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Puertas abiertas por 1827kratSN

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Estaba consciente de que las peleas de su hermano con todo el mundo eran normales, las catalogada así desde hace tiempo. Canadá sabía que eso no era más que un modo de protección, porque ya les habían hecho daño en el pasado y no soportarían volver a pasar por eso. Forjaron un cascarón de piedra a su alrededor, ignorando que a veces eso les producía claustrofobia.

USA sufrió más, por eso tomó un sendero diferente al suyo. Su hermano se cerró ante la bondad del mundo, jurando que todos buscaban solo un beneficio a sus costillas, desconfiando hasta de su sombra, y con ello se vio arrastrado también. Era su hermano, intentaba ayudarlo a que abandonara esa actitud tosca y prepotente, pero muchas veces se sintió rendirse, porque... USA tenía argumentos válidos.

 

—Le precede un padre comunista que lideró tropas asesinas y dejó que sus soldados torturaran al enemigo caído.

—Pero eso lo hizo URSS.

—Hermano —le tomó de los hombros para mirarlo fijamente, incluso se había quitado las gafas de sol mostrando sus iris de diferente color—, comprende que ese tipo creció bajo esa influencia.

—Pero ha mostrado que no es como su padre.

—¡Es una máscara! —bufó alterado—. Porque, quién creció creyendo que la tortura es la solución a todo..., ¡no puede cambiar!

—Nosotros cambiamos —aclaró, porque a veces USA necesitaba que le recordaran un poco de su pasado.

—Y nos llevó demasiadas décadas —hizo una mueca— y aún tenemos nuestras cicatrices y traumas.

—Yo... quiero pensar que él no quiere seguir los pasos de su padre.

—¡Él está podrido, Canadá! —suspiró antes de colocarse sus gafas—. No le tengas compasión o esperanzas.

—Sólo digo que... —no quería que su hermano se molestara con él, pero tampoco iba a quedarse callado—, no deberías pelear más con él.

—Es imposible... ¡Porque él es quien busca pelea!

 

Podía sonar tonto, pero Canadá sospechaba que esas peleas entre su hermano y el ruso, no eran más que modos para llamar la atención. Tal vez cada uno —a su forma rara— deseaba ser reconocido como una potencia de iguales condiciones y se frustraba al no lograrlo, lo que se desencadenada en esos roces en cada reunión de la ONU o cualquier encuentro en un espacio cerrado.

Intercedía siempre, porque sabía que ambos enemigos podían llegar a declararse la guerra, y nadie quería eso. No. Porque la muerte, el hambre y la desesperación, jamás fue una opción. Su gente importaba más y las guerras afectaban a todos sin desearlo. Por eso Canadá era visto como un mediador, el que calmaba a USA o quien sutilmente desviaba la atención.

 

—Hermano, por favor —lo sujetaba de la cintura para hacerlo retroceder—, no pelees. ¡Ya basta!

—No hasta decirle sus verdades a este comunista —se removía intentando liberarse del agarre, pero admitía que Canadá era muy fuerte cuando lo quería.

—Te alteras por nada... —el tercer involucrado se hallaba a pocos pasos, sereno, ocultando su molestia con USA—, como si fueras un niño.

—Rusia —Canadá logró ponerse frente a su hermano y mirar al euroasiático—, por favor, no siga —suplicaba un poco agitado mientras intentaba que USA no logrará rodearlo.

—Sabes bien que él empezó —hizo una leve mueca cuando logró hacer contacto visual con USA.

—¡A un lado, Canadá!

—No me dejas opción —suspiró antes de girarse hacia su hermano y sujetarlo de los hombros—. O te calmas… o haré “eso” —amenazó.

—No serías capaz.

—Lo haré —advirtió seriamente.

 

Canadá sonrió satisfecho cuando vio a su hermano hacer una mueca, acomodarse las gafas antes de girar y alejarse. Respiró profundo antes de relajar su cuerpo. Siempre funcionaba la amenaza de llevárselo cargado al hombro como si fuera un niño malcriado, aunque solo una vez llegó a ese extremo, siendo obviamente una humillación que USA no quería repetir jamás. Iba a seguirlo, porque tenía que cuidarlo, y digamos que sus vecinos del sur también solían dar problemas.

 

—Tu hermano...

—¿Eh? —Canadá se giró asustado porque olvidó la presencia del otro país— ¿Sí? ¿Qué sucede con mi hermano?

—Debería aprender más de ti —el ruso se veía más relajado—. Calmarse y… —lo miró un momento— ser más agradable.

—Mi hermano es agradable —defendió casi al instante—, pero a veces es explosivo.

—Deberías alejarte un poco de USA —comentó Rusia con su rostro siempre sereno—, o te contagiará aquella actitud.

—Yo no...

—Tienes una vida propia que vivir... No sólo debes existir para cuidar de alguien como él.

—¡Canadá! —el bicolor volvió a asustarse, girando rápidamente hacia la voz de su hermano— ¡Vamos!

—Ya voy —susurró antes de mirar por última vez al euroasiático—. Nos veremos en otra ocasión, Rusia.

 

El bicolor se quedó viendo aquellos ojos de color gris azulado por unos segundos más, percibiendo nada más que una sutil amabilidad. Rusia no se estaba burlando o algo así, solo fue sincero. Y eso lo descolocó un poco. Pero no pudo pensar en eso con profundidad porque se unió a USA y éste desvío su atención a comida y paseos cortos.

Era raro.

Entonces lo pensó demasiado, intentando darle sentido a la mirada de Rusia, meditando aquellas palabras. Distrayéndose en aquello durante unos días.

Rememoró su comportamiento durante esos años y se dio cuenta de que las peleas eran sólo entre Rusia y su hermano, a veces también con China, pero eran poco frecuentes y al final hasta parecían llevarse lo suficientemente bien. Pero entre él y el euroasiático no había más dinámica que su siempre certera intervención para detener los pleitos.

 

—¿Odias a mi hermano? —pudo hablarle a solas en una rara ocasión cuando se toparon en una reunión en la que USA no se hallaba.

—No me cae del todo bien —respondió con simpleza mientras revolvía su café.

—Voy a sonar algo... atrevido —Canadá jugó con su cucharita y miró al euroasiático—, pero ¿puedo preguntarte algo?

—¿De qué se trata? —bebió un poco de su café y luego miró esos ojos azules cálidos.

—Rusia... ¿Te gusta mi hermano?

 

Hubo un silencio incómodo y largo entre ambos. Canadá se puso ansioso, metiendo su cuchara a su boca como medio de soporte para disimular un poco sus nervios, regañándose mentalmente por su curiosidad y sus palabras, deseando pedir disculpas, pero absteniéndose, porque quería una respuesta. Por eso saltó un poquito cuando escuchó una suave risita brotar de labios ajenos. Estaba sorprendido porque jamás escuchó a Rusia reír antes de ese día.

 

—No —respondió con simpleza.

—Ya veo —se sintió estúpido.

—USA me molesta, lo siento y veo como un obstáculo.

—¿Por sus negocios? —indagó, aprovechando que sólo ellos dos se hallaban en esa esquina, a un extremo de la sala.

—No —sonrió sutilmente admirando como Canadá sujetaba su taza con ambas manos y se la llevaba suavemente a la boca, siempre dejando sus meñiques lejos del objeto y levantándolos sutilmente—. Es por ti que me molesta.

—¿Por mí? —apartó la taza y elevó una ceja—. Pero ¿por qué?

—Él no me deja acercarme a ti.

—¿Y por qué tú desearías acercarse a mí?

—No lo sé —bebió un poco más—. Puede ser porque eres amable y estás dispuesto a convivir con ajenos para extender conocimientos y cultura.

—Me gusta aprender de todos —sonrió antes de consumir un poco más de su café dulcificado con varias cucharaditas de azúcar.

—También porque tal vez podríamos llegar a acuerdos o incluso establecer algunos negocios —admiró la sonrisa del chico de rojo y blanco.

—No suena mal.

—O porque el que me gusta eres tú y no tu hermano.

 

Canadá escupió su café y se atragantó con el líquido que en vez de ir a su estómago fue a sus pulmones. Tosió con fuerza y tuvo que dejar su taza en algún lugar cercano para poder sostenerse de la pared mientras intentaba respirar. Sintió suaves palmadas en su espalda y escuchó un par de risas lejanas —parecían ser de Colombia o de México—, pero Canadá sólo se centró en volver a respirar mientras su mente procesaba las palabras ajenas.

¿Gustarle a Rusia?

¿Era en serio?

Pero si su convivencia era nula... o no tanto porque él detenía las peleas de Rusia con su hermano. Aun así... ¿por qué? Tenía esa duda y la siguió teniendo mientras seguían con esa junta a la que no le puso la atención suficiente. No pudo sentirse cómodo de nuevo, ni siquiera con las risas de México o los comentarios de Francia, solo evitó la mirada de Rusia porque estaba demasiado avergonzado. Y, aun así, tendría que enfrentarlo en algún momento.

 

—Tu actitud —Rusia sonrió de lado, divertido por la reacción de Canadá ante su confesión—. Porque no eres débil, pero aun así no dejas de ser amable, incluso convives bien con los latinos y europeos.

—Pero... no puede ser suficiente.

—Y por eso he intentado acercarme —elevó sus hombros—, pero tu hermano no ha hecho las cosas fáciles.

—¿USA lo sabe? —sintió un ligero nerviosismo por ese asunto, no estaba seguro de cómo reaccionaría su hermano ante… eso.

—Supongo que lo sospecha.

—¿Por eso de sus peleas?

—No quiero hacerte daño si eso es lo que te ha hecho creer USA —aclaró—. Sólo quiero conocerte mejor y convivir... Para darme cuenta de si me gustas más de lo que creo.

—Yo... —enrojeció, rascándose el brazo izquierdo por nerviosismo— no sé... qué decir.

—Acepta un paseo conmigo —extendió su mano.

—Pero...

—México nos cubrirá.

—¿Él también lo sabe? —sus dedos temblaron y sintió el calor extenderse por su cuello.

—Más o menos —tomó delicadamente la mano ajena, asegurándose de que Canadá no huyera—, pero lo motiva el querer molestar a tu hermano.

—Eso... —admiró el agarre amable en su mano izquierda— tiene… sentido.

—Sólo platiquemos un rato —sonrió.

—Bueno... —era una de las pocas veces en las que se sentía halagado o algo así, pero dudaba.

—Ven conmigo.

—Que... —tragó duro—. Que sea solo un rato.

—Sabré aprovecharlo.

 

Canadá a veces no podía negarse ante los pedidos ajenos, tal vez por eso su hermano lo sobreprotegía demasiado, pero en ese único instante… Canadá sintió que no se arrepentiría de aceptar esa salida.

 

 

Notas finales:

 

Krat subiendo OS’s a lo desgraciado, porque se inspira en las noches de insomnio y hace notitas en el celular. Ok ya, lo edité, y ahora se los ofrezco~

Krat los ama~

Besos~


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