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Happy Birthday Koneko-san (Feliz cumpleaños señor gatito) por Raziel Soul

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Eran las seis de la mañana, no tan temprano como para despertar de mala gana ni tan tarde para ser despertado de mala gana, claro que desafortunadamente en esos momentos se encontraba completamente solo aquel que podría despertarlo seguramente estaba a varios kilómetros de ahí, parpadea un tanto amodorrado aún, se talla un ojito viéndose, pese a todo, con un aire inocente, como un gatito dormilón, lo cual para muchos eso era. Observa a su alrededor al tiempo que se rasca la cabeza cuyo cabello alborotado le da también un toque juvenil. Ladea el rostro mientras observa con detenimiento la puerta a su derecha, según recordaba la había dejado cerrada la noche anterior, claro que de vez en cuando se le olvidaban las cosas, esa no podía ser la excepción a la regla, definitivamente necesitaba comer más nueces para retener sus pensamientos y acciones, se estira cuan largo era, nuevamente esos ademanes “michescos”, rasca su espalda baja bostezando nuevamente, su boca se abre a tal grado que le duele la quijada, se queja un poco intentando que no quede trabada como aquella vez hace un par de años, o tal vez más de un par. Mira a un lado, el vacío del futon le pone algo triste, no tanto como pudiese, no es que ya no le importase tampoco, sencillamente se ha acostumbrado, puede comprender ahora que cada día que ese sitio está “solo” alguien en la distancia le recuerda, le piensa cada momento incluso cuando su mente debiese estar concentrada en el trabajo. Se levanta con parsimonia para comenzar el día, casi veinte minutos después de despertarse, un nuevo record, regularmente tarda casi media hora o más.

-Buenos días Kibou – la foto en la mesita de su viejo amigo le hace sonreír con nostalgia, intentó adoptar otro felino pero el dolor de perder a ese pequeño fue tan grande que aun no se siente listo para entregar su amor de la misma forma, pese a que alimentan a 5 inquilinos de igual especie, los baña y lleva al veterinario, pero nadie como el hermoso gatito blanco de ojos azules, no sólo por haber sido su primera mascota en forma sino por lo que significó entre él y ese hombre odioso, el maldito pelirrojo pecoso que aun no llega a casa.

Como impulso mira su mano izquierda, el anillo con las sakura y los kanjis grabados ya no está en su dedo anular, lo usó tanto tiempo que terminó rompiéndose, y es que no se lo quitaba para nada ¿por qué habría de hacerlo? Se lo dio él, cada cosa que el le entregó, que le hizo vivir la atesoraba por completo en su interior. Aunque el espacio no quedó vacío por mucho tiempo, otro anillo adorna su mano como una promesa que tal vez jamás se cumpla. Las sandalias hacen su sonido característico al frotarse un poco sobre el tatami, siempre de perezoso, agradecía que hubiesen reacomodado todo en ese lugar, porque ir de un lado al otro de la casa solo para preparar un café se le hacía mortal, especialmente en esos días donde el frío calaba hasta los huesos, ahora que recuerda definitivamente él no dejó abierta la puerta de la derecha, según el tipo del clima iba a nevar esa noche, de haberla abierto hubiese muerto de hipotermia o algo así. Se encoge de hombros, tal vez fue el frio el que la deslizó, o un kappa u otro Yokai, sonríe de lado, solía tener algo de repelús contra esas criaturas y el cabrón de Yagami solía molestarle con eso. Toma una de las cápsulas para meterla en la cafetera, hubiese sido mejor un chocolate caliente, pero eso le gustaba que lo preparase alguien más, sonríe nada más recordar esas noches en que, sentados frente al hogar a leña, se cubrían con una manta y bebían chocolate con bombones ¿qué pasaba con él? ¿cada año sería lo mismo? O mejor dicho… cada año era lo mismo en ese día, por lo menos lo era cuando el otro no estaba a su lado. Solía ponerse algo melancólico, era normal, cuando se es joven muchas veces ese tipo de cosas no son de mucha importancia, pero llega el momento en que es todo lo contrario, todo ello le da la energía que necesita para continuar. Su celular comienza a sonar, Akane, sonríe divertido, entre ella y el otro pelirrojo había competencia para saber quién era el primero en felicitarlo, era doce de diciembre, su cumpleaños, una excusa más para que los – casi gemelos – Yagami se molestasen. No responde, y no es que no le agrade la menor, es una chica por demás amable, incluso Shizu-sama en su momento la consideró como una hija más. Su madre… en esos momentos seguro estaría dormida en un futon caliente, algunos años antes andaría trajinando dando órdenes de aquí a allá, aún conserva un halo de juventud, pero a su edad poco a poco el cuerpo se va deteriorando por más que se quiera seguir siendo un adolescente. Ya le mandaría un mensaje a la chica Yagami disculpándose por no alcanzar la llamada. Lo cual ambos sabrían que solo es un pretexto para no hacer enojar al mayor de todos. ¿Cómo se habría abierto aquella maldita puerta? La campanita anunciando que el café está listo le saca de sus cavilaciones, toma la enorme taza que compraron en Disney, para él Mickey y para Yagami Donald, el cual nunca estuvo de acuerdo en tomar café en una taza en forma de trasero de pato, pero Kyo se veía tan feliz que simplemente no pudo negarse. Regresa con paso lento a su habitación, el frio calaba y aunque quiso empezar el día más temprano que antes sencillamente no pudo, le dolían un poco los huesos, tanta batalla, todos los golpes, los entrenamientos, el desgaste físico… los experimentos, esos malditos experimentos fue lo que más hizo mella en su salud. Se detiene a medio camino al acordarse de los gatitos, ellos eran más puntuales que un gallo, no tardarían en comenzar a maullar para ser alimentados, sonríe para sí divertido, a su mente llegó su amante, ese hombre tenía una manía extraña con los gatos, pero no la mostraba ante todos, incluso a él se la ocultó por varios años, tras ese disfraz de hombre rudo, de chico enojón que no aguantada nada, se escondía un sujeto por demás dulce, a su manera claro está, quien nada más ver un felino quería acercarse para acariciarlo, la primera vez que lo encontró en una situación “sospechosa” con un michi fue al llegar tarde a uno de tantos combates, como era su costumbre se le pasó el tiempo jugando en las arcades, al arribar al sitio del encuentro no vio a nadie

-Menos mal, más tiempo para jugar – farfulló como si nada, iba a dar la media vuelta cuando algo captó su atención

- Oye, espera… ven – esa voz, era inconfundible, pero ese modo de hablar si que era por demás inusual, no quería combatir ese día así que casi pone pies en polvorosa, pero lo que sucedió después le cortó toda posibilidad, y ganas, de alejarse: un Yagami caminando en cuclillas siguiendo a un gatito negro esponjoso, este se detenía y cuando el pelirrojo iba a tocarlo comenzaba a caminar haciendo que el otro fuese tras él.

 

Su primera reacción, y la más natural, hubiese sido comenzar a reír a carcajadas, que el otro se diese cuenta y se enojara como jamás en su vida, terminando al final en una batalla campal… sin embargo lo que sintió fue cierta ternura por ver a ese hombre… muchacho, porque apenas iban a cumplir 19 años, seguir cual niño a un felino quien acabó por meterle un buen zarpazo, después de eso Kusanagi decidió dar media vuelta haciendo como que no vio nada, y sin ser visto tampoco.

 

Tiempo después, cuando su relación cambió de odio a amor, el otro demostraba su fascinación gatuna, a tal grado que al propio Kyo le llamaba Miausanagi, Gato idiota, maldito gato, gato del demonio… en fin, que cada mote que le ponía hacia referencia a esa parte felina que adoraba de su castaño, no solo por su fascinación al pescado sino por todas las demás situaciones donde el otro era un representante fiel de los michis. Hasta Yamada-san le llamaba Koneko-san, una sonrisa más grande aflora en los labios de Kyo al recordar de pronto aquel día en que Iori le invitó a uno de sus conciertos, repartiendo su foto retocada con orejas, entre los trabajadores del local, para que atendieran bien a ese “gatito”. Aunque ese gesto feliz no duró demasiado, mientras abría las latas para sus inquilinos volvió sus recuerdos a Yamada-san, esa mujer tan bella en todos sentidos, la anciana del combini al que solían acudir, le debía tantas cosas, especialmente el darle a Iori ese último empujón que necesitaba para por fin aterrizar toda la situación entre ellos. Sus hermosos ojos castaños se desvían de su labor hacia uno de tantos retratos en la pared, una hermosa mujer de rasgos completamente orientales sonreía a la cámara, una fotografía en blanco y negro, la herencia más valiosa que la anciana pudo dejarles, cuando después del entierro uno de los empleados se acercó a ellos tendiéndoles un bello envoltorio nunca imaginaron que encontrarían esa imagen tan hermosa de una joven y sonriente Yamada. Cierra los ojos unos momentos para que las lágrimas no escapen por ellos, sin importar el tiempo siempre iba a extrañarla. Los maullidos constante le hacen salir de sus pensamientos, termina de vaciar las latitas de comida en los platitos y casi como malabarista o mesero de michis, sale con todos los platos puestos en el brazo, con el piel corre la puerta que da directamente hacia el patio trasero dejando en fila todos, sin demora los felinos se abalanzan, tiembla un poco por el frio, al respirar nota como el vaho sale de su boca como muestra de la baja temperatura, deja la puerta entre abierta para que los gatitos entren después de desayunar, no es bueno que se la pasen en el frio todo el tiempo. Ahora sí, está seguro que él abrió la puerta… pero no lo hizo en la madrugada.

 

-Feliz cumpleaños – si hubiese sido un gato estaría esponjado por completo en esos momentos, pero el perpetrador no solo conocía sus reacciones emocionales sino físicas, le abrazó por detrás para dejarle con la guardia baja, dejándolo imposibilitado para golpearle por asustarlo.

- ¡Jodido pecoso! – farfulle Kyo sintiendo como el otro le suelta de apoco, se voltea encontrándose con esa mirada que le hace flaquear, que le impide gritarle, golpearle, ponerle de hostias como se lo merece por imbécil, por asustarlo así por no estar en casa desde temprano, por no abrazarle al dormir, por llegar tarde en su cumpleaños.

 

Pero termina abrazándole con fuerza, ya no importa lo anterior, está a su lado, pese a que le dijo que llegaría una semana después, volvía a sus brazos cuando más le necesitaba, las pocas veces que no llegó a tiempo fue por cuestiones ajenas a él.

 

-Cierra los ojos – le dice al oído, casi se derrite nada más escuchar esa voz, el aliento contra su piel, si, tal vez no tenían la misma efusividad que cuando comenzaron su relación, pero eso era normal en las parejas, sin embargo, no dejaron que la rutina les cansase.

- ¿Qué me vas a hacer?… pervertido – reclama Kyo sin dejar de mostrar esa bella sonrisa

- No me jodas… anda ya o te doy un par de puñetazos en la cara para cerrarte los ojos de lo hinchados que se van a poner – farfulle

- Maldita sea… ¿jamás vas a dejar tu jodido genio? – reclama divertido haciendo lo que el otro le dice, siente como toma su mano conduciéndole por el pasillo, conoce esa casa aun con los ojos vendados. Van directo a lo que antes era un trastero y ahora era su salita de invitados. La casa fue de las pocas cosas que aceptó Yagami de su padre, pero estaba cerca de un buen hospital lo cual era necesario debido a las terapias que debía llevar el castaño. Además, no era ni muy grande ni pequeña… era perfecta, incluso tenía un dojo al fondo del jardín, el cual para felicidad de Kyo era bastante grande, lo que podría usar de pretexto para que su madre le ayudase a plantar y cuidar del jardín, así tenerla cerca más tiempo. – pero qué…. – al abrir los ojos ve el lugar adornado, y no parece que fue solo de unos minutos, el cartel de feliz cumpleaños, algunos globos, incluso esferas de confeti que son abiertas por ambos cuando Iori cuenta tres

- Perdona por dejar la puerta abierta… no quise despertarte cerrándola de golpe – sus dedos rozan aquellas arruguitas en los ojos de su gatito, este le abraza

- creí que la edad me estaba afectando – dice divertido, suspira sintiendo los fuertes brazos del mayor a su alrededor, había cambiado tanto, ambos lo hicieron, el pelirrojo huraño ahora le sorprendía con detalles tan bellos como esos, y él, tan inmaduro antaño, había logrado terminar una carrera técnica consiguiendo trabajo poco después en un buen taller mecánico, pues era menester que ambos aportasen en casa sin depender en absoluto de sus padres.

 

Y aunque hubiesen dado todo por poder casarse, los años vividos al lado del otro compensaban todas las penurias en tiempos lejanos, desde los golpes siendo pequeños, las peleas de la juventud, aquella separación después de lo de Orochi, cada situación dolorosa había valido la pena por haber llegado donde estaban en esos momentos: en brazos del otro. Al separarse sus cuerpos sus labios se acercan, el beso es profundo, apasionado pero lleno de amor al mismo tiempo.

 

- Feliz cumpleaños gato idiota – repite el pelirrojo rozando con su nariz la ajena

- Gracias, pecoso odioso – Kusanagi busca sus labios nuevamente atrayéndole por la nuca.

 

Las manos de Yagami comienzan a desabotonar la camisa de la pijama, sus dedos se cuelan debajo de la tela al tiempo que los de Kyo se deshacen de la estorbosa gabardina, por lo que parecía ni siquiera se había cambiado aun, nada más habría llegado y directo a preparar la sorpresa para su gatito, incluso llevaba la bufanda, aquellos mares profundos le impedían fijarse en nada más, solo dejaba de observarlos cuando cerraba sus ojos entregándose en besos y caricias.

 

-Estamos en la sala de visitas – susurra Kusanagi siendo recostado en piso

- No tenemos ninguna justo ahora – aclara el mayor sin dejar de tocarle, la ropa poco a poco queda relegada en el lugar, si, la habitación quedaba a unos pasos, pero no deseaban esperar, casi dos meses alejados, las giras, aunque no tan largas como antes, eras constantes.

 

Un gemido varonil escapa de los labios del castaño cuando las frías manos de su amante rozan uno de sus pezones, seguía siendo bastante sensible en esos sitios, los labios del pelirrojo pasean por ese cuello, lame la manzana de adán mientras aprieta una tetilla entre sus dedos, dejándola erguida para luego atenderla con su boca, humedeciendo una y otra. Los dedos del hombre de ojos avellana se pasean por aquel cabello rojizo, algunas canas visibles entre esos mechoncitos de fuego, pero que le hacían ver sumamente sexy, no le importaban ni las canas ni las arrugas que habían nacido en ambos, lo que le encantaba era saber que después de tanto tiempo seguía despertando en su pareja el deseo, que aun provocaba que esas manos siempre firmes al pelear o tocar, temblaran levemente cuando se paseaban por su piel.

Sus piernas le cobijan nuevamente, los muslos no tan firmes como antes, pero ese interior sigue recibiéndole tan cálidamente, puede disfrutar de los gemidos de su amante, de esos besos sabor a capuchino, las manos aferradas a su espalda, incluso siente como le rasguña un poco, tal que, si fuesen un par de adolescentes entregándose la primera vez, y aunque de esas uniones no hubo heredero alguno, no las hizo menos especiales. Con el solo de hecho de escuchar a su amante jadear su nombre antes de llegar al orgasmo era más que suficiente para él.

 

-Casi me vuelvo loco por no acordarme si había dejado abierta la maldita puerta … - ambos estaban desnudos sobre la gabardina de Yagami

- Lo siento, pero ya te dije por qué no la cerré… - sus labios besan el hombro ajeno, una risilla poco común escapa de sus labios

- ¿Ahora de qué te ríes? – pregunta Kusanagi sin entender, pero sonriendo igual

- ¿Te acuerdas de esa vez que lo hicimos cerca del templo?... manchaste mi gabardina en esa ocasión… te hice sonrojar cuando te reclamé – acaricia uno de los brazos de su amante

- Joder, qué buena memoria tienes… eso fue hace más de diez años…

- Más de 20 gatito… - Kyo sonríe, nunca lo había admitido, pero adoraba que le llamase así

- Éramos jóvenes y nos importaba poco lo que pensaran – asegura

- Pero qué dices, ahora somos viejos y nos importa menos lo que piensen – una nalgada antes de levantarse

- ¿Qué carajos haces? ¡Rabo verde! – le reclama

- Tenemos la misma edad… no aplica lo de rabo verde – argumenta sonriendo de lado, mostrando ese colmillito que le hace ver sexy

- Tch… como digas – se levanta con cuidado, siente unas manos ayudándole, en otros tiempos le hubiese alejado, se habría sentido inútil o que el otro le veía como débil, pero ya no, ahora era alguien maduro y recibía la ayuda de su pareja sin problemas, aunque no dejaba de maldecir a NESTS por todos esos efectos secundarios de tanto experimento.

- Anda, debes apagar las velas y pedir tu deseo

- ¿Qué más podría pedir si te tengo a mi lado? – pese a que ya prácticamente eran invisibles, unas cuantas pequitas que aun quedaban con vida se logran vislumbrar levemente debido al sonrojo en esa blanca piel, lo que hace sonreír más a Kyo que termina de vestirse.

- Tal vez cien millones de yenes… siempre habrá algo que desear, aunque sea banal – asegura el otro intentando que no se le note aquel rubor.

 

Al verle prender las velitas en el pastel recuerda esos primeros cumpleaños que pasaron juntos, cuando se enojaba porque siendo pareja al otro se le pasaban las fechas, o aquella fiesta de cumpleaños sorpresa que organizó para él, su relación fue creciendo haciendo de Iori alguien sumamente atento, al menos con él. El mundo entero se podía ir a la mierda, pero que nadie tocase un pelo del castaño, fue capaz de atravesar desiertos y desmantelar toda una base subterránea para encontrarlo, enfrentó a demonios, a seres de otros mundos, plantó frente a los mismos dioses por ese moreno al que había amado en esa y otras vidas. Su destino era estar juntos por la eternidad.

 

- Anda … sopla – le dice cuando tiene todo listo

- ¿No me cantarás happy birtday? – bromea el otro y a duras penas Yagami farfulle algunas notas, Kyo ríe internamente y sopla sus velas con total ilusión -  No… ya sabes que no te puedo decir mi deseo o no se cumple – advierte el moreno pues cada año era lo mismo, el pelirrojo se ponía algo cotilla con los deseos ajenos

- Y ahora… tu regalo – con cuidado saca su viejo Fender, regalo de su padre, los ojitos de Kyo se abren llenos de felicidad, amaba que cantara para él

 

Tantas cosas que tenemos que desaprender

Comenzar de nuevo, decidir creer

Tantas guerras fui buscando paz

Y lo encuentro en lo que tú me das

Hoy tus brazos me sostienen antes de caer

 

Kyo traga saliva ante aquellas palabras, siente como su corazón se contrae, duele, pero es un dolor agradable, porque puede notar en esa voz todo el amor que siente por él.

 

Si antes de llegar a ti

Me tuve que perder y cuántas vueltas di

A punto de volverme loco

Me sanaste poco a poco

Tu voz

Apaga mi silencio y mi contradicción

Y, por favor

No des ni un paso afuera de mi corazón

 

Las lágrimas quieren salir de esos ojitos algo cansados, pero que pese a la edad aun conservan inocencia, esa mirada de dulzura, las pestañas, aunque casi nada rizadas como antaño pero que continúan embelesando al hombre frente suyo quien no ha apartado la mirada desde que comenzó a tocar.

 

Que por ti la eternidad se ha vuelto este momento, oh

Hay demonios que al fin pude desaparecer

Porque vi en tus ojos lo que quiero ser

Si te tengo no hace falta más

Ya no hay nada que buscar atrás

 

Nota con sorpresa que, así como sus propios ojos se están nublando, aquellos mares con un azul menos intenso que antes, también están llorosos, la voz en algunas notas se nota quebrarse, aun así, no se detiene, ni deja de verle, ambos se miran fijamente dejando al otro saber cuan enamorados están

 

Eres el presente donde quiero estar

Si tuve que pisar el fondo y al infierno ir

Fue para aprender

Me enseñaste la salida

Regresándome la vida

 

La voz de Yagami va apagándose a medida que llega al final, ya no tiene la misma potencia que en los viejos tiempos, culpa un tanto del cigarro, otro de dedicarse a cantar… los últimos acordes son suaves como si los dedos solo acariciasen las cuerdas.

 

- Felices 44 años gatito – Kyo se mira sumamente ilusionado porque como cada año desde que viven juntos su deseo de cumpleaños no ha dejado de cumplirse.

 

“Por favor, déjame verle sonreír un año más”


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