Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Todos aman a Light, Parte II: El Caso Beyond Birthday por Camila mku

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Holis! Acá de regreso :3 Perdón la demora 3 ¡Ya sé, soy tardona!

A tener en cuenta: cuando Light se refiere a L lo va a llamar Ryuzaki, pero cuando lo hago yo lo voy a llamar Elle. Eso es así porque Light no puede ver su cara y pensar que se llama de otra manera que no sea Ryuzaki jajaja

Los quiero. Nos vemos en el próximo capítulo, que va a ser más pronto.

Moriría, y no podría con la pesada carga en su alma, a cuestas. Todo se volvía negro. Su corazón oscurecía como un tumor cancerígeno. No hallaba la salida ni podría con el dolor de saber la verdad.

No eres L… por favor dime que mientes ―suplicó con la voz temblorosa y lacrimosa. Ryuzaki guardaba silencio y eso no hacía más que aumentar su estado de ira y nervios. Lo miraba con una ira desbordada que le nacía de su interior más profundo y le era imposible detener―. ¡No eres L, hijo de puta! ¡No eres él! ―Había empezado a zamarrear a Ryuzaki. Estaba sujetándolo por los hombros y embistiéndolo contra la pared de un callejón. Estaba oscuro y ellos dos permanecían ahí, parados, enfrentados, llorando y confesándose una verdad que él mismo se negaba a creer―. ¡No eres L, cabrón!

Los ojos oscuros de Ryuzaki y la forma en la que lo miraba le decían a Light que estaba siendo honesto. Nunca lo había visto así: sin la soberbia que lo caracterizaba, sin ese ego, sin muestras de la altanería a la que lo tenía acostumbrado.

Yo soy L ―susurró sin mirarlo a los ojos, con la cara gacha.

El tiempo se detuvo para él; sintió que una ola lo ahogaba, que lo zambullía y lo arrastraba cada vez más profundo. Ya no sentía que fuera capaz de dominar sus pensamientos ni sus acciones.

Ryuzaki levantó la cara lentamente, pero algo había cambiado… ya no era su rostro, sino el de Akemi. El callejón se volvía cada vez más oscuro y tétrico. Las piernas empezaron a temblarle.

No sirves como detective. Eres un fracaso ―lo escuchó decir con los dientes apretados, en un tono de voz cargado de decepción―. Estás despedido.

Su corazón dejó de latir. Todos los años que le había dedicado a su profesión pasaban por delante de su cara como las escenas de una película. Tanto esfuerzo en la universidad, tanta responsabilidad, tantas madrugadas de insomnio, tanto sacrificio para acabar así…

Akemi, lo siento ―murmuró. Estaba a punto de quebrarse.

Akemi no respondió. Agachó la mirada y, cuando volvió a levantarla, ya no era él. Su rostro había cambiado… Era Soichiro, que lo escudriñaba con sus facciones duras y sus pupilas severas. Light sintió que lo mataba con esa forma tan altanera de mirarlo, como si se tratara de una sabandija, como si no valiera la pena como ser humano.

Papá… ―murmurró suplicante, y con una voz que se asemejaba a la que tenía a los veinte años.

Yo no tengo ningún hijo ―dijo Soichiro rápidamente, con voz grave y decidida. Lo miró de arriba abajo con opresión. Light llegó a sentir que sus palabras le perforaban los huesos.

Dio un paso atrás. Se alejó lentamente de él mientras caminaba en reversa por ese oscuro callejón hasta que, sin darse cuenta, calló adentro de un pozo. Y continuó cayendo infinidad de segundos, el pozo no tenía fin.

Se incorporó sobre la cama y empezó a jadear. El corazón le palpitaba con arritmia mientras él inhalaba y exhalaba con desespero. Suspiró aliviado al ver el techo de su habitación. Todo había sido un sueño.

Intentó levantarse con paciencia, pero estaba demasiado adormecido y acabó tumbándose de nuevo en la cama, bocabajo, esperando que se le pasase un poco la somnolencia. Creyó que Rocco se subiría y le lamería la cara, como era habitual que hiciera por las mañanas. Pero Rocco no estaba y, a decir verdad, ya hacía dos días que no se le acercaba tanto ni jugaba con él como solía. Pensó Light que quizás su mal humor y su preocupación por el caso habían causado cierto rechazo en su mascota.

Se levantó de una buena vez, se puso las pantuflas, se fregó un poco los ojos con los puños y fue en busca de Rocco. Caminó por el pasillo hacia el living, creyendo que seguramente estaría durmiendo en el sofá, pero no lo encontró ahí. Tampoco en la cocina. Quedó pensativo, preguntándose si, quizás, habría estado durmiendo debajo de su cama todo ese tiempo, así que regresó hacia su cuarto y, cuando lo hizo, no pudo contener la necesidad de detenerse a mitad del corredor y echarle un vistazo al interior del cuarto de Ryuzaki.

Estaban todas las luces apagadas y el sol no había salido todavía, así que no pudo ver demasiado, pero lo poco que había logrado ver ya lo había sacado de quicio; Ryuzaki estaba durmiendo despatarrado y destapado ¡con el frío que hacía!, las sábanas estaban hechas un bollo en el suelo. Light no pudo evitar poner los ojos en blanco… «Hasta para dormir es desordenado» pensó, y soltó un bufido al ver que Rocco estaba recostado panza arriba a los pies de la cama.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —lo regañó, pero muy bajito para no despertar a Ryuzaki.

Se acercó lentamente para alzarlo en brazos y llevárselo del cuarto, pero su fijación por el orden no le permitió no detenerse a doblar las sábanas. Las levantó del suelo y dobló una por una. Las acomodó encima del cuerpo de Ryuzaki y luego le puso el acolchado. Mientras lo hacía, había rozado sin querer un brazo de él y había advertido que, a pesar del frío del invierno, el cuerpo de Ryuzaki estaba caliente… demasiado. Light se preguntó si tendría fiebre.

Lo miró a la cara. Tenía el cabello negro despeinado y el flequillo apuntando en todas direcciones. Si tuviera un peine en la mano lo peinaría. Terminó de taparlo con el cubrecamas perfectamente doblado y sus ojos se posaron en las esposas. Miró detenidamente la marca roja en su muñeca izquierda y se percató de que el filo de esta había llegado a enrojecerle la piel. Se sintió muy mal de repente, porque no recordaba que Ryuzaki se haya quejado de eso antes, y hasta seguramente las marcas fueran de cuando había estado esposado en la cárcel.

Salió del cuarto caminando muy lentamente hacia su propia habitación. Buscó en el primer cajón de su mesa de luz y extrajo del fondo el juego de llaves de las esposas. Iba a liberarlo, por lo menos por esa noche. Volvió a entrar en completo silencio a la habitación de Ryuzaki y puso la llave dentro de la cerradura de las esposas. Aguardó un segundo y lo miró a la cara, muy de cerca. Recordó la pesadilla que había tenido esa madrugada. Había soñado con él.

No había forma de justificar todo el daño que le había causado, y durante una década él mismo se había convencido de que algún día el karma haría lo suyo y Ryuzaki terminaría pagando. Solo entonces él sentiría una satisfacción inmensa. ¡Y ahora parecía estar pasando! Solo que por un extraño motivo no se sentía tan satisfactorio como había creído.

Volvió a mirarlo a la cara. Ryuzaki dormía plácidamente, aún así podían vérsele las ojeras violáceas y pronunciadas de no dormir, los labios resecos, la piel pálida que delataba cierto aire enfermizo. Nunca lo había visto tan descompensado como en ese momento, ni después de sus peores noches de droga. La muerte de un ser querido había terminado por arrebatarle ese brillo de los ojos, esa esperanza por la vida que, dentro de todo, siempre había mostrado, en mayor o menor medida.

Light estiró un brazo para introducir la llave adentro de la cerradura y librarlo de las esposas, aunque fuera por esa noche. Pero Ryuzaki despertó de repente y, al ver un cuerpo encima del suyo en completa oscuridad, se asustó. Se movió de manera rápida y desgarabatada hasta tumbarlo sobre la cama. Light cayó encima del cuerpo de Ryuzaki. Sus rostros quedaron enfrentados.

Se miraron segundos enteros en los que el tiempo pareció difuminarse. El peso de pluma del cuerpo de Light mezclado con su mirada avergonzada y el rubor en sus mejillas, embriagaron a Elle y, por más que intentó no delatarse a sí mismo, sus instintos lo traicionaron. Su erección había empezado a responder por él, y ya no pudo controlarla.

Light sintió su respiración caliente y una correntada de éxtasis le erizó cada vello del cuerpo. Notó que sus manos estaban apoyadas tímidamente sobre su cintura, y el calor que emanaba del contacto tan cercano con su cuerpo y con cada uno de sus fibrosos músculos empezaba a… estimularlo de forma indebida.

Light rompió el contacto de repente. Se alejó de él como si hubiese sufrido una descarga eléctrica y desvió la mirada, demasiado avergonzado para verlo a los ojos.

—Yo… Ryuzaki… eh… —titubeó mientras se rascaba el cabello de la nuca con nerviosismo—. Lo siento —murmuró—. Solo vine a quitarte las esposas para que pudieras dormir mejor por esta noche. —Sujetó al perro adormecido en brazos y se lo llevó afuera de la habitación—. Me llevaré a Rocco para que no te moleste. Hasta mañana —dijo, y cerró la puerta con lentitud.

—Light… —lo llamó Elle con los brazos apoyados sobre las colchas de la cama y la erección todavía palpitándole—. Gracias por quitármelas.

—No hay de qué —susurró Light con las mejillas aún enrojecidas. Cerró rápido la puerta para evitar hacer demasiado contacto visual con él, y se llevó a Rocco a su habitación. Lo dejó en libertad una vez que ambos estuvieron adentro—. ¡No vuelvas a irte a dormir allá! ¿Oíste? ¡No quiero volverte a ver ahí! —Lo regañó. Rocco soltó un aullido lastimero y agachó la cabeza. Light le prohibió dormir en los pies de su cama como castigo y, en cambio, Rocco quedó profundamente dormido sobre la alfombra felpuda.

Light tardó en conciliar el sueño. Ya eran pasadas de la madrugada y estaba conmocionado debido a lo de hacía un rato. Su propia erección no había bajado ni un centímetro y eso empezaba a inquietarlo. Y, por si fuera poco, cada vez que recordaba la mirada profunda de Ryuzaki y su respiración caliente y agitada, sus instintos le jugaban una mala pasada… y se excitaba más.

«¡Maldición, duérmete de una vez!», se regañó a sí mismo como si se tratara de un crío. Poco a poco sus párpados fueron cerrándose con lentitud. Su respiración se volvió más pausada y, al cabo de un rato, ya se había olvidado de la pesadilla que lo despertó a mitad de la noche, de Rocco y de la calidez del cuerpo de Ryuzaki. Se había quedado profundamente dormido.


Despertó ya con el sol de media mañana entrando por la ventana de su habitación, dándole en la cara. Había olvidado cerrar las cortinas la noche anterior y ahora sufría las consecuencias. Aunque, a decir verdad, el calor que emanaba el sol de invierno era un aliciente para su alma con el frío que hacía.

Permaneció unos minutos más en la cama hasta que se desperezó por completo y ya no tuvo motivos para continuar ahí acurrucado, más que las nulas ganas de empezar un nuevo día.

Miró a su alrededor, luego echó un vistazo a la alfombra y hasta debajo de la cama. Rocco no estaba. Acostumbraba quedarse a su lado esperando a que despertara para lamerle la cara, pero ahora que tenían a un nuevo integrante en la casa, Rocco parecía haber cambiado sus preferencias.

Le echó una mirada de reojo al celular que estaba arriba de la mesita de luz. No quería desbloquearlo por nada del mundo. Sabía que su pellejo en cuanto a lo laboral pendía de una cuerda muy fina que se cortaría en breve, así que estaba dispuesto a no prestarle atención a ningún tipo de mensaje o llamada que proviniera de la oficina o del mismo Akemi. Dejaría pasar los cinco días que se tardaba Beyond comúnmente en atacar, y luego lo encerraría en la cárcel después de pasar por tribunales, alegando la inocencia de Elle. No le importaba que pensaran que se trataba del peor detective de la historia. No le importaba lo que dijeran sus compañeros en la oficina de él. De verdad que no… ¿no?

Se estaba comportando como un niño, y lo sabía. La decisión más adulta y madura era admitir sus errores frente a su jefe, pero él era demasiado orgulloso para eso. Además, estaba seguro de que lo despediría de todas formas, con o sin culpable tras las rejas.

Sintió un aroma extraño proviniendo de la cocina. Un olor similar a… ¿waffles? Buscó las pantuflas y se las puso en los pies. Luego caminó hacia el baño a lavarse los dientes y a peinarse de manera algo decente. Fue en pijama hacia la cocina y encontró a Ryuzaki de espaldas a él, vestido con una remera negra y jeans cortos.

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó, aún adormecido.

Elle se volteó para mirarlo a la cara. Notó que Light recién se estaba desperezando porque lo vio bostezando mientras se le acercaba.

—Waffles —respondió. Light lo observó de arriba abajo. Tenía la remera manchada con harina y huevo, y había estado cortando frutillas para untar con la mermelada.

—Yo no te pedí que hicieras esto —esbozó Light perplejo.

—Claro que no; yo decidí hacerlo —explicó Elle—. Es lo mínimo que podía hacer luego de que me alimentaras dos días seguidos… —dijo con una media sonrisa—, y también es por haberme quitado las esposas anoche. —Light percibió una cuota de súplica en lo último.

—Eso no significa que dejarás de usarlas —contradijo de inmediato—. Esta noche pienso volver a ponértelas.

Elle puso los ojos en blanco, pero estaba de espaldas a Light y por eso aquel no logró ver su expresión de hartazgo. Después de todo lo que había hecho para demostrar su inocencia y de haberle jurado más de diez veces que si lo liberaba no se iría, empezaba a creer que Light sufría de una paranoia enfermiza cuando se trataba de creerle.

No iba a preguntarse por qué. Ya sabía la respuesta.

Después de escuchar a Elle mencionar que ya hacía dos días que convivían, Light cayó en la cuenta de que estaban transitando el tercero. Solo esperaba que Beyond se comportara como hasta entonces y atacara en el quinto para librarse de una buena vez de todo ese caso y del terrible dilema moral que había empezado a tener cuando decidió meterse en él.

«Tal vez hubiese sido mejor que se encargara Takada», pensó, pero en menos de un segundo desechó ese pensamiento y se mentalizó en que pronto lo atraparía y a como diera lugar.

—No tenías que hacerlo —repitió con voz apagada, tanto que llamó la atención de Elle.

Cuando el desayuno estuvo listo, Elle llevó el plato con los waffles a la mesa y sirvió agua caliente en dos tazas para que lo acompañaran con un té.

—¿Estás bien? —preguntó con los ojos fijos en Light. Mordió un waffle mientras le clavaba sus pupilas negras inquisitivas—. Luces cansado.

Light se hizo el desentendido y miró para otro lado.

—¿Y es un poco obvio, no? —Seguía adoptando una postura defensiva. Claramente continuaba con sus rencores a flor de piel. Pero estaba bien para Elle. No iba a cuestionárselo.

—Debería ser yo el preocupado —susurró, y bebió un sorbo de té—. Después de todo, es a mí a quien intenta matar —dijo, dando en el clavo—. ¿Te preocupa el caso?

Light no respondió. Quedó entumecido mirando un punto fijo en la mesa. Negó.

—No es eso, es… —Dudó si abrirse o no, se trataba de él y eso complicaba las cosas. Jamás creyó que podrían estar hablando cara a cara y así de pacíficos, mucho menos creyó que algún día estarían compartiendo techo—. Es mi jefe… Está llamándome desde ayer. He recibido cinco mensajes de él… —Cerró los ojos con pesadez—, y no me atrevo a contestarle.

Pasaron un segundo en completo silencio. La expresión de Elle le advertía que estaba conjeturando interrogantes en su cabeza.

—¿Está enfadado contigo? —preguntó de repente, adivinando lo que pensaba. Light volvió a negar.

—Supongo que ahora va a estarlo. —Todavía no lo miraba, ya suficientemente juzgado se sentía por sí mismo—. Está preguntando por mi ausencia en la oficina… Debe haber visto las noticias, debe saber que metí preso a la persona incorrecta.

Elle se quedó mirando a Light como si se tratara de una pintura. Observó sus ojeras, su expresión apática, su cansancio, sus ganas camufladas de mandar todo al demonio. Se lo notaba harto ya del caso, consumido por el estrés que le causaba tener que pasar un día más con las neuronas quemadas por ello. Encendía sus alarmas.

Volvió a tomar un sorbo de té, le echó un vistazo a la taza de Light y vio que no había bebido nada.

—Am… bueno —murmuró Elle—, si de algo te sirve mi opinión, creo que no deberías preocuparte. Eres un gran detective y te has recibido con honores. —Light levantó la mirada, estuvo a punto de reprocharle pero Elle continuó—: No necesitas aclararme nada, lo sé muy bien. Puedo adivinarlo. Haz hecho una carrera de años para llegar adonde estás. Creo que una pequeña confusión no desestabilizará tu puesto de trabajo y, si lo hace, entonces tu jefe es un idiota.

Una parte de Light se negaba a escuchar a Ryuzaki, y la otra le pedía a gritos que lo hiciera o, de otra manera, no alcanzaría la paz mental que tanto ansiaba, o por lo menos no por sus propios medios. Creyó que quizás tuviera razón y no fuese para tanto. Después de todo, siempre se había obsesionado por ser el mejor, desde la preparatoria, y ahora que ya había alcanzado semejante nivel de prestigio era imposible para él parar.

Admitía que se sentía cansado, ya había resuelto más de doscientos casos seguidos sin un merecido descanso, y con el dinero había comprado cosas materiales que tampoco habían llegado a satisfacerlo como había esperado.

Había pasado toda la vida persiguiendo la meta de ser el mejor. A veces olvidaba que apenas tenía veintinueve años y que le quedaba mucho tiempo por delante, y que en ese tiempo seguramente fuera a cometer muchos errores. Pensó que quizá sería bueno para su salud mental dejar de ser tan autoexigente.

Desvió la mirada y otro pensamiento lo atravesó como una puñalada: si Akemi llegaba a despedirlo por su error, en el peor de los casos, perdería un puesto de trabajo que le costó más de una década conseguir. Pero Ryuzaki había perdido a su padre a manos de un psicópata, y ya no tenía oportunidad de volver a verlo. El hecho de que alguien más decidiera por la vida de un ser querido era algo que Light repudiaba. No había punto de comparación entre ambas pérdidas. De repente se sintió corroído por una culpa asquerosa.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó, y se llevó las manos a la frente, completamente avergonzado—. Lo siento… No quise… —tartamudeó. Elle no habló, pero logró percibir la súbita incomodidad de Light—. Tú perdiste a tu padre y yo estoy aquí preocupándome por un puesto de trabajo, soy un idiota. —Soltó con rabia, y avergonzado.

Elle no lucía ofendido ni tampoco pareció haberse percatado de ese detalle.

—Tranquilo… como ya te dije, sé lo importante que es esto para ti, te has esforzado toda tu vida para conseguir lo que tienes y yo más que nadie sé lo duro que trabajaste en la universidad —dijo, elevándose de hombros—. La muerte de Watari sigue doliéndome, no voy a mentirte. —Hizo una pausa breve y pensó detenidamente—. A veces sueño con él, con que está vivo; nos encontramos y todo es como siempre, normal. —Miró al vacío durante unos instantes—. Voy a serte sincero —dijo y Light levantó la mirada de repente, escuchó a Elle con atención—: No veo a Beyond como a un hermano, lo considero un monstruo y todo lo que busco ahora es que se haga justicia por la muerte de Watari. Pero, por otro lado, también soy consciente de Beyond fue una víctima más de los mismos sujetos que me secuestraron a mí. Y si los cálculos no me fallan, pasó más tiempo con ellos que yo.

Light no hizo ningún comentario. Se había quedado reflexionando en las palabras de Ryuzaki, y aquel pareció adivinar sus pensamientos porque continuó:

—No estoy seguro si un psicópata nace o si se hace con la crianza. Pero creo que si Beyond ya nació con ese rasgo de la personalidad, haber vivido siete años con esos tipos le debe haber limado el cerebro… mucho más de lo que me limó a mí —susurró lo último, que había salido de su boca más como un pensamiento para sí mismo que como un comentario dirigido a Light.

—No pasó contigo, tú no eres un psicópata —dijo Light con seguridad. Por primera vez en mucho tiempo parecía estar bajando la guardia de veras.

—No, pero fui un imbécil —continuó Elle—, y herí a muchas personas apropósito… También lo hice contigo. —Un silencio arduo se apoderó de la conversación—. Creo que Beyond es un peligro para cualquiera y hasta para él mismo, pero te juro que si lo tuviese enfrente, y si además tuviera un arma, no se me cruzaría por la cabeza matarlo. No podría apretar el gatillo.

Light se lo quedó mirando con sorpresa.

—¿No lo harías…? ¿A pesar de que mató a tu padre adoptivo? —preguntó. No podía creer lo que escuchaba.

—Uno, porque si lo mato arruinaría mi propia vida, me mandarían a la cárcel. Y dos, porque… —Su voz se fue haciendo cada vez más inaudible—, jamás podría matarlo. Tengo recuerdos de él de cuando convivíamos en la Wammy; era un niño como cualquier otro, no podría dispararle a alguien que conozco, a alguien que vi crecer…

Esa confesión no se la hubiese esperado ni en diez vidas. Light habría creído que Ryuzaki estaría ansioso por mandar a ese sujeto abominable al demonio, y que si tuviera la oportunidad de matarlo, lo haría sin dudarlo. O, al menos así era como el antiguo Ryuzaki hubiera actuado… ¿pero y L? ¿L se comportaría de esa manera?

Light entró en razón por un instante. Se sorprendió de estar pensando en L y Ryuzaki, como si fuesen identidades diferentes conviviendo en la misma persona. Se sintió como a los veintiún años, como si el tiempo no hubiese pasado.

La atmósfera depresiva que se había formado entre ambos fue interrumpida por una llamada. El celular de Light empezó a sonar a todo volumen desde la alcoba. Light se mordió el labio inferior y, con pésame, caminó arrastrando los pies hacia su habitación. Volvió a la cocina con el celular en la mano, sonando.

—Es él —anunció. Era Akemi que insistía para comunicarse, y Light dejaba pasar el tiempo para evitarlo.

Elle bebió un sorbo de su té.

—Respóndele —opinó—. Como ya te dije, si llega a despedirte es un imbécil. Pero el primer paso es conversar con él o nunca sabrás si realmente está enojado contigo.

Light bufó, pero en su interior le daba la razón a Ryuzaki. Debía dejar de ocultarse y de actuar como un niño o nunca avanzaría con el caso. Su corazón empezó a latir rápido cuando miró el celular y arrastró el icono de la llamada hacia la derecha.

¿Light? —Era la voz de Akemi. No se oía enojado, pero sí muy preocupado.

—Akemi, hola —respondió Light, y prefirió encerrarse en el cuarto para hablar a solas. Al cabo de un rato, Elle lo vio salir bañado y usando una chaqueta, perfumado—. Voy a la oficina —le dijo. Elle sonrió. Al parecer su consejo había dado resultado. Light salió del departamento con las llaves del auto, y con un estado de ánimo que iba de la ansiedad a la posible prevención de una catástrofe.

—¿Te acompaño? —le preguntó Elle. Pensó que, quizás, si le hablaba a Light durante el camino hacia la jefatura de Tokio, se calmaría un poco y no estaría tan estresado cuando le tocara encontrarse con su jefe.

—No, está bien. Puedo solo con esto —respondió, no muy convencido. Sujetó su bandola favorita y se la puso en el hombro. Estaba tan nervioso que ni siquiera se acordó de saludar a Rocco.

Una vez que Light abandonó el departamento, y aprovechando que estaba de una buena vez sin las esposas, Elle se sintió libre de descansar un poco. En ningún momento se le cruzó por la cabeza bajar del edificio y dar una vuelta por las calles de la ciudad, después de todo, la cara de Beyond seguía emitiéndose en todos los noticieros de Japón y corría el riesgo de ser confundido… otra maldita vez. Tendría que quedarse adentro del departamento, y sin la presencia de Light yendo y viniendo podía permitirse relajarse.

Se dio un baño caliente que disfrutó como si se tratase del último. Se afeitó, se cepilló los dientes, se puso loción, se echó algo de colonia y no se peinó. Rocco estuvo acompañándolo todo ese tiempo desde el umbral de la puerta del baño y siguió a Elle a cada habitación del departamento. Miraron algo de televisión juntos y escucharon música, pero pronto Elle se sintió picado por la curiosidad de saber más acerca de Light. Después de todo, Light conocía acerca de él tanto como él mismo, pero Elle sabía poco y nada acerca de Light. Sabía que era hijo de un matrimonio heterosexual y que tenía una hermana pequeña, pero no más que eso y sacando de lado lo poco que había llegado a conocerlo en el pasado.

Apoyó la mano sobre la perilla y descubrió que Light había olvidado cerrar con llave la puerta de su habitación. Entró con Rocco a su lado, quien enseguida se subió a la cama, perfectamente tendida, y se echó panza arriba para rascarse.

La habitación de Light era inmensa, creía Elle que hasta triplicaba el tamaño de la suya. La cama en el centro era de triple plaza y tenía muchos almohadones de diferentes tamaños en ella. Por lo demás, la decoración del cuarto era sobria: un televisor grande colgaba de la pared, los muebles eran color gris, había una alfombra blanca y felpuda en el piso de madera lustrado. La verdad que Light sí le dedicaba mucho tiempo a la limpieza de su hogar.

Había algunos cuadros sobre su mesa de luz, se acercó a verlos. En uno de ellos estaba Light junto a una mujer mayor y una adolescente. Elle supuso que eran su madre y su hermana. En la foto estaba abrazándolas. Los tres habían salido sonrientes, aunque no supo por qué la mirada de aquella mujer le pareció algo entristecida a pesar de estar sonriendo. También la de Light…

Buscó la fecha de la fotografía, pero no estaba por ninguna parte. Quería asegurarse de que esa foto no había sido tomada cuando ellos dos se conocieron; porque no dejaba de pensar que el mayor disgusto en la vida de Light se lo había dado él, y por duplicado: la primera vez cuando aún eran unos pubertos y la segunda en ese mismo momento con el caso. Pronto reparó en la tontería que estaba pensando y se dio cuenta de que la foto había sido tomada hacía poco, ya que su hermana había dado el estirón de la adolescencia, y para cuando ellos dos se conocieron en la universidad ella apenas era una niña de unos diez años.

Sujetó la otra foto, la observó con detalle y no pudo disimular su disgusto. En ella estaban Light, Mikami y Lían. Recordaba a Lían porque había sido su vecino mientras estudiaba en la facultad de Criminalística de Kanto, era un chico muy amable y retraído con quien pocas veces había entablado conversación. A Mikami ni hacía falta mencionarlo, siempre le había caído fatal. Habían llegado a irse a los golpes en más de una ocasión, sus puntos de vista eran opuestos… además siempre había odiado que pasara tanto tiempo junto a Light, mucho más del que él podía permitirse.

Si se ponía serio un instante estaba a la vista que su mala relación con Mikami era debido a los celos que sentía por Light. Mikami, así como él, había intentado conquistar a Light muchas veces en el pasado, y él odiaba cada vez que lo veía deseándolo. Se sintió feliz cuando se enteró de que finalmente había conseguido una pareja estable, y ya no se la pasaba detrás de Light.

Sí, era obvio, había estado muy celoso de Mikami y no iba a negarlo. Dejó la foto sobre la mesa de luz, con extremo cuidado de que quedara exactamente como estaba, no fuera a ser que Light acabara descubriendo que había estado merodeando en su habitación.

Sin motivo aparente decidió abrir el armario. Era enorme y habría casi una tienda de ropa entera metida ahí adentro. «De verdad tiene un problema con el orden», pensó Elle al ver que la ropa estaba clasificada por tamaño y por color. Sujetó una camisa de Light y la observó con detalle. Era rayada y tenía franjas azules y blancas, no recordaba haberlo visto usándola desde que se encontraron.

Acercó su nariz a la tela y la olfateó. Tenía impregnado el suave aroma característico de Light junto con su perfume. Enseguida se le vino a la mente el cuerpo de Light mojado saliendo de la ducha y cubierto solo por una toalla en sus partes íntimas, tal como lo había visto el día anterior. Su corazón latió rápido, al igual que su entrepierna. Decidió que era mejor idea colgar la camisa de una vez antes que seguir imaginando cosas.

Así lo hizo y cerró el placard. Hurgó un rato en los cajones de la mesa de luz. Encontró las carpetas con los informes del caso. Se sentó sobre la cama para poder inspeccionarlas con atención; el corazón se le detuvo al ver las fotografías del cuerpo de Watari tendido en el suelo, apuñalado, frío, estático… Cerró la carpeta de un golpe y se mentalizó en dejar de husmear las pertenencias de Light. Tal vez fuera mejor idea si se acostaba a dormir un poco, después de todo, la mayor parte del día sentía un cansancio incómodo. Él también se sentía harto del caso y de Beyond, lo único que deseaba era que fuera capturado cuanto antes.

Apoyó las carpetas de los informes a un lado del primer cajón cuando algo cerca del rincón captó por completo su atención. Los sujetó. Eran dos. Los sostuvo con ambas manos y los miró con detalle. Light guardaba dos consoladores en el primer cajón de su cómoda. Uno era más grande que el otro, aunque los dos eran del mismo material: látex.

Si había querido olvidar las imágenes de Light semidesnudo después de ducharse, ya podía considerarse fuera de juego, porque volvieron a su mente como un huracán. Se preguntó si Light los usaba a menudo, y si los habría usado en los tres días que llevaba él ahí. La punzada en la entrepierna se volvió intensa y muy difícil de contener. Y Elle no supo si por puro ego masculino, o por inseguridad, empezó a comparar el tamaño de su pene erecto con el tamaño de los consoladores. Y acabó enojándose mucho cuando descubrió que uno de ellos era dos centímetros más grande.

Tampoco pudo bloquear las preguntas de su inconsciente. Ellos jamás habían hecho el amor antes, simple sexo oral había sido suficiente en aquellos días para saciar sus ganas. Nunca habían llegado a tener la oportunidad ni la confianza como para entregarse a ese nivel. Se preguntaba de qué manera le gustaría a Light hacerlo, qué lo satisfacía, y si él podría hacerlo.

Escuchó que tocaban timbre. De inmediato guardó los consoladores en el rincón del cajón donde los había encontrado. Dejó todo como estaba y salió de la habitación seguido por Rocco hacia la puerta principal. Abrió. Se trataba de una muchacha con pintas de adolescente. Tenía las dos manos ocupadas sujetando las correas de más de cinco perros que jadeaban, se reñían entre ellos y ladraban.

—Hola… —saludó ella tímidamente. Por su rostro, Elle adivinaba que estaba desconcertada de encontrar a otra persona que no fuese Light—. Mi nombre es Berta. Vengo por Rocco, ¿se encuentra Light?

Elle se rascó el cabello. Era temprano y aún estaba algo adormecido.

—No, se fue a la oficina —murmuró—, pero creo que no tarda en llegar. ¿Quieres esperar o prefieres que lo llame?

—Am, bueno… debo empezar el recorrido a las nueve en punto. Agradecería si lo llamaras.

—de acuerdo, aguarda —dijo Elle. Dejó la puerta abierta y fue hacia la cómoda de su cuarto. Buscó su celular y marcó el número de Light. Contestó enseguida.

¿Ryuzaki?

—Light, hola. Vino Berta, una chica que dice ser paseadora de perros. Quiere llevarse a Rocco. Preguntó por ti.

¡Oh, maldición! Olvidé por completo que hoy es miércoles —dijo Light bufando. Elle notó cierto nerviosismo en su voz—. Ve y dale a Rocco, pero por favor no cuelgues.

Elle arrugó el entrecejo.

—Okey —respondió. Se guardó el celular en el bolsillo con la llamada en espera y regresó al living.

En todo ese tiempo que había estado sola, Berta llegó a preguntarse quién era ese hombre, aunque el hecho de que estuviera ahí a esas horas de la mañana dejaba en evidencia que había pasado la noche en casa de Light. Y ella sabía que Light era gay, en realidad no era un misterio para nadie… Ató cabos más rápido de lo que tardó ese hombre en llamar a Light y regresar a la puerta.

Siempre se había preguntado por qué Light estaba solo con lo guapo y buena persona que era. Había escuchado rumores acerca de que tenía muy mal carácter y era imposible para cualquiera soportarlo, pero ella jamás lo había visto de esa manera. Lo veía como un hombre bueno y muy amable. Acabó súper alegre de enterarse por cuenta propia que ahora tenía pareja, ¡y su novio también era muy guapo!

—Me dijo que se había olvidado por completo de que venías —murmuró Elle sonriendo—. Puedes llevártelo.

—Gracias —contestó Berta con una sonrisa que mostró todos sus dientes. Cuando Rocco la vio parada en la puerta, fue corriendo con alegría hacia ella. Berta lo sujetó en brazos y aprovechó el momento para ponerle su correa—. Lo traeré de vuelta en dos horas.

—Está bien —respondió Elle y cerró lentamente la puerta. Escuchó a Berta y a su jauría de perros alejándose por el pasillo a toda prisa. Cuando estuvo de nuevo a solas, se llevó el celular a la oreja—: Volví. ¿Por qué querías que aguardara en línea? ¿Estás bien?

¿En serio le dijiste que me había olvidado de ella? —preguntó Light con un tono que Elle ya advertía quejumbroso.

—Fue lo que pasó, ¿no? —sonrió.

¡Sí, pero no tenías que decírselo!

Elle se sentó en el sofá y no le dio más vueltas al asunto.

—¿Te encuentras bien?

Por la respiración entrecortada de Light adivinaba que no.

Estoy estacionado frente a la jefatura y tengo sinceras ganas de no entrar —soltó abatido—. Siento mucho estar fastidiándote ahora y justamente por esto, es que… —Habían llegado a compartir tantas experiencias en un período tan corto de tiempo que Elle era la única persona a la que podía contarle algo como aquello sin sentirse ridículo.

—Ya, te entiendo —lo interrumpió—. No debes disculparte. Pero realmente creo conveniente que hables con tu jefe antes de que sea tarde, por lo menos para quedarte más tranquilo tú. No tienes motivos para estar nervioso ni para andar escondiéndote.

Light soltó un suspiro agobiado.

Bueno, supongo que tendré que hacerlo. Encender el auto y regresar sería actuar como un cobarde.

—Eh… sí —dijo Elle y estalló en una carcajada.

De acuerdo —lo escuchó decir, aunque poco convencido—. En un rato estoy allá. No vayas a salir durante mi ausencia.

Elle rodó los ojos.

—Te juré que no lo haría.

Sí, pero…

—"Tú no crees en mí" —dijo, dibujando las comillas en el aire—. Ya lo sé —murmuró acongojado—. Nos vemos al rato.

Esta vez fue él quien cortó la llamada. Quedó sintiendo una emoción agridulce que no le gustó para nada. Todavía se preguntaba cuánto se tardaría Light en confiar en él, o si iría a hacerlo algún día.


Luego de esa breve conversación con Ryuzaki se sintió un poco más aliviado, por increíble que le parezca. Apoyó la espalda contra el asiento y respiró profundo. Se armó de valor y entró con confianza a la jefatura. Sus compañeros no dejaban de mirarlo mientras caminaba por el pasillo. La intriga de su ausencia había causado conmoción en todos, al parecer.

Llegó a la puerta del despacho de Akemi y su corazón empezó a latir acelerado. Tuvo miedo por un instante, pero no permitió que lo paralizara. La abrió. Su jefe estaba sentado del otro lado del escritorio, como siempre.

Cruzaron miradas, y no fue necesario para Light que Akemi le dijera cómo se sentía. Se lo veía cansado… y muy serio.

—Light… —susurró Akemi, preocupado—. Ya van tres días que no vienes a la oficina. ¿Te encuentras bien?

El hecho de que Akemi estuviese preocupado por su salud había logrado enternecerlo, y hasta le había generado cierta culpa. Y ahora que lo meditaba, eso de la culpa empezaba a volverse algo cotidiano para él.

—No se trata de un problema de salud, Akemi. Despreocúpate por eso —murmuró, y tomó asiento lentamente. Hubo un silencio expectante—. Te mentí —dijo al fin. Los ojos de Akemi se abrieron en par, pero se mantuvo en silencio. Light continuó—: Me pagaste mucho dinero por haber encontrado al culpable y haberlo mandado a la cárcel. —Akemi asintió. De esa parte estaba enterado.

»Lo cierto es que no era el sujeto. Me equivoqué y metí preso a un hombre inocente. Takada se encargó de llevar a cabo un operativo gracias al cual dio con el verdadero culpable. Por desgracia no pudo atraparlo. —Se elevó de hombros. Su expresión era fría y desinteresada, sabía cuál sería el veredicto de Akemi cuando terminara su discurso, así que ya no se preocupaba por ser políticamente correcto.

»Me encargué de darle la mitad del dinero a ella y le prohibí volver a involucrarse en el caso. Resultó gravemente herida después de ese operativo, así que consideré mejor que reposara y velara por su salud. —Agachó la cabeza como sinónimo de vergüenza. Ya lo había dicho todo, no tenía nada que perder—. Me prometí a mí mismo continuar con el caso a solas para equilibrar la mitad de la paga… y para restablecer algo del orgullo que me queda. Si te parece que no vale la pena que yo siga trabajando para este cuartel puedes decírmelo ahora. Lo entenderé perfectamente.

El rostro de Akemi cambió de uno angustiado a uno sorprendido, y al cabo de un rato a uno divertido.

—¿Cómo crees…? ¿De verdad piensas que voy a despedirte por haber cometido un error en los años que llevas trabajando aquí? —Soltó una carcajada que extrañó a Light. Claramente Akemi no comprendía la gravedad del asunto.

—Me pagaste y no te conté la verdad de lo que sucedió. Además metí preso a Elle, que es inocente, y lo obligué a pasar cinco días en una celda —reafirmó su postura—. Merezco que me despidas.

Akemi volvió a reír. No sabía quién era Elle, pero pronto indagaría en lo sucedido. Light creyó esta vez que era él mismo quien no entendía nada.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

Había muchas respuestas a esa pregunta. Quiso ser franco y dijo solo la verdad:

—Por miedo a que me echaras, por vergüenza… —Elevó un hombro—. Porque pensé que me creerías un incompetente.

Akemi soltó una risa que dejó a Light fuera de eje.

—Esas cosas pasan todo el tiempo, Light —dijo, recobrando la compostura—. Solo que tú no estabas al tanto porque nunca antes te habías equivocado. Has resuelto más de doscientos casos y esta es la primera vez que das un paso en falso —explicó con suma calma—. Eres el mejor detective del escuadrón. Jamás podría pensar semejante cosa de ti ni pensaría en echarte. Eres mucho mejor de lo que yo era a tu edad, puedo asegurártelo. —Le sonrió, y esta vez de una manera fraternal—. Eres un gran detective, Light. Y tal vez sí sea cierto que cometí un error al despedir a Takada, eso es lo único de lo que me arrepiento, pero tú resarciste esa deuda con tu propio dinero y eso habla muy bien de ti. Eres una excelente persona. Ella podrá volver cuando se recupere.

Light sintió un calor inexplicable en el pecho. Se sintió querido, protegido… sintió como si frente a él estuviese un verdadero padre.

—¿Eso era todo lo que querías decirme o hay más? —le preguntó Akemi.

Esta vez, a Light no le quedó más opción que sonreír por lo tonto que había sido.

—Es todo —respondió con las mejillas enrojecidas.

Light salió de la oficina de Akemi habiéndole contado su nuevo plan: intentar atrapar a Beyond en los días que este acostumbraba usar para cometer un nuevo delito. Y para ello utilizaría a Ryuzaki como anzuelo… No supo por qué, de repente, ese último pensamiento le generó cierto disgusto. De pronto no estaba seguro si quería utilizarlo de esa manera. Después de todo, Ryuzaki se venía comportando muy amable y hasta había sido lo suficientemente tolerante como para aceptar que lo esposara sin motivos.

Decidió que pensaría en el caso y en Ryuzaki cuando estuviera de regreso en su departamento. Por el momento, solo podía sentirse feliz por lo bien que había salido todo con Akemi. Ryuzaki había tenido razón… no había sido para tanto drama.


Introdujo la llave adentro de la cerradura y se encontró con Elle sentado junto a la mesa del living. Elle levantó la mirada y le prestó atención al particular brillo que tenía Light en los ojos. Por primera vez en los días que llevaban viviendo juntos lo veía relajado. Hasta aliviado, si así se podía decir.

—Salió todo bien al final —anunció con una sonrisa deslumbrante.

—¿Por qué hubiese salido mal? —le preguntó Elle, devolviéndole la sonrisa.

El humor de Light había cambiado considerablemente a cómo venía siendo esa semana, y para cuando llegó la hora del almuerzo decidieron cocinar espaguetis juntos, lo cual fue muy beneficioso para Elle, que aprovechó para librarse de las esposas un rato más. Light no le había prestado mayor atención a ese detalle, y Elle lo agradeció.

—Para evitar que hagas un enchastre tendré que monitorearte —le dijo Light con una sonrisa infantil.

—¿Yo… enchastre? —preguntó Elle, haciéndose el ofendido—. Sé cocinar.

Light descolgó un delantal negro y se lo entregó.

—Aquí tienes —le dijo—, para que no te ensucies la ropa. —Light se fijaba en detalles que para él eran tan insignificantes, y no iba a negar que eso llegaba a enternecerlo.

Light se puso un delantal blanco encima y empezó a buscar los ingredientes en la alacena. Lo primero que sujetó fue la harina, los huevos y la sal.

—Bueno… ¿empezamos? —preguntó Elle, mirándolo de reojo.

Light se giró y cruzaron miradas.

—No tienes idea por dónde, ¿no?

—Te dije que sé cocinar —repitió Elle rodando los ojos. Se cruzó de brazos como un niño ofendido. Light le echó un vistazo y soltó una carcajada.

—De acuerdo, chef, ¿por dónde empezamos? —preguntó, burlón y divertido.

Elle se llevó un dedo al mentón.

—Podríamos empezar por meter la harina en un bowl y luego le agregamos los huevos.

—Ni idea, tú eres el experto aquí —dijo Light con una sonrisa desafiante. Él sabía todo acerca del arte de la cocina, ya muchas veces había sido el anfitrión de las comidas que organizaba con Mikami y Lían. También le había hecho de cenar muchas veces a su madre y a Sayu en varios cumpleaños y navidades. Sabía que Ryuzaki corría en desventaja contra él y eso le causaba cierto placer.

Elle agarró la harina y la vertió en un bowl. Calentó agua y, cuando estuvo lista, la arrojó adentro de un recipiente. Luego le puso los huevos. Light soltó una carcajada desaforada.

—¿Qué haces? —le preguntó, sin poder dejar de reírse—. La levadura se pone antes que los huevos.

Elle rodó los ojos.

—¿Y por qué no me dijiste antes?

—¿No que sabías lo que hacías?

Elle sonrió de lado.

—¡De acuerdo, ya! Te mentí… —dijo, rodando los ojos.

Light soltó un suspiro. Desvió la mirada y se cruzó de brazos. Su cara se poso seria de repente. Las palabras "mentira" y "Ryuzaki" iban a la perfección en una misma oración.

—Sí, lo sé —dijo—. Estoy acostumbrado a que lo hagas —acabó murmurando lo último, y con ello causó que un silencio abrumador invadiera la cocina. Elle se había quedado estático al oírlo. Se giró para ver a Light a los ojos, pero aquel esquivaba su mirada haciéndose el desentendido—. Voy por la levadura, debe estar en la heladera —dijo Light intentando escapar de la tensión que se había formado entre ambos. Caminó unos segundos hacia ella, pero Elle lo detuvo.

—Aguarda… —le pidió, dejando todo lo que estaba haciendo para verlo a los ojos. Sus miradas se encontraron desnudas y sinceras, y todos los errores que había cometido antes pasaron por delante de sus ojos. Lo reconocía. Light tenía razón—. Lo siento —acabó diciendo en un susurro que fue haciéndose más audible—. De verdad lo siento, Light. Eras mucho más de lo que yo podía manejar en aquel tiempo…, y yo era un imbécil, no estaba listo.

Los ojos de Light se aguaron, pero enseguida intentó disimularlo, aunque con pocas chances de que funcionara, Elle ya se había dado cuenta. Miró hacia otro lado para esquivar sus ojos penetrantes y tragó espeso.

—Ya, no importa —murmuró Light—. Pasó hace mucho —dijo, e intentó esconder su voz entrecortada, que se había escuchado un tanto lacrimosa.

Claro que importaba. Elle percibió una agonía intensa de su parte. Sin embargo, no dijo nada, no quería ponerlo nervioso y tensar aún más las cosas. Pasaron un segundo en silencio, un segundo que se volvió eterno. El hecho de que alguien tocara la puerta significó un alivio para ambos.

—Yo voy —dijo Light. Sujetó un repasador para quitarse la harina de las manos.

—Deja, yo voy —se ofreció Elle, ya que hasta entonces, y a pesar de ser el chef designado, no había ni batido la mezcla.

—Bueno. Gracias —le dijo Light.

Elle salió de la cocina y abrió la puerta. Se encontró con la expresión sonriente de Berta, quien sostenía a Rocco en brazos. Estaba jadeando, y hasta había bostezado más de una vez.

—Aquí te lo devuelvo. Pasó una tarde muy divertida hoy. Está muerto del sueño —dijo. Elle sonrió y le acarició el hocico.

—¿Cuánto te debo? —le preguntó, y sacó el celular del bolsillo para pagarle antes de que Light se diera cuenta e insistiera con pagar él.

—Mil, señor —dijo Berta con una sonrisa desopilante. Elle acabó dándole el dinero más otros mil de propina.

En un movimiento rápido, Rocco saltó de los brazos de Berta y entró corriendo al departamento como una ráfaga al ver a Light parado en la entrada de la cocina. Light se arrodilló, lo alzó en brazos y lo abrazó con cariño.

—Hola, mi pequeño —le dijo en tono dulzón. Caminó hacia la puerta y saludó a Berta con una sonrisa, una muy relajada y agradable que llamó la atención de la adolescente. Hacía tiempo que no veía a Light sonreír de esa manera. Lo vio bien… más que bien a decir verdad, y ahora que tenía novio nuevo…

Se despidieron hasta el día siguiente, Berta volvería por Rocco para sacarlo a dar sus paseos diarios. Ingresaron a la cocina una vez más, pero esta vez fue Light quien debió ausentarse un instante porque su celular empezó a sonar una y otra vez desde la habitación.

—Enseguida regreso —le dijo.

—No te preocupes. Ve.

Light miró a Elle a los ojos y sonrió de lado. Ambos sabían que si no estaba en la cocina sería poco probable que Elle avanzara con la preparación de los espaguetis.

Elle, quien se había acostumbrado a andar por el departamento sin las esposas, ya sabía dónde guardaba Light la comida de Rocco, así que cuando este se fue a la habitación destapó el frasco y le dio algo de comer junto con un poco de agua.

—¿Te divertiste hoy? —le preguntó, acariciándole el lomo. Fue hacia el baño para lavarse las manos después de haber tocado a Rocco y, así, continuar cocinando, o al menos intentándolo. Pero cuando salió de la habitación se encontró con Light de pie en el umbral de su cuarto, mirando su celular horrorizado—. Light, ¿estás bien? —le preguntó, y aquel tardó un poco en reaccionar. Levantó la cabeza y lo miró con estupefacción.

—Le dispararon a mi padre.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).