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Por siempre amándonos. por Yakaylex2

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Notas del fanfic:

El nombre de Digimon Tamers y de los personajes aquí utilizados, pertenecen a sus respectivos autores (Akiyoshi Hongo y Toei Animation). Fanfic sin ánimo de lucro. Hecho por una fan para fans.

Notas del capitulo:

Hola amigos, aquí con una nueva historia yuri, protagonizada por las dos digielegidas más lindas de Digimon Tamers ¡Yuri y Rika! Las amo a las dos, y me encantan la pareja que forman con Takato y Ryo, respectivamente. Pero me puse a idealizar en mi cabeza que también entre ellas harían una bonita pareja. Lo dividí en dos para que lo puedan leer cómodamente, ya que al final me quedó un poco largo  ¡Espero les guste!

¿Alguna vez han reflexionado sobre su vida? ¿Alguna vez se han arrepentido del camino que tomaron, pensando que podrías haber tomado a la izquierda en lugar de la derecha? ¿De haber elegido a una persona por encima de otra? Seguramente sí, y más cuando llegas a mi edad y miras hacia atrás. ¡Vaya! Soné como una anciana. En realidad, solo tengo veinticinco. Desde niña siempre fui una persona alegre y divertida, a la que le encantaban los juegos y le gustaba sonreír. Tenía muy buenas calificaciones y grandes amigos. Pero un dia, todo cambió. Al entrar a la secundaria, comencé a sentirme inferior a las demás chicas, por mi aspecto algo torpe e infantil y por la manera en la que me miraban pues siempre traía conmigo un títere en forma de perro que mi madre me regaló cuando era pequeña. Me lanzaban miradas irónicas y llenas de burla. Al verlas caminar, moviendo afectadamente sus caderas, deseaba tener al menos un mínimo de esa confianza en mí, más nunca la tuve.


La única vez que traté de parecerme a ellas, durante un viaje escolar, sufrí el acoso de un compañero - que no fue más allá, gracias al cielo - y entonces no volví a intentarlo. Debido a eso intenté esconder mi cuerpo, mis nuevas formas femeninas de adolescente. Las personas -y mi familia- no entendían porque me vestía de esa manera, porque había comenzado a actuar así. Pero tenía miedo. Miedo de que volvieran a tocarme. Miedo de que me hicieran algo más. Y fue por ello que pasé los tres años de esa etapa vestida tan desaliñada y poco femenina, logrando que tanto chicas como chicos por igual no se acercaran a mí, más que para darme el saludo de buenos días.


Un dia, durante mi último año en secundaria, pasó algo muy extraño. Me encontraba en mi lugar estudiando cuando una chica se me acercó. Para mi sorpresa, la vi bonita. Más que bonita, me pareció muy atractiva. Era pequeña, pero con un porte y una seguridad que yo siempre había deseado. Su cabello era rubio y tenía una hermosa sonrisa y una voz melodiosa, sin ser molesta. Se llamaba Ayaka y en varias ocasiones habíamos intercambiado algún ligero saludo, pero jamás nos habíamos acercado realmente a conversar. Aunque ambas estuviéramos solas. Descubrimos que teníamos muchas cosas en común, y comenzamos a ser amigas. A veces pasábamos horas sentadas una frente a la otra, hablando sin parar o en un tranquilo silencio. En ocasiones se ponía a dibujar y me encantaba la forma en la que realizaba sus trazos. Yo solo me quedaba admirando su trabajo, sintiendo una leve descarga en mi cuerpo. No entendía lo que me pasaba.


A mí me gustaban los chicos, incluso podía jurar que estaba enamorada de un muchacho de otro grupo, que al menos para mí, parecía un apuesto príncipe. Pero entonces ¿por qué esa emoción?, ¿por qué ese deseo de verla todos los días, de pasar el tiempo con ella? Sabía que ella tenía un novio en otra escuela, así que no creía posible que sintiera algo por mí. ¿Por qué se había acercado? Tal vez yo estaba malinterpretando su amistad y me sentí culpable por tener otro tipo de pensamientos. Al llegar el verano, cada una tomaría un camino distinto y no nos volveríamos a ver jamás. En aquellos tiempos apenas comenzaba el tema del correo electrónico y los celulares, así que nunca pudimos ponernos en contacto.


Pasaron las vacaciones y llegué a la preparatoria. Otra vez intenté hacer amistad, pero mi aura de "persona con baja autoestima” alejaba a todos. Pasaba los recesos sentada en mi escritorio, escribiendo, dibujando, o intentando traducir mis lecciones de inglés, hasta que una chica apareció. La miré, y otra vez sentí esa ligera descarga que recorría mi pecho y llegaba hasta mi corazón. Me sorprendí un poco. Siempre que podía, la miraba discretamente pues me gustaba e inquietaba de igual manera su aspecto. Tenía una apariencia algo ruda y misteriosa. Como una rock star o algo así. Usaba unas botas negras con amplias plataformas, una minifalda y una chamarra negra. Su castaño cabello estaba cortado de tal forma que parecían espinas caídas y usaba un ligero toque de maquillaje obscuro sobre sus exóticos ojos color violeta. Pero lo que más me llamaba la atención era su sonrisa, discreta pero hermosa.


- Hola - me saludó y pude escuchar una voz algo fuerte pero dulce, que contrastaba con su apariencia. - ¿Qué haces?


- Traduzco la lección... - Le respondí, tratando de que mi voz no sonara como la de una niña, cosa que no sucedió. - Mas bien intento hacerlo, aunque no soy muy buena con eso.


- ¿Me permites? - Me dijo mientras tomaba la hoja de mi mano. Tal vez fuera mi imaginación, pero sentí como suavemente la rozaba. Comencé a sentirme nerviosa. - Es muy sencilla. Si quieres yo puedo traducirla por ti.


- ¿De verdad? - La miré directo a su rostro, era la primera vez que lo hacía. - ¡Eso estaría muy bien, muchas gracias! - Le di la mano y cerramos el trato.


- ¿Cómo te llamas? - Me preguntó vacilante. - Es que en la presentación de hace un rato no pude escucharte muy bien.


- Mi nombre es Juri Kato. - Le dije mientras notaba que seguíamos tomadas de la mano. La solté tratando de que pareciera un gesto insignificante. - Y tú eres Nonaka-san, ¿correcto?


- Rika. - Me dijo con una sonrisa en su rostro. - Mi nombre es Rika.


Desde ese momento nos hicimos amigas. Hablábamos de la escuela, de los profesores y rara vez de los chicos. Pasábamos el tiempo libre debatiendo sobre series y caricaturas que ambas vimos en nuestra infancia; compartíamos miles de historias en aquellas primeras plataformas de comunicación digital y también charlábamos sin cesar de música. A ella le encantaban los géneros fuertes como el rock, mientras yo prefería géneros más románticos, como el pop o la balada. Ella quería aprender inglés, y yo español. Fueron tiempos geniales. Después de tantos años de soledad y depresión, (las personas en la escuela no me hablaban, y en casa mi padre se la pasaba trabajando y mi madrastra solo le prestaba atención a su pequeño hijo) creí que por fin había conseguido una amiga. Entonces un día me preguntó algo extraño.


- ¿Qué harías si alguna vez una chica se te confesara? - Miraba a lo lejos, algo extraño en ella. Contesté como lo hubiera hecho cualquiera que se hubiera educado en una familia religiosa y estricta.


- ¡Qué asco! - Así es. Esa fue la primera palabra que se me ocurrió. - Le diría que se vaya a buscar a alguien que sea igual a ella porque yo no soy así.


- Ya veo... - Me respondió en un susurro. Un par de minutos después se alejó de mí, argumentando que tenía que ir a la biblioteca. Yo la despedí alegremente.


¿Por qué contesté eso? Bueno, a los dieciséis años era un poco torpe e ingenua - demasiado, creo. - Vivía en un pueblo pequeño donde no estaba bien vista la homosexualidad, era un tabú hablar de ella. Quería saber si lo que me pasaba era algo normal, el hecho de que me llamaran la atención tanto chicos como chicas por igual. Pero ¿a quién podría consultarlo? ¿Con mi profesora de psicología? La había visto varias veces en la iglesia, y era bastante devota. Dudaba mucho que pudiera apoyarme. Y mis padres no eran una opción. Entonces, no me quedó más remedio que ocultarlo, que actuar de la misma manera que lo harían las demás personas. Solamente había dos chicos así en toda la escuela y eran la burla de todos. Los veían con repulsión y hablaban a sus espaldas. Ciertamente no querría pasar yo por algo así.


Después de esa última conversación pude notar a Rika más distante. Ya no pasaba el tiempo conmigo y cuando llegaba a encontrarla disponible, se disculpaba cortésmente, argumentando que tenía un compromiso con otra persona. Creí que ya tenía un nuevo novio - había terminado hacía poco con un amigo en común llamado Ryo, - pero no era así. Había comenzado a pasar el tiempo con una chica de otro grupo llamada Alice. Era una chica normal, sin ninguna característica especial, pero Rika prefería pasar el tiempo que compartíamos juntas, con ella. Comencé a sentirme celosa. Aunque no estaba segura de que tipo de celos eran los que me atacaban. Si por nuestra amistad, o por algo más.  


Unas semanas después, noté que ellas dos ya no se hablaban. Eso me dio gusto, pues seguramente volvería a ser únicamente mi amiga, pero no ocurrió así. La notaba distante, triste y fría. Entonces me decidí valientemente a enfrentarla. Noté que se saltaría una clase, así que por primera vez la seguí. Jamás me había atrevido a faltar, pero no me importaba. Tenía que recuperar a mi amiga. La seguí hacía la zona más alejada de la escuela, a donde en ocasiones se ocultaba.


- ¡Rika! - Le grité, mi amiga se sorprendió.


- ¿Qué haces aquí? - me preguntó con esa melodiosa voz y con un brillo especial en los ojos. Me pareció linda. - La clase ya empezó. - Tuve un pensamiento que de inmediato descarté.


- Quiero saber por qué me estas evitando, ¿acaso ya no somos amigas? - Le dije directamente. Para mi sorpresa, pude ver que sus hermosos ojos se cristalizaban. Miró a lo lejos.


- Mis problemas son demasiado grandes para compartirlos contigo.... - suspiró - Pero sigues siendo mi mejor amiga. Eso no lo debes dudar nunca. - Me dio tanta alegría que por poco la abrazo. Aunque me contuve.


- Inténtalo Rika, no hay nada como liberarte de las cosas. - Le sonreí.


- Bueno... – Pasaron algunos minutos y comenzó a abrir su corazón. - ¿Sabes que terminé con Ryo, correcto? - Asentí. - No podía seguir engañándolo con algo que no sentía, pues la única razón por la que decidí hacerme su novia fue porque era tu amigo, pero no fue suficiente... tuve que confesarle la verdad....  - Suspiró. - Me gustan las chicas.


- Oh... - Fue todo lo que pude decir. La miraba con los ojos sorprendidos. Mi pequeño cerebro no podía procesar esa información. Comenzaba a sentirme mareada. Ella pareció no darse cuenta, pues seguía viendo a lo lejos.


- Desde que inició la escuela, cuando la vi por primera vez supe que me había enamorado de una compañera de nuestro salón. Pero siempre he sabido que es un amor imposible. Por eso decidí darme una oportunidad con Alice, - Alice y Rika ¡no podía creerlo! - Cuando la conocí me pareció una chica genial y teníamos tantas cosas en común. Pero pasaron los días y me di cuenta de que estaba loca. Obsesiva, celosa, controladora... En pocas palabras una persona tóxica...


- Y terminaste con ella... -Susurré. Ella asintió. De pronto una idea me cruzó por la cabeza. - ¿Dices que estás enamorada de una compañera de nuestro salón? - Volvió a asentir, un poco avergonzada. - ¡Dime quién es y quizá pueda ayudarte a conquistarla! - Le dije emocionada. La cabeza ya no me giraba tanto. Estaba feliz de poder ayudar a mi única amiga. - ¿Quién es?


- Ah... bueno... - Rika no me quería decir nada. Comencé a decirle nombres al azar: Ryoko, Sayaka, Azuka, Izumi... pero negaba con la cabeza. En algunos casos más enfáticamente que otros. Por fin llegamos al punto en que la desesperé con tantos nombres.


- ¡Me enamoré de mi mejor amiga! - Me gritó mirándome por fin a los ojos. La realidad de sus palabras se hizo evidente.


- Oh... - Volví a decir. Hice lo que cualquier persona como ya la he descrito, hubiera hecho en estos casos. Le rodee los hombros, en una especie de abrazo varonil. No me pregunten porqué. - No te preocupes... yo...


- Se qué no puedes corresponderme. - Me dijo rápidamente. - Y no te lo estoy pidiendo, solo quería sacarme esto del pecho. Se que te gusta Henry, así que no hay problema. - La miré por un momento, siempre me había parecido pequeña y frágil, aunque éramos casi de la misma estatura. Siempre la había considerado una chica genial y hermosa, pero sabía que no podía hacerlo. Ya había perdido a mi madre, no podía perder a mi padre ahora por esa decisión. La abracé un poco más fuerte y después la solté. Le sonreí tranquilizadoramente.


- Gracias... - En ese momento sonó la campana así que ambas regresamos a nuestro salón.


Pasamos a un lado de Henry y este me dirigió un saludo con su hermosa sonrisa. Apenas le correspondí. Pasaron las horas. No me podía concentrar. Una profesora incluso me llamó la atención frente a la clase. ¡A mí, que jamás lo habían hecho! Decidí pedir permiso, argumentando que no me sentía bien y volví a casa. No sin antes mirar la preocupación en los ojos de Rika. Llegué a casa y agradecí que era viernes. Mi padre trabajaba desde temprano en la taberna y mi hermano se habría ido con su mamá a visitar a su abuela. Me recosté en mi cama. La cabeza me seguía dando vueltas. ¿Qué hubiera pasado si le decía que también me gustaba? ¿Qué Henry solo me parecía un chico atractivo, pero que ni siquiera me gustaba de verdad ya que no lo conocía bien? ¿Qué hubiera pasado si nos hubiéramos vuelto pareja? Con estos pensamientos pasé todo mi fin de semana.


El lunes siguiente traté de buscarla, decidida a decirle la verdad. Pero me llevé una sorpresa. Se había dado de baja del curso, ya que se mudaría en los próximos días a otra ciudad. La odie. Por primera vez en mi vida odiaba a alguien. ¿Me dijo que le gustaba solo porque se iba? Me pasé todo el fin de semana reflexionando ¿y para qué? Había tomado una difícil decisión y ella me abandonaba. Sin tener la consideración de decírmelo. ¿Acaso había jugado con mis sentimientos? Pasaron los días, los meses. Traté de olvidarme de ella, lo cual era muy complicado pues tenía tantas cosas que me recordaban a ella. El correo electrónico, las redes sociales de aquellos tiempos, pero, sobre todo, la caja que me había dejado en mi buzón, quizá el último día que había estado en el pueblo, llena de objetos que habían sido suyos y una carta, como regalo por nuestra amistad.

Notas finales:

Hasta aquí el primer capítulo, ¡nos vemos en el siguiente!


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