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Eternidad por Ter_Killer

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Notas del fanfic:

Bueno, esto surgió de varias conversaciones con Kaz a la que le encanta esta pareja, y una serie de art-trades que nos pusimos a hacer. Espero les guste.

Como siempre los personajes de Naruto no me pertenecen, pertenecen a Kishimoto.

Y como en todos mis fics:

- Dialogo- 

"Pensamientos"

Gracias a mi nee-chan ( y novia purrr n///n) Akane Miyano por betearme el shot ^^

Notas del capitulo:

Bueno, supongo que aparte de lo que ya esta dicho y las advertencias nada más. Sólo decir que well...hay algo de 'rudeza' y bastantes palabras malsonantes....Por lo demás creo que no hay nada que pueda traumar.

Tambien advertir que hay SPOILERS del manga, para aquellos que siguen solo el anime, well.... están advertidos.

Espero que les guste ^^

 

“Eternidad”

 

Esperó hasta asegurarse de que no se oía ningún ruido cerca y entonces se escabulló del lugar en donde lo tenían cautivo. Por suerte  en aquella zona no había excesiva vigilancia (nadie esperaría que ninguno de los ‘prisioneros’ escapara) y últimamente tenían otras cosas de las que estar pendientes.

Salió del edificio y empezó a internarse por los callejones, contra menos iluminados y transitados mejor, aprovechando para robar algo de ropa del patio de una casa. Su propia ropa no era más que girones, y a pesar de la oscuridad prefería no llamar la atención.

- Maldición, yo escondiéndome como una rata – murmuró para si entre dientes, espiando desde una esquina  de un callejón, pendiente de cualquier movimiento antes de avanzar por el siguiente. Demasiado llevaba cautivo como para dejarse capturar de nuevo.

Llevaba ya un buen rato siguiendo esa misma estrategia cuando por fin divisó lo que quería: una de las salidas menos transitadas de la aldea. Había un shinobi resguardándola, aunque parecía más dormido que despierto.

Gruñó entre dientes pensando que en otra situación lo habría matado y punto,  pero lo que menos quería era llamar la atención. Cuanto más tarde descubrieran su ausencia, mejor.

Esperó hasta  que el ninja estuvo adormecido y entonces utilizando su técnica provocó un ruido varios metros más a la derecha de donde estaba el shinobi, rezando para que saliera bien. “Tsk, las cosas que llego a pensar.” Como previó este se sobresaltó y corrió hacia la zona del ruido para ver que era, momento que aprovechó para escapar de la aldea lo más rápido que le permitían sus piernas, amparándose en la oscuridad.

Sólo cuando ya se encontró bien lejos se permitió descansar. No estaba en su mejor condición, de hecho estaba hecho un desastre, y tal como estaba tardaría bastante en recuperarse.

“Necesito…”  un ruido en un camino cercano cortó sus pensamientos. Ocultándose bien, se puso a espiar la fuente de aquel ruido, encontrándose con un comerciante ambulante que iba en su carreta.

Lo observó frunciendo algo el ceño. No estaba entre sus víctimas habituales, pero tal como estaba, no podía desaprovechar una oportunidad.

“No cuando esta viene en bandeja de plata.”

***

Volvió a abrir los ojos para encontrarse lo mismo: Oscuridad.  La maldita y asquerosa oscuridad de siempre.

Estaba ya harto de siempre lo mismo, despertar y siempre encontrar todo igual,  ciclo tras ciclo, hora tras hora. Ya ni sabía cuánto tiempo llevaba ahí, pero ya odiaba aquello.  Odiaba ese lugar, es más, le repateaba ese lugar. Lo maldecía con toda su alma.

Cuando consiguiera salir de allí quemaría ese lugar, provocaría un derrumbe, se cargaría todas las piedras de ese derrumbe y eliminaría cualquier fragmento de ese condenado sitio  hasta convertirlo en arena del desierto.

- ¡Como odio esto! – gritó encolerizado, aunque como todas las anteriores veces, nadie lo  oyó.

***

Observó aquel camino de tierra mientras la carreta traqueteaba a cada paso del caballo. Al final aquel comerciante le había servido mucho más que para restablecer algo su salud. Empezando porque las ropas eran de su talla y terminando con que había podido hacer algunas ventas con lo que había en la carreta, matar a aquel infeliz había sido un trabajo bastante productivo.

Agachó la cabeza, ocultando su rostro con el sombrero de viaje que llevaba cuando divisó a un aldeano que venía hacia él. Lo saludó con un gesto de cabeza cuando este pasó por su lado, siendo contestado por un saludo con la mano para luego ambos seguir su camino.  Sólo cuando estuvo bien lejos se permitió suspirar y relajar la postura.

Tenía que conseguir algo de medicina, aunque sería mejor algún shinobi desprevenido o herido. “Tal vez deba averiguar si hay cerca alguna disputa de ninjas o shinobis renegados. Alguien al que no echen en falta para no llamar la atención.”  Pensó mientras miraba el camino que recorría. Tenía que estar más recuperado cuando llegara a su destino, buscarlo quizás no resultaría fácil, y pudiera ser que incluso lo tuvieran vigilado. Debía prever cualquier contratiempo para no acabar mal.

***

Sonrió mientras se acercaba al lugar apropiado. Su viaje había ido mejor de lo que pensaba, quizás demasiado para alguien como él, aunque si fuera creyente pensaría que alguien allí arriba le había echado una mano.

Hacía día y medio había presenciado lo que tanto había estado ansiando: una pelea entre ninjas rivales.

Se había ocultado  y había esperado pacientemente a que acabara la batalla. Las fuerzas estaban bastante igualadas y no sólo hubo muertos, sino también heridos graves. Heridos que fueron abandonados ahí a su suerte por el grupo enemigo.

Sólo cuando habían marchado se había acercado hasta los moribundos, como una gran y temible ave carroñera en busca de su tesoro: sus corazones.

Oh, sí. Podía sentir los tres corazones que había adquirido en aquel lugar latir con fuerza y vigor, restaurando cualquier herida que aún quedara en su cuerpo. Ahora sólo tenía que aprender a pulir las nuevas habilidades adquiridas, pero todo a su tiempo.

Ahora tenía otra cosa que hacer, y esperaba que no le interrumpieran. Al entrar al lugar se había sentido observado, pero lejos de amedrentarse había dejado claro que no admitiría ni un intento de ser detenido, y por el momento funcionaba.

Se paró en el lugar exacto, llevándose una mano a la cadera mientras fruncía el ceño.

“Esto va a llevar un buen rato.”

***

Apretó los párpados con disgusto cuando volvió a despertar. Sabía que iba a encontrar en cuanto abriera los ojos. Esa maldita oscuridad, las malditas y odiosas piedras y ese jodido olor a tierra.

Frunció aún más el ceño mientras se llevaba una mano a la cabeza y se alborotaba los cabellos con frustración. Aunque aquel brusco movimiento cesó en cuanto a su cerebro llegó un detalle.

“¡¿Desde cuándo vuelvo a tener la cabeza unida a mi cuerpo?!”  [Aka: omc XDD!!!]

Abrió los ojos abruptamente a la vez que se incorporaba en la cama.

- Joder, ¿cuándo acabé en esta cama? – pregunto al aire mientras miraba el pequeño lecho y luego su cuerpo cubierto por las sábanas - ¿Pero qué coño…? – Ahí estaba su cuerpo efectivamente. Su tronco, sus dos brazos, sus piernas, hasta todos sus dedos, que se había entretenido en contar – Maldita sea ¡¿qué carajos ha pasado aquí?! – exclamó levantándose de la cama y observando la oscura habitación.

Al dar un paso se resintió, sintiendo como todos sus músculos se quejaban por el repentino movimiento después de tanto tiempo. Volvió a maldecir, cada vez más cabreado, mirando su cuerpo y percatándose de algo en su rodilla. “¿Una costura?”  Antes de que pudiera preguntarse qué hacía esa costura ahí notó una luz encenderse.

- ¿Te acabas de despertar y ya estás maldiciendo? Me pregunto si tienes más vocabulario a parte de insultos.

Se giró rápidamente hacia aquella voz tan conocida, pudiendo observar a su compañero de equipo, Kakuzu, vestido con unos pantalones marrones y una camiseta negra, sin su habitual máscara ni gorro cubriendo su rostro pero con sus ojos clavados fijamente en él.

- No me toques los huevos Kakuzu – le dijo cruzando los brazos, importándole un cuerno su desnudez – ¿Qué narices haces aquí?

- ¿A ti que te parece? – contestó el tesorero de Akatsuki, con tono irónico y mirándolo con enfado – No pensarás que tu cuerpo se ha reconstruido sólo, ¿no? Te desenterré – le dijo, aunque conociendo a su compañero de equipo un ‘gracias’ sería lo menos que obtendría.

- ¡Pues ya tardaste bastante! – ante aquello el moreno suspiró – ¿Qué tanto suspiras, eh? El que tendría que suspirar soy yo, que me he pasado desmembrado y enterrado todo este tiempo. ¿A qué esperabas para sacarme de allí? ¿A que me creciera moho?

Kakuzu se llevó una mano a la cabeza masajeándose las sienes ante tanto grito. Empezaba a pensar que desenterrar a Hidan no había sido una buena idea, y su dolor de cabeza corroboraba sus pensamientos.

- ¿Te crees que yo salí de rositas? Se cargaron todos mis corazones, por poco la palmo así que un poco de gratitud no estaría mal. Si no fuera por mí estarías allí hasta que te comieran los gusanos.

Ante aquellas palabras el peliplateado se le quedó mirando. El otro shinobi no parecía diferente a antes de la batalla, se le veía igual. De hecho no parecía que hubiera muerto.

- Si se cargaron tus corazones como es que no estás muerto. Explícamelo porque yo no lo entiendo, la verdad – dijo acercándose con el ceño fruncido.

- Me quedaba un corazón, uno más pequeño y más oculto, insuficiente para que pudiera seguir peleando, pero suficiente para mantener un pequeño e imperceptible pulso de vida en mi cuerpo, para poder esperar hasta el momento adecuado para escapar de Konoha.

Hidan lo miró un momento antes de asentir, dando a entender que comprendía.

- Pues para tener un corazón pequeño te ves bastante recuperado – mencionó caminando hacia la puerta. La sonrisa socarrona y retorcida del moreno le hizo pensar que había algo más.

- Es que ya he conseguido cuatro corazones más – el peliplata sonrió también. Así que ya había matado a cuatro personas. Eso le hizo recordar que tenía que ofrecerle un sacrificio a Jashin pronto, llevaba un buen tiempo sin ofrecerle una víctima a su dios.

Por inercia se llevó una mano al cuello, allí donde llevaba el collar con el símbolo de Jashin, pero no lo encontró.

- Toma – antes de que pudiera empezar a maldecir por la pérdida del collar Kakuzu le tiró algo.

Al mirar sus manos vio algo de ropa y entre las prendas estaba su colgante. Cuando alzó sus orbes lilas hacia su compañero este ya no estaba en la puerta, así que se limitó a darle una media sonrisa al aire y comenzar a vestirse.

***

- Vaya mierda de ropa.

Ahí iba de nuevo. Ya ni podía contar cuantas veces había dicho el ojilila aquella frase, tironeando a disgusto de los pantalones azul marino que llevaba y poniendo cara de asco.

Y no es que fuera muy vestido. El pantalón le venía holgado y la camisa que llevaba, como era costumbre en Hidan, estaba casi toda desabrochada, enseñando su amplio pecho, pero al parecer al inmortal no le valía. Porque él…

- Prefiero la capa de la organización, ¡era más cómoda, joder!

Volvió a suspirar. A veces su compañero era más infantil que un crio.

- ¿Quieres parar de quejarte de una vez? – le espetó clavando sus extraños ojos en el otro, mirándolo furibundo – Te recuerdo que se supone estamos muertos y no queremos llamar la atención. Así que no hay capa de Akatsuki que valga, te aguantas con esa ropa.

Después de ponerse al día con la situación habían marchado a una pequeña aldea para comprar víveres y algunas cosas más.  Al fin y al cabo estaban ocupando una casa abandonada en medio de un bosque no muy frondoso, y a parte de polvo y muebles sucios no había nada más.

- Arg, es igual. Terminemos ya, tengo que hacerle un sacrificio a Jashin – remugó mientras empezaban a alejarse de las humildes casas.

- ¿No puedes pensar en otra cosa que no sea rezarle a tu dios?

- Como a  ti sólo te importa el dinero, ateo de los huevos… Nunca entenderás las enseñanzas de Jashin-sama – le respondió.

Kakuzu se mordió la lengua para no responderle. Siempre peleaban por lo mismo, y cuando salían las palabras Jashin y dinero la pelea se convertía en un círculo vicioso difícil de parar. Un ruido a su lado le indicó que Hidan volvía a pelearse con la ropa.

- Vaya mierda de…

- Oh, ¡Ya basta! – le gritó enfadado. Estiró uno de sus hilos y pronto lo tuvo de vuelta con un kimono masculino de color gris claro. Kimono que el moreno le tiró a su compañero con fastidio – ¿Ya, satisfecho? – le preguntó irritado antes de girarse y dirigirse a la casa que ocupaban a largas zancadas.

- Capullo – susurró Hidan mirando como se alejaba Kakuzu, aunque sus labios mostraban una sonrisa burlona. Luego miró el kimono, antes de desnudarse en medio del camino y ponérselo de lo más contento, mandando los fastidiosos pantalones bien lejos antes de seguir los pasos del mayor. [ Aka: lol, le gustan las faldas XDDU] (Half: no lo había pensado así XD)

***

Volvió a entrar a la casa después de un buen rato. Había encontrado un sitio perfecto cerca de la pequeña cabaña para poder hacer su sacrificio a Jashin, y había podido realizarlo sin interrupciones.

-¿Ya terminaste? – la voz impaciente de Kakuzu fue el saludo que recibió al entrar en la casa. Se limitó a darle una mala mirada y caminó hacia la cocina para comer algo. Sólo él entendía la devoción y el sacrificio que conllevaban las enseñanzas de Jashin-sama.

Empezó a picotear varias cosas, mientras otras las ponía en un plato para llevar la comida a la sala de estar, en donde estaba el moreno ojeando una de sus libretas. Seguramente un libro con gente con un alto precio por su cabeza.

Al entrar en la sala lo vio tal como lo imaginaba, sentado en el reposabrazos del viejo sofá pendiente sólo de la libreta que tenía delante, de nuevo con el rostro despejado, detalle al que aún no se terminaba de acostumbrar.

- ¿Cuál es el plan? Porque supongo que no nos quedaremos aquí eternamente, ¿verdad? – preguntó con cierto tono burlesco mientras se repantingaba en el sofá picoteando de lo que había cogido.

Kakuzu alzó sus orbes verdosas de la libreta, cerrándola y mirando fijamente al inmortal.

- Pues sí, ese es el plan de momento. Nos quedaremos un tiempo más aquí hasta asegurarme que aún no nos buscan. Además, necesitamos dinero para… – un bufido lo interrumpió.

- Dinero y más dinero – espetó Hidan – Lo que tenemos que hacer es encontrar a aquellos niñatos y destrozarlos por lo que nos hicieron. Los sacrificaré a Jashin y luego dejaré sus cadáveres a merced de las alimañas. Y a ese maldito crio de los ciervos lo enterraré vivo – fue diciendo el peligris, levantándose del sofá,  mostrando cada vez más enfado en sus ojos lilas al recordar aquella maldita batalla y su desenlace.

Kakuzu se había levantado mientras miraba como su compañero daba vueltas, relatando las torturas que les iba a hacer a los ninjas de Konoha.

- Deja de decir estupideces – le cortó, por lo cual recibió una mala mirada. Aunque lejos estuvo de amedrentarse, el también estaba fastidiado – ¿Escapamos y sólo se te ocurre querer ir otra vez a enfrentarte con ellos? ¿Quieres acabar de nuevo bajo tierra? Para ellos estamos muertos y eso es una gran ventaja. Así que no iremos a buscar venganza – declaró el tesorero con rotundidad.

- Maldito cobarde. ¡No pienso dejar este asunto así como así! Me vengaré de ellos quieras o no. Si no tienes los huevos para hacerlo yo sí – se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida.

Sin embargo sus pasos fueron detenidos cuando unos hilos lo agarraron de los brazos y lo hicieron retroceder.

- De eso nada, tú no te vas – le espetó Kakuzu cabreado, arto de que el otro hiciera lo que le diera en gana y le discutiera siempre.

- Porque tú lo digas, haré lo que me dé la gana joder – dijo debatiéndose y sacando su arma de tres cuchillas. Iba a lanzarle una cuchillada cuando nuevos hilos detuvieron el movimiento.

- ¡¿Quieres hacerme caso de una vez?!

- ¡No me sale de los huevos! – fue la respuesta que recibió y que le hizo apretar más los hilos con los que sujetaba al peligris mientras se acercaba a él amenazante.

- Piensa por una vez en tu vida, imbécil. ¿Es que quieres morir? ¿O es que tu cabeza está tan llena de tu religión que eres incapaz de ver la realidad? – le gritó en plena cara, obligándole a soltar el arma.

- Te recuerdo que yo no puedo morir. ¡Y suéltame de una maldita vez jodido cap..!

Hubiera seguido con su colección de insultos si no fuera porque Kakuzu había eliminado la distancia entre ellos y había acallado sus palabras con un furioso beso. Se debatió rehuyendo la boca del otro, pero sólo consiguió que el moreno intensificara la rudeza del beso, magullando sus labios, mordiéndolos para obligarle a abrir la boca y poder internar su lengua con fuerza en su cavidad.

Viendo que los hilos del mayor no le permitían huir y que no podría escapar del otro decidió pagarle con la misma moneda y responderle con furia, dándole a entender que no sería el único que acabaría con los labios hinchados allí.

Se separaron cuando el aire se hizo verdaderamente necesario, mirándose fijamente, sacando chispas por los ojos mientras sus respiraciones agitadas chocaban entre ellas.

- A ver si así aprendes a callarte cuando te lo pido – dijo el moreno con voz ronca y aún algo enfadada, fulminándolo con la mirada antes de soltarlo y darse la vuelta, caminando hacia el cuarto que ocupaba. Pero el inmortal no estaba dispuesto a dejar las cosas así.

- ¡Ah no! – exclamó mientras de varias zancadas se acercó hasta donde estaba el moreno y lo giraba cabreado - ¡A mí no me dejas así! – dijo antes de agarrarle el rostro con ambas manos y volver a empezar un avasallador beso.  El otro había empezado aquello y no iba a dejar que huyera así como así.

Era una forma más de pelear entre ellos, una forma más de picarse, de ver cuanto aguantaba el otro sin dar su brazo a torcer, de ver quien acababa doblegado a la voluntad del otro. Y en verdad era una forma más placentera de pelear.

Pronto las manos de ambos se encontraban recorriendo el cuerpo del contrario, con caricias apresuradas y pasionales, a veces rudas, tironeando de la ropa con fuerza para apartarla del camino que querían recorrer sus dedos, mientras sus labios se enfrascaban en sucesivas batallas en donde sus lenguas luchaban por ganar terreno en la boca del otro y conservarlo.

Una de las puertas fue abierta de una patada, resonando con estruendo al chocar con la pared pero no le hicieron caso. Como si se salía de los goznes. Cayeron en la pequeña cama, sus respiraciones resonando fuertemente mientras sus manos luchaban por quitar la ropa del otro.

Kakuzu gruñó de satisfacción cuando de un tirón consiguió quitar del todo el yukata que llevaba el de ojos lilas, consiguiendo que este riera burlón.

- ¿Qué? ¿A qué es más útil esta ropa que la otra? – le preguntó socarrón, recibiendo un nuevo beso fogoso que contestó con el mismo ímpetu, agarrando de los morenos mechones de cabello al mayor para profundizarlo. Cuando se separaron lo miró con el ceño fruncido – En cambio tú llevas unas ropas estorbosas.

Los ojos verdes de Kakuzu lo miraron fijamente durante unos instantes antes de que las propias manos del tesorero  hicieran trizas las telas que cubrían su cuerpo, mostrando su anatomía a los inquietos ojos lilas que lo contemplaban con avidez.

Pronto las caricias volvieron a alcanzar su punto álgido, más ahora que no había tela que interrumpiera sus acciones, notando como la temperatura de sus cuerpos subía sin parar, aumentando con cada nuevo roce descarado de sus cuerpos, que buscaban una clara satisfacción.

- Oye – Hidan lo agarró del cabello y lo paró, mirándolo serio – ¿Quién te dice que vas a estar arriba? – le preguntó mientras paraba el avance de los labios de Kakuzu por su cuello, en el cual ya había dejado grandes y vistosas marcas rojizas que permanecerían por días.

- Lo digo yo – respondió contra su piel – Y no me obligues a usar mis hilos para mantenerte quieto – le retó mientras se deshacía del agarre y volvía a saborear la piel del inmortal, descendiendo por su pecho mientras sus manos asían las caderas del otro, rozando ambas entrepiernas de forma experta.

- Argg, algún día te someteré – prometió el peliplata con un gruñido mientras alzaba las caderas en busca de más de aquellos exquisitos roces, en busca de un alivio a su hinchado miembro que clamaba por atención.

- Puede, pero ese día no es hoy – respondió antes de comenzar a torturar uno de aquellos botones rosados hasta ponerlo bien erecto y duro. Una de sus manos descendió hasta la entrada de Hidan, comenzando a hacer presión, introduciendo con cierta urgencia dos de sus dedos para dilatar aquella zona.

- Joder, que eso duele, ve más despacio – le reclamó el menor, clavándole las uñas con fuerza en la espalda, mientras le daba un mordisco en el hombro a modo de venganza.

El ojiverde lo miró de mala manera antes de descender a su ombligo, jugando en él antes de dejar que su aliento diera de lleno en el miembro erguido del otro, disfrutando de la expresión de urgencia de su compañero, sonriendo socarrón unos momentos mientras seguía jugueteando. La marca del hombro se la haría pagar.

Después de varios minutos y numerosos insultos por parte del inmortal introdujo aquel trozo de carne palpitante en su boca, justo en el mismo momento en el que el tercer de sus dedos irrumpía en la entrada del otro para prepararlo para lo que pronto vendría.

Se deleitó con cada alto gemido que Hidan dejaba salir sin impedimento, de cada estremecimiento acompañado de una maldición o de las veces en las que el menor arqueaba la espalda y tironeaba de sus cabellos, pidiéndole que aumentara el ritmo, que volviera a hacer presión en una zona concreta o que se introdujera más su miembro en la boca.

- Prepárate – le dijo ronco cuando retiró sus dedos y se acomodó entre las piernas del peliplata, alzándolas con una mano para inmediatamente después introducirse de lleno en su entrada y con urgencia, jadeando de satisfacción ante la estrechez que lo recibió.

- Malnacido  ¡que duele! – el rostro de Hidan se contrajo de dolor ante el brusco movimiento, tirando del cabello de Kakuzu y atrayéndolo hacia él para darle un beso furioso como represalia.

El mayor se quedó quieto para dejar que se acostumbrara, paseando sus ojos verdes por la anatomía de su amante. Ambos tenían el cuerpo perlado de sudor, y Hidan mostraba el rostro enrojecido, varios mechones de pelo se habían salido de su sitio y ahora estaban pegados en su frente, mientras mantenía los ojos cerrados en una mueca de incomodidad.

Descendió su rostro mientras una de sus manos vagaba hacia el sur desde el pecho del inmortal,  llegando hasta el miembro de este y masturbándolo con cadencia al mismo tiempo que le mordió en el cuello sin ejercer mucha presión.

- Aahh – gimió el ojilila abriendo sus ojos – ¿Qué haces? – preguntó inclinando su rostro para mirarlo.

- Distraerte – fue la escueta respuesta mientras seguía a lo suyo, paseando su boca por el blanquecino cuello, haciendo algo de presión en su garganta con sus dientes, sólo un roce, que hizo que el inmortal soltara un gemido gutural. Su mano aumentó algo el ritmo con el que lo masturbaba, haciendo presión en el glande y en las venas que se notaban.

Cuando Hidan volvía a gemir desinhibido comenzó a retirarse de aquel cálido interior sólo para volver a entrar en él con movimientos fogosos y precisos, buscando arrancar gemidos de su amante mientras de sus labios escapaban continuos jadeos.

Pronto ambos se encontraban enfrascados en una nueva batalla, en donde las lenguas imitaban su danza, penetrando la cavidad del otro, en donde las bocas bebían del aliento vital de su contraparte mientras las estocadas aumentaban de velocidad y profundidad, rozando la próstata del menor y provocando que este estrechara su interior en continuos espasmos que hacían gemir y delirar a ambos cada vez con más fuerza.

- Más…más rápido Ka…kuzu. Por Jashin, más fuerte – le ordenó justo al oído el inmortal, apretándose más contra él, buscando frotar su miembro con el escultural vientre del mayor, pues ambas manos de este habían pasado a apoyarse en el pequeño lecho para darle mayor velocidad y fuerza a las embestidas.

El tesorero no se hizo de rogar y pronto la cama rechinaba ante las embestidas que le proporcionaba a su compañero, adquiriendo un ritmo frenético, como si fueran dos animales en celo en busca desesperada de la culminación de aquel acto.

- ¡Aahh! Kuzu…¡ahí! Ahhh.

- Un poco….ah más – gruñó el moreno contra el hombro del otro, sintiendo como aquel interior se estrechaba de forma casi dolorosa pero a la par deliciosa. Unas cuantas embestidas más y el potente grito del peliplata resonó en el cuarto cuando este llegó al orgasmo, envolviendo con mayor estrechez el miembro del mayor y conduciéndolo inexorablemente hacia el clímax - ¡Hidan!

Ambos cuerpos cayeron agotados y sudorosos sobre las viejas sábanas, respirando agitadamente mientras buscaban en cada bocanada un poco más de aire para sus pulmones y sus acelerados corazones, sus cuerpos desprendiendo todo el ardor que aquel acto les había provocado.

Cuando se sintió algo más recuperado Kakuzu salió del interior de su amante, colocándose a su lado en el pequeño lecho, abrazándolo con cierta posesividad, sintiendo con satisfacción la piel febril del otro y obteniendo un suspiro satisfecho ante sus acciones.

Largos minutos pasaron en silencio, hasta que sus respiraciones se calmaron, llegando a acompasarse, y la somnolencia comenzó a invadirlos.

- ¿Cuánto tiempo más permaneceremos aquí? – la voz de Hidan lo sorprendió en parte, pues pensó que ya estaría dormido.

- No lo sé, un tiempo hasta que consigamos algo de dinero para poder establecernos en otro sitio más alejado de nuestros enemigos, y donde tú puedas realizar tus sacrificios sin interrupciones – mencionó medio adormilado.

Sin embargo notó como Hidan se medio giraba, incorporándose en el lecho dispuesto a irse.

- Tú y tu maldito dinero. No puedes pen… – Kakuzu se había levantado también, interrumpiendo sus palabras de nuevo con un beso y obligándole a recuperar la cómoda posición que tenían antes.

- No quiero pelear – murmuró cerca de su oído, haciendo uso de su paciencia – Y no he dicho que tenga que buscar ese dinero ahora. Así que no empieces y disfruta del momento – siguió murmurando en su oído, dando algunos besos tras este y estremeciendo al menor – Después de todo, nosotros tenemos toda la eternidad para realizar nuestros planes.

Hidan alzó una ceja y al final suspiró, convencido, dejando que el sueño lo arrastrara a él también mientras acariciaba los brazos del otro. Al fin y al cabo Kakuzu tenía razón: no debían preocuparse, la eternidad era suya.

 

 

Notas finales:

Half: Espero que te haya gustado Kaz ^^


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