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Más allá del Paramo por Tsumuru

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Notas del fanfic:

¡Hola a todos!


No puedo creer que este de vuelta por aquí con una secuela que ya muchos esperaban.


Yo también la esperaba. 


Y es que hace años que escribí Páramo Maléfico, una historia que en verdad no pensé que llegara a gustar tanto como para hacer una secuela, pese a que la idea siempre rondó mi mente, incluso antes de finalizar la historia madre.


Pero, oigan, 2022 está lleno de sorpresas y aquí estamos, a punto de publicar el primer capitulo de esta nueva historia que seguramente ya se están dando una idea de lo que tratará al leer la sinopsis.


No saben lo emocionada que estoy por reencontrarme con estos personajes, y por conocer a los nuevos, que espero amen tanto como los ya existentes.


Escribir una secuela es difícil porque siempre se está con esa expectativa de que puede ser un fracaso debido al cariño que la historia original tiene.


Así que en verdad espero disfruten de esta nueva creación, y también espero contar con todo ese hermoso apoyo que siempre me han dado pese a mis desapariciones.


Si, ya se que yo soy top en eso pero estoy tratando de cambiar y la emoción que tengo de que esta historia sea conocida y leída por ustedes me tiene con las manos escribiendo como nunca.


¡Gracias a todos!

Notas del capitulo:

Esta historia tambien la puedes encontrar en Watppad

MAS ALLÁ DEL PARAMO

 

Capítulo I – NACIMIENTO

 

Diaval veía como Hayato caminaba con nerviosismo de un lado para otro en un rango de dos a tres metros a lo largo.

El movimiento se repetía una y otra vez, que llegaba a marear al pobre hombre-cuervo.

El hada dirigía su mirada, con el mismo nerviosismo con el que daba sus pasos, cada cinco segundos hacía la entrada de la cueva en la que vivía y compartía con Haruki.

Diaval no podía culpar al hada de estar en ese estado tan nervioso. Cualquier varón estaría así su pareja estuviera dando a luz a su primer hijo.

¡Hayato y Haruki tendrían un hijo!

Ni siquiera el mismo Diaval creía que eso estuviera pasando.

Pareciera que había sido ayer el día en que Haruki cumpliera 16 años y que aquella maldición, que el mismo Señor de Todo el Páramo se había encargado de conjurar, se cumpliera.

Aún más increíble era que fuera Hayato quien rompiera esa misma maldición, que en su momento, parecía irrompible.

Solo un beso de amor verdadero sería capaz de liberar a Haruki de aquel sueño eterno en el cual caería en el momento en que al cumplir 16 años se pinchara el dedo con una rueca.

Hayato había puesto esa condición para que la maldición se rompiera, creyente, de que el amor era una simple falacia inventada por los humanos para engañar y destrozar el alma de los demás.

Con una condición así, el destino de Haruki sería dormir para siempre.

¿Alguien podía culpar a Hayato de lanzar semejante maldición después de haber sido traicionado de la forma más vil por aquel que él creyó amar y que resultaba ser padre del mismo joven que dormiría por una eternidad?

Diaval nunca apoyó el actuar de Hayato después de que ese odio y resentimiento se apoderaran de su corazón tras la traición de Stefan, pero tampoco podía cegarse ante la idea de obligar a su amigo a sanar de una manera abrupta y sin expulsar su dolor.

Hayato era el único que podría aclarar su mente, y para eso, el hado recurrió a la venganza.

Una venganza hacia Stefan, pero teniendo como blanco al hijo de este, Haruki, quien de una forma iluminadora les había demostrado que estaban equivocados al creer que el amor verdadero no existía.

El amor verdadero existía, y prueba de ello era el mismo Haruki.

Haruki no era una criatura sobrenatural provista de poderes mágicos como las hadas, pero el joven había demostrado que en su interior crecía y emanaba una magia mucho más poderosa que la magia.

Haruki tenía amor.

Y era ese mismo amor el que había liberado a Hayato de tanto rencor y odio que albergaba su corazón.

Ese amor incluso había sido capaz de devolverle sus alas al Señor de Todo el Páramo, las cuales habían sido arrebatadas por un viejo amor, egoísta y sin empatía.

Y ahora, seis años después, se encontraban ahí, esperando el nacimiento del que sería, en un futuro, el nuevo protector del Páramo.

— ¿Es bueno que tarden tanto?— Hayato preguntó sin dirigirse directamente a Diaval. Su caminar se había detenido y sus ojos no se apartaron de la entrada de la cueva en donde Haruki seguía, en compañía de Allen y de Nacil, tratando de dar a luz.

Haruki solo tenía ocho meses de embarazo, y no sabía si eso debía preocuparlo o tranquilizarlo.

Sabía que los humanos tenían un periodo de gestación de nueve meses.

Nacer un mes antes para un niño humano tal vez no representaría un gran problema. El periodo de gestación estaba casi a término, y con los cuidados necesarios, el niño crecería al ritmo adecuado fuera del vientre de su madre.

Pero para las hadas…

Las hadas tenían un periodo de gestación más largo, once meses para ser precisos. Un tiempo considerablemente largo para un niño humano, pero esos onces meses eran necesarios para que el bebé hada pudiera desarrollar bien su cuerpo que albergaría magia.

La magia formaba parte de los bebés hada, y como tal debían adquirir las defensas y adaptaciones necesarias para que su cuerpo fuera capaz de controlar la magia sin el temor, o posibilidad, de que esta magia causara un efecto negativo y catastrófico.

Sin embargo su hijo…

Su hijo sería hibrido…

Y debido a esto, no se sabía cuál era el tiempo idóneo para que este estuviera en el vientre de Haruki.

Hasta ahora no se sabía de ningún hibrido de hada y humano, y eso los dejaba en terreno completamente desconocido.

¿El bebé sería capaz de desarrollarse plenamente?

¿Sería capaz de sobrevivir al nacer?

¿Tendría poderes mágicos?

¿Sería más hada o más humano?

Si bien, Hayato solo deseaba que su hijo naciera con bien, lo cierto era que le preocupaba un poco que el niño no desarrollara algún poder mágico.

Si, quizás era egoísta y estúpido preocuparse por eso, pero él era el protector del Páramo, y su padre y su abuelo, y el padre de su abuelo antes que él, también lo habían sido.

El Páramo necesitaba un guardián para mantenerse, no solo a salvo, sino para mantenerse con vida. Sin la magia que caracterizaba a las hadas de su raza, el Páramo se marchitaría.

Hayato, y ahora ese bebé, eran los últimos sobrevivientes de su raza.

Si Hayato moría y su hijo no era capaz de tomar su lugar como protector, el Páramo también moriría con ellos.

—Hayato, relájate. — Diaval dijo acercándose a Hayato y colocando su mano sobre el hombro de este en un gesto amistoso. — Tardaran lo que tengan que tardar. Las malas noticias siempre se saben primero. — Agregó.

Si algo mal estuviera mal con Haruki y el bebé, Nacil ya hubiera salido para ir por más ayuda a la aldea de los elfos.

—Si, tienes razón. — Hayato atinó a decir.

Debía confiar en que todo saldría bien.

Todo debía salir bien.

 

**

Fue hasta dos horas más tarde que finalmente Nacil salió de la cueva.

El elfo lucía un rostro cansado, pero la sonrisa que tenía en los labios le dijo a Hayato y a Diaval de inmediato, que el parto había ido bien.

Haruki y el bebé estaban bien.

—Fue un parto difícil. — Nacil comenzó a decir en cuanto los dos varones se acercaron a él, ansiosos de que les diera noticias del estado de salud de Haruki. — No esperábamos que fueran dos bebés. — Dijo con una sonrisa que se agrandó al ver la cara de sorpresa del hombre-cuervo y del protector del Páramo. — Fue por eso que el parto se alargó más de lo que pensábamos.

— ¿Dos...?— La voz de Hayato apenas logró articular.

¿Dos bebés?

¡Eso era una locura!

Hayato no esperó a que Nacil le dijera más y entró con prisa a la cueva.

Necesitaba ver a su <bestia> y a esos dos pequeñitos.

*

En el interior de la cueva, en medio de mullidas pieles de búfalo y lobo, Haruki se encontraba recostado junto a dos pequeños bultitos que dormían tranquilamente.

Las pequeñas figuras se encontraban bien envueltas en mantas calientes.

Eran finales de verano, y aunque el otoño ya comenzaba a verse y a sentirse, el interior de la cueva era cálido. Sin embargo, Allen había insistido en que un bebé debía estar bien arropado, sobretodo al nacer, y que no estaba de más cubrirlo con las mantas que Haruki había comprado en el pueblo para asegurarse que no enfermaran.

Por suerte habían comprado un poco de más de todo ante la eminente emoción de la llegada de un bebé. Dos cosas de todo para que el pequeño tuviera cosas extras.

Y vaya que tenían cosas extras.

Apenas se supo la noticia de que los protectores del Páramo tendrían su primer hijo, todas las criaturas del Páramo festejaron con dicha, y los regalos de todas partes no tardaron en llegar.

Ropa, mantas, juguetes… Todo hecho a mano por las criaturas que habitaban el Páramo.

Incluso el mismo Vocbok había llevado un par de nueces para que el bebé tuviera alimento para el invierno.

En esos momentos las nueces no eran necesarias pero si la ropa de más que se tenía.

Nadie se imaginaba que Haruki tendría gemelos.

Su embarazo se había desarrollado con normalidad, y Nacil en cada una de las revisiones y chequeos que le hacía a Haruki, nunca mencionó la posibilidad de que en el vientre del rubio se gestaran, no uno, sino dos bebés.

Nada indicaba que fuera un embarazo gemelar.

El vientre de Haruki nunca creció más de lo debido, siempre tuvo un tamaño normal. Es decir, un tamaño normal para un solo bebé.

Ciertamente, tanto a Haruki como a Hayato, les preocupaba qué desarrollo tendría su hijo al ser este un hibrido de hada y humano.

Temían de la existencia de alguna complicación, e inclusive, de alguna deformidad. Hayato era un hada con un gran poder mágico y no sabían cómo esto afectaría al momento de combinarse con los genes humanos de Haruki.

Ere este mismo temor, lo que los había hecho retrasar el formar una familia durante los primeros años en que vivían como pareja, recurriendo al uso de tónicos para evitar que Haruki quedara en cinta en uno de esas muchas veces en las que hacían el amor.

Sin embargo, y pese a sus cuidados, un par de años después, Haruki le daba la noticia a Hayato que serían padres.

Una gran noticia para ambos, de eso no había duda, pero eso no eliminaba el terror que aún tenían respecto a la salud y futuro que tendría su hijo.

Cada día, Haruki rezaba junto con Vocbok para pedir a los dioses que su hijo naciera con bien y que le permitieran crecer sin ninguna complicación generada de la tan singular mezcla de genes que tendría.

Él era incapaz de predecir el futuro, pero no se permitiría agobiarse por algo que en realidad no podía controlar.

Lo único que podía hacer era cuidarse para así cuidar al pequeño que crecía en su vientre.

Se alimentaba bien, dormía bien y no hacia ningún tipo de esfuerzo que pudiera agotarlo.

De esa manera, las caminatas nocturnas por los riachuelos del Páramo se acabaron por un tiempo. O al menos se acabaron a altas horas de la noche ante la posibilidad de que resbalara y cayera debido a la oscuridad de la noche y a su poco gusto por usar zapatos.

Haruki amaba sentir el césped y la tierra en sus pies. Y de igual forma amaba esos paseos que daba, en su mayoría, en compañía de Hayato.

La pareja caminaba por aquellos terrenos llenos de hierbas y flores iluminadas por luciérnagas de diferentes colores.

Los paseos que daban eran… Mágicos.

Si, así los describía Haruki, porque con cada paseo, era una nueva forma de hacer el amor con el príncipe.

Ser uno con Hayato en medio de aquellos campos llenos de luciérnagas era como hacer el amor en polvos de hada.

Era mágico…

Desafortunadamente, la intimidad con el príncipe también debió cesar, al menos hasta que su embarazo terminara. Esto a raíz de que tuviera un sangrado después de una noche amorosa en la magia de los polvos de hada.

Nacil fue quien solicitara un poco de abstinencia entre los dos protectores del Páramo ante la nula información médica que se tenía de un bebé hibrido. Quizás un poco de sexo no fuera de riesgo para otras madres o seres gestantes, pero en el caso de Haruki debían ser cuidadosos y tomar todas las precauciones posibles para que el bebé pudiera tener el mejor desarrollo posible antes de nacer.

Conforme el embarazo avanzaba, Haruki sentía a su hijo crecer. Los movimientos que el pequeño, que en realidad era dos y que hasta ese momento ignoraban, se incrementaban con el paso de los meses, siendo estos más notorios cuando Hayato colocara su mano en el vientre del rubio y dejara emanar una magia suave y tranquilizadora.

Hayato le había contado que los varones hada se involucraban bastante en la crianza de los hijos, aun desde antes de que estos nacieran, proporcionando pequeñas cantidades de magia al bebé que crecía en el vientre de la madre, esto con la finalidad de comenzar a familiarizar al pequeño con la magia.

No sabían si eso era posible, o seguro, para Haruki y este bebé, pero aun así lo intentaban en pequeñas cantidades que, al parecer, eran bien recibidas por el futuro protector del Páramo que se movía, como diciéndole a sus padres que ahí estaba y que pronto los conocería.

Finalmente el esperado nacimiento llegó una tarde de otoño mientras Haruki volvía de sus rezos junto con Vocbok.

Un fuerte dolor había invadido al joven en su camino de regreso a su casa. El dolor había sido tan intenso que lo había hecho caer de rodillas.

Tratando de que el miedo no lo invadiera, Haruki le pidió a Vocbok que fuera por ayuda.

El animalito no perdió tiempo y voló a toda la velocidad que le permitían sus pequeñas alas. Vocbok nunca antes había volado a esa velocidad, o había tenido una expresión tan seria mientras volaba. Vocbok estaba concentrado en ir hasta donde se encontraba el Señor de Todo el Páramo para informarle que Haruki se había puesto mal y que necesitaba ayuda.

Hayato, al escuchar a Vocbok, no tardó en volar hacia donde la <bestia> estaba. Apenas tuvo tiempo de decirle a Diaval, quien afortunadamente estaba con él, que fuera por Nacil, antes de abrir sus alas y emprender vuelo.

Cuatro horas…

Cuatro horas fue el tiempo que tomó para que los bebés nacieran, y ahora Haruki estaba sumamente agotado.

Feliz, pero agotado.

— ¿Cómo te sientes, cariño? ¿Quieres un poco de agua?— Allen preguntó a su hijo mientras se aseguraba que este estuviera cómodo y no tuviera que levantarse a menos que fuera estrictamente necesario.

—Estoy bien, solo algo cansado…—Haruki respondió con una sonrisa hacia su padre, quien seguía cuidándolo con tanto amor como cuando era solo un niño.

—Eso es normal después de un parto. — Y más si eran dos pequeños. — Pero te prepararé un caldo con huesos de res, eso te ayudará a recuperar energía. Te hará muy bien.

—Gracias papá, en estos momentos necesitaré mucha energía. — Dijo viendo a sus dos pequeños.

Si criar un bebé era agotador, criar dos sería mucho más. Pero a Haruki no le importaba el cansancio o el dolor de haber dado a luz a dos bebés, lo único que le importaba era que sus hijos estaban sanos. Nacil ya los había revisado y confirmó que se trataba de dos pequeños completamente sanos y en buen estado.

—Haruki…

La voz de Hayato se escuchó en la cueva, y con el solo sonido de la voz de su príncipe, el joven sonrió con alegría.

Hayato era lo único que le hacía falta para estar completo en esos momentos.

—Príncipe… Son dos…

Allen casi sueltó una risa al escuchar las palabras que Haruki había dicho. Cualquier otro habría dicho cualquier otra cosa para hacer más llevadera, y menos sorpresiva, la noticia de tener gemelos, pero no su hijo. Él iba directamente a lo importante sin rodeos.

Hayato se acercó al lecho donde Haruki, y los bebés, descansaban.

En su camino, agradeció a Allen por los cuidados que tuviera hacia su pareja, recibiendo del mayor de los rubios, una palmadita en el hombro en señal de que no había nada que agradecer, y que por ahora, los dejaría solos.

Apenas se colocó al lado de Haruki, Hayato besó sus labios, e inmediatamente después, dirigió su vista hacia aquellos dos bultitos que descansaban junto a la <bestia>

Ambos bebés eran de piel blanca como Haruki, pero su cabello era…

El cabello de uno de los bebés era una peculiar combinación de ambos.

El cabello del primer bebé era rubio, tal como el de Haruki. Un rubio claro similar al de los rayos del sol.

Pero el segundo gemelo tenía la mitad del cabello rubio y la otra mitad era de color negro. Tal parecía que no se decidía por cuál  de sus dos padres parecerse y al final había decidido tener una mitad de ambos.

Pero esa no era la única peculiaridad que los niños tenían.

Los bebés tenían las pestañas de un ojo rubias y de otro ojo las pestañas negras, ambos variando el ojo de tan singular diferencia. De esta forma, uno de los bebés tenía una sola pestaña rubia en el ojo derecho, y el otro, la tenía en el ojo izquierdo.

—Son perfectos. — Hayato no tardó en decir al percibir que Haruki esperaba le dijera su pensar sobre los niños y aquellas singulares características físicas que tenían. — Y tan hermosos como tú. — El hada agregó tomando la mano del joven y así poder depositar un beso en esta.

—Nacil dijo que estaban sanos… No hay nada fuera de lo normal en ellos…

El claro alivio en la voz de Haruki al decir aquellas palabras, fue inmediatamente perceptible por Hayato.

—Aunque no sabe si tendrán poderes mágicos como tú…—Haruki continúo hablando. Él sabía que al príncipe le preocupaba el destino que el Páramo tendría si su descendencia no poseía las habilidades necesarias de hada para manejar la magia necesaria para proteger su hogar.

Por supuesto que a Hayato le quedaban muchos años de vida, Haruki no esperaba menos, pero aun así comprendía el sentir de su pareja y no lo culpaba por preocuparse de que sus hijos no fueran capaces de proteger tan hermoso lugar. El Páramo también era su hogar y se preocupaba tanto por su bienestar como el Señor de Todo el Páramo.

—Eso no importa ahora. — Hayato no tardó en decir. — Lo único que me importa es que ellos estén bien, que tú estés bien…— Nuevamente besó la mano de Haruki. — Si tienen magia o no, si son más hada que humano, no me importa. — Eso quedaba en segundo plano.

En cuanto viera a sus hijos cualquier mal pensamiento o temor desaparecieron de Hayato, y únicamente una espesura de felicidad lo envolvió.

Haruki, su <bestia>, le había dado una familia.

Ahora tenían dos hijos, dos pequeños a los cual proteger, y enseñar, que el amor era la magia más poderosa que existía y que no se necesitaba ser un hada para poder ejercer esa magia.

Él se encargaría de que sus hijos lo comprendieran.

Y quizás, solo quizás, el amor era lo único que necesitarían para que El Páramo se mantuviera a salvo y tan vivo como hasta ahora.

 


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