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Mi pequeño Cupido por Henta_Hime

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Notas del capitulo:

¡Hola! ¿cómo están? pasó mucho tiempo desde la última vez que publiqué algo, y esta pandemia por lo menos me sirvió para encontrar trabajos olvidados que me distraen un poco, así que, ¡aquí estoy!

Esta vez traigo un fluff en todo su esplendor. Sólo necesito azúcar en esta historia, así que eso es lo que van a encontrar. No va a ser dramática para nada, va a ser mi relax del mundo y mi necesidad de leer algo esponjoso y sencillo, ¡así que si se amolda a tu gusto bienvenido seas!

Espero que lo disfrutes~

Kohane bufa sobre su silla molesta mientras bebe otro sorbo de su jugo de naranja, analizando con suma dedicación al prototipo N.º 5 frente a ella. No es que le desagradara particularmente su sonrisa demasiado presente, o aquella melosa y confianzuda voz que usaba para dirigirse a ella, cosa que claramente jamás consintió, pero había algo que no le permitía aceptarlo del todo.

—¿Quieres un poco más de beber, Kohane-chan?

 Exactamente cuándo permitió ser llamada así, ¿eh?

—Todavía no me lo acabo –Responde con su voz mezcla entre la soberbia y la sobriedad. La sonrisa de prototipo N.º 5 flaquea un poco y tal vez, reconoce que está siendo un poco más arisca de lo que había planeado. Es decir, prototipo no estaba haciendo nada malo, la estaba tratando lo más amigable que podía. Pero bueno, ella no es una niña fácil después de todo. Y tenía que admitir que las ganas de tratarla un poco mal aparecieron en el preciso instante en que había atravesado el marco que separaba su casa del exterior. Y es que caer por primera vez a una casa ajena enganchada como pez al anzuelo del brazo de su papá, así tan confianzudamente, no le había gustado para nada.

—Claro, claro. ¿Algo de comer, entonces?

—Es mi casa, si quisiera algo de comer sólo tengo que levantarme y tomarlo, ¿no?

—Kohane –La aterciopelada voz de su único nexo en común con aquella mujer suena notándose la advertencia en su voz.

—¿Qué? tengo razón—contraataca sin vacilar enfrentando la mirada nocturna.

Él sólo le echa una mirada intensa que hubiese acobardado hasta al niño más valiente, pero no a ella. Oh, claro que no a ella. Kohane sólo tiene que sostener los ojos oscuros con sus azules unos segundos para lograr que su padre, Sasuke, retire la mirada resignado. Por favor, papá, a estas alturas deberías saber que esa mirada sólo sirve con el resto del mundo, no con tu pequeña hija favorita. Única, pero favorita.

—Vaya, tenemos a toda una pequeña fiera aquí ¿cierto? —Halaga la mujer que intenta por todos los medios ablandar a la niña.

Kohane se sonríe internamente con su pequeño pecho inflado de orgullo. Si esa bonita mujer pensaba que esto es una muestra de fiereza, se quedaba corta. A penas y está puliendo el terreno para dejar salir lo mejor de su arsenal. Porque podría tener sólo seis años y medio, pero sabe muy bien qué tipo de persona quiere como pareja para su papá y aquellas que no superaran sus pruebas no tienen siquiera el derecho de pisar su casa. Porque esas mujeres tienen que entender que, aunque su papá no tuviera una esposa, en ese hogar reina una figura femenina. Pequeña, que no llega bien a la perilla de la puerta y a veces necesita ayuda con sus tareas, pero con la suficiente autoridad como para descartar a cualquier individuo que no fuese de su agrado.

La pequeña princesa de papá.

Pero Sasuke tampoco es ningún idiota. Ve claro como el agua las intenciones de su hija, a ver, que de algún lado había sacado el ingenio sarcástico y prepotente y se siente orgulloso de decir que no fue precisamente de su madre. No entiende por qué se empeñaba en obligarle a organizar citas, si cada mujer que llevaba iba a ser tratada como un criminal en un interrogatorio. Aunque siendo honestos tenía que reconocer que debía darle crédito, tal vez gracias a que ella también es una niña, o a que tiene un maldito séptimo sentido que se lo dice, pero hasta él mismo sabe que aquellas mujeres no son lo que está buscando. Simplemente escoge a la que le parece más adecuada para cumplir con el trato que hizo de encontrar una pareja que le sacara la cabeza de los cientos y cientos de libros en los que vive hundido día a día. Ni siquiera se lo toma seriamente, sólo le da la oportunidad a Kohane de poder ser cruel con otra fémina más, lo que tampoco le parece del todo correcto, pero bueno. Al menos ella es feliz, ¿no?

El celular con melodía demasiado aburrida a oídos de la pequeña Uchiha resuena en su bolsillo y se disculpa un momento para atender la llamada. Supone que no pasará nada por dejarlas solas unos minutos, pero si tan sólo el inocente Sasuke hubiese ladeado un poco su cabeza lo suficiente como para captar la sospechosa sonrisa aflorando en los labios de Kohane, hubiese sabido que su suposición estaba tan acertada como quien afirma que la tierra es cuadrada. Esa sospechosa sonrisa de quien reconoce el momento que estuvo esperando desde que esa señorita cruzó el umbral de su puerta, con su perfume empalagoso, aunque rico y su lacio cabello castaño.

Corrobora fielmente su reloj, de muñeca y de pared, jurando que fueron sólo cuatro minutos; el registro de llamadas de su celular le afirma que, en efecto, han sido cuatro minutos y veintidós segundos. Cuatro minutos veintidós segundos en los que, al volver a la sala, se encontró con su primogénita bebiendo el jugo de naranja y zarandeando alegremente sus pies por sobre el sofá, pero ningún rastro de su cita. Piensa en abrir su boca para tratar de saber qué mierda pasó, cómo logró que en esos simples cuatro minutos veintidós segundos, la mujer hubiese desaparecido. Pero la sonrisa endiablada que no cuadra con sus ojos azules tan grandes y brillantes, le mata la pregunta en la boca. En fin, ni que hubiese dejado escapar a la modelo de sus sueños, después de todo, se la dejaría pasar esta vez. Como la vez anterior. Y la anterior. Y la anterior. Y… bueno, sólo se la dejaría pasar y punto.

—Sabes que estás incumpliendo tu parte del trato ¿cierto?

—No es cierto, yo nunca dije nada de fingir que me agradaran. Si me entrego amablemente desde un principio, andarías con una cualquiera a tu lado, papá. No quiero que una cualquiera sea mi nueva mamá.

Sasuke podría haberla regañado por usar aquel lenguaje que no le pegaba a una bonita y dulce criatura como ella, pero para él no existe debilidad mayor que ese demasiado tierno mohín que hace su hija durante un berrinche. Con sus rosadas mejillas infladas y su pequeño ceño ligeramente fruncido, esa pequeña niña precoz rompe toda su autoridad.

—Fue tu idea que organizara estas cosas, Kohane. Bien sabes lo poco que me influye estar con alguien en este momento, si por mí fuese, bien podría estar plácidamente sentado con un buen libro en las manos el resto de mi vida.

Kohane chasquea su lengua indignada. —Los libros no son tan interesantes como las personas, sólo son palabras en papel desgastado, con esa actitud jamás conseguirás gustarle a ninguna chica.

Sasuke la ve subir la escalera refunfuñando mientras trata de que la herida que acaba de ocasionarle sus palabras no deje una mancha de sangre muy grande en su pecho. No sabe si le duele más el hecho de que haya hablado con tanto desdén de su pasión por la lectura, o el hecho de pensar que su niña está creciendo demasiado para su agrado. Se ocupa de terminar de juntar las cosas desparramadas sobre la mesa antes de subir a acostar a Kohane, aunque quién sabe, tal vez está lo suficientemente grande ya hasta para arroparse por su cuenta. Trata de no pensar en ello para no herir su complejo paterno y opta por concentrarse mejor en que debe corregir los informes de sus alumnos de la semana pasada, mañana debe entregarlos sin falta y retrasarse con las notas no es siquiera una opción.

Gratificante es llegar al cuarto y encontrarla luchando ferozmente contra su pijama, quien cabe destacar venía ganando con una eficaz llave de lucha en su cabeza. Sonriendo se le aproxima y baja la camiseta hasta cubrirla, Kohane tiene su cara roja del esfuerzo y el pelo todo desordenado, pero le sonríe también antes trepar hasta su cama, abriendo el grueso edredón y aguardando a que Sasuke entendiera y viniera a acobijarla. Tras que ella soltara una suave risilla enternecedora cuando sus flecos le hicieron cosquillas al besarle la frente, se despide.

—No te esfuerces demasiado, papá.

~O~O~O~O~O~

Maldice por vigésima vez vaciando nuevamente todos los documentos de su maletín sobre el escritorio, como esperando que por arte de magia las otras veces hubiesen sido de prueba y ahora sí apareciera lo que está buscando. Lo que claro, no pasa. Quiere golpearse y, de hecho, lo hace un poco. Su reacción desesperada para sus compañeros es lo mismo que ver a un perro de tres cabezas y ocho colas bailando piruetas sobre un monociclo. Lo sabe por la forma absurda en que le miran, dudosos de si acercarse a preguntarle qué le pasa.

Haruno Sakura es la única valiente que se anima.

—¿Ocurrió algo, Sasuke-kun?

No, ¿sabes?, es sólo que parece que últimamente me ha dado por golpearme solo y actuar como si hubiese perdido la razón, sólo por llamar un poco la atención. Es divertido, deberías tratar. Quiso responderle, pero recalcula unos segundos y buscando la cordura de reserva cuenta hasta cinco.

—Olvidé las correcciones de unos trabajos en mi casa, tenía que entregarlos hoy para el examen del jueves y no puedo retrasarlo para la semana que viene porque el cierre de las notas es el viernes. Ah, mierda, me desvelé corrigiéndolos para nada –Respira hondo en un esfuerzo sobrehumano para que su voz no demuestre lo iracundo que está.

—¿Y por qué no le pides a Kohane-chan que te los traiga? tu casa no queda muy lejos de aquí ¿cierto?

Cierto. De hecho, podría ir a buscarlos él mismo, pero su clase empieza en quince minutos y no le alcanza para ir y regresar a tiempo. No es muy amante de que su hija de sólo seis años ande sola en la calle, pero deberá confiar al menos esta vez. Saca el celular de su bolsillo y lo mira unos instantes, contemplando alguna otra opción que evitase que su Kohane pisara la calle, pero no halla ninguna, así que suspirando largo y tendido marca el discado rápido en su celular asignado con el número de su casa y tras unos cortos pitidos Kohane descolgó.

—Residencia Uchiha, Kohane al habla.

—Kohane soy yo, escucha, tengo un enorme favor que pedirte ¿crees que podrías hacerlo?

—¿Papá? claro, ¿qué necesitas?

—En mi oficina olvidé unos papeles muy importantes que necesito que me traigas, están en un sobre, los reconocerás de inmediato.

—¿Quieres que te los lleve? ¿Me estás pidiendo que vaya a tu trabajo, sola?

Su aguda voz lejos de sonar como un reproche, para desagrado de Sasuke se oye demasiado emocionada con la tarea. Bueno, sí, admite que es ligeramente sobreprotector y no muchas veces la dejaba salir sin compañía de un adulto, de hecho, nunca había salido sola sin la compañía de un adulto. Tarda en responder replanteándose la petición, pero sabe que no hay otro remedio.

—Sí… ¿entiendes que no te pediría esto si no fuese de extrema necesidad, cierto?

—¡Sí! ¡No te preocupes papi, Kohane-chan entregará los papeles de inmediato!

—Por favor, ten mucho cuidado, mira bien para cruzar la calle y no hables con extraños, ¿entendiste? –Ah, mierda, ya se está arrepintiendo.

—¡Sí! ¡Iré corriendo lo más deprisa, nos vemos papi!

—¿Qué? ¡No! ¡No corras! ¡Kohane! ¡Kohane! –Inútil, ya el otro lado cortó la comunicación.

Sakura ríe divertida con la escena, cierto es que le gusta mucho el Sasuke impasible y elocuente, pero el lado sobreprotector que siempre le nace en presencia de su hija es condenadamente lindo.

—¿Está creciendo, ¿no?

No, ella no estaba creciendo, ella jamás crecería. Él se encargaría de que siempre fuese la pequeña niña de papá. Mataría a cualquier gusano que osara intentar robársela, de eso no tiene la menor duda. Quizás y sólo quizás, pudiera ir a la cárcel por eso, pero bueno, al menos quedaría en buenas manos, Itachi es un buen tío a pesar de su perversión obscena y ahora que tiene una misteriosa novia que todavía no se ha dignado a presentar, mejoró muchísimo más en el tema de su humanidad. Además, siempre tiene de respaldo a sus padres.

Ah… sólo esperaba que su decisión no hubiese sido un gran error.

~O~O~O~O~O~

Mientras tanto, a Kohane le es imposible quitar esa enorme y contagiosa sonrisa de su cara. No sólo se siente como una niña grande y responsable, sino que también podrá ver el lugar donde trabaja su papá. Lo vio por fuera varias veces cuando su tío Itachi la llevaba de sorpresa para sorprender a Sasuke, pero ahora iría sola y lo mejor de todo ¡es que podría entrar! Se había asegurado de tener el sobre que Sasuke necesita tres veces, inclusive lo abrió para reconocer el nombre de alguno de sus alumnos; porque su papá hablaba muchísimo de su trabajo, le fascinaba hacerlo y a ella le fascinaba escucharle relatar cualquier cosa con su perfecta voz aterciopelada de la que estaba tan enamorada (algo que jamás admitiría). Por fortuna reconoció el nombre uno de los que más hablaba: Uzumaki Naruto. No sabe qué clase de chico será, pero por la forma complaciente en que Sasuke le habla a Kohane de él, ella está segura de que es alguien muy inteligente, introvertido como su papá, tal vez. Un come libros como él.

Y el pensamiento la hace reír. Sería gracioso ver a alguien que se pareciera a su papá de esa forma. Pero también recuerda haberle oído decir que no destacaba tanto en otras materias como en sus sobresalientes ensayos. Aunque eso no le importa, porque Kohane sabe que su padre le tiene mucho aprecio a ese chico y lo sabe por la forma agradable y tranquila en que le habla de él. Su precoz cabecita mentiría si dijera que no le carcome cierta intriga por conocerle, y es que Uchiha Sasuke no es de los que se encariñan rápido con las personas. ¿Qué clase de chico sería? ¿Alguien serio como él? ¿Reiría poco también? Quizás sea pálido… ¡no, Kohane estás imaginando a tu papá! Sacude rápido su cabeza, la clase de su papá había comenzado hace diez minutos ¡tonta! Ajusta su cartera con forma de cabeza de rana y apresura el ritmo.

Sabe que su pelo perfectamente cepillado antes de salir es un desastre ahora, pero no puede parar a arreglarlo ¡se lo prometió! Ya logra ver la enorme puerta de la universidad, es mucho más grande cuando su tío Itachi no la cargaba entre sus hombros. Ya adentro elige por ir al salón de profesores, pero pensándolo un poco, desconoce totalmente dónde queda. No tiene idea de qué salón es en donde su papá trabaja tampoco, así que simplemente se mueve por instinto.

Mala idea.

Maldición, ¿qué dice? ¡pésima idea!

Su sentido de la orientación roza lo inexistente con mucha honra ¿por qué creyó que iba a funcionar justo ahora? Lleva más de diez minutos dando vueltas en círculos, pasó por la ventana que daba a ese gigantesco árbol cuatro veces ya, ¡cuatro! y ni siquiera hay alguien como para pedirle una indicación. ¿Es que acaso todos desaparecieron? Kohane aprieta la cinta de su bolso mientras sus pies van más rápido. ¿Por qué esto no era como los libros de cuentos que siempre lee, en donde un caballero en brillante armadura aparece para salvarla? Y aunque la respuesta hubiese llegado en ese momento, Kohane no podría haberla oído por los fuertes hipidos que tardan nada en volverse llanto, producido por la bonita caída de bruces al suelo gracias a un mal movimiento de sus pies. Su papá siempre decía que llorar no estaba mal siempre y cuando él estuviera cerca para contenerla, pero luego se disculparía porque ya no podía parar. Le dolía mucho su rodilla y estaba segurísima de que su nariz también estaba raspada, ardía mucho.

Genial. Estaba sola, perdida, lastimada, súper atrasada y ni siquiera había llegado a entregarle los documentos a su papá. Sí que la volvería a dejar salir de nuevo. Gran trabajo, Kohane. Gran trabajo. Estaba asustada, ¡papá…!

—¡Oh cielos! ¿te encuentras bien? ¿te duele mucho? ah, espera, aquí tengo un pañuelo sólo deja que…

Sus pestañas mojadas y sus ojos aguados siguen aletargados al nada feo chico que apareció como un milagro. El chico se ve agitado como si hubiese corrido un gran tramo, pequeñas sendas de sudor adornan su cara. Kohane piensa por dentro que el pañuelo anaranjado que está usando para limpiar con mucho cuidado su rodilla es realmente suave. Pero sigue derramando lágrimas, porque a pesar de la intención del joven misterioso su nariz y su rodilla arden y sigue estando perdida y de seguro ya es muy tarde y su papá necesita esos documentos y ella no pudo cumplir su palabra.

—¡Lo lamento! ¿te estoy lastimando mucho? soy bastante torpe por eso… oh no, no llores dime, ¿qué haces por este lugar, pequeña…?

—Kohane… mi nombre es Kohane —responde con demora, su voz congestionada cosquillea divertida en los oídos del joven, que evita soltar una risilla enternecida. —Estoy buscando a mi papá, pero me perdí y me tropecé y no había nadie cerca y mi papá no sabe hacer chocolate caliente, no puedo irme y dejarlo solo pero no puedo encontrarlo y tenía que darle los documentos y ahora me duele mi nariz y no sé dónde está y de seguro no me deje salir sola de nuevo y… y…

El chico agita su cabeza desesperado, Kohane llora demasiado fuerte. Su voz es tan aguda ¿es normal que las niñas tengan pulmón tan vigoroso siempre? No, una pregunta mejor ¿cómo es que nadie se daba cuenta de ese llanto y venía a ver qué estaba pasando?

—Kohane-chan, te ayudaré a encontrar a tu papá ¿qué dices? pero primero necesito que te calmes ¿sí? ten, puedes usarlo para limpiar tu cara, estoy seguro de que eres una niña mucho más linda cuando sonríes.

La pequeña Uchiha sabe que la regla Nº1 de su papá es no hablar con extraños, pero ese amigable chico no parece malo ¡tiene una sonrisa muy bonita! Y lo que acaba de decirle la hace sonreír también, una persona que te hace sonreír así no puede ser mala ¿verdad? sin mencionar que le había ayudado con su horrenda rodilla herida. Agradece el segundo pañuelo ahora blanco y lo usó para quitar el rastro de humedad en su cara. Su caballero de armadura dorada tiene una muy contagiosa sonrisa, resulta agradable a los ojos. Recuperando su compostura, limpia el polvo de su vestido lavanda y acomoda su bolso con sus mejillas rojas por las lágrimas, su nariz raspada y su rodilla algo sangrante todavía.

—Eso es, sí que te ves mucho mejor ahora. Como prometí, te ayudaré a buscar a tu papá —dice enérgico, mirando rápido su reloj, parece estar lamentándose algo en silencio, sin embargo, vuelve la mirada a ella. —Trabaja aquí, ¿no? Si me dices el apellido lo encontraremos en un momento, ¿qué dices?

Kohane le mira debatiendo con demasiada intensidad. Es claro que ese dato no es uno que vaya a darle tan fácilmente.

—Está bien, eres una niña muy precavida—concede medio riendo mientras piensa otra manera—. Mi nombre es Naruto, por cierto.

—¿Uzumaki Naruto?

No sabre decir quién emite más sorpresa en su voz, si ella al preguntar o él al escucharla.

—¿Nos conocemos de antes, acaso?

—¡Sí! bueno, técnicamente no, pero sé mucho sobre ti –el júbilo en su voz desconcierta más al rubio quién pregunta con sólo su mirada. —Mi papá habla muchísimo de ti, le gustan los ensayos que escribes y me los lee la mayoría de las veces, ¡tienes un gran talento! me gustó ese en que hablabas de Cenicienta. Papá me lee muchos cuentos de fantasía, son mis favoritos, por eso es por lo que me leyó tu relato ¡fue increíble! también me leyó un par más, pero tenían muchas palabras complicadas y esos no los entendí tan bien, como el de Romeo y Julieta, aunque fue igualmente bonito. Eres uno de sus favoritos ¿sabes? ¡Ah, pero no le digas que yo te dije! Se enojará si se entera, no le gusta que sus alumnos sepan que tiene un favorito.

Naruto ríe algo avasallado ante los cumplidos, él es una persona simple y sencilla por lo que halagos como esos sólo le hacen estúpidamente feliz y vulnerable frente a la intensa mirada azul profundo de la niña.

—Bueno, es todo un honor para mí que te haya gustado tanto mi trabajo, pero he de confesar que me siento algo en desventaja aquí. Tú sabes tantas cosas de mí y yo apenas sé tu nombre, algo injusto ¿no crees? Sin mencionar que me dices ser el favorito de mi profesor que, presiento, debe ser literatura, pero resulta que en mi particular caso tengo tres profesores distintos de esa misma materia.

Kohane sonríe.

—Mi nombre es Kohane, lo que ya sabías, tengo seis años y nací el dieciséis de septiembre, mi color favorito es el azul y mi fruta favorita la naranja. Mido un metro diez y mi literatura preferida es la de fantasía, mi pasatiempo preferido es cocinar. Mi papá tiene veintiséis años y cumple años el veinte de julio, su color preferido también es el azul aunque también le gusta mucho el negro, su fruta favorita es el tomate. Mide un metro setenta y siete y su literatura preferida es la antigua, la de guerreros, ninjas y samuráis. Sus pasatiempos preferidos son leer y el tea… y otros similares. ¿Hay algo más que quieras saber?

Naruto trata de procesar correctamente toda la información repentina, le entendió decir que tiene tan sólo seis años, ¿es normal que todos los de esa edad sepan hablar tan correctamente? él a los seis se preocupaba más por no romperse algún hueso saltando de los árboles.

—Eres buena para contar cosas, ¿está bien que me des tanta información sobre ti, siendo que acabamos de conocernos?

Kohane lo duda un momento, pero levanta su cabeza con total convicción.

—No di ninguna información personal, si ese es el caso. Además, no pareces ser una mala persona, tienes colores brillantes.

—¿Colores brillantes? ¿Y eso es bueno?

—¡Sí! —afirma rápidamente— los colores pueden decirte cómo es una persona. Papá por ejemplo, siempre usa colores negros u oscuros en el trabajo o cuando tiene que salir, pero en casa él se viste con colores muy lindos. Eso dice que él es una persona tímida y reservada fuera de su casa. Tú en cambio usas colores muy llamativos, lo que significa que eres alguien muy seguro de ti mismo y con una personalidad muy amigable. Atraes lo que sea alegre.

—¡Eso es increíble! ¿Dónde aprendiste algo como eso?

—Es una habilidad que tengo —responde hinchando su pecho de orgullo. La verdad es que no sabe cuándo o cómo lo había aprendido, simplemente es algo que se le daba. ¿Talento innato, le llaman? su papá solía decirle que ese era su “súper poder”.

—Entonces es como tu súper poder ¿no lo crees? —Kohane voltea sus ojos hacia él sorprendida. ¿Acaso podía leerle la mente? Naruto ríe totalmente maravillado con el análisis todavía, ya no tiene dudas de que no es una persona sospechosa para nada, ¡pensaba como su papá! ahora entiende por qué le gustaba tanto. —Y qué hay de tu madre, ¿cómo es ella?

—Mamá siempre vestía colores pasteles. Suaves. Por lo tanto, su personalidad era tranquila, sencilla y alegre. Era una mujer realmente hermosa ¿sabes? muchas veces me paro frente a su retrato sólo para grabar su cara, me gusta mucho su sonrisa. Su cabello era súper largo, ¡como Rapunzel!

Naruto hace una mueca de sorpresa cuando entiende bien qué está diciendo Kohane, pero aunque abre su boca nada sale de ella, sólo aprieta un poco más su pequeña mano reafirmándole que era una niña sumamente impresionante. Mientras, analiza con cuidado cómo hará para ayudarla y atender a su clase a tiempo, está llegando excesivamente tarde y su profesor no es precisamente conocido por tolerar las llegadas tarde. Tal vez puede aprovechar de acercarse primero a la sala y explicar la situación.

—Kohane-chan, ¿me acompañarías un momento hasta mi clase? tengo que hablar algo con mi profesor, tal vez tengamos suerte y te reconozca también.

Kohane accede rápidamente así que hacia allá se dirigen. 

—Mi aula es aquí, aguárdame un momento ¿sí? 

Naruto desliza con discreción la puerta, él tendría que estar en esta clase ahora mismo, hace veintidós minutos, por lo que es un poco vergonzoso también. En cuanto su melena rubia asoma la puerta se gana la mirada de su profesor curiosa y por qué no, crítica.

—Uzumaki Naruto, veinticinco minutos tarde.

Lo sabía. Más tiempo incluso del que había llevado la cuenta, su reloj se había atrasado de nuevo, ese cacharro. Naruto se muestra algo incómodo por la mirada de todos sobre él, puede sentir a Kiba riéndose allá en el fondo.

—Lo siento, tuve un improvisto ¿podría… venir un minuto, por favor? —el profesor está por responder algo elocuente, pero sus ojos captan una muy familiar cabellera oscura revoloteándose tras las piernas de Naruto, casi se teletransporta hasta allí ante la mirada curiosa de sus compañeros.

Espantada está su cara al ver el estado de Kohane, sus ojos paternos son un radar que localiza anomalías en ella, por lo que ni una milésima de segundo necesita para reparar en su rodilla roja con rastros de sangre seca, su nariz raspada, su pelo enmarañado y la todavía residual humedad en sus largas pestañas. No puede flaquear frente a sus alumnos, así que rápidamente cierra la puerta con un poco más de fuerza de la debida, quedando él del lado de afuera junto con Naruto y Kohane.

—¿Qué sucedió cómo te lastimaste así? ¿te duele mucho?

Naruto entiende rápidamente que al parecer es él a quien la niña buscaba. La pequeña esconde su cara ante las preguntas, apenada. —Fue porque viniste corriendo, ¿no es así? te dije que debías tener cuidado Kohane, ¡pudiste haberte lastimado seriamente!

Kohane hunde más su cabeza aceptando muy merecidamente el regaño. Ella sabe que debe tener mucho más cuidado estando sola, pero sólo quería llegar a tiempo para ayudar a su papá, eso no estaba mal ¿verdad? ¿por qué él le estaba gritando? Sasuke lo comprende también al ver que Kohane está ganando mucho brillo en sus ojos. Suspira completamente resignado y palmea con cariño y suavidad su cabeza, acomodando un poco su pelo.

—Está bien, está bien, no llores. Lograste llegar por ti sola, eso es algo grandioso ¿no crees?

—¡De hecho, Onii-chan me ayudó a llegar! —exclama ella con sus mejillas enrojecidas. Sasuke contiene un desagradable gesto de sorpresa. ¿Con quién se había hablado su pequeña princesa? ¿quién jodidos diablos es Onii-chan? —¡Él fue muy amable ¿sabes?! se detuvo a ayudarme cuando me caí y logró que parara de llorar, luego me trajo hasta aquí. ¡Onii-chan es grandioso!

Naruto escucha mezcla del horror y la pena luchando en su cara. ¡Le había llamado Onii-chan enfrente de su profesor, quedaría completamente sospechoso que un tipo de veintidós años anduviera solo con una niña tan pequeña! un horrible chillido agudo raspa su garganta cuando los penetrantes ojos de Sasuke se enfocaron por primera vez en él. Naruto siente su corazón latiendo a mil. ¿¡Qué iría a decir?!

—¿Tú la ayudaste?

—¡S-SÍ! —Responde acelerado, casi gritando, usa unos segundos para intentar regular su voz. Sasuke se puso pie y ahora se encontraban frente a frente. ¡Iba a golpearle! ¡Iba a golpearle por hablarle osadamente a su hija de seis años! O peor aún ¡¡iba a reprobarle la materia!!

—Muchas gracias, me disculpo por todas las molestias ocasionadas —Sasuke se inclina en una cortés reverencia hacia Naruto. Kohane mira aferrada a la pierna de su papá.

—¡Oh no! ¡por favor, no se disculpe! no fue ninguna molestia, ella es una niña muy agradable en verdad, ¡q-quiero decir, no agradable de una manera sospechosa, sino agradable como una niña normal! —Sasuke alza una ceja curioso, incentivando el extremo nerviosismo. —¡L-lo que quiero decir e-es que…!

Pero su risa le detiene, lo mira con sus ojos muy amplios, incapaces de creer lo que ve (y oyen). Es la primera vez que escucha la risa de su profesor, suena contagiosa y linda. Linda… ¿quedaría bien que usara esa palabra para clasificarlo? Ah, pero es ciertamente relajante, tanto así como para ayudarle por fin a relajar sus tensos hombros y respirar más normalmente. Tras la pierna de su padre, Kohane no pierde ni un mísero detalle. Ella será torpe, llorona y desorientada por nacimiento, pero tiene una sagacidad y muchos más sentidos que sólo cinco. Ella ve cosas que a ojos ajenos pasarían completamente desapercibidas.

Y ella sin dudas, lo notó.

Endulza su voz con la miel más empalagosa, tironeando del pantalón de Sasuke y batiendo sus larguísimas pestañas con un grácil encanto.

—Papi, si no regresas ahora tus alumnos se van a preocupar no crees, ten, aquí está lo que me pediste —le entrega los tan nombrados informes corregidos, muy bien acomodados dentro de un pulcro sobre.

—Es verdad, muchas gracias por traerlos para mí, Hane-chan.

Ama cuando Sasuke la llama así, le abraza sus piernas con fuerza dejándose acariciar el cabello por él. —Tienes que hacer algo con esa rodilla, no vas a volver a casa así. Y no te lo estoy sugiriendo —advirtió ante su futura protesta picando en su lengua—, Sakura está en la enfermería, quédate con ella hasta que termine mis clases, te recogeré en cuanto pueda. Sólo tienes que caminar derecho y encontrarás la sala al final del pasillo, ella sabrá qué hacer con tus lastimaduras.

Sasuke se inclina lo suficiente para besarle la coronilla y hacerla caminar mientras él la ve, no va a correr el riesgo nuevamente de que se pierda. Antes de irse finalmente, Kohane se voltea y con una amplia sonrisa brillando en su cara se despide de Naruto agitando su mano, también rasponeada, con un hasta pronto. Y cuando ya nadie vio su perfecta carita, la picardía lució. Sus ojos afilados denotan el intrincado plan que su cabeza venía ideando. Su boca curva en la sonrisa más traviesa de sus seis años de edad le da un pequeño y súbito escalofríos a Sasuke en la lejanía.

Y mientras que en el padre latía un reciente mal presentimiento, en la hija se estaba desarrollando uno de los mejores, más perfectos y divertidos planes que jamás hubiese imaginado.

El pequeño Cupido iba a entrar en acción.

Notas finales:

¿Qué les pareció el comienzo? me divierto mucho escribiendo esta clase de historias así que espero que puedan disfrutarla como yo, la miel va a venir en los próximos capítulos, lo prometo. También van a aparecer más parejas en cameo (?) si alguna vez leíste alguna historia mía seguro descifres rápido cuáles.

¡Hasta la próxima!~


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