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Situaciones Encontradas por oliver_espectro

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Notas del fanfic:

También aparecen:

Seiya, Alberich, Pharaon, Artemisa, Saori, Pandora, Radamanthys, Aiacos y Julián Solo.

Capítulo 01Una marca en el desierto. Sin poder controlar su furia, chocó el puño contra uno de las paredes haciéndola desplomarse en pedacitos. Sus pupilas se movían frenéticas e histéricas dentro de sus ojos mientras que algunas lágrimas advertían con salir huyendo despavoridas... Se había ido...El muy desgraciado se había ido. Ahora cuando más quería que se quedase. Había sido demasiado injusto para con él, pues ni si quiera le había dado un por qué claro y entendible, simplemente un “no” un “no podemos estar juntos” y nada más. Se había ido, tan solo porque sabía que él no se conformaría con esa respuesta y que seguiría buscándolo, seguirían insistiéndole hasta que él por fin abriese los ojos y le aceptase pero......cortó esa idea de raíz, yéndose. ¿Tanto así querría evitarlo?¿Tanta repulsión le causaba?. ¿Le odiaba?. ¿Le caía mal?...Porque para haberlo abandonado como lo hizo debía de hacerlo en grandes cantidades pero entonces... eso decía que aquel hombre de signo virgo había sido un soberano hipócrita, ahora y todo el tiempo. Aioria cayó con una rodilla y un pie apoyados en el suelo, una mano en la frente y la cabeza baja, incrédulo ante tanta mala suerte, ante tan brusco acto. Él... siempre tan optimista.Pensando que era solo cuestión de tiempo para que Shaka lo aceptase y decidiese que por fin era él el compañero ideal para compartir sus vidas. Acostumbrado a tener amantes que si no caían en un primer intento lo harían obligatoriamente en el segundo.Pero ni siquiera ese segundo chance había tenido. ¡Se largó. Y Se largó justo para no verle más!. ...Se había ido a La India, su lugar de crianza y origen. Con quien sabe que excusa, un familiar necesitado parece que dijo...¡Pero Aioria lo necesitaba a él!. Ya se lo había dicho... y el muy... desconsiderado, se fue... El caballero de Leo buscó por todo el apartamento, una carta, una nota, un grafiti. ¡Algo, lo que fuese!. Un mínimo indicio de despedidas, de disculpas, de hasta luego, de a donde rayos voy, pero nada...Solo un pequeño papel de papiro, muy antiguo que ni siquiera se había tomado la molestia de observar con detalle, todo lo que le interesaba era que no tenía letra o idioma alguno que él pudiese entender...Capaz y ni pertenecía a Shaka, pues ninguna otra pertenencia había en aquel sitio. Arrugó aquella hoja y luego la rompió en pedazos dejándose llevar por el impulso.¡Que importaba si esa hoja era importante!. ¡Se lo merecía por haberse largado de aquella forma!. Los pedazos de papel cayeron regados en el piso cuando Aioria terminó de soltarlos con rabia y con el rostro ladeado observando hacia uno de los laterales. Fúrico y frustrado, sin encontrar ninguna respuesta a sus tantas preguntas en ninguna de aquellas paredes ni ventanas de aquel apartamento... El sonido de una brisa fuerte comenzó a llegar a su oído derecho.Parecía incluso arrastrar cosas no muy pesadas del piso.Comenzaba a hacer calor y los rayos del sol entraron por los lados haciendo que su piel le ardiese. Aioria volteó de nuevo el rostro hacia donde provenía el sonido del viento y tuvo que cerrar los párpados e interponer un brazo para que una gran cantidad de arena arrastrada por el viento no entrase en sus ojos...Sintió como el viento caliente le sacudió los cabellos, mientras que el suelo y el cielo parecían arder. Poco a poco tratando de evitar la arena, aquel hombre fue abriendo los ojos y la brisa cesó... Frente a si, la inmensidad completa de un majestuoso desierto se mostraba.El viento hacía levantar y trasladar la arena, creando incluso algunos pequeños torbellinos de aire. El sol parecía atacar con furia clavando sus rayos solares cual espinas, el suelo, no era mas que esa arena caliente que siempre había recibido esas ofensas de parte del sol. No pudo creer donde se encontraba. -         ¿Ya estás mejor?Una voz tras de si le sacó de sus pensamientos y le sobresaltó. Asustado se dio media vuelta y encontró sobre un caballo a un hombre de cabellos negros que le miraba con una ceja alzada.  Él aún sobresaltado y desconfiado, jadeaba sintiendo su garganta seca.-         Es normal lo que te pasa. El sol y la sed deben haber provocado espejismos... pero solo aguanta un poco más, ya estamos por llegar. Sin más aquel hombre le pegó dos talonazos a su caballo mientras le chisteaba y éste comenzó a andar dejándole atrás.  ... Se sintió estupefacto. Mas nuevamente fue sobresaltado cuando sintió un respiro en su espalda. Un caballo blanco se le había acercado, buscando no ser dejado tan atrás. El chico se dio cuenta entonces...No podía dejarse quedar atrás. Se sentía perdido y desconcertado, pero debía ser la sed, debía ser... Montó en el caballo y se sorprendió al darse cuenta que sabía cabalgar y siguiendo al hombre de cabellos oscuros continuó atravesando aquel desierto. Aún con esa sensación perdida y en el aire......Creía haber hasta olvidado su nombre. Pero éste definitivamente, ya no podía ser Aioria.  Finalmente llegaron a aquella pequeña ciudad con perros y niños corriendo por doquier. Comerciantes haciendo trueques, cambiando agua por alfombras, camellos por oro. Pronto, ellos deberían cambiar esos caballos por camellos... -         Espera aquí Pharaon. –Habló el hombre de cabellos negros.Y esto causó una fuerte impresión en el chico... ¿Pharaon?. ¿Era ese su nombre?Si... ahora lo recordaba debía ser. Observó como su acompañante y guía de viaje se acercó a uno de los comerciantes. Hablando en una lengua diferente pero que también se dio cuenta de que conocía. Al cabo de un rato y recibiendo a cambio unas cuantas pulseras de bronce, el comerciante le dio a Aiacos una botella regularmente grande con agua... ...Aiacos. Si, ése era su nombre.A medida que veía que el agua y su paz se acercaban, Pharaon parecía ir recuperando la cordura. Aiacos venía caminando serio y con seguridad hacia él. El hombre se bajó del animal apurado por recibir a Aiacos y apenas su brazo estirado alcanzó, tomó en sus manos aquella botella y tomó del pico unos cuantos sorbos de agua. -         Estabas mal. Le dijo Aiacos mientras lo veía beber con aquella desesperación.Pharaon no contestó, seguía pegado al pico de aquella botella.-         Parecía no recordar si quiera tu nombre. Pensé que no era un espejismo, sino la locura la que te había alcanzado. El hombre se separó de la botella sintiéndose repentinamente extasiado. Relajado...Había bebido agua... ahora, si había tiempo para lo demás. Aiacos le sonrió.-         Me preocupé por ti. – Le dijo ahora algo mas cálidamente. – Pero sabes bien que en ese estado, había que tratarte con severidad.-         Lo sé... – dijo Pharaon bajando algo el rostro.La mirada de Aiacos se mostró ahora algo mas cálida... y conocida.Una mirada distinta, pero a la vez familiar. Que traía recuerdos... imágenes.Por un momento, ambos se perdieron en la mirada del otro pero finalmente algunas voces de aquel mercado buhoneril les hizo salir de su embelesamiento.-         Vámonos, no estamos aún demasiado lejos.Pharaon nomás asintió y siguió a Aiacos a donde fuese que le fuese a llevar. ...Apenas y pasando por entre todos esos mini puestos de vendedores ambulantes pudo ver su reflejo en una bandeja de plata brillante. Y darse cuenta que tampoco recordaba su imagen. Sus cabellos negros y por los hombros, su rostro fino, sus ojos amarillos y su piel tan morena...Era otra persona. Esa misma tarde lograron cambiar los caballos por dos camellos, muchísimo mejor adaptados para cruzar aquellos largos desiertos y caminos calurosos que aún les quedaban por atravesar. Aún por la noche seguía montados en los animales jorobados, tambaleándose de un lado al otro, queriendo caer dormidos. Pero de hecho era mucho menos pesado andar de noche que de día con aquel sol implacable sobre sus cabezas...El agua debía haber surtido un gran efecto en Pharaon quien ahora podía recordar casi todo, casi...-         ¿Por qué huimos Aiacos? La pregunta, a pesar de haber sido un susurro, fue toda una ofensa para su acompañante. Una ridiculez. Una falta de respeto que hasta incluso pareció desconcertar al mismo Aiacos, sorprendido por tal pregunta.Se detuvo con su camello dándose media vuelta para encararlo atónito y le habló tajante.-         ¡Por Nosotros Pharaon!. – Le habló con fuerza viéndolo a los ojos, hizo mover su camello hasta quedar a su lado y poderle tomar del rostro, asustado. - ¡No me vengas a decir ahora que te vas a echar para atrás!.-         No...-         ¡¿No lo harás verdad?-         No...-         Porque si lo haces...-         ¡No, no lo haré Aiacos!. – Habló ahora mas alto Pharaon. Devolviéndole finalmente la seguridad al repentinamente desesperado Aiacos.-         Hemos sacrificado mucho... para poder llegar hasta aquí.-         Y no digo que nos echemos para atrás solo que... aún no recuerdo del... todo que...-         Me asusta que no recuerdes. Porque me hace sentir que estoy solo en éste camino. Aiacos subió la mirada, el cielo estaba lleno de estrellas. Despejado.Una serpiente negra podía verse alejarse arrastrándose rápida a lo lejos. -         He dejado a mi familia, por ti...Comentó el hombre viendo al suelo.Talvez... esto no fuese nuevo para Pharaon, pero el peso fue tal cual el de alguien que se acaba de enterar.-         He puesto en riesgo mi vida por ti. – Prosiguió el hombre. – Renuncié a mi riqueza y a mi reputación por ti. Volvió su mirada de regreso hacia Pharaon.-         ¿Ahora entiendes por qué me asusta que me preguntes eso? Pharaon bajó la mirada profundamente avergonzado.Aiacos notó su arrepentimiento y vergüenza y volvió a respirar con tranquilidad después de un profundo suspiro. -         No podemos parar de andar. – Dijo en lo que fue casi un susurro. – Tu padre y tu familia nos andan buscado... y no ha de estar muy felíz porque su hijo se haya escapado... con un hombre... – Pegó sus talones al animal haciéndole andar. – Ha de querer matarme...  Ahí estaba.Directa y precisa.Esa era la razón... por eso debían de huir... ¡Atravesar todo Egipto si era necesario!.¡Y darse prisa!. ¡Su padre era poderoso y...! -         ¡AHÍ VAN ESOS CONDENADOS!Ese grito desgarró el intenso silencio de la profundidad de esa noche y ambos voltearon asustados escuchando lo último que quisiesen oír en ese momento. La voz del siervo de su patrón asomado sobre un camello, y mas allá... el padre de Pharaon. -         ¡Corre!. Le ordenó Pharaon inmediatamente mientras él hacía lo mismo.Sabía lo que su padre haría... ¡Sabía que no lo dejaría pasar!. Un zamuro despierto aún a esas horas pasó por encima de ellos, mientras que ambos cabalgando hacían levantar aquel montón de polvo y arena. Tras ellos... los siervos y su patrón, desenvainaban espadas gruesas y afiladas...Algunos venían a caballo... -         Nos van a alcanzar. –Comentó Aiacos en un tono que a Pharaon no le gustó para nada. Estaba resignándose a morir. Se vio obligado a tomar una decisión dio media vuelta y se detuvo esperando a su padre y sus hombres. -         ¡No te detengas, huye!. ¡Yo los detendré!-         ¡No!. – Gritó Aiacos deteniéndose también. - ¡Si estoy huyendo es por ti!. ¡Por estar contigo!.-         ¡Nos encontraremos de nuevo pero ahora es necesario sobrevivir!-         ¡No pienso dejarte acá!.-         ¡LÁRGATE!-         ¡NO!-         ¡LÁRGATE O MI PADRE TE DEGOLLARA!... ¡YO MISMO TE BUSCARÉ! Nunca había visto a Pharaon con aquella actitud tan recia. Sus ojos parecían haber olvidado el miedo, ahora era a Aiacos a quien éste se le reflejaba en los ojos. Los hombres se acercaban... 3 hombres... y su padre... -         ¡Lárgate!Insistió Pharaon en un grito.Aiacos se mantenía estático sin saber que hacer, ni que decir... completamente en shock. Nuevamente Pharaon tuvo que actuar.Golpeó con sus talones al animal y éste emprendió la carrera al sentido contrario en el que iban inicialmente... es decir, iba de frente hacia los asesinos... Esto obligatoriamente hizo reaccionar a Aiacos.-         ¡PHARAON!. ¡NOO! Pero ésta vez fue él quien no le hizo caso.Aiacos se mantuvo aún un rato mas estático sin saber que hacer...¡No podía hacer nada!... Era momento de una decisión rápida.-         ¡IAA!Le gritó mientras hizo correr al camello en sentido contrario.¡Ojalá, ojalá Pharaon le viese huir y se devolviese a tiempo!. Pero no... -         ¡Padre, para!-         ¡Encuéntrenlo!. ¡Ya está en nuestras manos!-         ¡Espera papa no vayas a hacerle nada!. – El hombre se acercó con su camello y cuando estuvo lo suficientemente cerca le otorgó una muy acertada cachetada a Pharaon haciéndole caer del animal.-     ¡Encuéntrenlo! Los tres hombres, dos a caballo y uno en camello fueron a su alcance.El padre de Pharaon los vio alejarse en la polvareda persiguiendo a aquel punto que se veía a lo lejos. Y de golpe volteó su mirada hacia donde tirado encontraría a su hijo-         ¡No sabes la deshonra que...!No pudo hablar más.No tuvo aire. Observó su vaina y se dio cuenta: la espada no estaba allí....Estaba clavada en su estómago. Y siendo sostenida por su hijo.-         Perdóname padre. – Habló Pharaon, mientras el hombre mayor caía de lado sin poder ya sostenerse sobre el animal. El hijo sacó la espada ensangrentada de su cuerpo y tomó el corcel que antes montase su padre... y sin tiempo para despedidas, partió tras aquellos hombres. El Camello de Aiacos hacía su mayor esfuerzo para correr lo más rápido posible...El cabellos negros estaba asustado, cada vez los dos hombres a caballo estaban mas cerca. Buscó rodearlos, levantar polvo y hacer maromas para despistarlos pero no lo consiguió. -         ¡ARGH!Una estrella de cuchillas afiladas le rozó una mejilla cortándole. Aquellos hombres le estaban atacando y ésta vez le habían logrado rozar. ...El susto era doble pues los camellos son traicioneros. Y éste lo fue...El animal cayó agonizantemente cansado al suelo. -         ¡DEMONIOS!... – No tenía tiempo para hacerlo levantar. Solo quedaba dos cosas por hacer... correr... o quedarse. Tomó una de las estrellas afiladas clavadas en la arena, con su pie levantó una gran polvareda de arena y espero a que las siluetas de los jinetes se mostrasen entre ellas apenas lo suficientemente cerca... ¡Y se la lanzó!.-         ¡ARGH!Gritó uno de los hombros adolorido al habérsele incrustado en su ojo derecho.-         ¡Maldito! – Gruño el otro lanzándole aún más de esas estrellas filosas de metal. Solo ahora Aiacos pudo correr.Mas una de ellas alcanzó una de sus piernas enterrándosele en la batata. -         ¡Hombre!. ¡Señor!. ¡Mi padre se encuentra muy mal! ¡Ayúdelo!. ¡Le han enterrado una espada en el estómago! – Habló Pharaon alcanzando al que iba de último de todos los siervos, el del camello.-         ¡¿Qué?!Las instrucciones en un caso como ese... eran claras...Mas valía la vida de su amo, que la del enemigo. El hombre se dio media vuelta ahorrándole a Pharaon el acto de tener que matar a un hombre más, quien por fortuna no vio su espada resplandecer ensangrentada mientras él aún cabalgaba veloz tras la pista de Aiacos y los hombres. Aún podía verlos a lo lejos... uno se había detenido. Aiacos trataba de levantarse  a pesar de tener enterrada aquella flor de metales punzantes con gran lentitud y dificultad. El hombre en caballo pasó a su lado y le cortó a lo largo y ancho con su espada por el lado derecho cerca de sus costillas...-         ¡ARGH!...-         ¡No debiste meterte con mi patrón ni su hijo!.Volvió a pasar cerca de Aiacos ésta vez por el lado contrario rasgándole las ropas y haciéndole sangrar aún más que la vez anterior. Aiacos cayó al suelo, completamente herido, y adolorido. Tomó una piedra en el suelo y se colocó boca arriba para poder lanzársela... ...falló... El corcel se detuvo finalmente con gracia frente a él. Ya estaba listo.El hombre solamente tuvo que bajarse del caballo, alzar su espada sosteniéndola con las dos manos y...-         ¡URGH!... Aquel gemido atragantado retumbó en el lugar, mientras la sangre salía de la boca del hombre. El viento levantó un poco mas la arena... y parecieron pasar horas en esos pequeños segundos... Pharaon sacó lentamente la espada que le había incrustado a aquel hombre por la espalda, mientras éste caía muerto al suelo... Sus ojos estaban cerrados... dolido por todo lo que había tenido que hacer.Pero relajado... relajado porque Aiacos finalmente estaba a salvo... -         Aia... – Pharaon abrió los ojos justo para visualizar una de las escenas mas horribles que pudo haber visualizado en todas su existencia. Aiacos le sonreía acostado boca arriba sobre la arena, mientras que una inmensa víbora negra como la que hubiesen visto instantes antes se erguía tras de él.-         ¡AIACOS NO! Muy tarde... la serpiente atacó justo al punto mas temible e insalvable, mordiendo y enterrando sus colmillos y su veneno en la yugular de Aiacos.-         ¡NOOOOOOOOOO!. –El grito ronco e histérico de Pharaon retumbó por todo el desierto, mientras bajándose inmediatamente del caballo asesinaba a la serpiente picándola en dos partes con su espada, en busca de salvar la vida de Aiacos......algo que ya no lograría. Separó la cabeza aún enterrada al cuello de Aiacos, desesperado.El hombre en el piso trataba de hablar y respirar sin poder, se estaba atragantado.-         ¡No Aiacos, no por favor!El hombre le veía a los ojos asustado. Mientras una de sus manos se levantaba y se posaba en la nuca de Pharaon. Quien lo sacudía llorando porque no se muriera.-         ¡No cierres los ojos!. ¡No los vayas a cerrar!Fue justo ahí cuando comenzó a sentir esa pesadez......Osiris debía estarle esperando. -         ¡No te mueras Aiacos por favor!. ¡No me dejes!Era en vano suplicar... el sabía, que ya nada, en medio de ese desierto podría hacer. Nada... En un último intento por respirar, vio como los ojos de Aiacos se cerraron en un gesto apretado. Un último intento por respirar... y murió. Pharaon gritó y maldijo mil veces, viendo a la luna, al desierto, a Aiacos...Apretándolo con fuerza. Viendo sus manos bañadas en sangre... y el rostro ya no tenso del que fuese en vida su amante, su vida y su aventura. Oyó pasos a lo lejos pero eso ni siquiera le importó.Lo sabía bien, él también moriría esa noche. Solo tomó la pequeña mochila que tenía Aiacos atada a su cintura, y sacó de allí una hoja, de aquel material típico por esos lares, dispuesto a cumplir la que ya sabía desde antes sería la última voluntad de Aiacos... Sacó también un pincel y un mínimo frasquito con tinta...Apoyó el papel lo mas estirado que pudo sobre el cuerpo de Aiacos mientras lloraban sin pensar en contenerse. Mojó el pincel y comenzó a garabatear lo más rápido que pudo en aquella hoja, escribiendo, dejando lo que Aiacos hubiese querido que dejase... Los pasos se acercaron demasiado.¡Terminó! Pharaon volteó con la hoja en alto y mirando molesto al hombre sobre el caballo y con un ojo sangrando frente a si. -         ¡Una vez muertos!. ¡No tienes derecho a tocarnos!.-         ¡Ni me interesa hacerlo!Fue la única respuesta llena de rabia de aquel hombre, justo antes de mover rápido su brazo y hacer que la sangre fluyese del cuello destruido de Pharaon. -         ¡NO!Aioria respiraba jadeando asustado. Como si acabase de salir de una repentina e inesperada pesadilla. ¿Qué... rayos... había sido... eso? Subió la mirada y vio los trozos de aquel papel siendo volados por el viento...Rotos, despedazados... con algunos pedazos ya perdidos, y con la tinta ya casi invisible. Inútil... o talvez no tanto. ¿Por qué rayos había visto esto?Porqué... había sentido todo, como si fuese el mismo Pharaon...Y por qué... ¿por qué vio a Shaka en los ojos de aquel hombre amado de cabellos negros? Se puso de pie temblando de pies a cabeza...No todos los días te la cortan precisamente. -         Aioria... Se sobresaltó al escuchar ese susurro...O no, no era un susurro. Ni siquiera era una voz... era un mensaje directo a su mente, o a su alma... -         Aioria... ya entiendes por qué no podemos estar juntos.-         ¡Shaka!. ¡Shaka ¿donde estás?!-         Lo que quise evitar fue precisamente que sintieses eso. Ya resígnate a que así es nuestro karma.-         ¡No!... ¿Dime donde rayos estás por qué te has ido?-         ¡No me busques!-         ¡Shaka!. ¡Shaka!... ¿Qué fue eso que vi?. ¿Qué quiere decir? Shaka desde donde se encontraba suspiró. Y se resignó de dejar de hablarle por telepatía.Aún Aioria no había entendido... talvez no quería comprender.Y lo único que Shaka podía hacer por él, era lo que había hecho hasta ahora, ignorarlo...Lamentó haber dejado ese papiro, allí... haberlo perdido entre tantos objetos... Pero solo había sido ese... Shaka volteó su rostro y abrió los ojos para visualizar un baúl abierto, lleno de diferentes objetos, desde ropas y vestidos antiguos, hasta sombreros, armas y juguetes... No...Mas ninguno llegaría a manos de Aioria.Mas ninguno... -         ¡Manos arriba!... ¡Y no intentes nada!... El rubio volvió hacia la entrada del cuarto en el que estaba. Desde allí un hombre con un cuchillo le miraba amenazante. Shaka bajó la cabeza entendiendo...Entendiendo que era el destino mismo el que quería que se encontrasen otra vez... como siempre. Para que todo sucediese, como siempre... -         Quédate donde estás. –Habló el ya reconocido ladrón, de todos modos Shaka ya no opondría resistencia. Si no era él sería alguien más quien vendría y movería esas cosas de lugar... así como no había sido ninguno de los siervos de aquel señor sino una serpiente quien acabase con la vida de Aiacos... El hombre metió la mano en aquel baúl con tantos objetos sobresalientes. Demasiado llena, talvez aún no había deshecho la maleta, mas sin embargo no tenía como llevarse todo eso, solo las cosas de mayor valor... Entre todos aquellos objetos, Shaka pudo observar ya adivinando que ése sería el que más le llamase la atención... Un gigantesco collar bañado en oro con pequeñas pepitas incrustadas de rubí y topacio...-         Parece que esto es lo mas valioso que tienes por acá. –El ladrón miró al chico quien se encontraba calmado e inmutable. Sentado sobre el suelo en posición de Loto.-         Sigue meditando... yo solo me llevaré esto. No eres mas que un pobre diablo... Shaka no se creyó esas palabras.Al hombre se le notaba prisa, debía haber robado ya en otro sitio por alrededor, le perseguían y andaba apurado. Mejor, que se fuera rápido. Y así lo hizo... Y en efecto, lo pillaron. -         ¡Ahí va!... –Lo señaló un hombre de vestimenta blanca.El ladrón al verse delatado salió huyendo mientras que una gran cantidad de hombres con palos y cuchillos le perseguían dispuesto a lincharlo.  Corrió buscando ocultarse entre alguna de aquellas humildes casas sin sentirse seguro en ninguno de aquellos escondites. Buscando... ¡Buscando donde poder ocultarse!... Miró a todos lados y encontró algo, un grupo concentrado de vacas se encontraban pastando a unos cuantos metros... era raro verlas tan unidas siendo libres de andar por todo el lugar, pero ése era su escondite perfecto. Corrió hacia ellas y se ocultó tras una, que a su vez, estaba cubierta por unas cuantas más...No debían verle... Asomó su rostro no más para echar un vistazo y vio como los hombres se acercaban y se asomaban buscándole entre las vacas. Bajó el rostro inmediatamente para no ser descubierto y procuro quedarse en silencio...No se oía nada.Nada más que ese típico sonido de los ganados... esos quejidos y a veces largos discursos que las vacas le daban al pasto, a los mosquitos y a si mismas... El ladrón se asustó cuando observó como una le delataba con la mirada.Se había quedado quieta. Demasiado quieta, observándole.La verdad era que algo le había llamado la atención y lentamente la vaca buscó acercarse al hombre escondido tras la otra vaca. El hombre trató de apartarla de si con sus manos sin hacer ruido, pero ésta vaca no estaba acostumbrada a doblegarse frente a nadie y no descansó hasta que tuvo en su boca aquel collar largo de oro que apenas hace minutos hubiese tomado el ladrón. El hombre sujetó por fuerza el collar. ¡Ese era el motivo de su huida!. ¡No iba a dejárselo tan fácilmente a una... vaca! Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón dicen, pero quien sabe si esto sea igual con las vacas. El punto fue que la prenda con las pepitas de diamantes comenzó a sonar en aquel forcejeo y el hombre tuvo que resignarse a entregarle aquella prenda al animal antes de ser descubierto y dado por muerto. -         ¡Ahí está! ¡MUERTO!El hombre salió corriendo para no terminar así mientras los residentes del lugar le perseguían aun armados. Se dio a la fuga por la izquierda ya sin importarle nada mas que quedar vivo... La vaca se alejó campante masticando aquella prenda, creyendo que le serviría de algún alimento... finalmente, cuando se resignó a que no lo haría, la dejó tirada en el suelo sin mayor importancia.

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