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Carmesí (re-escrito y re-subido) por Cat_GameO

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Notas del fanfic:

Este fic es un Spinoff de la saga de Imperium, por lo que encontrarán muchísimas referencias a lo que ocurre entre La Familia Dumá y El Trono Oculto. Sin embargo, no es necesario leer el resto de la saga de Imperium para comprender lo que aquí se relata.

 

NOTA: Todos los personajes presentados aquí son de mi autoría. Cualquier parecido con la realidad, especialmente en los planteamientos políticos y sociales, es mera coincidencia. Todos los personajes son ficticios así como sus nombres.

 

ADVERTENCIAS: En esta historia encontrarán escenas bastante explícitas de gore, sangre, mutilaciones y una referencia abismal al abuso sexual de menores.

 

IMPORTANTE: El abuso sexual a menores es un delito que debe ser denunciado ante las autoridades competentes y debe ser tratado de la forma más seria posible. NO estoy a favor de esto y nunca lo estaré. Lo que en esta historia se relata es parte de vivencias propias, vivencias de otras personas cercanas a mí y de experiencias aprendidas a través de historias que he llegado a escuchar de personas que he conocido en el transcurso de mi vida.

 

Debido a los temas tan fuertes tratados en esta historia y la forma en como se relatan, he decidido marcarla como una historia NO APTA para menores de 16 años. Espero puedan comprenderlo.

 

 

 

¡Qué la disfruten!

Notas del capitulo:

¡Nuevamente yo por aquí! n____n

Aquí compartíendoles en lo que he estado trabajando en estos días y en los pocos ratos libres que me ha dejado el trabajo. 

La historia de Carmesí ya la había escrito, pero había sido en aquellos años en los que todavía no alcanzaba la madurez de escritura y el estilo que ahora estoy perfeccionando tanto con estas prácticas. Por esta razón he decidido re-escribirla para abrirla y darle el respiro y profesionalismo que se merece.

De verdad espero que la disfruten. 

Esta historia es un Spinoff de la saga de Imperium que pueden seguir aquí en Amor-Yaoi y también en mi cuenta de Wattpad.

Es importante leer las advertencias con cautela debido al tipo de escenas de tortura que tiene. Es una historia con contenido Yaoi, aunque mereamente "romántico".

¡Cualquier comentario me encantaría leerlo!

Capítulo uno


La furia


 


El ruido de la televisión opacaba la quietud del sitio. Las mesas estaban acomodadas de manera estratégica junto a la ventana, cerca del pilar, a unos metros de la barra y hasta la pared de la extrema derecha. Cada una mostraba un servilletero metálico, una azucarera y una tacita con cucharas para el té y el café. Todas relucían, puesto que el joven mesero de turno había limpiado y acomodado todo para que estuvieran presentables.


Las ventanas eran extensas y en la del lado derecho había una leyenda pintada desde el interior que decía ‘Café Montoya’. La lluvia había mojado los vidrios y también había empapado los techos de plástico externos que servían para contener la luz del sol durante las tardes. Todo el lugar estaba pintado en tonalidades claras e iluminado por focos de luz tenue.


Junto al contador, en la barra, había un hombre de edad mayor. Sus ojos eran de un color café oscuro y estaban puestos en el televisor que se hallaba colgado en el pilar más grande. En la mano izquierda sostenía una taza blanca. Del interior de ésta, un líquido oscuro humeaba. Obviamente su atención era capturada por las noticias.


—Qué depravación —dijo el anciano con un tono de desaprobación—, una verdadera depravación —insistió con la misma intención—. Y pensar que un sujeto que fabricaba juguetes para niños ha sido asesinado sólo porque sí.


El mesero de turno escuchó pero no detuvo la actividad de la limpieza. Ya había terminado con las mesas y ahora trapeaba el piso con un paso tranquilo. Él ni siquiera contemplaba la televisión ni prestaba atención a los noticieros. Su vista se movía de las ventanas frontales hacia el piso.


Hoy era una noche fresca en la ciudad de Gold, pues la temporada de lluvia había iniciado y el verano estaba por ceder ante el otoño. Aquella particularidad provocó que el muchacho observara al agua caer por la calle. Sus ojos eran de un color claro como la miel, su tez era blanca, rosada y con algunas pecas que adornaban sus mejillas. Su cabello estaba sujetado en una coleta y se ondulaba por la humedad del ambiente. Debido al color rojizo-claro de su cabellera sus facciones joviales se acrecentaban. Aunque era una persona agraciada, había dos cicatrices profundas en su cara; en el labio inferior de la boca y en la ceja izquierda.


—¿Puedes creerlo, Joshua? —el viejo inquirió con un poco de fuerza para llamar la atención del mesero. Había movido su rostro para contemplar al muchacho—. ¿No te parece extraño? La policía no quiso revelar información respecto a la muerte del CEO de la empresa Hally-Games. Simplemente están diciendo que fue encontrado muerto en su mansión. ¡Son patrañas!


Joshua terminó la actividad de los pisos, caminó hasta una de las puertas del final y la abrió. El cuarto de servicio conectaba con un pasillo rumbo a los vestidores, los baños de los empleados y la bodega de granos de café.


—Lo único que se atrevieron a aceptar es que era un corrupto de mierda y que su asesino sigue suelto por ahí.


Cuando Joshua terminó de lavar el trapeador y la tina, se acercó a la barra y comenzó a organizar los objetos.


—¿Tú qué opinas? —el anciano preguntó al mirar al pelirrojo de vez en cuando.


Joshua levantó la mirada y encaró al anciano. Por unos minutos no hubo una respuesta. Luego, el joven sonrió con una naturalidad extraña.


—Señor Montoya —la voz de Joshua sonó cálida y suave—, la policía siempre dice lo que le conviene. ¿Usted cree que eso es todo lo que la víctima hacía?


El cuestionamiento provocó que la atmósfera del café se tornara bizarra. Joshua había hablado sin intenciones de interactuar, así que regresó de vuelta a las actividades pasadas. El señor Montoya no supo qué replicar, por lo que sólo observó con pesadumbre al muchacho.


 


*** 


 


La imagen se proyectaba a través de la pantalla pequeña de la cámara. Tenía la fecha y la hora exacta en una de las esquinas en las que el vídeo se grababa.


—P-Por favor… —la voz del hombre sonó al borde del llanto y las súplicas— p-por favor… N-No… no me h-hagas daño… N-No me m-mates… te lo ruego.


El hombre estaba atado en una silla de respaldo elegante. Sus brazos estaban sujetados hacia atrás y sus piernas estaban pegadas por unas cintas gruesas a las patas delanteras. Su cabello castaño lucía despeinado y de la frente caía un pequeño hilo de sangre. Su cuerpo, adornado por una camisa elegante, una corbata roja y un pantalón de tela lujosa de color caqui, era regordete y estaba empapado de sudor en las axilas, cuello y pecho.


—P-Puedo darte lo que quieras… —insistió el hombre con la misma voz destrozada—, t-tengo mucho dinero.


Los lamentos del hombre continuaron, pero esto no causó ninguna reacción en el enmascarado que se posaba frente a él. El sujeto extraño vestía una gabardina negra, unas botas oscuras de estilo militar, unos guantes ennegrecidos de cuero y una máscara blanca que tenía hermosos tallados ornamentales en tonos rojos. La cabeza estaba cubierta por una especie de capucha, así que todo su cuerpo se mostraba protegido. No había alguna pista que revelara su identidad.


—¡P-Por favor! —imploró el prisionero—. ¡P-Por favor! No entiendo qué es lo que deseas. ¡T-Te lo suplico!


—Tus palabras no te salvarán de tus actos, Valdez —la voz del enmascarado se escuchó distorsionada por una especie de micrófono interno. Ni siquiera por este medio era posible determinar si era joven, mayor, hombre, mujer o ninguno.


—¡P-Pero te e-estoy ofreciendo dinero!


Sin titubear, el enmascarado sacó un cuchillo profesional y lo enterró en el estómago del hombre.


Los gritos de Valdez resonaron en toda la sala. No sólo eran palabras de súplicas, también eran descalificativos contra el agresor y lloriqueos en busca de auxilio.


—¡D-Detente, p-por favor!


La sangre salió con rapidez del estómago de Valdez. Su cuerpo era mutilado una y otra vez hasta que una herida grande se dibujó en su vientre. De una manera estrepitosa, el misterioso metió la mano por la llaga y comenzó a presionar hacia el interior del hombre gordo. Los gritos de Valdez se tornaron agudos, pero el enmascarado no se detuvo. Toda la mano, protegida por el guante, estaba incrustada en la barriga del pobre hombre y, con ayuda del cuchillo, perforaba más y más. De pronto, el enmascarado sacó la mano tirando del interior hasta que consiguió exponer parte de los intestinos de Valdez. Como si jalara de una soga, el torturador caminó de vuelta al trípode de la cámara y amarró la tripa rojiza a una de las patas. Valdez balbuceaba y parecía que estaba por desfallecer. De nuevo, el misterioso contempló la imagen moribunda del hombre y se colocó detrás de la cámara para asegurarse de que ésta seguía grabando.


—A-Ayuda… —Valdez consiguió decir mientras temblaba de dolor.


El enmascarado anduvo por la sala unos pasos. Había dejado un recipiente con gasolina cercano a la silla del herido. Sin esperar, tomó la gasolina y comenzó a rociar el cuerpo de Valdez. Al terminar, se quedó parado junto a la cámara y aguardó unos minutos antes de sacar un encendedor dorado.


—Disfruta el infierno, Douglas Valdez.


A continuación, el cuerpo de Douglas Valdez fue encendido en llamas. Había comenzado por el intestino que colgaba, ya que el enmascarado había usado la flama del encendedor. Rápidamente, el estómago, luego las piernas y el torso se llenaron de fuego. Al final su cuello y cabeza se incendiaron. Los llantos de Douglas Valdez arrojaron sufrimiento y un dolor palpable hasta que su cuerpo quedó sin vida.


 


 ***


 


Las noticias de la radio ya comunicaban los últimos incidentes en la ciudad de Gold. Todas las estaciones de noticieros hablaban de la muerte del empresario Douglas Valdez; el dueño y fundador de la compañía Hally-Games dedicada a la producción y diseño de juguetes para niños. Todos los locutores replicaban las mismas palabras como cintas rayadas.


—Douglas Valdez, dueño de la compañía más popular en el mercado de juguetes para niños, ha sido encontrado en su mansión sin vida —resonaba la voz elegante de la locutora de radio.


—Sí, sí —opinó con decepción y frustración Matthew—, jodidas conexiones del cabrón.


Minutos atrás, Matthew Harper había sido llamado a la escena del crimen y había presenciado de primera mano todas las atrocidades que el pobre Douglas Valdez había vivido durante sus últimos respiros. Había visto el cuerpo calcinado y con los intestinos de fuera que habían sido atados a una cámara.


Por supuesto, había sido una escena asquerosa y casi como si el asesino buscara dejar en claro algo. Sin embargo, para Matthew aquél acto sádico y cruel representaba la maldad de un loco sin escrúpulos.


De pronto, el teléfono comenzó a sonar con ese tipo de timbre de fábrica que todos los celulares modernos tenían.


—¿Sí? —Matthew contestó al presionar la pantalla y tocó el ícono del altavoz—. ¿Qué sucede, Rosa?


—Además de toda la escena y las pocas pistas que tenemos, hay algo que acabo de descubrir —sonó la voz femenina y cálida de Rosa. Era la asistente de Matthew.


—¿Qué? —inquirió Matthew al frenar en un semáforo.


—La cámara que grabó la muerte de Douglas Valdez tenía una memoria con más archivos. En la memoria encontramos un vídeo de él y otros sujetos violando a menores de edad en la misma habitación donde lo mataron. Hemos corroborado que el cuarto está acondicionado para impedir que el sonido salga al exterior. Lo malo es que todos portan máscaras para proteger sus identidades, así que no podemos señalar nombres. No sólo eso, el vídeo de su muerte muestra la voz distorsionada del asesino. Lo único que el asesino le deseó fue un buen viaje al otro mundo antes de quemarlo vivo, a pesar del soborno que la víctima ofreció.


—Desgraciado —opinó Matthew con disgusto.


—Otra cosa —Rosa agregó a toda prisa—, encontramos archivos interesantes aquí en la escena. Son correos electrónicos impresos entre Valdez y Manuel Martínez.


—¿Manuel Martínez? ¿La primera víctima?


—Sí. Mañana te entregaré el reporte completo. Hay muchas peculiaridades en el caso.


—Ni que lo digas. Un maldito lunático que se cree un vengador. No olvides que al final es un homicida —Matthew dijo molesto.


—Sí, eso es claro… —Rosa no prosiguió de inmediato. Luego aclaró la garganta y agregó—: buena suerte hoy en la salida con los chicos.


—Gracias. Voy rumbo a la universidad. David ya me está esperando.


—Nos vemos mañana, Matt.


—Sí, hasta mañana, Rosa.


Matthew colgó y suspiró. Por más que deseara encontrar al asesino, tenía que enfocarse en sus hijos también.


Habían transcurrido siete años desde la muerte de Lucy, su difunta esposa, y todavía peleaba por mantener la custodia total de sus tres hijos adolescentes. El trabajo lo consumía casi todo el tiempo y no podía aceptar que había perdido comunicación crucial con ellos, pues ni siquiera los conocía ya por completo. Del mismo modo, tenía mucho tiempo en una batalla contra su cuñada. Ella deseaba quedarse con la custodia de los chicos y aprovechaba cada momento para distanciarlo de la familia.


Sin embargo, Matthew reconocía que estaba en una situación bastante mala. Había aceptado trabajar en el caso del asesino que había comenzado a atormentar la ciudad. El sujeto era una especie de maniático que ya había arrebatado la vida de tres personas hasta el momento. El primero en morir había sido Manuel Martínez; dueño de los Casinos Plata. Al inicio, Matthew había creído que se trataba de una especie de venganza entre grandes figuras de la economía. Pero una vez la muerte del hombre había sido revelada, se percató de que lidiaba con algo más. Después, el asesinato de Ahmad Hassan había despertado sospechas obvias. No era sólo la manera bestial en la que su cuerpo había sido encontrado como si lo hubieran mutilado vivo, sino que, además, los actos de violencia habían sido grabados y de alguna forma hechos públicos.


Para Matthew, con todos los años de experiencia que lo precedían, estos asesinatos no eran una simple venganza. Había un juego por detrás, como una especie de código que iba dirigido a alguien más. La verdadera cuestionó era descubrir quién y por qué.


Por supuesto, el caso llegaba en los peores momentos. Su hijo más grande, David, estaba en el primer año de la universidad y lo había sentenciado con el deseo de su libertad absoluta. Claro, todo el reproche era orquestado por la hermana de Lucy. La segunda de sus hijos, Claudia, parecía estar metida en problemas escolares. La chica había sido reportada y él había escuchado un montón de locuras hechas por su niña. Y, por si no fuera poco, el menor, Jonathan, había sido expulsado nuevamente de la escuela unas semanas después del inicio de clases. ¿En qué momento sus hijos se habían transformado en personas tan difíciles? Matthew no tenía la capacidad para aceptar que él era culpable de algún modo.


Cuando llegó a la universidad Golden College, Matthew se estacionó a toda prisa y salió disparado al interior de las instalaciones.


La escuela era grande, con hermosos edificios de arquitectura gótica que compaginaba con los jardines verdosos y llenos de caminos de piedra y fuentes. Había unos letreros ensanchados que estaban colgados en las entradas de cada facultad. Tenían impresos la representación de la mascota de la escuela que parecía un lagarto.


Matthew sabía que no podía demorase más, pues le había prometido a su hijo que asistiría al partido de baloncesto que la escuela jugaba para competir en los siguientes torneos. Así que se dio prisa y por fin arribó al gimnasio principal.


El juego ya había comenzado y el equipo enemigo iba arriba por ocho puntos. Las gradas estaban repletas de estudiantes, profesores y padres de familia que apoyaban a los Lagartos Dorados de Golden College.


Matthew se sentó en uno de los lugares libres y reconoció a uno de los padres de los chicos del grupo de David. Se acercó un poco a él para interactuar.


—Eliseo, ¿qué tal? —Matthew saludó con cotidianeidad.


—¡Harper! —Eliseo replicó con amabilidad. Era un hombre mayor que Matthew, de tez muy morena y cuerpo gordo y grande. Prosiguió—: ¿Mucho trabajo en la oficina? David creía que no vendrías.


—Tarde pero seguro —bromeó Matthew.


A diferencia del señor Eliseo, Matthew era un hombre alto, delgado y musculoso por el ejercicio constante. Tenía la tez de un tono bronceado y los ojos azules. Debido a su trabajo, Matthew siempre vestía con trajes elegantes y gabardinas de colores claros.


—Hoy habrá una celebración para los chicos —Eliseo reveló—. Sé que los chicos se lo merecen. Han jugado muy bien en los últimos partidos y, aunque pierdan este, ya han calificado para los Estatales.


—Es verdad —Matthew mintió para simular que estaba enterado de los resultados de los partidos—, el equipo va muy bien.


La conversación no continuó. El juego siguió un rumbo de peloteos rápidos y una intensidad agradable. Así fue hasta que se detuvo el reloj y el equipo de los Lagartos Dorados ganó por doce puntos contra los muchachos de la universidad que competía.


Matthew buscó a su hijo una vez los jugadores comenzaron a salir de las duchas. Fue fácil reconocer a David, puesto que el parecido con su padre era innegable. La única diferencia que había entre ellos era el color de ojos. David había heredado el color café claro de su madre.


—Hijo —Matthew expresó con un poco de nerviosismo—, excelente partido.


—Viniste —la voz de David sonó incrédula—. Pensé que no tendrías tiempo.


Los dos iniciaron el paso rumbo a los pasillos externos del gimnasio. David vestía casual y traía consigo la mochila deportiva. Matthew, por su cuenta, hacía un esfuerzo mayor para sobrellevar la conversación. A pesar de que era padre, sabía que no era el mejor. Conocía pocas cosas de sus hijos; en especial de los dos varones. Había creído que David seguiría sus paso, ya que de niño había mostrado mucho interés en los casos policiacos. Por supuesto, no era así.


—¿Quieres ir a comer algo? —Matthew interrogó al quedar junto al auto y su hijo.


—No —David replicó secamente.


—Eh… Le dije a tus hermanos que nos veríamos en casa a las seis de la tarde. Por eso te preguntaba… Faltan dos horas.


—Voy a salir.


—¿A dónde?


—Como si te interesara —David compuso con molestia aparente y entró al carro.


Matthew suspiró con fuerza y también abordó el vehículo.


Durante el trayecto lo único que aconteció fue un silencio pesado. Matthew buscaba en la mente alguna manera para enmendar la ausencia tan constante que vivía con sus hijos, mientras que David mostraba una actitud cerrada e incómoda.


—¡Ya sé! —Matthew rompió la atmósfera con un tono de voz vivaz—, ¿qué te parece si vamos por un café?


—¿Café? —David inquirió irritado—. Mierda, ¿no vas a dejar de insistir con tus estupideces? Bien… vayamos por un café.


—Sí, perfecto. Conozco un lugar muy bueno. —De pronto titubeó un poco y aclaró la garganta. —Por cierto, ¿cuándo serán los partidos de los Estatales?


—En dos meses. Los entrenamientos comienzan la próxima semana.


—Eh… he estado pensando en comprar otro carro.


De manera rápida, David contempló a su padre y mostró interés en la conversación.


—¿De verdad?


—Sí, sí —confirmó Matthew—, ya tengo los presupuestos de varias agencias y creo que podrías ayudarme a elegirlo. Sé que quieres independizarte, pero… me gustaría que esperaras un poco más. Todavía tienes diecinueve años y eres muy joven para vivir por tu cuenta. Podrás compartir el carro con tu hermana.


—Claudia no sabe manejar.


—Podrías enseñarle.


—Vale… ¿Cuándo iremos por el auto?


—Mañana es fin de semana, así que tendré un poco de tiempo libre. Te confirmaré un poco más tarde.


David asintió y mostró un rostro satisfecho. Ya no hubo quejas de su parte. Matthew sintió una extraña satisfacción y también una total decepción. Había notado que su hijo sólo prestaba interés en temas donde el dinero estaba de por medio. Comprendió aquellos comentarios en los que se describía a la figura paterna como una especie banco vacío de amor y sólo lleno de dinero. Lo peor del caso es que él era visto así por sus hijos.


Durante unos minutos más, el recorrido se mantuvo en silencio. Matthew había pasado la calle Sirenas y ahora bajaba la velocidad en la avenida Medalla. Ya estaban cerca del sitio que alguna vez había sido su favorito.


Una vez el carro quedó frente a la fachada de un edificio tradicional y módico, Matthew y su hijo bajaron. El café tenía unos techos de plástico que podían ser extendidos como pantallas para cubrir el sol, las ventanas tenían unos adornos florales en tonos amarillos y rojos que combinaban con la leyenda que lo representaba.


—¿Café Montoya? —David dudó antes de entrar junto a su padre—, ¿de verdad, papá?


—Es delicioso —confirmó Matthew con una sonrisa segura y se adentró junto a su hijo.


Ambos se acercaron a la barra y contemplaron el menú que colgaba en unas pantallas detrás de ésta.


—Buenas tardes —la voz del mesero de turno sonó muy amable.


—Hola —Matthew dijo y observó al muchacho—. ¿Y el señor Montoya?


—Está un poco ocupado —aseguró el mesero.


—Hace mucho que no venía. Eh… Hijo, ¿qué quieres tomar? —cuestionó al dirigirse a David.


David hizo un sonido con la garganta y la boca cerrada para indicar que pensaba. Su atención había estado en el mesero frente a la caja por unos instantes y su rostro había mostrado una mueca de interés y luego inseguridad. Después miró el menú.


—Quiero… —David compuso indeciso.


Sin previo aviso, la televisión que se hallaba sostenida en la parte superior del pilar se apagó. Había mostrado las noticias vespertinas, pero ahora sólo se apreciaba la estática y un sonido constante. Unos segundos después, otra imagen se proyectó.


Matthew y su hijo giraron un poco y miraron la pantalla.


En la televisión la representación era distinta a cualquier otro canal que estuviera bajo los permisos de las emisoras, puesto que había un hombre regordete atado a una silla. El hombre tenía una extraña soga que salía de su estómago y se perdía hacía el frente del ángulo de la cámara.


—¡¿Cómo rayos?! —Matthew expuso sorprendido.


A toda prisa, Matthew sacó el teléfono y llamó a su asistente.


—¿Qué es eso, papá? —David cuestionó confundido.


—¡Oye, tú! —Matthew dijo al contemplar al mesero de turno—. ¡Apaga el televisor ahora!


—¡Se está quemando! —David opinó horrorizado sin desprender la mirada de la pantalla.


El resto de los pocos comensales también hicieron un sonido ahogado para indicar horror y sorpresa.


—¡Hazlo ahora! —Matthew insistió amenazante al contemplar con enojo al mesero.


El mesero obedeció con una mueca de paz y utilizó el control para apagar la tele.


—¿Rosa? —Matthew habló en la bocina del celular y dio unos pasos hacia atrás—, ¿qué fregados está pasando?


—No lo sabemos, Matt —informó Rosa por la bocina del teléfono—, ya hemos enviado una alerta a las televisoras para que corten las transmisiones en todo el estado.


—Hijo de puta —susurró Matthew desesperado e ignorando el cuchicheo de los otros clientes—, otra vez está haciendo de las suyas. No dejes que siga. Pídele una orden al jefe y nos vemos en las emisoras principales. Tenemos que hacer que se detengan.


—¿Papá? —David se atrevió a preguntar—, ¿estás trabajando en ese caso?, ¿estás investigando los asesinatos del tal Carmesí?


—Sí —aceptó Matthew al colgar el teléfono—, aunque todo se está saliendo de control. Oye, tú, chico —otra vez se dirigió al empleado del café—, es una fortuna que no haya tanta clientela, pero debes ser cuidadoso. Cuando algo así ocurra, no sean parte del gremio de cabrones que se divierten con el morbo.


—Por supuesto —aceptó el muchacho con calma y una mueca amigable—. No volverá a pasar.


—David, vamos a casa. Tengo que reunirme de inmediato con Rosa.


—Comprendo… —David sonó desilusionado—. Yo hablaré con mis hermanos.


—Gracias, hijo.

Notas finales:

¡Espero que la disfruten!

Debido a la carga de trabajo que he tenido, voy un poco lento pasando en límpio los caps de esta historia, aunque ya tengo 6 caps escritos y terminados. Solamente me falta pasar en limpio la mitad y editarlos para subirlos por acá.

Salgos de vacaciones el 17 de Diciembre, así que espero poder escribir con más constancia y terminar esta historia que me ha permitido trabajar con personajes un poco fuera del arquetipo usual que me gusta manejar.

 

Me encantaría leer sus cometarios respecto a lo que piensan, lo que les parece y lo que podría mejorar. ¡Todos son bienvenidos!


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