Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Disforia por Daena Blackfyre

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este fanfic me llevó mucho trabajo. Llevo un año entero. Tres veces lo reescribí y lo edité como un millón más. Aun así, estoy orgullosa del resultado. Al principio, Ace no iba a ser trans —el fanfic cambió mucho en el proceso de escritura—, pero Annie de Odair me sugirió la idea y me gustó mucho. Sin embargo, yo soy muy exigente conmigo misma y me esforcé para crear una representación lógica y con sentido, aunque sigo sin estar segura si lo logré. De todas formas, amé hacer esta historia y espero que quien la llegue a leer la ame de la misma forma. Quizá alguien se sienta ofendido por los temas que toca, pero nunca fue esa mi intención. Yo comencé este proyecto queriendo que fuera algo lindo, lleno de fluff y no sé cómo se conviritó en esto, pero lo amo.

Agradezco con todo mi ser a Annie de Odair con su apoyo y amor, que sin ella no llegaría a hacer a estos monstruos hasta el final. Es el padre de esta historia. También muchas gracias a mi hermoso amigo ChainedKura, quien se leyó toda esta historia y me dio sus honestas opiniones y críticas para poder mejorar. Los amo y muchas gracias por bancarme.

Tags: Trans Portgas D. Ace. Fluff and Smut. Family Fluff. Hurt/Comfort. Angst. Depression. Gender Dysphoria. Gender Issues. Body Dysphoria. AU Modern.

Sin más comentarios, disfruten de la historia.

Disclaimer: One Piece no me pertenece, es de Eiichiro Oda.

La escuela era una mierda. Ace aún se preguntaba cuán necesario era ir, pero la voz del viejo Garp resonaba en su cabeza cada vez que pensaba en faltar. No quería que el anciano lo molestara si se enteraba que no estaba yendo. Sin embargo, sentía que perdía el tiempo dentro de ese sistema educativo retrógrado con imbéciles que sólo buscaban excluirlo o sobresaltar de formas ridículas las cosas que le disgustaba de sí mismo. Todo eso le parecía completamente innecesario. Ace ya se había hecho mala fama golpeando a todos los que lo molestaban en la escuela. Se había vuelto arisco y huraño, como un animal salvaje y solitario, pero así le gustaba.

Apenas pasó por la puerta de la casa, lanzó la mochila a un rincón y suspiró. El olor a comida le hizo rugir el estómago y el ruido fuerte de la televisión le llenó los oídos. Dadan estaba en casa.

—¿Eres tú, Ace? —Oyó la voz de la mujer viniendo de la cocina y allí fue.

—¿Quién más va a ser? —espetó entrando y ella le miró con reproche por su mala forma de responder.

—Siéntate que la comida se enfría —dijo con una voz que casi sonó como un gruñido, pero así hablaba ella y estaba tan acostumbrado que ni se inmutó.

Ace se sentó en la mesa, miró la telenovela que estaban pasando y puso una mueca de disgusto.

—¿Alicia aún sigue mintiendo? —preguntó asombrado mientras un plato humeante de espaguetis con salsa se mostraba frente a él.

—En los avances parecía que Aldo se iba a enterar de la verdad, pero lo estirarán lo más que puedan —explicó la mujer mientras buscaba un cigarrillo para llevarlo a su boca y encenderlo.

—Qué mierda, sólo quieren robar—espetó Ace y Dadan estuvo de acuerdo con él. Algo que apreciaba de la mujer, era que ella no lo recriminaba por decir groserías, aunque quizá fuese la persona de quien las aprendió—. Raquel es una imbécil.

—Oye, mejoró mucho su actuación.

Prefirió atragantarse con la comida antes que contestar.

Esto era algo rutinario. Siempre que Ace llegaba de la escuela, Dadan le daba de comer y comentaban la estúpida telenovela de turno. Odiaba esas ficciones, pero luego de verlas todos los días terminaba conociendo la trama, los personajes y sus conflictos; cosa que quizás hacía que odiara más dicha programación. Sin embargo, no era tan malo compartir ese momento con Dadan.

Desde que tenía memoria, la mujer había cuidado de Ace. Nunca conoció a sus padres. Garp lo había adoptado de bebé y sabía que sus progenitores biológicos habían muerto. El viejo era policía o algo así, así que se iba por meses y, como no podía dejar a un niño solo, Dadan se hacía cargo de él. Sabía que ambos tenían alguna especie de arreglo extraño, pero nunca había llegado a entender cuál. Tampoco le interesaba mucho. La vieja no era mala, sólo un poco espeluznante y bruta, pero nunca se comparaba a Garp en ese sentido.

Ace se preguntó cuánto hacía que no veía al anciano, ¿tres o cuatro meses? Seguro pronto regresaría. ¿Vendría Sengoku con él? Realmente le gustaría verlo, y a Rosinante también.

—Voy a salir, mocoso —informó Dadan luego que se acabó su cerveza, se fumó casi el atado completo y la telenovela acabó—. Debo ir al negocio —Señaló con un dedo acusador a Ace—. No hagas ningún problema y quiero todo limpio para cuando regrese.

Puso los ojos en blanco al oírla y suspiró. Esas amenazas no surtían ningún efecto en él, pero la mujer seguía haciéndolas por más que sabía que haría lo que quisiera. Era consciente que Dadan tenía algún trabajo turbio o ilegal —razón por la cual creía que Garp la extorsionaba para cuidarlo—, pero nunca supo qué. Por más que vivieran en la misma casa, Ace no se cuestionaba lo que ella hacía, era su asunto. Pasaba bastante tiempo solo en esa casa cuando Garp no estaba de visita. Sin embargo, Dadan solía compartir con Ace, al menos el suficiente tiempo para verificar que el niño siguiera con vida, junto con sus esclavos o subordinados Dogra y Magra quienes también formaban parte de ese habitáculo.

A pesar de tener apenas 10 años, había aprendido a ser bastante autosuficiente y no morir al quedarse solo. La casa no era demasiado grande ni lujosa, pero sí acogedora. Estaba su habitación, la de Dadan y otra extra que a veces usaba Garp cuando venía, que casi siempre estaba vacía; además de la cocina, baño y comedor. Ace sospechaba que Dadan hacía dormir a Dogra y Magra en el patio como si fueran perros, pero nunca lo pudo comprobar.

Luego que la mujer se fuera, Ace arrastró los pies a su cuarto no muy bien ordenado y se cambió de ropa para salir. No planeaba quedarse aburrido en ese lugar, iría a dar un paseo. Por suerte, en la escuela a la que asistía no lo hacían llevar uniforme como en esas películas que pasaban los domingos a la tarde en la televisión. Qué molestia sería tener que subyugar su elección de vestimenta o peor aún, que le obligaran a usar algo que no quería sólo porque un reglamento lo dice. Aunque él iba muy poco a la escuela, sólo lo suficiente.

Pasó una mano por su cabello negro y corto rascándose la cabeza. Ese día hacía calor, así que se colocó una camiseta y unos pantalones cortos. De esa forma estaba cómodo, por suerte en esa casa nunca le habían recriminado por la ropa que le gustaba usar.

Abandonó su casa con paso veloz por si de casualidad Dadan o alguno de sus esbirros lo veían. Era una mierda sentirse vigilado, pero ya estaba acostumbrado. Con los años, aprendió a escabullirse muy bien.

Corrió con una sonrisa cuando sintió que ya estaba lo suficientemente lejos. Algo bueno que tenía vivir en el medio de la nada, era la tranquilidad, pero también resultaba increíblemente aburrido. Quizás Ace no estaba hecho para la vida en un pueblo, pero nunca conoció otra cosa. Su casa no estaba muy cerca del centro, a donde sólo iba cuando tenía que ir a la escuela o visitaba el bar de Makino, pero no era muy distinto a cualquier ecosistema humano. Él vivía en un suburbio, pero también era consciente que había gente en zonas más céntricas y en casas mucho más ornamentadas, las clases pudientes. Justo ahora se dirigía lo más lejos posible de esos barrios. Lejos de todos, en esa parte del bosque donde los niños tienen prohibido el paso y los adultos andan con cautela. Ace nunca tuvo miedo, allí era donde mejor se había sentido.

Corrió entre los árboles disfrutando el olor a tierra fresca cuando las casas comenzaron a desaparecer y ese bosque, que era un refugio prácticamente, lo abrazó. Suspiró mientras se movía hacia el pequeño escondite entre las copas de los árboles. Le gustaba trepar desde que tenía memoria y la fantasía de construir una casa allí cada vez se hacía más latente, incluso tenía un buen lugar y había estado juntando materiales y objetos de la basura, también robaba cada tanto, pero nada muy arriesgado. Sólo quería construir un lugar secreto del que nadie supiera y sabía que no hacía ningún mal llevándose pequeñas herramientas o cositas que "encontraba" casualmente cuando iba al pueblo.

Esa forma de entretenerse en solitario había salido muy bien y nadie pudo descubrirlo, hasta ese día.

Encontró a otro niño, quizá de su misma edad, pero que jamás había visto y eso que Ace creía estar seguro de conocer a la mayoría de la gente que rondaba por esos lugares. ¿Sería nuevo? Apenas dio un paso hacia delante, el niño notó su presencia.

—¿Qué haces aquí? —espetó con seriedad mientras se acercaba, cosa que confundió a ese desconocido.

—Yo estaba... —balbuceó antes de contestar y se detuvo mientras hablaba, quizá sin saber por qué debía contestarle en primer lugar—. Sólo daba una vuelta. ¿Te conozco?

—Lo dudo —Ace alzó los hombros y miró disimuladamente hacia arriba de los árboles y luego de nuevo al niño—. Este es mi territorio, así que será mejor que te vayas.

—¿Ah sí? —preguntó ese chico con una ceja arqueada—. Creí que este bosque no era propiedad de nadie...

—Bueno, pero esta parte sí —Se apresuró a aclarar—. Y estás invadiendo.

Cruzó sus brazos molesto y los ojos grandes de aquel niño lo miraron en silencio. ¿Quizás estaría intimidado por él? Aquel pensamiento lo abandonó cuando lo oyó reírse. ¿Se estaba burlando de él? Lo mataría.

—Lo siento, lo siento —dijo el chico rascándose el cabello rubio y sonriendo, le faltaba un diente—. Sólo quería salir a caminar y acabé aquí, no quería molestarte.

Torció la boca inconforme al oírlo. Quizás Ace había exagerado, porque aquel niño no se veía para nada malo u hostil, pero él era naturalmente desconfiado.

—Como sea —Chasqueó la lengua hastiado—. ¿Quién eres? No recuerdo haberte visto por aquí.

—Soy Sabo —contestó sonriendo—. Me mudé hace poco, pero no había tenido la oportunidad de salir a explorar.

Ace oyó atentamente, pero no contestó nada ni dio su nombre. No parecía mentirle, pero aun así algo no encajaba.

—No te he visto en la escuela —mencionó con mucha seguridad porque sabía que, de haberlo visto, lo recordaría.

—No voy a la escuela —Aquella declaración provocó que Ace abriera los ojos impresionado.

—¿En serio? —preguntó totalmente incrédulo.

—Sí, estudio en casa.

—Woah, no sabía que eso se podía hacer —Tomó una pequeña nota mental de informárselo al viejo Garp, porque estaba harto de levantarse temprano para ir a la escuela todos los días.

—Es bastante aburrido en realidad —Sabo suspiró y luego alzó la vista hacia la cima de los árboles, estaba muy alto, pero creía que entre las espesas hojas había algo—. ¿Tienes alguna clase de guarida?

—No... No es de tu incumbencia.

—Está bien, está bien —habló con amabilidad para no provocar más el temperamento del otro niño.

Ambos se miraron aún con cierta desconfianza, pero Sabo continuó la conversación.

—Este bosque parece inmenso, ¿qué más hay por aquí?

—Algunas cosas —contestó sin muchas ganas de hablar, pero Sabo parecía esperar a que continuara—. Hay un río cerca.

—¿De verdad? —indagó asombrado—. ¿Y sabes cómo llegar ahí?

—Claro, este bosque es como si fuera mi patio —Se cruzó los brazos y sonrió arrogante, pero el otro niño no pareció importarle.

—Vaya, eso es increíble.

Aquel comentario fue un pequeña caricia inesperada para su ego y sintió que el rostro le hormigueaba ligeramente. No era para asombrarse. Vivía en el mismo lugar hace años y siempre iba a perder el tiempo por ahí.

—Puedo mostrártelo —ofreció mirando hacia otra parte. De repente la corteza de los árboles lucía más interesante—. Si quieres...

—¡Claro! —exclamó feliz el otro niño, cosa que le pareció un poco divertida.

—A veces también pesco ahí —añadió sin saber por qué en realidad. No supo cuándo dejó de hablarle de forma hostil.

—¿En serio? Yo nunca he pescado, debe ser divertido.

Alzó los hombros sin saber qué responder a eso. Sólo era un río, no veía lo emocionante, aunque quizá fuese porque era parte de su día a día ir allí y no apreciaba nada deslumbrante. Sin embargo, se encontró caminando con ese chico siguiéndolo. Era diferente a los otros que trataba en la escuela, pero no sabía exactamente por qué. Al menos no le daba una mala sensación.

—Soy Ace —mencionó recordando que no le había dicho cómo se llamaba.

—Un placer conocerte, Ace —Sabo le sonrió nuevamente y sólo gruñó en contestación.

Quién sabe, quizá podría ser interesante ese niño raro.

.

.

.

La risa de Ace resonó con fuerza entre las ramas de los árboles y miró desde su posición alta a Sabo, quien se había caído intentando subir. El niño evidentemente no estaba acostumbrado y no podía seguirle el ritmo, pero Ace debía admitir que se esforzaba y aprendía rápido.

—Eres malísimo trepando —comentó luego de bajar junto a Sabo y lo vio acariciando el chichón que se hizo en la cabeza al caer.

—Es difícil —comentó con cierta frustración y permaneció sentado en el suelo, Ace se acomodó a su lado—. En mi antiguo hogar no había árboles tan altos para trepar.

—Eso no quita que eres malo —Se burló nuevamente y rió cuando Sabo le gruñó como contestación.

Hacía varios días que, sin quererlo, Sabo y él se encontraban en el bosque. Al principio no le prestó atención, pero la presencia del chico le resultó divertida. No parecía acostumbrado a ese ritmo algo salvaje que había desarrollado, pero se estaba adaptando bien. Debía admitir que disfrutaba un poco ver cómo se esforzaba. Suponía que era un niño de ciudad y por eso su resistencia era diferente, pero aprendía rápido y eso le agradaba.

—¿Dónde vivías antes? —preguntó dándose cuenta que apenas lo conocía y sólo sabía su nombre.

Ace no era sociable en la escuela ni con nadie en realidad. Era complicado, porque se había encontrado mucha gente que lo molestaba o resaltaba que se veía diferente.

"Eres una niña, debes estar con las niñas" le había dicho una maestra cuando tenía 6 años, pero estaba equivocada. Él era un niño, y todo lo que dijeran los demás no le importaba. Sin embargo, más gente se encargaba de resaltar lo que no era, pero Sabo no hacía eso. Nunca sintió con él esa mirada juzgadora o confundida. Quizá por ese motivo le gustó seguir compartiendo tiempo con él.

—Vivía más cerca de la capital —Sabo se tomó su tiempo en contestar y pareció meditarlo con cuidado—. ¿Siempre has vivido aquí?

Ace asintió sin querer saber por qué desvió el tema. No era de su incumbencia si no quería hablar.

—No conozco otro lugar —dijo con un suspiro—. No está mal estar aquí, pero es algo aburrido.

Nunca se había quejado con Garp o Dadan, pero Ace sabía que en otros lugares podría hacer mucho más. Sin embargo, aún no estaba seguro en qué quería convertirse.

—Es interesante y bello —Sabo miró a su alrededor y Ace no dijo nada, sólo bostezó sintiéndose cansado repentinamente—. La ciudad tampoco es la gran cosa.

—No sé... —habló con cierto letargo y se frotó uno de sus ojos—. Al menos hay otras cosas... como cines.

—¿Nunca has ido al cine? —preguntó asombrado.

—No a uno grande, sólo al del centro de vez en cuando, pero es casi diminuto.

—Me gustaría verlo.

Sabo no obtuvo ninguna respuesta y se preguntó si Ace lo había oído, pero inesperadamente cuando miró al chico éste se desplomó contra él. El cuerpo Ace cayó como piedra y la cabeza de éste justo aterrizó en sus piernas.

—¡Ace! —mencionó alterado.

¿Se había desmayado? ¿Acaso estaba enfermo? ¿Se estaba muriendo? ¡¿Qué se supone que debía hacer?!

Tomó el cuerpo del otro niño para mirarle el rostro, ver si respiraba, tomarle el pulso —aunque no estaba seguro de cómo hacerlo— o lo que sea. Además no estaban precisamente cerca de algún lugar donde pudiera pedir ayuda.

—Ace... Ace —lo llamó esperando que éste reaccione pero cuando se enfocó en el rostro del otro niño notó que respiraba, cosa que lo alivió, pero también roncaba—. ¿Te dormiste?

Estaba completamente confundido. Hace un segundo hablaban con normalidad ¿y repentinamente cayó dormido? No lo conocía hace mucho, pero eso era demasiado raro.

Al menos parecía bien, sólo estaba dormido. No convulsionó ni vomitó espuma ni nada así de espeluznante. Por lo que creyó que no era necesario pedir ayuda, aunque sí se quedó vigilándolo. Sabo intentó relajarse y esperar a que Ace se despertara. No sabía qué le ocurría, pero temía que quizá fuese como los sonámbulos que es peligroso despertarlos de forma brusca o eso había visto en televisión.

Ace se removió haciendo algunos sonidos mientras dormía y le recordó a los espasmos que podía sufrir un cachorro cuando sueña. Sonrió y colocó una mano sobre el hombro del chico, no supo para qué, quizá fue alguna forma de transmitirle que no estaba solo y que se relajara. Funcionó porque dejó de temblar.

Qué extraño era estar cerca de él. Llevaban poco tiempo de conocerse, pero se sentía agradable. No como cuando compartía tiempo con su hermano Sterry u otros niños hijos de amigos de sus padres. Ace parecía mucho más auténtico y divertido, esperaba que quisiera seguir siendo su amigo. Lo observó durante un rato y se preguntó si debería despertarlo, aunque parecía demasiado relajado durmiendo. Sabo pasó una mano por el rostro del ese niño y le tocó el cabello que caía en su frente, era suave.

Probablemente pasaron 15 minutos hasta que Ace despertó y Sabo apretó sus manos sintiéndose perturbado y avergonzado con lo que acababa de pasar, aunque no lo entendía. Ace se frotó los ojos mientras se levantaba y lo miró como si nada grave hubiera ocurrido.

—Creo que me dormí... —contestó cansado e ignoró la mirada de reproche que le lanzó Sabo.

—Me di cuenta... —gruñó con el ceño fruncido—. ¿Te caes dormido así todo el tiempo?

—Sí —Ace habló muy seguro y Sabo arqueó una ceja confundido.

—¿Eres narcoleptico?

—Oh, qué persuasivo —ironizó con una sonrisa, pero Sabo no parecía haberle causado gracia. Aunque en serio le sorprendía que conociera esa palabra y, por lo visto, lo que significaba—. Ya, no fue nada. Me pasa muy seguido.

—¿Y así de tranquilo estás? Podrías estar caminando y de repente caer dormido y lastimarte.

—Tampoco es tan así —Puso los ojos en blanco y suspiró hastiado—. Siempre que empiezo a sentir que me voy a quedar dormido me acuesto o me siento justamente para no romperme el cuello o algo así.

—¿No tomas alguna medicación?

—En las mañanas —explicó dándose cuenta que no entendía por qué debía estar contando esto—. No tienes que preocuparte, ya me acostumbré.

—No estoy preocupado, tonto.

Una carcajada se le escapó cuando lo oyó decir eso. Ace no le dio importancia y se levantó para estirarse. Esa condición era algo a lo que estaba acostumbrado y sabía que si Sabo seguía siendo su amigo también se habituaría a verlo desmayarse cada tanto, aunque eso no implicaba que dejara de preocuparse.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).