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SOL, ARENA Y AGUA por Tita Adri

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Resumen: Una pequeña escena que cuenta la visión que tiene Aioria de Shaka.

 

Notas de la autora: Llega el calor y no por ello la musa iba a huir. Espero que este suave y romantico fanfic os ayude a sobrellevar mejor las temperaturas, no he querido caldear más la cosa con una escena picante, pero no prometo que eso no vaya a ocurrir en un futuro cercano. Hasta entonces, disfrutad de la lectura y un fuerte abrazo de la Tita Adri.

 

 

SOL, ARENA Y AGUA

Sol, calor, arena y agua. Esa era la visión que Aioria tenía de Grecia, el azul del mar creaba un bonito contraste con los tonos ocres de la tierra y las rocas, destacando entre todo ello el brillo dorado del sol. Aunque, digamos la verdad, Aioria nunca miraba el paisaje cuando disfrutaba de este tipo de reflexiones. Sus ojos verdes estaban fijos en un compañero que representaba todo lo que el griego sentía por su tierra.

El cabello dorado como el sol, las humildes ropas color arena, los preciosos ojos del azul de un mar en calma y el calor que corría por las mejillas del león cuando se daba cuenta que volvía a estar embelesado mirando a Shaka.

Sabía que Virgo se había dado cuenta de todas las veces que eso pasaba, de todas las miradas que recibía de su parte, de su cara de tonto cuando le pillaba, y en su fuero interno rezaba para que su compañero estuviese ajeno a sus suspiros. El hindú en ningún momento había mostrado incomodidad o desagrado, pero quizás si el griego hubiese estado más pendiente de algo que no fuese él mismo, habría notado un par de cosas en el momento correcto, pero como eso no fue así, y pasó lo que tenía que pasar, que otro tomó cartas en el asunto.

Mientras Aioria se perdía otro día más observando a Virgo, el rubio se dio la vuelta y con sus ojos cerrados le miró, dio cinco pasos rápidos para acercarse, encarando al león. El griego temía escuchar una reprimenda, un reproche, insultos o comentarios crueles sobre sus malos hábitos, pero la suave voz de Shaka pronunció otras palabras:

-Si tantas ganas tienes de mirarme, ven a mi templo pasada la media noche.

Cuando terminó de hablar abrió sus ojos, el brillante mar de su mirada interrumpido por el dorado batir de sus pestañas dejó a Aioria tan aturdido que no supo articular respuesta alguna, casi olvidó hasta cómo respirar.

Tardó tres vergonzosos y largos minutos en darse cuenta de que volvía a estar solo. Y otros dos minutos más en comprender las palabras de su compañero. Para cuando lo entendió sus mejillas ardían con fuerza, su corazón acelerado sonaba cual tambor de guerra y sus manos temblaban presa de la emoción. Buscó en el cielo al astro rey, para poder orientarse y se lamentó profundamente al verlo alto y orgulloso, mostrando que faltaban demasiadas horas para poder ir a su cita. La espera prometía ser muy larga.

 


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