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El chico que vivió para escupir flores. por mugiwaranotorao

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Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Eiichiro Oda-sensei, esta es una fanfic sin ningpun afán de lucro.

Notas del capitulo:

¡Estoy realmente ansiosa por publicar esto!

Repasó sus nudillos con fuerza, exhaló por enésima vez el cálido aliento en su interior y volvió a negar. Negaba y negaba sin despegar sus orbes penetrantes de la camilla del hospital.


Negaba y volvía su vista al enérgico chico a su lado, mientras volvía a suspirar.


No lo entendía, realmente no comprendía que deuda estaba pagando con ese presente tan inapropiado —según él— que vivía.


Tomó el puente de su nariz y lo apretó, contó consecutivamente del uno al tres y expiró aún más profundo que las anteriores veces. Consultó el reloj analógico sobre la cabecera de la cama en el hospital, se alzó de hombros y negó, nuevamente. Ya había perdido la cuenta de cuantos veces lo había hecho en ese pequeño lapso de tiempo —¿Podrías quedarte aquí, enano? —preguntó al chico a su lado, quién no tardo en asentir efusivamente.


¡Puedes confiar en mí, Kid!


Ya lo sé, enano —lo observó colocar un mohín demasiado tierno en sus labios y no pudo ocultar el pequeño sonrojo que se colocó en sus mejillas— ya lo sé —volvió a repetir.


 


• • •


 


Tomó con fuerza su pecho por sobre su camiseta sin mangas y la estrujó, mientras recordaba a los dos chicos en la habitación del hospital. Le fue inevitable que un color escarlata y casi imperceptible surcara sus masculinas facciones y un repiqueteó retumbará en sus oídos.


Pronto se vio interrumpido por el llamado de una enfermera joven y atractiva. —¿Es usted el señor Eusstas? —el chico asintió casi sin ganas y se levanto de su asiento. La chica solo pensó que el muchacho era realmente alto—. Es hora de su cita, ya puede pasar a consulta —el nombrado agradeció y caminó detrás de la chica, quién le guiaba el camino.


 


• • •


 


Estaba sentado sobre la pequeña camilla de la espaciosa consulta de aquel hospital, cuando iba a visitar a su amigo, —cuando repitió la palabra amigo en su mente, su pecho dolió ligeramente— no recordaba que fueran tan amplias. El médico en turno, le pidió amablemente que respirara mientras él le colocaba el frío estetoscopio en su espalda y le ordenaba que exhalara el aire retenido. Con una mueca de desagrado, acató la orden y lo repitió las veces en que el colocaron el helado instrumento en diversas partes del torso y pecho. —Y bien, doc, ¿podrá realizar algún diagnóstico efectivo con esto?  —preguntó incrédulo por lo fácil y rápido del chequeo, mientras se vestía nuevamente.


¿Podrías decirme como te has sentido y que es lo que te molesta? —cuestionó mientras caminaba hacía su ordenado escritorio—. También podrías decirme desde cuando estás así —añadió mientras se sentaba en la silla de cuero negro y rebuscaba algunos papeles en la pila de hojas perfectamente acomodadas por tamaño y color.


El chico tomó la silla de madera, corriéndola hacia atrás se hizo un espacio y se sentó en ella. Suspiró, otra vez y dejó caer sus manos sobre sus piernas, mientras las enlazaba las una con la otra, frotando sus palmas, corriendo el pulgar por el centro de la mano y regresando a la posición original, y repitiendo el paso con la otra mano, así consecutivamente, apremiando sus nervios para que pudiera contestar serenamente la pregunta que le realizaban.


Me duele el pecho, mucho —comenzó a relatar, mientras enfrentaba la expectante mirada del médico, que escribía algunas cosas en una pequeña libreta— mi garganta arde —carraspeó— y mi espalda también. Arde demasiado —se calló un momento y se aventuró a abrir sus labios sin emitir algún sonido, el galeno lo observó con detenimiento sobre sus gafas de metal y lo apremió mudamente a continuar— y a veces, siento como si algo recorriera mi aparato respiratorio —terminó por decir ante la asombrada mirada.


El médico suspiro —vaya que los suspiros se estaban convirtiendo parte de su rutina, su fastidiosa rutina— y observo los penetrantes ojos. Penetrantes y expectantes ojos. —Chico, no puedo dar un veredicto justo ahora —comentó reacio y firme— deberás pasar al área de radiografía la próxima semana. Mientras —le extendió un bote naranja con unas píldoras— deberás tomar estas pastillas hasta que estén listas las placas. ¿Entendido?


El muchacho asintió sin energía, mientras tomaba en una mano el pequeño bote que contenía unas cuantas pastillas azules, junto a la receta a un lado. En la pequeña hoja de bloc azul y de tamaño mediano, indicaba que tenía que tomar las grajeas cada veinticuatro horas, y en la otra mano, tomó —de mala gana— la orden para las radiografías que debía realizarse y que colocaba fecha para el próximo jueves.


 


• • •


 


Deslizó sus agotadas piernas por el camino que antes había recorrido, moviendo perezosamente sus pies por el suelo de baldosa blanca. Sabía que el médico no le creía eso de que algo se alojaba en su aparto respiratorio.


Suspiró.


Vaya mierda —dejo escapar de sus labios en cuanto se sintió realmente solo.


Eusstas-ya.


Suspiró de nuevo —maldita sea, se estaba hartando de esa acción— mientras enfrentaba a la realidad. Sabía que el chico ojeroso y que eternamente le colocaba el sufijo ya no estaba ahí. Maldijo y suspiró mientras maldecía nuevamente. —Tienes que dejar de jugar con mi cordura, Law —espetó con un dolor punzante en sus costillas— ¿Sabes? Nada es igual desde que no estás aquí. Nada lo es.


¿Ni por qué yo estoy aquí? —cuestionó un muchacho que no sabía estaba a sus espaldas.


Resopló y no suspiró, ya llevaba un buen avance. —¿Qué quieres enano?


El aludido estiro sus labios en un infantil y tierno puchero, dejando que su labio inferior se asomará un poco más que el superior, mientras se cruzaba de brazos, indignado y aparentemente enojado.


Tomé el tiempo y pensé que tu cita debería haber acabado —espetó naturalmente.


Pensé que te habías preocupado por mí —musitó— Luffy.


El chico, sin pizca de empatía, volvió su negra mirada al otro chico, apretando más sus brazos contra su pecho. Bufó y buscó los ojos expectantes. —Ya te lo he dicho, Kid.


Lo sé —revolvió su cabello azabache con una de sus manos temblorosas— lo sé —repitió dolido— enano.


 


• • •


 


La enfermera en turno estaba terminando de colocar un medicamento en la intravenosa del chico postrado a un lado de ella. Fijó la vista castaña a su reloj de muñeca, escrudiñando con la mirada las agujas del aparato, mientras movía los ojos de su mano al paciente. Relajó sus hombros pasados unos cuarenta segundos, y en seguida comenzó a anotar algunas cosas en la tabla que estaba a los pies del muchacho.


La hora de visitas termina en dos horas —comentó concentrada en su labor de anotar— gracias por preocuparse por su amigo y visitarlo todos los días —la chica viró a su posición disponiéndose a dejar el lugar— esperemos la pronta recuperación de Trafalgar.


Ambos chicos dieron una reverencia en cuanto la enfermera pasaba delante de ellos, manteniéndose en silencio en cuanto la chica abandonaba el lugar. Sumidos aún en su ausencia de sonidos o pláticas, tomaron asientos en el sofá de cuero negro frente a la cama del chico.


Luffy —rompió el silencio el mayor de los dos— ¿por qué estás aquí?


El muchacho se sumió en su asiento, ligeramente incómodo. Desvió su mirada espesa hacía un lado y se encogió de hombros, reacio a contestar la pregunta. Soltó el aíre que tenía retenido en su pulmones y viró su cuerpo a quien le cuestionaba. Suspiró y relajó su cuerpo. —¿Por qué estás tú aquí? —contraatacó astutamente el menor, entrecerrando los ojos en cuanto el contrario empezaba a colorarse un poco —¿te gusta Torao? —ladeó la cabeza, curioso— lamento que tengas que verlo en ese estado... es mi...


¡Ya te hemos dicho que no es así!


¡Law está así por mi culpa! —gritó harto de la situación que repentinamente se estaba volviendo sofocante— ya les he dicho que ha pasado y simplemente no entienden. ¡Esto es mi culpa!


Luffy —observo sus ojos carentes de brillo. Abrió su boca pero la cerró casi al instante, sin terminar la frase que quería decir.


¿Qué querías preguntarme? —cuestionó relajándose mientras inhalaba y exhalaba grandes cantidades de aíre.


¿Tú sientes algo por Trafalgar?


 


• • •


 


 


CONTINUARÁ...

Notas finales:

Desde ahora gracias por darle una oportunidad a esta fanfic.


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