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Animal Instinct por Kyokawiichan

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Notas del fanfic:

Seguramente no lo notaron, pero borre "Shiny Cute & Sweet" por motivos personales no pude seguirlo. Asi que a todas a quienes lo leían, mil disculpas. Este tampoco planeaba publicarlo, pero me di cuenta que no podía ser así.

Dedicado a mi dulce Kayita, quien sin darse cuenta me dio la fuerza para seguirlo.

No daré todas las advertencias de una porque revelaría secretos o.ó... XD

En aquella sociedad, no era raro ni común ver a ciertos chicos desde pequeños con ciertas características que los diferenciaban, ya fuera para bien o para mal, eso dependía del criterio de cada uno. Pero cada vez que se veía a uno de esos chicos caminar por la calle, uno rápidamente podía diferenciarlos y saber que era.

“Ese muchacho es una mascota”

En aquella sociedad, existían amos y mascotas. Mascotas eran todos aquellos bebés cuyas madres, durante la gestación, tomaban cierta clase de decisiones. Ya fuera no tenerlo, no criarlo o deseaban -poco frecuente, pero que ha sucedido- que sus hijos fueran nacidos mascotas. En un mundo tan ético como aquel, el aborto no era consentido, por esto, no era una opción.

Alterados genéticamente, esos niños nacían con esas características que los hacían tan especiales. Una vez hecha la primera intervención, no había vuelta atrás.

En aquella sociedad, los amos eran siempre individuos adinerados. Eran quienes compraban la voluntad de la mascota, haciéndola suya. Y nadie podía cuestionar su manera de poseerla, ni siquiera la propia mascota. Todo eso, en esta cultura, era considerado normal. Sin embargo, no todos podían darse el lujo de tener una de esas, pues sus costos eran altos.

Por otro lado, los conceptos de belleza avanzaban en sentido inverso al desarrollo tecnológico. Habían tomado estándares antiguos, considerándolos hermosos. Por lo que las tradiciones y vestimentas habían adoptado un aire mayoritariamente victoriano renacentista…



Un hombre se bajó de su carruaje frente a la puerta de su gran mansión. Se quitó el sombrero de copa de la cabeza y permitió que un muchacho más joven retirara de sus hombros su capa, luego entregándole el sombrero.

- Llévame un té al estudio… -
- Si -
- Y luego prepárate, saldremos -
- Si -

Hizo una pequeña reverencia, dejando que su amo subiera las escaleras tranquilamente. Dejó las cosas sobre un perchero y se dirigió a la cocina. Tomó del estante un taza y un plato de fina porcelana y comenzó a preparar el adorado té para su amo… ¿Cuánto había pasado desde que había llegado la última? Ah, si. Dos años exactamente…

- Ya es hora… - murmuró para sí.


Se sentó frente al escritorio y cruzó sus piernas, apoyando su codo en la mesa y en su puño, su mentón. Sintió unas manos delicadas comenzar a tocar suavemente su pierna, entonces bajó la mirada y se encontró con un par de ojos claros devolviéndosela.

- Llegó… -
- Ah… - llevó su mano hasta acariciar el cabello del pequeño - …Ruki -

Sonrió al escuchar su nombre salir de esos labios, no importaba con que tono fuera o en que momento lo dijera, cada vez que el mayor lo llamaba, le producía placer. Bajó la cabeza hasta apoyar su mentón en la rodilla de su señor, dejando que lo observara en su sumisión.

Era un niño muy hermoso, no había duda. Definitivamente, muy complaciente. De movimientos cuidadosos y de voz suave y melodiosa. Las alteraciones a sus genes le habían otorgado unas finas y alargadas orejas castañas, que emergían de entre su cabello del mismo color. Las acarició con cuidado, provocándole un pequeño gemido, mientras movía su cola encantado. Vivía para satisfacer a su amo, no importaba el costo. Acarició la pierna del mayor y lo miró insinuante, pero no recibió respuesta, ni siquiera una mirada que le permitiera actuar.

Entonces, tocaron la puerta.

- Adelante… -
- Le traigo el té, mi señor -

Dejó la bandeja sobre el escritorio, mirando a Ruki de reojo y reprimiendo una sonrisa. Hizo una reverencia cuando terminó de servirle el té y permaneció en esa posición.

- Gracias, ahora puedes irte a preparar… -
- Sí -

Abandonó el estudio y se dirigió a su cuarto, sabía muy bien a donde irían y como debía alistarse. …l había sido la primera mascota que el mayor había comprado en su vida, a la edad de veintiséis años, quizás el amo más joven del que se había oído. Suspiró mientras se quitaba el moño atado a su cuello y luego se quitaba la camisa.

- Me pregunto que será ahora… -

Peinó con cuidado su rubio cabello, sin pasar a llevar sus largas y blancas orejas caídas, semejantes a las de un conejo, tan suaves como las de uno.


- Mi amo… recién ha llegado y ya debe salir… -

El chico lo miraba con su rostro apoyado en el brazo del asiento, se podría decir que con lástima, pero el mayor tan solo lo miró de reojo mientras tomaba otro sorbo de su té.

- Sabes que tengo una vida muy ocupada - comentó sin alterarse.
- Si… - “pero apenas tiene tiempo para mí”, pensó.

Con un movimiento delicado se apartó del sillón y se levantó, sentándose en el escritorio… su señor lo miró y sonrió. Dejó la taza vacía en el plato y se levantó, con su mano tomando el rostro de Ruki, alzándolo para mirarlo.

- Perdón… este tiempo no te he puesto mucha atención, ¿cierto? -

Antes de recibir alguna respuesta, selló los labios de su mascota con un beso. El otro cerró sus ojos disfrutándolo, demasiado a gusto como para decirle algo cuando se hubieron separado. Suspiró escuchando la puerta cerrarse a sus espaldas, teniendo la esperanza de que su dueño lo amaría al volver…


- Mao, ¿estás listo? - preguntó mientras bajaba las escaleras.
- Hai.. -

Abrió sus ojos y miró al chico que lo esperaba frente a la puerta de la primera planta. Estaba inclinado hacia delante, reverenciándolo, cargando el sombrero de copa y la capa con las que debía vestir correctamente a su amo.

Miró al menor y sonrió. Sin duda, era hermoso. ¿Sería siempre gracias al juego con la genética? Pero, no podía negarlo, todas las mascotas que veía eran hermosas, aunque desgraciadamente, no todas eran perfectas. Acarició el cabello de Mao mientras ordenaba también su flequillo, teniendo cuidado con el pequeño sombrero que adornaba un costado de la cabeza del joven, jugando después con la cinta que caía por debajo de su mentón y mantenía firme sobre su cabello la vestimenta.

Los labios del conejo se entreabrieron, pero no dijeron nada. El mayor acarició su mejilla y le dio un beso en la frente y luego dejó que le colocaran el sombrero y la capa.

Se subieron al carruaje y se sentaron enfrentándose.

- Asumo que ya sabes a que vamos -
- Si -
- Entonces ya sabes que debes hacer - mirándolo de reojo.
- Si -

Llegaron a la ciudad, lugar que ninguna de sus mascotas visitaba con frecuencia, pero aún así no era ese su destino. La tienda a la que iban era especial, y vendían mercancía tan delicada y cara, que sus vitrinas no podían exhibirse en calles donde concurriera gente normal o niños pequeños. Finalmente se detuvieron frente a un local más apartado del centro y se bajaron del carruaje.

No se veía ni grande ni llamativa. Debido a que era subterránea. Al entrar una campana sobre la puerta rompió el silencio del lugar.

- Ah… Nishimura-san -

Mao había estado repetidas veces en ese lugar, pero esa voz jamás dejaba de alterarle los nervios, por lo que se acercó más a su dueño… …ste lo miró un segundo y sonrió, entonces luego saludó al dueño de la tienda.

- Bienvenido… Permítame adivinar, ¿desea ver la mercancía? -
- Me complacería mucho… -
- Sígame, por favor -

Bajaron por unas escaleras, que el mayor sabía perfectamente a donde lo llevarían. Entraron por una puerta a un pasillo de paredes frías.

- Usted sabrá, la semana pasada tuvimos muy buena venta… - comenzó.
- ¿Me dice usted que lo que voy a ver es lo que la gente no compró? - arqueando una ceja.

Mao miró a su dueño, caminando detrás de ambos caballeros con sus manos tomadas detrás de su espalda. Pensó detectar en el vendedor algún dejo de nerviosismo, pero al contrario, este sonrió.

- Para nada, lo que usted verá, en cambio, es lo que la gente no pudo cubrir…, por lo tanto, lo mejor y lo más caro… Que asumo usted no tendrá ningún problema en adquirir si lo desea… -
- Hm - sonrió - Por supuesto que no… -

Las luces dentro de las “jaulas” donde mantenían a las mascotas, apenas niños de doce años, se encendieron. Comenzó a pasearse frente a ellas, encontrando mamíferos de todo tipo, colas y orejas de distintos colores y formas, adornando cuerpos de niños sin duda preciosos. Pero ninguno que captara su atención… Se detuvo frente a la jaula de un perro y se agachó.

- ¿Crees que a Kanon le gustaría un amigo? - preguntó a su mascota.
- … No tengo dudas sobre eso, mi señor. - respondió con una sonrisa.

Comenzó a llamar al niño como si se tratara en serio de un animal, sus orejas se movieron y volteó a observar al sujeto. Este agudizó su mirada…
- Acércate… - y lo hizo. Frunció sus labios en una mueca - … abre las piernas - ordenó.

El niño lo observó, pero sin decir nada, obedeció y sentado en el piso, separó sus piernas y sus pocas ropas dejaron ver lo que se escondía debajo de ellas. El mayor sonrió, pero se levantó.

- Demasiado complaciente… -
- ¿Señor? - el vendedor lo miró sin comprender.
- Es aburrido si una mascota obedece sin pensarlo dos veces…, ¿qué habría que enseñarle entonces? - preguntó. Entonces miró a Mao, quien se paró un poco mas erguido. Se acercó a él acariciando su mejilla por un momento y volteó - ¿No tiene algo que cumpla mis exigencias?… -
- Me parece que lo tengo, señor… por aquí -

Lo guió hasta casi al final del pasillo, llegando a una jaula donde un chico estaba acurrucado lejos de las barras, abrazando sus piernas. Se agachó y lo llamó, pero a pesar de que sus orejas se movieron al escucharlo, no volteó a mirarlo.

- Hey… pequeño… - llamó de nuevo.

Volteó apenas su rostro para mirarlo de reojo. Ese hombre que lo observaba… estaba sonriendo. No le daba buenos presentimientos, pero estaba acostumbrado a esas miradas de adultos… aquella había sido una semana concurrida y muchos hombres lo habían mirado de esa extraña forma. Pero, afortunadamente, ninguno lo había comprado. De igual modo, “comprar”… El no sabía lo que eso significaba. Tan solo sabía que debía evitarlo.

- Estoy seguro de que este resultará ideal para usted… -
- ¿Ah, si? -
- Por supuesto. Causó muchos problemas durante la exhibición… éste definitivamente, es hijo de rebeldes… -
- Entonces creo que hablaremos de una negociación… -
- Quedará usted encantado…, permítame sedarlo, no podrá llevárselo si no está tranquilo -
- … Deje que mi Mao haga eso… -

El muchacho tomó de la bandeja todo lo necesario para tranquilizar al niño. En tanto su amo y el vendedor subían a la planta principal a discutir el precio. Entró en la jaula, pero el pelirrojo ya se había enterado de lo que pasaría y no planeaba dejar que lo sedaran.

- Será peor para ti si decides resistirte - dijo tranquilo cerrando la puerta.
- … -

Lucía cansado, además de ser pequeño y muy delgado. Tenía por oídos unas grandes orejas negras, semejantes a las de un felino. Suspiró, así que un gato. Se acercó hasta él confiado y tomó el mentón del menor, y éste automáticamente le apretó el brazo, enterrando sus uñas en sus ropas.
Notas finales: Gracias por leer~

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