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El alfa del presidente por Aly White

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Juan vio con furia al muchacho contrario a su politica. Ya no le podían poner el dedo encima y el presidente pidió ropa nueva y lo peor era que ese maldito muchacho no le dirigía la palabra. 

Le agarró del mentón. 

--Soy tu presidente, no te atrevas a ignorarme.

--Yo no te elegí, ni si quiera tenia la edad para votar.--le quitó la mano de la cara--Necesito estar con mis amigos, no perdiendo el tiempo con un imbécil.

--Este imbécil a sacado a delante a una nación. 

El chico de 18 años se revolvió el cabello, lo que dejó paralizado a Juan. El chico olfateó el aire medio dudoso y le dio una mirada de confusión. 

--No haga eso, presidente. 

Incluso Juan se sentía humillado. Nunca había sufrido por su condición de omega, ahora, por un chiquillo su mundo se centraba en una sola cosa. 

--No lo hago a proposito. 

Otra vez se revolvió el cabello y el aroma aumentó. Dario hizo una mueca, retrocedió unos pasos para no dejarse llevar por esa ráfaga de feromonas. El presidente tenía el aspecto de un hombre de 30 años cuando en realidad tenía 50; su ropa no era formal y tampoco podía golpearlo como el primer dia. Su piel era oliva, sus rasgos hermosos a su manera y su cuerpo era como el de cualquier otro omega. 

Dario había estado con muchos de sus compañeros omegas, pero no formó vínculo alguno; su estilo de vida no se lo permitía. Al ver que el presidente no quería decir nada sobre sus amigos, Dario dio una rápida mirada al despacho. 

--¿Que es este lugar?--preguntó. 

--Nos encontramos en el despacho presidencial. 

--Hago la pregunta nuevamente. ¿Cuando veo a mis amigos?

El rostro amable se volvió agresivo.

--¿Tienes un omega entre ellos?

Dario sentía la presión en el brazo, de donde Juan lo agarraba. 

--Maldita sea. !Sueltame¡ ¿Quieres matarme? !!Hazlo ahora¡¡ Ponme una bala entre los ojos y así acabamos en con este teatro.

Juan actuó bajo la voz de mando. El presidente de la nación, podía ejecutar cualquier cosa que su alfa le pidiera. 

--Lo peor que podría hacer, es matarte.

Por costumbre, otra vez se pasó la mano por el cabello, ganando otra ráfaga de feromonas. Dario terminó junto a la puerta. 

--Era un rumor entre mi grupo, pero no sabía que podía ser verdad.

--No existe ningún beneficio en ser omega.

--¿Seguro? Supongo que usted abrió mucho las piernas cuando la situación lo ameritaba. 

Fue la gota que derramó el vaso. El presidente lo agarró del cuello de la camisa, respiraba con fuerza. 

<<Pateame, golpeame, torturame o matame como la escoria que me veo ante tus ojos>>

--Eres un insolente--perdió fuerza. 

--Bueno, toda la vida he sido así. ¿Alguna queja?

Otra vez las manos se posaron sobre la camisa del joven.

--Te ves nervioso.

Dario se puso tan rojo como un tomate.

--Está muy cerca, vamos, un brazo de distancia.

El presidente se alejó y el soldado opositor se dio cuenta de la horrible verdad.

--No!! Prefiero morir antes de aceptarlo.

Corrió como si la vida dependiera de ello, dispuesto a clavarse un cuchillo pero Juan lo detuvo, lanzandolo al suelo y quedando encima de él.

--No te atrevas, niño. Después de muerto te vuelvo a matar.

--Quitese de encima--chilló--No quiero nada de usted.

Fue entonces que el hombre fuerte y prepotente se quebró delante de sus ojos.

--Repíteme quien eres tú, comparado conmigo.

--Soy alguien que quiere derrocar su gobierno. Le está haciendo daño a la sociedad.

Los ojos del presidente estaban muy cerca.

--¿Eres del campo o algo así? ¿O eres de esos ingenuos muchachos que agarran los contrarios a mi partido político?

Dario suspiró y miró desafiante a los ojos multicolores del presidente, ahogando la protesta de su lobo interior.

<<Hazlo tuyo>> <<Te necesita>>

--No tan cerca, presidente.

--Responde, muchacho.

El aroma del presidente le recordaba a casa. Olía a cosas buenas, lo que debía ser todo lo contrario. Tuvo miedo de querer besarlo, volteó el rostro para evitar mirarlo y sentirse presionado.

Juan con mucha suavidad, lo tomó del mentón. Solo por un segundo, su voluntad flaqueó.

--Señor presidente. Necesitamos su ayuda.

Ambos suspiraron. Juan miraba con deseo a su alfa y Dario se escabulló lejos de allí.

--Un momento--dijo haciendo frente-- Necesito ver a mis amigos.

El hombre que pedía la presencia de la autoridad maxima, escuchó la orden del jefe de estado. 

--Tiene permiso para visitarlo. Cuando acabe su visita, tráelo de regreso a mi habitación.


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