Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

S-Crew por Hotaru

[Reviews - 230]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Muchas gracias a todos por sus comentarios y por su interés a todos los que se pasen a leer la historia.

Este capítulo refleja cambios que hice en la edición de los anteriores, la cual todavía no termino, si existe alguna duda pueden preguntarme y les responderé.

Espero que el capítulo sea de su agrado.

20. Dahlia.

Es difícil concebir que, en algún momento de nuestras vidas, no hace mucho, estábamos juntos; y no sólo eso, sino que pensábamos que estaríamos juntos por mucho tiempo, si acaso no para siempre. Me parece extraño que se comporte así conmigo, indiferente la mayoría del tiempo y grosero cuando tiene la oportunidad. El que ataque mi homosexualidad públicamente me parece confuso, siendo que él no quería ocultar lo que éramos mientras aquello duró; no novios, tampoco amigos, pero ciertamente no desconocidos. Fui yo quien le pidió privacidad y distancia, tenía mucho miedo, no me sentía preparado para enfrentar la reacción de cualquier persona sin el apoyo de mi mamá.

A pesar de entristecerme cuando lo veo, no puedo evitar sentirme bien por tenerlo cerca. Me ha lastimado mucho, lo entiendo, lo siento todos los días, no puedo dejar de quererlo, ni siquiera quiero intentarlo. Nunca ha sido perfecto, pero estoy seguro de que es una buena persona. A menos que todo haya sido una gran mentira.

Me hace falta. Puedo vivir sin él, el tiempo me lo ha demostrado, pero con él todo era más sencillo, más agradable, más cómodo. Estando con él todo tenía sentido, ahora pocas cosas lo conservan. Desde que se alejó de mí, todo es confuso. Lo único que quiero es que me diga que estaba confundido, asustado, lo que sea; no importa lo que me diga mientras quiera estar conmigo, ya sabré inventarle alguna excusa para perdonarlo.

Quisiera saber si piensa en mí. Siendo positivo, claro que lo hace, pero, basándome en lo que he visto, parece que no, y si acaso lo hace no le da mucha importancia. Puedo creer que me gustaría saber, pero la verdad es que no, prefiero quedarme con la duda que tener la certeza de que no soy ni siquiera un recuerdo para él.

Lo observo desde las gradas, aprovechando que tengo que esperar a Spencer para irnos juntos. Quisiera que, como hace unos meses, sonriera si acaso se percatara de mi atención; desde nuestro distanciamiento, lo único que hace es desviar la mirada tan rápido como es humanamente posible. Mañana es viernes; durante nuestra corta relación, a partir de nuestro primer beso, los viernes se volvieron casi sagrados para nosotros; todos los viernes salíamos juntos de la escuela y nos íbamos a su casa a pasar un rato en privado. Supuestamente hacíamos tarea, pero casi siempre la dejábamos incompleta. Mañana me vendría bien un viernes como aquellos.

Uno de esos viernes lo recuerdo muy bien por un detalle muy significativo para mí.

Hacía calor, era primavera. Stuart estaba enfadado porque no me atrevía a siquiera dirigirle la palabra frente a los demás por miedo a que alguien sospechara algo. Lo había hecho quedar en ridículo un par de veces, aunque no tanto como a mí mismo. A veces me saludaba alzando una mano o se acercaba a preguntarme algo y yo no reaccionaba, entonces sus amigos se burlaban de él, y supongo que también de mí.

Me saludó con poco entusiasmo. Dentro de mi pecho, sentía como si algo se estuviera comprimiendo, sospechaba que todo se iba a terminar entre nosotros en ese momento. Le devolví el saludo e, ingenuamente, le pregunté si todo estaba bien. No, no estaba bien, me dijo después de un rato. Ya habíamos avanzado un par de cuadras.

—Quiero estar contigo, hablar contigo… quiero tomarte de la mano, quiero abrazarte. Quiero hacerlo todo el tiempo… y no puedo, no puedo porque tienes miedo… ¿Ni siquiera podemos fingir ser únicamente amigos? —preguntó, aunque molesto, serenamente.

—Sería raro… —me quejé.

—¿Sería raro sentarte conmigo a la hora del almuerzo o en alguna clase?, ¿sería raro devolverme el saludo en los pasillos? No te estoy pidiendo que… —hizo una pausa, seguramente para evitar decir alguna obscenidad. No es que él no diga cosas fuertes, sino que probablemente no quería ofenderme—. Lo único que te estoy pidiendo es que reconozcas que existo.

—Pero la gente sospecharía…

—¿Y qué si sospechan?… ¿y qué si lo saben? —me interrumpió, con disgusto—. Eso sería lo mejor para los dos.

—Es fácil para ti pensar así, tienes un millón de opciones por si algo llegara a salir mal. Yo sólo tengo a mi papá. No tengo a nadie más.

—Es agradable saber que no me consideras una opción… —murmuró. No le hice caso a ese comentario, era evidente que sólo buscaba más razones por las cuales enojarse conmigo y preferí no seguirle el juego.

Se veía triste, también enfadado, pero más que nada triste. De vez en cuando hacía los ojos hacia arriba y suspiraba, como si no hubiera esperanza. Quería abrazarlo, pero pensé que no sería bienvenido y preferí no hacerlo. Entonces me tomó de la mano. Me sorprendió y, aunque sentí miedo de que alguien nos viera, no lo hice soltarme para que no se sintiera mal y, además, porque se sentía bien ir de la mano con él.

—Creo que… —empecé a decir. Stuart se volteó de inmediato a verme, abriendo los ojos en señal de expectativa—. No, nada, olvídalo…

Dejó escapar un gruñido. Me sentí mal por un segundo, lo que me tomó darme cuenta de que no me soltaba la mano. Al menos no lo había molestado mucho.

Minutos después, llegamos a su casa. Estuvimos tomados de la mano por quince minutos; durante el recorrido, algunas personas nos dedicaron miradas, la mayoría fingiendo que no tenían idea de lo que pasaba, o quizás realmente no significaba nada para ellos, sólo un par de personas demostró desaprobación. Aunque estuviera temblando de miedo, no lo solté; pero mentiría si dijera que no estaba pensando en qué excusas podría darle a otros.

—No fue tan difícil, ¿o sí? —murmuró al cerrar la puerta. El aire superior con que lo dijo me hizo sentir un poco mal. Sentí como si me hubiera regañando.

Me encogí de hombros y nada más. No quise responderle.

Me revolvió el cabello con una mano y luego empezó a subir las escaleras sin esperarme ni decirme nada. Lo seguí por costumbre. Casi siempre nos encerrábamos en su habitación desde que llegábamos hasta que me tenía que ir. A veces íbamos primero a la cocina si durante el camino Stuart mencionaba que estaba hambriento, pero ese no fue el caso aquella vez.

Su habitación estaba en orden, como todo el tiempo; no pasa mucho tiempo en ella, así que no tiene tiempo para mover sus cosas de lugar. Me quité la mochila del hombro y la dejé debajo del escritorio, para que ninguno de los dos se tropezara al caminar, y luego me senté en su cama. Lo veía con atención mientras se quitaba la ropa para ponerse algo más cómodo. Primero se descalzó. Se agachó un poco para quitarse los calcetines y al erguirse de vuelta se me quedó viendo por unos instantes. Me sentí un poco incómodo porque se veía molesto, así que bajé la mirada al piso. Suspiró y entonces continuó desvistiéndose mientras yo fingía un repentino interés por explorar el su habitación con la mirada.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo, acabando con el silencio entre nosotros. Aún se notaba enfadado. Con miedo, asentí con la cabeza. Tomó un respiro y, mirándome a los ojos, me preguntó—. ¿Te gusto?

—¿Qué?…

—¿Te gusto? —insistió. Parecía enojarse más a cada segundo que pasaba—. ¿Te gusta mi cuerpo?, ¿te gusta cómo soy, cómo te trato?… ¿Te gusto?

Aunque sabía la respuesta a todas esas preguntas, me puse nervioso y me tardé en responderle. Me parecía muy extraño que me preguntara todo eso.

—Sí —le contesté. Me sentía un poco ofendido y creo que se lo hice notar con mi expresión de disgusto.

—¿Estás seguro?

—Sí… ¿Por qué me preguntas esto?, ¿sucede algo malo?

Suspiró, aliviado, y dejó la camisa en el suelo, sobre sus zapatos, ya estaba toda arrugada de tan fuerte que la estaba apretando con las manos.

—No… no pasa nada —murmuró. Evidentemente, algo andaba mal, muestra suficiente era que dudara de mí, pensé, pero no insistí en averiguar—. Voy a la cocina, ¿quieres algo? —agregó en un tono grosero.

Me sentía ofendido, preocupado, triste. Stuart era capaz de hacerme sentir tanto bien como exageradamente mal. Hubo un silencio entre nosotros.

Él esperaba junto a la puerta, observándome fijamente; yo le sostenía la mirada, todavía sentado en su cama, sintiendo que no pertenecía a ese lugar.

—¿Podrías… podrías darme un abrazo cuando vuelvas?… —le pregunté en voz baja.

Hizo una mueca de tristeza y cerró la puerta lentamente. Llegó a mí en tres pasos y, apoyándose en la cama con una rodilla, se agachó para poder abrazarme, con una mano en mi espalda y otra en mi nuca. Olía a cloro de la piscina y a loción, como todos los viernes.

—Estoy siendo un idiota, ¿cierto?

—Me gustas mucho… —susurré tan cerca de su oído como pude, intentando disipar cualquier duda que tuviera al respecto.

Se rió un poco y me dio un beso en la mejilla antes de dejarme ir.

—Gracias por no decir que soy un idiota —dijo, más animado. Entonces, me besó en los labios. Fue un beso rápido, ni siquiera alcancé a cerrar los ojos.

—No lo eres… —dije, luego dejé escapar un suspiro.

Me sonrió por un momento y se retiró para darle la vuelta a la cama y acostarse del lado más próximo a las ventanas.

—Acuéstate —me dijo en un tono muy dulce, picándome la espalda con un pie al mismo tiempo.

Me acomodé a su lado, próximo a su pecho. Él empezó a acariciarme el cuello con una mano, moviendo sus dedos lentamente. Intentaba sacarme los calcetines con los pies, pero yo no se lo permitía sólo por jugar un rato. Me besó en los labios, una, dos, tres, cuatro veces. Se veía contento. Apoyé mis manos en su pecho y me acerqué para darle un beso en el cuello. Me sentía muy bien en ese momento; cómodo, protegido, feliz. Estuvimos cerca de media hora haciendo nada; acostados, abrazándonos. No puedo imaginarme algo mejor que eso, al menos nada posible. Aunque talvez eso tampoco sea posible ya.

—Por cierto, tú también me gustas… —murmuró. Su voz salió ronca, así que se aclaró la garganta después de eso. Me hizo levantar la cabeza para verlo. Extraño su sonrisa.

—¿Te gusta mi cuerpo? —le pregunté, burlándome de lo que me había preguntado minutos atrás.

Rió suavemente, apenas haciendo un ruido con la garganta.

—Sí —respondió, mordiéndose el labio inferior y sonriendo al mismo tiempo.

—¿Te gusta cómo soy?

—Casi siempre —dijo, divertido.

—¿Te gusta cómo te trato?

—Sí… — murmuró. Después de responder, sonrió por un par de segundos—. Creo que eres la persona que mejor me ha tratado en toda mi vida… y, por supuesto, tengo que arruinar eso con mis quejas…

No era ningún secreto para mí que no se llevaba muy bien con su papá porque se la pasaba trabajando todo el tiempo. También me había dicho antes que con el resto de su familia realmente no se llevaba muy bien, en especial con sus primos mayores y los medios hermanos de su padre porque, según él, siempre lo trataron raro y pensaba que era porque su papá es hijo ilegítimo y por lo tanto estaban resentidos con los dos. Y de amigos, ni hablar, para él su único amigo era, y probablemente aún sea, Demian. Las otras dos personas que le agradaban eran su abuela materna y la hermana de su madre. Aunque su comentario no me pareció lo más amable para el resto de sus seres queridos, el que me prefiriera por encima de los demás me hizo sentir muy bien.

—Todavía no has arruinado nada —le dije, entonces le di un beso. Sonrió como un tonto, exagerando a propósito.

—Me tienes mucha paciencia… —murmuró, haciendo que nuestros labios se rozaran. Su aliento me hizo cosquillas en la nariz y me retiré de él un poco.

—Creo que eso es algo mutuo —dije. En ese momento sentí ganas de disculparme, pero, como no estaba dispuesto a cambiar, no tenía sentido que lo hiciera.

Tomó aire y sonrió avergonzadamente, mirándome a los ojos.

—Lo siento, de verdad…

Negué con la cabeza, sonriendo, queriendo darle a entender que no tenía nada por qué disculparse. No era su culpa querer tener una experiencia como la de los demás. No tenía nada de malo que quisiera tomarme de la mano, abrazarme o besarme sin importar si alguien nos veía. No era su culpa querer que fuéramos como la mayoría de las parejas en la escuela.

—¿Tienes hambre? —le pregunté de pronto, recordando que había querido bajar a la cocina.

—¿Lo dices en serio o… quieres…? —respondió, con una sonrisa pícara que me logró contagiar.

—Lo digo en serio… —dije, divertido, en voz baja.

—Qué lástima… —susurró, muy cerca de mis labios.

Para ese momento, mi sonrisa se había convertido en una expresión más compleja e íntima, al igual que la suya, aunque mantenía cierto aspecto travieso en ella. Mis ojos viajaban constantemente de sus ojos a sus labios y de sus labios a sus ojos; mis manos se sujetaron a sus hombros, preparándome inconscientemente como si se tratara de una montaña rusa.

Cuando me besaba sentía algo extraño en el pecho y la garganta, se me escapaba todo el aire por la nariz, los músculos de mis dedos se relajaban, mis ojos se adormecían, la frecuencia de mis latidos aumentaba y sentía un cosquilleo en el abdomen y un poco más abajo del ombligo.

Me tocó en la entrepierna, por accidente en esa ocasión, al intentar liberar la hebilla de mi cinturón con los ojos cerrados. Me quitó la camiseta, luego los pantalones, luego se quito los suyos. Fue muy corto el trayecto entre vestidos a desnudos, con muchos besos entre cada prenda que lográbamos arrebatarle al otro. Antes de quitarme la ropa interior, siempre me sentía nervioso; Stuart me miraba fijamente, con expectativa, sonriendo, como si fuera la primera vez que me vería sin ropa. Él se desvestía con naturalidad, orgulloso, probablemente emocionado, como si tuviera prisa, también sonriendo.

Se colocó sobre mi cuerpo, apoyado en sus rodillas para no dejar caer todo su peso. Me besó el cuello, los hombros, el pecho, los labios. Frotaba su cara contra mi cuello, expresando su cariño como un felino. Hacía ruidos como si fuera a llorar, pero luego se reía. Podía notar su felicidad.

—Te quiero mucho —dijo en un suspiro. Me miraba a los ojos con intensidad, esperando alguna respuesta. Podía sentir la presión de sus manos aumentando con los segundos, aferrándose a mi cuerpo.

No sé cuántas veces me lo había dicho hasta ese punto, cuántas veces me había repetido que me quería. Yo quería decirle lo mismo, me dolía no hacerlo, pero tenía mucho miedo de que me defraudara. La última vez que había dicho te quiero había sido a mi mamá. Para mí era importante aferrarme a eso, mantener su lugar de alguna manera, o, si no, al menos quería estar seguro de que valdría la pena cambiar de opinión. Supongo que debí habérselo mencionado a Stuart.

No se enfadó al comprender que no le respondería, sólo desvió la mirada un momento y en cuestión de segundos volvió a mirarme a los ojos, sonriendo. Me besó los labios, el cuello, el pecho, el abdomen, un muslo, el otro…

Cuando estuvimos más tranquilos, nos quedamos acostados un rato más. Stuart miraba hacia el techo, probablemente pensando; yo me acurrucaba a su lado, incómodo con mi propia desnudez. Al pasar los minutos, lo escuché murmurar. Estaba cantando en un tono suave y exhausto, casi a suspiros. Me pareció muy tierno por alguna razón.

Tras pensarlo unos segundos, me aclaré la garganta para asegurarme de que me escuchara bien y, aunque estaba seguro de que no la iba encontrar, busqué su mirada. Sentía algo extraño en el estómago, por los nervios, así que me apresuré a decírselo; ya había esperado demasiado.

—Te quiero.

Me volteó a ver, incrédulo, pero aún así sonriendo, y me besó en la frente. Giró su cuerpo hacia mí y me rodeó con un brazo. Me dijo que preferiría morir a despertar. Siempre fue extrañamente agridulce.

No me había enamorado antes. Me sentía muy bien por poder reconocer que lo estaba, que estaba enamorado de Stuart. Me hacía sentir fuerte. Necesito un viernes como esos el día de mañana. No creo poder soportar el saber que desde hace un año mi mamá ya no está conmigo. Talvez Stuart podría cambiar eso, pero no lo hará.



Comer con la familia de Spencer es, mínimo, incómodo. Comer con su mamá es una cosa, pues ella es una mujer muy amable; a Seth le agrada porque lo hace reír y porque comparte su gusto de hablar sobre comida como si se tratara de política. Yo no he tratado mucho con ella, pero no me desagrada. Otra cosa muy distinta es comer con su padre, un hombre grosero, prejuicioso y malhumorado, según nos cuenta Spencer. Ni siquiera se me antoja que me sirvan de nuevo, aunque la ensalada tenga muy buen sabor, para ser sólo vegetales, lo único que quiero es apartarme de ese tipo.

—¿Más pollo, Samuel? —ofrece ella, levantándose de su silla al mismo tiempo.

—No, gracias, estoy satisfecho —respondo, sonriendo amablemente.

—¿Ensalada? —insiste.

—De verdad me siento satisfecho. Puedo ayudarla en la cocina mientras Spencer termina de comer…

—No, ya terminé —dice Spencer, levantándose antes de que yo pueda retirar mi silla de la mesa. En realidad no ha terminado, tiene la pieza de pollo en la mano todavía completa.

Su mamá sonríe un instante y retira los platos de la mesa. La mirada del padre de Spencer da a entender que no le da mucha gracia que lo dejemos comiendo solo, pero no me importa y seguramente tampoco le importa a Spencer.



Stanley llegó a casa de Spencer a las seis de la tarde. Por suerte, ya habíamos terminado el proyecto semestral de informática, en el que incluimos a Seth. Si hubiera llegado una hora antes, no hubiéramos terminado, pues Spencer interrumpió todo lo que estábamos haciendo por atender a su nuevo, y seguramente más importante, invitado. Me dejó jugando videojuegos por mi cuenta hasta que Stanley tomó los controles de Spencer y me acompañó un rato; pero de nuevo estoy solo, mirando la televisión, sentado en el piso porque no quiero estar en la cama mientras ellos están tocándose por todas partes.

Spencer es muy independiente. No parece importarle mucho lo que piense, o sienta, la gente. Se aleja con facilidad del mundo; se ha alejado de sus antiguos amigos, de su familia, incluso se separa de nosotros cuando salimos los tres, a veces cuatro, juntos; ni siquiera la importa dejar atrás a Stanley, aunque el pobre no sepa de qué hablar con Seth o conmigo. No creo, sin embargo, que en realidad no le importen los demás, simplemente no lo demuestra con claridad; y, aunque le importen los demás, le importa más su propio bienestar. Así, como se aburrió de mí hace unas horas, en un rato se aburrirá de Stanley y seguramente pasaremos a hacer algo los tres o lanzará indirectas para que nos vayamos, como meterse a la ducha de la nada o cambiarse a su ropa de dormir. Lo ha hecho antes.

—¿A dónde vas? —le pregunta Stanley a Spencer, que se ha levantado de la cama sin decir nada.

—A tomar agua —responde, sin siquiera detenerse o voltear a verlo, y sale de la habitación.

—Casi dos meses de conocerlo y aún no me acostumbro a su forma de ser —dice Stanley, divertido.

Alzo la cabeza para verlo y le sonrío por cordialidad.

—Es grosero, pero no intencionalmente —excuso a mi amigo. Estoy hablando con el muchacho que le gusta, ¿le gusta?, creo que es de esperarse que hable bien de él.

—Yo no diría grosero… —dice en el mismo tono que antes—. Distraído, talvez, pero no grosero.

Me encojo de hombros.

—Se le olvida ser amable, aparentemente…

Me incomoda un poco la sonrisa de enamorado de Stanley, es como si estuviera en otro mundo, y me temo que no parece querer hablar de otra cosa. Spencer nunca sonríe así cuando habla de él y, si acaso habla de él, no insiste en seguir el mismo tema por horas.

—Spencer me contó que estás pensando cambiarte de escuela.

—No me sorprende —bromeo. Spencer lo cuenta todo; a veces eso me molesta, pero no en este caso.

—En donde yo estudio serías bien recibido…

No sé cómo puede asegurar algo así. Después de todo, las probabilidades de que alguien de Benford conozca a alguien de cualquier otra escuela en la ciudad seguramente son altas. No puedo escapar por completo a menos que salga de la ciudad, aunque en realidad no me interesa que me traten mejor, simplemente creo que sería mejor no ver a Stuart cinco días a la semana.

—Lo tomaré en cuenta —digo, intentando sonar lo más amable posible.

—Tenemos una GSA.

—Lo tomaré en cuenta —repito. Si me cambiara de escuela, de cualquier manera, no tomaría el riesgo de entrar a una sin GSA. Quizás deberían de formar una en Benford.

—Tendremos una fiesta para recaudar fondos y realizar donaciones… puedo llevarte para que conozcas un poco más del ambiente y te acerques a los miembros —ofrece con cordialidad. Por la forma en que se expresa, estoy adivinando que forma parte de la asociación de alumnos y es alguna clase de líder en la GSA.

Me encojo de hombros. Suena bien, pero no tengo ánimos de decir que sí todavía.

—¿Cuándo es?…

—En tres semanas. La organizamos a mitad de las vacaciones para no extrañarnos —dice, sonriendo.

Asiento con la cabeza y le sonrío por cordialidad nuevamente. Lo más probable es que para entonces ya me sienta mejor. Seguramente a Seth le gustará la idea.



Después de cenar, o algo así, Stanley se ofrece a llevarme a mi casa. Spencer no ha parado de bostezar desde hace una hora; no creo que esté bostezando a propósito para que nos vayamos, pero de cualquier manera es mejor irnos y dejarlo descansar. No puede despedirse de Spencer de la forma en que seguramente le gustaría, pues su mamá está en la sala viendo televisión, a unos pasos de la puerta de entrada.

—Nos vemos —se despide Stanley, revolviéndole el cabello a Spencer.

—Hasta luego —le responde, luego me voltea a ver a mí.

—Hasta luego —murmuro, nervioso. Lleva mucho tiempo mirándome fijamente.

—¿Vas a estar bien?…

Después de dudar por un par de segundos, asiento con la cabeza; no quiero preocuparlo.



Cuando llegué a casa, mi papá no estaba todavía; ya era tarde, normalmente ya hubiera estado dormido en su habitación, pero ni siquiera estaba el coche. No esperé a que llegara para quedarme dormido, aunque fue realmente algo inconsciente; estaba acostado con los ojos cerrados, no era mi intención quedarme dormido, sólo buscaba claridad. Todavía me cuesta creer que tengo amigos, y tan buenos como Seth y Spencer, lo cual es todavía mejor, incluso en tan poco tiempo que llevamos de conocernos; prácticamente lo perdí todo, pero gracias a ellos siento que aún hay más en esta vida. Sé que todavía soy muy joven como para pensar tan negativamente, de hecho esa es mi mayor esperanza, en realidad quiero que el tiempo me muestre cuán equivocado he estado hasta ahora y entonces me permita disfrutar de la vida. Quiero estudiar, crecer junto con mis amigos, trabajar, comprarme mis propias cosas, quizás un departamento o una casa, tener una mascota, viajar, quizás casarme y adoptar un hijo o dos; incluso quiero cambiar de parecer en muchas cosas y entonces perderle el miedo a los cambios.

—Sammy… Sammy…

Abro los ojos. Ya es tarde. Me he estado despertando a cada hora, aproximadamente; cuando me di cuenta de que se me hacía tarde para la escuela, decidí no ir. Deben ser las tres de la tarde.

—Hola —saludo a Seth, que está sentado a la orilla de mi cama, sonriéndome. Seguramente mi papá lo dejó pasar, aunque no le agrade mucho.

—Hola —me devuelve el saludo—. Estás despeinado.

Intento arreglarme el cabello, pero cualquier intento es inútil.

—¿Cuándo llegaste a la ciudad? —pregunto, levantándome para quedar sentado con las piernas extendidas.

—Ayer en la tarde. Les hubiera avisado, pero… —hace una pausa y sonríe— No importa. ¿Cómo te sientes?

Me encojo de hombros. Regular. Mal. Para mí ya es casi lo mismo.

—¿Sucede algo malo?…

—No sé —murmura. No se ve muy animado, pero aún así vino a visitarme, lo que hace la visita aún más especial—. No quería ir a la escuela, pero pensé que viéndote me sentiría mejor… Obviamente eso funcionó como esperaba —dice, sonriendo—. Aunque ya me siento mejor —agrega, alcanzando a tomarme de una mano.

Le devuelvo la sonrisa. De tratarme con la punta del pie ahora me trata como si formara parte de su familia, a quienes sé que quiere mucho. Resulta fácil corresponder su cariño; es muy tierno cuando se lo propone, como ahora. Aunque talvez no lo haga con la intención de ser tierno, quizás él realmente es así y lo otro es un acto para parecer fuerte; que sí es, él es fuerte, pero los demás no serían capaces de reconocerlo si los tratara como me trata a mí. De cualquier manera, me siento muy afortunado por conocerlo y ser su amigo.

—Normalmente no me siento tan feliz al despertar… —le digo. A menos que fuera un viernes de cuando Stuart me quería.

—Qué cursi eres —murmura, en broma, todavía sonriendo—. ¿Quieres ir a comer a mi casa o… quieres que te prepare algo aquí?

Me encojo de hombros. Ni siquiera tengo hambre. Para ir a su casa tendría que bañarme, así que preferiría comer aquí, pero creo que debería de bañarme aún así, por lo que prefiero comer en su casa, y talvez en lo que me toma bañarme y arreglarme, además del trayecto, me dé hambre.



Preparó pasta y ensalada en poco tiempo. Se ve feliz cuando cocina. Le gustaría estudiar gastronomía, aunque teme no ganar suficiente dinero, así que ha pensado estudiar administración; es extraño que piense tal cosa, pues no lo veo como alguien que le teme a la competencia.

Mientras comemos me ofrece postre, leyendo de una lista que escribió en una servilleta mientras revisaba en un cuaderno. Casi todo lo que menciona lleva fresas, porque aparentemente hay muchas fresas en su nevera, pero yo soy alérgico a las fresas, por lo que reducimos la lista hasta optar por algo que no hay en ella: bizcochos de jengibre. Él quería cocinar algo más vistoso, pero igual se ve feliz por tener una excusa para usar el horno.

—¿Cómo está tu familia? —pregunto. Me refiero a cómo se han tomado el fallecimiento de la abuela de Seth, por supuesto.

—Bien. Creo que… talvez no debería de mencionarlo, no tiene sentido, pero da igual… —dice, con prisa, después de pasarse un bocado—, creo que uno de mis primos es bisexual. Es muy guapo, quizás… quizás deberíamos de ir a Chicago en vacaciones de invierno… para que lo conozcas… o algo —dice, ahora con más calma, incluso parece desanimarse de la nada—. O no. Después de todo, se dio cuenta de eso porque está enamorado de su mejor amigo… así que no creo que sea una buena idea presentarle a alguien más. Aunque definitivamente tienes que ser mejor que su amigo, pero la gente es necia cuando se enamora —añade después, nuevamente animado.

—No querría mantener una relación a distancia…

—Sí… no sirven…

—Oh —murmuro, recordando lo que me dijo Stanley—, además, Stanley nos invitó a una fiesta, y es durante vacaciones. Quiero ir… supuestamente para conocer a algunas personas y talvez cambiarme a su escuela.

Alza las cejas. No parece gustarle mucho la idea de no ir a la misma escuela que yo, pero no creo que vaya a decir nada al respecto.

—Bien. Incluso si no te cambias de escuela, podrías conocer a alguien…

—Y, ya sabes, quizás puedas llevar a Leon, así él entenderá lo incómodo que es estar en una fiesta con al menos seis años de diferencia al resto de invitados —sugiero. Seth lo acompaña a reuniones con sus amigos, en las que él es el único con menos de veintidós años, lo cual logra incomodarlo en varias ocasiones. Sobre todo porque va con Leon y no puede acercarse a los demás sin sentirse culpable, porque son sus amigos o los novios de sus amigos.

—No creo que él pueda —responde con calma. Su sonrisa de lado no me parece del todo sincera.

Me encojo de hombros. Quizás tuvieron una discusión ayer. Talvez por eso se sienta mal. No me atrevo a preguntarle nada al respecto porque no parece tener intención de hablar de eso todavía.

Casi pateo a un pobre gatito que se frota contra mi tobillo. Es completamente negro, con los ojitos de color azul, es muy chiquito.

—Hay un animal entre mis piernas…

Seth se contiene la risa para no escupir el refresco.

—Es… es mío. Me refiero al gato —bromea.

—¿Cómo se llama?… —pregunto, con la vista fija en el gatito; quiero levantarlo del piso, pero estoy comiendo.

—Midnight… Leon me lo dejó antes de… Es el gato que no quería.

Regreso mi atención a Seth y le sonrío. No sé qué esté pasando entre él y Leon, pero parece algo serio. Espero que no sea algo sin solución. Hace apenas unos días Seth aceptó que quiere a Leon, sería realmente inoportuno que se separaran justo ahora.

—Lamento que las cosas no vayan bien entre ustedes… —murmuro—. Pueden superarlo, es un buen tipo… —intento animarlo.

Asiente con la cabeza, ignorando mi comentario, y se lleva algo de comida a la boca para no tener que responder.



Le ofrecí mi ayuda para preparar los bizcochos, pero él dijo que quería hacerlo solo, así que mientras tanto yo juego con el gato, que está acostado sobre mis muslos, maullando; se queda callado cuando le acerco un dedo, pues le distrae del hambre que seguramente tiene. Cuando no está buscando un ingrediente, Seth me cuenta sobre su familia. Me sorprende que todos, o casi todos, se lleven tan bien, cuando el resto de familias que conozco, incluida la mía, apenas se soportan. La de Spencer, que casi la misma que la de Stuart, es un desastre por las envidias, nadie soporta que la parte de la herencia de la señora Audrey Grey, la abuela paterna de Stuart, haya pasado a manos de Jaymie, el papá de Stuart. La mía está completamente aislada, mi papá no se habla ni su padre ni con sus hermanos, mis primos y yo no somos muy cercanos por eso mismo; mi mamá era hija única, así que no tengo más tíos que los hermanos de mi papá, ni más primos mas que los hijos de ellos; y mi papá no permite que mi abuela, la madre de mi mamá, se comunique conmigo desde que sugirió, en el funeral de mi mamá, que me fuera a vivir con ella a San Diego. Si hubiera aceptado, no hubiera tenido nada que ver con Stuart ni hubiera conocido a Seth, pero en algún momento me pareció una buena idea y casi me convence.

—¿Y por qué tu mamá y su hermana no se hablan? —le pregunto, curioso, instigado por la manera en que Seth habla de ella como si fuera un bicho indeseable.

Se encoge de hombros.

—No sé… tengo idea, pero no sé. Me parece sospechoso que se hayan dejado de hablar casi al mismo tiempo que mi mamá se estaba divorciando… por infidelidad… así que, no sé, talvez su hermana era la amante de mi papá. Pero no estoy seguro. Me da asco salir de dudas.

A mi parecer, es más asqueroso pensar que su tía era la amante de su padre cuando talvez no fue así, pero al mismo tiempo sería peor saber que, en efecto, esa es la verdad. Tiene razones para decir lo que dice.

—¿Tu papá tiene más hijos?

—A mi hermana… pero no tengo idea de si haya otros.

—¿Qué pensarías si un día alguien te dice que es tu hermano perdido? —le pregunto, emocionado, demasiado emocionado en realidad.

Se encoge de hombros otra vez y se sienta a la mesa, después de dejar los bizcochos en el horno.

—Realmente no me parecería algo importante… “Comparto la parte de tu sangre que no te gusta”… —murmura, sonriendo de forma burlona, imaginándose la situación—. ¿Qué pensarías tú?

—Siempre quise un hermano… o una hermana… Estuve a punto de tener uno —murmuro. No me gusta hablar de eso, pero es Seth.

Abre los ojos, con interés. No parece saber qué decir. No era mi intención incomodarlo.

—¿Qué pasó?…

Suspiro y tuerzo los labios. Supongo que no estaría mal compartir eso con alguien.

—Mi mamá llevaba un tiempo sintiéndose mal. Mis papás llevaban un tiempo intentando tener una hija, entonces supo que era por eso. Estaban muy emocionados… yo también, por supuesto… Los síntomas empezaron a salirse de control cerca del cuarto mes. El médico dijo que no era normal, y probablemente mi mamá sabía que no lo era, después de todo ya había estado embarazada antes y ella misma era médico… así que realizaron estudios… le detectaron un tumor cerebral… Aparentemente estaba muy avanzado o el tipo de cáncer era muy fuerte, no sé… incluso con los tratamientos más agresivos sería difícil salvarla… así que…

—No tienes qué decirme más… no llores… —me pide, con una sonrisa y lágrimas en sus ojos a punto de derramarse.

Me limpio las lágrimas con una mano e intento sonreírle, pero creo que no logro hacerlo. No creo que haga falta contarle el resto para que se dé una idea. Mi mamá quería postergar la quimioterapia hasta que naciera su bebé, pero no era recomendable y mi papá logró convencerla de llevar el tratamiento e intentar tener otro hijo después, cuando estuviera a salvo. Fue un día muy triste para todos nosotros. Hubiera sido un niño muy guapo o una niña muy hermosa, quizás hubiera tenido el cabello rizado de mi mamá, quizás hubiera tenido ojos marrones como los de ella, quizás hubiera tenido el cabello castaño como el de ella o quizás hubiera tenido el cabello rubio como el de mi padre, quizás hubiera tenido los ojos azules como los de él, o quizás hubiera tenido el cabello negro, como yo. Si fuera mujer, seguramente se hubiera llamado Dahlia, como mi mamá, justo como hubiera querido llamarla mi papá, o Sienna, como mi abuela, la madre de mi mamá. Si fuera hombre, quizás se hubiera tenido Cedric, como mi papá… aunque, como yo no me llamo Cedric, dudo que fuera así; quizás le hubieran puesto un nombre con terminación “-el”, como a mí, por la fascinación de mi mamá con los ángeles.

—Disculpa…

—No hiciste nada —dice, intentando, y logrando, reconfortarme.

Se levanta de la silla y comienza a limpiar la cocina. No es un desastre, pero sí hay muchas cosas fuera de su lugar ahora que ha terminado de preparar los bizcochos. Prefiere que no le ayude porque el gato se quedó dormido en mis piernas y, por alguna razón, a Seth parece importarle mucho que no lo despierte.

—¿Cómo está Spencer? —le pregunto, pues no lo vi en la mañana.

—Preocupado… no te vio en la mañana, no le he avisado que estás conmigo… no le dije que iba a visitarte, entonces tampoco ha de suponerlo…

—Ya le mando un mensaje… —sugiero, pero no creo que sea buena idea sacarme el teléfono celular del bolsillo, pues podría despertar al gato.

—Ah, sí, los mensajes. ¿Has recibido alguno nuevo?…

Asiento con la cabeza.

—Dos más. ¿Tú crees que sea Stuart? —le pregunto. Al principio me parecía casi obvio, aunque sólo porque es el único sospechoso, pero realmente no tendría sentido que lo hiciera. No sé.

—Por supuesto —me contesta, sin voltear a verme—. Creo que deberíamos de comprarte un nuevo teléfono. Yo me quedo con el que tienes ahora y así… bueno, así no ignoramos el asunto pero no te estresas cada que recibas un mensaje.

Me encojo de hombros. Parece una buena idea. Después de todo, los únicos contactos a los que tengo que avisar son Seth, Spencer y mi papá. Pero no creo que mi papá quiera gastar en un nuevo teléfono y no pienso decirle por qué quiero cambiar, y tampoco quiero que Seth se sienta obligado a comprarme uno con su dinero.

—Talvez después —respondo. Talvez en tres meses, cuando tenga el suficiente dinero para comprarme el equipo más barato, después de haber ahorrado el dinero del almuerzo o de las salidas con ellos.

—Puedo comprártelo…

—No es necesario.

Voltea a verme con una expresión de burla, como diciendo “Claro que es necesario”.



Estamos en la sala, comiendo los bizcochos de jengibre. Todavía están un poco calientes, así que no hemos comido muchos. Midnight está caminando en el espacio del sofá que hay entre Seth y yo, investigando el terreno.

—Entonces… entonces, ¿vas a estudiar gastronomía?… —pregunto, después de escucharlo hablar sobre la herencia de su abuela.

—Lo único que me preocupaba de convertirme en chef era el dinero y eso… ya está cubierto.

Parece obvia la intención de su abuela, entonces. Aunque creo que dejarle todo a él no era necesario, sobre todo teniendo otra nieta.

—¿Y tu hermana no ha dicho nada?…

—Elisa no es envidiosa —dice él, y hace una pausa para acariciar al gatito, que parece tener intenciones de asesinar al cojín—. Y yo tampoco. Probablemente cambie la casa y los terrenos de Hanover a su nombre. Si no para quedarse a vivir, siquiera como propiedades para rentar o vender.

Además, así él no tendría que decidir qué hacer con la casa de su abuela.

—Y… bueno… con tanto dinero, podrías estudiar en Le Cordon Bleu.

Sonríe, aparentemente divertido por la sugerencia.

—Talvez. Pero, cocina francesa… ¿qué tan cliché es eso?

No es tan cliché si tienes ascendencia francesa, supongo.



No nos terminamos los bizcochos, pues son muchos para dos personas. Seguimos conversando, ahora de su infancia. El viaje a Hanover parece haber despertado muchas cosas en él. Lo noto triste al hablar de su padre, aunque él diga no darle importancia. Supongo que ha de ser su manera de soportar la situación.

—Es como si se estuviera muerto para mí… —murmura, luego baja la mirada, avergonzado. Quizás piensa que me afecta que hable así.

—Pueden solucionarlo…

—¿Después de tantos años?… ¿para qué?… Siempre será el tipo que lastimó a mi mamá. ¿Tú le podrías perdonar algo así a tu papá?

Me encojo de hombros. Probablemente no. Sé que los problemas de los padres no son de los hijos, pero, independientemente de eso, si alguien lastima a la madre o al padre de alguien en cualquier forma, no creo que sea viable perdonarlo.

—Supongo que no… pero es mejor no estar mal con tu familia…

—El perdón está muy sobrevalorado en el mundo —dice con firmeza. Talvez, quién sabe, talvez la gente le da mucha importancia al perdón. El rencor, por sí solo, realmente no podría destruir a alguien; a veces simplemente se queda en el fondo de nuestra mente y despierta cuando alguien nos recuerda algún incidente o a alguna persona; en algunas ocasiones, perdonar realmente no sirve para nada.

Nos quedamos callados por un momento. Desde hace un tiempo me he estado preguntando si mi mamá, desde donde sea que esté, si acaso está en algún lugar, me perdona por todo lo que he hecho.

—¿Crees que mi mamá me esté vigilando?… —le pregunto, para tener otro punto de vista.

Deja escapar un suspiro y se encoge de hombros.

—No… —dice en voz baja—. Pero lo que tú quieras creer está bien…

—Digamos que tú eres mi mamá… —comienzo a decir, sonriendo ante la idea—. ¿Estarías orgullosa de mí?…

Sonríe enseñando los dientes. No soy el único al que le parece divertida la idea.

—Eres un buen chico… ¿por qué no habría de estar orgullosa?

Me encojo de hombros. No creo que sea el momento de exponer toda mi carga emocional que apenas y tiene sentido en mi cabeza. Y lo que tiene sentido, no quiero decírselo, aunque confíe en él; no quiero preocuparlo si ya todo está relativamente bien.

Y aún así, aunque considero que todo está relativamente bien desde hace tiempo, me sigue preocupando lo que opina, o lo que opinaría mi mamá. ¿Estaría decepcionada de mí?, ¿me perdonaría por haber intentado quitarme la vida?
Notas finales: Gracias por su tiempo. Me pondré a contestar comentarios e intentaré esta vez sí hacerlo conforme los vaya recibiendo y no hasta que publique un nuevo capítulo.
Estos serían los personajes introducidos a la historia en el capítulo:
Dahlia Kifer.
Cedric Kifer.

Les invito a visitar mi blog (http://itslollipop.blogspot.com) y la página oficial (¿?) de S-Crew (http://screwtheuniverse.weebly.com), donde encontrarán el primer capítulo corregido, los nuevos nombres de los demás capítulos, y próximamente historias cortas que no podría publicar en amoryaoi o slasheaven.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).