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S-Crew por Hotaru

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Notas del capitulo: Les dejo el capítulo once, espero que les agrade.

Presentación.

11: Disco Heaven

Si bien Armitage no me hace mucha gracia, debo admitir que el primer mes de clases no ha sido nada aburrido y además ha estado lleno de sentimientos encontrados. Me hace pensar que un muchachito como yo puede explotar en cualquier segundo por exceso de información.
Primero estaba molesto por el hecho de no tener baño propio, después estaba furioso por el hecho de tener que usar uniforme, aún así fuera una sola vez a la semana; luego la sorpresa… tengo un compañero gay al que nadie respeta… aunque lo del respeto no sorprende tanto. Luego está la rabia en contra de su… ¿exnovio?... por andar de mentiroso, la impotencia por prometerle que no diré nada al respecto, la duda que me rasga desde dentro al preguntarme cómo una chica como Danna Grace puede odiar a su mejor amigo. Y por último, la consternación, la preocupación por el bienestar de Samuel. Y todo antes de la primera evaluación.

Armitage no me hace gracia. Pero es una ciudad llena de emociones, de experiencias nuevas; de gente distinta y de un montón de historias por conocer.
¿Estoy viendo el lado positivo de las cosas?... probablemente no, pues lo único que quiero es enterarme de todo y arreglarlo hasta que se someta a mi antojo. No sé muy bien por qué, pero disfruto que la gente me tema, aunque no creo que sea por el miedo, sino por el respeto. Respeto que me gustaría compartir con Samuel.

El pobrecillo perdió a sus dos únicos amigos quién sabe por qué. Pero no sólo eso, su mamá está muerta y luego su… pareja… lo que sea, lo saca del armario casi a golpes y las ruinas de su vida se ven vueltas nada más que escombro.
¿Me estoy compadeciendo de él?...

De Riley me puedo imaginar muchas razones para apartarse de Samuel, principalmente que Riley es un chico atractivo. Por lo que probablemente piensa que Samuel querría propasarse con él como supuestamente ocurrió con Stuart. Y que idiota al pensar eso, Samuel puede conseguirse a un chico mucho más guapo… vamos, se consiguió un nadador… comparado con Stuart, ¿qué es Riley?
De Danna… simplemente no me cabe en la cabeza. Es una chica muy centrada, seria, amable. No comprendo por qué ella se alejaría de Sam.

- - -


Es viernes, primer día del fin de semana, bendito sea.

Las clases aún no comienzan. Hoy me di la oportunidad de llegar temprano.
Aprovecho que aún no llega Samuel para platicar un rato con Danna, que está sola y además de que me da penita talvez sea un buen momento para formar lazos con ella y entonces romperlos como si nada como ella hizo con Sam. Está dibujando, tomando apuntes, estudiando… lo que sea que haga una Danna en sus ratos libros.

Dejo caer mis útiles para la clase de matemáticas sobre la mesa, haciendo un ruido fuerte.
– ¿Siempre llegas temprano?... me refiero a media hora antes de que suene la campana. – murmuro con informalidad, sin siquiera saludarla antes, y me siento a su lado.
Asiente con la cabeza y sonríe, no voltea a verme.

– Me encanta tu voz… es casi como el viento, ni se escucha. – remarco irónicamente.

Sonríe otra vez y deja su lápiz sobre la mesa, encima del borde del cuaderno para que así no ruede. Se gira en dirección mía esbozando una sonrisa casi imperceptible. – Gracias por el halago, no me lo dicen muy seguido… – recoge unos mechones de su cabello tras una oreja pues le estorban la vista. – Mi madre va a su oficina muy temprano… la escuela le queda de paso y… fanfarria. – dice textualmente, con un gesto de resignación. Siquiera hacer una onomatopeya, niña, es más emocionante.

– Ya, entiendo… ¿a tu madre le caía bien Samuel? – pregunto disimulando muy poco… bueno, sin disimular.

Danna rueda los ojos. No hay disposición de su parte, incluso toma su lápiz y se pone a dibujar nuevamente.
– No entiendo por qué siempre quieres voltear el tema hacia Samuel…

– No tiene nada de malo… sólo soy un poquito chismoso. – me rasco el cuello y después apoyo el mentón sobre la mesa para quedar cerca de su campo de visión. – Era tu amigo… y según un pajarillo, eran casi inseparables. ¿Qué paso entre ustedes?... ¿te violó o algo así? – bromeo, aunque más bien intento provocarla.

La punta de su lápiz se rompe repentinamente, es tan dramático el momento en que el trozo de grafito sale volando y le pega en la mejilla que casi me paro y aplaudo por la función. Deja el lápiz y se lleva las manos a la parte trasera del cuelo… cierra los ojos y cuando los abre me está mirando fijamente casi con odio pero desiste en cuanto nota, o recuerda, que yo no me dejo intimidar.
– Me gustaría que dejaras el tema de una maldita vez… tú y toda la escuela. Sam no hizo nada de lo que inventaron de él, yo sé que no; ni tomar cerveza, ni violar a nadie… yo sé que no porque no lo hizo en mi presencia, que era prácticamente cada segundo de su vida.
El tema parece molestarle de verdad.

– No lo tomes a mal, era sólo una duda… y una bromita. Yo sé lo que en realidad… ¿nunca se lo preguntaste a Samuel, verdad?

Niega con la cabeza y lleva sus manos a la mesa, al menos ya se está calmando.
– Simplemente sé que él no hizo nada, por favor, ni siquiera hablaba con Stuart… – sonríe sin ánimos, tal como suele hacer Samuel cuando no quiere mostrar que algo le molesta.

Nos quedamos en silencio… es tan tranquilo que me estoy quedando dormido.
– Entonces, ¿cuál es la razón para que no le hables? – pregunto repentinamente y paso un dedo por encima de su dibujo, corriendo el grafito por el papel y arruinando su trabajo.

– Así se ve mejor. – ríe. – Nunca fue una bailarina talentosa, la falta de rodillas sería una buena explicación… – dice en referencia al dibujo. Cierra su cuaderno y recoge sus cosas. – No tiene sentido que te lo diga… – murmura antes de levantarse de la silla.

– Confía en mí… es por tu bien. – le informo con un tono bastante serio.
Se queda quieta por unos segundos y finalmente se aleja. En fin, es su pérdida… ¿a quién engaño?, no me daré por vencido así de sencillo. Algo tiene que haber, tengo que ayudar a Samuel a recuperar a su amiga o vengarme de ella en honor del hámster tuerto. Todo se logra gracias a la lección número uno que aprendí en Los Ángeles: todos, excepto yo, sucumben ante la presión.

Resulta ser que Danna se fue porque Samuel ya viene en camino… vaya, se ve bien. Su exceso de fleco ya no está, sólo le llega a cubrir un poco los ojos y no hasta los labios como antes. Hasta brilla.
– Qué guapo. – menciono en cuanto se sienta junto a mí. Me enderezo en la banca y le paso una mano por el cabello. – Y por fin me entero de que tienes dos ojos. – ayer en la mañana me comentó que por fin le quitarían el parche después de tanto tiempo, no sonaba emocionado. – Son iguales… – acaricio su pómulo izquierdo. Samuel sonríe. Sé que estoy incomodando a la mayoría del curso, pero esa es la intención.

– ¡Consíganse un armario! – grita Demian voltea a mirar a Stuart en espera de risas, pero él ni siquiera le presta atención… en realidad, Stuart nos mira con sorpresa hasta que reacciona y hace una mueca de disgusto.

– El más cercano ya está ocupado… – respondo de manera burlona y me muerdo el labio inferior.

Demian aprieta sus ojos y entreabre los ojos. También noto que sus puños se cierran con fuerza. Sí que parece un gorila en celo.

– ¿Ocupado?... ¿alguien quiere ir al baño? – comenta la profesora Stephanie al entrar al aula. Hace sólo un segundo que sonó el timbre, qué mujer tan puntual… y por lo tanto inoportuna. – Ya saben que no tienen qué pedirme permiso… sólo retírense, pero no pongan cara de consternación ni bailen en las mesas, sólo es divertido cuando Lauren lo hace. – ríe un poco al dejar su maletín sobre el escritorio. – El que quiera ir al baño, sólo hágalo, de verdad que no me enfado… – insiste.

– De sólo verte me dan ganas de ir al baño… y hacer cosas… yo solo, por supuesto. – murmuro al oído de Samuel. Se estremece al chocar mi aliento contra su piel, pero sonríe enseguida.

Samuel me toma la mano y la retira de su cabeza. Ya parecía que le estaba buscando piojos de tanto acariciarle el cabello.
– ¿En serio me veo bien? – pregunta mientras se acomoda el “peinado” que recién arruiné.

Río un poco y abro mi cuaderno.
– Sé que eres inseguro, pero eso es pura vanidad… tú sabes que te ves bien. – digo con simpleza en voz lo suficientemente alta como para molestar a la clase con mis comentarios.

Samuel comienza a hacer algunas muecas involuntarias, como si tuviera hipo o quisiera vomitar.
–… Tú también te ves bien. – susurra.

Río nuevamente y comienzo a dibujar a una bailarina con los huesos de las piernas saliendo por encima de la piel, eso me imaginé con la extraña frase de Danna.
– No te estoy coqueteando, tranquilízate. – le hago saber a Samuel, estoy seguro que eso creyó.

- - -


Las primeras dos clases fueron bastante aburridas, a excepción de esas extrañas miradas por parte de Stuart. Por eso no me agrada la idea de estar en receso… preferiría seguir retándolo con los ojos.

Estoy sentado en una jardinera junto con Samuel, uno frente al otro. Yo tengo las piernas cruzadas en un intento de posición de indio y él tiene las rodillas contraídas contra su pecho. Parecemos unos niños.

– ¿Sabes qué sería fantástico? – pregunto en voz baja. Samuel sólo alza las cejas y me dirige una mirada llena de curiosidad. – Si te tiñeras el cabello de rubio, podría llamarte gemelito e imitaríamos a un par de niñas huecas… sería súper guau. – digo en tono burlón. En realidad no tengo mucho qué decirle, sólo quiero bromear con él.

Ríe suavemente, se ve muy diferente con el rostro descubierto.
– Tú sólo dime qué tono de rubio y yo lo hago… – murmura. Espero que no lo diga en serio. Qué va, él también bromea a veces… muy pocas, en realidad.

Suspira. Lleva un rato mirando en dirección de los baños.
– Seth… ¿me acompañas al baño?... no me gusta ir solo.
¿Qué le preocupa?, igual, muchos chicos prefieren salir del baño al ver a Samuel, no vaya a ser que se ponga de rodillas y comenzara a chuparles la polla en cuanto los viera… porque claro que eso es razonable, por supuesto que lo es. Así pasaría también si una chica entrara al baño de los chicos. Y si un chico entrara al baño de chicas… bueno, ahí no habría mucho sarcasmo.

Me trauma que se sienta tan inseguro… me dan ganas de agarrar las cabezas de todos los que le hicieron daño y aplastarlas hasta sacarles jugo.

– Está bien, pero me quedo afuera… – respondo burlón, necesito despejar mi impulso sádico.

- - -


Me he sentado junto a Danna en clase de artes. Samuel me aseguró que estaría bien y que no importa si lo dejo solo por una clase. Puras mentiras, yo sé que si surgiera algún problema él no podría resolverlo por sí mismo.
Igual le doy mérito por no haber llorado ni rogado para que me quedara con él.

– Entonces… ¿me vas a decir por qué odias a Samuel?… – insisto. Danna, como antes, me ignora. – Te gusta que te rueguen, niña, ya entendí… ahora dime. – elevo un poco la voz.

Deja salir un suspiro. Seguramente está contando mentalmente para tranquilizar sus nervios.
– Yo no odio a Samuel. – se gira a verme de manera severa, aunque también noto un dejo de súplica en sus ojos. – Talvez te estás acostumbrando a que Samuel te cuente todo, pero eso no pasará conmigo. Y ya, eso es todo, déjame poner atención a la clase. – vuelve su mirada al frente y comienza a escribir casi cada cosa, palabra por palabra, que sale por la boca de la profesora Blair.

Empiezo a golpear la mesa con los dedos, haciendo ruido. No tengo intención de aprender nada acerca de dibujos, ya lo hago bastante bien y además todo eso del arte es demasiado subjetivo.
– Tú dices que no hablabas con nadie mas que con Samuel, pero no te creo… ¿por qué no hablas con Riley tampoco?, dime, dime… – ¿cambiando un poco el tema la convencería de contarme?

Esboza una mueca de hastío y vuelve a suspirar… ¿no se cansa de hacer eso?
– ¿Quién dice que no hablo con él?... de vez en cuando sí, claro que lo hago. – esta vez ni siquiera me voltea a ver, sigue muy al pendiente de la clase.

– Pues Spencer dijo… Como sea, al menos me queda claro que no odias a Samuel. – sonrío un poquito, pero no tiene sentido pues no me esta mirando. – Tendré que buscar otra fuente de información. – digo con seriedad.

La molestia cada vez se hace más presente en sus gestos.
– ¿Crees que soy idiota?... ya entendí que quieres saber qué sucede con Samuel, no soy estúpida, comprendo, simplemente no te voy a decir nada; ¿entendiste?, basta. Déjame prestar atención. – hace énfasis en ésta última oración para aclarar que es lo único que le importa.
No siempre mis acciones funcionan como en mi mente… pero así me gusta más. A los desafíos nunca hay que negárseles. Y lo más importante: siempre hay que ganar.

Río bajito y coloco una mano sobre su hombro.
– Sé que no eres idiota, sólo eres muy rara… te llamo tolerante y explotas, ¿acaso en Armitage eso es un insulto?

Deja su bolígrafo y se gira para verme.
– No existe la tolerancia, sólo existen dos cosas: el rechazo y la aceptación. – incluso ilustra su explicación haciendo dos apartados diferentes con las manos en el aire. – Y el primero gana por mucho en expansión. Deberías saberlo, pareces inteligente… – tiene actitud. Me agrada esa cualidad, pero no en éste momento.

– Pues bien, entonces… aceptas o rechazas mi amistad. ¿Qué respondes?

Sonríe de manera socarrona
– La tolero… – vuelve a tomar su bolígrafo y continúa escribiendo lo que dicta nuestra elegante maestro.
Y es que Linda Blair siempre se ve bien… ¿será para superar el complejo de su voz?

– Qué… – estoy a punto de insultar a Danna, pero me detengo, no me ayudaría en nada. – En fin… me queda bastante tiempo hasta para enterarme de qué color es la ropa interior del profesor de historia. Y mira que no quiero saberlo…
No hablo con Danna por el resto de la clase.

- - -


Al sonar la campana me acerco a Samuel y juntos nos encaminamos a clase de informática.
– Te veías muy lindo ayer en gimnasia… – comento a Samuel en cuanto pasamos a un lado de Stuart y Demian. Casi puedo escuchar cómo se contraen los músculos de esos dos animales.

– Y eh… tú te ves lindo en informática. – murmura con inseguridad.

– Si es una broma, no la entiendo. – respondo en voz baja y luego acaricio su cabello con una mano.

– No, en serio… te ves más tranquilo que en cualquier otra clase… a excepción de esas risillas que sueltas a veces mientras te muerdes las uñas. – finge tener un escalofrío y apresura el paso para llegar a clase de informática con la profesora Aya Kimura.

La profesora Kimura es agradable. Es muy joven, ha de rondar los veintitrés. Viste acorde a su edad aparente, aunque no creo que al cuerpo de maestros les parezca apropiado que una profesora ande por ahí en minifalda y camisetilla de tirantes; pero eso es bueno, porque así puede ser clasificada en “personas que van en contra de la corriente”, y por lo tanto me cae bien. Además, siendo así de delgada no tiene nada qué temer al usar ésa clase de ropa. Decir que hasta las gafas se le ven bien es suficiente.

– Eh, ¿qué vas a hacer el fin de semana? – pregunta Samuel y me roza el brazo con sus dedos. – ¿Van a seguir con lo de la remodelación?

Niego con la cabeza, eso ya casi está terminado, sólo es cuestión de que los obreros nos aseguren que ya podemos usar las nuevas alas que mandó a construir mi mamá.
– ¿Hay lugares para salir a bailar?... – sugiero.

Sam sonríe desanimadamente y niega con la cabeza.
– Todos son para mayores de edad…

– Pero hay… – insisto. Samuel asiente. – Si no me equivoco, hay un sector gay en Armitage… digo, no están tan perdidos en el tiempo, ¿hay centros para ir a bailar ahí? –

Samuel suspira y vuelve la vista a la pantalla
– No me gusta lo que estás tratando de hacer.

Me reclino hacia el frente y apago el monitor de su ordenador asignado.
– Venga, no seas llorón, yo te cuido… ¿cómo se llama el lugar?

Se gira a verme, puedo notar que estaba nervioso… o asustado.
– Eros… eh… es la mejor discoteca de la, eh… zona gay, después de Quake, pero bueno, es que son las únicas. A menos que prefieras ir a Deviant Palace… es más general, y queda cerca de tu casa. – en un principio titubea, pero termina diciéndome la información muy rápido.

– Vamos a Eros… – fue el único nombre que alcancé a entender gracias a su supervelocidad. – Me llama la atención, además dices que es lo mejor… –

– No, entendiste mal, lo mejor es Deviant Palace. – intenta aclararse.

– Nada, Sam, vamos a Eros. Claro, si quieres acompañarme… – le sonrío coquetamente y acaricio su carita, eso seguro lo convence.

– No tengo mejores planes… – suspira, luego hace un pequeño gesto de alegría y vuelve a trabajar.

Supongo que las siguientes dos semanas será mejor ir a investigar de qué me estoy perdiendo en Quake y en Deviant Place. Aún cuando éste último sea más bien… no sólo para heterosexuales, pero no específicamente para homosexuales.

Justo vamos saliendo del aula cuando aparece Scott para impedirnos el paso. Se ve mal… que no es que eso sea nuevo. En la última semana se ha recuperado del poco protagonismo que ha tenido en el grupo de sus amiguitos, pero eso no cambia el hecho de que las primeras tres semanas de clases pasó casi desapercibido por estar, si es que tiene sentimientos, deprimido.
Coge a Samuel por los hombros. Esa es mi alerta. No puedo permitirle que le haga nada más, simplemente lo empujo. Lo suelta pero aún así no se aparta de nosotros.
– Samuel… necesito hablar contigo.

Samuel intenta abrir la boca, pero se tarda demasiado.
– Con permiso... – suspira finalmente. Así se hace, hámster.

– Samuel, por favor, es importante… – insistió Scott.

– Creo que escuché muy bien que te dijo que te vayas a la mierda. – digo burlonamente entre dientes, disfrutando de su dolor, de su impotencia. Así sabrá lo que siente Samuel a diario, cuando nadie quiere ayudarlo, vaya… ni hablarle.
Scott niega con la cabeza, suelta a Samuel y se aparta.
¿Por qué tan urgentemente en medio de clases?... más sospechoso, imposible.

- - -


Las últimas clases fueron las de literatura y física. Nada muy emocionante, la verdad.

Me quedo junto con Samuel a las afueras del portón de la escuela, platicando de cualquier cosa.
– Aún me falta mucho por conocer de Armitage… pero tú has sido la sorpresa más grande. – sonrío déspotamente y tiro de su cabello. – No sabes ni siquiera empujar gente, ¿qué sigue, tampoco sabes nadar? – tiro más fuerte.

Se encoge de hombros y me arrebata su mechón de pelo.
– Eh… mi padre está ahí estacionado… ¿quieres que te lleve a tu casa? – apunta a un automóvil negro con los vidrios polarizados en la calle frente a nosotros.

Niego con la cabeza y encojo la vista, pues al moverse permite que la luz del sol me dé directo a los ojos.
– Te llamo a casa en la tarde… o a tu móvil, si prefieres. Yo paso por ti, eso no se discute… Recuerda, esto sí es una cita; no lleves a nadie más. – bromeo.
Samuel sonríe mientras sube al auto y se despide de mí con una mano.

- - -


Miro a mi madre y le sonrío tiernamente. Estamos frente a una luz roja
– Samuel me invitó a salir en la noche… a su casa… pero no sé qué tan tarde vaya a regresar… ¿me prestas la camioneta? – miento.

Como respuesta me dirige una mirada de desconfianza, casi puedo escucharla preguntándome “¿Crees que soy estúpida?”
– ¿Y también quieres dinero?... ya sabes, por si quieren rentar películas, comprar comida, talvez se te acabe la gasolina… en total necesitarías más de cincuenta dólares, ¿verdad?... de acuerdo, yo mientras me quedaré en casa chupándome el dedo y cambiándome el pañal porque nací ayer y…

– Ya entendí, es un no. – la interrumpo. Dejo escapar un suspiro y echo el respaldo de mi asiento para atrás. – No vamos a hacer nada malo… anda mami. – insisto, haciendo pucheros pues sé que desde aquí me puede ver en el reflejo del retrovisor.

– De él no sé… pero tú, Seth… ¿cuántos brazos has roto?

– Qué se yo, ¿quién lleva la cuenta, de todos modos? – vuelvo a levantar el asiento y la miro con curiosidad.

– La policía, mis ahorros, el hospital, los servicios de educación… – responde con simpleza y con una mirada que me hace entender “Ya deberías saberlo, pequeño imbécil”.

Me quedo callado hasta que llegamos a casa, y no le dirijo la palabra mientras comemos… sólo le regalo una mirada ocasional para que se sienta culpable.

– Está bien… pero me tienes qué decir a dónde vas, con quién, a qué hora vuelves… y no vas a apagar el celular.

Sonrío satisfecho y me levanto de la silla con el plato en las manos.
– Gracias, eres un amor. – subo las escaleras a paso lento, aún comiéndome la sopa.

– Sammy… – murmuro contra el teléfono en cuanto escucho que levantan la bocina.

– ¿Seth?... – pregunta con emoción – Pues quién más, ¿verdad?... – su tono cambia a uno más desanimado, pero después vuelve al emocionado – Hola.

– Hola… ¿te parece si paso por ti a las… diez?... ¿once?, ya pediste permiso, me imagino… y no mentiste nada, ni omitiste detalles sucios.

Escucho a Samuel tosiendo.
– Espera, estoy comiendo algo picante… – sigue haciendo ruido con la garganta por un rato, tomando largas bocanadas de aire y demás – Eh… sí, sí, las diez están bien por mí… debo estar en casa para las doce…

– Estás bromeando… dime que estás bromeando… mierda, no estás bromeando, ¿verdad?

– Imagíname negando con la cabeza, como una respuesta desanimada. – puedo escucharlo riendo. – ¿No es tan temprano, o sí?

– ¿Por qué no dices que te quedas a dormir en mi casa?... puedo decirle a tu papá que llegamos a casa a las doce, que cuidaré muy bien a su bebé y todo eso… que mis intenciones son buenas y usaremos preservativo… no, espera, le diré que no tendremos relaciones.

Vuelve a toser. No estoy seguro si es por su comida o por mi comentario. Por suerte sabe que la mayoría de lo que digo no va en serio.
– Está bien, está bien… ¿qué me pongo?

– Algo sexy, por supuesto… lleva una camisa que no te importe perder, no uses calzoncillos para ahorrar tiempo… y ya me cansaron tus ladrido, nos vemos en la noche. – apenas escucho que va a decir “Pero” y enseguida corto la llamada.

Me recuesto, y al rato escucho la puerta principal abriéndose y cerrándose, mi madre que se va a la oficina.
Antes de quedarme dormido le mando un mensaje de texto a Samuel rogándole que estuviera listo temprano, sugiriéndole que tomara café y recomendándole que llevara mucho dinero.

Dan las nueve de la noche. Mi madre llega con la camioneta casi en punto de la hora.
Estoy listo… traigo puesta una camisa gris plana, pantalones negros ajustados con algunas cadenas en la cintura, y unos sencillos tenis sin cinta negros con franjas grises… o grises con franjas negras. Lo único que no arreglo es mi cabello, lo dejo así en ninguna dirección, se ve espontáneo… y de igual manera no voy a salir peinado de un club nocturno… por el sudor… el sudor del baile, por supuesto.
Saco treinta dólares de mis propios ahorros y salgo por la puerta después de pedirle las llaves a mi mamá y explicarle todo lo que haría en la noche.

- - -


– Dije sexy, no como monja… – bromeo al ver a Sam en cuanto abre la puerta para subirse a la camioneta. Tiene una camisa de vestir blanca, pantalones de mezclilla azul oscuro y sus zapatos, que los veo cuando sube, son unas deportivas grises. Se ve bien, ni para qué mentirme a mí mismo.

Hemos recorrido muchas calles, en algunos sectores tardamos más para salir… el tráfico casi siempre es más fuerte en las noches de fin de semana, ésa regla sólo se rompe cuando las vacaciones comienzan entre semana.

– Ahí es… – señala un gran edificio negro con luces neón en rosa, un arco con una flecha preparada para dispararse, y más a la derecha, escrito en grande: “Eros”.

– Felicidades, sabes leer… ahora, ¿dónde me estaciono? – analizo el edificio, pero no parece haber ningún aparcamiento.

– Es subterráneo… – me señala un lugar donde hay muchos autos amontonados, pero no veo del todo bien. Asumo entonces que ésa es la entrada al estacionamiento.

Llegamos al frente. Puedo ver que hay una especie de elevador para autos. Antes de dejarnos entrar se nos acerca un hombre moreno y forzudo vestido con una tanga blanca y con un par de alitas pegadas en la espalda, nada majestuoso, pero sí muy sexy.

Me hace señas para que baje el vidrio de mi ventana y obedezco enseguida.
– ¿Qué edad tienen, niños? – pregunta con su voz grave.

– Dieciséis. – se apresura a contestar el inocente de Samuel. Casi quiero golpearlo.

El guardia se nos queda mirando de manera sospechosa. Le pido un poco de tiempo con un gesto de manos para que me permita buscar algo en mi billetera.
– Diecisiete. – saco un billete doblado a la mitad. – Dieciocho. – digo al final con el billete desdoblado.

El hombre sonríe y nos deja el paso abierto. Ni siquiera recoge mi billete. Esos sí son caballeros… con alas y en tanga, pero caballeros al fin.

El aparcamiento es enorme, probablemente tiene todo el edificio cubierto por debajo. Hay un montón de carros, y además hay mucha gente entrando y saliendo de sus coches, algunos simplemente estaban dentro haciendo… cosas.
Hay gente sola, acompañada, en pareja, en grupo. Chicas, chicos; lesbianas, gays, algunos heterosexuales, supongo… y probablemente también haya bisexuales por ahí.
El ruido de la música llega hasta abajo sin opacarse por los gritos y risas de la gente con ambiente de fiesta.

Hay más ángeles colocados en puntos estratégicos cambiando dinero por boletos de entrada a Eros… estamos en el paraíso.

Samuel cierra los ojos. Si no fuera por la música, seguro lo escucharía tragando saliva.
– Tengo… no, no tengo miedo… – suspira casi al mismo tiempo que abre la puerta.

Puede decir lo que quiera, pero estoy seguro que su cuerpo entero se sacude al desmontarse de la camioneta.
Notas finales: Espero les haya gustado.

Una imagen de cómo se ve Sam ahora:
Samuel Kifer. Aya Kimura.

Muchas gracias por su tiempo.


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