Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

No es justo por Yunalesca

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Disclaimer: Ningún Arashi es mío, por suerte para ellos o se pasarían el día haciéndose arrumacos y monerías e indecenc… ehm… digo… monerías, sí.

Pairing: Matsumiya

Género: vida cotidiana, romance

 

Notas: No sé cuanto hace que no escribo un fic… y aunque los chicos se hayan separado, creo que la ilusión y momentos mágicos que nos han dado no acabarán nunca. Así que he decidido desempolvar mis habilidades escritoras y volver con un fic. No creo que quede nadie por aquí, pero aún y así me apetecía compartirlo ^^

Sabía muchas cosas de él. Posiblemente más de las que a Nino le gustaría que supiese, pero observarle con disimulo, o a veces directamente sin él, se había convertido en un hábito.

Tampoco es que fuera culpa suya, había sido precisamente Nino el responsable de que acabara así. Había empezado hacía años, de manera disimulada y sutil. A veces se encontraba con la mirada de Nino sobre él, que apartaba rápidamente al saberse descubierto. Sí, sabía que le gustaba mirarle cuando creía que nadie se daba cuenta, que se le dibujaba sola una sonrisa cuando se quedaba observándole y que apartaba presuroso la mirada cuando lo pillaba, aparentando que no pasaba nada. Pero Jun sabía perfectamente que a menudo tenía los ojos de Nino sobre él, atentos, algo tímidos, embelesados. Y no le importaba.

También sabía que Nino era uno de sus mayores fanboys. Había comenzado con cautela, un halago casual en un programa, un aplauso más intenso que el que le dedicaba a los demás, la rapidez que tenía a responder cosas sobre Jun cuando les preguntaban en alguna entrevista, el cómo recordaba muchas cosas que había dicho y que a veces había olvidado hasta él. Sí, sabía que Nino le admiraba de manera de manera sincera y entregada, y no le importaba.

Sabía también que a menudo buscaba su contacto. El breve roce de una mano en su espalda, la barbilla casualmente apoyada en su hombro mientras miraban algo en el mismo teléfono, las manos entrelazadas cuando algún programa le daba la excusa, los abrazos en los conciertos y mucho más. Era imposible no darse cuenta de que Nino siempre buscaba cualquier excusa que le diera aquella íntima cercanía con él. Por norma general no le gustaba demasiado el contacto físico, pero Nino lo hacía de un modo tan natural que era imposible reprenderle. Sí, estaba claro que Nino le tocaba más que nadie. Y no le importaba.

Podría pasarse el día pensando en las cientos de miles de cosas que sabía del pequeño caprichoso y malcriado del grupo, y posiblemente no acabaría. Por eso cuando Nino volvió después de comer a la sala de ensayo con aquella sonrisa inconfundible en los labios, la pudo interpretar a la perfección. Sólo le dibujaban esa expresión de absoluta felicidad dos cosas. Una era su videoconsola, y la otra era él. Y puesto que él no había hecho absolutamente nada, estaba seguro que tenía que ver con su nuevo videojuego y haber conseguido tiempo para pasárselo prácticamente del tirón.

-Bueno chicos, hasta mañana- anunció alegremente Nino.

-¿Eh? ¿Te vas?- preguntó Aiba, mirándole con clara curiosidad.

-Sí, tengo una entrevista de promoción del nuevo dorama en el programa de ###. Y después de eso… toda la tarde libre- dijo sin molestarse en contener la alegría por escaquearse del trabajo.

Jun esbozó una pequeña sonrisa satisfecha, casi imperceptible, orgulloso de haber acertado.

-Ah, no se vale, si sales pronto podrías volver y ensayar con nosotros- protestó Sho poniendo morritos.

-Nada de eso, tengo una cita en casa con mi videoconsola- replicó levantando la cabeza muy dignamente y acabando de recoger sus cosas para marchar-. Adiós chicos. Hasta mañana J- se despidió con una sonrisa radiante. Sonrisa que se le congeló al momento al darse cuenta de lo que acababa de hacer.

Hasta mañana, J, acababa de decir como un idiota, como si Jun no fuera también parte de los chicos. Mira que era torpe a veces… se esforzaba mucho por esconder lo que sentía por él, pero pequeñas cosas como aquella se le escapaban continuamente y convertían sus esfuerzos en un estrepitoso fracaso. Estaba seguro de que todos en el grupo se habían dado cuenta de lo estúpidamente enamorado que estaba de Jun pero con su discreción habitual fingían no saber nada, y así podía seguir manteniendo la fachada de simple amistad.

-Espera- le llamó Jun justo cuando salía por la puerta, y Nino se dio media vuelta para encontrárselo a apenas un paso de él. Le vio apoyarse en el marco de la puerta, cruzando los brazos con calma.

-Dime- le preguntó, conteniendo el revoloteo de mariposas en su estómago, como cada vez que se le acercaba. Cielos, debería ser ilegal lo condenadamente sexy que era Jun aun cuando no hacia nada más que mirarle con desinterés.

-Invítame a cenar- le soltó Jun sin más.

-¿Qué?- preguntó un descolocado Nino.

-A cenar. En tu casa- añadió Jun con una sonrisa divertida-. Nosotros saldremos tarde y no tendré ganas de ponerme a cocinar.

Nino puso una mueca. Invitar él… desde luego que Jun era atrevido como él solo, sabiendo lo poco que le gustaba gastar. Podía perfectamente pedir que le llevasen algo al set, o comprar algo de camino a casa, pero no, ahí estaba, exigiendo cual niño caprichoso. Aunque… en fin, tendría que estar loco para negarse.

-Esta bien. Dime a que hora saldréis y pediré unas pizzas para que estén calientes cuando llegues- accedió, fingidamente a regañadientes. La verdad es que no le costaba nada ceder ante él, y menos si eso implicaba pasar un poco más de tiempo juntos, pensó sintiendo de nuevo el cosquilleo por todo su cuerpo.

-Estaré allí a las diez- le dijo Jun.

-¡Que sean de verdad las diez o cenaré yo solo!- advirtió antes de salir de allí. Se lo conocía de sobras como para saber que se liaba con el trabajo y no encontraba nunca la hora de terminar. Aunque bueno… ¿A quien iba a engañar? Todos y cada uno de los presentes sabían que le esperaría, sin importar lo tarde que llegara. Negando con la cabeza, salió del edificio y se puso en marcha hasta el lugar de grabación.

Debía notarse el buen humor que llevaba porque el elenco del programa aseguró que lo habían pasado fenomenal con él e insistieron en que debía volver. Todavía seguía sonriendo como un idiota cuando llegó a casa, ya pasadas las cinco. Estaba configurando su personaje para empezar el juego cuando le sonó el móvil. Tenía un tono diferente para cada una de las personas más cercanas y aquel era el de Jun.

-Ya, ya lo sé. Vais muy retrasados y llegarás tarde- dijo resignado, sujetando el móvil con el hombro para poder seguir dándole a los botones del mando.

-No, me aseguraré de que todos nos vayamos pronto a casa. Llamaba para decirte que lo he estado pensando y me apetece pasta- le corrigió Jun.

-¿Eh?- preguntó Nino, frunciendo el ceño.

-Espaguetis. Caseros - añadió Jun al otro lado del teléfono.

-¿Me estás diciendo que, además de invitarte, esperas que cocine para ti?- se quejó con un puchero que Jun notó más que claro a pesar que no podía verlo.  

-Con carne- siguió pidiendo Jun, ignorando su intento de protesta.

No, no iba a ponerse a cocinar sólo porque a J le apeteciera, se dijo Nino. Si no cocinaba apenas ni para él. Además, no tenía tomate ni carne para preparar los espaguetis…

-De acuerdo- cedió al fin tras un largo silencio. Ah, podía notar perfectamente la sonrisa triunfal de Jun al otro lado del teléfono. Siempre acababa cediendo y consintiéndole de más. Él lo sabía, Jun lo sabía, y cualquiera que los viera interactuar más de dos minutos podría saberlo también. Colgó con un suspiro y se quedó mirando la pantalla del televisor con el juego que había dejado en pausa-. Lo siento, parece que me tendrás que esperar un rato más- le dijo en tono de disculpa a su videoconsola, mientras se levantaba del sofá y se ponía las zapatillas deportivas para salir a comprar.

Andaba absorto en el juego cuando sonó el timbre de casa. Miró la hora en el reloj y le sorprendió que a penas pasaran quince minutos de las diez. Correteó a abrir la puerta, aunque antes de hacerlo se tomó unos segundos para borrar aquella expresión ilusionada del rostro y abrirle sin parecer un idiota enamorado hasta los huesos de él.

-Llegas puntual- le dijo Nino con algo de sorpresa.

-Oye, siempre soy puntual- replicó un indignado Jun.

-Eres puntual para llegar, pero nunca encuentras la hora de salir del trabajo, Mr. Perfeccionista- le chinchó Nino dándole un par de graciosos toquecitos en el pecho.

-Mmm… es probable- cedió Jun, colándose por el hueco que quedaba entre Nino y el marco de la puerta.

Nino se encaminó hacia la cocina y encendió el fuego para calentar los espaguetis que había dejado preparados hacía rato ya. Andaba removiéndolos cuando Jun se le acercó, asomando la cabeza por encima de su hombro para olisquearlos. Casi le subió un escalofrío por la espalda al notarlo tan cerca, tan íntimo…

-No quiero quejas si no están buenos- le dijo enfurruñado en un intento de disimular el nerviosismo que le provocaba-. Haz algo al menos y pon la mesa- le exigió señalando hacia el salón. Nada más le faltaba que por andar haciendo el tonto se le quemara la salsa o acabara dando la vuelta a la sartén de un bote... iba a tener a Jun durante días riéndose de él.

J le contó un par de anécdotas divertidas de la tarde mientras cenaban y después de recogerlo todo- porque al señor maniático le daba urticaria de dejar las cosas encima de la mesa sin más- acabaron sentados descuidadamente sobre el sofá. Jun andaba leyendo un libro mientras Nino retomaba con ganas el videojuego, y ya podía caerse el mundo que no iba a parar hasta acabarlo. O al menos eso pensaba, aunque un rato después tuvo que darle al botón de pausa y girarse a ver qué diablos quería Jun.

-¿De que va el juego?- preguntó, mientras le miraba con aspecto aburrido.

Nino le dio una respuesta rápida y volvió a sumergirse en él. Tuvo que parar de nuevo para decirle que era de un solo jugador, darle una rápida explicación de lo que había pasado y asegurarle categóricamente que no iba a levantarse solo porque a su majestad le apeteciera un té. Había estado muchas veces en su casa y sabía donde estaba todo, podía preparárselo solito. Intentó por enésima vez continuar con la partida, pero parecía que Jun tenía el día porque no solo no se había levantado a calentar el agua para el té, si no que se había acercado más aún a donde estaba y le andaba sacando de quicio con su cercanía y los disimulados toquecitos en el brazo que le daba para llamar su atención.

-¿Qué diablos quieres, J?- preguntó con una paciencia que había entrenado a base de años lidiando con la torpeza de Aiba.

-He acabado el libro y me aburro- dijo al fin.

-Oh, estupendo. Pues abúrrete, pero en silencio y lejos de mí- le replicó irónico y con un puchero enfurruñado.

Jun enarcó una ceja, como si estuviera valorando su propuesta, para finalmente negar con la cabeza.

-No quiero- sentenció poniéndole morritos.

-Oye, es mi tarde libre. Ya dije que la iba a pasar jugando y has sido tú quien ha decidido acoplarse a pesar de ello, así que sé buen niño y déjame acabar. Luego te haré el té- le pidió, centrando su atención en la pantalla, totalmente decidido a ignorarle.

Cosa que podría haber hecho muy bien si Jun no hubiera gateado sobre el sofá, quitándole con cuidado el mando de las manos, dándole al botón de pausa y lanzándolo luego a una esquina mientras se sentaba a horcajadas sobre él. Se le había parado por un segundo el corazón mientras Jun acababa de acomodarse encima suyo, seguro, relajado, arrogante, como si no hubiera forma humana de que le echara de allí. Y muy posiblemente no la había porque lo único que podía hacer ahora era luchar porque los desbocados latidos de su corazón y el cosquilleo que le subía por el cuerpo no le acabaran de delatar.

-¿Me estás diciendo que prefieres hacerle caso al juego que a mí?- preguntó Jun en un ronroneo suave y seductor mientas le dedicaba una mirada coqueta.

-Es lo que intentaba decir, sí- consiguió articular Nino al fin, con la boca seca y la respiración amenazando con acelerarse de manera evidente. Aunque siendo sinceros, lo más probable es que no se lo hubiese creído ni él mismo, que era al que más intentaba convencer.  

-Tendré que hacerte cambiar de opinión- susurró Jun a media voz, posando suavemente una mano en la mejilla de Nino, acercando sus labios hasta que podían notar sus alientos entremezclarse. Se pasó la lengua por el labio inferior, rozando levemente la boca de Nino en el proceso, logrando que se le escapara el aire en una sonora bocanada.

Nino cerró los ojos un instante. Le dolía horrores el pecho, porque seguro que aquello no era más que una manera retorcida de llamar su atención. Maldito fuera el momento en que se había enamorado de J, maldito fuera Jun con su carácter caprichoso y egoísta, y maldita fuera aquella situación. No era capaz de decirle que no, aunque luego acabara con el corazón destrozado.

-No es justo J. No es justo que hagas esto cuando sabes lo que siento por ti- se quejó en tono lastimero y derrotado, incapaz de negar más lo evidente.

-No, no es justo- accedió Jun sin un ápice de misericordia en la voz, justo antes de besarle.

Los labios de Jun eran suaves, y cálidos, y se habían apoderado de los suyos con la seguridad de que no se iba a apartar. No pudo más que dejarle hacer, mientras sentía como su cuerpo y su mente iban por caminos totalmente diferentes. Por una parte, su cuerpo respondía por si solo a Jun. Sus manos se habían movido sin pensarlo siquiera para posarse suavemente sobre los hombros de J, sus labios se habían abierto sin que se diera ni cuenta para dejar paso a aquella lengua exigente y curiosa que le exploraba hasta el último rincón. Su corazón se había disparado tanto que estaba seguro que se escuchaba su estrepitoso retumbar por toda la habitación, por no hablar de su piel y el resto de su cuerpo que reaccionaban a las caricias de Jun de una manera tan intensa que iban a conseguir sonrojarle. Pero en cambio su cabeza parecía haber caído en un vórtice de oscuridad. ¿Por qué diablos era J tan cruel? Puede que para él eso no fuera más que un juego con el que salirse con la suya y conseguir su atención, pero para él… para él lo era todo.

Le amaba como no había amado nunca a nadie, como estaba seguro de que no volvería a amar… adoraba cada parte de su cuerpo, desde los ojos profundos y penetrantes a los labios jugosos y sexys, ese cuello terso y provocativo que se moría por mordisquear y los perfectos y firmes músculos de su cuerpo. Amaba cada rasgo de su personalidad: el perfeccionismo que le llevaba a dar siempre lo mejor de sí, su vergüenza al fracaso que le hacía intentar ser el mejor en todo, su manera disimulada y cuidar de todos, su ego muchas veces mal reprimido, e incluso esa parte retorcida y algo egoísta que le había valido el apodo de DoS. Le amaba total y absolutamente, desde la primera de sus virtudes hasta el último de sus defectos, sin poderlo evitar. Por eso aquel beso que no significaba nada le dolía tanto, por eso apenas podía contener las lágrimas que amenazaban con escapar de entre sus párpados y su garganta parecía a punto de dejar escapar un sollozo, tan roto y destrozado como se sentía su corazón en ese momento. Por eso aquel beso que debería ser dulce y cálido le estaba resultando tan amargo, y le dejaba un helor espantoso en los huesos que parecía calarse hasta al alma. Y sin embargo allí estaba, dejando que Jun colara las manos bajo su ropa, estremeciéndose al notar la calidez de sus dedos en la espalda, dejándose arrastrar por él. Incluso se le escapó un leve suspiro de protesta cuando Jun acabó abandonó sus labios para mirarle largamente, serio, impasible, sin dejarle leer en su rostro ninguna emoción.

Nino solo pudo sentir lástima de sí mismo. ¿Cómo había acabado así? Él, que se consideraba el más espabilado del grupo, que no se dejaba pillar en situaciones comprometidas, que siempre se protegía detrás de aquella fachada de despreocupación e insolencia, que era el mocoso caprichoso y malcriado que conseguía cuanto quería de los demás. Ni con todo ello había podido escapar de Jun, así que allí estaba, conteniendo a duras penas las lágrimas de sus ojos, mientras sin poder evitarlo dejaba que hiciera cuanto quisiera con él.

-Pero tampoco es justa la manera en que te has colado en mi vida- le dijo Jun tras un pesado y largo silencio-. No es justo que hayas tirado abajo todas las barreras que he intentado poner. No es justo que me levante cada día esperando por esos momentos en que te acercarás a mí, buscando con disimulo mi contacto. Ni que te eche de menos aun cuando estás tan cerca, porque no tengo todo lo que quiero de ti- acabó por decir, firme, seguro, sin rastro de duda en su voz.

Honestamente, Nino tardó varios segundos en procesar lo que Jun acababa de decir. Aquello no querría decir que… no, no podía ser. Pero J le seguía mirando tan serio y convencido…

-¿Eso ha… ha sido una declaración?- preguntó al fin Nino, con cautela, intentando controlar el temblor en su tono de voz.

Jun rodó los ojos hasta dejarlos en blanco. Evidentemente que era una declaración, ¿Qué otra cosa podía ser? Iba a contestarle a Nino con un comentario mordaz pero no le dio tiempo porque éste se le adelantó.

-¡Pues hazlo apropiadamente!- se quejó enérgico mientras le daba un ligero toquecito en la frente.

Jun estuvo a punto de darle un coscorrón, pero la manera en que Nino le miraba como si le estuviera retando hizo que suspirase resignado y asintiera con un leve cabeceo. Porque le conocía como nadie y podía leerle con total claridad. Nino podía aparentar ser despreocupado y fuerte, pero necesitaba que le diera seguridad. Necesitaba tener la certeza de que no se estaba ilusionando en vano, que no iba a destrozarle ese corazón que era mucho más blandito de lo que pretendía aparentar.

-Te quiero Nino, te quiero mucho más de lo que puedas llegar a imagin…- ni siquiera le dio tiempo a acabar la palabra porque Nino se había movido como impulsado por un muelle para sujetarle de las mejillas y besarle sin dudar.

Esta vez fue a Jun a quien se le encogió el vientre con un intenso cosquilleo cuando Nino por fin dio rienda suelta a sus sentimientos y le besó de una manera tan entregada y exigente al mismo tiempo que no podía ser más propia de él. Se le escapó una suave y alegre carcajada de pura felicidad, rodeando la estrecha cintura de Nino con los brazos, dejándose caer sobre el sofá y arrastrándole con él, besándole de nuevo, inocente, sin prisas, simplemente disfrutando del aleteo de mariposas que le provocaba tenerle allí sobre él. Perdió la cuenta del rato que pasaron así, sin hacer nada más que besarse o darse alguna caricia inocente y furtiva, hasta que Nino finalmente se incorporó levemente sobre un codo y se le quedó mirando con aire relajado, sin ninguna clase de disimulo esta vez. Sí, definitivamente le gustaba el modo en que Nino le miraba, como si fuera lo más preciado del mundo para él. No pudo evitar la sonrisa que se le dibujó en la comisura de los labios, traviesa, egocéntrica, triunfal.

-¿Esto quiere decir que al final voy antes que el videojuego?- le chinchó sin poder evitarlo.

-Por esta noche- repuso Nino como si le anduviera haciendo una gran concesión, aunque por el modo en que sus ojos brillaban y reflejaban la sonrisa que adornaba sus labios fue una puntualización muy poco convincente.

-Yo más bien diría que por toda la vida- corrigió Jun sin ocultar su autosuficiencia.

-Ya veremos- le replicó Nino antes de volverle a besar.

Sin duda tenía a Jun demasiado consentido pero… puede que después de todo no estuviera tan mal, se dijo mientras se perdía en el sabor de su boca y su piel.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).