Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Humedad por Konosuke

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Sabías que:

- Originalmente iba a ser una historia mas larga.

- Ya no quise y se volvio one-shot.

- El avestruz puede correr hasta 70 km. Si la drogas lo suficiente.

En fin ya digo tonterias. Lee y disfruta, si te gusta deja un review, si no aun así, nunca está de más una crítica positiva.

Notas del capitulo:

Mira se supone que no encontré un género adecuado (deberian crear el género "cashondo") así que elegí fantasía.

En advertencias no encontre algo relacionado, pero deberian poner "cum por todas partes joder".

 

En fin, es sexo explícito. Iba a hacerlo más degenerado pero se quedó en el hubiera.

Me sentía nervioso. Era la primera vez que entraba a un lugar así, pero me pudo más la curiosidad. El parloteo de voces gruesas y varoniles se oía desde la entrada y eso no hacía mucho bien a mi libido, el cual estaba por desbordar. Baños termales. Ya había escuchado rumores sobre la popularidad de los mismos dentro de la comunidad gay, pero siempre era mi timidez y el temor a lo desconocido quienes acababan ganando. Sin embargo, el goteo constante acaba por derramar el vaso y llegó el día. Tomé mi ropa, artículos de aseo y tras haberlos metido en mi mochila, me despedí de Puerro, el perro. Tras cinco o diez minutos de esperar el transporte público acabé por subir al primero que apareció, con prisa mal disimulada. Con cada minuto que pasaba mi imaginación me hacía malas jugadas y de la misma manera, mi estomago me daba ligeras puñaladas “ah, ahí está mi ansiedad”. No puedo negar que incluso sentía miedo, me estaba enfrentando a algo que nunca antes había hecho en mi vida. Al fin estaba entrando a la zona de la ciudad donde se encontraban aquellos baños: una cuadra, dos, tres, una manzana recorrida. Salgo de aquel automóvil y de acuerdo al mapa que consulté en Toogle, solo era cuestión de cruzar la calle y caminar unos cincuenta metros.

Al principio dudaba en entrar a las instalaciones, pero definitivamente me vería muy extraño rondando por aquel lugar o tal vez no, pero soy un ente paranoico repleto de dudas, así que inhalé profundo y abrí la puerta. “Ding” sonó la campanilla que pendía de un hilo rojo ligeramente roído. El empleado se asomó desde el otro lado del mostrador, y esperó mi petición. Lo hice tal y como supuse se debía hacer. Acto seguido fue a la máquina registradora y me dio el ticket. Vaya, creí por un momento que sería aún más caro, pero en realidad podía permitirme algunas cosas extra. Crucé un pasillo estrecho con azulejo tanto en el piso como en paredes, que le daban el toque jocoso que imaginaba, de vez en cuando se alcanzaba a ver uno que otro decorado en los mismos, ya fuese flores o gorriones borrosos mutilados por la erosión. Un letrero pendía de una puerta cuya estrechez era similar a lo ya recorrido. Baños generales – Hombresdecía. Frente a él se encontraba el de mujeres y fue entonces cuando medité al respecto “¿Si aquí los hombres tienen sexo… entonces las chicas también vendrán a divertirse?” Oh, mi imaginación de nuevo jugándome una de las suyas.

No quise aparentar ser tan novato en esos asuntos, así que hice lo que cualquier hombre tímido habría hecho: llegar, observar e imitar. De ese modo, supe que debía colocar todas mis cosas en una hilera de lockers, y que ahí mismo debía desnudarme y cargar con mis enseres del aseo. Me quité prenda por prenda, hasta quedar desnudo. Un viento ligeramente frio colado a través de una ventana elevada me hizo estremecerme. Dos tipos, ya rondando los cuarenta, me observaban atrás de un cristal y su mirada era una que ya conocía bastante bien. Prácticamente me estaban follando. Me mordí el labio y me sentí caliente, bastante. Seguí a otro chico que recién había hecho lo mismo. Entré a una zona donde había regaderas y preparé una para que me diera agua caliente y me mojara por cerca de tres minutos. Me encanta la sensación que produce el recorrer de las gotas por la piel, aumentando ligeramente tu temperatura, dándote la sensación de un masaje que vaya que es gratificante. Me perdí en el limbo, incluso me sentía adormecido y aunque no lo pareciese, lleno de más deseo. Pero no me culpen, estaba haciendo mi mejor esfuerzo… después de todo, tener un montón de hombres desnudos, con su miembro colgando rozándote por milímetros al caminar entre ellos... Dios apiádate de esta alma deseosa de fluidos masculinos. Después de ahí, había otra puerta que daba a lo que supuse debía ser la zona de vapor, a juzgar por el siseo constante tan característico que salía de aquel lugar. Había una ventana (¿otra?) totalmente empañada y cubierta de pequeñas gotas de humedad, algo pequeña. La vista no era precisamente nítida, pero permitía ver a más personas relajándose. Disfrutando. No esperé más, al entrar lo que me recibió fue de cierto modo encantador. Una docena de hombres se hallaban paseando por aquel lugar, tan desnudos como yo, con tal variedad de penes y vello (o sin él) que estuve a punto de rogar que me pusieran a darles sexo oral en fila. Por supuesto, no todos eran agraciados, y no es que me molestara tanto, pero había algunos cuantos también tan maduros que no eran de mi preferencia. Para gustos hay colores, supongo.

De entre todos los ahí presentes, uno en especial fue quien me atrajo. No mentiré, fue su físico y aquel trozo que le colgaba, amenazante con romperme en mil pedazos. Y lo quería, lo deseaba, jamás había visto uno de tales dimensiones en mi hasta entonces, poca vida sexual. Delgado, de tez clara, vello notable mas no abundante y una apariencia que indicaba una edad cerca de los treinta y cinco, tal vez. Me quedé viéndolo de arriba hacia abajo tan insistente que no tardo en notar mi mirada tan intrusa. Y me sonrió.

Comenzó saludando y nos sentamos frente a frente en unos pequeños bancos mientras me hacia un poco de plática. Nada fuera de lo ordinario, solo datos generales para presentarnos. Pero fue breve y cuando consideró que era el momento adecuado, se levantó, dio un paso adelante y tomo su pene, sacudiéndolo enfrente mío. El aroma a jabón y agua clorada impregnaba su miembro, pero ciertamente denotaba virilidad. El miembro se erguía frente a mí, en toda su extensión, duro, caliente, con ya bastante preseminal, claro y obvio indicador de que era todo un macho ardiente. Empujó su cadera hasta que su pene rozó mis labios. Los abrí lentamente, cuidando de esconder mis dientes para no lastimarle. La carne entró y de repente unos deseos enormes de morderlo me invadieron. Vaya forma tan rara de excitarme. Pero en verdad me tenía bastante cachondo, al grado de tomar mi mano izquierda y dirigirla hacia mi ano, masajeándolo en círculos, sin tardanza. Apenas se dio cuenta del acto, la apartó, firme, pero con cuidado.

—Solo yo puedo dedearte— me temblaron las piernas.

 Estando yo sentado, me era muy fácil tal acto. Con la mano derecha, tome su falo y lo sujete con firmeza, mientras lo succionaba, con fuerza, con cuidado, tragándolo hasta el fondo pese a las varias arcadas que me estaban invadiendo. Mi garganta no soportaba semejante intruso, pero para todo hay una primera vez.

Sus ojos se cerraron y la expresión en su rostro fue muy estimulante. Al momento de morder ligeramente su glande con los dientes, parecía como si hubiera desatado la furia de un volcán dormido y soltó un quejido que me recorrió de los oídos hasta los pies con un cosquilleo agresivo. Jugué con sus testículos, masajeándolos, admirándome de su tamaño. Tenía tantas ganas de estrujarlos… mientras movía mi cabeza arriba y abajo, aproveché para recorrer con mi lengua la parte inferior de su hombría y eso al parecer fue la señal para el siguiente paso.

Me tomó de la mano y me levantó quedando ambos de pie. Con su mano izquierda sostuvo mi mentón y… no sé cómo llamar aquel beso. Sentí que duro horas, aunque bien podrían haber sido unos cuantos minutos. Recorrió mi lengua con la suya, mordió mis labios y los succionó. Su saliva tenía un sabor dulce y cada ocasión que nos separábamos para tomar un poco de aire, un tenue vapor salía de mi boca, visible por la humedad y el calor de la habitación. Tomó mi cadera y con calma me dio media vuelta. Esperaba que comenzara la penetración ¿podría con semejante monstruo? Sin embargo, lo que sentí en lugar de su miembro fue una lengua con el ávido deseo de explorar mi interior. El movimiento fuerte de aquel musculo me estremeció y no pude evitar el soltar un gemido cuando recibí una tenue mordida en mis ingles. Succionó aquel punto deseoso de recibirlo y torné mis ojos en blanco.

Los hombres alrededor nuestro ya se hallaban excitados, habían tomado sus respectivos penes y se masturbaban con el estímulo que les estábamos prodigando. Sus rostros empapados se hallaban perdidos y las miradas se dirigían hacia un lugar en específico. Era la hombría de aquel hombre a mis espaldas, erecta y lista para partirme en dos, apuntando a mi lubricada entrada. Empujó. Lento pero decidido. Al principio la molestia que sentía era mínima, sin embargo fue creciendo conforme el glande iba abriéndose paso y al llegar a su mayor diámetro, el dolor era punzante y puse mi mano en su cintura.

—E-espera, por favor— supliqué.

Me regaló una sonrisa y me regaló docenas de besos en mi cuello y rostro, ayudándome a calmar la incomodidad. Se detuvo por unos segundos, mientras el dolor punzante cedía. Cuando creí que podría tolerar más, retiré mi mano y no hubo necesidad de pedirle que siguiera. Avanzó, firme, lento, pero sin dudar. Mi boca se abría más conforme sentí el intruso. Aun cuando el camino se hallaba lubricado por él, nuestro sudor inevitablemente hacia mella. Fue en uno de esos momentos cuando al empujar nuevamente, mi esfínter cedió por completo y entro de golpe hasta su base. Sabía que no era mucho lo que faltaba, sin embargo, fue tal el impacto que deje escapar un gemido que hasta yo mismo me escandalice. Madre mía. Y le dio un toque tan certero a mi próstata, que incluso confieso que tuve una pequeña fuga de orina. Me llevo en un viaje de ida y vuelta a la luna, en calidad 8K. Es complicado tratar de definir el estado de mi mente cuando empezó a moverse. Cada golpe en mi interior aumentaba mi deseo de que jamás se detuviera, un hormigueo intenso comenzaba a subir desde la parte inferior de mi columna hasta mi cerebro ¿Alguna ocasión han visto en alguna serie, película o lo que sea, una escena plagada de innumerables rayones moviéndose al azar en la pantalla? Esos eran mis pensamientos en el mejor de los sentidos no metafóricos ¿Cuánto tiempo estuvo penetrándome de esa manera? No tenía la menor idea, así como de cuantos gemidos solté en su honor. Posiblemente al dar la noche, mis entrañas me iban a doler sin falta y mis piernas me temblarían desde el primer momento en el que me intentara mover de ahí. Pero valía cada estocada recibida.

—¡Wow!— exclamó orgulloso.

—¿Mmfh?— fue una mezcla entre una pregunta, un gemido y lo que sea que fuese aquello.

—¿Me halaga saber que lo estas disfrutando, no has visto tu banquillo?

Una mirada abajo y sonreí jadeante. La madera de mi asiento estaba recubierta de mi propio semen, en una cantidad abundante y tenía una erección tan firme como devoto soldado. ignoraba cuando ocurrió todo, pero era la mayor sorpresa de mi vida ¿Cuándo y cuantas veces tienes un orgasmo sin tocarte siquiera una sola vez?

—Bueno, de ser así no me puedo quedar atrás. Híncate.

Voltee a verlo sin entender bien que era lo que necesitaba de mí.

—¿M-me puedes explicar por favor? — pregunté temeroso de que se enfadara.

—Si, así como te encuentras, solo arrodíllate, como si estuvieras rezando.

Lleve a cabo su orden como me lo estaba indicando. Puse mis rodillas en el suelo y mis brazos en el asiento, esperando su acción. No demoró mucho, ya que sus manos se colocaron sobre mis nalgas y en una posición que no pude adivinar, volvió a penetrarme, con mayor intensidad, sin límites. Si al penetrarme por primera vez fue una experiencia increíble, la segunda fue algo de otro mundo, universo o dimensión. Al encontrarme ya dilatado, su miembro entró de golpe en mí, y mi estado de trance se multiplicó. Imagino sin duda que la posición tenía mucho que ver en esta experiencia, pero es algo que por más que trates de explicarlo, debe ser experimentado. El mete-saca se tornó frenético y los observadores comenzaron a tener sexo al lado nuestro, pero sin perder su vista de mi trasero y el enhiesto trozo que me invadía descaradamente. Podría decir que una pequeña parte de mi sentía vergüenza de que lo hicieran, pero el abundante resto de mi ser se llenaba de morbo hacia tal situación.

Sentí claramente como estaba próximo a terminar, ya que puso mas fuerza en sus embestidas al grado de que con cada empujón suyo, tenía pequeñas fugas. Perdóname próstata, te prometo un masaje suave después. Tomó mi cabello y lo jaló hacia él, haciéndome encorvar y con tal acción, increíblemente sentí un segundo orgasmo. Lento, pero lleno de intensidad y esta ocasión, sin eyaculación presente. Intuyo que el primero me dejó totalmente seco. Aunado a esto, el también se encontraba terminando y me llenaba de su blanca esencia. Soltó un gruñido gutural, cual bestia -lo creí totalmente adecuado- y aunque es mentira que los chicos pasivos sintamos todos y cada uno de los disparos de semen en nuestro interior, era cierto que los de el me causaban un cosquilleo. En parte el dejarme tan sensible jugó un papel fundamental en todo eso.

Tomó cerca de tres o cuatro minutos para que recuperáramos la compostura. Salió de mi con toda la calma posible y al hacerlo, sentí claramente el hueco que había dejado en mi ¡Diablos! Mi esfínter iba a tomar varios minutos para recuperar su estado inicial. Le extendí la mano: sonrió y acudió presto en mi ayuda. Entendimos que yo no contaba con forma humana de ponerme en pie fácilmente. Me hallaba totalmente entumido, sin fuerza, incluso sostenerme de pie era una proeza, pero hacia el mayor de los esfuerzos para lograrlo. Nos quedamos viendo mientras sonreíamos. Creo que este era el comienzo de algo interesante.

Notas finales:

Queso.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).