Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La ira de JongIn. por DenisseZepol

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este es mi regreso a la plataforma.

Espero que la historia sea de su agrado. 

Esta es una adaptación, todos los creditos y derechos a su autoría y traductores correspondientes.

 

Cada lunes se actualizará la historia. 

Gracias por leer. 

JongIn alzó la vista desde donde limpiaba la barra, descubriendo a otro par de bastardos borrachos que causaban problemas en el bar en el que trabajaba. Sacudió su cabeza cuando vio a los dos hombres sacarse la mierda a golpes el uno al otro y se preguntó cuando aprendería, esta gente, de una vez. 

 

Si los borrachos pudieran verse a sí mismos, probablemente sacudirían sus cabezas justo como JongIn lo hacía ahora mismo. Lanzando el trapo, JongIn salió de detrás de la barra y caminó hasta los dos borrachos que se peleaban. Los agarró por el cuello de sus gastadas camisetas, los arrastró a la puerta principal, y los botó sobre sus lamentables y bebidos culos. 

 

Emitieron una pequeña protesta por ser echados a patadas del bar, pero sabían que era mejor no enfrentarse a JongIn. No era un hombre pequeño sin importar la extensión de la imaginación. Cualquiera con su mente lúcida se alejaría de él, pero la mayor parte de los borrachos no tenían sus mentes lucidas. Tenían abundancia de coraje líquido, pero no podían coordinar sus embriagadas mentes con sus puños. 

 

Gruñendo, JongIn volvió a limpiar la barra del bar. Todos aquí, deberían saber ya, que JongIn no tenía sentido del humor. También deberían saber que no conocía el significado de la palabra amistad y que le importaba una mierda lo que cualquiera pensara de él. 

 

Cinco años en prisión le hacían eso a un hombre. La ira todavía se elevaba, como la bilis en su garganta, cuando recordaba cómo había sido encerrado. Todas las pruebas lo habían señalado como la persona que había robado aquella licorería. JongIn no había estado ni cerca de aquella maldita tienda, pero de todas maneras fue condenado por el crimen. 

 

Durante cinco largos años se había vuelto loco en prisión, su oso pardo incapaz de vagar libre. La mayor parte de la condena la pasó en aislamiento porque su cuerpo no podía manejar tener que refrenar el cambio. 

 

JongIn se metía deliberadamente en problemas sólo para que lo arrojaran al hoyo. Al menos allí, sin nadie alrededor, podía cambiar durante un rato. Aunque, no pudiera correr ya que su enorme cuerpo pardo de cuatrocientos diez kilos ocupaba la diminuta celda y no le dejaba espacio ni para moverse, el cambio apaciguaba a su oso por un rato. 

 

Y la gente todavía se preguntaba por qué era poco amistoso y frío. 

 

JongIn trabajaba en un bar, rodeado únicamente por humanos. Desde que salió de prisión, no se había topado con nadie de su clase. MinSeok le había dado ese trabajo, cuando nadie más lo miraba siquiera. No era el trabajo perfecto y tratar con todos estos bastardos borrachos le provocaba malditos dolores de cabeza, pero le permitía mantener su pequeño apartamento. Comía allí mismo. MinSeok había abierto una pequeña cocina con un menú aún más pequeño, pero dejaba que JongIn comiera gratis. 

 

Lo triste era que JongIn se temía que esto sería todo lo que obtendría en la vida. Su peor temor, era terminar viviendo detrás de una barra cada noche de su vida. Soñaba con vagar libre, con volver a aquellos días en los que no se preocupaba demasiado por nada. Pero, en prisión, se había convertido en un intransigente realista. Tuvo que convertirse en un miembro productivo de la sociedad, sin importar cuánto odiara su trabajo. 

 

Siendo un cambiaformas oso pardo, alcanzaba los dos metros de altura y los ciento cuarenta kilos de peso en su forma humana. En su forma de oso pesaba cuatrocientos diez kilos y medía dos con setenta metros. Era un malhumorado hijo de puta y no le importaba quién desaprobara su forma de ser. MinSeok lo contrató porque el anciano estaba harto de que su bar fuera destrozado, cuando estos violentos hombres bebían demasiado, e incluso, algunas veces, cuando no lo hacían. 

 

JongIn podría mostrarles cuan violento podía llegar a ser. En el momento que alguno se revirara contra él, el bastardo idiota estaría perdido. Aun nadie había tenido huevos, y eso cabreaba a JongIn incluso más. Hormigueaba por una pelea, por alguien que sacara su encerrada hostilidad. Por lo visto, a pesar de lo idiotas que eran los borrachos, eran lo suficientemente listos como para alejarse. Y no levantar ni un puño contra él. 

 

Eso verdaderamente apestaba. 

 

JongIn dio un gruñido bajo cuando otro grupo de hombres comenzó a discutir acaloradamente. Al oír el gruñido retumbar por el salón, rápidamente bajaron sus voces. JongIn sonrió con satisfacción mientras agarraba una botella de cerveza y se la daba al tipo ante la barra. 

 

Pensó que habría menos personas, con alguien tan hosco como él atendiendo la barra y haciendo de gorila, pero los clientes parecían multiplicarse. MinSeok le había dicho que la gente se sentía más segura cuando JongIn trabajaba, ya que no tenían que preocuparse de ser acosados cuando todo lo que querían era disfrutar de una cerveza. 

 

‘¡Quien se lo hubiera imaginado!’ 

 

En el transcurso de la noche, JongIn tuvo que parar dos peleas más, despachando rápidamente sus lamentables culos por la puerta principal para que el resto de la gente pudiera divertirse. No era que a JongIn le importara eso, pero los clientes felices eran clientes que gastaban. 

 

—Estás haciendo un buen trabajo — le dijo MinSeok, su jefe y dueño del bar—. Sigue así. 

 

JongIn sólo deseaba que uno de ellos la tomara con él así podría librarse de toda la ira que bullía dentro de él. Tenía que soltar un poco de su rabia acumulada, antes de que la sacara sobre algún pobre imbécil y perdiera su trabajo. 

 

MinSeok agarró una caja de debajo de la barra, y usándola como taburete se elevó para ajustar el volumen de la televisión. MinSeok no era muy alto. De hecho, estaba por debajo de la altura media. Pero el hombre tenía una vena malhumorada que rivalizaba con la de JongIn. Si alguien mencionaba la altura de MinSeok, el hombre se encrespaba más que un gato montés. JongIn sabía que era mejor no decir ni una palabra. 

 

Tanto como odiaba estar allí, necesitaba el trabajo. 

 

JongIn agarró unas botellas vacías de la barra y las tiró a la basura, arrugando su nariz. Un aroma llegó a él, flotando por el aire, penetrando en su cavidad nasal y viajando hacia sus pulmones. Levantando su cabeza, JongIn contempló a la muchedumbre. Esa noche estaba bastante lleno, pero descubrió, casi inmediatamente, la fuente. 

 

El chico caminaba hacia él, luciendo tan perdido y asustado como una oveja en un cuarto lleno de lobos. JongIn no podía creer que después de todo este tiempo preguntándose donde estaban los de su clase, entraría uno justo en el bar en el que trabajaba. Y el hombre era nada más y nada menos que su compañero. No necesitaba esto. 

 

JongIn no necesitaba un compañero al que cuidar. Apenas podía cuidarse a sí mismo. ¿Qué iba a hacer con un compañero? No estaba en posición de comenzar nada de nada, desde que su corazón se había endurecido en aquella diminuta celda. 

 

JongIn, ahora, solo conocía la rabia. 

 

El renacuajo se dirigió directamente hacia él. Su compañero levantó ligeramente su nariz, sus fosas nasales apenas llamearon.«Probablemente no quiere que nadie note lo que está haciendo». Era un pensamiento lógico considerando que los humanos no sabían nada sobre los cambiaformas. 

 

JongIn se movió hacia al final de la barra, tan lejos como pudo ubicarse. Se mantuvo ocupado sirviendo a los clientes, resistiendo el impulso de mirar a nadie que no estuviera delante de él. Cuando una mano se agitó llamando su atención, JongIn no tuvo otra opción, que la de volver al otro extremo de la barra donde se encontraba el pequeño cambiaformas oso. 

 

Apoyó, sobre la barra, el vaso de chupitoque llevaba, llenándolo de whisky, y lo deslizó hacía la mujer que se lo había pedido. Su compañero se había sentado en uno de los taburetes, y lo miraba con los más grandes ojos azules que JongIn hubiera visto alguna vez. 

 

Eran tan alargados que dominaban su rostro. Eran verdaderamente grandes. Tal vez solo era la imaginación de JongIn porque trataba de encontrar algo que le permitiera darse la vuelta. No quería un maldito compañero. JongIn se mantuvo el resto de la noche tan lejos del chico como le fue posible. Su compañero sólo se sentó allí, no lo molestó, en ningún momento, ni a nadie más, sólo observaba. 

 

A última hora, la multitud se había reducido, y no quedaban demasiadas personas. Más que nada porque la gente decente no quería cometer el error de irse demasiado tarde y conseguir que los asaltaran o asesinaran. Esa parte de la ciudad no era el mejor lugar para estar, a altas horas de la noche, en las calles. 

 

Los únicos que quedaban en el bar eran los clientes rudos, hombres a los que no les preocupaba la hora o si robaban o mataban a alguien. No asustaban a JongIn, pero se preguntó por qué su compañero era tan insensato como para quedarse hasta tan tarde. No era que le preocupara. No, a él no le importaba en absoluto si el chico quería arriesgar su propia vida. 

 

No, para nada. 

 

JongIn lavó el último de los vasos y apiló las sillas antes de que MinSeok le agitara una mano para que se fuera. Mientras salía por la puerta podía oír a su compañero cerca de sus talones. El renacuajo no dijo una palabra mientras JongIn caminaba. Sólo corría detrás de él, para mantener su paso. Cansado, irritado, y con el deseo de que lo dejaran en paz, JongIn se giró sobre sus talones, su compañero chocó de lleno contra él. 

 

—¿Por qué me estás siguiendo? —gruñó las palabras, usando la voz más amenazante de su arsenal. Esa voz, por lo general, hacía que hasta los hombres más rudos se orinaran encima, pero no a este pequeño hombre. 

 

El chico inclinó hacia atrás su cuello y sólo contempló a JongIn con esos grandes ojos azules. No dijo una palabra. Frustrado, JongIn se giró y siguió su camino acelerando su paso. Podía oír a su compañero corriendo más rápido para seguirle el paso. Se giró otra vez, esta vez haciéndose a un lado, su compañero golpeó contra el suelo cuando trató de frenar demasiado rápido. El chico estaba tumbado todo despatarrado, con sus brazos extendidos. JongIn se pellizcó la nariz y contó hasta cinco, porque nunca tenía suficiente paciencia para contar hasta diez. 

 

Contra su mejor juicio, JongIn se inclinó y recogió al chico, poniéndole sobre sus pies. —Te pregunté que por qué me seguías. 

 

El chico sólo levantó su mirada hacia él. No dijo una sola palabra. Esto no llevaba a JongIn a ninguna parte. Apretando sus puños a ambos lados, JongIn se quedó de pie, rehusándose a dar otro paso. Podrían quedarse allí fuera toda la noche por lo que a él se refería. Quería que este hombre lo dejara en paz. No quería un compañero. El pequeño cambiaformas oso saltó cuando, en algún lugar alejado, un coche petardeó por el tubo de escape. Se acercó más a JongIn. 

 

«Al diablo con esto». 

 

JongIn se alejó. Finalmente llegó a su apartamento. Pisando fuerte por el vestíbulo, abrió su puerta y luego la cerró con un golpe seco, cerrándola con llave. Tiró sus llaves sobre las cajas que había apilado cerca de la puerta y se desnudó dirigiéndose a la ducha. 

 

Después de eliminar de él, los olores de la noche, JongIn se acomodó en el único mueble grande de su sencillo apartamento de un solo dormitorio. Era una cama extra grande, había estado ahorrando para poder comprarla en una tienda de segunda mano. Colocando su brazo sobre sus ojos, JongIn rápidamente se durmió. 

 

*****

 

Bostezando tan fuerte como un oso, JongIn se rascó el pecho mientras cruzaba el apartamento para encender la cafetera. Agarró el paquete de café y lo sacudió, refunfuñando cuando comprendió que se había terminado. Maldición, ahora tendría que bajar al mercado de la esquina para comprar un paquete. Esta no era manera de comenzar su mañana. JongIn era un oso muy gruñón hasta después de su primera taza de café. 

 

Después de meter sus pies dentro de sus botas, JongIn las ató y agarró su chaqueta. Hacía frío fuera esa mañana. Podía asegurarlo por el vapor que salía del radiador de su diminuto apartamento. Por suerte su temperatura corporal era un poco más alta que la de los humanos. Todo lo que necesitaba era una buena y gruesa chaqueta para mantenerse caliente. 

 

JongIn abrió la puerta y, entonces, saltó hacia atrás cuando su compañero cayó de costado dentro de su apartamento. El chico debía haberse quedado dormido apoyado contra su puerta anoche. Sus labios tenían un suave tono azul, y temblaba tan violentamente que sus dientes castañeaban. ¿Por qué diablos el chico no se fue a su casa? ¿Estaba tan loco como para quedarse fuera, con temperaturas heladas, toda la noche? 

 

Refunfuñando, JongIn recogió y llevó al pequeño hombre dentro, metiéndole en la cama. Revolvió en sus pertenencias hasta que encontró el calentador que guardaba especialmente para las noches en las que la temperatura caía bajo cero. Asentándolo encima de dos de las cajas apiladas, JongIn giró el botón a su máxima potencia y lo acomodó para que calentara directamente sobre su compañero. No se quedó para asegurarse que su compañero se descongelaba. JongIn no quería un compañero. Quería que lo dejaran en paz. Sin embargo, tan gruñón como era, no iba a dejar al hombre morirse de frío. 

 

JongIn era un hijo de puta, pero no un hijo de puta tan grande. Dejó su apartamento en busca de cafeína. Tal vez podría comprar algunos dulces de paso. Amaba los dulces. Y tal vez, sólo tal vez, cuando volviera en casa, el pequeño hombre se habría calentado y se habría ido. 

*****

 

KyungSoo miró a la puerta, esperando que su compañero volviera. La noche anterior había entrado en aquel bar contra su mejor juicio, tratando de encontrar un lugar para calentarse los dedos de los pies. Ni en un millón de años había pensado que encontraría a su compañero. El problema era que su compañero no lo quería y ambos lo sabían. KyungSoo trató de ignorar el dolor, que se atenazaba fuerte en su pecho, por el rechazo. Recordó a sus padres diciéndole, antes de que murieran, que encontrar a su compañero sería tan maravilloso como observar los fuegos artificiales. 

 

Atracción instantánea. Reclamación instantánea. Aceptación instantánea. ¿Por qué su compañero no quería reclamarlo? KyungSoo sabía que lucía como un vagabundo por vagar de ciudad en ciudad. Su olor, en el mejor de los casos, gritaba que necesitaba un baño, pero nada de eso debería haber importado. Su compañero debería haberlo levantado de ese taburete y haberlo reclamado por el camino. KyungSoo se alegró de que su compañero no hubiera tenido sexo con él en medio de un bar, pero ellos deberían haber rodado por toda la cama cuando KyungSoo lo siguió a casa anoche. 

 

¿Qué demonios estaba mal con su compañero? KyungSoo no era feo, y no tenía ninguna extraña verruga colgando de su cara. No era horrible, así que en este momento, su compañero, ya debería haberlo reclamado. Pero este había actuado como si, el conocer a KyungSoo, fuera un lastre. Eso no era bueno para el ego de un hombre. KyungSoo mordía su labio inferior, observando el único otro espacio en el pequeño apartamento. ¿Se enfadaría su compañero si tomaba un bañó? ¿Uno rápido no podría hacer daño, verdad? Decidiendo que ya no podía soportar su propio olor, KyungSoo se levantó de la cama. 

 

Llenó la bañera con humeante agua caliente, se desnudó, y luego, despacio, se metió en el agua caliente. Sus ojos se cerraron ante la sensación de su piel, que picaba con el calor. Era una sensación tan maravillosa que KyungSoo no quería salir del baño, nunca. Sus músculos comenzaron a relajarse cuando apoyo sus hombros contra la bañera. El frío de la noche anterior se aliviaba lentamente de sus huesos. ¿Cuándo había sido, la última vez, que había tomado un baño caliente? 

 

KyungSoo, generalmente, usaba los baños de las gasolineras para asearse. O, durante los meses de verano, se sumergía en cualquier lugar con agua que pudiera encontrar. Ya llevaba, dos años solo. Sus padres fallecieron antes de enseñarle como cambiar. KyungSoo había tratado de hacerlo en muchas ocasiones, por lo general terminaba con una garra parda o con un hocico, pero nunca había experimentado un cambio completo. Sus padres adoptivos humanos, lo habían acogido hasta que fue lo bastante mayor, luego, en su dieciocho cumpleaños, le dieron la patada alegando que era un gran desastre andante. 

 

Durante dos años había vagado de ciudad en ciudad, consiguiendo varios trabajos aquí y allá sólo para comer, pero sin quedarse en ninguna parte el tiempo suficiente como para llamar a algún lugar su hogar. No ayudaba en nada el que KyungSoo fuera mudo. Un extraño accidente se había llevado su capacidad de hablar, y no conocía el lenguaje de signos. Nunca había conocido a alguien que pudiera enseñarle. Sí, estaba solo. 

 

La noche anterior, KyungSoo sintió un rayo de esperanza, cuando olió a su compañero, sólo para que se lo arrebataran cuando el gran hombre dejó claro que no quería a KyungSoo. Después de haber pasado, toda la fría noche, fuera del apartamento de su compañero, KyungSoo aun no podía entender por qué, ahora, estaba dentro. No esperaba que su compañero fuera agradable después de dejar claro que no quería a KyungSoo. Pero KyungSoo sí lo quería. 

 

El hombre era más grande que el más alto edificio. Bueno, tal vez no tan alto, pero era enorme. A KyungSoo le gustaba el hermoso pelo de su compañero. Era tan oscuro como el carbón, y brillante como la seda. El hombre era completamente sexi. 

 

Sin embargo, KyungSoo aun no había tenido la posibilidad de ver el color de sus ojos. Estaba seguro de que serían tan hermosos como su compañero. El hombre en ningún momento lo había mirado por más de una fracción de segundo, siempre lanzando miradas hacia todas partes, excepto hacia KyungSoo. ¿Tal vez era poco atractivo? Podría ser eso. 

 

Tal vez su compañero no lo quería porque era un patito feo, bueno, un oso. KyungSoo suspiró. Solo se marcharía. No había manera de forzar a un caballo a entrar en el agua. Si no era querido, entonces, KyungSoo seguiría viajando. No estaba seguro de hacia donde. 

 

—¿Dónde demonios estás? 

 

KyungSoo se sentó derecho. No se había dado cuenta, que se había quedado en el agua tanto tiempo. Rápidamente se lavó el cuerpo, asustado de que lo sacara de un tirón de la bañera, y luego KyungSoo se enjuagó. 

 

—¿Qué estás haciendo aquí? 

 

¿Cómo le decía a su compañero que sólo trataba de darse un baño antes de largarse? El tipo no parecía ser lo suficientemente paciente como para que KyungSoo escribiera algo. Los ojos de su compañero se fueron estrechando mientras revisaba a KyungSoo, un tic latía en el costado de su mandíbula. 

 

—Estoy cansado de hacerte preguntas y no obtener ninguna respuesta. 

 

KyungSoo sacó su pierna sobre el borde, saliendo de la bañera. Resbaló en el piso mojado, aterrizando de regreso en la bañera produciendo un enorme lío y golpeándose la cabeza contra la pared. El agua voló sobre KyungSoo, ahogándolo mientras luchaba por volver a la superficie. 

 

—Mierda. 

 

KyungSoo oyó como su compañero blasfemaba, antes de que una gran mano entrara en el agua y lo agarrara sacándolo de la bañera, su cabeza palpitaba mientras trataba de orientarse. KyungSoo hizo una mueca, cuando una mano grande comenzó a acariciar su cabeza, era su compañero buscando un golpe. Eso o se había dado un buen golpe en la cabeza. 

 

Se sentía igual ante ambas opciones. KyungSoo sólo se quedo allí de pie dejándolo tocarlo, con miedo de hacer cualquier movimiento que enfadara al ogro. Tal vez si se encogía lo suficiente podría pasar desapercibido y su compañero lo olvidaría. Así podría quedarse. 

 

—¿Te lastimaste la cabeza? 

 

Tío, aquella voz era profunda y brusca. ¿Su compañero era siempre de esta manera, o era sólo por la presencia de KyungSoo? Tenía la sensación de que su compañero era espinoso como el infierno, estuviera él alrededor o no. El gran oso gritaba rabia contenida desde la cumbre de su cabeza hasta la punta de sus garras de oso. ¿Qué había vuelto a su compañero tan iracundo? 

 

—Maldita sea, contéstame. KyungSoo finalmente alzó la mirada.

 

Azul océano. 

 

Los ojos de su compañero eran azules. Ellos se contemplaron el uno al otro durante un largo momento antes de que su compañero rompiera el contacto visual, gruñendo mientras tomaba una toalla y la empujaba en los brazos de KyungSoo. El hombre seguro que gruñía mucho. 

 

KyungSoo se sintió desnudo y expuesto bajo la enojada mirada del oso. Bueno, ‘estaba’ desnudo. KyungSoo envolvió la toalla alrededor de sus caderas, rechazando la mera idea de volver a colocar su asquerosa ropa sobre su cuerpo. El hedor de ellas podría, incluso, irritar su piel. Tal vez el Sr. Gruñón le permitiría lavarlas en la bañera. Los malditos vaqueros podrían, probablemente, caminar solos. Tal vez incluso entrar directamente en el baño. 

 

KyungSoo ni siquiera lo dudaba. 

 

—Ya que te crees demasiado bueno para contestarme, puedes vestirte y lárgate como el infierno de mi apartamento. 

 

Esto sacó, de un salto, a KyungSoo de sus reflexiones. Agarrando su garganta, comenzó a señalar su boca, cualquier cosa para hacer que su compañero entendiera que no actuaba como si se creyera demasiado bueno. Simplemente no podía hablar. Su compañero miró detenidamente la garganta de KyungSoo, con una mirada de confuso aturdimiento en su rostro. —No veo nada ahí. 

 

KyungSoo refunfuñó en silencio. El hombre verdaderamente era un maldito idiota. KyungSoo señaló a su garganta muy despacio y, entonces, formó palabras en sus labios, negando con su cabeza. Los ojos de su compañero se ensancharon mientras echaba un vistazo a la garganta de KyungSoo. —¿No puedes hablar? 

 

KyungSoo sonrió y asintió rápidamente. 

 

—¿Bueno, por qué no dijiste nada? —Su compañero debió de pensar en lo que dijo porque su rostro, cuello, y orejas se volvieron del color de las remolachas. KyungSoo se preguntó si el resto de su cuerpo habría hecho lo mismo. 

 

Suspirando, KyungSoo sabía que podría dejar de preguntárselo. Probablemente nunca tendría la oportunidad de averiguarlo. El oso era tan difícil de alcanzar como la luna. KyungSoo meneó sus dedos para indicar que necesitaba papel y bolígrafo. Su compañero asintió, salió del baño, con KyungSoo pegado a sus talones. El hombre revolvió dentro de algunas de las cajas antes de conseguir un bolígrafo y luego tomó un sobre del correo apilado en el suelo. 

 

—Realmente no tengo ningún papel así que escribe al dorso de esto. 

 

KyungSoo no sabía que escribir primero. Tenía demasiadas preguntas. La más importante, surgió en su cabeza y comenzó a garabatear. Su compañero agarró el sobre, de su mano extendida, observando a KyungSoo antes de mirarlo. 

 

—Mi nombre es JongIn —contestó a la acuciante pregunta de KyungSoo. 

 

«Ah, JongIn». A KyungSoo realmente le gustó ese nombre. No conocía a ningún otro JongIn. Quitándole el papel de la mano, garabateó un poco más. 

 

JongIn agarró el papel, lo examinó rápidamente y entonces observó a KyungSoo. —Tu nombre es KyungSoo. Bueno, KyungSoo, ¿Quieres escribir por qué me seguiste? 

 

¿JongIn, verdaderamente, era tan duro? KyungSoo sabía que el gran zoquete sabía que eran compañeros. No había modo alguno de que ese hecho se le hubiera pasado por alto, aunque esto puede que se hubiera quemado debido a atmósfera orbital alrededor del grueso cráneo de JongIn. Se rio ante este pensamiento. 

 

—¿Qué es tan gracioso? 

 

KyungSoo sacudió su cabeza y garabateó un poco más. 

 

JongIn observó el papel y volvió a mirar a KyungSoo. KyungSoo apostaría su vida a que vio un parpadeo de ternura antes de que el inflexible ceño volviera al rostro de JongIn. Se mordió el labio, esperando ansiosamente la respuesta de su compañero, una vez que le devolvió el sobre a JongIn. Meciéndose de pie en pie, KyungSoo se preguntó si JongIn negaría que eran compañeros. 

 

¿Qué haría entonces? La resolución de KyungSoo de simplemente alejarse, se derritió cuando JongIn palmeó su cabeza, en el baño, buscando algún golpe. Aunque su compañero actuaba como si KyungSoo no fuera nada más que un parásito, lo conocía mejor ahora. Nadie buscaría golpes si no estuviera preocupado, y JongIn se había preocupado. KyungSoo puso sus ojos en blanco cuando JongIn gruñó. El hombre realmente tenía que relajarse. 

 

JongIn empujó el sobre hacia KyungSoo. —No quiero, ni necesito a un compañero. Sólo tengo rabia contenida para ofrecerte, así es que ve y encuentra a otro a quien molestar. 

 

KyungSoo sintió que las lágrimas relucían en sus ojos. Aguantó el impulso de lanzarse a la cama y llorar, aunque eso fuera lo que su cuerpo quisiera hacer. ‘¡Bien!’ ¿Por qué debería intentarlo y quedarse aquí cuándo este hombre era sumamente malo con él? Eso no era necesario. KyungSoo realmente tenía sentimientos. 

 

Regresó al baño y recogió sus asquerosos vaqueros. Su nariz se arrugó cuando los deslizó sobre él, ¿pero qué opción tenía? JongIn era un idiota, y KyungSoo no se impondría a nadie. Después de vestirse, KyungSoo salió del cuarto de baño, manteniendo alta su cabeza, mientras salía del diminuto apartamento y cerraba la puerta con un golpe detrás de él. Fue la cosa más difícil que, KyungSoo, alguna vez, hubiera hecho. 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).