Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Maestros de la noche por Ter_Killer

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Bueno, aqu vengo con otro one-shot. Como veis uno sobre vampiros ^^

Antes de dejaros con el fic quiero agradecer a mi querida nee-chan Akane Miyano el haberme beteado el one-shot. Gracias cosa!!! >////<

Ahora si, disfrutad ;)

 

Maestros de la noche

 

Sus iridiscentes ojos siguieron el caminar de aquella figura, camuflada entre los demás transeúntes, como si fuera un humano más, aunque fuera todo lo contrario.

Lo había sentido antes de verlo y al girar su rostro allí estaba, entre la multitud que caminaba por las calles yendo a las tiendas, hacia sus casas o sólo dando un paseo.

Escondió su presencia y lo siguió por un rato, cuidándose de que el otro no lo descubriera. Había pasado tanto tiempo. Habían pasado tantos años desde que se separó de él. Su creación, su hijo, su vampiro. El corazón le había latido con fuerza sólo de sentir su presencia, y sin embargo...Aún no era tiempo de que se vieran cara a cara.

Lo conocía bien y sabía que aún estaría un par de semanas en aquella ciudad. Tenía tiempo de sobra para vigilar sus pasos y preparar un encuentro propicio. Así que de momento, lo dejó marchar junto con la multitud, perdiéndose en las calles.

***

Una pequeña figura corría entre las calles de la ciudad, alegre en cierto modo. Le gustaba aquella ciudad, Lugo, sobretodo ahora que era invierno. Con sus días nublados y normalmente lluviosos, a veces las gotas cayendo de forma torrencial, y otras como un suave rocío. Y la niebla que cubría sus recovecos a medida que avanzaba la noche, a veces tan espesa que casi no se veía nada a 5 metros. Le recordaba a su amada Inglaterra, haciéndole sentir algo de añoranza.

Además, le gustaba aquella época del año, cuando anochecía tan temprano, siendo a las 7 de la tarde casi ya noche cerrada, permitiéndole pasar desapercibido por las oscuras calles. A él, un niño de más de un siglo pero al fin y al cabo niño a los ojos del resto de humanos que caminaban por las mismas calles  que él lo hacía.

Y es que a pesar de sus años vividos conservaba la apariencia de cuando fue convertido en un vampiro. La apariencia de un niño de 12 años. La verdad era muy raro ver a una "criatura" como él caminar solo por las calles de cualquier ciudad a las 5 de la madrugada. Aunque la sociedad del siglo XXI poco se extrañaba de ver a un pequeño vagar a esas horas.

Se paró frente a un escaparate, fijándose en la figura que reflejaba. No medía más de 1,43. De piel morena y suave, cuerpo delgado y rasgos finos. Su pelo castaño cubría su frente y algunas veces sus ojos, y los mechones se acomodaban graciosamente en torno a su rostro. Poseía unas pestañas cortas pero tupidas, de un color algo más claro que su pelo,  que enmarcaban unos ojos de color verde claro, que contrastaban con su piel.

Le hacía gracia su atuendo: deportivas azules, un vaquero deslavado, una camiseta manga larga roja con algunas letras y una chaqueta marrón bastante abrigada, aunque no le hiciera realmente falta pues siendo vampiro no sentía mucho el frío.

Eran unas ropas normales para aquella época, pero tan diferentes de las que portaba cuando era humano, o cuando paseaba por las adoquinadas calles de Londres... Por eso también le gustaba aquella ciudad. Por las estrechas calles que había dentro de la muralla. Calles peatonales y pavimentadas con adoquines, como un pequeño laberinto, pasando a veces por zonas poco iluminadas...Ciertamente, le fascinaba. Y en cuanto marchara de allí volvería de nuevo a hacer una visita a Londres.

Volvió a echar a correr, dejando atrás aquel escaparate junto a su reflejo, cruzando por un parque en el que aún jugaban algunos niños.

El reloj del ayuntamiento dio las 8 de la tarde y decidió marchar hacia las callejuelas, en busca de algún vagabundo con el que alimentarse. Normalmente lo hacía más de madrugada pero hoy quería hacer otras cosas y prefería estar bien alimentado.

***

Caminaba con elegancia y tranquilidad por aquella calle peatonal, viendo pasar a la gente que iba de aquí para allá haciendo sus compras. A lo lejos sonó un reloj dando las 8. Sino se equivocaba era el reloj del ayuntamiento.

Ya llevaba varios días allí en la ciudad de Lugo. Había recorrido sus calles, había observado a sus habitantes, había visitado su catedral...

Rió internamente. Aún le divertía el hecho de que alguien como él, una criatura de la noche, un demonio chupador de sangre, pudiera pasearse impunemente por la casa de Dios.

Aquello había resultado casi una ofensa para él en su época, poco después de ser convertido. Siendo él un caballero ingles de principios del siglo XX, instruido en los buenos modales, y como no, en el cristianismo, que un vampiro pudiera entrar en la casa de Dios, tocar un crucifijo, sin que callera sobre él la ira del todo poderoso era algo impensable.

Y sin embargo lo podía hacer, al igual que muchas otras cosas que había ido aprendiendo en el correr de los años. Y otras que había aprendido no eran más que invenciones de los mortales, que ignorantes de cómo eran en realidad las oscuras criaturas que habitaban junto a ellos, dejaban volar su imaginación y les atribuían poderes absurdos.

Un grupo de chiquillas pasaron junto a él  riendo disimuladamente, cuchicheando sobre él cuando creyeron que ya no las oiría. Craso error, su condición le permitía oír mucho más que cualquier mortal.

Sonrió ligeramente al escuchar los comentarios que hacían sobre él y sobretodo de su físico. Sabía que era atractivo, quizás no guapo, pero su figura junto con su forma de vestir y sus modales le hacían objeto de deseo de muchas féminas, y de algunos hombres también.

Había sido convertido en la plenitud de su juventud, a los 25 años, cuando ya era todo un caballero inglés, culto e instruido, de buenos modales y presencia elegante. Su 1,81 de estatura junto a su cuerpo bien formado y ligeramente musculado, gracias a las clases de esgrima y equitación, ya se habían ganado las miradas esquivas de muchas damiselas casaderas.

 Su rostro, enmarcado por una cabellera negra ligeramente ondulada que llevaba atada con una coleta baja, de cejas ligeramente arqueadas que le daban más profundidad a sus ojos color azul-grisáceo, y la perilla pulcramente recortada que confería a su rostro un aire serio y elegante, habían arrancado suspiros y sonrojos a aquellas a las que era presentado o que cruzaban miradas con él. Incluso el llevar lentes le daba más atractivo a su rostro.

Volvió a reír. Aún, tantos años después, tenía bastante suerte con las mujeres, y por qué no decirlo, también con jovencitos que veían en su figura una fuente de deseo y virilidad ciertamente atrayente.

Sacó del bolsillo interior de su chaqueta un reloj de cuerda bañado en plata y sujeto a una cadena también del mismo material. Abrió la tapa y comprobó la hora. Era aun temprano, pero prefería comenzar a buscar una víctima para alimentarse. A veces se le pasaba el tiempo demasiado rápidamente y nunca le había gustado comer cerca de la madrugada y con prisas.

***

Se internó con sigilo propio de un felino en uno de los estrechos callejones. No lejos de allí podía oír la respiración pausada de una persona. Podía escuchar el latido lento y acompasado propio de alguien que está durmiendo. Se relamió los labios al pensar en la dulce sangre que corría por aquellas venas.

No tardó mucho en encontrar a aquel alguien. A pocos metros de él había un vagabundo durmiendo sobre unos cartones y tapado con una raída chaqueta. Desde su posición podía oler el aroma a alcohol que el otro desprendía. Eso era una ventaja.

No es que le gustara especialmente la sangre de alguien ebrio pero siempre resultaba más fácil beber de ellos ya que cuando estaban "durmiendo la mona", como se decía en aquella época, ni siquiera se percataban de que les mordían.

Pronto ya se encontraba agachado frente a aquel vagabundo. Sus ojos verdes brillaban extrañamente en la oscuridad del lugar, mientras retiraba varios mechones de pelo sucio del cuello de aquel hombre. Su mirada se desvió un momento hacia su propia mano izquierda, aquella a la que le faltaba el dedo menique. Aquella que había inspirado compasión a muchos de los que después serían sus víctimas y que también había captado la atención de su creador.

Una vez libre el camino hacia el cuello de su víctima agachó el rostro hasta que sus labios rozaron la piel caliente, sintiendo su tacto un momento antes de clavar sus afilados colmillos y sentir en su boca aquel néctar que era para él la sangre de los mortales. Su boca se llenó golosa del espeso líquido, mientras su víctima se movía ligeramente y casi sin fuerzas, habiendo despertado demasiado tarde como para poder evitar su final.

Cuando el corazón de su víctima ya estaba casi parado separó sus labios de aquella carne y cerró la herida con su lengua, sin dejar ni una sola gota de sangre derramarse. Dejó salir un gemido de satisfacción, casi obsceno, relamiéndose los labios y paladeando el dulce sabor que aún persistía en ellos.

Fue entonces cuando se percató de que no estaba solo en el callejón. Se giró rápidamente para encarar a la otra persona, sabiendo exactamente quien era por su aroma y su poder, que aunque oculto aún se dejaba sentir mínimamente.

- Eres bueno, no te he notado hasta ahora.- habló quedo, con aquel timbre de voz infantil que caracteriza a los niños. Aquel tono entre dulce y travieso, mezclado con la sensualidad innata del vampiro.

- Ya me percaté de que estaba ocupado.- la voz del hombre más alto sonó profunda y bien timbrada, con una cadencia atrayente.

El de ojos verdes sonrió mientras escrutaba al otro. No había esperado que su encuentro fuera así, en un callejón mientras se alimentaba, pero tampoco se quejaba.

- Hace mucho tiempo que no nos veíamos, Theodore.- dijo el pequeño, acercándose hacia el otro vampiro, sonriendo más ampliamente.

- Cierto. Hace ya bastantes años de nuestro último encuentro, maestro.- su expresión seguía seria, sus ojos grisáceos fijos en la figura de aquel chiquillo inmortal que siglos atrás lo había creado.- Puedo preguntar por qué sonríe, maestro.

Como respuesta sólo recibió una cantarina risa.

- Sonrío porque no has cambiado nada. Siempre con tus trajes elegantes, tus buenos modales de perfecto caballero inglés y tu mirada seria pero serena detrás de unos finos lentes.- le contestó al fin a su pregunta.- Y ahora yo pregunto, ¿Cuántas veces tengo que decirte que no seas tan formal conmigo? Conoces muy bien mi nombre, sir Theodore Craw.- su voz sonó ligeramente traviesa.

- Perdona, Nicolay, no volverá a suceder.- el moreno hizo una leve inclinación de cabeza para luego volver a erguirse y mirar a su creador con la misma faz serena.

Por su parte el de ojos verdes estaba encantado. Desde que lo había visto por las calles de Lugo que había deseado volver a hablar con él, compartir las noches vagando por la ciudad como sombras, ir de caza juntos, como cuando años atrás después de convertirlo en su hijo vampírico. Theodore, su mejor y única creación. Su perfecto caballero inglés.

- ¿Te has alimentado ya?- el otro cabeceó. Poniendo más atención se fijó en que su piel no era tan pálida como de costumbre y que su cuerpo emitía un ligero calor. Su cambio no era muy evidente pero era suficiente para pasar desapercibido entre los mortales.

No como él, que al tener un cuerpo menudo y haber ingerido casi toda la sangre de un adulto ahora mostraba unas mejillas sonrojadas y unos labios rojos y húmedos, y su calor corporal era mayor que el del moreno.

- Entonces acompáñame  a dar un paseo. Aún queda mucha noche por delante y ambos tenemos mucho que contarnos.

- Cierto, hay mucho que contar.-educadamente se apartó dejándole paso y esperando  al otro para seguirlo allá donde le guiara, sin importar lo extraños que se veían juntos o el dejar tras de si el cadáver de un vagabundo desangrado que parecía dormir tranquilamente, aunque ya nunca despertaría.

***

Habían llegado pocas horas después al hotel donde se hospedaba Theodore. La recepcionista lo saludó educadamente, sin mostrar en ningún momento si le causaba desconcierto el hecho de que aquel hombre alto y elegante ahora fuera acompañado de un chiquillo de 12 años que correteaba feliz hacia el ascensor.

Igual a Theodore no le importaba. Les había pagado una buena suma de dinero para que no hablaran de más, por muy extrañas que les parecieran sus costumbres, sus órdenes o sus compañías.

Indicó al botones el número de planta donde se encontraba su habitación. Como normalmente hacía había alquilado una de las suites más caras, en la última planta del hotel, donde sólo había otra habitación más, la cual estaba desocupada.

- Tú siempre amigo del lujo.- le dijo Nicolay cuando salieron del ascensor y recorrieron el elegante pasillo enmoquetado hasta la suite.

Dejó que el de ojos verdes entrara primero y curioseara la habitación, mientras él cerraba con llave y colgaba su abrigo negro en el perchero, desanudándose después la corbata y quitando el primer botón de la camisa.

- Tú tampoco has cambiado nada, Nicolay.- le dijo cuando lo vio pasar corriendo hacia el amplio baño.- Sigues comportándote como un chiquillo a pesar de que hace siglos que dejaste de ser uno.

El castaño salió del baño riendo alegremente, mirando a Theodore con un brillo divertido en los ojos.

- Es más entretenido así. No sabes las cosas que me perdonan porque creen que no soy más que un niño con una hiperactividad propia de mi edad. Además de que mi apariencia también me facilita las cosas a la hora de la caza.- ahora aquellos ojos verdes tenían un brillo malicioso.

Se quitó la chaqueta y la tiró descuidadamente en uno de los sillones bajo la mirada algo reprobatoria del moreno, que siempre era bastante ordenado y pulcro.

- Vamos Theo, no me mires así. Me harás sentir mal.- dijo poniéndole una carita compungida que el otro sabía era falsa.- Además, después de tanto tiempo sin vernos deberíamos aprovechar el tiempo en cosas más interesantes que discutir sobre mi falta de orden.

El moreno alzó una ceja, mirándolo con los ojos ligeramente entrecerrados.

- ¿Como qué? - el pequeño sonrió de medio lado y se acercó a su hijo vampírico con pasos felinos y estudiados, haciendo uso de toda la sensualidad que como hijo de la noche poseía.

- Vamos, lo sabes muy bien.- le dio un ligero empujón en el pecho, obligándolo a sentarse en la cama. Pronto, el de ojos verdes ya se encontraba sentado sobre el regazo del otro, con sus piernecitas a cada lado de las caderas del moreno.- Lo deseas tanto como yo. Me lo dicen tus ojos, esos que aprendí a leer ya que no puedo leer tu mente.- Nicolay se refregó ligeramente contra el otro cuerpo mientras acercaba su rostro al del mayor, casi rozando sus labios.- Así que, ya sabes lo que tienes que hacer.- murmuró sobre lo labios del ojigris.

- Si, maestro.- contestó con voz ronca por el deseo antes de apoderarse de la boca del menor con ansias y con una pasión desbordante.

***

Theodore paseaba sus labios por el pecho del más menudo mientras sus manos acariciaban la piel suave que poseía su maestro. Las ropas de ambos llevaban tiempo regadas por el suelo, y sus cuerpos desnudos, calientes y excitados, reposaban sobre las mantas de la cama buscando rozarse con el contrario a cada segundo.

El sonido de sus besos y de los suspiros del castaño era lo único que se oía en la habitación, acompañado ocasionalmente por el ruido que hacían las mantas cuando Nicolay se aferraba con fuerza a ellas.

El pelo del moreno caía sobre la piel desnuda del de ojos verdes, causándole pequeñas cosquillas que le hacían reír entre suspiros. Su respiración se fue acelerando mientras el moreno seguía descendiendo por su vientre, hundiendo su húmeda lengua en su ombligo para luego ir más allá.

- Ah...Theodore.- aferró con una mano los cabellos del nombrado mientras su virilidad juvenil y erguida recibía en toda su longitud el aliento cálido y húmedo del otro vampiro.

Pronto una lengua experta y juguetona lamió la extensión de aquella masculinidad poniendo énfasis en el enrojecido glande, espoleado por los gemidos cada vez más altos y sensuales del de piel morena.

- Theo...ah...deja los juegos y trágatelo todo.- exigió el menor excitado. En otras ocasiones le encantaban todos los juegos de su amante, en eso el de ojos azul-grisáceos era todo un experto, pero llevaba demasiado tiempo sin estar con él como para soportarlo.

- Tú siempre tan impaciente...y mal hablado.- respondió el inglés sin inmutarse, besando la punta rosácea de aquella erección, rozándola con sus colmillos, consiguiendo un largo y prolongado gemido del castaño.

- Es tu culpa...me excitan tus caricias, tus besos, tus lamidas...al igual que a ti te excitan mis gemidos, como te clavo las uñas cuando rozas una zona sensible de mi cuerpo, como me retuerzo jadeando tu nombre entrecortado por el placer.- sus ojos verdes miraban pícaros al moreno, que con el rostro sobre su miembro mostraba una expresión excitada y en sus ojos un brillo de lujuria casi animal que estaba reservado sólo para él.- Así que tómame como sólo tú sabes hacerlo, mi caballerito inglés.

Le estaba provocando, le encantaba sacar el lado más animal e insaciable de Theodore, haciéndole olvidar toda su buena educación y decencia para que se dejara dominar por sus más bajos instintos. Como ahora.

Ni bien hubo acabado de hablar Theodore volvió a su labor, esta vez albergando repentinamente y por completo toda la virilidad de Nicolay, otorgándole una fuerte succión que le hizo estremecerse de pies a cabeza.

Ascendió por toda la longitud rozándola con sus colmillos, pero no fue hasta que llegó al enrojecido glande que los clavó en la carne, abriendo dos pequeñas heridas que rápidamente comenzaron a sangrar y ocasionando que Nicolay no lanzara un gemido, sino un grito de puro goce mientras se arqueaba y ponía los ojos en blanco.

Succionó la punta, llenando su boca y sus papilas gustativas de la sangre de su maestro,  y de las pequeñas gotitas de pre-semen que empezaban a escapar de su miembro. Su lengua jugueteaba en los pliegues de aquella piel, esparciendo el sabor de la sangre por la zona para luego volver a succionar la herida y obtener más de aquel néctar junto a una sinfonía de gemidos.

Cerró aquellas dos pequeñas perforaciones con un poco de su sangre comenzando a tratar de nuevo aquel trozo de carne palpitante, intercalando los besos con mordiscos, dejando que la sangre fluyera un poco para luego beberla con avidez.  Recorrió de forma ascendente aquella masculinidad  para volver a albergarla en su boca por completo, succionándola de forma rápida y precisa, con fuerza.

- ¡Theod-ahn! Theodore...Dios ¡Ahh!- el ojiverde se aferraba con fuerza a los cabellos del otro vampiro con una mano mientras la otra se agarraba a las sabanas.

El más grande escuchaba complacido aquel coro de gemidos acompañados de su nombre y de alguna blasfemia, notando claramente como subía cada vez el tono de voz de su maestro a medida que aumentaba el placer. Y quedó más complacido cuando sintió el claro sonido de la tela al ser rasgado por las filosas uñas.

- Theodore ngn...vas ahh a hacer que me arg venga.- tiró del cabello del moreno para separarlo de su erección, aunque solo lo consiguió a medias. Ya no lo albergaba en su boca, succionándolo de aquella manera enloquecedora, pero seguía repartiendo besos por cada centímetro de su virilidad.- Tómame. Tómame ya Theodore.- exigió con tono apremiante y totalmente deseoso, el placer insatisfecho destilando por sus palabras.

- No, aún no.- respondió el moreno con voz ronca, pero cadenciosa.

- Tómame ¡maldita sea! Te lo orde-¡¡Ahh!!- no pudo seguir exigiéndole pues el de ojos azules-grisáceos  había mordido su muslo con pasión, bebiendo la sangre que ahora emanaba de su herida. Para el castaño todo un golpe bajo, pues aquel era su punto más débil y el otro lo sabía.- Ngn...mal nacido ahn...Dios...no, no pares- sus profundos jadeos intercalándose con algunos sollozos que reprimía.

Había sido demasiado tiempo sin aquellas enloquecedoras caricias, que sentía que no aguantaría mucho más si el otro seguía así. ¡Por Satanás! Si sólo de pensar en que el otro pronto lo penetraría y podría sentirlo moverse y adentrarse en su interior sentía que su miembro explotaría.

- Es mi castigo...por tanta palabra mal sonante.- el murmullo de aquella voz cargada de deseo vibró entre las tiernas piernas del de aspecto más joven, mientras sus colmillos ya sobresaliendo claramente de su labio inferior disfrutaban de hundirse en aquella carne suave y deliciosa, más que la de cualquier víctima que hubiera probado en todos sus años.

Cerró la herida y siguió jugando entre los tiernos muslos, pero estaba claro que en el estado en el que se encontraba Nicolay este no iba a ser paciente. En un rápido movimiento ya se encontraba con la espalda contra el colchón y el peli castaño sobre su regazo, sujetándole las muñecas y mirándolo de forma depredadora.

El pequeño cuerpo del otro ocultaba una gran fuerza. No por nada era su maestro, el que lo había creado y enseñado durante años. Y siempre había sido algo más poderoso que él, cosa que tendía a olvidar.

Teniéndolo bien sujeto el ojiverde comenzó a frotó sus nalgas contra el ya erguido miembro de su hijo vampírico, relamiéndose de placer al escuchar los suspiros que intentaba ocultar el otro, disfrutando al notar aquellas pupilas dilatarse de placer, torturándolo como el otro había hecho con él.

Hizo un sinuoso movimiento y rozó el enrojecido glande con su entrada, haciendo el amago de introducirlo en ella y sacando un gemido de anticipación de entre los labios de Theodore. Una risita maliciosa fue lo que se escuchó junto a la respiración acelerada del moreno.

- Vamos, suplícamelo.- deslizó las palabras de manera insinuante mientras su pequeño cuerpo volvía a rozarse de manera descarada y lujuriosa con el que tenía debajo. Ahora era su turno de enloquecer al otro, aunque no sabía cuanto aguantaría él mismo. Sin embargo era testarudo y un poco vengativo, así que aumentó los roces e introdujo algo de aquel miembro en su interior, para sacarlo de su cálido cobijo a los pocos segundos.

- Ngn.- un gruñido desesperado reverberó en el pecho del ojigris, que se retorció entre las caras sábanas antes de abrir sus ojos y mirar aquellos irises verdes.- Maestro...

- Maestro, ¿qué? - no le serviría sólo aquella voz suplicante, no después del juego sucio de antes. Tendría que esforzarse más.

- Por favor maestro. Hágalo.- volvió a retorcerse pero el otro estaba demostrando toda la fuerza que poseía, consiguiendo gemidos frustrados del moreno.

- ¿Qué haga qué? ¿Esto?- volvió a albergar aquel glande en su interior, observando cada cambio en el rostro de su hijo, cada facción mutada por el placer.

- Sii...- gimió, algo desesperado cuando su masculinidad fue retirada de nuevo de aquellas paredes.- Maestro déjeme....déjeme penetrarle ahh....se lo ruego.

Ahí estaban las palabras mágicas. Sin mayor dilación, pues ya el deseo era también demasiado grande en él, introdujo el miembro de Theodore en su entrada. Ambos gimieron al unísono ante la unión, tomándose unos segundos para saborearla. Se miraron fijamente, leyendo claramente en los ojos del otro el deseo, la pasión contenida, el anhelo, la añoranza...todas las sensaciones que se agolpaban en ellos en aquellos instantes formando una vorágine de sentimientos. Y entonces Nicolay inició la danza que los llevaría al más sublime de los placeres.

***

Los gemidos eran la ronca melodía que se escuchaba en la habitación. El olor a sexo la fragancia que impregnaba hasta las paredes. Los dos ocupantes del cuarto se encontraban aún en el lecho, disfrutando el uno del otro. Nicolay había dejado de sujetar contra la cama a Theodore, y las manos de este ahora reposaban en su estrecha cintura, ayudándolo a alzarse y descender sobre la masculinidad de su amante.

Ambos estaban sentados sobre el lecho, el ojiverde sobre el regazo del otro, llevando el ritmo, dirigiendo aquella danza según su criterio, sabiendo que ritmo exacto y que movimientos enloquecían a su amante y le proporcionaban a la vez mayor placer a él.

Cuando llevaban con aquello no lo podrían decir con exactitud y tampoco querían saberlo. Eran vampiros, el tiempo no importaba.

Las oscuras cortinas estaban corridas evitando que entrara la luz del sol, pues ya hacía tiempo que había amanecido, y la puerta estaba cerrada y nadie vendría a molestar. Así que tenían todo el tiempo para disfrutarse, cambiando nuevamente de postura si así querían, como había sucedido en las anteriores ocasiones. O cambiar quizás la cama por otro escenario; el sofá y la alfombra ya conocían sus apasionados cuerpos.

- Ni-ahh-colay...más...- el murmullo ronco vibró contra su cuello acompañado del roce de unos colmillos, y no se hizo de rogar.

Aumentó el ritmo con el que se penetraba, buscando la boca de sus amante para succionar eróticamente aquella herida que le había hecho horas atrás y de la que obtenía pequeñas pero deliciosas gotas de sangre que lo embriagaban como el más puro de los afrodisíacos, vibrando al paladear una de sus adicciones.

- Ahhh mi vampiro...Theodore ah ahh ayúdame.-  subió sus pequeñas manos por el amplio y sudoroso pecho hasta afianzarlas en los fuertes hombros. El pelinegro aferró con más fuerza las caderas de su maestro, comprendiendo, y entre ambos llevaron el ritmo de aquel acto a niveles cercanos al desenfreno, rozando sus cuerpos, sintiendo las punzadas que indicaban el clímax inminente.

- ¡Theodore! Así ahhh ¡Siii!

- Nicolay... ¡Ahhh!

El miembro del de piel morena liberó su esencia en el firme pecho de su amante con el que había estado frotándose deliciosamente durante todo el acto, mientras todo su cuerpo se tensaba por el orgasmo, aprisionando aún más la pujante virilidad que albergaba en su interior y ocasionando que este lo llenara con el fruto de su placer.

El castaño reposó contra el cuerpo del otro vampiro, dejando que este lo abrazara y lo llevara consigo, recostándole en el lecho junto a él. Sus respiraciones se fueron normalizando poco a poco, mientras sus cuerpos perdían el calor excesivo que habían ido adquiriendo.

La placidez fue tomando forma en suaves caricias, la somnolencia empezando a hacer mella en ellos.

- Te amo.- fue el suave murmullo que pronunció Theodore, su rostro muy cerca del de ojos verdes, ambos compartiendo sus alientos.

- Yo también mi vampiro, yo también.- lo besó antes de cerrar los ojos, dejándose adormecer.

- ¿Vas a dormir, Nicolay? Creí oírte decir que querías aprovechar esta noche.- a pesar del tono juguetón el moreno también se estaba dejando llevar por el sueño.

- Mi perfecto caballero inglés.- rió el ojiverde.- Tenemos todo el tiempo del mundo. Somos los maestros de la noche, la eternidad es nuestra.- susurró abrazándolo, ambos abandonándose a Morfeo, aunque no fueran los brazos de este los que rodearan sus cuerpos.

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).