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Rara Bien por Parepi_

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Notas del fanfic:

Escribí esto luego de escuchar una canción de Rupatrupa con el mismo nombre, realmente me entró un momento de inspiración increíble en ese momento. A quienes le han dado una oportunidad para leerlo: espero que les guste :)

Notas del capitulo:

Fue más difícil de lo que parecía en un principio
No quise quererla pero acostumbre a mis manos a tenerla cada noche
Fue mas feroz el amor de cuatro días que el de años
Fue tan veloz y se suponía que se acabaría sin hacernos daño

Estaba visitando ese lugar con frecuencia, más de la que me hubiera esperado y más de la que me gustaría, una abogada de renombre como yo corría riesgo de perder su reputación y confiabilidad en el trabajo si alguien me viera entrar a este bar.

No, asistir a bares no es malo, todos lo hacen para pasar un buen rato, el problema era asistir a este bar en particular. Moonstone, o Moons como solían llamarlo, era un bar con mala fama no solo por la asistencia de gente de mala vida, tráfico de drogas y el rumor de que su dueño era un mercenario, sino también por el servicio “especial” que daban sus camareras.

Alrededor de 12 chicas trabajan en aquel lugar, ninguna pasaba de los 25 años ni los 65 kilogramos, todas eran muy llamativas a la vista, desde su rostro hasta su cuerpo, todo era simétrico y esbelto, pareciera que encajar en el estereotipo popular de belleza era un requisito para trabajar ahí. Algunos días había unas caras nuevas, otros días veías menos chicas de lo usual, pero por lo general estaban al menos 7 chicas por noche, todas como meseras paseando en el bar ofreciendo tragos y…otros servicios. Y por si alguien aún es demasiado lerdo e inocente para comprenderlo, sí, esos otros servicios eran de temática sexual: sexo oral, penetración e incluso, por un jugoso precio, un trío.

¿Cómo es que este lugar no había cerrado todavía si casi toda, por no decir absolutamente toda, la ciudad sabía de él? Fácil, con un poco de dinero, contactos y amenazas puedes lograr que las autoridades hagan de la vista gorda con muchas cosas, este local y la prostitución que había en él era una de ellas.

Ahora, ¿por qué estoy aquí? Me he hecho esa misma pregunta los últimos tres días que he estado viniendo, regañándome a mí misma cada paso que daba, insultándome internamente cada vez que me pido un trago, sintiéndome como basura cuando ella finalmente llega a mi lado y toma mi mano para llevarme a una habitación del segundo piso. Lo olvido todo cuando ella se desviste y se sienta en mi regazo, en ese instante me concentro solo en besar sus pechos y apretar sus muslos, buscando complacerla más que complacerme, haciendo que grite el nombre falso que le di mientras con mi lengua exploro cada parte de su intimidad. Son solo tres horas que parecen eternas, pero, a su vez, parecen haber pasado extremadamente rápido una vez se levanta de la cama. Y es ahí, cuando dejo de sentirla a mi lado, que me vuelvo a sentir una escoria, que mi cuerpo vuelve a ser consciente del sitio y se siente sucio de estar en la cama de aquel lugar. Y me voy, me voy con la promesa de que esa fue la última vez, de que aquel último orgasmo con ella fue el final; sin embargo, al día siguiente no hago más que pensarla y termino yendo otra vez al infierno, internada en un ciclo sin fin.

Empezó hace poco más de una semana, me encontraba sumamente estresada por un caso, este solo le alargaba cada vez más y parecía difícil ganar el juicio; sumado a esto, mis sentimientos estaban hechos un caos por la reciente separación que tuve con mi expareja. Justo cuando pensaba pedirle matrimonio con una tierna serenata luego de haber tenido una cena romántica y una apasionada sesión de sexo, ella me suelta que ya no siente lo mismo y que estaba comenzando interesarse en otro.

No podía más.

Un amigo, uno que conozco desde la secundaria, lo notó y me propuso salir a distraerme una noche para quitarme el estrés. La verdad no tenía mucha motivación para hacerlo, pero me pareció mucho mejor que quedarme en casa viendo un programa malo de cuarta. No me dijo a dónde ni qué iríamos, su única indicación fue que me vistiera casual sin nada que resaltara mucho a la vista. Esperaba que me llevara a comer un buffet, de salida con unos amigos, a un centro de videojuegos o algo por el estilo, pero no que me llevara a Moons.

Mi cara lo decía todo cuando aparcó el coche, pero él se me adelantó a cualquiera de mis reclamos y solo me pidió darle una oportunidad, que pensara en ello como una locura de una vez en la vida. Tenía mil razones para negarme, y de hecho dije algunas como si estuviera en pleno juicio, pero Mike siempre fue bueno convenciendo y, especialmente, convenciéndome, su sonrisa ganadora al salir del auto solo me hizo odiarlo y odiarme a mí por seguirlo.

Él ya parecía familiarizado con aquel lugar, incluso saludó algunas personas, sino lo conociera de años pensaría está metido asuntos realmente turbios, pero sé que Mike solo es estúpidamente sociable y se junta con todo tipo de personas. Me guio hasta la barra del bar y me ordenó un trago, esta noche iba por su cuenta. Fuera del bartender que nos atendió y los gorilas de la entrada, no vi a ningún otro hombre, todas eran chicas jóvenes vistiendo un revelador y corto uniforme yendo de un lado para otro llevando tragos.

La música no estaba alta, servía como música de ambiente; la luz era tenue, si bien estaba oscuro se podía ver el lugar gracias a distintas luces ubicadas estratégicamente en el techo. Además de la barra en que nos encontrábamos había otra en el lado opuesto del lugar, también atendida por un hombre, había algunas mesas y sillones, más al fondo pude ver una especie de pasarela con un tubo en la parte de adelante. Se me revolvió el estómago del asco que me daba imaginar los shows que se daban y, sobre todo, la mirada lascivia de los hombres al verlo.

Quería irme, iba a irme, ese lugar en lugar de aliviarme el estrés solo estaba aumentando mi malestar y molestia. Me levanté de la barra sin importarme que Mike estuviera en plena plática conmigo o que mi sangría gratis estuviera intacta, ya había soportado media hora de esa locura, para mí era más que suficiente. Caminé tratando de ignorar todo a mi alrededor, no quería ver más nada más, pero no estar atenta tuvo consecuencias, pues choqué con alguien que al parecer también tenía prisa al caminar, cayendo ambas en el suelo. Estaba harta y aquello solo me enervó más, tenía pensarlo gritarle mil y un insultos por no fijarse, pero cuando ella posó sus ojos en mí cada injuria que iba a lanzarle murió en mi garganta.

Frente a mí estaba una verdadera belleza, una diosa. Tenía una piel clara y que parecía suave al tacto, un cabello negro y lacio hasta los hombros, unos ojos azules claros que me miraban entre curiosos y molestos, una nariz perfectamente perfilada, unas mejillas pintadas con un ligero toque de carmín y unos labios brillantes y carnosos delineados por el rojo más tentador y antojable que alguna vez vi.

La garganta se me secó tanto que maldecía el no haber tomado aquella sangría, quería decir algo, pero las palabras no me salían. Solo me quedé ahí viéndola en silencio como una estúpida hasta que Mike llegó a mi lado para ayudarme a la par que una compañera suya la ayudaba a ella. Al estar de pie me di cuenta que teníamos casi la misma altura, solo le llevaba uno o dos cm.

Volvimos a mirarnos luego de asegurar a nuestros respectivos salvadores que estábamos bien, examinándonos mutuamente con nuestros ojos. Yo estaba idiotamente embelesada por ella observándola, pero no supe descifrar el tipo de mirada que ella me dio, sus ojos parecían entrenados para transmitir inexpresividad. De no ser porque su compañera la llamó de vuelta al trabajo hubiéramos seguido así otro largo rato, regalándome antes de irse una discreta sonrisa que no supe interpretar, pero alteró todos mis sentidos.

Pensé en hacer la segunda locura de la noche, ir y abalanzarme hacia ella, estuve a punto de hacerlo, pero la voz de Mike me devolvió a la realidad en el último segundo. Estaba hecha un caos, tenía que salir de aquel lugar antes de que en serio haga una locura, no podía permitirme hacer estupideces en un sitio como ese, alrededor de personas como esas, tenía una reputación que mantener. Convencí a Mike y, finalmente, nos fuimos.

Ni ese día, ni el siguiente, ni el de después pude quitarme a esa chica de la cabeza, sus ojos azules seguían apareciendo cada noche en mis sueños, su roja sonrisa y tentadores labios azotaban mi memoria cada vez que tenían la oportunidad.

Me estaba volviendo loca.

Al cuarto día no lo soporté más, no podía hacer bien ni mi trabajo ni otra cosa mientras no solucionará el lío de mi cabeza, así que volví a ese bar. En mi auto repasaba el plan que había ideado: entrar, encontrar a la chica de ojos bonitos y sonrisa coqueta, hacer lo que tenía que hacer para satisfacer mi capricho e irme de ese lugar para siempre. Me sentía como escoria pensando de esa manera, una completa basura por solo pensar en aquella hermosa mujer como un capricho, pero no es como si pudiera imaginar algo más. Respiré hondo y, luego de comprobar que llevaba una buena cantidad de dinero y una barra de chocolate para comer luego de que todo acabara, salí de mi auto.

En lugar estaba igual que la primera vez, chicas yendo y viniendo y hombres bebiendo y fumando. Me aproximé a la barra y pedí un agua mineral, iba a conducir de regreso y no quería tomar ni una sola gota de alcohol. Esperé por casi una hora hasta que finalmente la vi apareciendo por unas escaleras, su negro cabello se encontraba un poco despeinado, pero luego de alisárselo un poco con la mano el desorden desapareció casi por completo. Caminó a la barra del lado opuesto, cogió un catálogo de los tragos y comenzó a acercarse a los clientes para ofrecer bebidas, me enervé cuando un tipo descaradamente le acarició el trasero, pero ella ni se inmuto, se limitó a apartarlo y volverle a enseñar el catálogo. No sabía si admirarla o sentir pena por ella por parecer acostumbrada a esa situación, tal vez era una mezcla de ambas.

No me notó, pareciera como ella estuviera asignada a quedarse cerca la barra del lado opuesto. Además, incluso si me hubiera visto, dudaba que me recordara. ¿Quién lo haría? Solo chocamos, no hablamos ni nada, no recordarme es lo más lógico, yo la recuerdo a ella porque es hermosa, pero no creo que ella lo haga conmigo, sé que estoy bien para los 34 años que tengo, pero no tengo un rostro realmente excepcional.

Es cierto, ella no me recordaría, no tenía razón para hacerlo, ¿por qué siquiera tenía esperanza en que lo hiciera? Ni siquiera tenía sentido mi presencia en aquel lugar, era el típico lugar que odiaba repleto del tipo de personas que aborrecía. Solo por una chica como ella, alguien que ni conozco, pero cuya belleza me ha cautivado, soy más superficial e infantil de lo que pensé, encaprichándome así por una completa desconocida.

Terminé el agua mineral y me levanté dispuesta a irme, no tenía ningún asunto relevante que atender en ese lugar, tenía que largarme rápido antes que mi fría cabeza se vuelva a calentar cuando la vea otra vez. Sin embargo, como si se tratara de un deja vu, cuando estaba por irme choqué con alguien y volví a caer. El destino era un mal chiste a veces, haciéndome chocar con ella otra vez, que gran segundo encuentro.

Ella levantó la mirada molesta, pero apaciguó su expresión cada segundo que pasaba observando mi rostro, formando una juguetona y curiosa sonrisa a los pocos segundos.

¿Me recuerda?

Quise preguntárselo, pero antes de poder decir algo otras camareras se acercaron a ayudarnos. Nosotras no despegamos nuestras miradas, sentía que nuestros ojos estaban teniendo una conversación secreta e indescifrable, y me sentí celosa de mis pupilas.

– ¿Es costumbre tuya chocar así con las personas?

Su voz parecía dulce susurro aterciopelado que lograba erizarme la piel, me recordó al suave ronroneo de un gato, con el mismo efecto relajante y cautivador.

– Parece que contigo se convertirá en una.

Sonrió satisfecha con mi respuesta, se sacudió el polvo que el suelo había pegado a su uniforme y luego volvió a mirarme fijamente, extendiendo el catálogo de tragos que llevaba para mostrármelo.

– ¿Gustas tomar algo, señora torpeza?

– Conduciré luego, así que no.

– Cuanta seriedad –volvió a sonreírme, yo volví a suspirar–. Y… ¿qué te parece otra cosa que no tenga alcohol?

Pensé que se refería a pedir otra agua mineral, pero cuando bajé la vista en el catálogo que me ofrecía vi que en este no estaba el precio de los tragos, sino un precio por hora. No lo capté al principio, o tal vez solo me hice la tonta, pero su juguetona sonrisa y sus ojos mirándome entre coquetos y lascivos me hizo entender perfectamente a lo se refería. Volví a mirarla a los ojos y luego volví a ver los precios, eran absurdamente altos, pero para mí no eran problema. Tragué grueso y me aguanté las ganas de besarla ahí mismo.

- ¿Se puede pagar con tarjeta?

No me contestó, solo amplió su sonrisa y tomó mi mano, me guió por todo el sitio hasta una puerta escondida que estaba en la esquina más oscura del lugar, la abrió y esta nos dio pase a unas escaleras. Las subimos luego de que ella volviera a cerrar la puerta y llegamos al segundo piso, era solo un largo pasillo con un montón de puertas a cada lado, cada una con un número grabado, supongo que cada una tiene una habitación asignada para estas cosas. Llegamos hasta una que tenía grabado el 71, sacó una llave para abrir y nos adentramos en la habitación.

Parecía una típica habitación de hotel: una cama doble, mesa de noche a cada lado, una planta en una esquina para adornar y otra puerta que, dado que estaba abierta, pude ver que era un pequeño baño. Me adentré en la habitación viendo cada detalle, pero cuando escuché que ella volvió a cerrar la puerta con seguro me volteé a verla.

Ella estaba a menos de un metro de mí, me observaba de arriba a abajo con una juguetona sonrisa y una mirada indescifrable. Comenzó a caminar hacia mí mientras desabotonaba su camisa, dejando al descubierto sus pechos cubiertos por una sexy lencería negra e inmediatamente mis ojos se posaron ella, sintiendo seca mi garganta. Cuando estuvo a menos de un paso de mí posó sus manos en mi chaqueta, buscando quitármela.

– No solo mires mis senos -ronroneó cerca de mi oído tan lento que me pareció una hermosa tortura–, eres libre de hacer con ellos lo que quieras, señora torpeza.

No lo dudé, ni bien mi chaqueta cayó al suelo la tomé de la cintura y me abalancé a sus labios, besándola con desesperación y una ridícula pasión contenida, embriagándome con su saliva y el sabor fresa de su pintalabios. Mi lengua asaltó la suya sin piedad, pero ella era una experta, supo responder mi frenético beso con maestría mientras trataba de quitarme ahora la camisa que traía; mis manos no se quedaron atrás, la despojé de su blusa por completo e, inmediatamente, también de su sostén, dejando sus pechos al aire y a la completa merced de mis ansiosas manos.

Acaricié sus pezones sin dejar de besarla ni un segundo, regocijándome y mojándome cada que un gemido suyo moría en mi garganta. Dejé sus pechos y llevé mis manos a su trasero, acariciándolo por encima de la falda de su uniforme, hice un poco de fuerza para poder levantarla firmemente y llevarla hasta la cama. Estaba ansiosa por probarla, por besar cada parte de su cuerpo, sí, pero aquello no era razón para ser una bestia, me aseguré de depositarla suavemente sobre la cama, separando por primera vez nuestras bocas cuando su espalda tocó la tela. Nos quedamos mirando ensimismadas, sonrojadas, agitadas, excitadas. Ella me sonrió otra vez y no pude hacer otra cosa que imitarla torpemente, ella era tan jodidamente hermosa, me dominaba completamente y ella lo sabía. Ella podría ganarse fácilmente la vida como modelo, lejos de esta vida, lejos de este lugar de mierda, ¿por qué estaba aquí?

– Sin preguntas en la habitación del sexo –además de hermosa, tenía telepatía, que mujer–. ¿O acaso me vas a decir que cambiaste de opinión, señora torpeza?

– Deja de llamarme así, tengo un nombre.

– ¿Y cuál es?

No iba a decírselo, aunque quería, tenía que cuidar mi reputación.

– Remi.

– Pues Remi, déjame decir que, aunque cambies de opinión, el llegar hasta aquí tiene precio.

– No he cambiado de opinión.

Y volví a besarla con desesperación, tenía la extraña necesidad de fundirme con ella.

¿Cómo se puede desear tanto a alguien que conociste hace menos de una semana?

Lo hicimos, y lo hicimos mucho, no puedo contar las veces que la hice venirse ni las que ella me hizo venirme, la cantidad de veces que besé su cuerpo y ella besó el mío. Lo hubiéramos hecho mucho más, pero ya había pasado el tiempo límite de tres horas. Fue increíble, cada momento fue más que increíble, estaba jodidamente cansada pero satisfecha, no sé si era porque no lo había hecho en un tiempo o solo estaba fuera de forma. Lo único malo fue que no podía morderla, pues podía dejar una marca en ella, eso realmente me frustró. 

Yo aún podía quedarme un rato en la habitación para bañarme y arreglarme, pero ella ya tenía que volver a servir bebidas allá abajo, por lo que ya vestía su uniforme luego de haberse dado una ducha rápida. Mientras se ponía los zapatos me explicó cómo debía efectuar el pago, había dos ceros en esa cifra, pero joder que lo valió.

– ¿Puedo hacerte una pregunta?

– Sin preguntas en la habitación del sexo.

– ¿Ni siquiera tu nombre?

Volteó a verme y, luego de observarme en silencio unos segundos, me sonrió. No me molestaría ver esta sonrisa todos los días, es más, estaría encantada de ello.

– Y luego me dices que no te llame señora torpeza –soltó una ligera risa y quedé aún más encantada por ella, y eso que me parecía imposible–. Aquí.

Señaló su uniforme y pude ver un bordado en el bolsillo derecho que descansaba sobre su corazón. Se llamaba Alex, o al menos ese era su nombre en aquel lugar, no me parecería raro que también haya inventado uno.

Ella se fue y, luego de 10 minutos, me fui yo. Bajé por las escaleras escondidas de antes y me acerqué a realizar el pago, estaba tentada a levantar la vista y buscarla entre toda la gente que había, pero sentía que sí lo hacía terminaría quedándome más tiempo en ese lugar, y ya había hecho un gran gasto en menos de cuatro horas. Abandoné Moonstone, subí a mi carro y conduje hacia mi hogar mientras comía el chocolate, pero comparado a los labios de Alex, el chocolate de leche me supo amargo.

Pensé que el asunto estaba zanjado, que finalmente había acabado el capricho que tenía con esa chica de ojos coquetos, pero el día siguiente se me hizo una tortura, y el día después de ese no mejoró en lo absoluto. Alex simplemente no salía de mi cabeza, ahora parecía incluso peor que antes, era solo cerrar los ojos y recordar su cuerpo retorcerse bajo el mío, eso erizaba cada parte de mi piel y, de manera automática, terminaba excitada.

Acababa de caer ante la tentación de una dulce droga y ahora parecía que no tenía cabeza para algo más.

Me contuve todo lo que pude, traté de concentrarme en otras cosas, probar nuevos pasatiempos, pero el cuarto día no pude aguantar más la abstinencia. A las ocho en punto de la noche ya estaba estacionada frente a Moonstone, me convencí a mí misma que esa sería definitivamente la última vez, me lo repetí mil veces en el camino, y mil veces más cuando bajé del coche y me encaminé al bar. Sin embargo, al entrar y encontrarme con esos ojos azules y esa coqueta sonrisa sabía muy bien que era una tonta mentira, esa no sería la última vez que vaya, ni siquiera estaba cerca de serlo.

Notas finales:

Dudo que haya una continuación, pero no descartaré la idea xd
¡Hasta otra!


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