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Enemigos! por juda

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Joel avanzó con la pelota.

Lo que caracterizaba al medio centro ofensivo con el número 9 era su velocidad.

Pertenecía al equipo de los "rojos" y si le ganaban a los "negros", quedaban con un pie dentro de la copa intercontinental. El nombre de los equipos en si era "Los Mercenarios" y "Piratas" pero se los conocía por el color de sus camisetas. 

Los rojos necesitaban llegar a esa instancia: estar dentro de la copa. Joel necesitaba llegar a ese punto, estaba a un paso de las grandes ligas y él era bueno... él era muy bueno! De ahí al estrellato y a cobrar millonadas, había solo un par de goles, y él estaba dispuesto a darlos.

Recibió la pelota en el medio campo y logró sortear a los delanteros y mediocampistas de los negros, se aproximaba al arco, estaba allí, a unos metros de distancia. Con el rabillo del ojo lo vio venir y se preparó, el único que podía igualarlo en velocidad era el defensor de los negros, no se dejaría amedrentar, no se llevaría su victoria, él la merecía más que cualquier otro. Nadie se había esforzado tanto como él. Nadie había pasado tantas horas de su vida entrenando, dejando de lado una vida social y hasta familiar para conseguir el éxito.

El defensor con el número 5 lo alcanzó, pasó la pierna izquierda por entre sus piernas para quitarle la pelota. Joel le pegó con el taco al balón y éste saltó por sobre el cuerpo del defensor para ir a caer un par de pasos adelante, el medio campista quiso seguir y el defensor le agarró del cuello de la camiseta. Joel casi pierde el equilibrio, no llegó a caer pero eso le valió la pérdida de unos segundos claves, se adelantó de nuevo y antes que el defensor llegara a pegar la potente patada para mandar la pelota al medio campo, llegó hasta él, quiso quitarla y con un mal cálculo, le pateó el tobillo.

El defensor rodó por el césped, Joel levantó las manos en señal de que no le había hecho nada, no podían amonestarlo de nuevo, ya tenía una tarjeta amarilla así que desesperado buscó con la mirada al árbitro. Vio correr a los compañeros del defensa hacia él, y vio también cuando les cambió las caras, del enojo pasaron al asombro, levantaron las cejas, hicieron O con las bocas, entonces Joel volteó y recibió el puño del defensa en pleno rostro.

El defensor se había levantado como pudo, lleno de violencia contenida, no apoyó el pie para que la electricidad que sentía en la pierna no terminara por llegarle a la cadera, hizo dos pasos saltando en su pie bueno y le pegó.

Cuando vio caer al pelinegro agrandado, maldito imbécil que se creía más que todos, se tiró sobre él para seguir la pelea, pero lo pararon sus compañeros. Joel se levantó como resorte, la nariz le sangraba con violencia, tosió mientras escupía sangre. Lo miró a los ojos, el maldito imbécil defensor del otro equipo, que se creía la gran cosa con su carita de muñeca no le iba a arruinar el juego, hizo dos pasos hacia él para golpearlo pero sus compañeros lo sostuvieron, por fin llegó el árbitro y el pelinegro vio con horror cómo buscaba una tarjeta en su bolsillo delantero y sacaba las dos. Elevó la roja y señaló al defensa, giró y elevó la tarjeta amarilla señalándolo a él. 

Joel estaba expulsado del partido... y el partido iba 0 a 0. Lo necesitaban!

Quiso protestar y escuchó perfectamente cuando el rubio con esa carita de muñeca mugrienta le gritó: "bancátelas, puto"

El término "puto" era usado con frecuencia en el fútbol como forma de insulto, ya nadie se ofendía por un "puto", pero a Joel le pegó en la boca del estómago la palabra, giró con el puño levantado, el cara de muñeca levantó el mentón como instándolo a pelear y los compañeros de ambos los detuvieron de nuevo.

El árbitro se acercó "si intentas pelear, te sacaré tarjeta roja para un partido más, vas a la banca ahora!" y Joel, que quería conseguir su estrellato, que quería ser famoso y millonario, bajó la cabeza y se fue.

Ni bien llegó a la banca se acercó el médico del equipo, le pusieron una compresa fresca sobre la nariz, sentía la cara abotagada, seguramente la hinchazón se extendía por toda la parte superior del rostro. El hombre que lo atendía se aseguró que no hubiese un tabique quebrado y por suerte solo había sido un golpe fuerte muy bien dado.

De reojo miró hacia el sector del imbécil con cara de muñeca, lo rodeaban los compañeros y el médico, cuando se hicieron a un lado para que ingresara al círculo uno de los ayudantes, pudo ver el pie descalzo y el tobillo casi tan grueso como la pantorrilla de tan hinchado.

Trajeron una camilla para trasladarlo pero se negó categóricamente, no lo iban a sacar del juego como a una damisela herida, se apoyó en los hombros de un tipo que siempre estaba con él. Casi siempre los veía juntos, suponía que podía ser su amigo y antes de bajar a los cambiadores, las miradas se encontraron. Joel aun tenía la compresa oprimiendo la nariz, el defensor N° 5 levantó el dedo medio y largó un escupitajo. Estaban lejos, la intención no era que el escupitajo le llegara, sino demostrar el odio que le tenía.

El defensor de "los negros" tenía cierta tendencia a perder los estribos, no hacía falta que se lo molestara demasiado para ir a los puños. Era violento... y le importaba una verga lo que dijeran los demás. Estaba expulsado del partido actual y de uno más por el golpe que le había dado al pelinegro agrandado, el imbécil soberbio que se creía mejor que todos porque era universitario también. Al defensor N°5 le valía verga los estudios que tuviera el imbécil, lo estaban por llevar a rayos x y si se constataba que tenía quebrado el tobillo y eso lo dejaba sin poder jugar y en consecuencia sin contrato... lo buscaría y le partiría ambas piernas, porque el imbécil podía ser uno de esos cerebritos buenos para todo, pero con él, con Tadeo Farjat nadie se metía y la sacaba barata.

El dolor que sentía en la pierna y que le llegaba a la cadera no le impidió dejar la cancha con la mayor dignidad posible, se apoyó en el hombro de su primo y se fue. Afuera lo esperaba la ambulancia.

-A mi me dieron tarjeta roja por un simple golpe y a él solo amarilla por hacerme mierda el tobillo. -jadeó mientras lo trasladaban. Estaba sentado en la camilla y tenía apoyado el pie en las piernas de su primo.

-No creo que esté quebrado, Tadeo. No podrías estar del dolor!

-Es que no entiendes!!! Me duele como la puta hostia!!!

El primo, un muchacho de cabello pintado de violeta miraba una y otra vez el tobillo hinchado.

-Me inclino por un esguince. Vi cuando él te pateó, el golpe en sí no fue fuerte, lo que te jodió es que perdiste el equilibrio y te doblaste el tobillo.

-Eso significa que encima la culpa es mía?

-No dije eso, Tadeo.

-Creo que está quebrado. Si no logro firmar el contrato lo buscaré y lo mataré.

-Desde cuando matas gente? -preguntó riéndose aunque sabía que el loco de su primo si podría ir y hacerle daño al pobre centro ofensivo de los Mercenarios. Contrario a todos los que habían opinado durante el altercado, él había visto que la jugada no estaba realizada para dañar. El fúlbol era un juego brusco y estas cosas pasaban.

***

-Es un esguince de grado 2, tienes un ligamento parcialmente desgarrado, necesitarás reposo, hielo, compresión y elevación. Te daré unos calmantes suaves porque sé lo exagerados que son ustedes los jugadores y unos anti inflamatorios. Estarás bien en un par de semanas. -dijo el médico mientras anotaba todo en una receta.

Tadeo vio cuando su primo se dio media vuelta para mirar en otra dirección, pero desde su lugar le veía los cachetes duros por la risa que se estaba conteniendo.

-Te pasa algo? -preguntó fuerte.

-No, nada! -respondió su primo sin voltear.

-Escucho que te ríes... una sola carcajada, una sola, y juro que te patearé con mi tobillo bueno, Daniel, juro que lo haré.


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