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La ley del mas fuerte por Ter_Killer

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Notas del fanfic:

Bueno, intenté que saliera un fic subido de tono y algo fuerte....pero soy incapaz de escribir algo así y salio esto XDDD =_=UUU

Espero que les guste el fic y que lo disfruten ;)

Notas del capitulo:

Bueno, primero que nada quiero agradecerle a mi querida nee-chan Akane Miyano por betearme el fic. Gracias preciosa ;***
(Lean sus fics, son muy buenos ^^)

Y también quiero dedicarle este one-shot a Mi-chan, a Hinata y a mi nee-chan, por aguantarme tantas locuras por el messenger y regalarme tantas tardes de risas XDD

Sin más que añadir, disfruten del fic ;)

 

 

"La ley del más fuerte"

 

Pasó nuevamente su mano por el filo de una de sus dos espadas cortas, sintiendo el frío metal en la yema de sus dedos antes de colocar ambas armas en su cinto. Aquella acción siempre le relajaba antes de un combate, pero ese día no parecía funcionar del todo.

No lograba entender el por qué de su nerviosismo. Era un gladiador desde hacía años, ya estaba más que acostumbrado a las peleas en el coliseo. Es más, él, Rómulo, era uno de los mejores gladiadores que había en ese momento, saliendo victorioso de cada combate en el que participaba.

La verdad es que muchas veces jugaba con la ventaja de que su contrincante lo subestimara. Y es que no tenía la misma apariencia que el resto de gladiadores. Aun a pesar de que llevaba años entrenando y luchando, su cuerpo era delgado, y de músculos poco marcados, y no era alguien muy alto. Poseía un cabello de color castaño rojizo, de mechones desiguales que le enmarcaban el fino rostro, que a pesar de sus 18 años aun conservaba rasgos del niño que una vez fue. Y sus ojos, grandes, de color chocolate y expresión dulce no hacía más que remarcar esa falsa apariencia de inocencia y fragilidad.

Pero en la arena demostraba que era solo eso, apariencia. Era un guerrero ágil, rápido y activo, con buenos reflejos y que estudiaba bien a su adversario antes de atacarlo. Esas cualidades le habían servido para ganar muchos combates casi sin ninguna herida en su cuerpo. Y era en esos momentos en los que agradecía el entrenamiento duro y extenuante que había recibido. Gracias a este era el mejor.

Su fama en la arena le había llevado a tener un procurador, un senador rico al que le gustaban las peleas de gladiadores y las apuestas. Él le había conseguido ciertos privilegios en el coliseo y le daba una pequeña  parte de lo que ganaba apostando a su favor. No era mucho, pero para él sobraba, pues no tenía muchos vicios o aficiones fuera del coliseo. Así que lo iba ahorrando para pagar su libertad. Solo tenía que ganar en la arena, darle un buen espectáculo a su procurador y este le entregaría su pequeña parte.

Hacia unos días su procurador había ido a visitarle. Le explicó que un buen amigo suyo había regresado después de 3 años a la capital, y que este había traído a un gladiador que se decía era invencible. Su procurador le había dicho que había apostado una buena cantidad por él, y que esperaba que le ganara como había hecho antes con decenas de gladiadores. Quizás por eso se sentía nervioso. Aunque algo le decía que su malestar se debía más a otra cosa...tal vez a un mal presentimiento.

Pasó la mano por sus cabellos, volviendo a la realidad. Desde su habitación se podía oír el murmullo de las voces del público que ya estaba en el coliseo, esperando a que salieran los combatientes.

- Llegó la hora.- se dijo a sí mismo, saliendo del cuarto.

***

Las puertas se abrieron y los gladiadores salieron a la arena sintiendo el rugido del público exaltado. Eran 8 guerreros, más en aquel momento no se dedicó a observarlos. Miró el palco donde estaba su procurador, con ropajes caros mostrando así su alta posición. Junto a él había otro hombre con vestimentas similares y aproximadamente de la misma edad. Ambos conversaban animadamente.

- "Ese debe ser el amigo del que me habló".- pensó Rómulo. Sin embargo, no sabía porque pero aquel hombre le sonaba conocido, como si le hubiese visto antes.

Levantó el brazo casi por inercia cuando resonó su nombre en el coliseo, mas él seguía intentando averiguar de qué conocía a aquel hombre. Sin embargo el nombre del último gladiador le sacó bruscamente de sus pensamientos. Giró su cabeza rápidamente, mirando a los otros gladiadores, buscando al dueño de aquel nombre que aun resonaba en su cabeza.

Lo reconoció enseguida por sus ojos azules oscuros, fríos y penetrantes que le hacían estremecer y que ahora lo miraban con fijeza y cierto brillo de burla.

- Galeb.- susurró casi sin voz.

Ahora recordaba de qué le sonaba el hombre que hablaba con su procurador. Era un comerciante bastante rico que años atrás visitaba mucho la zona donde entrenaban los gladiadores. Galeb y él estaban allí desde hacía poco tiempo pero ya destacaban: el primero por la fuerza y precisión de sus ataques, y él por su agilidad y su destreza en combate. Ambos siempre habían rivalizado en las batallas, pues por aquel entonces estaban bastante igualados y solo conseguían acabar en empates y con varias heridas en el cuerpo.

Hacía 3 años el comerciante había ido y comprado a Galeb, prometiéndole convertirlo en el mejor gladiador que alguna vez había visto el coliseo, y poco después había marchado fuera de la capital. La verdad es que él respetaba mucho al otro joven. Ya hacía 3 años era muy buen guerrero, con una fuerza que le hacía de temer y una mirada que intimidaba a cualquiera, y había extrañado sus combates, pues eran su mejor entrenamiento.

Aun sin salir de su asombro lo miró de arriba abajo. En aquellos años había cambiado mucho. Galeb era bastante alto. Vale que comparado con él, que media 1.63 la mayoría eran más altos, pero estaba seguro que su ex rival pasaba del 1.80. Su cuerpo era fuerte, de músculos marcados e imponente. Poseía un amplio pecho, unos brazos que eran el doble de gruesos que los suyos y unas piernas fuertes y musculadas.

Sus facciones, al contrario que las suyas, eran varoniles, dándole un aspecto duro. Si a eso le añadías su cabello corto, de color castaño oscuro y algo rebelde y aquellos ojos azules que semejaban a los de los grandes felinos, no era de extrañar que su sola presencia infundiera respeto y temor.

En el estadio volvió a resonar una voz, pero no la escucho. Se quedó mirando los labios de Galeb que dejaron de sonreír con burla para decirle sin hablar algo que entendió perfectamente: "Te voy a ganar."

***

Ya hacía tiempo que el combate había comenzado y como había temido solo quedaban de pie en la arena él y el ojiazul, que balanceaba su espada divertido mientras lo miraba con burla. El cuerpo del gladiador estaba cubierto de sudor y de la sangre de sus contrincantes, pero por lo demás parecía estar en perfectas condiciones.

En cambio él tenía la respiración agitada y empezaba a sentir algo de fatiga. Además,  el corte que tenía en el muslo, obra de la lanza de un gladiador al que le costó más de la cuenta abatir, le mandaba punzadas de dolor cada vez que daba un paso.

Se movían en círculos, midiéndose,  Galeb con su mirada de depredador fija en él. Apretó con más fuerza sus dos espadas, tensando su cuerpo, listo para cuando la "fiera" saltara a atacar. Cosa que no tardó en suceder.

Golpes y más golpes se sucedían uno tras otro. El ruido de las espadas chocando unas contra otras resonaba en la arena junto a los gritos del público que disfrutaba de tan apasionado combate.

Saltó hacia atrás esquivando la espada del castaño por poco, siendo consciente de que si seguía vivo era gracias a su agilidad. Galeb en esos años no solo había cambiado físicamente, sino que había adquirido una gran fuerza que imprimía cada vez que blandía la espada.

Sus brazos se resentían de las veces que había parado una de las estocadas del más grande con sus dos espadas, y su pierna ahora no solo tenía un corte, sino que empezaba a formársele un cardenal fruto de una fuerte patada que le había dado el castaño en la rodilla.

Él había conseguido herirle en varias ocasiones, y el corte que tenía el otro en su brazo derecho y en el pecho daba fe de ello, pero al castaño esas heridas parecían no afectarle en lo más mínimo, y si lo hacían no lo demostraba.

Hizo un rápido giro y atacó, siendo esquivado por el otro pero lo volvió a intentar. El castaño esa vez recibió un corte en el hombro y como respuesta blandió su espada contra él, obligándole a bloquear el golpe con ambas espadas. Mas esta vez su rodilla no aguantó y se dobló por la fuerza del ataque, haciéndole caer al suelo. Alzó el rostro a tiempo para ver como la espada del otro se dirigía hacia él sin que pudiera evitarlo. Y entonces sintió un golpe en la cabeza, un latigazo de dolor y después todo se volvió negro.

***

Lo primero que sintió al despertar fue el dolor de su cuerpo, arrancándole un pequeño quejido de dolor.

- Vaya, veo que por fin despiertas. Ya era hora.

Aquella voz profunda y ronca le hizo abrir los ojos de golpe e incorporarse en la cama donde estaba tumbado. Su cuerpo le recriminó el brusco movimiento mandándole más punzadas de dolor.

Sus ojos marrones se fijaron en la figura que había frente a él. Galeb estaba ahí, recargado contra la pared de enfrente, con los brazos cruzados frente a su pecho y aquella expresión burlona con la que lo había mirado desde que se encontraron en la arena.

Se fijó en que ya no llevaba las protecciones de los gladiadores. Su pecho y sus brazos estaban al descubierto, y solo portaba un pantalón marrón y las sandalias. Al fijarse en eso se dio cuenta de que él tampoco llevaba las protecciones y que solo cubría su anatomía unos pantalones similares a los del castaño.

Lo siguiente que notó es que no se encontraba en su habitación. Intuía que era uno de los cuartos  que usaban los gladiadores, pues era similar al suyo, pero este parecía que no había sido ocupado en años, hasta ahora.

- ¿Dónde estoy? - preguntó regresando la vista a su rival. Se mordió el labio acallando un quejido de dolor y esto solo hizo sonreír más a Galeb

- ¿Asustado, Rómulo? - burla impresa en esa simple pregunta. Descruzó los brazos y se encaminó hacia él - Donde estás no importa en este momento. Lo que importa es el por qué.

- ¿Y por qué estoy aquí? ¿Dónde está el senador? - preguntó encarando al otro. Comenzaba a sentirse nerviosos. La mirada que le dirigía Galeb no le daba buena espina.

- Por tu procurador no te preocupes. Ahora debe estar disfrutando de una suntuosa cena con su amigo. - dijo con ademán burlesco, acrecentando su sonrisa mientras daba otro paso - Y el porque estás aquí...Bueno, perdiste la batalla. Mi "jefe" es bastante generoso cuando está contento, y haberle ganado una buena suma de dinero a tu querido senador le hizo muy feliz. Por eso no le importó concederme un capricho después de haberle ofrecido un buen combate y haber ganado. Y ese capricho...Eres tú. - dijo con malicia y algo más que no supo identificar pero que no le daba buena espina.

Retrocedió ante aquellas palabras, sintiendo como todo el cuerpo le dolía, pero ignorando el dolor lo mejor que podía. Galeb ya había llegado hasta la cama y miraba sus pobres intentos por alejarse.

En un rápido movimiento adelantó una de sus grandes manos y lo agarró del brazo, arrastrándolo sin aparente esfuerzo hacia él.

- Argg. - se quejó, aquella mano lo tenía fuertemente atenazado y sus heridas le dolían.

- No te escapes, mi buen amigo. Ya te dije que eras mi premio. - lo alzó aun más, hasta que sus rostros quedaron a la misma altura - Si te marchas no me podré divertir. - aquel brillo de nuevo en sus ojos. Sin previo aviso lo acercó y cazó sus labios en un beso rudo que le hizo daño, para luego lanzarlo de nuevo a la cama.

Todo su cuerpo sufrió un latigazo de dolor, haciéndole cerrar los ojos y apretar los dientes unos momentos, para después mirar medio en shock a su ex compañero no pudiendo creer lo que le había hecho.

- ¡¿Pero qué haces?! - le gritó, intentando recomponerse. Galeb solo soltó una carcajada.

- Ya te lo dije, divertirme. Y por lo que veo lo pasaré muy bien. - se relamió los labios antes de lanzarse sobre la cama, aprisionándolo con su cuerpo.

Sus manos fueron alzadas por sobre su cabeza y sujetadas por una sola mano con rudeza. La otra comenzó a recorrer su cuerpo de arriba abajo, haciéndole daño, acercándose demasiado a su intimidad.

- No, basta. ¡Suéltame Galeb! - exigió debatiéndose bajo el cuerpo del otro. Pero era inútil, el ojiazul era mucho más fuerte y lo tenía bien inmovilizado.

- Pareces una mujer con esos grititos. - se burló el castaño mientras seguía toqueteándolo.

De un fuerte tirón le arrancó los pantalones que llevaba, haciendo que se revolviera con más fuerza, a pesar del dolor de su cuerpo. Intentó pegarle una patada y recibió a cambio un fuerte guantazo que le giró la cara

- Mas te vale que te comportes Rómulo o será peor para ti. No te conviene que me enfade.

Se quedó congelado mirando aquellas orbes azules que parecían más frías que nunca. El tono de Galeb había sido dominante y sin derecho a replica. No le cabía en duda de que si lo enfadaba lo pagaría muy caro.

- Suéltame Galeb. Ya me has ganado en combate, ya has demostrado que eres mejor que yo. Ya me has humillado bastante. Era eso lo que querías, ¿no? Ahora déjame ir. - suplicó intentando que aquello no llegara a mayores. Y es que la dureza que sentía en una de sus piernas por parte del otro le hacía temer lo peor.

- ¿Humillarte? No, Rómulo. Mi objetivo no es humillarte. Solo quiero pasar un buen rato. - pasó su amplia mano por las caderas del más pequeño hasta llegar a una de sus nalgas, la cual apretó fuertemente - Otros hombres pagan el servicio de las prostitutas. Yo te he elegido a ti.

 Aquellas palabras dichas en aquel tono mordaz y venenoso, el rostro completamente malicioso del castaño y aquellas manos manejando su cuerpo a su antojo le hicieron temblar y debatirse con nuevas fuerzas. Él no era una puta, no iba a dejar que eso le sucediera. NO.

Galeb, arto de su forcejeo, lo clavó en la cama, apresándolo con su cuerpo antes de besarlo con rudeza, introduciendo su lengua a la fuerza en la cavidad del otro, recorriéndola a su antojo, ocasionando que el menor llorara de pura desesperación al no poder hacer nada por evitar aquello.

- Veo que va a tener que ser por las malas. - dijo el castaño cuando se separó de su boca. Lo miró furioso unos instantes antes de ir a devorar su cuello, casi literalmente. Galeb lo estaba mordiendo, dejando la marca de sus dientes en su piel, causándole daño.

Con una mano el mayor sujetaba las suyas, clavándole los dedos en las muñecas, mientras la otra la sentía aferrada a su cadera, impidiendo que se moviera para forcejear. Pero lo peor era aquella boca, aquellos dientes que recorrían su pecho desnudo dejando a su paso pequeñas heridas...

- ¡NO! -­ Gritó cuando aquellos dientes atraparon uno de sus sensibles pezones, succionándolo sin piedad, tironeando de el con los filosos incisivos ­- Basta. ¡Basta!

La presión de unos dedos fuertes y atenazantes clavándose en su cadera dolorosamente fue la respuesta que recibió. Iba a protestar de nuevo, a intentar parar aquello, cuando sintió aquella misma mano apresar dolorosamente no su cadera, sino su hombría.

- Ahhhnn. - gimió de dolor ante la presión ejercida por Galeb, que sin esperar un instante comenzó a masturbarlo con rudeza y rapidez.

Sus labios fueron nuevamente apresados por los del ojiazul, su boca invadida por una lengua dominante que casi no le permitía respirar, y aquella mano lo masajeaba dolorosamente, consiguiendo que su miembro quedara erecto a pesar de sus deseos de parar todo eso, de dejar de sentir las manos del otro sobre su cuerpo.

- Ves como te gusta. - la voz de Galeb se dejó de nuevo oír junto a su oído, haciéndole sentir más sucio de lo que ya se sentía. No estaba disfrutando de esto. No lo estaba. Quería que parara. Quería...

Sus pensamientos fueron cortados cuando bruscamente el otro lo giró sobre la cama, quedando con la cara pegada al duro colchón. El miedo volvió a hacer presa de él, pero de nuevo cualquier intento de moverse fue inútil, pues el castaño lo estaba sujetando por los cabellos, y la otra mano la tenía fuertemente posada en la parte baja de su espalda.

Sintió ruido de ropas y de nuevo el cuerpo de Galeb pegado al suyo. Completamente desnudo.

- No, no por favor. Galeb, no...- suplicó al sentir el miembro erecto del mayor contra sus nalgas, frotándose lascivamente, mientras su dueño jadeaba pesadamente cerca de su oído.

Sus caderas fueron alzadas y Galeb se irguió ligeramente, sin dejar de agarrarlo por sus cabellos, dejando su rostro contra las sabanas, sin poder ver que hacía o lo que iba a suceder.

- ¡¡AAHHH!!

El fuerte grito resonó por toda la estancia, mientras se retorcía entre las sabanas de puro dolor. Sus ojos fuertemente cerrados dejaban escapar un reguero de lágrimas, mientras que de sus labios seguían saliendo gritos de dolor, ya que Galeb había entrado en él de una sola embestida, fuerte, dura, sin preparación, causándole el mayor dolor que nunca había sufrido.

- Duele...por favor...- suplicó con voz estrangulada. Todo su cuerpo temblando. Su entrada le dolía en sobre manera y sentía un tibio líquido escurrir por entre sus piernas. Seguramente estaba sangrando. Pero no le importaba, solo el importaba que aquel enorme miembro saliera de su interior, dejando de lacerarlo.

- Ahora viene lo mejor. - la voz de Galeb, llena de lujuria le llegó con nitidez entre las olas de dolor que sentía su cuerpo.

Un nuevo sollozo lastimero escapó de su garganta cuando Galeb se retiró de su cuerpo, pero enseguida se convirtió en un nuevo grito cuando lo embistió, introduciéndose hasta el fondo de forma rápida y dura, haciendo oídos sordos a sus suplicas y a sus lamentos.

- No...ngnnn basta...duele annng. ¡Para! - intentaba decir, mas parecía que su garganta solo era capaz de gritar de dolor, de sollozar mientras su cuerpo era ultrajado sin que pudiera evitarlo.

- Cállate.- oyó el gruñido de Galeb, antes de que la mano de este tironeara de sus cabellos, alzándole unos centímetros de la cama antes de volverlo a dejar caer.

Aquel miembro entraba una y otra vez en su interior, cada vez más rápido, cada vez más fuerte, haciendo que se perdiera en el dolor de su cuerpo, incapaz de protestar, suplicar, o intentar huir aunque no lo consiguiera.

Los jadeos de Galeb se hacían cada vez más fuertes, más roncos. La mano que apresaba su cadera se aferraba casi con desesperación, mientras las embestidas no hacían más que subir de intensidad, adquiriendo un ritmo frenético y casi animal.

- Pa...ra.

- ¡Dije que te callaras! - exclamó el otro antes de tirar de su cabello, tirando de él hacia atrás e incorporándolo, casi sentándolo en la cama, arrancándole otro gemido de dolor. Su rostro fue girado sin delicadeza hacia un lado y su boca de nuevo apresada por los labios demandantes del ojiazul.- Obedece o lo lamentarás.

La voz ronca de Galeb resonó en su cerebro a pesar de haber sido un susurro entre jadeos y gruñidos de placer. Lo volvió a dejar caer, esta vez colocándolo a cuatro patas, sujetándolo pues sus propias manos eran incapaces de sostenerle de tanto que temblaban.

- Sí, así. Tan estrecho.

Cerró los ojos fuertemente intentando ahogar las lágrimas, intentando no desfallecer, aunque una parte de el quería desmayarse y así no sentir más aquel dolor, aquel sexo violándolo sin pausa invadiendo sus entrañas.

- Ahh...- se paralizó por completo. El mayor había rozado algo en su interior que le había echo soltar aquel gemido. Un gemido que no era de dolor, sino de placer. "No. A mi no me gusta esto. ¡No!" - Ahhhhh. - sin embargo no pudo evitar soltar otro gemido cuando el miembro de Galeb volvió a rozar su próstata.

- Vamos Rómulo...gime para mi. - la voz ronca de Galeb de nuevo perturbando sus pensamientos, haciéndole sentir más sucio de lo que se sentía, y más por disfrutar de aquel acto cruel.

- Ahhh por favor. - suplicó, ya no sabiendo muy bien por qué suplicaba.

- ¿Por favor qué, Rómulo? Dilo. ¿Quieres que te dé más duro? ¿Más fuerte? - la lengua de Galeb lamió el contorno de su lóbulo, mientras aquellas palabras se le clavaban como puñales. - Vamos, se que lo estás disfrutando.- comenzó a besar su cuello, lamiéndolo con gula, muy diferente a cuando antes lo hería con sus dientes.

- No ahhh yo...no...ngnnn. - intentó acallar sus gemidos, intentó que estos no escaparan de su garganta, pero todo intento fue inútil cuando la mano de Galeb comenzó a masturbar su miembro al ritmo con el que lo embestía.- Aahhh.

Un espasmo de placer le recorrió el cuerpo entero, tensándolo y ocasionando que estrechara su entrada, arrancándole un gemido al ojiazul.

- Ahh, apriétame así Rómulo. Vamos...vuelve ha hacerlo. - dijo el otro, embistiéndole más ferozmente, casi con urgencia. Otro espasmo de placer y su cuerpo volvió a tensarse, ocasionando esta vez que no solo Galeb soltara un ronco gemido, sino él también.

- Ahhh Ga...leb...Ahhhh.- se aferró a las sabanas hasta volver sus nudillos blancos por la presión, sintiendo que no aguantaba más aquello, sintiendo el clímax ya demasiado cerca.- ¡¡Ahh!!

Se arqueó mientras aquel gemido escapaba de entre sus labios, su semilla manchando la mano del mayor, mientras este seguía embistiéndolo , extasiado por la estrechez que ahora lo cobijaba.

Soltó un nuevo gemido ahogado cuando la semilla de Galeb bañó sus entrañas, sintiendo como le escocían las heridas que el otro le había causado. Sus brazos ya no lo sostuvieron más y calló sobre la cama con el cuerpo del ojiazul sobre el suyo.

Cerró los ojos temblando, mientras la respiración del mayor chocaba contra su cuello enviándole escalofríos. No podía creer lo que le había sucedido. Galeb lo había violado y el había acabado disfrutándolo. "¡NO! No lo hice, no lo disfruté"

Ahogó un sollozo desesperado, no queriendo aceptar aquello. Su rostro volvió a ser girado y vio durante unos instantes aquellos fríos ojos azules calvados en los suyos, antes de que su dueño lo besara hasta quitarle el aliento, con ese aire dominante que había mostrado desde que aquello comenzó.

- No me equivoqué al pensar que serías delicioso. Ni tampoco en que lo disfrutarías, ¿verdad Rómulo? - solo la fuerte mano del castaño sujetando su barbilla impidió que girara el rostro para dejar de ver aquella media sonrisa en los labios del mayor.

Sintió aquella lengua lamer sus labios una última vez, antes de que el cuerpo del mayor se separara del suyo, saliendo de su interior y provocándole un pequeño quejido. El movimiento en la cama le indicó que Galeb se había puesto en pie, y por el ruido de ropas que oía seguramente se estaba vistiendo.

Solo cerró los ojos, no queriendo verlo, enterrando su rostro en la almohada, rogando porque se marchara y lo dejara ahí, en paz.

- Voy a quedarme durante bastante tiempo en la ciudad.- la voz de Galeb, lejana, le hizo girarse hacia un costado. El castaño estaba de pie junto a la puerta cerrada, una mano apoyada en el picaporte.- Mientras no haya nadie capaz de derrotarme en el coliseo, me quedaré aquí. Y vete sabiendo, Rómulo...- se giró para verlo directamente a los ojos, clavando su fría mirada en él, provocándole escalofríos.- ...que cada vez que pierdas, vendré a cobrarme mi premio.

Con aquella promesa el más alto salió de la habitación, dejándolo sollozando en la cama, temblando de pies a cabeza, con las lágrimas bañando su rostro, desesperado.

Desesperado porque sabía que el otro era más fuerte que él. Desesperado porque sabía que no podía irse del coliseo, ni negarse a luchar en los combates que allí se realizaban. Desesperado porque, por muy fuerte que se volviera, por mucho que entrenara, sabía que no lo lograría ganar nunca, pues una parte de él no quería ganar. Una parte de él, quería seguir siendo el premio de Galeb.

 

 


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