Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

S-Crew por Hotaru

[Reviews - 230]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Espero que les guste este capítulo.

Presentación.

12: Orgasm on the dance floor.

No hay manera de describir mis emociones en un orden lógico que al mismo tiempo no me haga pensar que soy una persona obsesivamente dramática. Está bien sentirse nervioso, talvez un poco asustado… pero tener miedo y sentir angustia como si estuviera perdiendo una parte de mi ser es ya una exageración.
Resulta muy agotador estar aquí.

No puedo sentir mis pasos en el pavimento, creo que ni siquiera escucho a Seth mientras pide las entradas a uno de los tantos ángeles distribuidos en el estacionamiento.

Mi compañero sonríe, no sé si burlándose o de manera sincera.
– ¿Qué pasa?... ¿quieres volver?, no me digas que quieres volver. – intenta sonar comprensivo, al menos yo supongo que lo intenta, pero simplemente así no es él y parece todo un truco para después gritarme “¡Te engañé!”.
Me encojo de hombros y niego con la cabeza intermitentemente como si estuviera volviéndome loco… como si intentara reprimir al Samuel miedoso.

Seth me coge de la mano y me obliga a caminar a su paso hasta donde se reúne la gente.
– Supongo que aquí es la entrada, llámame supersticioso… – murmura en un tono de voz muy animado. De vez en cuando da algunos saltitos con el resonar de la música que suena por encima de nosotros, mientras yo sólo quiero sacarme el corazón y arrojarlo contra la pared para que el retumbar de las bocinas deje de incomodarme.

Pronto avanzamos hasta quedar frente a una cadena pintada de rosa que impide la entrada hacia un pasillo oscuro que muy de vez en cuando se ve alumbrado por un relampagueo blanco.

Le suelto la mano y lo cojo de la camiseta, los nervios hacen que me falte el aire poco a poco.
– Seth, volvamos, volvamos; te pago todo… la gasolina si quieres, volvamos. – digo de pronto. Algunas personas voltean a verme como si fuera un bicho raro. Siquiera podrían imaginarse que soy claustrofóbico, no forzosamente debo ser esquizofrénico…

Me pega un manotazo, obligándome a soltarlo. Ríe un poco, y luego me coge de los hombros.
– ¿Crees que te traería a un lugar como éste si pensara que algo te puede pasar?, en lo que a mí concierne, no te alejarás de mí en toda la noche… ya, ¿mejor? – sus ojos me demuestran la molestia que intenta reprimir. – Sólo intentaron violarme tres veces, no hay gran riesgo en una discoteca. – ¿bromea?...
Afloja su agarre lentamente y vuelve a tomarme de la mano con seguridad; el ángel de alas rosas junto a la cadena nos abre el paso a nosotros y a otros que escucho hacer bromas acerca de mí mientras avanzamos por el pasillo.

Hay un camino a la derecha y enseguida unos escalones que dan la estructura a una escalera en forma de caracol. Mientras más subimos, más se escucha la música y más aprieto la mano de Seth. Es curioso que me deje estrujarlo cuando en un principio no quisiera ni tenderme la mano para ayudarme a recoger los libros.

Llegamos a la planta principal. Hay mucha gente bailando, incluyendo a unos tipos sobre unas torres en ropa interior y con alas emplumadas en la espalda. Un mero placer estético. Verlos a ellos en tanga, me quita el miedo al ridículo.

El club es inmenso; está formado por figuras indefinidas, nada termina con ángulos, todo tiene finales redondeados incluyendo las barras de bebidas, las mesas, las sillas, y los escalones que llevan a la segunda planta. Hay tres tonos predominantes. El negro, en la mayoría de la pared y los muebles. El verde limón en las luces del techo y en algunos barrotes de neón fijos a las paredes y a la barra de bebidas. Y el rosa vivo en las lámparas que cuelgan del techo, y muchas barras de neón acomodadas en las paredes bajo las verdes. Pero claro, todo eso sin contar las tantas luces intermitentes en la pista.

– ¿Algo de tomar? – me interrumpe en mi ensoñación un hombre de músculos marcados, en un bóxer negro muy ajustado, con un moñito negro atado en el cuello y una charola metálica vacía en la mano izquierda.
Giro la cabeza para ver a Seth, que enseguida hace señas para que el tipo se aleje de nosotros. Claro que pudo simplemente haber dicho que no, pero eso habría sido cortés.

– No dejan que nos cansemos un rato antes de querer embriagarnos… – grita Seth junto a mi oído y ríe al notar que me alejo a causa del dolor. – ¿Me concede esta pieza? – alza nuestras manos unidas y hace una seña con su otra mano, invitándome a la abarrotada pista principal de baile que se sitúa frente a una pantalla gigante que proyecta vídeos musicales entremezclados con escenas eróticas de distintos hombres y con la visión de la pista de baile. No había notado que también cuelgan algunas cámaras del techo.

Seth no espera a que responda para jalarme hasta el montón de gente en celo. Igualmente iba a decir que sí, ni al caso quedarme parado en medio de la nada contando cuánta gente salía y cuánta entraba.
Nos hacemos lugar entre la multitud. Siento algunos toqueteos en distintas partes de mi cuerpo al pasar entre las personas, quiero suponer que son roces involuntarios.

De un momento a otro, Seth se detiene en un punto indefinido de la pista, me suelta la mano y comienza a bailar con el resto de la gente.
Me sonríe sugestivamente al mover sus brazos en el aire y al restregar las manos contra su cuello.
– ¡Baila!… – ordena, me toma del mentón y esboza una sonrisa antes de soltarme. – ¡Sammy, baila!

Ríe un poco en cuanto comienzo a moverme. No tengo confianza en mis pasos. Lentamente voy soltando mi cuerpo, debido más que nada a que Seth comienza a cambiar su rostro a uno de aburrimiento.
– ¡Eso, dámelo todo! – grita, lo que causa que me cohíba de vuelta por un momento. Sin embargo tengo que acostumbrarme a sus constantes bromas, pues son nada más parte del juego de convivir con él.

Sonrío gentilmente y me acerco poco a poco hasta quedar muy próximos el uno al otro. La canción cambia por una más rápida y de letras mucho más sugestivas que la anterior; habla de pantalones calientes, conejitos y otros sinsentidos.
Seth conoce la canción, deletrea las palabras con la boca al mismo tiempo que la voz de la cantante grita por las bocinas. Creo que después de todo disfrutaré la noche… y me divertiré, que es lo importante.

Se lleva un dedo a la boca y lo lame juguetonamente, después lo acerca a mí y roza mis labios con él; ríe y me abraza por un segundo antes de continuar a bailar y cantar al compás de la música de fondo. A veces junta su cuerpo con el mío por culpa de los empujones que nos dan el resto de personas en la pista. Por alguna razón, su alegría me hace energizarme.

Cambian a una canción con ritmo menos electrónico, pero aún pop; él sigue bailando, pero con los ojos cerrados, moviendo las manos como un niño pequeño… al parecer no tiene la menor idea de cómo bailar la canción.
Me coge por la cintura y se acerca a mi oído.
– Sammy, ¿te han dicho que bailas como una perra en celo? – su comentario me hace reír.

Decidimos, como muchos en la pista, no prestar atención a la canción. Le toma bastante tiempo al disk jockey darse cuenta de que la gente no está feliz… pero finalmente vuelve el ritmo electrónico.

- - -


Bailamos unas diecisiete canciones seguidas, que es mucho, casi una hora.
– Vamos por algo de tomar, me está sudando cada minúscula parte de mi hermoso cuerpo. – informa Seth y me toma de la mano con rapidez.
Me arrastra fuera de la pista de baile. Se abre paso entre la gente como si se sintiera una demoledora.

Qué horror… ¡alguien me dio una nalgada!, ¡alguien me tocó y ni siquiera lo conozco!... volteo hacia atrás, buscando alguna carita riéndose entre todas las demás, pero todos están muy animados; resulta inútil. Esto no se lo deseo a nadie.
Apresuro el paso, casi tropezando con los pies de Seth. Finalmente, Seth me obliga a caminar con naturalidad, me aprieta la mano como si tuviera pinzas en lugar de dedos.

Llegamos hasta la barra, donde también hay, para no perder la costumbre, más sujetos sin camisa. Ahora yo me acerco al oído de Seth.
– Por favor, nada de alcohol… no sé conducir muy bien… y no creo que a tu madre le haga gracia mucho de esto.

Seth ahoga una carcajada, logrando un sonido muy extraño.
– ¿De qué hablas, Sammy?, mi madre me permitiría prostituirme si así lo deseara.

Me aclaro la garganta e intento lo mejor posible por no revelar mi indignación, después de todo es sólo una broma.
– Dije por favor…

– Ya, ya… tomaré una piña colada virgen, ¿feliz? – mueve mucho las manos al hablar, no sé si sea para seguir el ritmo de la música o nada más para expresarse, lo primero sería ridículo ya.
Asiento con la cabeza y sonrío con satisfacción.

Después de pedir esperamos un momento, unos escasos minutos que dos hombres aprovechan para acercarse a nosotros.
Ambos miden alrededor de seis pies. Uno de ellos es un castaño de cabello ondulado y desarreglado; tiene facciones muy delicadas… nariz respingada, pestañas largas y grandes ojos azules; está vestido con pantalones vaqueros de color azul oscuro, algo deslavados en los muslos, tiene puestas unas deportivas grises y trae una camisa estilo polo en color beige.
El otro es de cabello negro, corto pero no lo suficiente como para no notar que lo tiene rizado… además me permite saber que sus orejas no son de un tamaño descomunal. Sus facciones me resultan más varoniles que las de su compañero: su nariz tiene forma griega, tiene la mandíbula más pronunciada y sus cejas pobladas en línea recta en conjunto con sus ojos color verde veronés o azul indistinguible le dan un aspecto de armonía y relajación. Está vestido todo de negro, una camisa de manga larga, pantalones vaqueros, y zapatos más o menos formales. Tiene un porte como el de esos italianos que aparecen en las películas.
Ninguno de los dos parece tener más de veinticinco años.

– Hola. – saluda el de cabello negro con mucha confianza en sí mismo, alzando una mano en el aire.

Seth alza las cejas para responder al saludo y sonríe un poco cuando el castaño ríe nerviosamente al mirarlo a los ojos.
– Mira, él… – el de cabello negro coge a su compañero por el hombro y lo acerca a Seth –… quiere hablar contigo por unos minutos, y yo quiero hablar con él… – me señala a mí. – Pero, no sabemos si ustedes están… ya saben, si son novios.

Seth me voltea a ver, aún sonriendo, talvez espera a que yo responda a la cuestión del extraño.
– Terminamos hace dos minutos; no toma en cuenta mis sentimientos y es muy celoso… – les comunico con seriedad fingida.

Seth vuelve la vista a los desconocidos y me señala por encima de su hombro.
– Y él es un paranoico mentiroso.
Los muchachos se quedan quietos sin saber cómo reaccionar al humor de la situación. O más bien, no están seguros de que exista humor en nuestras palabras.

El castaño sonríe.
– Yo soy Leon… ¿tú cómo te llamas? – pregunta a Seth. Se aprieta las manos una con la otra, se nota que está nervioso. Si supiera cómo es Seth, estaría más nervioso aún.

– Seth, dieciséis, Tauro… – responde con simpleza y hace una serie de movimientos con la cabeza. – Las presentaciones son aburridas, ¿no crees?

– Hola, soy Colton, veintitrés, Libra… – se presenta ante mí el de cabello negro y tiende su mano para que la estreche, algo que no dudo ni un segundo en hacer. La textura de su piel me agrada, es como apretar una sábana con mucho suavizante.

– Samuel, dieciséis, Sagitario. – digo en voz baja. Supongo que no me ha escuchado, pues acerca su oreja a mis labios para que se lo repita.

– Eh, joven… – llaman a mis espaldas, o más bien a las de Seth.
Uno de los bármanes le tiende su bebida ya preparada. Seth la coge algo avergonzado, probablemente porque los otros dos podrían creer que es un cobarde que no se atreve a probar el alcohol.

Colton ríe levemente y niega con la cabeza. Me coge de un hombro y se acerca a mi oído.
– ¿No te gustaría un orgasmo?... – ronronea a mi oído. Siento un escalofrío al percibir que sus labios se acercan tanto a mi oreja que incluso la rozan. No se separa de mí, así puedo escuchar que ríe. – Es una bebida, sabe un poco a café… no te sugeriría nada así a menos que estuviera seguro que responderías con un sí.
Se aleja unos pasos, quedando de vuelta junto a su amigo.

Seth platica con Leon de manera más o menos animada acerca de su estadía en Armitage, la ciudad dividida. Y no es que las demás ciudades no tengan sectores diferentes los unos de los otros, así llaman a Armitage algunas personas debido a que a partir de Great Street al occidente es un sector mayormente habitado por la comunidad gay, algo así como nuestra adaptación del Distrito Castro de San Francisco. Y al oriente… pues ahí está lo demás.

Sonrío nerviosamente para Colton y niego con la cabeza. No me gusta el alcohol, nunca lo he probado y no será ésta noche la primera vez.
– ¿Y un virgin Mary? – insiste. Me niego nuevamente, aunque sepa que ése no contiene alcohol me parece muy asqueroso. Suspira y se encoge de hombros – Lo intenté, no perdí nada. – dice al pasar junto a mí para pedir algo en la barra.
– ¿Podrías darme un orgasmo, por favor?... dos, mejor. – pide Colton y luego dice una serie de palabras ininteligibles más.

– ¿Que desde cuándo te noté?... creo que… desde que te lamiste el dedo y lo embarraste a tu amigo; un poco asqueroso, la verdad… pero sexy. – responde Leon a una de las preguntas de Seth. Seth sonríe un poco y me dirige una mirada pícara por un segundo.

Alguien me toma por los hombros desde atrás.
– ¿Quieres ir a la planta alta?, hay una sección que inhibe el ruido, ayuda para platicar. – escucho a mi oído, es Colton. – Ya pedí que llevaran las bebidas a arriba cuando estén listas, por favor no te niegues. – su tono de súplica es más bien como… un gemido, demasiado sensual. Eso, aunado a que yo llevo viendo por lo menos cinco minutos la pantalla con sus intercambiables escenas eróticas… no es una buena combinación, y se nota cuando asiento de inmediato sin preguntarle a Seth.

Leon toma a Seth de la muñeca y él se deja llevar hasta la pista al mismo tiempo que Colton me sujeta la mano y me conduce con tranquilidad a la segunda planta.
Entramos a una pequeña sala bloqueada por cristales muy gruesos con una puerta hecha del mismo material. Colton empuja la puerta y entra él primero. Se sienta en un sofá de cuero negro para dos personas y yo lo acompaño, mis piernas me lo agradecen.
No somos los únicos en la sala, por lo que también hay algo de ruido, pero al menos la música es casi inexistente.
– Qué lástima que no podremos ver a Leon bailar… ni a tu amigo, claro. – murmura burlón. – Leon lo hace bien… me refiero a bailar, por supuesto.

Sonrío desconfiadamente. Es un poco incómoda su inesperada referencia al sexo.
– Seth baila bien, también… – intento seguir el hilo de la conversación.
Comienzo a jugar con mis manos dando palmadas a mis rodillas. Me siento agotado, con sueño. Saco el móvil de la bolsa en el pecho de mi camisa para revisar la hora, son las once horas con treinta y siete minutos… suelo dormir a las doce treinta, seguro mi cansancio se debe a tanto tiempo de estar bailando. Me duelen las puntas de los dedos de los pies, las deportivas me quedan un poquito apretadas y nunca he soportado caminar con ellas por mucho tiempo, no sé por qué supuse que sería el pisotear indefinidamente sería distinto.
Debí haber hecho caso a la recomendación de Seth, debí haber bebido mucho café…

– Sam… ¿te molesta si te llamo Sam? – pregunta Colton, interrumpiéndome en medio de mi delirio antes de caer dormido, por lo tanto evitándome descansar. Niego con la cabeza e intento sonreírle. – ¿Dónde estudias?

– En el instituto Benford, en Howard County… – no dudo en responder, ¿qué podría lograr con saber dónde estudio?, no es como si fuera a difundir el rumor de que soy gay.

– Vaya, tengo una hermana ahí… bueno, media hermana. Talvez la conoces, ¿Leslie Stevens?… tiene tu edad.

Niego con la cabeza y me encojo de hombros.
– Me suena, pero no estoy muy seguro… pregúntale por el maricón del instituto, seguro que ella sí sabe quién soy.

Ríe por un segundo. No es broma… pero sí, seguro suena como tal.
– En realidad no hablo mucho con ella, verás… ella es hija ilegítima, hubo un lío enorme en la familia que no creo que quieras escuchar. – simplemente no planeo preguntar para no hacerlo sentir mal; y seguro que su última oración es precisamente para que no lo cuestione al respecto.

– ¿Estudias o trabajas? – sigo con un mismo destino en la conversación. Mientras él tampoco me pregunte acerca de mi familia, está bien.

Se escucha repentinamente la música al momento que uno de los hombres con moñito en el cuello abre la puerta para dejar su charola de metal encima de una mesita de madera. Hay dos vasos llenos con hielo y una sustancia marrón-beige. Hay dos vasos, incluso cuando le dije que yo no quería.

Colton coge un vaso y bebe con soltura, repasa una de sus sienes y se aclara la garganta antes de volver a hablar.
– Ambas, de hecho; estudio medicina… sí, ya sabes, demasiado exigente y soñador; como si no hubiera ya suficientes doctores trabajando para establecimientos de comida rápida. Y trabajo… esa es otra historia. – creo que no respira durante ése retazo de conversación, creo que habla así de rápido sólo para volver a tomar de su… ¿orgasmo?

– ¿En qué trabajas? – insisto, pues no se me ocurre nada más qué preguntarle. Tanto mis neuronas como mis ojos comienzan a exigir un descanso.

– ¿Por qué no pruebas un poco?, así no te quedas dormido, anda. – evade mi pregunta y sonríe de manera traviesa.

Deja su vaso sobre la charola y coge el otro para ofrecérmelo. Lo tomo entre mis dedos, muy desanimado, nada tentativa la oferta. Le doy un trago simplemente para que la plática avance. Sí, sabe un poco a café, pero tiene una textura más disuelta que lo convencional, y un extraño sabor como a… algo que jamás he probado en mi vida, sólo se me ocurre compararlo al pegamento de los sobres para carta.

– ¿Qué tal? – me mira expectante. Sólo sonrío amablemente y vuelvo a dejar el vaso sobre la bandeja. – El sabor extraño se va con el tiempo, después sabe sólo como a crema, anda, no me dejes tomando solo. – coge su vaso y me lo acerca a los labios.
La escena sería sólo un poquito tierna si yo quisiera tomar. Inclina su vaso y trago nada más para no derramar el líquido sobre mi ropa, después mi padre se enteraría de que estuve tomando y eso no sería bueno, nada bueno. Cierto, el sabor a pegamento se va, pero aún así yo no quiero tomar y su insistencia ya comienza a molestarme.
– Un poco más, así… – murmura Colton. Accedo demasiado fácil y cuando me quiero dar cuenta ya he vaciado los dos vasos por mi cuenta.

No me siento ebrio, al menos estoy consciente y puedo discernir las cosas. Tengo sueño, eso es todo, eso es lo que me hace ver medio borroso.
– ¿Te molesta si te beso?, he estado soportándolo toda la noche…– susurra Colton a mi oído. Me encojo de hombros, realmente no importa.

Siento el momento exacto en que sella mis labios con los suyos. Enseguida me presiona para que abra la boca, estrellando su lengua contra mis dientes de manera insistente. Me hala el cabello hacia atrás para que me recline sobre el respaldo del sofá. Siento como si fuera a estornudar en cualquier momento, pero lo único que sale de mí son suspiros y unos cuántos jadeos. No es mi primer beso ni voy a decir que el mejor; no me siento ni sorprendido ni asustado, sólo mareado, aburrido, y por alguna razón me siento triste. Aprieto los ojos para intentar reprimir el mareo, pero no se va.

Apoyo mis manos sobre sus hombros y lo empujo hacia abajo. Mi intención es que me suelte, pero él lo interpreta como una invitación para deslizar sus labios por mi barbilla, mi cuello, mi clavícula derecha. Invade mi piel con su saliva, me obliga a estremecerme bajo su lengua.
– Stuart… – gimo inconscientemente. Abro los ojos y me encuentro ante la mirada de unas cuantas personas que también nos acompañan en el club; uno de ellos tiene su móvil fuera, seguramente tomando vídeo.

Cierro los ojos esperando que todo se vaya… pero resulta inútil, Colton no se detiene.
– Déjame, ya… tengo que irme, vamos con Seth… – no estoy muy seguro si eso es lo que digo, pero al menos sí es lo que pienso y lo que creo escuchar. – Tengo que ir con Seth, con permiso… – insisto amablemente mientras él besa mis mejillas y desciende nuevamente para morder la piel que cubre mi quijada.

– Samuel, ¿dónde está Seth?... – al principio llego a creer que es Colton tratando de jugar con mi mente, pero al mismo tiempo dejo de sentir besuqueos por toda mi cara y mi cuello.

Abro los ojos y me encuentro con la presencia de Spencer justo ahí, de pie, a unos pasos del sofá. Me tallo los ojos y giro la cabeza hacia la izquierda, veo que Colton tiene la mano frente a la boca y trata de contener su risa.
– ¿Estaba soñando?... – le pregunto a Spencer e intento ponerme de pie, pero no lo consigo hasta después de patear accidentalmente la bandeja donde trajeron los vasos; son gruesos, por lo que no se rompen, aunque sí derraman agua y hielo sobre el piso.

Spencer me coge del antebrazo y me saca de la salita.
El sonido me destroza los oídos, así que rápido me suelto del agarre de Spencer y me cubro las orejas con las manos. Incluso cierro los ojos, no sé por qué. Spencer sigue llevándome, sujetándome con ambos brazos alrededor de mi cintura.

Me destapa un oído por la fuerza e insiste con la pregunta de hace unos minutos.
– Samuel, ¿sabes donde está Seth?... – niego con la cabeza. – ¿Traes tu teléfono? – abro los ojos y me busco en todas las bolsas de la ropa hasta que lo encuentro en la del pecho de mi camisa. Spencer busca en el directorio, creo, y llama probablemente a Seth.

– ¡No lo va a escuchar, además está bailando! – grito, creo que me escucharon personas de más.

– Entonces, sí sabes dónde está. – deja escapar un suspiro de fastidio y me coge de la mano. Me hace seguirlo de vuelta a la segunda planta… me estoy mareando con esto de subir y bajar escaleras.
Spencer sigue insistiendo por el móvil y además busca entre la multitud alguna cabecita rubia… hay bastantes.

Veo a Seth subiendo las escaleras y halo a Spencer del brazo para llamar su atención. Apunto en dirección a Seth desde que llega a la segunda planta hasta que se pone justo frente a nosotros. Aún está con el tal Leon.
– ¿Qué haces aquí? – pregunta a Spencer. – Te dije que no te le acercaras.

Spencer no puede disimular su enojo. Rueda los ojos antes de contestar.
– …se cabrón con el que lo dejaste se lo estaba tragando entero, además está ebrio… no haces un buen trabajo cuidando gente.

– Estoy consciente… – me llevo una mano al pecho y les hago saber de mi aflicción ante la situación. – Te prometo que no estoy ebrio. – le aseguro a Leon con una mano alzada como si de verdad estuviera testificando ante un estrado. Simplemente me ignora y se va a la sala sin ruido, supongo que para buscar a Colton.

– Para empezar, ¿por qué estás aquí?, ¿todo éste tiempo has sido de nuestro club y no nos has dicho o viniste a seguirnos? – pregunta Seth y se cruza de brazos esperando por alguna réplica por parte de Spencer.

Spencer duda un momento pero al final se atreve a contestar.
– Vine a seguirlos, ¿cuál es el punto?, no debieron haber venido…

Seth hace un gesto de decepción, talvez no es eso lo que quería oír. ¿Qué quería oír?
– Por un momento creí que dirías que ambas opciones… – niega con la cabeza y voltea a mirarme – Tú y yo nos vamos. – me sujeta de la mano y me hace seguirlo hasta las escaleras, luego a otras escaleras, después al pasillo oscuro y al final al aparcamiento subterráneo.

– ¡Seth!... ¡Seth, detente! – gritan detrás de nosotros. Es Leon, que viene corriendo para alcanzarnos.

Seth duda entre quedarse quieto o seguir, pero al final deja que Leon se nos acerque.
– Qué divertido juego el que hacen tú y tu amiguito… – reclama mi amigo antes de que Leon pueda siquiera respirar. – Mira… – me mueve la cabeza violentamente y coloca un dedo sobre mi cuello. – ¿Cómo crees que lo van a tratar en la escuela por traer un chupete?... ¡eres un idiota! – sigue demandando al castaño.

Leon muestra un rostro de indignación y mueve los brazos de manera torpe hasta que decide llevar sus manos a ambos lados de su cabeza y cubrir su cara por unos momentos en señal de vergüenza.
– Perdón, mira… yo ni siquiera conozco a Colton; yo quería hablar contigo así que le pedí que me acompañara para no dejar a tu amigo solo, ¿ya?... lo siento, yo no pretendía que pasara esto.

– Qué hijo de puta… – susurro pensando en Colton.

– Lo mismo pienso, eres un hijo de puta, Leon. – vocifera Seth.

– Seth, por favor, te juro que no tenía idea; por favor, me caíste muy bien… no te enojes conmigo, lo siento; al menos no pasó nada grave. – suplica. Sus ojos parecen los de un corderito a punto de ser asesinado por un granjero sin sentimientos.

Seth niega con la cabeza, aún está molesto. Cierra los ojos por un rato y exhala pesadamente, supongo que intentando tranquilizarse… de todas formas no le funciona, al abrir sus ojos aún siguen igual de fríos y con una mirada perdida en el suelo.
– Eso ya me da igual… sólo vine a pasar un rato y si no te hubieras acercado a mí, hubiera tenido una noche fantástica. Mi primer salida a un club de esta apestosa ciudad y por poco soy responsable de la violación a mi único amigo aquí… todo porque no querías tenerlo encima y que “no estorbara”. ¿Es esa razón suficiente para conseguir un violador que lo manosee?... y si no hubiera estado la hembra de barrio para avisarme de lo que hacía tu amiguito, seguramente se sirve a Samuel en su coche. – mueve su cabeza al hablar como si con eso desatara su furia.

– ¡Pero no es mi culpa!, ¡yo sólo quería estar un momento contigo!

– Mira, ahí viene Spencer. – lo señalo a lo lejos.
Seth pasa las manos por su cabeza con los ojos cerrados, pobre, qué cosas le pasan.

Spencer se planta frente a nosotros, a unos tres pasos lejos de Leon.
– Yo… si quieres puedo conseguir algún permiso de mi padre para que Samuel falte ésta semana. No creo que comprenda mucho el por qué me “llevo bien” con ustedes, pero no creo que se niegue… ¿cuánto tiempo tarda en pasarse una marca de ésas?... – señala mi cuello y mira a Seth durante unos segundos antes de voltear a mirar a Leon.

– ¿Estás llorando o yo estoy llorando? – le pregunto a Leon un tanto desconcertado.

Se limpia el escaso líquido sobre sus pómulos. No creo que la situación sea para tanto, pero cada quién sus asuntos.
– Tú estás llorando… – me mira un segundo e inmediatamente vuelve su mirada a Seth. – ¿Por favor?... me caes muy bien, dame una oportunidad.

– Como sea, tengo tu número de móvil… tiempo al tiempo… – suspira Seth. – Spencer, ¿vienes con nosotros o te quedas aquí a disfrutar del ambiente?

- - -


Al llegar a la casa de Seth me obligan a vomitar en el baño, asegurando que es necesario sacarme cualquier sustancia que me haya caído tan fuerte… podría haber sido tanto el alcohol como cualquier otra cosa. Seth tiene cepillos de dientes nuevos en una maleta y me regala uno para lavarme los dientes. No me siento muy bien, me duele la cabeza como si algo me hubiese atropellado.

Nos quedamos en la sala por un rato, al parecer Spencer tenía planeado quedarse a dormir en casa de Stuart para que sus padres no preguntaran nada, pero Seth termina invitándolo a quedarse con nosotros después de darle las gracias.

Uno de los sillones se puede convertir en cama, ése lo ocupamos Seth y yo mientras que Spencer intenta dormir en uno de tres cuerpos.
– Desde hace mucho no me pasaba algo así… te pareces tanto a… un amigo, de Los Ángeles… luego te cuento, no estás bien en éste momento. – susurra Seth mientras me acomoda el cabello.

– Seth, no ha pasado nada malo… te lo prometo. Perdón por arruinarte la noche. – sonrío torpemente. Aún no comprendo el por qué de las reacciones de todo el mundo.

Seth se aclara la garganta, creo que estoy a punto de escuchar una explicación.
– Puede ser que no estabas, ni estás, muy consciente al respecto. Prefiero decírtelo cuando despiertes…
Notas finales: Leon Lynwood.
Colton Payne.

Muchas gracias por su tiempo y comentarios. Espero que les esté gustando la historia.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).