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~Monos, dudas y Miel ~ por Paxito

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Notas del fanfic:

Me ayudó el cuento de el Rey Mono y Buda, y la anecdota del Mono y del panal de abeja que aparecía en algunos templos en tailandia.
Ningun mono sufrio en la elaboración de este fic.
No se ni madres de budismo...solo tengo conocimientos bien generales que he leido de aqui y allá....así que si me equivoque en algunos terminos o usos o lo que sea....PERDON XD. disculplen mi "igborancia" jeje 

Notas del capitulo:

La primera vez que escribo sobre ellos.

 

~ De Monos, dudas y miel ~


Shaka abrió muy lentamente los ojos, y aún así tuvo que volver a cerrarlos por estar en el paso de un rayito de luz que se colaba por las gruesas cortinas color olivo. El aire hacía que estas cortinas se balanceaban perezosas, trayendo consigo el perfume de flores, aquellas del huerto fuera de la casa, esas que despertaban bañadas en el roció de la mañana y que se abrían para acoger a los insectos a ellas, aquellas hermosas flores que agradecian la luz con sus colores intensos y aromas. Esta fragancia se extendió por toda la habitación.

Si uno prestaba atención, no muy lejos, los ruiseñores cantaban, para que entonando sus melodías respondieran los jilgueros, y a la vez contestaban las golondrinas. Shaka no sabría determinarlo. Eran aves cuyo canto en primavera es un llamado a sus parejas, un cortejo sensual que se acompañaban con todo un gracioso ritual, una danza de plumas y cantos.

Tras estirarse muy bien  y bostezar. Shaka se enderezó, mirando con atención la habitación en donde había yacido.

No era para nada igual a sus aposentos, allá en la india.

En la india hacía mucho tiempo que no reposaba en una posición, por decirlo de algún modo, normal . No había cobijas ni almohadas, esas cosas materiales que hacen el cuerpo holgazán, las que te distraen de la disciplina y la vida concentrada.

A diferencia de donde estaba, el único sonido que escuchaba antes era el sonido de si mismo emitiendo los diferentes mantras desde el centro de su cuerpo, el cual con la respiración, con el control de las cuerdas vocales, las placas de su cráneo, la energía de sí mismo evocaba el sonido del mundo entero. De ese modo hacía vibrar cada uno de sus chakras. El mundo y él se encontraban en completa armonía.

Sin embargo...

 Al abrir los ojos, Shaka solo veía un cuenco de agua y su rostro reflejado devolvía la mirada, una parecida a la de las esculturas de Buda:  profunda, vacía, elevada. 

Shaka, no tenía ninguna otra compañía más que sí mismo y los monos que lograban colarse por el templo.

Los monos jugaban entre ellos, se peleaban, se apareaban, se masturbaban. Era como una señal muy obvia que el universo mandaba, como si fuera la forma de decirle: estos monos son la humanidad, seres sin razón, sin conciencia, seres que se dejan guiar por sus instintos animales  y sus deseos. Los monos representaban la pérdida de la razón  por las banalidades del deseo, de esas cadenas que atrapan al espíritu humano y que no le permitían trascender.

Shaka estaba más allá de todo eso.

Pero...

Desnudo en la cama, Shaka aspiró profundamente. Con sus dedos tocó la tosquedad de las cobijas que lo habían cubierto, aspiró el aroma de la madera de los rústicos muebles de la habitación. Había un librero con varios volúmenes de tomos y pergaminos.

Apegos.

 Había herramientas esparcidas por el tapete, había ropa. Había espejos y velas.

Apegos.

La puerta se abrió y al verlo recordó    lo ocurrido. La razón por la que estaba en aquel sitio.

Y es que los “sin embargos” se había juntado en su pecho. En su mente. Los “sin embargos”, de su altísima conciencia elevada y profundo conocimiento del universo era un lastre, los “sin embargos” no lo dejaban en paz. En su soberbia aquellos “sin embargos” le hacía sentir un vació cada vez más profundo, más insoportable.

Fue así como decidió romper su meditación. Fue cuando decidió levantarse, salir del templo y caminar. Solo eso. Caminar.

La insoportable sensación de que algo le faltaba no lo dejaba en paz. Y las respuestas, no estaban en uno mismo, Buda no le respondía, el universo solo le mandaba monos y dudas.

Shaka transitó muchos caminos, los recorrió, de pie, en barco, escalando. Shaka trabajó, ayudó  y trató con mucha gente con quien se topaba. 

Ahí se dió cuenta que era eso que le molestaba. Eso que irritaba su ser. Y es que había tratado con mucha gente, pero con ninguna persona, de ningún tipo era capaz de conectarse. Shaka era ajeno a sus sentimiento y carecía de empatía para entenderlos. Con el tiempo, el poco alimento que consumía y su escasa vestimenta; Shaka empezó a enfermar. Una tos dolorosa que le hacía escupir sangre. Su enfermedad era reflejo de su propia mente y alma.

Nunca pidió ayuda. La soberbia de saberse casi iluminado lo alejó de la humanidad, e irónicamente eso lo alejó más de lo que buscaba. 

Eso hasta que le conoció.


 
Fue en un lago, a las faldas de las montañas. Un sediento Shaka llegó a beber de ahí cuando escuchó unas risas animadas de unos niños chapoteando en el agua, inocentes y alegres.

“Monos”.

Y un joven cuidando de ellos. El más hermoso que pudiera haber visto en su vida.

Shaka quedó congelado al verlo.

Su sola presencia llamó su atención, y además como enfatizando este hecho este hombre era iluminado por un rayito de luz solar que se colaba entre las ramas de los árboles. ¿Será que el cosmos se burlaba de él?.

Este hombre enseñaba una clase de canto, o un rezo que acompañaba con movimientos , como si se tratara de una danza a los niños. Aunque ellos estaban tan distraídos en su propia diversión.

Esa danza no era una danza cualquiera. Shaka podía notar que el hombre se movía en perfecta sincronía en que la tierra respiraba. Parecía ser un ser mágico hecho de aire, de agua y de tierra...y poseía la fuerza del fuego.

Pero más, él y los niños pelirrojos parecían infinitamente felices.

“Monos”.

Shaka trató de apartarse de aquella desconcertante imagen que ha hecho que su corazón de un vuelco doloroso.  Pero la traicionera tos lo dejó sin aliento, lo dobló del dolor y lo dejó sin aire en el suelo, haciéndolos voltear.

Mü, lo miró a aquel con alarma y preocupación.  El joven vestía con la indumentaria típica de los hombres de los himalayas. Uno podía cuenta por sus coloridos trajes tibetanos. Mu portaba una Chuba, la prenda tradicional de su gente. Consistía en un abrigo hecho con piel de oveja que lo cubría hasta los tobillos, del mismo modo está se unía a la cintura por una larga faja en la parte superior que se convertía en un gran bolsillo llamado AMPA.

Mu sacó de su AMPA algo que tenía guardado, y tras indicar a los niños que siguieran jugando, se acercó a Shaka.

ーToma, te ayudará.

Shaka bajó la vista observando lo que era ofrecido y tras pestañear un par de veces, río. En su vida había reído tanto. Y ahora que recordaba, estaba seguro que en su vida no lo había hecho. Mü lo miró curioso pues esa risa tenía un tono amargo y triste.

Luego volvió a toser y antes de que pudiera reaccionar, el hombre tibetano cubrió su cuerpo con su chuba, antes de reaccionar estaba aquel tibetano tocando su cuerpo, apretando algunos puntos en su pecho mientras que, con la otra mano  masajeaba su espalda con un tipo de hoja medicinal y cantos vibrantes como si fueran mantras.

ー Da un mordisco..ー habló Mü, su voz suave, tranquila, era como una brisa dulce en un día seco. Y volvió a señalar lo que tenía entre las manos: un pedazo de panal con miel. ー  vamos, te hará sentir mejor.

¿Sentir? pensó Shaka tomando el pedazo de miel y llevándolo a la boca para endulzar su ánimo, para endulzar y calentar su espíritu tal como empezaba a sentir donde aquel había tocado.

Shaka recordó la leyenda del Mono y de Buda. En este cuento, mientras Buda meditaba, un mono le ofrecía un pedazo de panal al Buda para que sirviera de alimento medicinal, mientras que el elefante saciaba su sed al llevarle agua con su trompa.

No podía evitar darle gracia aquella comparación, que también le recordaba su falta de humildad…¿era por eso que se sentía tan vacio?.¿....tan solo?.

Mu, solo sonreía dulcemente y con esa misma amabilidad lo invitaba a su hogar. Shaka no se negó, lo cual era extraño y algo completamente nuevo para el. Desde ese primer instante en que le miró, sentía que podía confiar en aquel hombre...desde ese primera vez sentía como algo de él, se llenaba.

Al haber pensado en ese hombre como “un mono” también le hizo recordar el famoso mito del “Rey mono”. El arrogante e insufrible Rey Mono, que pensaba que realizaba una gran proeza y que, en realidad, sólo había había corrido alrededor de la palma de la mano de Buda.

Había sido arrogante en pensar que estaba más allá que los demás. El no era más que cualquiera de todos los monos, ni siquiera su rey. Shaka se desmayó por cansancio, por desamparo, por el gran peso de la crisis que acaba de sufrir un segundo antes, se desplomó en los brazos de Mu como un muñeco de trapo roto, quien, a pesar de su apariencia, era fuerte.

No costó trabajo cargar con el flamélico Shaka y aparte llevar todo lo necesario para su labor, agua, semillas y diferentes de plantas medicinales que el y sus hijos habían recogido después de agradecer y rezar a los dioses, y alejar a los demonios de la montaña. 

Mu vivía en la montaña, en un sitio privilegiado donde las flores crecían y el clima no era tan inmisericorde. Tenía la bendición de los dioses. En su humilde vivienda, en cama, enfermo, delirante,  Shaka sucumbió ante la densidad de su propio veneno.

Con paciencia, el pastor tibetano, de alma ligera y gran corazón, cuidó de él durante todo el invierno. Lo escuchó sin intervenir, sin juzgar, sin falsas alabanzas ni engrosando su ego.

La vida de Mü en las montañas, junto a sus dos hijos, Kiki y Raki era pacífica, pero no por ella libre de preocupaciones o trabajo. También había momentos de enojos y tristeza. Pero Shaka observaba algo en ello algo mucho más profundo de lo que pudiera comprender.

Amor.

Mismo que empezaba a surgir entre los dos hombres cuando Shaka empezó a recuperarse, cuando Shaka empezó a conocerle y tratarle. Cuando ambos trabajaban juntos, cuando trataban a las ovejas, o ordeñaban o recolectaban plantas. Fue como el regar una flor, como cuidar un polluelo que se había caído de su nido.

Mu le enseñó a Shaka otra forma de conexión con el mundo. La que existen entre las personas y la sana convivencia con el entorno. Los dos niños brindaban su inocencia contra su duro cinismo y humor agrio.

El lemuriano también liberó los canales energéticos con su propio cuerpo. Una forma de evocar mantras por medio de gemidos, de gruñidos y jadeos que emitían cuando unían sus  ambos cuerpos y espiritus. Su cuerpo gracias a ello, junto a su mente y alma fueron purificandose.

Todo había empezado cuando Mu, cantó y danzó con la tierra para agradecer. Era los mismos movimientos con los que lo había conocido y hechizado. Eran lentos, sensuales y mágicos.

ーEl ritual de agradecimiento me recuerdan a las aves en primavera, Mu ー mencionó una vez, Shaka, viéndolo con un semblante muy diferente al que le había conocido antes. Era más relajado, suave y hasta dulce .
 
Mu sonrió.

ー Es la época que las aves dedican sus cantos en busca de quien les responda...yo nunca dije que esto es un agradecimiento...ー  aún con esa gracia que no dejaba de ser varonil y que poseía la fuerza de su pasión ardiendo en sus ojos calmados, aun con esa sensualidad se acercó a Shaka y lo besó, ー esté si es un agradecimiento!, Shaka.

El rubio, devolvió el beso y el abrazo, y el sentimiento completo. ¿Por qué Mu le agradecia a el?. Rodeandolo con sus brazos, acariciando su espalda, presionando varios puntos de su cuerpo.

ー ¿Sabías que hay otra forma de llegar a la iluminación?

Shaka vaya que si lo comprendió.

Ese día despertó por la luz solar, por el canto de los pajaros, por el olor de las flores. Enderezandose en la cama compartida ya desde hace ya muchos años. Vió esos apegos que había en la habitación, pero no le generaron mayor conflicto. Había despertado de un sueño en donde un mono le había ofrecido Miel y le recordó su arrogancia. 

Ese día despertó como muchas mañana anteriores, con la sensación de haber llegado al nirvana horas antes  tras un explosivo orgasmo que llenó todo su espíritu  y alma con toda esa energía primigenia, deteniendo por un segundo, solo un segundo la rueda del dharma, el samsara le hizo sentir llegar al moksha..

Mu entró por la puerta, trayendo un poco de té y sonriéndole con la misma dulzura que siempre.

Hace tiempo que los niños había crecido, en que los niños habían partido . Y ahora, ellos dos vivía juntos.

Mu se sentó en la cama, depositando las tazas a un costado y tras un beso sabor miel, inició un nuevo día, de nuevo, juntos.

Shaka pensó entonces, que ser un mono, no era tan malo.

Fin.

Notas finales:

eSTE fic, lo cree para un ficsoton de Mu y Shaka...pensé que jamás lo lograría por que no suelo escribir de ellos....son, ¿como decirlo? muy elevados para mi rupestre ser XDD.


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