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S-Crew por Hotaru

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Notas del capitulo: Samuel Kifer lleva años bajo la presión del ambiente, siendo el blanco de burlas y ofensas de personas que creen tener autoridad o privilegios sobre él, soportando injusticias en contra de su integridad. Sufre por muchas cosas, pero el que lo fastidien es lo de menos cuando ha perdido todo lo que le importaba durante el año anterior, su familia, sus amigos, su privacidad… el armario nunca había parecido un lugar tan seguro hasta que lo sacaron de él por la fuerza.

Presentación.
Samuel Kifer.

02: Long live the Queen.

Me despierto temprano, como de costumbre. Me ducho con agua fría, otra costumbre más…
Me planto frente al espejo y acomodo mi cabello para cubrir el vendaje de mi ojo izquierdo. Así me ahorro preguntas de… no importa, ¿quién me va a hablar?, más bien no quiero darle a nadie la satisfacción de ver al maricón lastimado. El cabello me llega casi hasta los labios, por lo que basta para cubrir cualquier cosa por encima del nivel de mi nariz.

Como un desayuno ligero, lo necesario para considerar terminado el “ayuno” y poder entonces tomar mis pastillas del tratamiento. Antidepresivos… que a mi parecer no funcionan en lo más mínimo, talvez sea nada más sal comprimida.

– ¿Tomarás el transporte? – pregunta mi padre al verme pasar frente a la puerta de la sala. No se atreve a dormir en su habitación desde el fallecimiento de mi madre. Ha pasado casi un año… recordarla es muy duro para mí, supongo que también para él.

– No, me iré caminando… – sigo andando y salgo de casa.
Es una mañana nublada. No me parece un augurio muy agradable, pero es en realidad el más acertado y realista. No me recibirán con los brazos abiertos, no habrá arco iris por todas partes, no van a organizarme un desfile. Soy gay y por eso no le agrado a la mayoría, es la verdad.

Desde que llego el colegio noto las miradas sobre mí, escucho los murmullos a mis espaldas. No necesitan señalarme, todos saben que si dicen maricón, marica, o reina, va dirigido a mí.

Dos de mis compañeros del curso pasado me tiran al piso, Demian y Stuart…
Prefiero no hacer las cosas más grandes. ¿Para qué exigir respeto si ya sé que para ellos no existe tal cosa?
Alzo la vista… hay un chico frente a mí, está quieto, mirando en dirección de Stuart y Demian. Quisiera que me ayude… pero como el resto, después de unos instantes, se pasa de largo.

A la pared donde está la información prefiero no acercarme. Sería como mojarse en alcohol y correr por un bosque envuelto en llamas; o como buscar una paja entre un montón de agujas.

Me encuentro con el muchacho de antes. Es rubio, de ojos azules… prototipo de Scott Garland.

– Así son siempre aquí. – le hago saber, pero sólo me responde con un escueto “Ah”, y se apresura para recargarse en otra pared. Lo sigo, no sé muy bien por qué.

Stuart y Demian se ponen frente a mí. No les bastó con tirarme los libros, sino que también quieren hacerme quedar mal con el nuevo. Sé que es nuevo porque tengo muy buena memoria y reconozco al menos las caras de la mayoría en el instituto.

– ¿La reina ha salido de casería? – dice Demian en un intento por lastimarme. Bajo la cabeza y simplemente espero a que se vayan. En cuanto se alejan, vuelvo a levantar la mirada hacia el nuevo.

– Detesto a la gente como tú. – me hace saber. Entonces odia a los homosexuales, siquiera él lo dice sin burlarse. Es admirable que no busque escudarse con nada… doloroso, sí, yo no le he hecho nada a él y justamente no elegí cómo nacer aunque esté bastante conforme con mi sexualidad. Las cosas serían más fáciles de otra forma, pero no hay necesidad de darles gusto a todos; esto de ir a la escuela en algún momento debe terminar y no volveré a verles la cara a esos… ni a Demian, ni a Scott, ni a Stuart…

Espero a que se disperse el gentío para buscar mi nombre en las listas, claro, cuando me acerco la gente se me queda viendo, pero en su mayoría son chicas que espero y no se atrevan a golpearme…

Soy de los primeros en llegar, y es que no tengo nada más que hacer… ya no tengo amigos a los cuales saludar después de las vacaciones ni tampoco asuntos pendientes con nadie. Me siento en una mesa vacía al fondo del aula. Obviamente, nadie se ha sentado junto a mí.

El nuevo entra por la puerta, al ver que tiene que compartir mesa conmigo hace un gesto de desagrado y luego de resignación. Desde el momento en que se sienta me amenaza con sacarme un ojo.

El profesor presenta al chico, se llama Seth. Le pide que se ponga de pie pero él hace caso omiso a eso.
Seth menciona algo acerca de que somos todos unos fenómenos. Automáticamente lo adjudico hacia mí… Supongo que no sería sabio esperar que nos dijera su edad, o de donde viene, cualquier cosa común.

Salimos del aula después de un rato. No me atrevo a dirigirle la palabra al nuevo, no tiene mucho caso… meterme en líos nunca me ha llamado la atención. Seth se sienta junto a Danna… ella era mi mejor amiga, o eso pensé… pero no, no pudo asimilar el hecho de que a mí me gustan los hombres… realmente no sé, simplemente me dejó de hablar en cuanto me sacaron del clóset. ¿O salí?
Casi me quedo dormido pensando en el pasado, pero el timbre me obliga a volver a mi presente gris.

Es el primer descanso. No me atrevo a ir a la cafetería… ahí todos podrían burlarse de mí o, considerando lo inmaduros que son, hasta arrojarme su comida. Y talvez los de un curso más arriba me golpearían. No es sorpresa que en el instituto se extiendan rápido las noticias.
Prefiero quedarme en una banca que se encuentra lo más alejada posible de la mayoría de mis compañeros.

– En serio que cada vez que te veo me dan ganas de torcerte el cuello… – escucho que dice alguien. Vi sus zapatos un momento antes, pero no quise prestar mayor importancia.

Alzo la vista… me encuentro con Seth.
– No te he dicho nada. – respondo de inmediato. La intolerancia llega a niveles inimaginables.

– No hagas drama, acompáñame a comer algo… ¿les vas a pedir permiso a los demás para vivir? – me toma de la mano y yo me apresuro para soltarme, pero igualmente me pongo de pie. Su actitud me resulta bastante curiosa.

– ¿Por qué el cambio? – pregunto, temeroso, he de recalcar.

Me encojo de hombros y le sonrío con complicidad.
– Porque en mi presencia… nadie se impone ante mis iguales. Por cierto, igual mío… ¿cómo te llamas? – tiene que ser una broma… no sé, parece todo muy repentino.

– Eh… yo… Samuel. – le hago saber. Mi voz se quiebra cuando hablo, es normal… bueno, para mí.

Llegamos a la cafetería, donde el grupo de Scott Garland se nos queda viendo, o más bien a Seth. ¿Acaso lo retaron como una especie de iniciación cruel?
Seth señala una mesa vacía junto a la de Scott, y después avanza hasta poder sentarse.

– Yo… yo no tengo hambre, desayuné en casa. – le informo con la única intención de iniciar plática. Se me antoja un caramelo, pero tendría que acercarme a la gente y eso a mí no me funciona.

– Me imagino que sí, tus uñas son un desastre – él tampoco se levanta a comprar algo.
¿Entonces qué estamos haciendo en la cafetería?... es de verdad confuso. Toda esta situación me pone nervioso.
Nos quedamos en silencio por mucho tiempo, sólo escucho los murmullos de la mesa contigua, la de Scott; es extraño que no se atrevan a decirme de nombres ni burlarse de mí… pero me agrada, me da tranquilidad.

Se escucha el timbre y nos levantamos de las sillas, yo primero, Seth no parece tener muchos ánimos de volver a clases. Historia no es mi materia favorita, pero estoy seguro que escuchar al profesor será más provechoso que simplemente morderme las uñas.

– ¿A qué te referías con “mis iguales” hace un rato? – pregunto con ingenuidad. Tengo mis teorías pero las cosas nunca son como yo pienso.

Seth sonríe enseñando los dientes… luce muy tierno, se puede decir que hasta más guapo.

– No puede ser que ni de eso te puedas dar una idea. – sí la tengo… pero no quiero arriesgarme a pensar las cosas como no son, quiero conservar mis ojos. – En Los Ángeles todos se esforzaron por aplastarme de la misma manera en que lo hacen contigo; pero a diferencia tuya, yo sí me di a respetar… o al menos me temían y no se atrevían a dirigirme la mirada siquiera. Cada vez que le doy vuelta al asunto noto mucho más la clase de basura que eres. – dice con simplicidad mientras avanzamos por los pasillos a paso seguro. Su forma de hablar es digna de un dictador, de uno que en realidad no le teme a nada. – Hasta me da vergüenza pensar que nos parecemos en algo. No me caes bien, ¿vale?... hablo contigo nada más para que el rubio ése se meta las palabras por el culo. Que se dé cuenta que un maricón nunca está solo. –

Entonces ya me es bastante claro… Seth no me odia por homosexual, me odia por cobarde. Creo que siente que yo le debo algo; o que debo de poner en alto el nombre de los homosexuales con mis acciones… que debo darme mi lugar porque ése lugar nos pertenece a ambos. Todo eso debe tener sentido en un universo paralelo o siquiera en su mente.

– Pues si no quieres que todos piensen que somos iguales, no creo que te convenga rondarme… – sugiero, aunque no estoy muy convencido de querer que se aleje de mí. Un compañero es un compañero… y la verdad es que Seth no parece ser una pérdida de tiempo.

– No se trata de eso, es para que se den cuenta que aunque somos lo mismo… somos distintos. Míralo de esta manera: estoy contigo para que noten nuestras diferencias y no nos cataloguen como iguales, que hay de maricas a… bueno, “reinas”. – bromea, y yo sonrío junto con él. Qué rápido pasan las cosas.

Me siento en una banca y Seth se coloca junto a mí. Me quedo mirando a la puerta por un rato, reconociendo caras… estoy aburrido. Al entrar, Scott nos mira de una manera extraña… entre desconcertado y temeroso. No noto un sólo rastro de asco o enojo, en realidad parece confundido.

Cambio mi atención hacia Seth, simplemente no puedo sostenerle la mirada a Scott Garland.
– Y… ¿sigue en pie la amenaza del bolígrafo? – pregunto para intentar iniciar una conversación.

Seth niega con la cabeza, riendo un poco, y me mira expectante. En realidad creo que me presta atención nada más para molestar a Scott y el resto de sus amigos.
Entre tantos chicos también está Sabine Moore, varias veces estuve con ella en trabajos de equipo. Es fácil de tratar; seria y concentrada cuando lo amerita pero con buen humor en todo momento.
Alguna vez llegué a pensar que seríamos amigos, pero siempre me hizo hacia atrás el hecho de que ella es casi inseparable de Scott. Dicen que todos tenemos un lado femenino… pues Sabine es el de Scott.

Mi mirada se pierde de nuevo en el aula. Noto que Sabine me sonríe y alza una mano a modo de saludo; pero no dura mucho, pues es sometida a miradas reprobatorias por parte de su grupo de amigos. No le devuelvo el saludo, ni siquiera cuando se queda quieta junto al marco de la puerta por unos minutos antes de salir casi corriendo.

Siento un pinchazo repentino en el brazo izquierdo. – Eh, ¿me ibas a decir algo? – Seth llama mi atención. Qué vergüenza, lo he ignorado por completo.

– Ah, bueno… no sé si ya te hayan mostrado la ciudad, pero igual me gustaría que nos diéramos una vuelta por ahí en el centro comercial, para que lo conozcas… ¿me dejas tu número de móvil y te aviso en la tarde? – intento sonar lo más relajado posible, pero lo digo demasiado rápido y en trabas, de manera que simplemente no se puede ignorar mi nerviosismo.

– No tengo móvil, aún tienen que activarlo para esta ciudad… – se queda callado por un instante antes de morder la punta trasera del bolígrafo. – Pero supongo que estará bien si vamos al salir, no podría resistir la oferta de ver cómo agreden a un perdedor.
Por supuesto que se refiere a mí con eso de perdedor. Pero debe entender… debe entender que no todos somos como él. Que no tenemos la seguridad para decir lo que pensamos en cada momento. Debe comprender que no todos podemos imponer nuestras ideas sobre las de otros aunque ellos ya lo hayan hecho primero. Debe recordar que en el mundo también hay cobardes, y creo que yo ya he dejado en claro que yo soy uno de tantos.
Prefiero quedarme callado, no vaya a ser que se retracte de aceptar mi invitación.

Un insistente movimiento en mi bolsillo derecho me saca del delirio en el que me encuentro sumergido. Es hora de tomar más antidepresivos… no las mismas de la mañana, otras. Tengo permitido abandonar el aula sin previo aviso; hay toda una explicación en el trasfondo que mi padre se encargó de dar al consejo directivo. Saben a donde llamar si ocurre algún inconveniente, pero no se preocupan por asegurarse de mi bienestar. No exijo que me sigan y golpeen a mis compañeros que me falten al respeto, pero no estaría mal.

Talvez aproveche para ir al baño, no hay mucha gente en los pasillos por lo que dudo que alguien esté ahí para molestarme. No tardaré mucho, los baños quedan junto a las fuentes. Ciertamente perturbador… da para pensar de dónde sale el agua.
Sabine está junto a las fuentes, hablando… sola… más bien discutiendo con el aire. Bien, cada quien puede descargar sus frustraciones como quiera. Supongo que para cualquier persona ha de resultar estresante pertenecer a ése grupito de los nadadores estrella.

Guarda silencio en cuanto me acero. Me sonríe… es posible que crea que la considero una loca por hablar sola. Pero es su asunto, no el mío.

– Hola, Samuel… ¿qué tal tu día? – pregunta con total soltura. ¿Es una broma?... no he tenido contacto con nadie, sólo con Seth; mis “amigos” ya no me hablan, la gente me insulta en los pasillos y además todos se creen con el derecho de juzgarme.

– En lo que cabe… bien. – no necesito lástima, no ahora… talvez un poco de compasión, pero lástima es lo único que percibo en su mirada. – Voy a salir con el nuevo al centro comercial, ¿quieres ir?... – pensé en llamar a ésa salida como una cita, pero no, no estaría bien.

Sabine aún sonríe. Se encoje de hombros. – No puedo… tengo que salir con la sirenita, digo, Scott. – se corrige de inmediato, como regañándose ella misma. Se aclara la garganta y niega con la cabeza. – Pero bueno, fuera de broma, tengo asuntos por resolver con ése cabeza de burbuja. Puedes invitarme algún otro día, te prometo que voy. – al finalizar me guiña un ojo y simula un beso con sus labios.

Me rasco la cabeza, pensando qué responder. No importa mucho, yo quiero ir nada más con Seth, sólo que soy muy amable y por eso la invité sin pensar… – Yo te hago saber, entonces. – sonrío y me agacho contra las fuentes para beber agua y tomarme una de mis píldoras.

Scott sale de los baños, se ve molesto… lo noto apenas de reojo.
Entonces Sabine no hablaba sola.
Notas finales: De verdad espero que les haya agradado, y que no extrañen mucho a Seth… ahí sigue y su tiempo como narrador aún no ha expirado.

Cualquier duda, algo que no se entienda, un saludo, un comentario, ahí abajo tienen la casilla.

Gracias.


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