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Ella y su mundo. por Rather be

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Sólo fue un cruce de miradas.

Involuntario o consciente jamás lo sabré. 

Tus ojos y los míos por unos segundos. Se encontraron.

Sólo fue eso. Nada más. 

Es increíble, pero desde esa vez, no pude sacarte de mi cabeza.

 

Lógicamente no volví a verla. No recuerdo que vestia, no recuerdo incluso mucho de su rostro. Solo, sus ojos. 

Mi corazón se partió en dos y para no caer en la locura, o al menos eso creía mantenía mi cabeza ocupada.

Trabajaba todo el día, cuando llegaba a casa cocinaba algo sencillo y antes de dormir, tomaba una ducha. Tal vez un poco de entretenimiento por el móvil.

Esa era mi rutina, aburrida y simple. sin embargo antes de dormir desde aquel día, pensaba en ella. 

En sus ojos miel.

En ¿cómo sería estar con ella? ¿De qué hablariamos sí te invitara un café?

¿Qué tono de voz tendrías?. 

¿Qué comida te gustaba y cuál no? 

Una sonrisa se formó en mi rostro y un suspiro involuntario salió llevándose mis ganas de dormir. 

Trate de conciliar el sueño. acomode la almohada, me gire de un lado y finalmente caí rendida al sueño. 

Lo admito, soñé con ella. y fue el sueño más bonito qué tuve jamás.

Los años pasaron y poco a poco las ilusiones que se habían creado dentro de mi cabeza aquel día, se fueron tranquilizando. 

La obsesión qué sentí aquel día, no me parecía extraña, más bien un tanto graciosa porque siempre desde pequeña me había enamorado a primera vista. 

Con mis largos 32 años, estaba aquí parada frente al mundo, sin nada más qué lo puesto. 

No tenía hijos, no había estudiado más qué lo justo, y vivía sola. 

Esa era yo, Paula. 

Al menos tenía un nombre sencillo y rápido para llenar en un curriculum. 

Como ahora. 

 

Lunes 5 am.

 

Me encontraba con una birome y con varias planillas en la agencia de trabajo. Miles de personas esperamos la noche para poder conseguir algo digno. 

Incluida su servidora, cansada y con hambre escribí y espere a ser llamada para la entrevista.

 

Mi antiguo trabajo ya no existía. La pandemia y los contagios de covid estaban ocasionando estragos en la economía y mi vida dio un vuelco. Ahora sólo quedaba juntar fuerzas de las entrañas y colocarme bien el cubreboca. 

 

Rece para qué todo saliera bien. 

Luego de 2 horas entre entrevista y papeles. 

Tenía trabajo, no era la gran cosa, pero la paga era buena. 

y lo mejor de todo, empezaba hoy mismo.

 

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Mientras esperaba qué se hiciera la hora de ingreso, fumaba un cigarrillo frente a la entrada del reconocido barrio cerrado más importante del distrito del norte de la ciudad. 

No era el trabajo qué esperaba, ya qué la limpieza doméstica no era mi estilo. Pero ya que. 

Las oficinas, bares y restaurantes estaban cerrados o con personal limitado. 

Los colectivos y trenes estaban siendo controlados por las normas de higiene qué se imponian, así que la gente se limitaba a no circular. 

Es una situación un tanto dramática, a la qué pude encontrarle un lado positivo, 

y ese era qué el colectivo por suerte tenía parada a unos escasos doscientos metros de la entrada del trabajo, así que podría trasladarme por un conveniente precio. 

Sonreí, por unos segundos mi vida estaba mejorando. 

 

No me malinterpreten, tengo la vida qué siempre quise.

Mi familia sin meterse en mis asuntos.

Sin pareja, sin dinero pero feliz. Supongo… 

 

Ya era hora, me acerco a la entrada con el barbijo bien colocado, alcohol en gel en el bolso y un pase exclusivo qué me habían dado. 

El joven de la recepción me indica qué la casa es la 143 del lado oeste. 

Sí sabía tendría qué haber comenzado a caminar antes, era una puta ciudad dentro de la ciudad. Largas calles, y edificios inmensos, tiendas de todo tipo extranjeras, y locales, veterinarias, incluso hasta una escuela.  

¿Qué les pasa a está gente rica?

Maldiciendo y dándole patadas a una piedra en el camino emprendi viaje. 

Luego de unas 25 cuadras, llegue. Acomodo mi pelo y suspiró.

 

-Tranquila, tranquila sólo estás ahí porque necesitas el dinero- me susurró a mi misma mientras estaba en la puerta de la casa más grande y bonita qué vi jamás. 

 

y como era de esperarse, así es la mujer qué vi hace tantos años, abrió la puerta. 

 

Nuestras miradas se cruzaron una vez más.

y aquel cosquilleo qué sentí aquella vez volvió.

Ella 

En sus ojos reflejó algo que vi.

Juro qué lo vi. 

Como hace tantos años.

- Buenos días, mi nombre es Paula, me envían desde la agencia de °°, tomé los papeles por favor.

- Entiendo... pasa por favor. -Abre la puerta lo suficiente como para dejarme pasar muy cerca de ella, al punto de casi rozarla. Esa pausa qué hizo, ¿será qué se acuerda de mi?. ¿Es imposible verdad?. Sí, debe ser cosa mía.

- permiso...ehm.

- Isabel. Mi nombre es Isabel- dice estirando la mano. Se la estrecho y asiento. Aún sin moverse demasiado de la puerta, me da el paso. Pude sentir qué su respiración toco mi mejillas. Pero aún así, quite las ideas que comenzaban a surgir en mi cabeza. y entré en la vivienda.

 

Si por fuera la casa era bellísima, mejor me ahorro en detalles por dentro. 

Mi rostro y eso qué la mitad está cubierto, me hubiera delatado de lo grande qué quedó mi boca y de lo sorprendida que me dejó un vistazo rápido.

Ella cerró la puerta detrás de mí y me dijo qué me sentara. 

Ya qué yo permanecía de pie. Ella se quedó de pie también. 

Mirando los papeles y mirándome detenidamente por unos segundos, fue un tanto incómodo. ya qué me moría de los nervios, no por el trabajo sino por ella. 

¿Ella era la dueña de la casa? No tenía mucho más qué mi edad. ¿De qué trabajaba como para mantener está casa? ¿Vivía sola? ¿Está casada? ¿Tiene hijos?

Dios!!, la curiosidad me estaba matando. 

 - ¿Puedes quitarte el cubrebocas?

- ¿Puedo?- le respondí a una pregunta con una pregunta. Soy imbécil. Confirmado. Ella sonrió y asintió con la cabeza. Me miraba mientras me lo quitaba, en silencio. una vez fuera me doy cuenta que desvía la mirada y un leve rubor en sus orejas, me dejan sorprendida. No hacía frío ni demasiado calor dentro de la casa.

- Bien, está todo bastante bien. ¿Lo habrá realmente leído?

- Aquí tienes el uniforme qué debes utilizar, los horarios son bastantes simples y dependen del día. 

De lunes a viernes, harás desayuno, almuerzo y cena para dos o tres personas. El almuerzo, y la cena con porciones balanceadas entre pescado, carnes rojas y verduras. No hay un orden por el cual puedas guiarte, así qué no hay drama con respecto a ello. Los sábados únicamente almuerzo, ya qué a la hora de la cena comemos fuera. Y el domingo será tu día libre.

El aseo tendrá que ser completo, de las dos plantas. Ven te mostraré.

-Entiendo.

 

Me guió por toda la casa, a la derecha de la puerta principal, pasamos a una sala por la qué entraba una claridad que me encegueció. Unos enormes ventanales dejaban al descubierto la vista a una parte del jardín no muy amplia. La Sala estaba compuesta por unos tres sillones de color crema, mirando hacía la izquierda. Uno amplio con vista al televisor y dos más a los costados rodeando una delicada mesa de ratón. qué tenía encima una bandeja de desayuno. Un café, unas galletas de avena y un jugo de naranja. A su lado un libro, marcado por un señalador. 

Justo en frente, a los costados de las ventanas unas lámparas de pie, hermosas. Las ventanas con largas cortinas color blancas qué llegaban hasta el suelo. Le daban mayor claridad a la sala.

El suelo, de madera marrón clara. Era bastante elegante.  A la derecha una enorme ventana qué seguramente era la que daba a la calle, estaba cerrada y con las cortinas sin abrir.   

Seguimos caminando hacía la izquierda, atravesamos una puerta de madera, donde llegamos a una enorme cocina de concepto abierto. En la cocina sobre unas hermosas banquetas tapizadas de color azul marino, estaba una niña dibujando. Al vernos salta y se me queda mirando. 

No digo nada. permanezco en silencio. 

 - ¿Quién es?- se limito a decir la niña, aun desde el lugar. 

- Ella es Paula, nos ayudará en casa.

-ok- dice mientras no me saca los ojos de encima, le toma la mano a ella y le pide sí puede ayudarla coloreando.

-Luego, cielo. ahora estoy hablando con Paula y luego te ayudo, lo prometo.

-ok-dice haciendo una especie de mueca y se va caminando hacía la siguiente sala. 

 

No preguntes, no preguntes. susurraba en mi cabeza.

-Mi sobrina, Victoria, está un poco inquieta. Niños ja. Este mes cumple 8. - se detiene en seco- Paula, luego haceme acordar qué te de todas las indicaciones para el preparativo. No tendrás problema con Vicky, de llevarla a la escuela y traerla se ocupa su madre... espero. Eso último lo dijo con pesadez o ¿fue mi imaginación?

-Ven sigamos.

- sí.

-no eres muy conversadora ¿no?

-Disculpa pero es que no quiero...lo siento.- me limito al silencio, no debia hablar de mas. Era mi trabajo hablar? no. 

Por ahora mantendria mi postura. Distante. 

 

La siguiente habitación era el pasillo qué atravesaba desde la la entrada a la izquierda hasta la escalera qué estaba de mano derecha. Una escalera toda recubierta de alfombra y de una madera finamente barnizada de color oscura. Al costado de la escalera detrás de una puerta estaba un enorme armario, donde estaban los utensilios de limpieza. (aspiradora, escoba, trapeador, baldes, trapos y de todos los productos de limpiezas posibles, una lustradora, etc)

Atravesamos por otra puerta que estaba a la izquierda de la escalera. hacía la qué era una habitación de invitados, espere qué estuviera llena de cajas, pero en su lugar, veo la habitación más dada vuelta de la casa.

una valija con ropa interior al descubierto, vasos y botellas de vino por todo el suelo. Las sábanas revueltas y un terrible olor a maria. Ropa por todo el suelo y desee no presenciar eso. Unas piernas desnudas debajo de las sábanas. no conté cuantas eran. ya qué ella cerró la puerta antes de qué pudiéramos ver más. 

 - Lamento qué hayas visto eso ¡algunos no tienen decencia!- grita eso último. Mientras me guía a la siguiente habitación, un baño individual, qué estaba lleno de colillas de cigarros y botellas de champagne, cajas de pizza. en fin. Ya entendí donde tenía qué trabajar más.

-por último en la planta baja- dice una sala de estar o living qué se había convertido en una oficina improvisada. una impresora, con hojas por todos lados. Libros y más colillas de cigarrillos. Pero lo qué se llevó mi atención fue una pintura. ¿Tres jóvenes hermanos? En el medio está Isabel, a su lado derecho un joven carismático y sonriente, con el cabello todo revoltoso y a la izquierda una niña un poco más grande qué Victoria, el parecido era bastante notable. supongo qué era su madre. La hermana de Isabel. Los tres estaban tan felices en aquella pintura qué el brillo de los ojos parecía tan real. Una foto más qué una pintura. -

-Es mía. bueno yo la pinte.

-Es asombrosa.- susurre.

 

Desde la oficina se abrían unas enormes puertas francesas hacía el jardín, qué era bastante normal la verdad. Victoria estaba corriendo de un lado al otro, con una soga para saltar, a lo lejos  una pequeña mesa con mantel y unos peluches sentados en cada una de las sillas. me hizo sonreír. La niña cuando nos vio, se quedo inmovil. y de a saltos se acercó a nosotras qué estábamos observando. Ella le limpió la cara qué tenía barro en las mejillas. y le dio un beso en la frente. La niña no le soltó la mano hasta terminar de recorrer toda la casa. 

 

La planta de arriba, se dividía de igual manera en 5 habitaciones de las cuales 2 eran dormitorios, cada uno con sus baños y una oficina. A diferencia de las de abajo, estas estaban desordenadas pero no de manera tan shockeante. 

 

Se ve qué las hermanas eran diferentes en todos los sentidos. 

 - Bien, ¿comenzamos?- pregunta mientras las tres caminamos hacía la cocina. 


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