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Todos aman a Light, Parte II: El Caso Beyond Birthday por Camila mku

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Estaba tan furioso que, cuando subió a la patrulla principal de la policía, lo hizo con el peor de los humores y durante todo el camino de regreso a la jefatura de Tokio nadie se atrevió a hablar para no irritarlo aún más de lo que ya estaba.

—Quiero que revisen cada lugar de esta ciudad… —le ordenó al oficial que conducía la patrulla. Se había puesto los anteojos de sol y miraba hacia adelante—, cada callejón, cada casa, cada tienda... Ryuzaki debe estar cerca. No puede haber huido muy lejos y quiero que lo encuentren en menos de dos días.

El oficial asintió con la cabeza y les envió el comunicado por el transmisor portátil al resto de agentes. Al cabo de un rato, detuvo la patrulla en la vereda del edificio y Light se bajó del auto con prisa; caminó velozmente hacia la oficina de Akemi.


Los pasillos de la Wammy´s House siempre habían sido fríos, y cuando los recorría sentía que el espacio ahí adentro era demasiado grande, o que él era diminuto. Si arrojaba un alfiler al suelo, Elle estaba seguro de que se podría oír desde las habitaciones.

Todos los días ese lugar era así de silencioso, y hasta aburrido, excepto ese miércoles. Un nuevo niño había ingresado al orfanato, su nombre era Beyond Birthday y tenía nueve años. Roger había decidido darle una recibida acogedora, por lo cual le había ordenado al personal de la cocina que preparara un almuerzo especial.

Elle permaneció en su habitación toda la mañana, viendo sus revistas de motocicletas, como acostumbraba. A eso del mediodía oyó que le tocaban a la puerta.

Elle, ¿puedes venir, por favor? —le dijo Roger hablando desde el otro lado. Siempre había sido muy educado y no entraba a las habitaciones. Llamaba y hablaba desde el pasillo sin siquiera abrirla—. Quiero que conozcas a Beyond —le pidió.

¿Quién…? —preguntó Elle con holgazanería.

Escuchó a Roger reír desde el otro lado.

Ven al comedor, así te lo presento.

Elle bufó. Debió detener la lectura de su revista.

Okey —le dijo sin muchas ganas. Oyó que Roger tocaba una por una todas las puertas de las habitaciones para avisarles lo mismo al resto de los niños.

Elle se puso de pie, se ató las zapatillas y salió del cuarto hacia el comedor. Vio que las mesas estaban unidas y decoradas con manteles verdes, y encima de ellas había floreros con rosas y margaritas. Fue a sentarse a una de las sillas y, al cabo de un rato, empezó a sumarse gente hasta que el lugar quedó tan lleno que solo podía oírse el bullicio de las conversaciones.

Cuando Roger entró al comedor, todos guardaron silencio.

Este es un día muy especial para nosotros porque se suma a nuestra familia un nuevo integrante —había dicho. Se lo notaba feliz y entusiasmado—. Su nombre es Beyond Birthday, y espero que lo hagan sentirse cómodo y a gusto. —Roger dio un paso al costado. Detrás de él había un niño de cabello negro alborotado, tez pálida como una hoja de papel, ojos oscuros y profundos, y muy delgado.

¡Carajo! —murmuró el adolescente que estaba sentado junto a Elle—. Se ve que ha pasado hambre, ¿eh? ¡Está súper escuálido! —dijo exactamente lo mismo que Elle pensó cuando lo vio—. ¡Y tiene una cara que da miedo!

Hey, Elle… —dijo una de las chicas sentadas a su lado, acercándosele al oído y murmurándole de cerca—. Es parecido a ti, ¿o no?

Los cuatro sentados a un lado de Elle, que habían llegado a oír el comentario, miraron a Beyond de refilón y volvieron a observar la cara de Elle con detalle.

¡Tienes razón, Rachel! —exclamó uno de los chicos—. Se parecen mucho…

No será tu hermano, ¿no, Elle? —bromeó uno de los chicos, causando que todos soltaran carcajadas estrepitosas. Pero el chiste no le había caído nada bien a Elle, quien se cruzó de brazos y rodó los ojos.

Eso es imposible… tenemos diferente apellido —dijo sin más y con semblante serio.

Roger condujo a Beyond hacia un asiento vacío en medio de la sala, y todos almorzaron en armonía. Sin embargo, y luego de una semana, nadie pudo evitar comparar a Elle con Beyond. Sus facciones eran tan similares que había llamado la atención de los profesores, y hasta del mismo Roger.

Elle, por su parte, estaba cansado de que la gente los comparara y se había mostrado reacio a hablar con Beyond para evitar que alguien los viera juntos y los llamara "clones", como ya había escuchado que les decían.

Beyond, por otro lado, a pesar de haber tenido la oportunidad de socializar en varias ocasiones, siempre optaba por encerrarse en su cuarto. Evitaba hablar con los otros niños; prefería, en cambio, leer libros o jugar con la consola de videojuegos que Roger había instalado en la sala y que les permitía usar a los niños por las tardes, después de clase.

Elle había visto a Beyond en el comedor pidiendo lo mismo para el almuerzo y para la cena, una y otra vez. No era un niño sociable, eso les había quedado claro a todos; durante las comidas no soltaba palabra y prefería sentarse solo en una pequeña mesa apartada en una de las esquinas.

Ese chico es raro —le había dicho Rachel a Elle una tarde de otoño, mientras todos merendaban en el comedor, y Beyond, por el contrario, se había ido solo a beber su taza de chocolatada frente a la hoguera de la sala.

Tal vez todavía no se acostumbra —dijo Elle, contemplando la situación. Si bien no sabía nada del pasado de Beyond y no podía asegurar si su comportamiento era raro o no para alguien de su edad, creyó que seguramente había tenido el mismo pasado que todos los niños ahí adentro: habría sido rescatado de las calles de Londres por Roger o Watari, como él—. Hay que darle tiempo para integrarse. Quizás esté asustado —concluyó. Rachel enarcó una ceja y continuó bebiendo su té en silencio.

Luego de una semana, Beyond empezó a socializar un poco y con una única persona: Alex. Elle los había visto hamacándose juntos en los columpios del jardín más de una vez; a Alex siempre le había gustado pasar las tardes de otoño hamacándose, mientras observaba las hojas amarillas de los árboles cayéndose al suelo y formando un follaje multicolor.

Alex era retraído, y según lo que Elle le había oído decir a Roger, también era depresivo. Tenía una sesión de terapia con los psicólogos una vez por semana, pero hasta donde Elle sabía la mejora que habían logrado era mínima. A Elle le había complacido enterarse de que Alex finalmente hubiera hecho un amigo en la Wammy, pensaba que quizás Beyond podría ayudarlo a superar un poco esa depresión.

Elle aprovechó una mañana de sábado en la que se había despertado más temprano de lo normal para hurgar entre sus revistas de motocicletas, mientras todos dormían plácidamente. Tenía una pila enorme de revistas que guardaba adentro del cajón de su mesa de luz, así que tardó en encontrar la que estaba buscando.

¡Hurra! —dijo al hallarla. Era una revista para adultos con fotos de modelos masculinos desnudos… ¡su favorita! La había comprado una vez que había salido a la calle para hacer un mandado y la había ocultado debajo de su remera para que nadie lo descubriera. El sujeto que se la había vendido le vio cara de adolescente, y Elle le mintió diciéndole que tenía dieciocho en vez de dieciséis. Le creyó.

La guardaba bajo llave junto al resto de su colección y a todo aquel que se atreviera a hurgar en su mesa de luz lo amenazaba con cortarle los dedos.

Se la llevó al baño que había en su habitación, debajo del brazo y bien escondida. Intentó no hacer ruido mientras caminaba para no despertar a sus compañeros de cuarto. Trabó la puerta y empezó a pasar página por página con lentitud. Tenía predilección por los trigueños con ojos café, y cuando halló a uno que le gustó lo suficiente la verga se le endureció en un segundo. Le gustaba que tuviera rasgos finos y cara delicada, se lo imaginaba arrodillado frente a él, chupándosela.

Empezó a tocarse despacio, pero acabó jalándosela cada vez más rápido, concentrado en el culo de ese hombre, hasta que…

Elle, ¿te vas a tardar mucho? —Era la voz adormecida de Brian del otro lado de la puerta. Hablaba y bostezaba al mismo tiempo—. Beyond dice que necesita usar el baño, y el de su habitación está ocupado.

Elle gruñó y rodó los ojos con fastidio.

¿Y no puede ir a otro? Este también está ocupado.

Hubo silencio del otro lado. Brian insistió:

Anda, pobre, se está orinando encima. No seas malo —dijo.

Elle suspiró con la voz cargada de frustración.

Okey —dijo resignado. Soltó la revista un momento y esperó hasta que se le bajaran los calores. Empezó a imaginarse cuerpos de ancianos desnudos y eso ayudó a que la erección disminuyera. Cuando ya estuvo tranquilo, se subió la cremallera, se guardó la revista en la espalda, la sujetó con la presión del cinto y le puso la remera encima para que nadie sospechara. Tiró la cadena y se lavó las manos para darle más veracidad a la farsa, y abrió la puerta.

Beyond entró a las apuradas. Se había estado sujetando la entrepierna y Elle, solo entonces, sintió algo de pena por él. Se tardó un buen tiempo ahí adentro, tanto que el resto de los compañeros de cuarto de Elle ya se habían despertado y, cuando vieron que el baño estaba ocupado, decidieron cambiarse los pijamas para luego bajar al comedor e ir a los baños de planta baja.

Beyond salió del baño mucho más tranquilo que cuando entró. Elle era el único que había quedado en la habitación y estaba recostado sobre su cama individual, leyendo una revista de motos.

Te gustan las motocicletas, ¿eh? —mencionó Beyond con algo de timidez. Cruzaron miradas con Elle por un instante—. Siempre que te veo, estás leyendo algo de motos.

Sí —contestó Elle mirándolo de reojo, y volvió a centrar su atención en lo que leía.

A mí me gustan tus remeras —le dijo Beyond sonriendo—, porque tienen calaveras.

Elle volteó la página con lentitud.

Sí, a mí también me gustan las calaveras —le dijo sin prestarle demasiada atención. Beyond se dio cuenta de que Elle no estaba interesado en conversar con él y empezó a caminar hacia la puerta. Elle lo vio mientras se marchaba y pensó que, tal vez, fuera bueno averiguar un poco más acerca de Beyond… Quizás de esa manera aquel pudiera soltarse un poco e integrarse más rápido al resto. Recordó las palabras de Roger acerca de "intentar integrar a los nuevos" y creyó que estaba comportándose con frialdad—. Puedo prestarte alguna, si quieres.

Beyond, que había sujetado la perilla de la puerta para ya largarse, ni bien escuchó a Elle decir eso se volteó de regreso.

¿De verdad?

Elle se elevó de hombros.

Claro, ¿por qué no? Luego me la devuelves —dijo—. Puedes escoger la que quieras, están en el placard. —Beyond se aproximó al mueble y empezó a hurgar entre la ropa—. Ese lado del placard es el de Brian, el mío es el de la derecha. —Se puso de pie y se paró al lado de Beyond para buscar la remera que creyó que más le gustaría—. ¿Qué tal esta?

Los ojos de Beyond se encandilaron. No solo tenía la estampa de una calavera, sino que además había una serpiente rodeándola. Le encantó.

¡La quiero! —gimió. Elle se la dio, y Beyond se apresuró a sacarse la remera que tenía para ponerse esa.

Fue a pararse frente a un espejo grande que había en una de las paredes de la habitación. Elle miró cómo le quedaba y no pudo evitar sonreír. Era cuatro tallas más de la de Beyond, de eso podía estar seguro, le quedaba gigante. Pero Beyond sonreía tan contento que hasta le generaba ternura. Caminó hasta quedar a un lado de él, los dos parados frente al espejo.

¿Te gusta? —le preguntó Elle.

¡Me encanta! —exclamó Beyond, sin poder quitarle los ojos de encima a su propio reflejo en el espejo.

Elle miró el reflejo de ambos y quedó paralizado… ¡Era cierto! ¡Con razón todos en la Wammy decían que se parecían! Con Beyond usando esa remera, ambos con jeans oscuros y arremangados, los cabellos negros alborotados y pálidos como la nieve, era imposible que no los confundieran. Elle podía estar seguro de que si no hubiera siete años de diferencia entre ellos, la gente pensaría que eran gemelos.

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

Despertó sudando. Abrió los ojos y fue hasta el baño para darse una ducha rápida. Intentó tranquilizar sus pensamientos, pero el recuerdo latente de la llamada del día anterior no dejaba de torturarlo. Intentaba descifrar la marca que le había enviado el homicida por mensaje. Era algún tipo de pista, podía estar seguro de eso: algún código o clave para abrir algo. Fue lo primero que se le ocurrió.

Salió del baño, se secó el pelo más o menos con una pequeña toalla, se vistió con jeans y una remera blanca. Se puso encima la campera más abrigada que tenía, se enroscó una bufanda verde al cuello y se puso zapatillas deportivas negras. Salió con el celular nuevo dentro del bolsillo trasero de sus jeans, mientras que al viejo lo había dejado adentro de la habitación, sobre una repisa.

Caminó apenas cuatro pasos en el pasillo cuando vio, desde el segundo piso, que había dos oficiales de policía hablando con la asistente, justo en la entrada del hotel. Le estaban mostrando algo por celular y ella les respondía mientras asentía con la cabeza. La sangre de Elle se heló cuando vio que los oficiales miraban hacia el segundo piso con los ceños fruncidos y los rostros serios. Segundos después, subieron las escaleras con la secretaria detrás de ellos, guiándoles el camino.

Elle no esperó a que lo vieran. Supo de inmediato que las imágenes del asesino se habían divulgado como pan caliente, y que el sujeto guardaba una apariencia muy similar con él, según le había oído decir a Takada… ¡Iban a meterlo preso!

Corrió velozmente hacia el ascensor y presionó el botón de la planta baja. Las puertas del ascensor se cerraron justo cuando la muchacha y los oficiales llegaron al pasillo del segundo piso. No alcanzaron a verlo. En menos de tres segundos, Elle ya se encontraba en la entrada del hotel. Se cubrió la cabeza con la capucha del buzo y se subió la bufanda hasta la altura de los ojos para que nadie lo reconociera. Hizo el menor ruido posible y salió del edificio a hurtadillas.

Cuando finalmente estuvo afuera y pisó la vereda, empezó a correr por la avenida.


Takada se cubría la frente mientras lloraba sola en su cuarto. Miraba de reojo el portafolio del caso y creía que, seguramente, fuera buena idea tirarlo a la basura, para que ya no le generara dolores de cabeza, y para que pudiera olvidarse de todo de una buena vez.

—¿Puedo pasar? —le preguntó Katsuro en un susurro. Estaba del otro lado de la puerta y no se había animado a abrirla.

Takada tomó un poco de aire y se apresuró en secarse las lágrimas con la manga de la camiseta.

—Sí, pasa… —respondió con la voz tan apagada que su esposo apenas la reconoció.

Cuando Katsuro entró y la vio así de abatida, sentada a los pies de la cama y con una expresión desconsolada, realmente se preocupó por ella. Takada era una mujer fuerte y valiente, y era rarísimo que algo la desestabilizara al punto de verla así de angustiada.

—Cariño… —le dijo, se sentó a su lado y le acarició la mano con delicadeza—. ¿Qué tienes?

Cruzó miradas con ella, y eso fue suficiente para que ella comenzara a llorar otra vez. La abrazó con todas sus fuerzas mientras los hombros de ella subían y bajaban con brusquedad.

—Acaban de despedirme —dijo hipando, y empezó a llorar con más brusquedad que antes.

Katsuro la abrazó aún con más fuerza, y así se quedaron hasta que ella logró calmarse un poco.

—¿Te explicaron por qué? —le preguntó. Takada mantenía la mirada gacha.

—Akemi me dijo que Light le contó todo —murmuró, limpiándose las lágrimas—, y también me confesó que jamás creyó que yo fuera capaz de ser tan irresponsable… —La voz se le quebró, y decidió mirar hacia un costado para que su esposo no la viera así de humillada.

Katsuro bufó. Sabía de antemano todo lo que había ocurrido, porque Takada se había encargado de contarle sobre la pelea que había tenido con su compañero de caso el día anterior. Pero no esperó que el jefe del de detectives considerara la opción de echarla.

—Tranquila. Hiciste lo que sentiste y no te dejaste guiar por las órdenes de Yagami. Fuiste valiente. —Takada negaba con la cabeza y se mordía el labio—. Tal vez esto sea lo mejor. Tú y ese tal Light, al parecer, no se llevan como para resolver un caso juntos… —concluyó, y de manera tan acertada que había dado en el clavo.

—Creo que tienes razón —dijo ella elevando un hombro.

—No te preocupes, mi amor —la consoló, dándole un beso en la mejilla—. Estoy seguro de que tendrás más casos por delante. Esto no manchará tu historial.

Ella enarcó una ceja.

—No estoy tan segura de eso.

—Fuiste valiente y defendiste a ese tipo de ser arrestado injustamente —insistió Katsuro—. Tal vez deberías seguir tu instinto. Podrías ayudarlo a encontrar pruebas para levantar las acusaciones en su contra.

Takada reflexionó unos instantes. Lo miró con sorpresa.

—Oye… ¡Tienes razón! —murmuró. La noticia del despido la había dejado tan abatida que, ahora que lo pensaba con detenimiento, creía que defender a Elle de las garras de Light la ayudaría a sentirse mucho mejor ahora que estaba definitivamente fuera del caso.

Ambos oyeron que tocaban la puerta principal de la casa.

—¿Esperabas a alguien? —le preguntó Katsuro. Takada negó con la cabeza.

—¿Y tú?

—No —respondió él.

—Iré a ver quién es —dijo ella levantándose con prisa e intentando secar el resto de lágrimas de sus ojos. Katsuro se puso de pie y la detuvo. Todavía lucía afectada y, seguramente, no estuviera con humores para recibir a nadie.

—Yo iré, cariño —le dijo, y bajó las escaleras hacia la puerta principal.

Takada decidió ir a la habitación de Masaru cuando recapacitó en que no lo había escuchado corretear por la casa hacía horas, y eso le despertó algo de preocupación. Se paró en el umbral de la puerta del niño y lo observó durmiendo plácidamente en su pequeña cama. Le generó tanta ternura que no pudo evitar sonreír mientras lo miraba con afecto.

Escuchó que Katsuro volvía a subir la escalera con apuro.

—Te buscan —le dijo.

Takada arrugó el entrecejo y bajó junto con él. Vio quién estaba en la puerta… ¡Era Elle!

—¡Ryuzaki! ¡Digo Elle! ¡Ay, carajo, nunca me sale! —bufó agachando la mirada, y volvió a mirarlo a los ojos cuando ya lo tuvo enfrente—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—La policía está inspeccionando el hotel —dijo Elle con la voz agitada. Takada vivía en el otro lado de Kanto, así que había tenido que ir caminando hasta allá. Estaba agotado—. Me fugué —agregó—. Tuve que dejar todas mis pertenencias allá y salir cuanto antes o seguro me metían preso.

Takada tragó espeso. Se lo quedó mirando sin pestañear mientras los pensamientos la atravesaban a una velocidad desopilante. Finalmente, dijo:

—Ven adentro antes de que alguien te reconozca. —En tono de orden, y lo jaló del brazo hacia el interior de la casa—. Cariño, él es Elle, un viejo amigo. Elle, él es Katsuro, mi esposo —los presentó.

Elle le estrechó la mano. Katsuro le devolvió el saludo, pero en ningún momento dejó de escudriñarlo con la mirada. Sintió miedo. Las filmaciones del sujeto matando a puñaladas al inglés se habían esparcido por todos los noticieros de Japón… ¡y el tipo que tenía adelante era idéntico al asesino! Los vellos de la nuca se le erizaron de golpe.

—Todo esto es una puta locura —susurró Takada, pasándose una mano por la frente—. Ven, Elle, te serviré agua fresca —le dijo después de notar lo agitado que estaba, y fue hacia el refrigerador. Los tres tomaron asiento junto a la mesa de la cocina. Takada le sirvió agua en un vaso y Elle se la bebió de un solo sorbo—. En cualquier lugar donde intentes hospedarte te confundirán y llamarán a la policía. No tienes adónde ir —aseguró, clavándole la mirada.

—Eso pensé —dijo Elle asintiendo—. ¿Tan parecido soy? No he visto las filmaciones.

Takada y Katsuro, quien hasta entonces había permanecido en silencio, se miraron de reojo.

—Idéntico —dijeron ambos al unísono. Elle escudriñó el entrecejo, ni él se lo creía.

—Puedes quedarte aquí —dijo Katsuro finalmente, pero Elle se negó de inmediato.

—No —respondió al instante—. Si la policía llega a enterarse de que estoy aquí, los arrestarán también a ustedes por haberme encubierto.

Takada analizó sus palabras y llegó a la conclusión de que tenía toda la razón. Light seguramente haría eso, ¿qué mejor para él que verlos a ambos tras las rejas?

Elle observó los ojos de Takada por un instante. Estaban rojos, acuosos y tenía ojeras pronunciadas.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Ella cabeceó después de una fracción de segundo en silencio.

—No del todo —contestó con voz apagada—. Light me dejó afuera del caso, y esta vez es definitivo. Se encargó de hablar con mi jefe y, al parecer, acabó convenciéndolo.

Las neuronas de Elle hicieron sinapsis enseguida.

—Fue por haberme dejado ir…

Takada agachó la mirada.

—Sí —respondió al fin y soltó un suspiro—. Aunque me lo esperaba, de todas formas, fuera por ti o por cualquier otra cosa, Light nunca me quiso como auxiliar. Estaba buscando la excusa perfecta para dejarme fuera, y la encontró. —Enarcó una ceja con obviedad—. No tenemos una tercera habitación, Elle, lo siento.

Elle sonrió.

—Tranquila, me conformo con el sofá.

Cuando llegó la hora de la cena, Takada despertó a Masaru para que comiera algo después de la larga siesta que había dormido esa tarde. Sin embargo, cuando se sentó a la mesa en la silla alta y vio al amigo de su madre sentado a su lado, Masaru sintió algo de temor. Tenía tatuajes de dragones en los brazos y eso llegaba a desconcertarlo.

—¿Y cómo te llamas? —le preguntó el pequeño, mirándolo con curiosidad.

—Elle —respondió mientras comía. No tenía demasiado apetito y le dolía un infierno la cabeza, sentía que todo estaba pasando demasiado rápido como para siquiera procesarlo. Solo ansiaba recostarse en el sofá y dormir aunque fuera una hora. Aunque, con lo nervioso que estaba por la persecución policíaca, no estaba seguro de que fuera a pegar un ojo.

—¿Por qué te dibujaste los brazos así? ¿Desde cuándo eres amigo de mi mamá? ¿Vas a quedarte a vivir aquí?

—Masaru… —lo interrumpió Takada secamente—, ha sido un día agotador para Elle y está muy cansado. No le hagas tantas preguntas.

—Está bien, Takada —dijo Elle sonriendo—. No me molesta, me agradan los niños —afirmó, y se volvió hacia Masaru—. Me hice estos dibujos porque me gustan los dragones. La conozco a tu mamá porque estudiábamos juntos en un lugar muy aburrido que se llama universidad y… no, no voy a quedarme a vivir aquí.

—Ah, ya —contestó Masaru, y continuó mirando a Elle con curiosidad—. ¿Y te los dibujaste tu solo con témpera? —Para entonces ya le había perdido el temor a Elle y había estado pensando en pintarse unos parecidos.

Sus padres soltaron carcajadas estrepitosas. Masaru se los quedó mirando mientras se preguntaba qué les había parecido tan gracioso.

Cuando acabaron de cenar, Takada alzó a Masaru en brazos y lo llevó a su habitación escaleras arriba. Le había dicho a Elle que, si quería, podía encender el televisor para despejarse. Elle se lo agradeció, pero cuando estuvo solo en la sala, ya recostado sobre el sofá y tapado con un cubrecamas que Katsuro le había dado, lo que menos quería hacer Elle era ponerse a ver televisión.

El dolor de cabeza había dejado de aquejarlo, pero los pensamientos continuaban torturándolo. No dejaba de recrear escenarios imaginarios donde la policía metía presos a Takada y a Katsuro por estarlo encubriendo, y pensaba que no soportaría la culpa de saber qué pasaría con el pequeño Masaru si eso llegaba a ocurrir.

No… Pasaría la noche ahí, pero se iría al día siguiente. No iba a permitir que nada le pasara a la familia de Takada por culpa suya. Ya encontraría un plan que lo ayudara a librarse de la policía, solo tenía que pensar…

Pensar en algo rápido…

Lo que fuera…

Sus ojos comenzaron a cerrarse, estaba muerto del cansancio. Lo último que oyó fueron los cantos de los grillos del jardín y, al cabo de un segundo, ya se había quedado profundamente dormido.

Era, seguramente, la tarde más aburrida que a Elle le había tocado vivir. Estaba recostado en su cama, dentro de la habitación que compartía con Brian y otros dos compañeros. Era verano y las clases habían terminado, ya se había leído todos los libros de la biblioteca de la Wammy y no había nada que lo sacara de ese estado de infinito aburrimiento.

Desde su posición podía escuchar lo que hacían los niños en el salón. Las paredes de las habitaciones eran finas y se oía todo del otro lado. Amaba la Wammy, había sido su hogar y no se imaginaba viviendo en ningún otro lugar, pero si tenía algo para criticarle posiblemente fuera eso: la falta de intimidad, que muchas veces sufría por la numerosa cantidad de alumnos que había.

Había cerrado los ojos por un instante, ya que el aburrimiento le había dado algo de sueño, pero los abrió de repente cuando escuchó muy de cerca los gritos de Beyond y Alex.

¡Buh! —gritaron los dos juntos y, luego de ver que habían logrado asustarlo, estallaron en risas.

Elle rodó los ojos.

¿Qué quieren, bobos? —preguntó, lanzando un suspiro.

¡Juguemos a la búsqueda del tesoro, Elle! Porfis… —dijo Alex juntando las manos en forma de súplica.

No —respondió él con una sonrisa malévola y volvió a recostarse, apoyando las manos detrás de su cabeza.

¡Anda, no seas así! —dijo Beyond desilusionado.

Elle resopló.

No puedo creer que les guste tanto ese tonto juego —soltó—. ¿Por qué no van a molestar a Rachel o a Brian?

Los dos más pequeños se miraron con los ojos entristecidos.

Es que tú nos lo pones difícil, y se nos hace más entretenido buscarlo si las pistas están bien escondidas. Rachel y Brian no se queman mucho la cabeza —respondió Alex—. ¡Anda, Elle, por favor, hazlo tú!

Elle gruñó. Agarró la almohada y con ella se tapó la cara.

Déjenme en paz —exigió. Sin embargo, Beyond y Alex se pusieron a insistirle con tanta intensidad que a Elle no le quedó más remedio que salir de la cama, o estaba seguro de que sufriría un daño irreversible en sus pobres tímpanos—. De acuerdo, está bien. Solo cierren la boca, ¿sí? —acabó diciendo resignado, y los pequeños festejaron con emoción.

Elle les había pedido a los dos que se quedaran encerrados en la habitación mientras él iba a la biblioteca a escribir las pistas, y las guardaba en sobres de papel. Tanto Beyond como Alex tenían prohibido espiarlo mientras las ocultaba alrededor de la Wammy; aunque Elle sabía que no necesitaba advertirles sobre eso, ellos no espiarían porque les apasionaba jugar a resolver los acertijos que les planteaba.

¿Ya podemos abrir los ojos? —preguntó Alex mientras todavía se cubría la cara con las manos.

Aún no —le había dicho Elle desde el pasillo. Luego de ocultar la última carta entró finalmente a su habitación—. Listo, ya pueden empezar. Aquí tienen la primera pista. —Les entregó un sobre blanco.

Los niños se pelearon por abrirlo. Fue Beyond quien lo sujetó y empezó a leer en voz alta: "A las ardillas les gusta anidar en este tipo de lugares, pero no los encuentran en todos los árboles".

Los niños se miraron entre ellos y dedujeron de inmediato que se trataba de los huecos en los troncos. Y, por cierto, era verdad que no todos los árboles de la Wammy tenían huecos, así que salieron arrebatados del cuarto hacia el jardín en busca de algún árbol hueco. Lo cual no les resultó nada fácil porque el jardín de la Wammy era inmenso y había hectáreas repletas de árboles.

Cuando Elle estuvo otra vez solo en su cuarto, supo que la búsqueda de las pistas les llevaría a los niños toda la tarde, así que ya podía volver a recostarse en su cama a leer sus revistas de motocicletas.

¡La encontré! —Escuchó gritar a Beyond desde el jardín. El niño sacó un sobre del hueco de un árbol al cual había tenido que trepar. Dio un salto de regreso al suelo, lo abrió y leyó en voz alta la siguiente pista—: "¿Habrá venido el cartero?".

Ambos corrieron hacia el portón de entrada del orfanato. El sueño se fue apoderando poco a poco de Elle hasta quedarse profundamente dormido.

Despertó casi una hora más tarde y tras haber oído los gemidos ahogados de Alex. Elle se incorporó de la cama de un brinco y salió al pasillo algo adormecido todavía. Caminó en línea recta hasta por donde provenían los gemidos y, cuando ingresó al lavadero, vio a Alex parado con la espalda apoyada contra la pared y el rostro horrorizado. Elle se fijó en lo que estaba mirando… Beyond estaba arrodillado en el suelo, de espaldas a la puerta, y estaba estrangulando a un perro con sus propias manos.

¡¿Qué estás haciendo?! —le preguntó Elle espantado y corrió en auxilio del perro, que al ser liberado salió huyendo de esa recámara.

Beyond se puso de pie y enfrentó a Elle.

Una de las pistas decía que el tesoro estaba en Sabueso —se excusó.

Elle se lo quedó mirando con los ojos bien abiertos, aterrado.

Sí… me refería a la cucha del perro —dijo Elle—, al lugar donde duerme… ¡no que lo tenía adentro, ni mucho menos que tuvieras que ahorcarlo para sacárselo!

Beyond parecía no entender la lógica de Elle. Alex aún no pronunciaba palabra, estaba paralizado.

Luego de aquella vez, Roger percibió que Sabueso le tenía un miedo irracional a Beyond y se escondía cuando este andaba caminando por ahí. Elle se vio en el deber de contarle a Roger acerca de lo ocurrido aquel día mientras jugaban a la búsqueda del tesoro. Roger había quedado tan espantado con el relato del estrangulamiento del perro que les había prohibido a Alex y a Beyond volver a jugar a ese juego, y también tenían prohibido volver a acercarse a la mascota.

Chismoso —le había dicho Beyond a Elle, luego de que se ganaran un castigo.

Si te hubieses portado bien, nada de esto hubiese pasado —le dijo Elle con la mirada metida en sus revistas.

Beyond le sacó la lengua desde el umbral de la puerta de la habitación y desapareció de su vista.

Había pasado un año desde la llegada de Beyond y, al parecer, ya había acabado de integrarse por completo a la Wammy. Había abandonado la timidez que mostró en un principio, pero continuaba igual de antisocial que siempre, y en las horas que no estudiaba hablaba únicamente con Alex. Hasta le había pedido a Roger si podían ser compañeros de cuarto, y Roger, al ver la insistencia de ambos, había acabado aceptando a su petición.

Elle, por su parte, estaba cada vez más inmerso en sus asuntos adolescentes. Había empezado a fumar hierba en los pasillos a escondidas de Roger, y a comprar casi semanalmente revistas gays para adultos. A veces veía que algunos de sus compañeros se escapaban de sus habitaciones a mitad de la madrugada para besarse en los pasillos sin que nadie los viera, mientras él los espiaba desde la rendija de la puerta de su cuarto; pero él no sentía ese tipo de atracción física por ninguno de sus compañeros, a quienes veía como sosos, así que continuó masturbándose con los modelos de las fotos.

Todo siguió su curso normal hasta que llegó un día en la historia de la Wammy que Elle no olvidaría jamás. Fue un 17 de enero, en pleno invierno, durante la mañana de un domingo en la cual los directivos y maestros se tomaban su merecido descanso después de una semana de trabajo intensivo.

Ni bien despertó, Elle tuvo ganas de seguir durmiendo y, cuando se puso la almohada sobre la cara para que el sol que entraba por la ventana no le estorbara, sintió algo arrugado en la mejilla. Era un sobre. Se sentó sobre la cama y lo miró atentamente. Estaba escrito por computadora, por eso nunca logró descifrar quién se lo había enviado.

Lo abrió y leyó lo que decía en la hoja de papel:

«Es arriba como es abajo, y tan caluroso como tenebroso. Tiene las telarañas más grandes que he visto».

Elle arrugó el entrecejo. ¿Qué era eso? Supuso que uno de los chicos le estaría jugando una broma y se pasó el resto de la mañana, mientras desayunaba, intentando descifrar ese mensaje. Había un solo lugar en la Wammy´s House que tenía telarañas tan grandes que podría quedarse atrapado en una de ellas: el altillo principal.

Cuando acabó el desayuno y todos regresaron a sus habitaciones o a jugar juegos de mesa junto con los demás en el salón o en la biblioteca, Elle se dirigió hacia el altillo para ver si había dado en el clavo. Jaló de un cordel que colgaba del techo de uno de los pasillos, y una escalera se desplegó a su alcance. Era una escalera de madera, vieja y polvorienta, que rechinaba con cada paso que daba.

Creía haber acertado porque, según él, ese era el lugar más tenebroso de todo el orfanato. Tanto o más que el sótano: había fotografías de ex alumnos que no cabían en el muro de los recuerdos y habían sido olvidadas ahí. Fotos en blanco y negro que a Elle le resultaban bellas, pero el resto pensaba que eran espeluznantes.

Tosió, y una nube de polvo se levantó y lo hizo toser más y más. Se alejó un poco. Ese lugar era tan pequeño y estaba tan repleto de objetos que era imposible hacer un paso sin tropezarse con algo; había maletas, sombreros, ropa en bolsas de residuo, muebles deteriorados y llenos de hollín…

Elle caminó con cuidado hacia la única ventana redonda que había en el altillo. Miró el jardín de la Wammy a través de los cristales empañados de suciedad. El jardín lucía diferente desde esa altura, le daba un aspecto tétrico. Sintió escalofríos cuando, de repente, volteó la mirada y se encontró con un sobre sujeto a la traba de la ventana. Lo abrió:

«Este lugar huele bien»

Otro mensaje escrito por computadora. Elle sabía de un lugar en la Wammy que olía hermoso: el jardín. Ahí había flores de todo tipo y varias veces se había echado sobre el césped recién cortado, a dormir una siesta en pleno verano. Fue al jardín y no vio ningún tipo de mensaje, así que pensó que el lugar que estaba buscando no era ese.

Otro lugar que "olía bien", según él, era la biblioteca. Particularmente para él, la biblioteca tenía ese olor a libro que le encantaba. Se dirigió hacia allá y lo único que consiguió fue sentirse abrumado; había tantos ejemplares de libros que Elle daba por seguro que no encontraría jamás la pista siguiente.

Sintió la corazonada de que lo que estaba buscando no estaba allí, así que caminó de regreso por el pasillo mientras pensaba en algún lugar dentro del orfanato que oliera bien. Pasó frente a la lavandería. El sonido de los lavarropas funcionando había logrado captar su atención. Pero lo que realmente lo había obligado a detenerse había sido el aroma a perfume que despedían las máquinas, y sonrió cuando se dio cuenta de que posiblemente la pista estuviese ahí.

No debió buscar demasiado. Justo encima de una lavadora había un sobre color madera. Lo abrió. Esta vez no se trataba de una oración completa. Eran letras y números:

NOIC5ATI4BAH

Elle arrugó el entrecejo. Estuvo media hora quemándose el cerebro para averiguar de qué se trataba ese código.

Elle, ¿estás bien? —le preguntó la lavandera, que había entrado al lugar con un canasto de ropa sucia. Elle estaba sentado sobre el suelo, con la espalda apoyada contra la pared, mirando detenidamente la hoja de papel—. Tengo que lavar esta ropa, ¿podrías darme lugar, por favor?

Ya me voy —le dijo, y salió con prisa.

Fue a sentarse de cuclillas sobre el piso de madera lustrado de uno de los pasillos, y continuó sosteniendo la hoja de papel frente a sus ojos. Leyó una y otra vez el código hasta que… se le ocurrió leerlo al revés.

HAB4ITA5CIÓN

¿Habitación… 45? —se preguntó Elle en voz alta. Su voz había retumbado en los rincones del pasillo. El dormitorio cuarenta y cinco era el que compartían Beyond y Alex.

Sonrió. Había sido obvio para él que se trataba de alguno de ellos dos jugando a la búsqueda del tesoro, ya que eran los que más disfrutaban de ese juego. Aunque siempre había sido Elle quien creaba las pistas y ellos dos quienes las buscaban.

Estaba anocheciendo y el ocaso dibujaba colores anaranjados en el cielo, Elle podía verlos desde el otro lado de los ventanales del pasillo. Caminó hacia el cuarto cuarenta y cinco mientras pensaba que, seguramente, los chicos le habrían dejado un tesoro que se trataba de una bolsa de dulces, una revista de motocicletas o un paquete de cigarrillos. ¿Qué otra cosa, si no?

Abrió la puerta de la habitación y lo que halló… le heló la sangre. Quedó parado en el umbral mirando el cuerpo sin vida de Alex, que colgaba de una soga amarrada a su cuello.

La noticia de la muerte de Alex había paralizado a toda la Wammy. Nunca algo así había pasado jamás en ese lugar y, según el relato de la policía, Alex había decidido acabar él mismo con su vida. Tanto a Roger como a Watari les había sorprendido muchísimo el acontecimiento, porque los psicólogos aseguraban que Alex mostraba un avance en las terapias y que su depresión parecía haber disminuido drásticamente.

Por su parte, Elle le había entregado a la policía las cartas que había encontrado esa misma tarde. Les explicó que nunca sospechó de nada porque creyó que se trataba de un juego que solía tener con Alex y Beyond.

Un perito forense que analizó las cartas le dijo a Roger, una semana más tarde, que Alex mismo las había tipeado y que las había escondido en distintas partes de la Wammy para que alguien las encontrara. Fue una forma macabra de adelantar su propia muerte.

Pero algo no encajaba según Elle, ¡no cuadraba! Elle sabía que Alex tenía una depresión profunda, pero jamás había demostrado tener actitudes suicidas.

No lo comprendía.

No lo aceptaba.

Elle abrió los ojos. Despertó casi sin aire. Se incorporó de un brinco en el sofá de Takada mientras la oscuridad lo envolvía.

«¡Por supuesto!», pensó. Luego de haber visto esa marca en la piel de Watari, su inconsciente inmediatamente la reconoció de algún lado. Entonces no había sido Alex quien escribió esas cartas. No se había suicidado. El pecho comenzó a palpitarle con arritmia.

Takada entró en la cocina a eso de las 9 de la mañana. Ahora que ya no debía preocuparse por el caso, tenía permiso autoconcedido para dormir hasta tarde. Se había dado una ducha antes de bajar las escaleras para quitarse la somnolencia, y cuando entró a la sala vio que Elle no estaba ahí.


Al igual que con el caso del inglés, Light había tenido que abandonar la búsqueda exhaustiva de Ryuzaki para ir hacia la escena del segundo crimen junto al resto del equipo. El homicidio de la nueva víctima había tomado lugar en la vereda de un barrio privado, a las afueras del centro de la ciudad.

—Hay cámaras —mencionó Light a los policías que lo acompañaban, e indicó con el dedo índice las filmadoras sobre los postes de luz de la calle—. Esta misma noche les echaré un vistazo.

Tenía las sospechas de que se trataba del mismo culpable, ya que la policía le había dicho que encontraron el cadáver desangrentado de un sujeto de aproximadamente cuarenta años, en un matorral de plantas, árboles y hiedras, a un lado de la calle y en plena madrugada.

—Pongan los precintos para que nadie pase, y junten las pistas —ordenó Light, e inmediatamente los miembros del equipo se pusieron manos a la obra—. Guárdenlos en bolsas de residuo y llévenlos a investigación. Los chequearé más tarde, ahora iré a la morgue a ver el cadáver.


Elle llegó a la morgue después de haber corrido casi veinte cuadras. Sin embargo, se detuvo cuando vio un par de autos estacionados en el garaje: los autos significaban personas, y si alguien lo reconocía y llamaba a la policía, estaba frito.

No tuvo tiempo para pensar; creyó que debía actuar cuanto antes. Ya no le cabían dudas de que se trataba de Beyond Birthday, pero aún así debía cerciorarse. El hecho de que todos los confundieran por ser iguales físicamente le había dado el puntapié para sospecharlo, pero las marcas habían acabado por confirmarlo. Eran su sello personal.

La primera marca en la piel de Watari había sido OT3IM4IK1OT, que al revés se leía como Tokimito 143, exactamente el domicilio donde apareció muerta la segunda víctima, según había oído decir a los reporteros en los noticieros televisivos, y a Takada y a Katsuro durante la cena. Ahora era cuestión de revisar el segundo cadáver para ver si encontraba alguna marca en el torso, pero con extremo cuidado de no ser descubierto por nadie.

Miró a través del ventanal de la morgue. El médico forense que se había encargado de atenderlo la primera vez iba y venía con papeles en las manos. Abría los cajones donde guardaba los cuerpos y anotaba algo en la hoja de papel.

Vio que un lujoso auto estacionaba frente al edificio, y eso le encendió las alarmas. Corrió lo más rápido que pudo y fue a refugiarse detrás de un árbol del jardín. Desde su posición intentó husmear de quién se trataba, pero no había podido reconocerlo. Aunque de algo estuvo seguro: no era un policía. Era un hombre joven, castaño, vestido con traje y gafas de sol. Perfectamente pulcro.

El hombre entró en el edificio y Elle solo entonces sintió seguridad para volver a acercarse al ventanal y husmear los cadáveres desde afuera. El médico forense iba y venía, revisaba los papeles y hacía anotaciones. De un momento a otro, Elle escuchó que le tocaban a la puerta y que el forense abría.

Era el mismo hombre que había visto bajando del auto. Empezaron a hablar entre ellos algo que Elle no logró descifrar. Tampoco podía verles las caras porque estaban de espaldas.

Elle agudizó un poco más la vista para intentar leer los nombres en los cajones donde guardaban los cadáveres; creyó que tal vez tuviera suerte y encontrara en el cual guardaban a la nueva víctima, pero desde su distancia y con el cristal de la ventana interponiéndose, le era imposible ver con claridad.

De un segundo a otro, el joven de traje se volteó y Elle llegó a verle la cara. Debió correrse de la ventana y esconderse detrás de la pared para evitar que lo viera, y lo hizo todo en un microsegundo.

Su respiración se esfumó de repente. Sus ojos negros estaban abiertos como platos y su corazón palpitaba a redobles de tambor…

¡Era Light!

¡Light Yagami!

Su pulso había subido a tal velocidad que hasta podía escuchar cómo le palpitaba la vena de la frente. Takada le había dicho que Light era quien llevaba a cargo el caso de Watari y, por ende, Elle se había mentalizado desde un principio en que algún día iba a cruzarse con él. Pero no esperó que ese día llegara tan pronto, ni tampoco esperó que su cuerpo respondiera de esa manera tan abrupta al verlo, como si no pudiera controlarlo…

No supo qué hacer. Todos sus pensamientos se nublaron de repente y ya no pensaba con claridad. Si Light llegaba a verlo ahí, del otro lado de la ventana, respirando el mismo aire que él, podía considerarse hombre muerto. Lo metería de cabeza en una celda.

¡Pero no contaba con demasiado tiempo! Tenía la presión de dar el siguiente paso para confirmar de una vez por todas dónde atacaría Beyond la próxima vez y, de esa manera, atraparlo. Debía ver la nueva marca para adelantársele. ¡Tenía que entrar a la morgue de alguna manera!, y sin ser visto por Light.

Se le ocurrió que, quizá, lo mejor fuera ocultarse en algún callejón cercano a la morgue y esperar a que Light se fuera. Así lo haría. Corrió lejos de la entrada del edificio y fue a ocultarse detrás de los arbustos que había en el jardín, desde donde podía observarlo todo. Se quedó esperando en las sombras durante largos minutos mientras era consciente de que estaba anocheciendo.

Al cabo de un rato, observó que Light salía del lugar a paso lento y tranquilo. Se subió a su automóvil, encendió el motor y se marchó con dirección al centro de la ciudad.

El médico forense, que había salido un par de segundos después que Light, también abandonó el lugar al poco tiempo de subirse a su automóvil. Elle no vio otro auto en el estacionamiento principal, así que supuso que el lugar había quedado vacío.

Su oportunidad había llegado y no iba a desperdiciarla.

Se fijó en las cámaras de los postes de luz y se volvió a poner la capucha del buzo y a cubrirse la cara con la bufanda. Se paró frente a un ventanal y empezó a darle golpes fuertes a la traba de seguridad hasta que, luego de un buen rato insistiendo, había logrado romper el cerrojo. Abrió la ventana y, de aun momento a otro, ya estaba dentro de la morgue.


¿Entonces qué opinas? ¿Crees que se trata del mismo asesino? —preguntó Akemi del otro lado del celular.

Light dio su veredicto de forma contundente:

—Así lo creo —dijo con la mirada puesta en el frente, sin pestañear. Había dejado el teléfono móvil con la opción de manos libres activada y hablaba con su jefe mientras conducía hacia su departamento. Después de todo, ya era de noche y estaba demasiado cansado, solo quería recostarse en el sofá a ver un poco de televisión y abocarse a investigar acerca de las pistas que había recopilado la policía esa misma tarde. Toda la discusión con Takada el día anterior le había hecho empezar el día de malas. Estaba exhausto—. Se ha identificado a la nueva víctima como Erin Ryan. Era profesor de matemáticas y daba clases en las escuelas de la zona. Un hombre para nada conflictivo, al igual que el inglés —explicó Light—. Tenía la misma cantidad de puñaladas que Watari, en el mismo sitio y había una marca muy idéntica en el sector de las costillas… ¡Ay, mierda! —gritó de repente, alertando a Akemi.

Light, ¿estás bien? —le preguntó con temor en el tono de voz.

—Sí, Akemi, lo siento —dijo, pasándose los dedos por entre el pelo—, es solo que olvidé el portafolio con las nuevas fotografías adentro de la morgue. —Podría esperar a que fuera el día siguiente y pedírselo directamente al médico forense, pero la ansiedad pudo con él, ya que estaba dispuesto a pasar la noche leyendo las pistas del nuevo homicidio—. Estoy volviendo… —le dijo, y condujo de regreso.

 

Notas finales:

Antes que nada: muchas gracias por sus reviews, chicos, en serio que los valoro muchísimo. Y gracias a todos por leer y también a aquellos que me mandan al privado.

¡Feliz Navidad! Espero que Santa les haya traído los regalos que esperaban jajajaja Por mi parte, voy a hacer todo lo posible por subir el cap 7 antes de que termine el año.

Los quiero! Y Nos leemos pronto :)


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