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DR. JEKYLL Y VANTE por juda

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La espalda del rubio rebotó contra la madera que limitaba el cubículo y jadeó con fuerza cuando el pelinegro se prendió de su cuello, pasándole la lengua una y otra vez mientras le daba pequeñas mordidas.

El hombre le desprendió el pantalón y lo bajó con admirable velocidad y se adhirió a su boca, besándolo con pasión mientras una mano lo masturbaba y la otra lo rodeaba para poder pasar la yema del dedo índice por su entrada.

El rubio se aferró aun más a él para facilitarle la tarea. Estaba eclipsado por la tormenta de erotismo que se cargaba ese pelinegro. Sintió cuando un dedo ingresó en su entrada y comenzó la dilatación. Cuando estuvo listo, el hombre lo hizo girar suavemente y lo puso de cara a la pared del cubículo, unos minutos más tarde los dos gemían fuertemente.

El rubio daba pequeños rebotes intentando frenar la violencia de las embestidas con sus manos pero las estocadas eran profundas y lo estaban llevando a la nada mental que se produce cuando le petite mort se acerca.

Eyaculó con fuerza y tembló cuando lo sintió seguir con las estocadas unos segundos más hasta que el otro también alcanzó el orgasmo.

El pelinegro lo hizo girar y lo besó.

El rubio apenas podía mantenerse en pie.

El hombre se sacó el condón, lo tiró en el pequeño basurero, le acomodó el pantalón y luego le puso correctamente la camisa.

El rubio sonreía ante las muestras de gentileza, salieron del cubículo, agitados.

Había un par de gemidos en otro de los baños pero no les importó.

El pelinegro siguió abrazándolo hasta que llegaron a la puerta del baño, donde había mucha más luz y le susurró al oído.

-¿Será que tengo suerte y me das tu número para que nos encontremos nuevamente?

El rubio giró sonriente y cuando le acarició el rostro, se sintió confundido... la cicatriz no estaba.

Un mes antes.

Matías terminaba de preparar un trago cuando se acercó Raul y le dio el aviso.

-tu pelinegro a las 10 en punto.

El rubio giró la cabeza en todas las direcciones hasta que lo vio en una mesa, en el sector que menos luz tenía el bar, estaba con su maletín a un costado y hojeando un libro.

Maldijo por lo bajo.

El pelinegro del infarto a veces solía sentarse en la barra y pedir algún trago, y cuando lo hacía, siempre lo descubría mirándolo disimuladamente.

Ahora estaba en una mesa y no le tocaba atenderlo a él.

Matías era pintor y tenía su "estudio" en el sótano del bar. Su estudio era un habitáculo amplio, con las paredes sucias, varias luces que nunca llegaban a ser suficientes y con tan poca ventilación que siempre apestaba a oleo y agua ras. No podía permitirse alquilar un lugar acorde, vivía en un departamento de mala muerte y el dinero nunca llegaba a fin de mes.

Trabajaba tiempo completo en el bar de Raul (su amigo de la infancia) preparando tragos en la barra, los viernes subía a un pequeño escenario que habían improvisado en una de las esquinas más acogedoras y tocaba el saxo mientras su platinado amigo o él, cantaban.

El bar se llamaba Scenery y estaba de moda.

El pelinegro hacía un mes que se había convertido en un cliente casi asiduo, llegaba por una bebida sin alcohol y tal vez algo para comer los martes, jueves y los viernes siempre se sentaba en la barra para tomar un trago.

-Hoy le tocaba sentarse a la barra! -siseó sin sacarle los ojos de encima.

-Se nota que es tímido, si no das el primer paso te vas a morir de viejo.

-Pero me he cansando de mirarlo y sonreír con todas mis caras de perversión, debería saber que me calienta. En cambio él no me dio muestras de nada... tal vez no es tímido sino que simplemente no le intereso!

-Te mira siempre, Maty! Aprovecha que está en la mesa y llévale el pedido, conversa, pregúntale cómo se llama!!!

Ya podía ver como Susana se le acercaba y tomaba nota de lo que iba a consumir. Cuando la chica regresó, Matías preparó todo y lo llevó él mismo.

-Hoy te tocaba en la barra -le dijo sonriente dejando en la mesa una cerveza, un vaso y un pequeño plato con maní. El pelinegro alzó la vista sobresaltado.

-Oh! es que vi que había mucha gente! no quise molestar!

-Cómo podrías molestar si estoy para atender a la clientela?

-N-n-no quería sobrecargarte, por eso me vine a la mesa.

-No me molestas ni me sobrecargas, es más, siempre estoy esperando que llegues para preparar tu bebida -dijo sonriendo mientras se soplaba un mechón de cabello rebelde que le caía sobre un ojo.

El pelinegro tragó duro, bajó la cabeza y simuló hojear el libro.

Era muy tímido o realmente lo estaba incomodando.

Matías se sintió mal, las cosas no estaban saliendo bien, volteó hacia la barra: Raul los miraba con la coctelera suspendida en el aire.

Regresó la vista al pelinegro que ahora jugaba con un maní.

-Ok, que disfrutes tu bebida -le dijo con suavidad y cuando estaba girando, el cliente tartamudeó.

-S-s-s-soy Esteban, como te llamas tu?

El rubio sonrió con todos los dientes, la boca dibujó un rectángulo infernal.

-Vante! -respondió y cuando vio que Esteban asentía tímidamente y miraba hacia su platito con maní, supo que era el momento de retirarse, ahora estaba casi seguro que el pelinegro era tímido y si seguía insistiendo tal vez le produciría un infarto. Pero regresó feliz.

Raul le vio la sonrisa y también sonrió.

-Y??!!

-Se llama Esteban!!! y es tan tímido que te dan ganas de violarlo en una esquina oscura -le aclaró Maty mientras daba pequeños saltitos.

Regresó la mirada y encontró a Esteban mirándolo, le fascinaba descubrirlo así porque el pelinegro parecía sufrir un rosario de paros cardíacos cada vez que era descubierto.

...Y durante un mes ese fue el único adelanto que tuvo.

Esteban se dedicó a sentarse más a menudo en la barra pero no hacía otra cosa que sonreírle y bajar la cabeza, las primeras semanas eso solo era un aliciente, pero a medida que pasaba el tiempo, Matías iba perdiendo la paciencia... ese hombre lo traía mal, andaba como neandertal por detrás de esa sonrisa que le producía arruguitas en los ojos. Quería más.

Matías alias Vante... QUERÍA MÁS!

Una noche llegó con un uniforme blanco y su apellido "Morley" en un pequeño rótulo adherido al bolsillo que cargaba en el pecho.

-Vienes del trabajo? -le preguntó mientras limpiaba la barra y preparaba el trago.

y Esteban asintió sonriente.

-Trabajas cerca?

-Soy médico en el hospital regional -aclaró, el hospital estaba a una sola cuadra de distancia... bendito lugar que permitió que conociera al pelinegro del infarto.

Esa noche Matías bajó a su estudio y lo dibujó con su uniforme blanco.

Cuando terminó el boceto a las 3 de la mañana lo puso junto con los otros quince que tenía de su rostro.

Por eso aquella noche en cuestión, cuando su pelinegro llegó con su uniforme blanco y su apellido adherido al bolsillo y no dejó de mirarlo mientras tocaba un solo de saxo, se sintió eufórico.

Matías bajó del escenario y le sonrió mirándolo directamente a los ojos, entonces el pelinegro se puso de pie y aplaudió.

-Por fin, creo que llegó decidido, esta es mi noche -se dijo mientras se iba hacia la barra para sentarse en el sector que menos gente y luz tenía y poder aprovechar su descanso de media hora. Estaba pensando en como encararlo cuando su voz le sonó tan cerca del oído que a Matías todas las terminaciones nerviosas se le pusieron en rojo peligro.

-Eres un músico extraordinario -le dijo.

-Gracias Morley! -sonrió el rubio

-Crees que podría invitarte algo para tomar? 

-Lo que quieras -respondió y lo miró embobado cuando levantaba la mano y le pedía a Raul unas bebidas. Estaban en un sector oscuro pero no podía hacer menos que maravillarse con esa mandíbula dura, ese rostro perfecto.

Quince minutos después, Matías rebotaba en la pared del cubículo del baño mientras el hombre lo embestía.

-¿Será que tengo suerte y me das tu número para que nos encontremos nuevamente? -le preguntó cuando salían del baño.

El rubio giró sonriente y cuando le acarició el rostro, se sintió confundido... la cicatriz no estaba.

-Ahora me tengo que encontrar con mi hermano, pero podríamos salir cuando tu quieras -susurró y Matías sin dejar de observar el pómulo, le dictó su número.

Pintó esa pequeña cicatriz todas las veces que lo dibujó y ahora no estaba... se la había cubierto con maquillaje? por qué haría algo así?

-Prometo escribirte, no me dijiste tu nombre -le susurró en el oído y Matías tragó duro.

Si se lo había dicho, hacía exactamente un mes!!!

-V-v-vante -tartamudeó aun más confundido y el hombre abrió la puerta y le puso una mano en la espalda baja para invitarlo con cortesía a salir.

El pelinegro se fue hacia la esquina que ocupaba con anterioridad y el rubio a la barra.

Cuando llegó Raul lo tomó del brazo.

-¿Qué pasó?

-Cogimos en la baño -le respondió intentando que no se notara la confusión -es una bestia follando. Estoy destruido.

Raul tenía el ceño fruncido.

-Ok!

-Qué sucede?

-¿No te pareció raro que viniera hasta aquí para encararte y que te llevara al baño para cogerte? Hasta ayer parecía que se iba a infartar si te acercabas demasiado.

Matías no contestó, seguía mirándolo, su amigo también presentía que algo raro sucedía.

Raul negó con la cabeza y acercándose le susurró.

-Despacio, gira, a las 10 en punto.

Y Matías giró con velocidad, sin disimulo, buscando en todas direcciones porque nunca entendía el código horario al que siempre hacía referencia su amigo, y lo vio.

Estaba sentado en la mesa, con las piernas cruzadas y una actitud desenfadada impropia en él, bebiendo una cerveza de la pequeña botella mientras conversaba con otro idéntico a él, que bebía sirviéndose en un vaso... desde donde estaba era imposible verlo bien, pero estaba seguro que si se acercaba, el tímido tendría la cicatriz que el otro que lo había cogido no la tenía.

-Parecen gemelos -le dijo Raul y a Matías casi se le caen los pantalones.


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