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A Night in the Hotel Room por BeautifulDerangement

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«Tengo que decirle la verdad, no puedo continuar así», pensó Reita al observar a Kai durmiendo a su lado. Sus sentimientos por ese castaño eran débiles a comparación de lo que sentía por Ruki, y eso lo mortificaba al punto de no poder conciliar el sueño.

Cuando era más joven, Reita creía que el enamoramiento que sentía hacia Ruki no era más que un capricho, algo que con el tiempo se desvanecería y quedaría en el olvido. Esa fue la razón principal por la que había aceptado a Kai cuando éste le confesó que le gustaba, pensó que podía llegar a amarlo tanto o más que al pequeño rubio; que sería un amor duradero.

La realidad era otra, y lo supo años después.

No había nada realmente malo en Kai. Era un hombre honesto, de buenos sentimientos y carácter divertido. Reita comprendió que su pareja era una persona valiosa que merecía alguien mejor. Alguien que pudiera darle todo, en especial el corazón. Sabía lo injusto que era engañarlo y fingir, estaba asustado de lastimarlo, pero tenía que terminar de una vez.
Realmente no le preocupaba quedarse solo una buena temporada, estaba harto de intentar llenar un hueco que solo una persona podría llenar.

Kai se removió en su lugar y suspiró entre sueños al sentir la suavidad de las sábanas sobre su cuerpo desnudo. Su fuerte espalda quedaba descubierta y Reita no pudo evitar pasar la mirada por allí, deteniéndose en las rojizas marcas que lo adornaban. Era su lugar favorito para clavar las uñas cuando estaba debajo de su cuerpo.

«Perdóname. Perdóname por todas las marcas que te he dejado mientras pensaba en otra persona». Una lágrima se escapó y la limpió al instante.

Se había acostumbrado a él, ¿cómo serían sus días cuando la separación llegase? ¿Quién le llevaría el café a la cama y le dejaría un beso, seguido de un "buenos días, amor"? Reita estaba seguro que extrañaría las pequeñas cosas. Los domingos de limpieza, ambos lavando la ropa y jugando con la espuma. Los martes de comida chatarra, mirando la televisión y comiendo hasta reventar. Los jueves de ensayo, riéndose de cada pequeña tontería que hacían para incomodar a los demás miembros de la banda. Los sábados de no hacer nada, acurrucados en el sofá en invierno y nadando en la piscina en verano.
Así llegó a la conclusión de que Kai era un buen amigo con el que vivía y follaba. Le tenía un cariño inmenso, pero no era amor romántico ni pasión desbordante. Aún así, la simple idea de desistir de su compañía le parecía aterradora.

Kai despertó alrededor de las once de la mañana y se lamentó cuando notó que el rubio ya no estaba en la cama. Lo normal era despertar temprano y hacer malabares para que Reita se levantase, pero lo sorprendió con su inesperada desaparición.
Una taza térmica lo esperaba en la pequeña mesa a un lado de la cama, junto a una nota que rezaba "Tengo algunas cosas pendientes. Te dejo el café listo, volveré en unas horas."

Sin un buenos días, ni palabras cariñosas. Así era Reita.

Kai rodó los ojos y tomó el café. No le molestaba en absoluto, estaba seguro que Reita no quería dejar ninguna prueba física que sirviera como declaración de amor, porque lo conocía demasiado bien y sabía que si le dejaba una nota, terminaría pegada en algún lugar donde la banda entera pudiera verlo y se burlarían de él.

—Eres tan vergonzoso, idiota —dijo Kai en voz alta, soltando una risa.

El día transcurrió normalmente para Kai, excepto por el hecho de que Reita no respondía los mensajes y no había vuelto.

[ . . . ]

El corazón le latía rápido. Golpeaba violentamente en su pecho mientras veía al pequeño rubio caminando desde el fondo del pasillo hacia la sala de ensayo. No podía leer nada en su expresión, ni siquiera podía ver sus ojos escondidos tras los lentes de sol. Cuando envió el mensaje de "Necesitamos hablar" y Ruki respondió "Lo necesitamos", Reita supo que había algo extraño.
Ninguno dijo nada cuando entraron en la sala. Ruki caminó alrededor y decidió sentarse en la batería, quitándose los anteojos. Tenía claras sus intenciones al tomar ese lugar en concreto, pero Reita lo miraba entre asustado y nervioso, así que pensó que era necesario hablar.

—Me encantaría estar en la batería otra vez. Extraño los tiempos en los que mi única preocupación era golpear esta mierda, beber, fumar y follar. Éramos jóvenes, ¿lo recuerdas?

—Claro que lo recuerdo, Ruki. Yo...

—Tienes algo por los bateristas, ¿no es así? —interrumpió, dejando boquiabierto al más alto. Los ojos de Ruki centellearon—. Pero no importa qué posición tome en la banda, te gusto de cualquier manera. ¿Eso querías decirme?

Ruki se mostraba tranquilo, pero por dentro se estremecía con la idea de Reita diciendo que sí, besándolo y rogando que se quedara. El mayor dio unos pasos hacia él y afirmó con la cabeza, decidido. No tenía sentido darle más vueltas al asunto si Ruki ya lo sabía.

—Sí. No me importa si no me correspondes, yo solo..., quería que lo supieras, ¿de acuerdo?

—Ven.

Ruki hizo un suave gesto con la mano y se sentó derecho, delatando lo nervioso que estaba. Eso le dio un poco de esperanza a Reita, pero no quería emocionarse. Al llegar a él, los brazos del pequeño se enredaron en su cuello y su boca fue atacada con pasión. Pasión desbordante, por fin la sentía. No le alcanzaba el cuerpo entero para abarcar el increíble sentimiento y sentía que en cualquier momento todo se saldría de control si continuaban besándose de esa forma. Sus labios no alcanzaban para tomar todo lo que deseaba de Ruki, sus manos no tocaban lo suficiente para satisfacer su necesidad. Y jadeó al ser consciente que su entrepierna despertaba ante el simple acto del más bajo enredando las piernas en su cintura.
Ruki gimió cuando el rubio le apoyó su dureza y el sonido murió entre sus bocas. Sus manos tenían vida propia, se movían sin que les diera una orden, las sintió en el pecho de Reita y luego, de un momento a otro, estaban luchando contra su cinturón. Bajó las piernas para más comodidad y se deshizo de la cremallera, tomando entre sus manos el palpitante pene de su compañero de banda.
El tacto del menor le disparó el pulso y Reita no estaba seguro de poder contenerse. La suavidad de sus manos y lo expertas que se movían sobre su erección podían hacerle terminar en cuestión de segundos.
¿Había estado tan duro alguna vez?

—¿Qué estás haciendo? —logró verbalizar Reita, tomando aire y apoyando la cabeza sobre el hombro del menor, quien posó sus labios en su cuello y succionó ávidamente. Dios, eso realmente se sentía bien.

—Te estoy acariciando la polla porque te pusiste duro —susurró como respuesta, chupó su piel al mismo ritmo que movía la mano y soltó una risa gutural—. Oh, ¿te gustó eso? Parece que ya estás a punto de acabar.

¿Cómo podía explicar lo que su voz le provocaba? Había imaginado su primer encuentro con Ruki, situaciones diversas, pero en todas él le hablaba con su voz enronquecida y cargada de deseo. Y ahora que estaba pasando, se dio cuenta de que ninguna fantasía era tan excitante como la realidad. Ni siquiera podía avergonzarse de estar a punto de sufrir un aislado caso de eyaculación precoz.

—Rápido. Ruki, por favor, más rápido —suplicó, y a sus oídos sonaba tan entregado y ansioso—. Un poco más. Oh, Dios, cariño, me estás matando.

Las manos de Reita se apretaron en la cintura de Ruki y movió las caderas, intentando bombear su mano y terminar, pero el más bajo no tenía intención de ayudar ni mucho menos dejar que le ensuciara la ropa. No podía negar que estaba excitado también, y que deseaba llegar más allá, pero...

Kai.

Kai aún se interponía entre ellos. No podía continuar haciendo eso con Reita mientras estuviera aún en una relación. Si el bajista lo quería, tenía que demostrarlo y romper con Kai sin dudar; Ruki siempre exigía exclusividad y no haría la excepción con Reita.
Si no era suyo por completo, entonces no deseaba nada.

—¿Me amas?

Ruki pareció tan vulnerable e inseguro al hacer esa pregunta, que Reita no pudo controlar la sensación de calidez que le inundó el pecho. Definitivamente se sentía enamorado de él.

—Maldición si no lo hago.

—Entonces déjalo —soltó en un susurro y lo apretó entre sus manos—. Deja a Kai. Te quiero solo para mí, Akira.

—Lo haré —suspiró el mayor y levantó la cabeza—, pero primero termina con lo que haz empezado.

Ruki lo soltó y negó. Lo tenía literalmente en la palma de su mano, debía presionarlo para que dejase a Kai de una vez. Conocía bastante bien a Reita, y si fuese por él, tardaría años en decidirse. Pensaba demasiado en los sentimientos de los demás, Ruki estaba seguro que le costaría romperle el corazón al chico de la batería.

—Ve y dile que no lo amas, que eres mío, solo así podré seguir con esto —sentenció.

Dicho eso, Ruki se fue y dejó a un pensativo, anonadado y excitado Reita en la sala de ensayo. El mayor se acomodó la ropa y dio vueltas hasta calmarse, para luego salir y continuar dando vueltas por la ciudad en su coche durante horas. De repente se sintió un cobarde, los dedos le picaban sobre el volante con la necesidad de tomar su teléfono y llamar a Uruha para pedirle que lo acompañase hasta el apartamento y le diera apoyo en el momento de la ruptura, pero al mismo tiempo comprendía que eso era algo que debía hacer solo.
Estacionó fuera del bloque de apartamentos en el que había estado viviendo cuatro años con Kai, ya eran pasadas las siete de la tarde, por lo que pensó que tal vez podría tener una noche de despedida y hablar con él a la mañana siguiente. Era una idea de mierda y Reita sabía que no podía dilatar más el asunto: Tenía que decírselo de una vez.
Subió por el ascensor y los minutos parecían eternos. Las puertas se abrieron en el séptimo piso, dio un paso fuera del cubículo de metal, seguido de otros más. Cuando se dio cuenta, ya estaba cruzando la puerta y ofreciéndole una sonrisa forzada a Kai.

—Me desperté a las once —dijo el castaño malhumorado— y tú no estabas. ¿Te das cuenta de la hora que es? ¿Dónde estabas y por qué no respondías mis mensajes?

—Lo siento, tuve algunas cosas pendientes. ¿Me dejas que tome una ducha primero y luego hablamos?

Reita no pudo mirarlo a los ojos, se atusó el cabello con las manos varias veces y se fue hacia el cuarto de ambos, oyendo un «me preocupé mucho, cariño, es todo» tras él, que logró que se sintiera peor de lo que ya estaba. Se deshizo de la camisa que llevaba puesta y la tiró en el suelo sin recordar lo mucho que Kai odiaba que hiciera eso.
El castaño levantó la prenda del suelo y notó un perfume desconocido. Fue entonces cuando comenzó a indagar. No era celoso ni desconfiado, pero una alarma se disparó en su cabeza... Lo presentía, allí había algo muy malo.

—¿Adónde fuiste?

—Te dije que tenía cosas pendientes —dijo el rubio buscando ropa en el closet y se dio media vuelta para mirarlo con su mejor expresión de exasperación.

—Tienes la oportunidad de explayarte en el tema —contestó a su mirada—, a menos que tengas algo que ocultar.

Reita volteó por completo y notó que Kai lo miraba intensamente, sosteniendo su camisa en el aire. La fiereza de sus ojos lo asustó, y entonces, todo el valor que estaba intentando juntar para decírselo se evaporó.

—No tengo nada que ocultar, Kai. Dije que cuando terminase de ducharme, hablaríamos.

—¿Ducharte? ¿Para qué? ¿Para quitarte su rastro de tu cuerpo? —su voz sonaba como un animal herido.

—No...

—¡Te marcó! —interrumpió con lágrimas en sus ojos, y le tiró la camisa—, tienes su perfume, ¡no puedes negarlo!

«No llores, no lo hagas más difícil. Solo quiero irme sin lastimarte», quiso decir, pero las palabras quedaron en su garganta y no podían salir. Reita se sentó en la cama y agachó la cabeza. Solo se oía el sollozo de Kai, un sonido insoportable a sus oídos; le hacía mal saber que era el causante de sus lágrimas.

—Estoy..., estoy enamorado de otra persona. Lo siento.

El silencio sepulcral a continuación solo sirvió para aumentar el dolor y la sensación de pérdida en ambos, sin embargo, Reita comenzaba a sentirse liberado por fin.

—No. No puede ser, ¡tú me quieres, Akira! ¡Sé que me amas!

—Yutaka, nunca te lo he dicho, porque no lo siento —susurró y levantó la vista—. Acepté tus sentimientos, pero nunca los he correspondido. Eres una buena persona y mereces a alguien que te haga feliz, por eso deberíamos terminar.

—Tú me haces feliz —siseó Kai, y se arrodilló en el suelo junto al rubio, tomando sus manos—. No quiero que te vayas, no me dejes, por favor. No soportaría verte con alguien más.

—Se ha terminado —respondió Reita, definitivo. Intentó omitir la molestia que comenzaba a sentir. Kai debía comprender que no había vuelta atrás.

—¡No!

Kai se levantó y caminó nerviosamente por el cuarto. Temblaba y lloriqueaba sin control. No podía creer que eso estuviera sucediendo, ni siquiera le importaba que lo hubiera engañado, solo no quería sentirse solo sin él. No quería volver a caer, ya había sufrido por amor antes, y se prometió nunca repetir la historia.
Reita no podía dejarlo. Kai no iba a permitirlo.

—Sé que nunca me has dicho esas malditas palabras, pero no las necesito, Akira. Mi amor es suficiente para los dos.

—Kai, detente —espetó, irritado—. Estoy malditamente cansado de esto, ¿podríamos ir cada uno por su lado sin hacer un drama mayor?

—¡Es que no puedes dejarme! —Kai se alteró más y se volvió hacia el rubio, fuera de sí—. No vas a dejarme, aceptaste ser mío en el momento que te besé y dejaste que te follara contra la pared. Ahora no vas a retractarte.

El castaño se acercó lentamente, como una fiera al acecho de su presa. Se quitó con mucha tranquilidad la camisa y los pantalones, mirando con un intenso deseo a Reita, quien estaba intentando calmarlo y retrocedía a la vez para que no se acercara. Pero Kai tenía un objetivo claro, ni todas las súplicas podían lograr que él se detuviera. Iba a poseerlo una vez más, y cuando terminase, lo haría de nuevo, porque en su cabeza no cabía la idea de ser abandonado.
Gruñó al lograr inmovilizar a Reita, tomándolo de los brazos y llevándolos hacia su espalda. Ambos forcejearon, pero como era de esperarse, Kai tenía más fuerza que Reita, y terminó por dominar la situación. «Para, esto está mal. ¡No quiero, suéltame!», oyó el chico de la batería, pero no hizo caso. Encontró una corbata e hizo un nudo en sus brazos y muñecas como el que solía hacer siempre a pedido del rubio. Reforzó esa atadura con otra corbata más y lo acomodó en la cama mientras el contrario gritaba y tiritaba de miedo.

¿Realmente estaba pensando en hacerle aquello? ¿Iba a tomarlo contra su voluntad?

—¡Kai, ya basta! ¡Déjame ir! ¡No me toques!

Reita intentó patearlo, pero eso solo hizo que Kai atrapase su pierna y tirase de sus pantalones, consiguiendo bajarlos apenas. Con un movimiento más brusco, pudo bajarlos casi por completo, teniendo así el control de la otra pierna. Arrugó la ropa en los muslos del rubio y lo sostuvo de allí mientras buscaba algo con qué mantener sus piernas inmóviles. Lo único que podía servirle era una cinta adhesiva que había en la mesa del cuarto; la tomó y pegó a la altura de los tobillos.
Por último, Kai tuvo que hacer un gran esfuerzo para meter una media en la boca de Reita y amordazarlo para que dejase de gritar.
Miró al desnudo rubio y pensó que se parecía a alguna obra de arte, una erótica postal del amor no correspondido.
Kai se entristeció al notar que el otro no estaba erecto, ¿qué estaba mal en ello? Iba a poseerlo, le haría gritar y gemir como siempre, ¿por qué no lo deseaba? Sintió las lágrimas agolparse en sus ojos, la realidad era tan diferente de lo que él tenía en su mente, que toparse con ella no era agradable en absoluto. Se miró a sí mismo, notando que su cuerpo tampoco encontraba excitante la situación.

«Si está en tu cama es porque lo estás forzando... ¿No es eso llamado violación?», se dijo mentalmente cuando pudo calmarse y volver en sí. La mirada aterrada de Reita lo lastimó, ¿cómo iba a continuar con su vida, si la persona que más amaba lo miraba con tanto miedo y odio?
Kai se vistió nuevamente y desató las corbatas, sin mediar palabra, y salió del cuarto para que Reita se ocupase del resto.

Con gran rapidez, Reita se deshizo de la media en su boca y la cinta en sus pies, quedándose allí, envuelto en una conmoción de la que no sabía cómo salir. Sus lágrimas no cesaban y el miedo a salir de esa habitación lo paralizaba. Sabía que tenía que salir de allí antes de que Kai se arrepintiera y volviera a por él.
Intentó mantenerse bajo control y se vistió para luego salir con sumo cuidado de aquel cuarto. No podía creer cómo en cuestión de segundos su vida podía desmoronarse de tal manera, cómo una persona en la que confiaba podía convertirse en un monstruo.
Reita caminó con sigilo hasta la sala y encontró a Kai acurrucado en el sillón, temblando. En su mano derecha llevaba un cuchillo y lo acercaba lentamente hacia su brazo.

—¡No!

A toda velocidad, el rubio logró arrebatarle el objeto cortante.

—Akira...

—¡Eres un jodido hijo de puta y un cobarde! ¿Crees que cortarte hará que el problema desaparezca? —gritó, alterado—. ¡Te dije que no, pero no te importó! ¡Me maniataste! ¡Lo ibas a hacer contra mi voluntad!

—Lo siento —gimoteó Kai en medio del llanto—. Perdí el control, no sabía lo que hacía. Lo siento mucho, Akira.

El pulso de Reita temblaba y sentía el cuchillo en sus manos. Tenía que mantener sus impulsos a raya o cometería un error muy grande. Apuñalar a Kai no era una opción, por más aterrado y enojado que estuviera.
Pensó, entonces, que Kai siquiera lo había tocado, pero su intención era clara. ¿No había notado ese brillo bestial en sus ojos mientras lo inmovilizaba? Eso no era normal, ese... Ese no era Kai. Tal vez si Reita se convencía de que realmente el castaño había perdido el juicio durante unos momentos, podría hacer como si eso no hubiese pasado.

—¡Cállate! ¡Te odio!

En aquel momento, Kai levantó la mirada, furioso. ¿Por qué Reita no comprendía lo arrepentido que estaba? ¿Por qué había pasado a ser el malo, cuando inicialmente el que había comenzado a hacerle daño era Reita?

—¡Si tú no te hubieras revolcado con alguna puta, yo no hubiera cruzado el límite!

—¡No justifiques tu mierda, Yutaka!

En ese preciso instante, el timbre sonó, pero ambos continuaban gritándose y discutiendo, por lo que su pelea se oía desde afuera. No les importó en absoluto cuando oyeron el ruido de la puerta, las palabras hirientes amortiguaban cualquier otro ruido.

—¿Qué está pasando aquí?

—¡Y tú, siempre obsesionado con jugar al novio perfecto para ocultar la clase de bestia que eres!

—¿Ue-chan?

Uruha estaba en medio de la sala junto a Aoi y no los habían notado. Kai y Reita voltearon a verlos, pero no abandonaron la violencia verbal en ningún momento. Cuando Aoi vio el cuchillo que Reita tenía en la mano, palideció e intentó comunicárselo a Uruha, pero no tuvo tiempo, ya que Reita había apuntado hacia Kai y no parecía muy amigable en aquel momento.

—Oh, carajo —dijo un asustado Uruha.

—No tienes las putas agallas para hacerlo, idiota —escupió Kai, aún llorando—. Vamos, lastímame. Estoy seguro que al público le encantará.

—Vete al infierno.

—Akira, baja eso de una vez —vociferó Aoi. Alguien debía intervenir antes de que ocurriese una tragedia—. Lo que sea que haya sucedido entre ustedes, no es algo que deba arreglarse con violencia, ¿de acuerdo? Suelta el cuchillo.

—P-Por favor, Ue-chan, ya deja eso —suplicó Uruha.

En un arranque de valentía, Uruha se acercó y empujó lejos el arma blanca, tomando de los brazos a su mejor amigo, quien forcejeaba para acercarse y juraba que rompería la cara de Kai.

—¡Me has puesto los cuernos, debería ser yo el ofendido aquí! ¡Mírenlo, tiene hasta un maldito chupetón en el cuello! —Kai volvió a perder el control—. ¡Vete! —dicho esto, le arrojó un florero que terminó estrellado en la pared gracias a los reflejos de Uruha.

—¿Le has puesto los cuernos...? —repitió Aoi, asombrado.

—¡Te los puse porque estaba harto de ti! —dijo Reita en respuesta, siendo sujetado con fuerza por Uruha—. ¡Te los puse porque siempre he estado enamorado de Ruki! ¿Estás contento ahora, Yutaka? Con él. Sí, te los puse con él. Y lo quiero —agregó con una pasión en la voz que dejó a todos boquiabiertos—. Soy suyo, y él es mío.

Todo quedó en silencio, pero Kai podía oír el sonido de algo resquebrajándose en su interior. Ni siquiera tuvo las energías suficientes para echarle la culpa a Ruki y decir algo como "¡Él me robó a mi novio!", porque sabía que, si Reita había decidido romper, era por decisión propia. Había aprendido que, en cuestión de relaciones, nadie robaba a nadie. La gente se iba por su cuenta.

—Sal de aquí —susurró, y clavó la mirada en el cuchillo que yacía en el suelo—. Vete antes de que no pueda contenerme y te destruya la vida.

—Si hay alguien que debe irse, eres tú. Recuerda que esta propiedad es setenta por ciento mía —espetó el rubio.

Kai se arrojó a alcanzar el cuchillo, pero Aoi lo detuvo y le espetó un suave «no vale la pena» que terminó por destrozar al castaño. Se quedó de rodillas llorando en el pecho de Aoi. Todo le daba vueltas y no podía parar de llorar. Uruha soltó a Reita y lo miró con desaprobación y acusación, y le dio la espalda sin decir una palabra.
Era lógico que estuvieran del lado de Kai, ellos no sabían todo lo que había sucedido, y Reita se juró que nunca diría una palabra sobre ello.

Aoi tomó su teléfono e hizo una llamada, pidió a Uruha que guardase la ropa de Kai en una valija y se lo llevaron lejos de allí con la esperanza de que la distancia entre ellos pusiera fin al dolor.


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