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Nuestra luz por aisaka-san

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Cuando Hikari llegó a casa, no se sorprendió por encontrarla vacía ya que su padre le había dicho que volvería al hospital a otro chequeo médico.

 

Hikari no era del tipo de persona que le gustara hablar de nostalgia ni de temas tristes, aunque teniendo esas experiencias trágicas desde su tierna infancia era casi inevitable que tocara esos temas sensibles con mucha frecuencia.

 

Subió las escaleras al segundo piso de su modesto hogar, miró hacia el ático que se resguardaba por unas escaleras plegables y trago un poco de saliva, estaba nerviosa.

 

Si bien era cierto que la emoción de encontrar algo sobre Valt ahí arriba era inmensa, eso no lograba apaciguar del todo los amargos recuerdos que solía arrastrar desde que tenía memoria.

 

Con una quietud muda bajo la escalera, pensando y recordando lo que albergaba aquel sitio.

 

La imagen del fuego consumiendo todo, plasmada en su mente.

 

Ese era su primer recuerdo de toda la vida.

 

Y ahora sudaba frío, esperaba no encontrar nada sobre ese incidente allá arriba, era un tema que le atemorizaba conocer. Incluso si las secuelas de ese accidente yacían grabadas permanentemente en su piel.

 

Subió peldaño por peldaño, con pasos lentos y tímidos. Su mente inevitablemente divagó al momento en el que esas marcas comenzaron a llamar la atención del público en su época dorada de blader, justo cuando comenzaba a escalar hacia el campeonato nacional.

 

“—¡Mira a esa chica! —gritó alguien a lo lejos, Hikari estuvo a punto de voltear pero su timidez se lo impidió, así que solo se limitó a escuchar.

 

—¿Qué tiene de raro? —preguntó el acompañante del otro sujeto, Hikari a este punto estaba temblando de nervios pues ya sabía a dónde iba encaminada esa conversación; deseaba con toda su fuerza que Kazuki estuviera aquí pero el chico justo estaba en una batalla eliminatoria.

 

—¿Qué no lo ves? —preguntó el chico más que sorprendido a su acompañante, luego susurro pero eso no evitó que Hikari escuchara lo siguiente—. Le faltan dos dedos en la mano derecha.

 

Hikari finalmente volteo, quizás su rostro inexpresivo asustó a los chicos y se fueron de ahí de inmediato y aunque no lo reflejaba en absoluto, la chica estaba avergonzada.”

 

El mismo escenario se repitió una y otra vez mientras avanzaba, cada día con menos recato que el anterior. Incluso el mismo narrador de los partidos había cruzado esa línea personal y solía presentarla como “mano milagrosa”, aludiendo a que su discapacidad no fue un impedimento para ganar contra sus rivales.

 

Y aunque eso debería ponerla feliz, en realidad tenía el efecto contrario. Ella solo quería ser una blader más y solo la conocían por ser buena con una mano defectuosa, incompleta.

 

Se avergonzaba tanto de ese defecto que su padre tuvo que mandar a hacer para ella guantes especiales que emulaban bien sus dedos faltantes, el índice y el medio.

 

“—No debes avergonzarte por quién eres —Fue lo que su padre le dijo el día que le entregó sus primeros guantes, ella miró a otro lado.

 

—No es que me avergüence —mintió en aquel momento—. Solo quiero que la gente me reconozca por ser una gran blader, no porque me falten dedos.

 

Hikari supo perfectamente que su padre no le había creído pero no quería afrontar sus miedos en ese momento; él lo entendió y no volvió a tocar el tema.”

 

La chica suspiro pesado, las escaleras debajo de sus pies se tambalearon un poco y se aferró al suelo del ático con su mano incompleta. Sintió en todos sus dedos el impacto de su casi caída, a pesar de que sabía que eso era imposible.

 

Esas extremidades fantasma siempre habían estado con ella, aprendió a vivir sintiendo cosquillas, ardor, el viento, peso y un sin fin de sensaciones en esos dedos faltantes.

 

“—Las extremidades fantasma son casi una regla en personas que han perdido una extremidad —recito Hikari a un Kazuki que la miraba confundido, ambos habían terminado de jugar en el parque cuando Hikari empezó a quejarse de un dolor en los dedos—. Al menos eso fue lo que dijo el doctor.

 

La pequeña Hikari le explicaba a su amigo lo que el doctor le había dicho un sin fin de veces a ella y su padre, era algo inevitable.

 

—Es como si fueras una super chica —exclamó Kazuki con tanta emoción que descolocó a la niña, un sonrojo le cubrió las mejillas.

 

—¿Qué dices? —pregunto más que sorprendida, Kazuki se puso de pie y le sonrió.

 

—Solo piénsalo, sientes algo que no está ahí entonces eso significa que tú cerebro está super desarrollado. Quizás en unos años más empieces a leer mentes o hacer levitar las cosas —el chico revolvió algo dentro de su mochila y se volvió con ella—. ¡Dobla está cuchara para empezar!

 

Hikari se quedó muda, sabía que Kazuki no había dicho nada con malas intenciones, en cambio su inocencia le hizo saber que era auténtico con sus palabras.

 

Comenzó a reírse.

 

—¡¿D-De que te ríes?! —preguntó el chico avergonzándose, Hikari negó y le sonrió.

 

—Eres genial Kazuki —expresó con total sinceridad.

 

Esa fue la primera vez que Hikari no se sintió avergonzada por solo tener tres dedos.”

 

Pero eso no impidió que su timidez con el mundo exterior fuera evidente, siguió usando sus guantes todo el tiempo en público, aunque en privado dejó de hacerlo.

 

El tema de los dedos que perdió en el incendio de su infancia poco a poco se fue desvaneciendo incluso en sus días de gloria como blader, parecía que ya a nadie le importaba o impresionaba ese hecho y aquello la aliviaba demasiado.

 

Por otro lado, parecía que su padre no corría con la misma suerte.

 

Una cosa era disimular su discapacidad con un guante con relleno, otra muy diferente eran las marcas que cubrían el cuerpo y rostro de su progenitor.

 

Recordaba que desde que era una niña, siempre llevaba algo entre sus cosas para poder cubrirlo.

 

—No quería que lo molestaran —susurró perdida en sus pensamientos, arrodillándose frente a una caja y abriéndola.

 

Las fotos de su infancia saltaron a la vista.

 

En la primera de ellas aparecían ella y su padre en un campo verde, sonrió al recordar ese día. Se la pasaron jugando en el parque hasta que anocheció y miraron las estrellas en el cielo; recordaba perfectamente la brisa nocturna meciendo los árboles con gentileza tirando sobre ellos unas pocas hojas.

 

Paso a la siguiente fotografía.

 

En está Hikari era un poco más grande, tenía quizás entre siete y ocho años, su padre cubría sus marcas con unas gafas de sol incluso si estaba demasiado nublado aquella vez, ella no tenía aún sus guantes y tenía sus dedos expuestos. Esta vez no sonrió y arrugó un poco el gesto, recordaba también este día.

 

“—¡Señor Kurenai! —escuchó que llamaban a su padre, sintió cómo se tensó y aceleraron el paso.

 

En poco tiempo un par de personas se pararon agresivamente frente a ellos, se asustó un poco y se aferró a su padre. Una señorita con un micrófono miró a su progenitor con tanta fiereza que parecía que lo golpearía si intentaba retirarse del lugar, el hombre con la enorme cámara en mano ni siquiera volteo a mirarla.

 

—¿Puede decirnos algo sobre su última cirugía? ¿Qué hay de los rumores que surgieron recientemente detrás del accidente en su apartamento que lo hirieron a usted y su hija?

 

Shu no dijo nada en ese momento, para sorpresa de Hikari parecía que no le importaba en absoluto el aura intimidante de la reportera y su acompañante por lo que decidió rodearlos, sin soltar a su hija en un solo momento.

 

La mujer aun así no se dio por vencida y lo siguió.

 

—Los rumores cuentan que su antigua amante lo amenazó de muerte y mandó a quemar su casa con su hija dentro, ¿usted piensa que eso es verdad?

 

Shu solo la miró con molestia pero siguió sin decir nada, Hikari avanzó junto a su padre lo mejor que pudo pero sintió el toque de aquella mujer.

 

—¿Qué nos dices tú? ¿Crees que todo de verdad fue un accidente?

 

El corazón de Hikari tembló de miedo en aquel momento, pero no tanto como cuando vio a su padre encarar a la reportera.

 

—¡No te dirijas con mi hija! ¡¡Déjala en paz!!

 

—En exclusiva, tenemos la agresión de Shu Kurenai al equipo de noticias —comenzó a decir la chica con un falso tono ansioso hacia la cámara.

 

Hikari sintió como su padre la levantó en brazos y se la llevó corriendo de ahí.”

 

Recordó el gran escándalo que sucedió por ese incidente, y aunque el tiempo favoreció el actuar de su padre frente a la reportera, la verdad es que la mancha que se había creado alrededor de él como una persona conflictiva fue prácticamente imposible de borrar.

 

Entre las fotos encontró algunos viejos documentos, se notaba que la última vez que abrieron esa caja solo metieron las cosas ahí sin fijarse mucho en ordenarlas. Entre los documentos estaba la contrademanda que su padre impuso para no perder su custodia.

 

"—La ciudad empezó a cuestionar tú capacidad de cuidar a Hikari después del incidente con la reportera.

 

La niña sintió su sangre helarse, se escondía detrás de la puerta de su habitación mientras escuchaba la conversación en la sala, eran su padre y Wakiya.

 

—Esos son solo rumores —respondió Shu con seriedad.

 

—No lo creo —Wakiya le extendió a Shu una carta que Hikari apenas pudo distinguir por el poco espacio que tenía para ver—. Nos citaron a Rantaro y a mí para hablar de tú capacidad como padre.

 

Shu se quedó sin palabras mientras miraba impresionado el documento.

 

—¡Tienes que contra demandar a la ciudad! —exclamó el rubio con apuración.

 

—Pe-Pero ¿Cómo haré eso? —pregunto el albino con apuro—. Yo ya no puedo seguir usando los recursos de los Raging Bulls y no he conseguido nada estable desde el accidente, no puedo pagarle a un abogado.

 

Wakiya negó y le sonrió a Shu, con esa mirada decidida que tenía cada vez que se le ocurría una idea que consideraba brillante.

 

—Para eso estamos nosotros —dijo con calma—. Tengo un gran abogado que está dispuesto a pelear tú caso.

 

—Wakiya, no puedo aceptar eso.

 

El rubio bufó y cruzó los brazos, sonrió con suficiencia.

 

—No hago esto solo por ti, es por toda tú familia.

 

Shu bajo la mirada, sabía que no tenía otra opción más que aceptar y de cierto modo, se sentía feliz de tener amigos a los que aún le seguía importando.

 

—Gracias —dijo con toda sinceridad, está vez el rubio sonrió dolorosamente.

 

—Por ustedes amigo mío, lo que sea."

 

Hikari suspiró aliviada, pues la petición de la ciudad nunca procedió gracias al abogado qué Wakiya les había conseguido.

 

Las experiencias de Hikari con los reporteros no había sido muy buena en su infancia, por eso incluso cuando se volvió campeona y todos le hacían cuestionamientos positivos, nunca logró sentirse cómoda en ese mundo que ya la había marcado de por vida.

 

—Demasiados recuerdos, es hora de empezar a buscar de verdad —se reprimió a sí misma y comenzó a buscar entre las fotos, sabía que en algún momento de sus viajes con su padre a la cabaña se tomaron unas cuantas fotografías.

 

Sabía que desgraciadamente no eran muchas de ellas, a lo mucho se tomaron dos ya que la chica era demasiado inquieta en ese tiempo como para poder captar su imagen a través de una cámara.

 

Sonrió pensando en los buenos momentos que se la pasó con su padre, foto tras foto en aquella caja solo era un recordatorio de que a pesar de las adversidades, su padre la amaba y le daría todo lo que ella quisiera.

 

Pero su expresión se amargó un poco, ya que sabía que había una sola cosa que él no le daría.

 

La verdad.

 

La verdad eres ese vacío que estaba al inicio de su historia, era algo que siempre pregunto pero nunca conoció. Sin la verdad siempre vivió inquieta, no conocía la paz de poder cerrar un ciclo y seguir con su vida; estaba atrapada en un sitio donde no podía avanzar y odiaba sentirse de ese modo.

 

Odiaba la forma en la que había cambiado.

 

Obsesiva, molesta, grosera con las personas que amaba.

 

Solo quería terminar con esto ya y seguir con su vida, seguir amando las batallas, a su familia, a sus amigos.

 

Cada día en su ignorancia era caer más y más profundo en un agujero negro, nada más que la verdad podría sacarla de ahí. Por eso estaba tan desesperada en conseguirla y superarlo todo.

 

Finalmente la encontró.

 

Debajo de todas las fotos estaba esa en especial, en la que su padre, Kazuki y ella posaban felizmente frente a una cascada cerca de la cabaña que era la base secreta de su infancia.

 

A pesar de las cicatrices en el rostro de Shu, Hikari notó que su padre parecía estar un poco menos triste de lo que estaba hoy en día. Sin duda alguna, con los años él solo se había deprimido cada vez más y más.

 

Sintió que un nudo se le formó en la garganta.

 

Pero no tuvo tiempo de deprimirse, pues notó que la caja de las fotografías tenía unas marcas oscuras a los lados, tenía forma de dedos.

 

Hikari sintió su pulso acelerarse.

 

Miró más de cerca esas marcas, las tocó y su piel se tintó del mismo color. Reconoció la textura lo cual solo terminó por intimidarla más.

 

Eran cenizas.

 

La marca parecía ser muy antigua ya que se había impregnado en la caja, a decir verdad nunca la había notado antes.

 

<<Casi nunca vi estos recuerdos por mi misma, papá siempre sacaba las fotografías de aquí cuando queríamos verlas>>, pensó con rapidez.

 

Miró alrededor, notando que un rastro sutil, casi imperceptible yacía en el suelo. Eran unas cuantas motas de polvo que cubrían rastros un poco grandes de lo que asumió que también eran cenizas. El rastro se encaminaba a otra caja llena de polvo, completamente descuidada y que parecía que estaba por romperse.

 

Hikari tuvo el instinto de alejarse, no debía ver el contenido de esa caja. Pero otra parte de ella misma la impulsaba a seguir, a ver qué había ahí.

 

No quiso tocarla mucho, la caja era tan vieja que se desbarataría en sus manos, así que con delicadeza tomó una de las pestañas de cartón y la abrió.

 

Un papel en blanco estaba ahí.

 

Al tocarla se dio cuenta que no era un papel común, era una fotografía y estaba al revés.

 

La sacó, sus manos temblaron en el momento donde comenzó a darle la vuelta.

 

Era una foto matrimonial.

 

Su padre y Valt Aoi posaban felizmente hacia la cámara.

 

Un rechinido la sacó parcialmente de su impresión, miró hacía atrás donde su padre pareció palidecer como si hubiera visto un fantasma.

 


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