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Estrellas de mar por Dazai_Lemonade

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Notas del fanfic:

Hace 4 años dejé este fic a medias, pero gracias a la cuarentena espero poder terminarlo lol. 

Está hecho con amor desde aquel entonces, así que una partecita de mi corazón va con él. 

 

Para M. 

Los suaves rayos de luz iban iluminando el océano, tan grande y basto que a unos cuantos kilómetros de profundidad era imposible ver, pues todo estaba sumido en una oscuridad... Sería así de no ser por las criaturas que habitaban ese lugar, donde todos creen que no hay vida. Más allá de los abismos, se encuentra la ciudad de sirenas, hogar del rey Neptuno y sus súbditos.

Corría el año de 1825, y todos los tritones y sirenas se preparaban para el ansiado cumpleaños del hijo mayor del Rey Neptuno, Takeru. Era admirado por sus dotes especiales para el canto, belleza con facciones ligeramente femeninas, cabello color salmón, piel tersa y una aleta rubí tan brillante que realmente parecía estar hecha de esa piedra preciosa; era considerado cómo único. Más que envidia, los demás ciudadanos le veían con admiración y como un futuro rey ideal.

 —Disfruta tu cumpleaños, hermano. — los demás hijos del Rey Neptuno le rodeaban ofreciéndole regalos como perlas y curiosidades que habían encontrado en barcos hundidos.

—¡Muchas gracias! Hm... ¿qué es esto? — preguntó el joven cumpleañero al tomar un pedazo de metal en forma de tridente, muy parecido al que tenía su padre. — ¿Podré gobernar algún día con esto? — Rió.

—Los humanos lo llaman “cachibache” y creo que se usa así... veamos... — respondió uno de sus hermanos, Shinpei, pasando los dientes del cachibache por su pelo para peinarlo, pero solo quedó hecho un desastre; sus hermanos, incluido Takeru, le alabaron por semejante obra maestra.

— Ah, ¡es muy útil! Creo que me lo quedaré.

— ¡Haciendo una fiesta sin su padre! Qué clase de hijos he críado... —Una voz más gruesa se pudo escuchar entre ellos, se trataba de su padre, el Rey Neptuno, riendo suavemente. — Mi muchacho, en tan sólo unos años serás el rey de todo el océano y es tu deber cuidar de todos... Pero por ahora, anda a divertirte, no olvides la celebración de mañana, todos vendrán solo para verte. No llegues tarde. —cual padre sobreprotector, indicó todo aquello moviendo el dedo índice de forma casi acusatoria.

— No podría perdérmelo. Nos vemos en la fiesta, padre. —Así fue como se despidió Takeru de toda su familia allí reunida y empezó a nadar a la superficie. Luego de haberlo hecho varias noches atrás, se había convertido en una rutina pues los barcos humanos parecían tener tanto qué mostrarle a todos, eran sorprendentes, pero lo eran aún más los “tritones” que lo dominaban.

“Las sirenas y tritones con dos piernas en vez de aletas se llaman humanos, nunca te acerques a ellos.”

 

Los fuegos artificiales llenaban el cielo oscuro en medio del océano. Se festejaba el cumpleaños del príncipe Suzuki y la mejor forma de celebrarlo era en altamar, navegando su propio barco. En la cubierta todos los marineros bebían alegremente y tocaban canciones para acompañar su estado, incluso algunos bailaban al son de la música.

—Felices 25 años, príncipe Suzuki. Espero que el banquete haya sido de su agrado. —se acercó el capitán del barco, felicitando a su preciado amigo con un abrazo, que fue más que correspondido por él.

 

—La comida estuvo deliciosa, sin duda. Todo un festín. —Éste asintió a sus propias palabras y caminó en compañía de aquel hombre, hablando de cosas triviales y planes futuros.

 

Los hombres mantenían su charla sin darse cuenta de unos ojos color esmeralda que presenciaban todo el espectáculo por una ranura entre dos maderas del barco, a la altura de la cubierta, como un ladronzuelo. Si alguien hubiese visto aquel cuerpo desde atrás, podría haber jurado que se trataba de una mujer preciosa saliendo del agua, pues poseía una anatomía parecida a la de una, con su cintura acentuada y caderas discretas. Sin embargo, al sur de su ombligo, en vez de piernas empezaba una aleta color rubí tan brillante cómo el sol, se trataba de un travieso tritón, y no cualquiera, sino el hijo del rey Neptuno. Había heredado el cabello rosa pálido de su madre, el cual llevaba corto, apenas por debajo de las orejas.

 

Para su suerte, solo salía su torso a la superficie imposible de ser descubierto, así podía ver como aquellos humanos se divertían de una manera que nunca antes había visto en casa. Pero uno en particular llamó la atención del joven tritón, era un hombre que vestía un traje militar con elegancia y cubría su nariz con un trozo de tela oscuro, tenía presencia y su cuerpo parecía ser muy fuerte... era precioso, o al menos así lo pensó Takeru 

—¡Takeru! Padre te busca, no querrás hacer enojar al Rey del océano. —una voz algo infantil provino desde las profundidades. El dueño de dicha voz, Shinpei, no tardó en salir a la superficie, salpicando a su alrededor.

 

—Shhhh, no grites, Shinpei. Mira. —Takeru hizo una pequeña señal de guardar silencio, colocando su índice sobre sus labios, luego tomó a su hermano por las mejillas y le hizo ver a través de la ranura, la música y las luces también le invadieron.

 

—¿Humanos? ¿Qué haces espiando? Padre nos ha dicho que nos alejemos de ellos. Esto no me agrada, Keru, volvamooos. —el menor le tomó del brazo y haló con insistencia para alejarlo de allí, puesto que estaban más que vulnerables en la superficie.

 

—Sólo un poco más... ¡Mira! Es tan apuesto... —Los ojos de Takeru se ablandaron al fijarse en el príncipe, entre todos los demás, parecía ser el más interesante.

 

—Es un tritón sin cola, no es cómo nosotros. Vaaaaamos. —Esta vez, además de hacer un pequeño puchero con los labios, el tritón más pequeño haló con más fuerza y movió su propia aleta púrpura para atraer a su hermano consigo. Por supuesto, Takeru no quería que se lastimara, así que no puso ninguna objeción y le siguió con el pequeño pesar de tener que alejarse de ese maravilloso mundo humano, tritones y sirenas con dos piernas en vez de aletas y branquias. 

Tan sólo habían nadado unos pocos metros hacia el fondo del océano cuando se escuchó una explosión en la superficie, inundando el agua de un color que muy rara vez era visto: Rojo y naranja; color de sangre y fuego.

 

La explosión fue tan fuerte, que las ondas detuvieron por un momento al par de hermanos.

 

—¿Are? ¿Qué ha sido eso? No me gusta nada, ¿oíste? ¡No me gusta! Volvamos pronto... ¿Takeru? —Shinpei se aferró al brazo de Takeru, pero este parecía estar cómo hipnotizado mirando a la superficie con los ojos bien abiertos, incapaz de moverse.

 

—Los fuegos artificiales debieron fallar. Todos los humanos siguen allí —fue lo único que pudo decir antes de zafarse del agarre que le tenía su hermano y salir aleteando rápidamente a la superficie como alma que lleva el diablo. ¿Qué se podía hacer? Estaba en su corazón el sentir empatía con los de su al rededor, era cálido con los demás y si estaba en sus manos el poder salvar a alguien, lo haría.

 

—¡Son humanos, nii-san! ¡No vayas! —fue lo último que alcanzó a escuchar Takeru antes de salir a la superficie, sabía que su hermano no le había seguido, no podía ser tan cabezadura como él. 

Tan pronto salió, buscó desesperadamente restos de personas que pudiera ayudar, pero sobretodo, al príncipe. Pero todo se había convertido en una mezcla de agua, madera quemada y cuerpos flotando.

 

Mientras había estado observándolos de forma clandestina, hace unos pocos instantes pudo notar que más de uno estaba ebrio, pero no creyó que la situación fuese a cambiar de forma tan radical para poner su vida en riesgo.

 

Pronto no pudo ver más que madera flotando, y por un momento pensó en darse por vencido. Aquella luz de esperanza que empezaba a arder fue apagándose de desilusión. Efímero.

 

Podría decirse que una tos le hizo volver a la realidad, alguien estaba tosiendo y eso solo podía significar que hacía el intento por sobrevivir. Takeru buscó con la mirada desesperada de dónde provenía y una felicidad le invadió al ver que se trataba del castaño cumpleañero, aferrado a una tabla para flotar, pero estaba inconsciente, tal vez a causa del estruendo de la explosión y el agua en sus pulmones. En seguida nadó para ayudarle y le subió mejor a la tabla para que no cayera, así empezó a halar la madera por una orilla para llevarle a tierra firme. El mar estaba intranquilo, azotandoles cada segundo con olas y el joven tritón tenía problemas para mantener a salvo al príncipe, si caía al mar en ese estado, lo más seguro era que muriera. Tuvo que poner más de su esfuerzo para halarle, pues cualquier movimiento en falso podría ser arrastrado por la corriente.

 

Se dirigió a la playa del norte, la más cercana; no tardarían más de una hora en llegar. En su estado normal, el joven tritón pelirrosado hubiese llegado en la mitad de tiempo, pero con el clima en su contra y con el peso extra, sentía que cada brazada le costaba el triple.

 

Cuando por fin llegaron a la playa, un lugar enorme (y el reino de la familia Suzuki), Takeru terminó exhausto por el esfuerzo y luego de recostar el cuerpo del castaño en la arena, se tendió a su lado para recuperar energía; su pecho subía y bajaba y tanto su cuerpo como el del príncipe temblaban por el agua helada de la noche.

 

 Tal parecía que había demorado pues los primeros rayos de sol empezaban a salir, cubriendo sus cuerpos con calor. Su aleta rubí se convirtió en un peligro entonces pues reflejaba la luz, como como un espejo carmesí. No era tonto, sabía que debía regresar de inmediato, pero... quedarse al lado de aquel rubio le podía más, lo sentía casi necesario para protegerle.

 

Le observó unos instantes, en realidad, ahora parecía que estaba durmiendo, a excepción de que parecía respiran con dificultad. Cómo un acto de reflejo, se acercó aún más al rostro del rubio para retirar aquella bandita que cruzaba su rostro y se la colocó a su mismo alrededor de su muñeca, para no perderla. Parecía respirar mejor sin esa tela pues su nariz ahora estaba a la interperie. Era tan pequeñita y se le antojó adorable, todo en él lo era. Sus labios gruesos, su pecho varonil, su ceño fruncido, sus grandes manos... todo. Algo que probablemente nunca vería en el fondo del mar.

 

El sol empezando a salir, la humedad de sus cuerpos y el aroma salado del mar y la sensación única de estar al lado de aquel hombre le hizo sentir algo que no había experimentado antes, como si en su pecho se encendiera una nueva llama de felicidad y satisfacción. Al darse cuenta, sus propios labios empezaron a cantar como si esto pudiese devolverle la consciencia al castaño. Empezó tarareando muy bajito, para que tan sólo aquel príncipe le pudiese escuchar. En el mar, el canto era algo exclusivo de las sirenas, pero ahora podía notar que su propia voz era dulce y delgada a la vez, Takeru sentía que debía seguir cantando más y más, quería que le escuchara, de hecho, estaba tan inmerso en ello que no se percató de cómo Akira iba despertando. Aquel príncipe creyó que se trataba de un sueño pues justo frente a sus ojos estaba una criatura divina, un ser de cabellera rosa le cantaba con una voz melodiosa, los rayos de sol hacían enfásis en las facciones del rostro de aquel hombre, incluso notó que tenía una perforación bajo su labio, algo rebelde, pero encantador. Por inercia, Suzuki llevó una mano a acariciar la mejilla de Takeru, sorprendiéndose de lo suave que era, como el de una dama.

 

Por un instante, las miradas de ambos se encontraron, provocando un sonrojo en Takeru y una muy leve sonrisa en Akira. Podían haberse perdido en dicho encuentro, pues, luego de una noche cansada, el mejor idioma para el corazón era el de las miradas y caricias, pero fueron interrumpidos por una voz que sacó a ambos de su estado.

 

—¡El príncipe! —Gritó una fémina que se acercaba a ellos sujetándose el vestido para correr mejor. A esto se le sumaron más personas curiosas que se preguntaban por el alboroto, al parecer los escándalos corrían más rápido que el sonido. Entonces Takeru supo que era el momento de partir si no quería convertirse en la cena de alguien.

 

Cuando quiso alejarse, sintió como el príncipe le tomaba débilmente de la mano para impedirlo, no sabía como era posible que su corazón sintiera tantos cambios de emociones en tan poco tiempo, en realidad quería irse y no volver jamás pero verla mirada suplicante de aquel hombre que tomaba su mano le hacía pensar dos veces las cosas, pero aún por sobre todo, la razón ganaba. Era hora de despedirse.

 

—Yo volveré... no te preocupes. Estarás bien... —Takeru intentó sonreírle con el mismo ánimo que le faltaba y liberó su mano justo a tiempo para volver al mar antes de ser capturado por los habitantes del reino, dejando atrás a un confundido e ilusionado príncipe.

 

Takeru nadó rápidamente entre las olas. A diferencia de la noche anterior, esta vez parecían estar en calma y ayudándole a seguir adelante. A medida que descendía, era abrazado por una oscuridad familiar: la barrera para entrar al reino de las sirenas. Cuando logró entrar luego de unos cuantos kilómetros, descendió su velocidad e intentó pasar inadvertido, algo sumamente difícil para el hijo del Rey Neptuno.

 

Las miradas de las sirenas habladoras no le importaron en ese momento, de hecho, sonreía más radiante de lo que podía recordar, satisfecho por haber logrado salvar a una persona que, probablemente pudo haber muerto sin él.

 

Entró al castillo decorado de corales y perlas, su hogar, por una puerta trasera, esperando no ser descubierto por su pequeña escapada nocturna. Las imágenes volvían a su mente. Shinpei le había dicho que su padre estaba buscándole, y Takeru, muy en contra, había ido a la superficie para salvar la vida de aquel hombre, en ese momento notó que traía su bandita puesta en la muñeca y una sonrisa muy pequeña se formó en sus labios. Ahora ya estaba en casa... su casa.

 

 

 

Notas finales:

Holi, espero que les haya gustado, si es así compartanlo para que más gente se llene de este amor gay que tanto nos gusta. 

 

En esta cuarentena, quédense en casita y lean fics.

 

lol


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