Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Fatum por ParadiseNowhere

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Todo lo que aquí se puede leer me pertenece.


El termino Fatum significa "hado" en latín y lo he sacado de la wikipedia. Si lo uso mal, mea culpa, no soy experta.

Notas del capitulo:

Bueno bueno, hace mucho que no empiezo un proyecto nuevo. Pasen y vean mi nueva obsesión durante unas semanas y luego quién sabe.

 

Si es la primera vez que me lees, hola. Si no, igual sabes que me gusta que me dejen canciones que al lector le recuerden lo que pasa en los capítulos de mis historias. 

He descubierto grupos muy buenos así.

Gael no era un chico especialmente dejado, pero había tenido unas semanas duras en el trabajo y su casa estaba hecha un asco.


Por doquier había pilas de ropa sucia, platos sin lavar, polvo acumulado.


Y la verdad, empezaba a agobiarlo un poco el hecho de tener tanto por hacer y tan poco tiempo libre.


Así que se afeitó bien y decidió salir para despejarse un poco.


Paró en una peluquería cercana a su casa para cortarse un poco el pelo. Decían que el estrés hacía caer el pelo, pero a él le había pasado lo contrario.


Durante aquellas semanas su pelo se había convertido en una especie de maraña enredada color marrón.


Tal como se vio en el espejo cuando la peluquera terminó, pensó que le cobrara lo que le cobrara, no iba a darle el mérito que se merecía. Se veía casi guapo y todo con el pelo bien recortadito y pulcro.


Caminaba tranquilo por el centro, las manos en los bolsillos y una cancioncilla tonta en la comisura de los labios. Sus largas y delgadas piernas daban un paso tras otro sin un rumbo concreto y eso lo hacía feliz. El hecho de por un día no tener que ir a ningún sitio, de no tener una obligación que cumplir le aligeraba el corazón.


Entonces, en un puro arrebato decidió coger el coche e ir a las afueras, a donde estaban las zonas boscosas. Ahí se debía respirar más calma todavía.


Una vez aparcó y salió del coche, el frío de principios de invierno le dio una bofetada bien grande. Por suerte, el frío para él significaba vitalidad, ganas de moverse para entrar en calor.


Apenas había un puñado de coches en aquella zona antes de entrar en el monte. Debía de haber poca gente por allí. Y aún así, aunque a simple vista no veía a nadie, la idea de que hubiera gente lo molestaba.


Él había ido allí a perderse, a sentirse el último ser humano sobre la tierra. Aunque hubiera una sola persona más, esa sensación se rompería.


Así que cogió uno de los caminos más escondidos en la foresta. Un camino que él ya había tomado muchas veces antes, pero que poca gente conocía.


Era algo escondido pero precioso. Iba paralelo al río, bastante más alto que el nivel normal del agua. Aún así, cuando llovía demasiado y el río crecía podía inundarse, y eso sí era un fastidio. Porque no podía disfrutar de él.


A pesar de haber caminado por aquellos parajes tantas veces, sentía algo extraño. No sabía ponerle nombre. Era como si algo, no sabía el qué, estuviera fuera de lugar.


Decidió que era porque hacía tanto tiempo que no iba por allí que la maleza debía haber crecido. Si algo caracteriza a la naturaleza es el caos con el que crecen y ocurren las cosas. Las silvas estarían más altas, habría algún tronco caído donde antes no había ninguno, cosas de esas.


Caminó durante media hora en completo silencio, escuchando los sonidos del bosque. Ni a tararear se atrevía. No quería romper el encanto.


Entonces escuchó un sonido que le pareció raro. No supo de donde venía, ni a qué podía deberse. No le prestó mayor atención y siguió caminando.


Un nuevo sonido. Un crujir en la maleza, algo parecido al vuelo de una tela, algo arrastrándose. Mierda, seguro que había alguien más por allí. Su idilio mental de último hombre sobre la tierra parecía haber tocado a su fin.


Entonces lo recorrió una sensación como de pánico. Un grito de su animal interno que le advertía de un hipotético depredador cercano. Un miedo inexplicable se adueñó de él, poniéndole todos los pelos de punta.


¿Qué estaba pasando?


Se sintió apresado, asfixiado. Quería salir corriendo, pero sus piernas permanecían ancladas en el suelo, temblando ligeramente. No sabía por qué, pero algo en lo más hondo de su ser le decía que debía salir corriendo sin mirar atrás.


Su instinto le urgía a correr, pero estaba completamente bloqueado.


El olor cambió de repente. Ya no olía a pino, a sol de invierno y a maleza. Olía dulce, una fragancia dulce y embriagadora que, curiosamente, contribuyó a aumentar su sensación de pánico.


Con las piernas temblando, se giró para volver por donde había venido


Y por un instante se le cortó la respiración.


En mitad del camino, donde antes sólo danzaban los rayos del sol a través de los árboles, se alzaba una figura.


Nunca había visto nada igual.


No se atrevería a llamarlo hombre. No le haría justicia.


Si, su torso descubierto era humano. Sus brazos, sus manos, su cuello, su cabeza sin duda eran similares a los de un humano.


Pero a la vez diferentes.


Su piel, pálida como un rayo de luna, sin una sola marca. Una lánguida tela oscura se enrollaba en su cintura para caer detrás, arrastrando por el suelo.


Una suave y sedosa mata de pelo ondulado, negro como la tinta, caía sobre su frente y su cuello, bajando por sus hombros y se perdía en su espalda.


Dos astas de hueso negro, estilizadas, lustrosas y brillantes, sobresalían a ambos lados de su cabeza.


Y sus ojos…


Dos orbes de ónice relucientes, en los que no se distinguía pupila, iris ni cristalino, todo hecho de la misma uniforme oscuridad.


Había algo en ellos imposible de explicar. Algo ardía en la profundidad de aquellos ojos, un fuego negro aterrador y hermoso. Algo mágico.


Ni por un instante se atrevió a pensar que lo que veía no era real. No se atrevía a moverse.


Tampoco se le ocurrió pensar por un instante que podía ser un disfraz. Los disfraces y los maquillajes no podían alcanzar aquella perfección, aquella belleza. Y sobre todo, no podían hacer sentir a alguien tal como él se sentía.


Estaba a unos diez pasos de él.


Y al instante siguiente, tras un parpadeo, estaba a escasos centímetros de su rostro. Pudo ver cómo se abría su boca, dejando ver una hilera de dientes blancos como marfil, afilados y puntiagudos, los dos colmillos sobresaliendo ligeramente del resto.


Ahora el miedo lo paralizó de veras. Se sumió en aquellos pozos de negrura que eran sus ojos y no pudo mover músculo alguno, ni emitir sonido cualquiera, ni pensar, ni respirar


El ser extendió hacia él una garra de negras falanges y largas uñas. Posó sobre su mejilla con cuidado su extraña mano. Notaba las puntas de las uñas presionando sobre su piel sin llegar a clavarse.


Un calor desconocido inundó todo su cuerpo. Un ardor extraño, parecido a la excitación, pero a la vez diferente.


Los labios del hermoso y terrible ser estaba a escasos centímetros de los suyos. Sus ojos se clavaban en lo más profundo de su alma. Entonces el rostro del ser se acercó más, un poco más, unos centímetros. Podía notar un aliento frío sobre los labios, a punto de unirse con los ajenos...

Notas finales:

Pronto, más. Aún falta por aparecer Raul. ¿cómo lo hará? En el siguiente capítulo obtendremos la respuesta.

 

Dejadme canciones que os inspire el fic, porfi. Me gusta mucho.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).