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Hijos de Aries por AliceRose

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Cuánto tiempo había pasado ya desde la ultima guerra Santa….Décadas, seguramente, hacia mucho que no contaba ya los años. Shion ya sentía el crujir de sus huesos, dolor en todas sus articulaciones. ‘Ser viejo no es sencillo’ pensó, sobándose las manos después de pasar horas escribiendo. Revivir el Santuario no era tarea fácil pero de alguna manera lo estaba logrando, poco a poco. Poco a poco las filas de soldados eran llenadas, aunque las cajas de pandora de las armaduras doradas seguían cerradas, todavía esperando a quienes serian sus nuevos portadores.

 

Solo la armadura de Aries era diferente, Shion lo sentía, sentía el cosmos de ese metal pulsar y rogar. Debía llegar alguien ya, alguien que pudiera de nuevo heredar los secretos del polvo de estrellas y el oricalco. Poco a poco Shion se había vuelto incapaz de usar la armadura, no porque fuera indigno, si no porque la misma armadura exigía una nueva generación, entrar a una nueva era.

 

Sin embargo tal cosa era difícil. El antiguo continente de MU había sido destruido hace siglos, y su pueblo poco a poco se había perdido, su sangre diluida entre mucha otra. Hoy en día, solo Shion portaba aquellos tilakas que lo evidenciaban como algo diferente.

 

Pero no estaba dispuesto todavía a dejar el arte de forjar armaduras en manos cualquiera, mientras tuviera opción quería preservar la historia de sus padres, abuelos y antiguos ancestros. Y para eso esperaba contar con la ayuda de su único compañero de armas, la única otra persona que contaba con los mismo años que él.

 

 

 

Dohko meditaba pacíficamente en los Cinco Picos de Rozan, donde Athena le había encomendado vigilar el castillo de Hades, tarea de la que trataba no distraerse pero le era inevitable querer descansar su vista un poco, especialmente cuando tenia visita tan especial.

 

“Que grata sorpresa, que me visite el Gran Patriarca del Santuario~” dijo con una sonrisa, volteando a ver al recién teletransportado y sorprendiéndose al mirarlo.

 

Frente a él estaba Shion. No el anciano Patriarca que regia el Santuario en ausencia de Atena, sino Shion el caballero de Aries, con quien había sobrevivido la ultima Guerra Santa.

 

“¿C-como es posible? ¿¡Rejuveneciste!?”

 

Shion sonrío y se acerco, su largo cabello siendo despeinado por el aire.

 

“El polvo estelar sirve para muchas cosas ademas de reparar armaduras, pero esto es solo temporal.” Decidió no perder el tiempo, antes de distraerse con Dohko y ambos perderse en los recuerdos de su juventud. Se sentó frente a él, tomando la arrugada mano de su amigo entre las suyas, ahora tan suaves como la de un muchacho en plena juventud.

 

“Amigo mío…necesito pedirte un gran favor.”

 

“Muy grande debe de ser para que vengas personalmente hasta acá, y ademas con esa apariencia. ¿Intentas seducir a este viejo? Jajajaja~”

 

Dohko rio pero Shion lo veia con seriedad. El ambiente se tenso, con solo el ruido de la gran cascada de Rozan acompañándolos.

 

“Dohko. La armadura de Aries me ruega por un heredero.” El anciano maestro lo miro atentamente, poniendo atención a lo que su amigo le pedía. “Tu sabes la historia de mi pueblo, quiero dejarle todos mis conocimientos y recuerdos a alguien de mi misma raza, que lo pueda apreciar y comprender tanto como yo. Quiero tener descendencia.”

 

“Así que vienes a mí porque….¿somos amigos?” No diría que no, no a un pedido tan sincero y abnegado, pero quería saber la razón, habiendo podido escoger a cualquier otro.

 

Shion apretó su mano, su mirada tornándose melancólica. “Porque tú tambien perdiste a quien amabas, sin poder decirle cuánto lo querías.”

 

Dohko no suspiro ni hizo mueca alguna, simplemente cerro sus ojos y devolvió el apretón de Shion. Por supuesto, si era por eso mismo que eran tan amigos a pesar de los años y las décadas, porque solo entre ellos dos se podían comprender tanto.

 

 

 

De camino a la pequeña choza que Dohko usaba para dormir se fue deshaciendo de su carcasa de viejo, como si de una crisálida brotara una mariposa.

 

“Deberas no has envejecido nada.” Comento Shion, sorprendido de las propiedades del Misopethamenos.

 

“Cada año es como si solo un día pasara, así que en realidad solo he envejecido unos dos años.”

 

Esa sonrisa tan jovial tampoco había envejecido y eso le dio seguridad a Shion, de que su amigo seguía siendo el mismo hombre en el que depositaba toda su confianza.

 

“Así que ¿cómo funciona esto? ¿Solo tenemos relaciones y ya?” Dohko cuestiono, cerrando la puerta y comenzando a quitarse lo que le quedaba de ropa.

 

“En teoría sí. Incluso yo no lo comprendo muy bien, pero como Lemuriano debería ser posible para mí quedar en estado, aunque me preocupa un poco mi edad, pero estuve al pendiente de mi ciclo así que todo debería salir bien—“ Fue interrumpido por un beso suave. Dohko, ahora completamente desnudo, se había acercado y gentilmente comenzó a desvestirlo, pieza por pieza hasta dejarlo desnudo tambien.

 

Shion cerro los ojos y se dejo llevar, permitiendo que el otro tocara su pálida piel, besara su cuello y con lentitud lo acostara sobre la humilde cama.

 

Las manos de Dohko eran cálidas y algo ásperas, provocándole cosquilleos por donde lo acariciara. Pero igual se dejo hacer, suspirando al sentir sus roces sobre sus pezones, sobre su cadera, separando sus piernas.

 

“P-preparame primero…no seas tosco…”

 

“A eso voy, no te preocupes.”

 

Podía oír a su amigo pero aun así decidió no abrir los ojos, quería fingir, fingir que sus manos eran las de otra persona, que aquella lengua caliente y juguetona era de otro hombre, que la persona que pronto estaría dentro de él era quien verdaderamente había amado. Y seguramente Dohko estaría pensando lo mismo, que el cuerpo que tocaba y disfrutaba era el de alguien más.

 

Dohko no podía darse el lujo de cerrar los ojos todavía, preparo a Shion como pudo, inseguro de estar haciendo bien o no. A pesar de los años vividos esta seguía siendo su primera experiencia sexual y le era imposible saber lo que Shion sentía cuando el lemuriano tenia los ojos cerrados y los labios apretados para no dejar salir ningún quejido, ya fuera de dolor o placer.

 

“Shion….voy a entrar en ti…” Susurro y solo recibió un asentimiento con la cabeza. El caballero de Libra lo miro por un momento, dandole un gentil beso en su mejilla antes de penetrarlo lentamente.

 

El lemuriano se arqueo, mordiéndose los labios para no gritar, especialmente cuando el otro hombre empezó a embestirlo con fuerza, sosteniendo su cadera y jalándolo al compás de sus movimientos. Era brusco, pero no por eso dejaba de ser placentero, sintiéndolo llegar a lo más profundo de su cuerpo y tocar aquel punto que le hacia estremecer y ver estrellas.

 

En algún momento Dohko se inclino sobre él, presionando sus cuerpos juntos y continuando sus movimientos, todavía bruscos y rápidos. Shion podía sentir el aliento de Dohko resoplando sobre su hombro y soltando pequeños gemidos de vez en cuando. En su mente trato de imaginarse la figura de la persona que realmente deseaba, aunque ya estuviera muerto; como hubiera querido disfrutar de hacer el amor con él, aunque le costara la vida hacerlo…

 

Poco a poco su forma se fue haciendo más clara en su imaginación, aquella piel blanca, su cabello largo y lacio; detalles como aquel lunar junto a su ojo, su aroma de rosas; su mirada llena de soledad y gentileza. 

 

“¡Alba..! ¡Albafica…!” Shion gimió, aferrándose por fin al cuerpo sobre él, dejándose llevar por el ritmo de su copulación, jadeando y suspirando de placer.

 

Dohko parecía no oírlo, con los ojos tambien cerrados y concentrado en sus movimientos. Todo era nuevo para él, el roce de sus pieles sudorosas, aquellas piernas largas abrazando sus caderas, el delicioso placer de su miembro siendo apretado por aquel agujero virgen, tan húmedo y estrecho, se le entumecían los dedos de tan solo pensarlo~

 

La persona que había amado tambien habría sido virgen al morir; Dohko no podía decidir si era algo bueno o malo que muriera sin conocer los placeres de la carne, sin saber cómo era dejarse llevar por el placer y el instinto. No había habido tiempo para ninguno de los dos de tener una relación todavía más cercana que la que habían vivido, pero el caballero de Libra no se arrepentía de nada, se consolaba con tan solo haberlo conocido, y ahora se daba el lujo de fantasear un pasado diferente, un ‘quizá’.

 

Se imaginaba que su cuerpo seria similar al de Shion, más cálido, abrazándolo tambien con desesperación, moviéndose al compas de sus estocadas, gimiendo su nombre con la misma intensidad pero una sonrisa en sus labios, disfrutando del placer que le daba su amante.

 

Dohko se sentía ya cerca del orgasmo; empujo una de las piernas de Shion sobre su hombro, penetrándolo mas profundamente desde ese ángulo y haciendo que el lemuriano gritara de placer, rasguñándole la espalda y los brazos y poco después se vino entre sus cuerpos con un quejido ahogado, todavía gimiendo mientras Dohko continuaba moviéndose. No le tomo mucho venir tambien, presionando su pecho contra el de Shion y empujando su cadera la más que podía para que su semen penetrara en su amante. “¡Te—…Tenma…!” Suspiro al venirse, pronto jadeando para recuperar el aliento.

 

Con cuidado, el caballero de Libra se levanto un poco, saliendo del cuerpo de su amigo y acostándose a su lado, abrazándolo con un solo brazo como un intento de muestra de afecto. En su opinión todo había salido bien, y su intención era seguir siendo amigo de Shion, para Dohko esto no cambiaba su relación para nada.

 

Pero Shion no opinaba lo mismo, su mente seguía ocupada con el recuerdo de Albafica. Se arrepentía tanto de no haberle dicho antes lo que sentía, lo mucho que lo quería, aunque no hubieran podido estar juntos fisicamente. Pero el maestro Hakurei le había insistido que los caballeros no debían tener relaciones románticas con nadie, que solo Athena debía de ser la única mujer en sus vidas para devolverle el favor de ser los más amados por ella. Pero ahora deseaba haberla traicionado, aunque hubiera tenido que dejar atrás la armadura de Aries, pero por lo menos no tendría ningún pesar, hubiera sido sincero tanto en su mente como en su corazón.  En cambio ahora…fingía que eran otros los brazos que lo abrazaban, trataba de no pensar en que este no era su aroma. ¿De que servia fantasear si al mismo tiempo lastimaba a su amigo?

 

“Dohko…¿tú se lo hubieras dicho?”

 

El caballero de Libra levanto una ceja, confundido por un momento pero pronto entendiendo a lo que se refería.

 

“Yo sí iba a decírselo. Pero luego paso todo y ya no hubo tiempo ni lugar. Aunque quizá fue lo mejor, me odiaría a mí mismo si por mi culpa hubiera estado distraído.”

 

“Yo si me odio…”

 

“No digas eso. Mira, ven.”

 

Dohko lo jalo y acomodo sobre su pecho, abrazándolo cálidamente.

 

“Que se lo hayas dicho o no no es lo importante, Shion. Lo que importa es que si lo amaste, y por amarlo siempre estará en tu corazón, y vivirá para siempre contigo.”

 

El lemuriano se sorprendió ante esta filosofía. Algo de razón tenia, pero más que nada le consolaba el pensamiento de que sus sentimientos no estaban mal, que amar a Albafica era y seguía siendo algo bueno. 

 

Trato de contenerse, pero pronto el gran patriarca rompió en llanto, acurrucándose más en el pecho de su amigo que sin dudarlo lo abrazo más fuerte y le acaricio el cabello para consolarlo. Por primera vez pensó en lo afortunado que era no solo de tener a Dohko como amigo, tambien de compartir esta experiencia con él.

 

 

 

Paso un año antes de que se volvieran a ver, Dohko poco a poco cambio, acercándose al aspecto que había tenido después de 200 años. Definitivamente el Misopethamenos era una cosa extraña y misteriosa que Dohko no terminaba de comprender, pero su labor no era comprender las cualidades de la bendición que le había otorgado su diosa.

 

De nuevo se encontraba meditando frente a la cascada de Rozan, y como si fuera un recuerdo de nuevo sintió la presencia de su amigo y volteo a verlo, esta vez si era el anciano patriarca, las profundas arrugas en su rostro y manos denotando su edad y sabiduría, y en sus brazos, un bulto llevaba cargando.

 

“¿Esta visita es oficial del Gran Patriarca o solo vienes a ver un viejo amigo?”

 

“A mí tambien me da gusto verte, Dohko.”

 

Shion sonrió, cosa que a Dohko le pareció maravilloso. Shion era una persona muy propia que se estresaba por todo, especialmente en su labor de dirigir el Santuario, pero si estaba relajado entonces sí venia en plan amistoso.

 

“Pensé que te gustaría verlo, pero no quería que le pasara nada así que espere hasta que estuviera un poco mas grande.”

 

Se acerco y con cuidado se inclino un poco para que Dohko pudiera ver lo que traía entre brazos, sorprendiendo al guardián de Libra. Era un bebé. ¡Su bebé! ¡El bebé que habían hecho juntos!

 

“Oh, que bonito es~ Es tan blanco como la leche~” Dohko exclamo con una sonrisa, estirando los brazos para recibir al pequeño, todavía dormido y firmemente envuelto con cobijas y ropajes. Shion se sentó a su lado, observando cómo el otro caballero arrullaba al bebé con una antigua canción de cuna china.

 

“Se parece a ti, que bello~ ¿Cómo piensas llamarle?”

 

“Le llamare Mu. Como el desaparecido continente, para que nunca se olvide de sus raíces.”

 

Dohko asintió, era un buen nombre, pero tambien tenia otro significado. 

 

 

‘el nada’, ‘la negación’, ‘sin’

 

Una expresión compleja y hasta incomprensible para aquellos sin profundo conocimiento budista. ¿Acaso el patriarca quería decir algo con eso? Shion inmediatamente dedujo su duda por su expresión y se aclaro.

 

“No tiene nada que ver con el koan en el Mumonkan. No me arrepiento de que haya nacido, o de que seas su padre. Al contrario.” Se acerco más, levantando su mano para muy gentilmente acariciar el rostro de su bebé.

 

“Jamas pensé que el amor de un padre pudiera ser tan inmenso. Me llena tanto. Tan solo verlo dejo de sentir dolor y cansancio. Quisiera que se quedara así pequeño para siempre, pero tambien ansío verlo crecer, que se vuelva fuerte y capaz, heredarle todos mis conocimientos…” Shion pauso, y Dohko observo como aguantaba la respiración, seguramente un suspiro que no quería expresar. 

 

“Serás un excelente padre Shion.” Dohko dijo con una sonrisa, tratando de aminorar el humor de su amigo.

 

El otro solo sonrió de vuelta, una sonrisa melancólica. “Me conformare con ser un buen maestro.”


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