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El clan de las mariposas por neko miri chan

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Notas del capitulo:

Reposteando este viejo fic que nunca terminé pero espero hacerlo pronto.

Levanto la mano y esta deja entrever la luz de la farola que hay dentro del cuarto. Se escuchan las cigarras y los grillos de fondo y el aire está fresco para ser verano. Suspiro. La tarde se me hizo muy larga y apenas se ocultó el sol. Trato de salir de mi aletargamiento, las pajas mentales que me hago son demasiado fuertes, siempre tratando de recordar algo, aunque sea una pista, aunque sea un destello, un pedazo de imagen o el trozo de una canción, quizá una frase de película, un aroma o un sabor, algo, pero no. No pasa nada. Por más que lo intento.
 
 El sonido de una puerta corrediza me saca de mis pensamientos, que sólo logran hacer que me duela la cabeza. Giro la cabeza y ahí esta Aoi, hincado, vestido con ropa casual obscura pero extrañamente abrigadora cargando una bandeja con lo que parece ser una tetera unas tazas tradicionales, es decir, sin asas. Deja la bandeja en el suelo, se introduce en la habitación de rodillas y cierra la puerta corrediza y vuelve a tomar la bandeja levantándose y avanzando hacia mí.
 
       —   Te vez bien.—  Dije desde el suelo para después volver a mirar hacia el techo. 
     
       —   Es hora del té. — Dijo de manera formal, sin mirarme a los ojos, sólo se dedicó a acercarme las cosas.
 
Lo miro y me pregunto la razón por la cual no me dirige la mirada, no es temor, yo no le he hecho nada, no parece ciscado como otros miembros del clan al menos. Me revuelco en el futón y él alza la ceja.
 
       —   Parece inquieto esta mañana.—  Dice preparando el té. 
 
       —   Algo.—  Digo, mirándolo desde el futón, pareciera tener los pensamientos debajo de 10 capas de acero, sus ojos no dicen nada y su expresión neutra tampoco ayuda. En realidad me da la sensación de que un día me apuñalará mientras duermo. 
 
Me levanto y tomo mi taza de té lista, es amargo, cómo todo en la casa pero lo aguanto, no quiero que se dé cuenta de que me sienta mal lo amargo, siento que se aprovecharía de esa debilidad...no tengo mucha idea de cómo ahora mismo, pero me da esa sensación. 
 
Me he acabado el té y él recoge los instrumentos con la misma expresión con la que llegó. Y me quedó de nuevo ahí, solo. 
 
La luna está casi llena y las estrellas ya están bien definidas en el cielo y batallo para decidir si ir al baño o quedarme ahí, al final decido hacer del baño en el jardín, Sora, el hermano pequeño de Aoi me descubre, va por el pasillo exterior de la casa caminando con un cuenco de agua de madera para la limpieza del dojo lleno de trapos. Se detiene y veo como los dedos de sus pies se contraen de miedo, pero de manera lenta hace una reverencia y se da la vuelta sin siquiera dirigirme la palabra. Resoplo. Que cosa más rara. 
 
Dos horas después es el turno de la cena y Aoi, acompañado por Utagi, un hombre cuarentón, alto, delgado, moreno y con bigote (y con mucha más personalidad) la traen. Dejan las bandejas de comida, que consisten en arroz, sushi y caldo de pescado, además de obviamente té verde.
 
Pasan más horas.  Muchas de ellas, dejándome aburrido y somnoliento pero no duermo, mi cabeza nunca está en paz, trata de buscar recuerdos pero no puede encontrarlos por más que se escudriñe a sí misma y la obscuridad me sienta bien para no distraerme pero no acaba con el dolor de cabeza.
 
A las cuatro de la mañana se escucha que abren las puertas del estacionamiento y se escuchan entrar varios autos. Uno tras otro, son fácil cuarenta autos, vienen como en manada, todos los integrantes que viven en esta casa trabajan duramente desde las siete de la noche hasta las tres de la mañana para relevar a sus compinches, después de terminar el turno se juntan todos, esperando para emprender la salida de Tokio y subir las montañas en grupo para no ser tomados por sorpresa solos.
 
La gente de intendencia sale a recibirlos, los acompañan desde la entrada hasta el comedor tradicional y todos se sientan alrededor de largas mesas a platicar del trabajo mientras se les sirve la cena. No importa si ya cenaron antes. Lo acompañan con sake caliente o té si es alguien que tuvo problemas de alcoholismo en el pasado. Si hace frío se quedan como están, si hace calor como hoy entonces se quitan la parte de arriba de lo que traen puesto y dejan ver sus tatuajes llenos de animales y flores, los de Utagi son como ver un estanque con lirios. 
 
Se abre la puerta corrediza de mi habitación e hincado justo como Aoi hace una horas, aparece Takanori, se introduce en la habitación y cierra la puerta, hincado. Para luego avanzar a pie hasta mí. 
 
       —   ¿Comiste?—  Le pregunto y él me asiente con una sonrisa leve y la vista gacha. Abro las cobijas y lo jalo hacia mí para volver a cerrarlas.—  Esta vez quédate.—  Dije en voz baja y el asiente. Se abraza a mi, huele a sopa de pescado y sus labios todavía traen ese sabor, me gusta como saben los mariscos en él. Se lava los dientes cada que come algo, pero yo le he pedido que se deje el sabor de la sopa por las noches...Y lo beso buena parte de lo que resta de la madrugada. 
 
 
Cuando me despierto cerca de las diez de la mañana ya no está, probablemente a esa hora estaría trabajando en lavandería o limpiando el dojo.
 
Lo descubro haciendo lo segundo y hablando con una espada. 
 
En el dojo hay cinco nichos enormes, como si estuvieran cavados en las paredes, porque están hundidos, dentro de esos nichos se encuentran las armaduras de cinco guerreros samurai que hace siglos fundaron nuestro clan. 
 
Según Utagi ellos eran hijos de nadie, probablemente hijos de prostitutas o esclavas violadas por sus amos y fueron abandonados, pero eran inteligentes y la pobreza les hizo brutales y también amigos. Tomaron un apellido, el apellido del ultimo feudal al que asesinaron, haciéndose de sus tierras, fundando su propia aldea. 
 
Con el tiempo y las guerras sus descendientes subieron a las montañas, y después de siglos de ver todo desde las alturas y de interactuar por medio de cables, la brutalidad proveniente de la sangre se hizo de un lugar dentro de los bajos fondos de Japón. La sangre de esos cinco guerreros se convirtió en la sangre de "El clan de las mariposas" llamado así porque las familias principales del clan, viven entre ellas. Rodeados de bosque es normal pero abajo, en Tokio, lo ven muy extravagante. 
 
 
Takanori deja reluciente la espada y la pone en su sitio para después hacer una reverencia con la cabeza pegada al suelo y luego la mira largamente como si la espada fuera un muerto al cual mostrar respeto. 
Me descubre, se levanta y camina hacia mí. 
 
       —   Amo.—  Me llama mientras  sonríe. Quiero besarle así que lo traigo hacia mi y lo hago. 
 
La mañana y la tarde se pasan rápido en sus labios pero llegado cierto momento de día, él se va a preparar para partir, a pesar de no estar tatuado, se va a laborar con ellos, con Uruha mejor dicho. Se supone mi mano derecha, se supone mi mejor amigo, pero la verdad tiene una personalidad que deja mucho que desear. 
 
Y así se pasa otro día en espera de la noche, para que llegue ese aliento a mariscos a mi lado y pueda abrazarlo, con su dulce pero extraña sumisión.


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