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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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Notas del fanfic:

Recién acabe con ''TEMF'' y ahora les traigo una nueva obra. Esta será SesshInu porque ya me hacía falta un Sessh seme dominante y no al kuudere que traté de hacer en ''TEMF''. Esoero que les guste.

Notas del capitulo:

Espero que el capítulo sea lo suficientemente bueno para ansiar el siguiente, sin más comenzamos...

La historia comienza en una época de reyes y reinas, príncipes y princesas, pero... No trata sobre ellos, la historia se centra en el ducado que pertenece a los Setsuna, el duque de esa región de nombre Takemaru Setsuna se identifica por ser padre de varios hijos, todos de diferentes mujeres.

El duque libertino tiene varios hijos, la mayoría no reconocidos pero, nos centraremos en el menor de ellos, el odiado de todos. El menor de los hijos y el más alejado de la herencia del ducado es llamado Inuyasha, el hijo al que no tolera. Su hijo nacido con albinismo creció huérfano gracias a sus características, el duque mandó ejecutar a la madre al ver al pequeño, su ira le hizo pensar que ella le había engañado con alguien más por la condición del niño.

El niño albino y de ojos extrañamente color miel fue criado por las nodrizas, ellas se encargaron de él aunque, al ser un hijo reconocido del duque, fue educado como tal. Siendo Garamaru el hijo mayor y heredero del ducado, éste se encargaba de la disciplina de todos sus hermanos. El hombre era conocido por ser en extremo severo con ellos y su odio por el menor de todos era brutal, a tal punto que llegaba a golpearlo pero su hermano nunca se quejó, guardaba para sí todo sus miedos y dolor, sus problemas y sus lágrimas.

Inuyasha sabía cómo es que había muerto su madre. A la edad de cinco años, Garamaru le dijo todo. Le dijo que él había sido el culpable de su muerte y todo por su aspecto alejado de los ojos oscuros y el cabello azabache. Cruelmente le relató cada palabra a un niño que mantenía sus mejillas húmedas debido al llanto. Soportaba todo porque lo creía justo, creía que merecía todos los desplantes de sus hermanos mayores, creía que merecía vivir ese infierno por haber sido el culpable de la muerte de su amada madre.

...

...

Era un día común, el cielo despejado y un calor agradable. Un típico día sin nada en especial. Todo eso fue opacado repentinamente por el ruido del exterior.

Inuyasha se hallaba sentado en el jardín, admiraba las rosas que alguna vez le pertenecieron a su madre. Estaba en la mansión principal, aún era joven para vivir aparte y Garamaru necesitaba entretenimiento de vez en cuando. A sus dieciséis años no podía vivir solo todavía y el duque se negaba a dejarlo aunque siguiera pensando que era un bastardo. Lo necesitaba para emparejarlo aunque fuera con la hija de algún conde y así aumentar sus ingresos.

Era bien sabido que el duque se hallaba en la ruina, había dilapidado por años el dinero que se le fue heredado. Por ende, debía casar a todos sus hijos y recuperar los bienes perdidos. Pero a causa de la guerra, eso era algo realmente difícil. El hijo mayor tenía veinte años, los demás variaban edades siendo Inuyasha el menor de todos.

La tranquilidad de un día normal se había perdido al escuchar los gritos de los sirvientes, eso había alertado a Inuyasha. Los relinchos de los caballos de guerra, el resonar de las espadas y los gritos de dolor le hizo ver que todo iba mal.

Trató de huir hacia la mansión, buscaría a sus hermanos –a los cinco que conocía– y se ocultaría con ellos. Logró evitar la masacre, eran las tropas del ducado contrario que atacaban a los sirvientes del duque. Se ocultó contra un muro al ver como los hombres con espadas cubiertas de sangre pasaban.

—¡Mátenlos a todos! ¡Que no quede nadie vivo!. —Al escuchar esa orden, se aterró.

Logró entrar, lo que vio lo dejó perplejo. Todos sus hermanos reconocidos estaban arrodillados en la sala principal, incluido el duque. Un hombre de aspecto similar al suyo les apuntaba con una espada ya cubierta con sangre. Posiblemente de los criados que había visto antes muertos en el pasillo.

—Duque Setsuna, oficialmente ha sido derrotado. El ducado Setsuna pasa a ser propiedad del ducado Taisho. 

—Primero muerto dejo que ustedes pongan sus asquerosas manos en mis bienes. —El hombre en el suelo se atrevió a escupirle al hombre de elegante armadura.

Nadie se esperó a lo que pasó después, el hombre de cabello plata le rebano el cuello sin problemas. Sus hermanos ahogaron un grito al ver esa horrible escena. Tuvo que cubrir su boca para evitar gritar, nunca antes había visto tanta sangre y mucho menos había visto la muerte tan de cerca. Después de su padre siguieron sus hermanos, uno a uno iban cayendo. El ducado Setsuna caería ante el ducado Taisho y no habría herederos para restaurarlo. 

—Lleven esta basura a la entrada del palacio, llévense a los sirvientes que queden y quiero que vean como muere éste cerdo. —Dio la orden a sus hombres y éstos obedecieron arrastrando los cadáveres.

Cuando creyó que todo había terminado sintió como alguien lo tomaba con fuerza de la coleta que llevaba, fue arrastrado hacia la sala principal y arrojado al suelo frente a ese hombre de la mirada penetrante y aterradora. Cayó de rodillas, usó sus manos para evitar golpearse, terminó manchándose las manos con la sangre de su familia perecida.

—Su excelencia, mire lo que he encontrado. —Manifestó el hombre de armadura al arrojarlo al suelo, mordió sus labios para evitar emitir cualquier sonido ante el hombre que lo inspeccionaba con la mirada.

—No parece ser hijo de ésta casa. No parece ser un vástago de Setsuna. —El hombre usó su espada para obligar al menor a alzar la mirada, el adolescente sintió el frío hierro en su mentón haciendo que elevará el rostro.

El hijo del duque Taisho miró con atención al niño en el suelo, miró como sus amielados ojos destilaban miedo y con cualquier movimiento suyo temblaba como si esperará algún golpe. También notó su ropa, era de buena calidad, demasiada como para ser de algún sirviente. No parecía haber hecho trabajos pesados puesto que sus manos a pesar de estar cubiertas de sangre se veían delicadas. Esa mirada cristalina e inocente le transmitió un extraño sentimiento, por primera vez su espada no era capaz de acabar con una vida.

—Llévenlo con los esclavos, servirá como uno. —Sentenció enfundando su espada.

Inuyasha fue atado, fue arrastrado con los demás esclavos de guerra y fue amarrado a una carreta con los demás. Al mirar atrás miró esa mansión que le sirvió de hogar por dieciséis años y también vio los cadáveres de su familia. A pesar de no tenerles afecto, les tenía respeto. Hubiera deseado al menos darles sepultura. Por ahora gracias a su singular aspecto se había salvado y debía agradecerlo. También deseaba no volver a encontrarse con aquel hombre que sin piedad le arrebató a su familia, le temía. 

Sintió como sus ataduras eran arrastradas, la carreta se empezaba a mover. Caminó siguiendo el camino que los demás esclavos seguían. Había pasado de ser un hijo con sangre noble a un simple esclavo de guerra. No se sentía mal por eso, desde pequeño tenía bien claro que no merecía nada, no merecía siquiera amor. Además, como el hijo menor del duque no era capaz de heredar. El ducado pertenecería al hijo mayor al morir el duque, ambos eran muertos y el ducado en manos de alguien más. No necesitaría nada de eso, si siendo esclavo era su castigo lo aceptaría sin reprochar. 

Durante el camino supo que toda su vida cambiaría, su lujosa vida acomodada se iría para siempre, con ella los abusos de todos sus perecidos hermanos. Al menos siendo esclavo viviría tranquilo. Al menos en lo que averiguaban su verdadera procedencia, esperaba que los sirvientes no lo reconocieran. Afortunadamente los sirvientes que sobrevivieron acababan de integrarse al ducado, no lo habían visto antes.

A partir de ese día dejaba de ser Inuyasha Setsuna, a partir de ese día solo sería llamado Inuyasha. Sería un esclavo de guerra en un territorio desconocido, entre más lejos de aquel hombre de ojos peligrosos mejor. Su vida cambiaría y viviría por su madre, viviría porque estaba seguro que eso hubiera deseado ella. Viviría y lucharía para conservar esa vida que su madre le dio. 

Ese día la familia Setsuna había muerto, ese día había muerto Inuyasha Setsuna y ese día un esclavo había nacido. Su vida cambiaría a partir de ese día. Se enfrentaría a esa nueva aventura y viviría plenamente. 

Con esa convicción siguió avanzando siendo arrastrado con los demás esclavos. Una nueva vida acababa de comenzar.

Continuará...

 


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