sobre una graciosa historia en la oficina, en la pantalla apareció que su madre lo estaba llamando. Odiaba que se sincronizara con su teléfono sin pedirle permiso, pero no podía rechazar la llamada de su madre.

—Hola, mamá, ¿qué hay de nuevo? —Yutaka se calló de pronto, tan sólo concentrándose en conducir por aquellas calles que subían y bajaban, y daban vueltas como si de una montaña rusa del pasado se tratarse.

—Hola, cariño. ¿Con quién estás?

—¿Eh?, con Yutaka, mamá. ¿Quieres decir “hola”? —espetó hacia el moreno, así que Yutaka movió su mano sobre la pantalla para saludar—. Vamos a comer, así que está manejando y no puede hablar mucho.

—Yutaka —pronunció la madre de Akira, asintiendo para sí misma. Akira sólo dijo que sí, para confirmarlo —. Akira, amor, me encantaría que vinieras pronto a casa. ¿Por qué no traes a tu amigo contigo?

Yutaka dejó de ver el camino al escuchar eso. Akira había llevado a Yutaka varias veces a su casa en el pasado, cuando eran sólo amigos y cuando recién empezaron a salir. No veía por qué eso era nuevo, o si tenía algo de malo. Pero los ojos de su novio no mostraban la misma indiferencia con la que él lo tomaba: había desconfianza.

 

No puede ser, ¡si es tan normal!

_______________

 

—Te daremos uno de esos relojes que te recuerdan cada pendiente, así no olvidarás tomar tus medicinas. Sabemos que puede hacerlo tu teléfono celular, pero por si lo olvidas en algún momento, así tendrás el recordatorio en tu muñeca.

No le sorprendía que todavía después de salir de aquel sitio se siguiera sintiendo como un enfermo. No pensaba seguir tomando toda esa mierda en forma de comprimidos que le habían dado, mucho menos gastar un centavo en ello. Su madre le miraba con la mayor compasión del mundo, como si no hubiera sido ella quien lo encerró en ese lugar en donde lo habían dejado tan cansado para seguir viviendo.

Tenía que comer para que lo dejara marcharse de esa casa que ya no consideraba suya. Así era más fácil, que creyera que todo estaba bien, que no odiaba cada respiro que daba entre esas cuatro paredes. Su padre y sus hermanos asistieron a su bienvenida, Su atención estaba más en la música de fondo que en sus conversaciones, en las que no era considerado y en las que no planeaba participar. Pero su madre no lo dejaba tranquilo, haciendo preguntas y comentarios sobre lo que ocurriría en un futuro. Un futuro que se destrozó de cualquier universo existente.

 

Todavía hay esperanza, siempre hay esperanza.

 

—Puedes quedarte en esta casa si crees estarías mejor, sabes que esta siempre va a ser tu casa—Akira miró aquella mano sobre la suya, la cual le presionaba con delicadeza. Su madre debía estar haciendo el mayor esfuerzo para no apartarla, para mirarle con esos ojos de amor que le profesaba.

Esa no era su casa, mucho menos su hogar. No era nada en donde quisiera estar, no conciliaría el sueño ni tampoco le gustaría levantarse todas las mañanas y ver lo mismo, escuchar lo mismo. Si iba a morir en vida, prefería hacerlo solo, donde nadie lo torturara más, donde todavía existiera esperanza de que su propio cerebro no era controlado.

“No soy diferente, no puedes cambiarme. Sólo queda que me mates”.

—Me han dicho que es mejor si soy independiente, para volver a integrarme a la sociedad. Necesito tener mi lugar, pagar mis cosas.

Tanto su padre como sus dos hermanos le veían cuando habló. Hubiera creído que su padre lo ignoraría durante toda la cena, pero no, ahora estaba con sus ojos puestos en él, escuchando cada palabra, tragándose cada cosa que le habían pedido a Akira y que él aceptó sólo para que le dejaran salir.

—Lo harás bien esta vez, hijo —Su padre sonrió.

Esta vez.

Esta vez.

Esta vez.

Nadie parecía perturbado de que fuera menos expresivo que el montón de chatarra que hacía todos los quehaceres del hogar. Estaban bien con escuchar todo lo que podía inventarse sin siquiera comprobarlo. Estaban bien con pensar que esta vez él iba a ser como todos. Sería hombre.

 

Marica.

___________________________

 

—Ella no pudo haberlo visto —Akira continuaba moviendo sus manos para decidir qué era lo que se modificaba y lo que no en el videojuego. La sala era el lugar más cómodo para realizar su trabajo extra. Trabajo que no estaría haciendo si no fuera su única forma de ignorar lo que Yutaka le estaba diciendo.

Al e-mail de su novio llegó una fotografía en la madrugada. Había escuchado el sonido de notificación estando medio dormido, pero ninguno de los dos le dio importancia. La fotografía era de ellos dos, saliendo del edificio en donde ahora mismo estaban y tomados de la mano. Como si no fuera suficiente, también adjuntaron un pequeño video en el que se les ve besándose por tan sólo unos segundos, aprovechando que era muy temprano para que hubiera muchas personas transitando por la calle. Yutaka estaba enloquecido, afirmando que a eso se debía la extraña invitación de su madre para que fueran a visitarlos.

Akira solía ser el negativo, el que siempre pensaba de más. Esta vez se mostraba tranquilo, incrédulo y llamaba exagerado a su novio por imaginar tantas cosas. La verdad era que algo dentro de él tenía pánico. Era esa negación que se tiene cuando no puedes creer que en verdad algo esté sucediendo, donde prefieres reírte para no terminar en crisis.

—Es claro que lo vio, y sé que lo sabes, Suzuki —Yutaka se puso de pie frente a él, interponiéndose entra él y la pantalla, por lo que un anuncio de “interferencia” apareció en colores llamativos.

—Sólo quieren sobornarnos, o tal vez asustarnos. No tuvieron por qué mostrárselo a nadie más.

—No me pidieron dinero —Akira bufó, bajando las manos para que el televisor se apagara. No podía sostener esa mirada porque el moreno le estaba poniendo de verdad nervioso —. Akira, esto es grave.

De repente empezó a sentir un picor en toda su coronilla, siendo inevitable no llevar su mano para aliviar tal sensación. El estúpido de su novio no podía callarse, no podía sólo quedarse callado y hacer como si nada de eso estuviera sucediendo. Debía ser sólo una maldita broma, sabía que pasaba muy seguido. Tan sólo tenían que ignorarlos y se cansarían de esperar una reacción, ¿por qué Yutaka no lo entendía?

“Usted tiene dos mensajes nuevos”, la voz tan natural del robot se escuchó desde la cocina, en donde llevaba media hora haciendo la lista de las cosas que faltaban para poder comprarlas por internet.

Akira sentía que su pecho se oprimía, no estaba tocándose pero sabía que su corazón latía más fuerte porque dolía. No podía hablar, y Yutaka seguía llamándolo, pidiéndole que aceptara lo que pasaba y que pensaran juntos en algo. Si Yutaka no estaba tranquilo él tampoco podía estarlo. No podía respirar, en vez de hablar intentaba obtener aire por la boca. Estaba entrando en pánico. Estaba despertando de su estado de indiferencia.

—Akira, ¡Akira! —Yutaka lo sujetó por los hombros, su rostro seguía mostrando el odio y el miedo que lo recorría desde la mañana. Le veía con el ceño fruncido, pero no estaba molesto con él, lo sabía. Sintió el pecho de su pareja contra su rostro y que su mano se metía entre sus cabellos para acariciarlos —. Estoy aquí, todo estará bien, ¿de acuerdo? Estoy aquí.

Le estaba mintiendo para que se relajara, pero el rubio ya había empezado a llorar. El maldito robot insistía con los putos mensajes nuevos, había dejado la música reproduciéndose en la habitación y hasta ahora lo recordaba. Sólo quería que se apagara, quería gritarle que se apagara, así como a Yutaka que cerrara la boca. No quería oírlo, sólo le estaba mintiendo. Todo se estaba yendo al carajo, y ni siquiera lo sabían.

Las siguientes semanas Akira no respondió ninguna llamada de su madre, ni de ninguno de sus familiares. Yutaka no recibió otro e-mail como ese, ni tampoco les llamaron pidiendo o exigiendo algo. Uno de sus amigos que sabía de su relación con Yutaka le dijo que podrían saber quién le envió eso y tal vez amenazarlos para que los dejaran tranquilos, pero Akira no se sentía seguro. No sabía qué tipo de personas serían. Podrían ser de esos locos que querían “limpiar” el mundo de homosexuales por sus propias manos, como si no existieran ya tantas leyes absurdas que hacían se mantuvieran ocultos. No quería poner en peligro a Yutaka. Y como no insistieron, creyó que todo había pasado.

La invitación a tener una comida con su familia fue totalmente rechazada, por seguridad. No hubo más remedio para la familia Suzuki, tuvieron que ir ellos.

—Tal vez podríamos mudarnos —Akira alzó una de sus cejas —. Bueno, yo podría hacerlo. Ya sabes,  sólo por unos meses. Hemos sido muy cuidadosos todo este tiempo, pero pienso que de esa forma en definitiva no podrán seguir relacionándonos.

—¿Me estás pidiendo un tiempo, Yutaka? Es más fácil si sólo lo pides.

—Estoy hablando en serio, Akira —Escuchó la voz cansada del moreno detrás de él, mientras se ocupaba de cocinar uno de los pocos platillos que podía hacer: hamburguesas —. Ya sé que estás más despreocupado ahora, pero yo de verdad no quiero que nada te pase —los brazos de Yutaka le rodearon por la espalda.

Akira se quedó quieto al sentir su respiración tan cerca de su oreja. Esos brazos que siempre le encantaron lo sujetaban con tal fuerza que era imposible hacer algún movimiento. “Yo tampoco quiero que algo te pase”, susurró, recibiendo al poco tiempo un beso en su mejilla. No podría haber miedo más horrible que el de temer por quien más amas.

—Está bien, puedes mudarte.

Tenía que aceptarlo, porque era lo mejor para protegerlo. Maldición, durante esos días ni siquiera podía decirle que lo amaba por mensajes cuando lo extrañaba en el trabajo, porque las malditas redes sociales podrían estar siendo vigiladas. Llegaba directo a casa para encerrarse y esperarlo, tenían las cortinas cerradas, la puerta bloqueada, sólo respondían llamadas de números que sabían era del trabajo, y Pobet-san tenía prohibido atender cuando no estaban en casa. La puerta estaba cerrada.

—Sabes que te amo, siempre voy a amarte.

Lo sabía.

“Hay alguien en la puerta, Tanabe-san”.

—Ya voy, Pobet-san—Yutaka dejó un beso sobre sus labios antes de apartarse, dejándolo al fin continuar con su intento de comida. Yutaka comía todo lo que preparaba, incluso si a veces daba pena. Era lo que hacía el amor, suponía.

Estaba a poco de conseguir dos decentes carnes para hamburguesa cuando las palabras de Yutaka volvieron a desconcentrarlo:

—Señora Suzuki, ¿qué la trae por aquí?

Akira dejó la espátula que usaba sobre la barra. El aceite friendo la carne empezaba a formar burbujas y desprender el característico olor de la carne cocida. Escuchó la voz de su madre preguntando por él, la de su padre, la de Yutaka. Escuchó al estúpido robot de Yutaka ofreciéndoles algo de beber. Pero ellos no hablaban, estaban gritando.

 

Me cagaste la vida.

 

***

—¿Por qué nos mentiste de esa forma?, ¿en qué demonios estabas pensando? —¿En qué demonios pensaba?, ¿de qué se suponía que hablaba? Parecía que lo estaban reprendiendo sobre algo de lo que él todavía no se enteraba.

Los padres de Akira continuaban en la entrada del departamento, Yutaka empezó a pelear con ellos cuando apenas su padre mencionó que él era el maricón que había enfermado a su hijo. Había querido sacarlos, pero no había podido hacerlo aun con toda la rabia que explotó sin previo aviso. Su madre ahora tenía esas lágrimas que más que de tristeza debían ser de odio, asco, tal vez aceptación de que sí era lo que pensaba. Akira no pensó que el momento en el que les contara a sus padres sobre su orientación sexual fuera de esa forma. Lo imaginaba con un poco menos de lágrimas, después de todo no pensaba ocultar a Yutaka toda su vida. Idealizó ese momento, como si pudiera controlarlo al igual que una obra de teatro. No quiso pensar mucho sobre eso en el pasado, por lo que la esperanza no era alta.

Su cabeza no estaba donde debería, intentaba comprender cómo todo eso se le salió de las manos sin que algo lo previniera. Tantos años estando en “paz”, y de repente un desconocido había quitado el telón, dejándolos desnudos. Mostrando lo que era como si de un alienígeno se tratara.

—¿Quieres explicarnos qué fue lo que pasó? —¿Qué había pasado? Por un carajo, hablaban como si acababan de descubrir que asesinó a alguien —. Por Dios, Akira. ¿Es que no estuve toda tu maldita infancia contigo?, ¿cuándo te falté? ¡Por supuesto que no es mi maldita culpa!, ¡tus hermanos están bien!

Su padre se sostenía de la pared, se tambaleaba, gritaba y le apuntaba para entonces volver al principio. Era como rebobinar un disco con un sonido chirriante. Yutaka tenía su brazo detrás de su espalda, lo sujetaba con firmeza e hinchaba el pecho para no verse intimidado. Yutaka no tenía miedo a su padre, y Akira tampoco debería de tenerlo. Sólo eso no lo tenía en su control. Era un hombre adulto, carajo, tenía casi treinta. ¿Es que no podía controlar su propia vida? Nadie podía hacerlo.

Él no hablaba, nadie quería escucharlo. Sus padres tenían una conversación en la cual asumían que lo sabían todo, que sabían cómo tratar con eso incluso si nunca antes lo hubieran pensado, lo hubieran vivido. La ignorancia vivía, se regocijaba. El odio hablaba, escupía y se retorcía como el parásito asqueroso que era. Tenían el número ensayado, y se les olvidó darle unas cuantas líneas.

—Creo que sabes que no es lo correcto.

 

Es porque no tienes a Dios en tu corazón. Si lo amas, todo estará bien.

 

Akira gritó al mismo tiempo que Yutaka cuando un par de policías entraron para llevarse a cada uno. No estaban locos, no estaban enfermos. Nadie había hecho nada malo. Los únicos que parecían fuera de sí eran sus padres, decían cosas sin sentido, miraban con odio, con asco. Por su boca y por sus poros no salía nada relacionado a la preocupación, al amor que decían tener por él. Se llevaban a la única persona que lo amaba tal y como era sin que pudiera objetar, porque ellos no tenían que decidir sobre la vida de su hijo, y mucho menos de alguien que no era nada de ellos.

 

¡Entiende que estás arruinando tu vida!

 

Sabía que eran observados a través de las puertas por todos sus vecinos, de quienes se habían escondido, a quienes les habían mentido diciendo que eran familia para que no se entrometieran. Los escudriñaban ocultos detrás de la madera, los juzgaban y ponían etiquetas sobre ellos. Yutaka dejó de resistirse antes que él, siempre fue tan realista, tan crudo. Quería gritarle que lo amaba, quería decirle que lo sentía tanto. Pero no lo sentía, ¿de qué debía estar avergonzado?, ¿por qué debía pedir perdón? El maldito beso que le dio antes de alejarse de la cocina sería el último que le daría, ¿qué tan injusto era?

 

¿Por qué no naciste muerto?

 

“Te amo”, pronunció al estar a su lado en el elevador, el último lugar donde estarían tan cerca. El último lugar donde Akira podría ser capaz de ver el cariño en los ojos de Yutaka, quien aceptaba sus palabras pero no se atrevió a pronunciarlas también. Aquellas dos palabras serían una clara confesión de que era culpable frente a esos dos oficiales, quienes los sujetaban con fuerza como si pudieran ser peligrosos. Esas dos palabras le condenaban por completo, pero a Akira no le importaba. No quería que Yutaka se separara de él sin haberlo dicho.

 

Ustedes sólo quieren atención.

______________________________

 

Ese lugar era más pequeño que en el que vivía anteriormente con Yutaka. No importaba realmente, lo único que quería era un sitio en dónde dormir, comer y estar solo. Estaba amueblado; con un pequeño sofá para dos personas, un televisor que no se expandía, un baño y una cama individual. La casa era de todos modos tan grande para una persona. Por ejemplo, tenía dos lugares en el sofá. Tenía en una mano su antiguo teléfono, ahora “desinfectado”, porque por correo le enviaron las indicaciones y permisiones que tenía para que no las olvidara.

Akira sonrió al ver una “sugerencia”: conseguir una novia con sus gustos y aficiones, para poder adentrarse en una relación heterosexual. Y como recomendación, no mencionar su “pasado”, al menos no hasta ser muy cercanos. La pobre podría asustarse o no sentirse cómoda.

Akira no sentía ni una pizca de deseo hacia una mujer.

En lo único en que pensaba en ese momento era en dónde podría estar Yutaka. ¿Ya habría salido también de otro de esos lugares? Esperaba que sí. ¿Se habría mudado a otra ciudad?, ¿qué le habrían dicho sus padres? Y lo que más le importaba… ¿cómo estaría? Quería pensar que pensaba tanto en él como él mismo lo hacía, le dolía el imaginarse que se olvidó de su existencia en ese tiempo. Porque Akira seguía tan enamorado. Le costó tanto dejar de llorar en las noches aunque sabía que seguía siendo observado, porque tenía que mostrar “mejorías”.

Consiguió mantenerse en pie luego de durar varios minutos sentado en el suelo. Su mano chocó contra el cristal de la ventana de su sala de estar, apoyando la palma por completo en este. El material estaba frío, podría calentarlo si quería, pero así estaba bien para él. Todo estaba silencioso, no existía el sonido de todos los aparatos conectados, el zumbido de la red por toda la casa y mucho menos las constantes notificaciones de las actualizaciones de un robot. Era una calma que perturbaba más que cualquier ruido. Akira pegó su frente a la ventana, viendo hacia abajo. Los primeros prototipos de transportes públicos voladores eran probados en la noche, sobre una autopista tan sólo señalada con luces.

Podría acostumbrarse a vivir encerrado ahí, con el mundo cambiando allá afuera, envejeciendo,  tan sólo imaginando que el amor de su vida volvería algún día, y que podrían poder sentarse juntos en el pequeño sofá que tenía. Podría imaginarlo. Volverse loco y alucinar no sonaba nada mal.

 

__________________

 

—Entonces mi amigo, el enano que viste la otra vez conmigo en el estacionamiento—Yutaka asintió como respuesta de que lo recordaba—, me dijo que no creía haberlo hecho bien en la prueba de manejo, así que estaba muy preocupado —Akira tomó un gran respiro: ¿por qué Yutaka gustaba de caminar tanto por ese parque cuando él quería contarle algo realmente importante? —. Todo estaba bien, le dije que no fuera negativo. Pero entonces el profesor nos dijo que todos habían aprobado excepto uno.

—Y te reíste.

—¡Me reí!, sí. Fue inevitable, porque no podía creer que Takanori fuera el único que no pasara la prueba. Y se lo dije entre risas: “¡Ja, ja! ¿En serio eres el único que no aprobaste?” —Yutaka negó con una sonrisa, lo conocía tan bien —. ¡Pero escucha!, ¡yo fui quien no aprobó! Y todos se rieron de mí, ¡incluso el profesor!

Yutaka también carcajeó esta vez, echando su cabeza hacia atrás y colocando una de sus manos en su hombro ante tal sorpresa. Akira se lo esperaba, él también creía era algo gracioso, aunque trágico.

—¿Entonces no conseguiste la licencia?

—Claro que no lo hice. Ahora debo esperar otro año para poder hacer de nuevo la prueba… ¡Ya deja de reír!, no es tan gracioso —Yutaka continuaba riendo, parecía que no podía evitarlo.

Se detuvo frente a una de las bancas del parque para que pudieran sentarse. Akira lo hizo a su lado, todavía con el entrecejo fruncido. Un pequeño anuncio en la banca les indicó que podían rellenar sus botellas de agua a tan sólo cinco metros, y que por favor no dejaran basura en ninguna parte.

—Se puede decir que es tu karma por burlarte de tu amigo, ¿no crees?

Akira asintió, sonaba como eso. Yutaka volvió a reír, quizá por el recuerdo, y él mostró una suave sonrisa. Se lo había contado porque sabía que le haría reír de esa forma. Y Akira adoraba escuchar su risa. Colocó su mano sobre la de él, apretándola con delicadeza. No había nadie cerca, así que no tenían por qué preocuparse. Yutaka le miró, como sólo él le había mirado en toda su vida: con amor. Sintió su nariz rosarse justo antes de chocar sus frentes. No existía nada en Yutaka que le desagradara, era perfecto. Tan perfecto con su maldito genio igual al suyo, tan perfecto con sus bromas de mal gusto, tan perfecto con lo irritante que era por las mañanas. Estaban a nada de juntar sus labios en lo que sería uno de esos tantos besos que se daban cuando estaban solos, pero nunca en la intemperie.  

—Alguien puede vernos —susurró su novio.

Y justo cuando se separaron, pudo ver a una pareja de adultos corriendo en ropa deportiva por el  camino marcado para tal acción. Akira notó su mala cara tan sólo porque seguía con su mano sobre la de Yutaka.

 

Son unos exhibicionistas, unos depravados.

 

—Deberíamos venir a correr, ¿qué dices? —Yutaka se puso de pie, estirándose al ponerse de puntillas y alzar los brazos. Pudo ver parte de su espalda desde su posición —. Así puedes usar tus zapatillas deportivas para lo que son.

—Sabes que odio correr, mejor vayamos a un gimnasio.

—Vamos, es mejor estar al aire libre.

Donde no debería sentirse sofocado, ¿pero cuando había sido así? Siempre tenía una soga alrededor de sus piernas, de sus brazos. Y una muy fuertemente amarrada a su corazón. Yutaka le sonreía, tendiendo su mano para que se levantara también. Su desesperado novio no podía quedarse en un sitio al menos diez minutos. Parecía más su mascota que su pareja.

—Mejor vamos a comer —Yutaka pronto estaba gruñéndole, diciéndole que nunca se cuidaba, que en lo único que pensaba era en comer y nada más. Por supuesto que no, también pensaba mucho en él.

 

______________________

 

Siguió el trayecto de esos dedos que presionaron el cigarrillo contra su boca, y que pronto hicieron un movimiento alargado hacia el frente. La nicotina seguía siendo nicotina, no importaba si tenía un envoltorio diferente. El cabello de Yutaka caía sobre sus hombros, sabía que nunca lo tuvo tan largo. Conocía cómo se veía cuando fue niño, adolescente y adulto. Las imágenes de su rostro seguían nítidas incluso después de tantas tormentas en su mente. Tampoco los huesos de sus hombros se marcaban de esa forma. Sus ojos, aunque más fríos, le seguían trayendo una calidez que se asemejaba a la paz. Yutaka fumaba, no dejó de hacerlo en todo el trayecto hasta ahí.

Yutaka no fumó en todos los años que vivieron juntos.

—Así que también saliste —los labios ajenos se curvaron con suavidad, Akira podía saber lo que pensaba: siempre preguntaba cosas obvias —. Tenía miedo de que te hubieras mudado de ciudad.

—Lo pensé, pero no pude decidirme y terminé quedándome aquí —Yutaka no le miraba —. Salí hace casi dos años.

—Por buen comportamiento —quiso adivinar.

—Estoy seguro de que tú fuiste un necio y no quisiste cooperar al principio—expulsó el humo una vez más, intentando apartarlo de su rostro con su mano. Era un fumador que detestaba el humo.  Yutaka apagó su cigarrillo y lo metió a su bolsillo, dándose media vuelta para así al fin prestarle toda su atención —. Nunca fuiste muy inteligente.

—Nunca creí que estuviéramos haciendo algo malo. ¿O es que el lavado de cerebro si funcionó contigo?

Los hombros de Yutaka se alzaron y cayeron por el movimiento de su suspiro. Akira temió porque la respuesta fuera que sí, incluso si Yutaka no lo decía de esa forma. No pudo verlo después de que se les llevara a juicio y se les condenara como enfermos mentales. Así que no pudo hablar con él, preguntarle qué pasaría después, cuál era el plan. Cada quien tomó el suyo, pero había pensado que, al fin de cuentas, buscaban el mismo desenlace. ¿No era así?

—Te amo —Akira sintió su corazón vibrar con esas palabras. El rostro de Yutaka mostraba tanto cansancio que se preguntó si lo decía con un tono de resignación —. Te dije que siempre iba a hacerlo, todavía lo hago. Pero no iba a quedarme ahí encerrado por insistirles que no tenía nada de malo hacerlo. No se puede razonar con ellos.

—Todo seguirá igual si no lo intentamos.

El callejón en donde se encontraban no era del todo solitario, así que podía notar la tensión en Yutaka al estar hablando de eso. Se veía en la forma que sus hombros estaban, en cómo frotaba su frente de vez en cuando y volteaba a hacia las esquinas.

—No vas a decirme que escuchaste algo de compasión de una de esas personas —rió sin ganas. Yutaka era el ser con menos esperanza del mundo, Akira necesitaba que dejara de ser un poco él.

—Claro que no, era caso perdido con ellos.

Yutaka no le quitaba los ojos de encima. Le miraba una y otra vez: el rostro, los brazos, las piernas. Tenía puestos los zapatos más nuevos que tenía entre sus pertenencias, los cuales  ya tenían un color desgastado. Si Yutaka lo amaba, había valido la pena mentir tanto para que creyeran estaba recuperado.

Existía una distancia entre ambos que ninguno se atrevía a romper. Y más allá de esa distancia física, Akira sentía que les habían colocado tantos muros en medio porque se suponía no debían acercarse. Muros de palabras, de insultos, de “consejos” y “leyes”. Nunca podrían arrebatarle su libertad de mirarlo y entonces sentir que todo su cuerpo se estremecía por todo lo que sentía por él. Él seguiría amándolo como lo hacía, no importaba cuánto lo hubieran torturado. Eso no se lo podían quitar, y entonces seguía ganando.

_______________

—Paciente SP1175, área sur: Suzuki Akira, veintiocho años de edad, sexo masculino. No existen delitos mayores, y sin antecedentes penales.

La pantalla estaba a su lado, dejando ver cómo se grababan cada una de las palabras dichas por la mujer sentada frente a él y entre dos hombres. En una esquina de la pantalla se veían las ondas de su voz, y las letras que se grababan eran de un molesto azul claro que tintineaba. Akira estaba seguro de haber perdido parte de su visión en esos últimos días, tal vez y hasta estaba un poco más sordo.

“¿En dónde se encuentra el cómplice?”, escuchó susurrar a uno de los tipos. “En el área este”. Cómplice, sonaba a un apodo muy raro para ser usado con Yutaka. ¿A él le gustaría?

—¿Las esposas son necesarias?, estoy seguro de que el señor Suzuki no es alguien agresivo, ¿verdad? —Akira no respondió. Sus manos continuaban sobre sus piernas como cuando le habían aventado en esa silla. Detrás de él había un par de guardias. El programa que usaban era inteligente: no se escribió nada de eso que era irrelevante —. Quítenselas.

—Muy bien, señor Suzuki. ¿Podría decirnos de qué se le acusa y por qué cree usted que se encuentra aquí?

—Yo tampoco sé qué hago aquí, así que no puedo responderle.

Los guardias retiraron las esposas, y Akira regresó sus manos a la misma posición. Podría sólo responder sus malditas preguntas para que lo encerraran de una buena vez, sin embargo, Akira no se había callado cada vez que le permitieron hablar. Por eso el juez ya no le cedió la palabra más que para decir “sí” o “no”. La mujer de cabello que se acomodaba por completo sólo por toda su cabeza tan sólo formó una sonrisa.

—Lo entiendo, señor Suzuki. Usted necesita ver a un psicólogo y tal vez a un psiquiatra antes de que su tratamiento comience. Verá que se sentirá mejor cuando todo le sea explicado.

—¿Cuando me expliquen que Dios creó a Adán para estar con Eva?, ¿o cuando me expliquen que de pequeño alguien podría haberme violado sin que yo recuerde y por eso me gustan los penes? —Sus palabras sí eran escritas en la pantalla, resaltadas con rojo. Sus ojos seguían sobre la señora, mientras que los otros dos eran quien lo veían y no ella—. ¿En serio alguien les cree eso?

—Señor Suzuki, nosotros no somos los responsables de darle tal información, así que le pediría hiciera esas preguntas al responsable de su salud mental. Nosotros sólo llenaremos su ficha para tener sus antecedentes y atender sus necesidades.

—Ustedes son los únicos que me pueden encerrar aquí.

—¿Alguna vez en el pasado estuvo relacionado sentimental y sexualmente con una persona de su sexo opuesto? —Si iban a ignorar sus palabras, ¿él por qué tenía qué responderles? —. Si piensa demasiado sus respuestas, me temo que tendremos que asumir lo que es mejor.

—Lo que es mejor para ustedes, imagino —Akira se enderezó en su silla e hizo como si pensara —. Mh, no. Toda mi vida me han gustado los hombres. ¿A usted toda su vida le han gustado los hombres? Asumo que le gustan, sino usted también estaría aquí adentro. Quiero decir, de mi lado de la mesa.

—Por supuesto que sí, señor Suzuki.

—Entonces no somos muy diferentes —se encogió en hombros, sonriéndole.

La mujer sonreía, como si estuviera escuchando a un chico muy bromista. Pero los otros dos tenían una expresión de seriedad. Parecían dos estatuas de cerámica, con los brazos en la misma posición, los ojos fríos y la mandíbula tensa. La única diferencia era que uno era calvo, y el otro apenas empezaba a serlo.

—¿Cuándo cree usted que inició su problema?, ¿atravesaba un momento traumático o de estrés en esa época?—su mirada continuaba puesta sobre una tableta que usaba, ignorando que era un humano sentado frente a ella.

—¿Qué problema? —Consiguió que su cabeza se levantara y le dirigiera la mirada.  “Su homosexualidad”—. ¿Se refiere a que me enamorara?

—El término correcto sería obsesión, o el compensar el sentimiento de soledad que podría sentir por algún suceso. ¿Qué cree usted que detonó esto?

—Yutaka es increíble —la mujer apretó sus labios y llevó su mano a sus cienes. Akira sonreiría, pero estaba más concentrado en responder sus preguntas, como debería ser —. Teníamos muchas cosas en común cuando éramos jóvenes. Él gustaba del futbol cuando era adolescente, y yo sabía jugarlo muy bien. Por eso se acercó para que le enseñara. Entonces nos hicimos amigos, y terminamos gustándonos. Dicen que es química, ya saben, nunca sabemos realmente por qué alguien nos gusta.

Akira notó que en la pantalla todas sus palabras se habían grabado, pero aparecían con un asterisco en varias de ellas. Debían significar algo, pero no se lo iban a explicar.

—Entiendo —suspiró, continuando con sus propias anotaciones con la mirada en la tableta —. Si pudiera decirme de forma clara…

—¿Por qué cree que mi enamoramiento es diferente al suyo? Por su anillo, asumo es casada —Uno de los tipos, el no calvo, murmuró algo entre dientes, llevando su mano a su corbata para aflojarla. Bien por él, Akira pensó que de tan tieso tal vez se estaba ahogando —. ¿Por qué piensa que es diferente?

—Sé que tiene muchas dudas, señor Suzuki. Si gusta, puedo llamar ahora mismo al psicólogo que estará a cargo de usted —pasó su dedo sobre la pequeña pantalla que tenía en la mesa, en busca del número telefónico.

—Sólo tiene que responderme usted.

La paciencia de ella parecía ya no ser demasiada. Akira gustaba de hacer explotar a las personas, aunque en ese momento no debería estarlo haciendo. Su abogado le recomendó portarse bien para ser liberado cuanto antes por buena conducta. Sospechaba que su abogado no creía que ellos eran una plaga, hubiera sido más amable con él si no estuviera tan cabreado esos días.

—Las relaciones heterosexuales se basan en el recorrido saludable que se tiene desde el conocimiento hasta el matrimonio, para poder procrear. Las relaciones homosexuales están enfocadas puramente en el disfrute sexual, por lo que no existen sentimientos reales de por medio, y es claro que no pueden procrear lo cual es una necesidad biológica.

—Hay muchas parejas heterosexuales que conozco que no quieren tener hijos —le interrumpió —. Y también conozco a muchos hombres y mujeres cuyos sentimientos por su pareja no son reales. Yo no quería acostarme con Yutaka cuando supe que me gustaba, yo quería quererlo.

Vio cómo ella se ponía de pie, y entonces los dos también se levantaban. Akira predecía que ya no habría más preguntas por el momento, la pantalla a un lado se apagó y los guardias se aproximaron hasta él para pedirle  que se levantara. Akira notaba todo esto, pero lo ignoraba. Seguía su atención puesta sobre esa mujer de trajes elegantes y maquillaje exagerado.

—Muy bien, señor Suzuki. Entiendo que no podremos llevar a cabo la entrevista como se requiere, así que le pediré se retire a su habitación y en otro momento nosotros podremos…

—¿Por qué cree que miento? —los gorilas que le llevaron hasta ahí ahora tiraban de él para que se pusiera de pie, Akira se resistió, negándose a que la dichosa entrevista hubiera terminado —. ¿Por qué cree que nosotros no amamos a quien decimos amar? Es más honesto que lo hacemos, ¿por qué me metería en esta mierda por tener una relación con un hombre si no lo amara de verdad? —la silla en donde estaba hizo un chirrido cuando le obligaron a ponerse de pie. Sintió la presión en sus brazos, que pronto estuvieron detrás de su espalda, esposando sus manos una vez más —. ¡Ninguno de ustedes puede afirmarlo!, ¡ninguno ve lo que siento!, ¡ninguno lo sabe, malditos hijos de puta!

Akira calló, su garganta de repente parecía haberse endurecido y no había forma de que produjera algún sonido. Uno de los guardias le había sedado justo en el cuello. Akira lo sabía, era su forma de hacer a un lado todo lo que no podían entender, sólo tenían que hacer como si no existiera. Le tenían fobia a lo que se salía de su maldito cuadrado sellado. Plano y sin dimensiones, sin sombras.  Sólo querían exterminarlo para poder dormir y pudrirse tranquilos en su odio. Se odiaban a ellos mismos.

 

____________

 

—Ven conmigo —Akira sostuvo las manos de Yutaka, encontrándolas tan frías como de costumbre, con la textura de su piel ligeramente alterada, y un temblor completamente nuevo.

Yutaka bufó, seguía sin querer dirigirle la mirada. No importaba la valentía que él demostró en romper esa distancia que interpusieron, si Yutaka no le apoyaba, Akira no podía hacer mucho. Eso nunca debía pertenecer a una sola  persona.

—¿A dónde?, ¿a otra ciudad? No importa si la loca de tu familia no está ahí, nos van a descubrir de todos modos—Se negó a soltar sus manos cuando Yutaka hizo el intento, y ahora le miraba con el entrecejo fruncido. ¿Yutaka tenía una idea de todos los miedos que él también tenía?, ¿de todas las dudas?—. No me veas de esa forma, Akira. Sabes que estoy diciendo la verdad.

—¿Desde cuándo eres un llorón y cobarde? —empujó sus manos luego de soltarlas. Presionaba sus labios entre sí, una energía lo recorría como veneno, quería gritar, golpearlo, hacer cualquier cosa pero hacer algo —. ¿Cuándo te olvidaste de lo nuestro?

 

Eso es malo, y acuérdate que todo lo malo se regresa.

 

Te vas a morir por puto.

 

¿Por qué tienen que ser afeminados?

 

Empezaba a sentirse desesperado, con nauseas. Nada en él cambió a como era antes, no podían curar algo que nunca estuvo mal. ¿Entonces por qué Yutaka se negaba tanto a querer intentar ser  libres? Nada de eso iba a cambiar si no lo intentaban, si no lo exigían.

—Akira, entiende que no quiero seguir como estábamos —Si pudiera ver su sonrisa una vez más, si pudiera saber que todavía existía lo arriesgaría todo —. Ocultarnos todo el tiempo, vivir con miedo de que nos puedan descubrir, las miradas, los malos tratos, ¿qué clase de vida puede ser esa? —enumeraba, cada vez perdiendo más la calma que quería aparentar. No debía aparentar frente a él, era tarde, Akira sabía cómo leerlo.

—Para mí no es vida vivir encerrado en mí mismo, aparentando algo que no soy. Mintiéndome a cada instante —Retrocedió, observando esos ojos que lo traicionaban, que se traicionaban a sí mismo —. ¿Por qué está mal que quiera estar contigo?, ¿por qué debo ser infeliz porque tú eres hombre?

 

Ser homosexual está de moda.

 

Quieren convertirnos a todos.

 

Si no eres gay, eres homofóbico.

 

No es un buen ejemplo, ¡los niños se van a volver como ellos!

 

¿Es gay? Qué desperdicio.

 

Si no se comportaran así, nadie los trataría mal.

 

“No tiene por qué estar mal”. La fuerza con la que sus brazos lo rodeaban era la que necesitaba para no colapsar. Las lágrimas empezaron a emanar de sus ojos, una forma liberadora de extraer todo eso que le estaba haciendo daño. Yutaka era su puerta, su forma de recordar que seguía vivo. No podía abandonarlo, porque él jamás quería hacerlo. Correspondió a su abrazo, con una de sus manos sobre su cabeza pues Yutaka ocultó su rostro contra su cuello. Había miedo, rabia y cansancio. No tenía fuerzas, sin embargo, o hacía algo o pasaría su vida viviendo lo que otros querían que hiciera.

—Otro país, lejos de aquí —susurró, enredando sus dedos entre sus hebras. Yutaka seguía siendo real, seguía estando en su mismo universo. No lo había perdido, y no dejaría que se perdiera —. En Europa hay muchos lugares donde no siguen estás reglas estúpidas —Tomó las mejillas de Yutaka entre sus manos, notando que era más llorón de lo que recordaba, pero tan precioso como siempre —. No tenemos que irnos a la luna.

—¿Y cómo llegaremos allá? —Apretó una de sus mejillas y presionó su frente sobre la suya.

—Venderemos todo lo que tenemos; tu estúpido robot que nunca soporté, los muebles de mi nuevo departamento. Sacaré todos mis ahorros, no importa con cuánto lleguemos allá. Podemos hacerlo.

La presión de sus labios sobre los suyos le revolvió el estómago. Nadie podía obligarle a desechar todos esos sentimientos que lo mantenían vivo. Nadie podía negarle la felicidad.

—Podemos hacerlo.

 

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado. 

Teníamos que escribir algo sobre Reita, por su cumpleaños, y mientras tanto el mes del orgullo LGBTIQ+ llegó. Sentí muchas cosas cuando leí y veía cosas en Facebook sobre esto, de marcas, de marchas, de memes. Había una mezcla de ternura por ver que esta comunidad podía expresarse cada vez más, y de rabia porque hay tantas personas que todavía creen que pueden meterse en la vida de otras personas. 

Les expongo un futuro en donde la tecnología avanzó, donde hay vehículos voladores, robots y nadie tiene que rascarse el ombligo él mismo. ¿Pero qué pasa con lo que de verdad importa?, ¿qué pasa con ese avance en disminuir la discriminación y hacer que todos tengan los mismos derechos? No profundicé tanto como debería por el límite de palabras, pero espero se expusiera bien. 

Creo que es más que necesario todo lo que se intenta visualizar en el mundo respecto a las preferencias sexuales y la identidad de genero. Incluso con tanto alarde que hacen sobre que "queremos volver al mundo gay", la verdad es que sólo una pequeñísima parte de países, 25 si no me equivoco, aceptan el matrimonio homosexual. Y en 13 los asesinan si son descubiertos. Los asesinan, ¿en serio?, ¿qué tan ciencia ficción es lo que escribí?

Lo que Akira y Yutaka hicieron fue escapar, buscar otro lugar donde no tuvieran que esconderse. Y me pregunto cuántas personas sueñan con hacer lo mismo. Y aunque lo hicieran, el odio no termina. El odio no termina para quienes están en lugares "seguros". La injusticia no termina si nos mantenemos callados. 

Es un orgullo no el que te gusten las personas de tu mismo sexo, o que decidas cambiarte de género porque no sientes que eres como naciste, es un orgullo el hecho de que incluso con todos los problemas que existen, de todo el dolor que podríamos obtener, decidimos hacerlo. Decidimos luchar para ser felices, para vivir cuando se supone que tenemos ese derecho desde que nacemos. 

Y pues ya... hago más drama de lo que ya escribí, pero creo que necesitaba decirlo. De verdad espero que les gustara. <3


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