Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Mundos Paralelos. por Leuam

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. 

  Estábamos en la casa de una amiga en el centro del país por su cumpleaños número veintidós. Las horas dentro de aquella casa viajaban lento, habían aproximadamente quince personas y yo solo conocía a dos, Erzebeth, la cumpleañera y dueña de la casa y Fran, un muchacho con mucho de que hablar. El festín culmino temprano tomando en cuenta el tipo de personas que hicieron vida en aquel pequeño sector del país. Ya eran próximas las tres de la madrugada y cada quien empezó a ir a su nido o a ubicarse como podía en aquel estrecho hogar. 

 

  Erzebeth, Erzi como la nombran sus amistades cercanas, me ofreció la mejor compañía que pude haber tenido durante esa noche. Me mostró la habitación de estar y dijo:

 

   - Esta noche dormirás con Fran, es el único sitio disponible y solo ustedes quedaron sin habitación así pues –sonrió- les deseo una buena noche –se fue sin más a su habitación arrebatadas de personas ebrias distribuidas con desdén por el suelo.

 

   La sinceridad es la eterna compañera de buenos y amargos momentos y esa noche no fue la excepción. Ya conocía a aquel muchacho pero su sonrisa embelesaba mis recuerdos cada vez que tenían oportunidad, tenía la certeza que no iba a pasar nada porque yo soy una persona muy reservada así que solo me dedique a entablar una que otra conversación durante la noche aunque nuestras miradas decían mucho más que cualquier cosa que nuestros labios estuvieses articulando.

Hace mucho tiempo que no abusaba del alcohol, nada de lo que mis ojos veían tenían un doble, la comida aun se mantenía en mi estómago y aun podía sostenerme en pie, así que estaba bien, la única diferencia es que estaba un poco más alegre de lo común.

 

   En un abrir y cerrar de ojos Fran me estaba besando, estábamos en el mueble él disponía de mis piernas como almohada y yo de su rostro mientras le acariciaba el cabello. Al avanzar la madrugada ya nuestros cuerpos semidesnudos descansaban en el mueble más amplio de la habitación que, por cierto, cumplió buen trabajo como cama, para mí era  muy cómodo, y más aún, si él estaba tratando de desnudarme de las pocas prendas que ya me quedaban. En algunas oportunidades admiraba mi tatuaje de alas bien elaboradas sobre mi espalda mientras yo intentaba descubrir una tierra desconocida por mis palmas. Su nariz chocaba con la mía, su piel canela,  sudaba mientras rozaba con mi pecho blanco, penoso, sudoroso y por qué no admitirlo, también algo deseoso.

 

   Mientras las caricias y suspiros hablaban por si solos. Como por arte de magia desaparecí. Dejando destellos turquesa, destellos que por la oscuridad de aquella noche eran difíciles de visualizar. Mientras estos destellos se desvanecían en su piel yo me encontraba justo en el mueble del frente.

 

   Lo vi, aún seguía en la misma posición, solo que esta vez, contrariado. Tenía sus brazos extendidos contra el mueble para, hace un par de segundos atrás,  poder sostenerse mientras mi boca le admiraba la suya. Me acerque he intenté tomar su hombro pero él con una velocidad de rayo se levanto del mueble. Su mirada reflejaba una pregunta que me revolvía las vísceras. Quise acercarme un poco pero rápidamente él se fue a la pared del fondo sin quitarme la mirada de encima preguntando: 

 

   - ¿Qué eres? -Al oír esa pregunta mis tímpanos sufrieron.

 

   Respondí bajando la mirada.

   Esperó unos segundos, su rostro seguía igual, se escurrió por la pared tanteando tratando de alcanzar el mueble más cercano sin apartar su mirada de mi.

 

   Entre tanto, se escucha algo en uno de los cuartos, unos pasos por el pasillo y se logra distinguir, a penas, una silueta, era mi amiga, la reconocí, no tanto por mi aguda vista nocturna sino por la cantidad de piercings en su oreja derecha. Fue al baño con paso cansado tanteando la pared.

 

   Centro mi atención en él de nuevo, le tomo su mano temblorosa tratando de calmar esos ojos color noche. 

 

   - No sé qué sucedió pero eso no estaba en mis planes  -trataba calmar la tensión.

   - ¡¿Ah, no?! -Dijo retirando su mano. 

Volvimos la mirada al mismo tiempo cuando escuchamos otros pasos; era de nuevo mi amiga que regresaba a su  cuarto.

   - No. Responde algo: ¿Qué tal te llevas con lo desconocido?

   - Llevamos solo algunos meses saliendo, se podría decir que somos unos desconocidos pero la estaba pasando muy bien.

 

   Sonreí bajando la mirada y pensando que me matarían por esto: Me levante lentamente, me pose frente a él y me mostré sin más. Mi tamaño aumento, la piel blanca desapareció hasta tomar un tono más oscuro como si la oscuridad de la habitación se introdujera en mi piel, mis ojos claros se tornaron color esmeralda y más grandes que brillaban como dos pequeños soles, en mi cabello empezaron a dibujarse líneas color miel hasta cubrirlo es su totalidad largo hasta los hombros, mi nariz se desvanecía en mi rostro cada vez más hasta quedar casi oculta, mis labios se fueron sellando poco a poco como si le estuvieran tomando costura hasta quedar una línea casi visible, el tatuaje en mi espalda se mostró real con un tono azul agua, estas alas llegaban hasta mis tobillos con puntas muy finas. Mi torso desnudo reflejaba una piel fuerte y daba la impresión de ser muy suave al tacto. Solo me vestía un pantalón azul a la cadera.

 

   Su mirada cada vez la notaba más... contrariada. Era obvio que estaba asustado y este nivel aumento cuando escuchó mi voz sin ni siquiera mover mis finos labios. 

 

   - Esto es lo que soy, esta noche despertaste a alguien, que no entiendo por qué, se mostró ante ti.

Estaba pasmado. Se levantó aun tembloroso con cara pálida pero observándome minuciosamente.

 

   - Entonces, ¿Quién eres?

En esta oportunidad mis labios si articularon palabras.

   - Soy Rafael, ese muchacho que conociste aquel mes de diciembre en aquella plaza cubierta de nieve, quien se divirtió contigo y se embeleso de tu sonrisa y de esos ojos color noche pero con un aspecto un tanto, distinto.

  - ¡¿Solo un tanto?! -se limito a decir con todo de sorpresa.

Su asombro estaba a flor de piel, se levantó deteniéndose en frente de mí. Me observo durante unos segundos que para mi fueron siglos. Cualquier teoría pasaba por mente.

"Saldrá corriendo", "intentara agredirme", "despertara a alguien más".

 

   Yo estaba tan o quizá mas nervioso que él. Al cabo de un momento, su mirada cambio, ahora me observaba como cualquier pieza de cera expuesta en un museo. Me hizo sentir una cosa.

 

   - Eres hermoso, tanto así como antes –dijo mientras nuestras miradas se conectaban y sus dedos sudorosos bailaban entre los míos.

Ese momento fue inesperado e increíble. 

 

   Lo que se veía muy obvio pero Fran ignoraba dando la impresión como si no fuese la primera vez que lo haya visto era como mis alas cambiaban de color muy velozmente cada segundo, parecía fuegos artificiales. Quiso preguntar algo pero interrumpiendo le dije que hiciera silencio, tal vez quiso saber porque el estado de mis alas pero eso no importaba en ese momento. Lo abrace.

 

   Cuando nuestras pieles se unían con firmeza, en el justo instante en que por primera vez en mi vida mis brazos Geds estaban cubriendo una espalda humana, sentir ese calor que proyectaba su piel me hacia aferrarme más a él. ¡Zas!, alguien interrumpe. Era el novio de mi amiga iba a la cocina, de vuelta, se detuvo, nos observó como nosotros a él, sonrió hizo una mueca con su mano y volvió al cuarto.

 

   Él, el chico que me hizo cambiar de color las alas, gira su mirada hacia mi y se da cuenta que mi piel volvió a ser blanca, mis ojos color miel y mi cabello castaño corto,  me abraza y me dice al oído: 

 

   - Si solo yo puedo verte, solo yo sabré quien eres. Ahora iré a descansar al cuarto ¿Me acompañas?

- No  -respondí-. Ve y descansa, tienes sueño.

 

   Se marcho acariciándome el rostro mientras sus labios formaban una sonrisa encantadora,  besó mi frente y se marchó deslizando su mano sobre mi pecho. 

 

   Lo que aquel hombre no sabía era que después de haberme mostrado en mi forma natural ante él, los Segundos, saldrían en mi búsqueda para ponerme en vergüenza ante todos, arrancarían mis alas de la piel viva para entregarlas como ofrenda a los animales del bosque, me decapitarían sin compasión para luego repartir mi cabeza a los cuervos y mi cuerpo al fuego.

 

   Di media vuelta mientras observaba como su silueta se perdía en la oscuridad. Me puse la camiseta, tome mi bolso que estaba sobre una mesa antigua  tras de mí, camine hacia la puerta de salida y entre las rejas alcancé a observar a dos hombres forzando el portón para entrar. Sin duda alguna serían los Segundos. Intentando ser lo más sigiloso y rápido posible pase por el pasillo para poder llegar al patio trasero y escapar, no sé por dónde, pero escapar. Me apresure lo más que pude, llegue y me encuentro con la sorpresa de tres grandes paredes, paredones las cuales se me hacía imposible saltar porque las unía una gran placa de concreto.

Estaba muy agotado por la falta de sueño y frustrado. No había nada donde pudiera esconderme, solo unas cuantas sillas y mesas puestas con desaliño en una esquina y en la otra esquina contigua unas cuantas botellas de licor. 

 

   No contaba con nada para esconderme. No tuve mas opción sino que volver a cambiar mi aspecto, deje mi bolso cerca de la puerta para recogerlo más tarde. 

Mis alas me cubrieron dando el aspecto de un simple tronco sobre la pared de la izquierda, esperando aquellos caballeros de armadura invisible. Por mi cabeza pasaba un sinfín de posibilidades de lo que pudiese ocurrir y lo que no. Llego el primero; guapo como persona pero desagradable a la vista como Segundo. Da dos pasos, se detiene, observa lo que parece un tronco y olfatea, se acercaba más, él sabía  que ese "tronco" tenía algo extraño. 

 

   Sin más espera, abrí más alas y salte sobre su cuerpo dejándolo extendido en el suelo, gracias al impacto se transformó, era el Segundo más horrendo que mis pupilas habían observado, ojos totalmente negros y saltones, bajo y jorobado y en su espalda su columna sobre salía como espinas, disponía de un grete, un martillo gigante hecho de acero puro que utilizaban para aplastar las cabezas de los deshonrados. Mientras lo intentaba distraer llegaba su compañero. Sin perder tiempo también se convirtió, era más o menos de mi altura, muy parecido a mí, solo que sin alas, con los ojos como dos agujeros negros y con un muy mal carácter. Lo observe por un momento y el que tenía en frente alzo el grete sobre mí, pero en un impulso de agilidad di la vuelta, golpee el brazo donde sujetaba el famoso martillo  y con mi codo izquierdo sobre su pecho lo estrelle contra la pared.

 

   Sentí un fuerte apretón en mi cintura, era un sonilta, un látigo con púas que utilizaban para torturar a los esclavos, me sujetaba cada vez más, uno de los Segundos me arrastraba con aquel infernal látigo hacia él. A unos dos metros de distancia mis alas se abren subiendo mi cuerpo y con una velocidad increíble me acerque y le empuje hacia la pared sujetando sus hombros con las puntas de mis alas y golpeando mi frente con la suya lo deje adormecido. Se aflojo el sonilta y de inmediato lo tome por debajo de los brazos arrojando su cuerpo débil hacia el otro Segundo que estaba a punto de volverme atacar. Ambos caen sobre las sillas y las mesas. 

El jorobado furioso se levanta y lanza el grete contra mí pero antes de que me golpeara desaparecí dejando destellos, esta vez, negros. Aparezco a unos centímetros de su espalda diciéndole al oído:

 

   - Hola guapo. 

 

   Le empuje con mis dos pies tan fuerte que su cara mal formada quedo justo al lado del grete. Divirtiendome de la situación volteo para encargarme del otro, apenas doy la vuelta siento una patada en toda mi quijada dejándome extendido en el suelo de largo a largo. Al abrir los ojos veo como la punta del sonilta se acercaba, mi ala izquierda me cubre rebotando el látigo, me levanto con mi sonrisa deforme y de nuevo se acerca el sonilta contra mí pero esta vez eche mi cuerpo hacia atrás y sosteniéndome con las puntas de las alas contra el suelo forme una especie de puente dejando pasar el látigo a unos pocos milímetros de mi rostro, fue tan rápido el movimiento que el sonilta alcanzo el corazón su compañero que estaba recuperándose de la caída. Al verlo tirado en el suelo con un gran hueco en el pecho y el corazón a un lado, el Segundo se olvido de mi y desaparece dejando destellos difuminados en rojo sangre. 

Sin importarme, me dirigí al cuerpo para robar  y comerme lo único importante de un cuerpo sin vida de un Segundo, su corazón. Era la primera vez que lo hacia y corrobore lo que en algún tiempo me dijo mi Nono:

 

   "El corazón de un Segundo tiene un sabor tan despreciable como el simple olor de un cuerpo con semanas en descomposición y hasta peor". 

 

   Desapareció el cuerpo.

   Durante el tiempo en que estaba jugando con los Segundos, se me olvido por completo que estaba en casa de una amiga y sin duda alguna escucharon todo lo que paso, recogí mi bolso y me moví rápido a la puerta del cuarto y sin perder tiempo cree una pequeña ilusión auditiva haciéndoles creer que fue una pequeña pelea de los vecinos.

 

   - ¿Escucharon? Vaya discusión se llevaron tus vecinos Erzi -sonriendo me despedí y antes de salir de la habitación, me despido de Fran tan solo con una sonrisa. 

 

   Aliviado pero muy angustiado camine las eternas calles para llegar a la estación de trenes pensando que lugar seria el ideal para que los Segundos no me encontrasen. Llegue a la estación tomando el primer tren de salida a Maraia para luego tomar un autobús y llegar a mi hogar en Lesmance. Comúnmente hubiese alquilado una bicicleta para irme pero teniendo en cuenta mis estadísticas de seguridad y lo cansado que estaba esa vez preferí coger el autobús.

 

   El autobús me dejo a dos casas. Estaba haciendo un clima maravilloso, el viento otoñal le arrancaba algunas hojas a los árboles y el sol mañanero me reconfortaba. Antes de entrar al jardín me deteve por un momento en la acera, pongo mi mano sobre la reja de madera la cual me llegaba a la cintura, la abrí de un empujón, caminé hacia la puerta mirando de reojo mi jardín y entre a mi hogar observando todo lo que mis padres me dejaron; fotografías, cuadros, vasijas de antaño y sus recuerdos de las aventuras por las que en su momento pudieron disfrutar. Al llegar a la sala vi el mueble que estaba dando la espalda a la ventana central, lo imaginaba como una suave y esponjosa nube, sabiendo que las nubes no contaban con esas características pero me hacía bien imaginarlo. Me senté, tome el control de la radio y presione el botón verde, empieza a sonar una de mis canciones favoritas, repose mi cabeza sobre el mueble, mis párpados cansados chocaban lentamente  mientras la música se distorsiona en mis oídos, me dormí.

 

   - ¡Redpa! ¿Qué haces por acá?

   - Solo pase a visitarte o ¿es que este olvidado viejo ya no puede verte, Afar?

   - No hables así, claro que sí, es que aún no me acostumbro a tus visitas sorpresas.

 

  Lo sabía, sus ojos delataban el motivo de aquella visita y la pregunta que, sin perder tiempo formuló.

 

   - ¿Por qué? -preguntó mientras tomaba asiento en un tronco de pino-. ¿Por qué ese muchacho? Suspire apoyando mi cuerpo en un árbol del patio trasero de aquella casa. 

 

   - No lo sé papá -sin decir nada se levanta, se acerca y me pide que le acompañe al bosque. Caminábamos escuchando el canto de las aves exóticas, los pasos de los mamíferos y el viento que hacia chocar las hojas de aquellos inmensos árboles de pino que rodeaban nuestra Aldea. Llegamos a un lugar mágico, se sentía tan bien estar ahí, amplio, llano, con río y algunas cascadas y el sonido relajante de las aves, estar ahí se sentía muy bien. 

 

   - Ponte cómodo donde quieras. 

 

Observe a los lados y preferí acostarme en el suelo observando la perfecta vista que hacían las copas de aquellos pinos con el cielo despejado de aquella mañana. 

 

   - Quiero mostrarte algo y para eso necesito que estés totalmente relajado, viajaremos un rato.

 

   Cerré los ojos mientras suspiraba y aparecí con él en una loma muy alta, parecía otro mundo, al menos para mí, porque la mirada de mi padre decía otra cosa. Teníamos una vista muy amplia de una aldea parecida a la nuestra solo que un poco más grande y con una gran diferencia, alcanzaba ver a humanos, extraño pero ahí estaban caminando con tanta tranquilidad por las calles, entrando y saliendo de las casas y tiendas, en los parques compartiendo con los pequeños... ¡¿Geds?!, ¡¿Jhomgeds y humanos juntos?! Era más que extraño.

 

   Mi padre caminó y le seguí en silencio asombrado e intentando llenar mi vista de todas aquellas calles, locales, casas muy parecidas a las nuestras solo que más hermosas y grandes, se veían fuertes como si algo las protegiera. Llegamos a una casa, pequeña con un clima muy acogedor, muy parecida a la que tenía en Lesmace, había un Ged, una mujer y dos niños en la sala, parecían festejar algo, estaban muy contentos.

 

   - Ellos son tus ancestros -dice señalando a través de una ventana a la mujer, esbelta, de labios rojos y al Ged algo bajo, y parecido a él; piel pálida, robusta a la vista, ojos azules y con una carismática sonrisa. Observé hacía al centro de la sala y vi a dos niños jugando.

 

   - El de suéter azul es tu Oit Liof y él de al lado... 

   -Eres tú, esa mirada ya la había visto en algún lado tenías que ser tú, eras inquieto a diferencia de tu Sangre. Él  se parecía a mi, nuestros parecidos de niños eran increíbles.

 

   Me tomo el hombro y dijo:

- El encuentro entre Jhomgeds y humanos era permitido libremente desde el principio hasta que nos traicionaron.

   - ¿Las humanos?

   - Sí, hubiese preferido que nuestras vidas nunca se hubiesen cruzado, pero gracias  al pacto que hicieron nuestros ancestros fueron permitidos en nuestras Aldeas. Viendo lo inútiles y poco inteligentes que eran, les ofrecieron ayuda. Con el tiempo fueron evolucionando a mejor y, claro, gracias a ese pacto conocí a tu Redma, una mujer encantadora, esto último lo dijo con una mirada soñadora como si por un momento él estuviese en aquel tiempo.

 

   Acto seguido, la casa empezó a cambiar, los niños desaparecieron, las paredes cambiaron de estilo, y en el mueble donde estaban mis Abuelos se observaban a él y mi Madre, hermosos como siempre. Se veían felices juntos, nunca los había visto así. Y en el centro de la sala donde estaban los niños, aparecí yo, jugando con los pequeños insectos que llegaban por la ventana.

 

   - Desde muy niño, me atrevo a decir que desde que naciste, tuviste talento para los animales, cuando tu Redma te trajo a este mundo, detrás de la casa había toda clase de animales, desde el más pequeño reptil, grandes mamíferos y aves, estas revoloteaban sobre la casa, entraban y salían improviso por las ventanas. Como si supieran que habías nacido, como si estuvieran esperándote. Por eso tienes las alas, símbolo de libertad y fuerza, algunos pocos las han obtenido.

 

   Pregunté por Tío y los Abuelos mientras caminábamos  hacía la parte trasera de la casa rodeándola.

 

   - De eso te quiero hablar, hijo, para eso te he mostrado que desde tiempos remotos los humanos y nosotros siempre habíamos convivido. Verás, quince años después que me viste jugando con tu Oit, los humanos se levantaron contra nosotros. Sus mentes crecieron, viajaban más rápido que antes, por supuesto, eso nos alegraba porque para eso les permitimos que convivieran con nosotros, que se multiplicarán en nuestras vidas y mezclarán sus almas con las nuestras. Pero algo se quebró, algo en sus grandes mentes se torció, empezaron a ser egoístas y esclavizadores. Engaños y maltratos crecía en su esencia, hasta que una noche un grupo de ellos se alzaron contra la aldea, asegurando que los habíamos utilizado como experimentos, que nosotros solo queríamos sacar provecho de sus grandes mentes y talentos. Utilizaron todo medio posible para arrancar de nuestra tierra toda belleza y toda cultura, intentaron y lograron en parte llevarse a muchas de nuestras riquezas vegetales y animales. Implementaron por otros medios y los ya conocidos crear un mundo paralelo al nuestro en otra dimensión y lo lograron. Tus Anci y los demás Jhomgeds peleamos codo a codo por mucho tiempo, perdimos muchos amigos y familiares, nos desgraciaron la vida por un largo tiempo.

 

   Llegamos a un pequeño parque que había detrás de aquella casa nos sentamos en un banco que daba frente con un estanque de agua donde se alcanzaban a ver uno que otro pez que jamás había visto, coloridos, daba la impresión que brillaban bajo el agua. Continuó  hablando mientras veía los peces junto a mi.

 

   - Destrozaron gran parte de nuestras casas, asesinaron ancianos, raptaron y violaron a las Jhomgeds jóvenes, asesinaban a quien se atravesase por su camino sin importar genero o edad, solo por sed de hacernos minorías y enterrarnos en ese oscuro y vacío mundo del olvido para poder alzarse como la única especie que vivió y vivirá, desgraciando nuestras aldeas mientras ellos se intentaban hacer mejores como ellos mismos se llamaban "personas" y de ahí nacen los Segundos, se llaman así porque fueron Guardianes creados por los mismos Dioses para protegernos y se hicieron llamar los Segundos Guardianes para asegurarse de que todo fluyera con total "normalidad".

 

   - ¿Los mismos que quisieron asesinarme?

   - Si hijo, pero no, ellos son desterrados, pertenecieron alguna vez a los  Segundos pero ya están olvidados por su mentes sucias y retorcidas. Los Segundos Guardianes, nunca han mostrado su rostro a las Aldeas, siempre nos protegen pero nunca hemos sabido donde viven ni que hacen. Siempre trabajan bajo perfil para mantener las Aldeas despreocupadas. 

    - Eso quiere decir que aun me están buscando, ¿no?

 

Mi Padre asistió.

 

   - De hecho, aun nos estamos preguntando por qué razón no te han atrapado por haber sido desleal y haber puesto en riesgo nuestra existencia – fijo en mi una mirada acusadora.

   - Lo siento – baje la mirada.

   - Por cierto tu Tío fue Segundo se parecía mucho a ti, era muy inteligente y sabía hacer las cosas. Se había casado con un hombre, vivían felices juntos con su montaña rusa, como hacían llamar su vida amorosa – se le marco en la cara un ligera sonrisa–.  Una noche mientras dormían atacaron su casa, le encendieron fuego y cuando intentaron salir, era muy tarde, la casa y las llamas se les fueron encima y tus Abuelos desafortunadamente se habían quedado a dormir esa noche con ellos, tampoco pudieron salir.

 

    - Mis... Abuelos... y ¿tú donde andabas? - pregunte con la voz quebrada.

    - Estaba en casa de ellos con tu Madre, era una de las pocas mujeres que se oponía a todo aquello, eso me hizo amarla aún más. Tenía un mal presentimiento y le dije que fuésemos a la casa de Liof, tomamos los abrigos y en cuanto estaba cerrando la ventana del frente alcance ver a unos hombres con antorchas y piedras acercándose. Intentamos cerrar todas las puertas y ventanas con seguridad. Estábamos  tan aterrados que se nos olvidó que pudimos haber entrado al sótano pero nos fuimos corriendo al bosque, llegamos a este mismo lugar. 

 

   Aun seguíamos sentados en el mismo banco y en el instante en que menciono “lugar”, desperté viendo el cielo, me senté cruzando las piernas y sigo escuchando.

 

   - Por años no escondimos, ocultando nuestro amor en este bosque que ambos admirábamos y que nadie más, no entendíamos nunca por qué razón, jamás lo habían encontrado o al menos durante el tiempo en que Nuestra Fortaleza estuvo de pie. 

   Tan libres nos sentíamos, era como si hubiésemos creado un nuevo mundo solo para nosotros. Pasado el tiempo tu Madre te concibió aquí en medio de la nada que para nosotros era un todo. Construimos una casa justo ahí donde estas sentado porque la anterior la resumieron a cenizas - él estaba sentado en una roca diagonal a mi frente cerca del pozo que formaba una cascada como a cinco metros de distancia-. Nos costo mucho trabajo empezar de cero pero volvimos a alzar Nuestra Pequeña Fortaleza, como tu madre acostumbro a llamar a nuestro hogar. Cuando naciste resguardamos toda la casa al doble, ventanas y puertas tuvieron un doble seguro y conjuros que mi Abuela me había enseñado pero jamás había utilizado.  

 

   ¿Conjuros? Eso no lo sabía  -dije para mi.

 

   - Mi abuela, ¿bruja?

   - Sí, ya te contaré su historia pero por ahora presta atención y entiende lo que quiero decir. Todo esto lo hicimos para que estuvieses mejor pero tú siempre buscabas la manera de asustarnos saliendo de la casa, nunca supimos cómo, pero lo hacías.

 

Sonreí, tratando de recordarlo pero mi mente se quedaba encerrada en solo lo que veían mis ojos en ese momento. 

 

   - En tu séptimo cumpleaños te escapaste y te marchaste a la Aldea, Vonne estaba en la cocina y yo en la sala cuando sentimos que no estabas en tu cuarto salimos corriendo y no te vimos, nos asomamos a la ventana trasera y apenas pudimos observar cuando te acercabas a las colindancias del bosque. Corrimos lo más rápido que pudimos y sin percatarnos que nos pudieran encontrar nos fuimos detrás de ti. Te encontramos sanando a un par de ardillas que estaban mal heridas, nos las mostraste y nos dijiste muy contento:

 

   - ¡Miren! Díganme si no son hermosas. Las sane, unos halcones las estaban persiguiendo pero ya estarán mejor - decías mientras acariciabas a la ardilla que tenías en tus manos y ella, al parecer, se sentía agradecida. Justo cuando las dejaste ir tus alas aparecieron, ya habíamos perdido la cuenta de cuantos animales e insectos habías sanado, refugiado, alimentado y todo cuanto ellos necesitaban habías hecho eso y más con tan solo siete años de edad, era increíble.

   Fue el momento más impresionante de nuestra vida, esas alitas verdes agua rasgando tu camiseta preferida e intentado salir, mientras tu intentabas ver que pasaba en tu espalda te inclinaste hacía el frente para permitir que fuesen libres y descansar del dolor que te causaban aunque no fue mucho. Tu madre estaba entre emocionada y preocupada por tu dolor. Ya habíamos visto esa escena antes cuando al hijo del vecino le nacieron cuernos pero tu Madre aun así estaba preocupada, Vonne al fin – sonrió de oreja a oreja -.  Hasta que al fin el dolor se fue  saliste disparado hacia el cielo. 

 

    - Hasta – lo interrumpí -. que tu me cogiste por los pies  y me dijiste: "Para todo hay tiempo hijo, en cualquier momento podrás volar, ser libre y mucho más fuerte que tu padre, ya lo veras" - sonreí yo también de oreja a oreja-.  Me sentía emocionado hasta que... 

 

   Mi Padre me puso en brazos de mi Madre y le dice que me lleve lejos y se ocultará. Ella corrió al bosque y la última imagen que tuve de mi Padre cuando estaba en vida fue de un batallón de imbéciles sobre él, eran demasiados como para poder hacerle frente. Ella me llevo a donde estábamos en ese momento, exactamente a la pequeña cueva detrás de la cascada que brindaba el agua a aquel pozo, lugar que solo tenía espacio para una sola persona, era demasiado pequeña. Me dejó allí y se lanzó al agua tratando de ocultarse en las profundidades, yo intentaba no perderle de vista pero el agua se oscureció era como si la naturaleza estuviera a nuestro favor, nos ayudara. Uno de los Segundos y algunos Jhomgeds, si les puedo llamar así, observaban el agua tranquila y oscura, tras de ellos Nuestra Pequeña Fortaleza ardía como una fogata gigantesca y varios brazos de aquellas llamas naranjas abrazaban a los árboles a su alrededor. 

 

   Un Ged se estaba acercando a la cascada y mi Madre salto del agua por miedo a que me descubrieran y se fueron contra ella. La última imagen que tuve fue como el lago la recibía en sus profundidades tranquilas, nunca más la volví a ver.

 

   Mi Padre se levanto y me abrazo, lo sentía tan distante pero sus brazos brindaron a mis sentimientos ese pedacito del rompecabezas que hacía falta.

 

   - Lo siento papá, si yo no hubiese salido de la casa nada esto estuviese pasado.

 

   Me ve a los ojos. me abraza de nuevo y dice: - No quiero que pases por lo que pase yo - se aparto de mi tocando mi cabello como tenía la costumbre cada vez que me abrazaba -. Sé que ahora puedes estar allá sin problema, pero si llegan a localizar a la persona que te vio lo asesinaran al igual que a ti, ahora ya no esperan a traerlos aquí, sacrificarlos y hacerle pasar vergüenza. Ya no les importa eso ¿Cuánto tiempo tienes sin visitar tus raíces? ¿Ya olvidaste tu Aldea?

   - No, Padre, para nada es que después que el mentor que me protegía se fue, preferí no volver más, quedarme algún tiempo sanando y curando animales en Maraia. En Lesmance es un buen trabajo, cada vez me llegan más animales de toda clase. Nunca podré olvidar de donde soy. Y  con respecto a Fran a él no le podrán hacer nada estando allá.

    - Los Jhomgeds no hijo, pero las personas si, en la Aldea y aquel sitio las cosas han cambiado, están peor que nunca, esto es un total desastre. A los humanos no les interesa asesinar por un poco de poder o ignorancia y tu lo sabes mejor que yo que has convivido gran parte de tu vida con... ellos. Son peores de lo que me imaginaba. Te pido por favor que te alejes, sé  como te sientes pero aun estas a tiempo de cambiar un poco las cosas.

 

    Apoye mi rostro en su hombro mientras lo abrazaba y despierte.

 

   Ya eran próximas las dos de la tarde de un día soleado, le escribí a Fran, una parte de mi lo intentaba retener pero era casi imposible. 

 

   Nunca llego su respuesta.

 

   Al cabo de unos instantes me levanté del sofá y me fui a casa de unos amigos que vivían cerca ahí. Llegué y estaban haciendo una merienda tradicional, llamando al delivery para que llevaran pizza y refresco. Estaba teniendo un rato muy agradable, entre juegos con la consola y pedazos de pizza todo marchaba a la perfección mis amigos siempre vivían con una sonrisa en el rostro así que eso me ayudo bastante. Hubo un momento donde estaba a punto de pasar una misión muy importante para finalizar el juego, mi teléfono sonó, le dije al dueño de la casa que continuara el final de la partida por mi y le deje claras y estrictas ordenes de ganar o si no me llevaría a casa la mitad de la pizza que quedaba sobre la mesa. Pensé que sería algunas de esas personas que siempre escriben para pedir favores, saber de mí, o la línea operadora intentado vender uno de sus fastidiosos productos móviles, pero no, era alguien totalmente diferente, una sonrisa se marcó en mi rostro. Me acerque a la sala con la caja de pizza porque estaba ciento un por ciento seguro que había perdido y me encuentro con un gran GAME OVER en rojo en la pantalla oscura del TV. Me despedí de los muchachos con una sonrisa de oreja a oreja y la mitad de la pizza. 

 

   Era él, quedamos en vernos dentro de dos horas en la misma plaza en donde por primera vez su mirada se marcó en mis recuerdos. 

 

   Fui a la casa a guardar la pizza pero saque unos cuantos pedazos, los guarde en una vianda para compartirla con él y cogí mi bolso. Llegue a la plaza, esta vez no estaba cubierta de nieve sino de hojas anaranjadas, amarillas, rojas y marrones. La plaza no era muy grande, contaba con diez bancos de hierro todos en parejas puestos de forma circular en frente del gran árbol, Lesmance, que llevaba millones de años en la ciudad y esta llevaba su nombre como tributo. Estaban por doquier excepto en el camino principal que se arremolinaban a las orillas gracias a los pies curiosos que se paseaban por la ya nombrada plaza. Era hermosa y más aun cuando el sol del atardecer regaba su manto sobre ella casi tan delicado como una manta de seda.

 

   Tome asiento y abrí el libro que estaba a punto de terminar de leer y casi por instinto gire mi mirada hacía un lado y venía él, con unos jeans que le quedaban a la medida, una camiseta gris y ese ligero paso de "soy el mejor" que le daba un característico toque de chico malo que le asentaba muy bien y su sonrisa para completar el paisaje. Tomamos el bus a la parte alta de la ciudad, un lugar lleno de vida, salud, donde el estrés, el smog y el ruido de la grandes ciudades se olvida. 

 

   Los ojos son bendecidos por los hermosos paisajes. Hacía frío y no llevaba suéter, sentado junto a él solo esperaba que me abrazara pero solo se limito a voltear su mirada y sonreírme.

 

   Llegamos a nuestro destino, donde las calles están cubiertas de piedra, las casas y  negocios con el mismo tapiz del lugar. Siempre que camini por ese lugar me siento en otra época, una en donde me hubiese gustado vivir. Caminamos desde la parada hasta donde finaliza la carretera de piedras moldeadas por las pisadas de miles de personas que han pasado por el mismo lugar hasta llegar a un camino de tierra, llevaba un poco mas allá del pueblo, solo era la naturaleza, el viento, la vista , el momento él y yo. 

Como antes, mientras caminábamos hablamos de todo un poco, un poco de estudio, familia y risas. Entre esos momentos no podían faltar las fotografías, él pedía algunas y yo las negaba o viceversa, solo para tener escusa de poder discutir por algo. Caminamos, comimos algo de frutas que se encontraban en las orillas de la camino y las pedacitos de pizza desaparecieron en segundos. Después de tanto caminar y yo de admirar su belleza llegamos al lugar, un lugar donde, como me dijo Padre: "un lugar en medio de la nada que para nosotros era un todo". 

 

   Estábamos sentados, bueno, él sentado y yo acostado en sus piernas con mi cabeza chocando con su abdomen abultado, en una piedra mirando a un paisaje de película, él acariciaba mi cabello mientras yo jugaba con una mariposa que acababa de llegar.

 

   - ¿Cómo lo haces? -Preguntó.

   - ¿Hacer qué?

   - Tienes cierta habilidad para jugar con los animales, como ahora, que haces que la mariposa se pasee entre tus dedos. ¡Es hermoso!

   - Solo los oigo, siento lo que sienten, veo y percibo lo que ellos, me comunico.

 

   Se limitó a tirarme una mirada ceñuda mientras me desprendía de sus piernas y veía como la mariposa volaba libre en su mundo de corta vida. 

 

   - Escucha -le dije y cerré sus ojos  cuidadosamente con mis índices.

   - ¿Qué?

   - Solo concéntrate y escucha - cerré los ojos junto con él.

 

   Empezamos a escuchar alas revolotear de un lado a otro, y pisadas que se acercaban a nosotros. Se escuchaban como las hojas secas se rompían y uno que otra estilla seca también. Le sostenía las manos temblorosas mientras le decía que no abriera los ojos. Después de un instante abrimos los ojos al mismo tiempo y la impresión de lo que veía era hermosa, su cara de fascinación.

 

   - ¡Qué hermoso! 

 

   Esas palabras me hicieron sonreír dibujando una media luna en mi rostro Ged.

 

   Habían un sinfín de animales, aves, mariposas rodeándonos y revoloteando de un lado al otro, bailando sobre nuestras cabezas. Los animales mas pequeños se nos acercaban y jugaban con nuestros bolsos puestos sin cuidado a lado de la piedra donde estábamos sentados. Los más grandes llegaban y se postraban cerca de nosotros sin hacer mucho, como si vigilarán a los más pequeños y traviesos. Al cado de un instante se fueron marchando poco a poco les di las gracias a todos y cada uno me respondía a su manera. Era hermoso aquella conexión. Hasta quedar de nuevo solos. 

 

   Ya quedaban muy pocos rayos de sol para ese día y el crepúsculo hacía su entrada majestuosa allá en el horizonte mientras nuestros cuerpos se reñían en una batalla que ambos deseábamos que nunca terminase.

El día se apago y nuestros parpados con él debajo de aquel baile de estrellas que reinaban nuestro universo la noche nos abrigo y la natura nos acuno.

 

.... 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).