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Encuentro: presente y pasado por TheStarsGirl

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—Kagami-kun.

—¡K-kuroko! —el pelirrojo mira al jugador fantasma, espantado. Aún no se acostumbraba a sus repentinas apariciones y menos en su propia casa—. ¿Por qué entras así sin avisar? ¡Mira si me estaba cambiando!

—Kagami-kun, anteriormente me dijiste que no hay necesidad de que avise al entrar a tu habitación. Además, ya lo he visto desnudo —el peliceleste mira al más alto a los ojos, con un semblante serio pero con un leve sonrojo en sus mejillas.

—¡¿E-ehh?! —ese enano... ¿cómo se atrevía?

—Debemos irnos, a Akashi-kun no le gusta esperar —se dio vuelta para salir del departamento, siendo seguido por su novio.

—Oi Kuroko —luego de un largo tiempo en silencio, habla—, aún no encuentro el sentido de reunirnos en su antigua escuela, hay otros lugares donde podemos ir sin la necesidad de parecer unos delincuentes al tratar de ingresar ahí sólo porque ciertas personas así lo quieren —lo mira de reojo mientras caminan por las veredas abarrotadas de gente, ya que a estas horas las personas empiezan a salir de sus trabajos para ir a sus casas, y por si acaso, sostiene a Kuroko por la cintura para no perderlo de vista.

—Según Momoi-san, Akashi-kun habló con el director de Teiko para que nos deje ocupar su cancha de basket por este día.

—Cuando dices hablar, te refieres a manipular, ¿no es así? —al no recibir respuesta, no le toma importancia pero aún así Kagami tiene un leve presentimiento que lo hace sentir raro por no saber sobre qué es.

***

—¡Kurokocchi! —el rubio no tuvo ni tiempo de reaccionar cuando Kasamatsu le proporciona un golpe detrás de su cabeza para evitar que su efusivo novio vaya ahogando a cada persona con sus abrazos. Secretamente también lo hizo por celos, pero eso no lo admitiría nunca—. ¡Senpai! —chilla con lágrimas de cocodrilo mientras se aferra a un brazo del pelinegro, al cuál ya se le veía muy irritado.

Masoquista.

Fue el pensamiento en conjunto de todos los presentes.

—Cállate, rubia. Haces mucho escándalo.

—¡Aominecchi, qué cruel!

—Daiki, Ryota. Silencio —el emperador hizo acto de presencia, captando todas las miradas, lo cuál incomodó a su acompañante castaño—. Como ya saben, estamos aquí para jugar baloncesto como normalmente lo hacemos, pero otro ambiente. Si hay alguna queja, díganme, lo hablaremos. —nadie hizo gestos de contraposición por lo que decidió seguir— Bien, no podemos qudarnos muy tarde, por más que esté a cargo de cerrar el gimnasio. Andando.

—¡Si!

***

—Nee, Muro-chin, tengo hambre.

—Atsushi, ¿ya te comiste todos tus dulces? —el chico del lunar lo mira incrédulo.

—No.

—¿Entonces? —era poco decir que Himuro estaba confundido. El más alto lo estaba mirando fijamente, sin perder su brillo perezoso.

—Quiero a Muro-chin. —Murasakibara se lleva un pocky a su boca. Ambos chicos estaban detrás de todos, por lo que los demás no pudieron apreciar el fuerte sonrojo que predominó en el rostro del pelinegro. Tatsuya sabía que su pareja era un pervertido cuando estaban sólos, pero una cosa era estar frente a un público, y otra en su departamento sin molestias. Inevitablemente sonrió de lado, le gustaba saber que él no era el único de los dos que necesitaba del otro con desesperación.


***

Un castaño con grandes ojos, que irradiaba ternura e inocencia con cada paso, se encontraba admirando la edificación del instituto por lo que no se fijaba por dónde pisaba. Como consecuencia, se tropieza, no llega a caerse ya que unos morenos brazos lo sostienen con fuerza antes de siquiera reaccionar.

—Ryō...

—¡Sumimasen, sumimasen! —el más pequeño se disculpa varias veces haciendo que sea el centro de atención. Al notar esto, Aomine, se coloca en frente de su lindo honguito para que nadie más lo vea en esa situación. Si fuera por él, lo encerraría por siempre en una habitación para tenerlo aislado de personas que quisieran arrebatárselo.

—Shh... —el de cabellos azules, coloca un dedo en aquellos finos labios haciendo que el más bajo lo mire sonrojado— Bien. Sigamos —Vuelve a su postura relajada y bosteza a la vez que empieza a caminar, pensando en lo sexy que se veía con esa mirada la persona que se encuentra ahora caminando a su lado.

***

—Shin-chan, Shin-chan, Shin-chan.

—Cállate, Bakao. —se acomoda los lentes sin mirarlo, para que el otro no viese su sonrojo.

—¡Pero quiero mi bes...! —el de vista de halcón es callado por una mano con los dedos vendados. Sube la mirada y se encuentra con un peliverde que lo miraba con el ceño fruncido, sonrojado hasta las orejas.

—No hables demás, nanodayo. —saca su mano y le da un fugaz beso a su hiperactivo novio para que no lo moleste más. Cosa totalmente imposible.

—Ne Shin-chan~ —y antes de que el más alto le conteste, el pelinegro ya se encontraba besándolo con mucha intensidad. Pero así como se acercó, así se separó. Dajando al contrario, estupefacto.

—¡Consíganse una habitación!

—Shintarō, que sea la última vez que hagas eso frente a Kouki.

Midorima no sabía dónde meterse, mientras que Takao se carcajeaba en su cara.

***

—Kouki, te prohíbo que mires esos actos indecentes. No quiero que otros aparte de mí, roben tu inocencia.

—C-claro Akashi-kun.

—Seijuro, Kōki... —el pelirrojo le susurro cerca de su oído antes de morderle el lóbulo de su oreja, haciendo que el castaño sufra de un leve sobresalto.

—Sei... —sonríe en el beso que le acababa de dar al jugador de Seirin, prefería que le diga de esa manera.

—Shin-chan. Si Akashi puede hacer lo que quiera con Furi-chan, yo también puedo hacerlo contigo.

—Camina, nanodayo.

—No bajes la guardia... Shin-chan~

—....

***

 

Al entrar dentro del gimnasio, la generación de los milagros no evitó recordar escenas del pasado. Inevitablemente todas eran sobre sus últimas semanas de clases.

Los presentes dejaron sus cosas ordenadas y empezaron a conformar los equipos.
Luego de esto, Kagami y Aomine decidieron jugar un one vs one, mientras que los demás fueron a cambiarse para ponerse más cómodos a la hora del juego. Claro que, conociendo a esos dos  ya deberían saber que nunca hay que dejarlos solos.
Pero claro, a nadie le importó, algunos pensaban que por su edad, ya deberían haber aprendido a ser un poco más responsables.
Aunque este pensamiento cambió al escuchar un sonido seco y el bote de la pelota luego de ser soltada.

Nadie lo pensó dos veces, se dirigieron a la cancha para ver a dos jugadores tirados en el piso con los ojos abiertos. Ninguno reaccionaba pero eso fue lo que menos les preocupó.


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