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En el W.C. por HuMi-ChaN

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Notas del fanfic:

Es un one shot que pertenece originalmente a mi pagina de fanfiction.net (En la cual aparesco con el nombre de HuMi-ChaN)

Forma parte de una serie de drabbles, o intento de eso, que son conformados por hetero/yuri/yaoi

Espero os guste, que me costó poder terminarlo despues de pasar por un bloqueo u.U Y demos gracias a los baños de la biblioteca de mi escuela, que son los que inspiraron esta idea xD

DISCLAIMER: Los personajes de este fic no son míos. Son del respectivo autor. Sin embargo, la idea, la trama y el montaje son completamente de su servidora (esa soy yo) Y llegan a ustedes gracias a la magia del fiction.

Estaba leyendo un libro. Uno que hacia, bastante tiempo le llamaba la atención.

Era un libro sencillo y, a pesar de que no tenía dibujos, había llamado su atención. Parecía divertido.

En la portada amarilla, resplandecía con grandes letras verdes el título del libro:

¿Quién se ha llevado mi queso?

Y parecía divertido. Así que se había decidido a leerlo (cosa que extrañamente hacía).

Un día había tenido que ir a la biblioteca de la escuela por un trabajo de clase; y lo vio ahí, con su brillante título verde y su pasta amarilla. Eso era genial; así no tendría que comprarlo, y lo leería en sus ratos libres de clase.

Así que, espero a que ninguna persona conocida lo viera, y subió a la biblioteca.

Atravesó aquellas puertas de cristal, y pasó a la encargada, mostrándole una gran y cristalina sonrisa. Y fue en busca del libro. Aquel que, como pocos, había llamado su distraída atención.

Lo encontró, y se lo llevó a una mesa en un escondido rincón de aquel silencioso y desolado lugar.

Había transcurrido el tiempo sin que él se percatara; tenía una hora pegado al dichoso librito, y ya había leído casi la mitad –cosa que, para él, que nunca leía, era un gran avance.- Pero comenzaba a hacérsele tarde, y tenía que llegar a casa para comer pues, aunque no hubiese nadie esperándole, comenzaba a olerle a ramen los alrededores…

Colocó el libro sobre la mesa de la bibliotecaria y, antes de salir, se dirigió al baño.

Tenía rato aguantándose; pero el libro había resultado realmente entretenido.

El baño no era muy espacioso. Al entrar al espacio reservado para este, a mano derecha había un gran espejo; de frente había dos lavamanos, puestos ambos sobre una barra cubierta de azulejo. y, a mano izquierda, dos puertas. Una con un hombrecillo negro, y otra que tenía una mujer de sombra en un pequeño letrero.

El espacio dentro era aún más reducido. No había mas de tres cubículos; en cada uno una taza, y tan sólo un par de orinales.

Cuando llegó ahí, pudo notar que había alguien más en el lavamanos; pero no prestó demasiada atención. Su vejiga estaba por explotar. Así que entró a toda prisa, y se fue hasta el cubículo del fondo.

Aquellos baños estaban prácticamente nuevos; y era un tanto lógico ¿Cuántas personas van a la biblioteca de la escuela? Si querías un número mayor de tres, era mejor preguntar, cuántas NO iban a la biblioteca.

Era un lugar bastante tranquilo; tanto, que incluso podía escuchar el latir de su corazón.

Hizo lo debido, se subió los pantalones y se dispuso a salir de ahí. Sin embargo, al abrir la puerta, no se esperaba lo que pasó…

Lo tomaron de los hombros, y lo empujaron de nuevo dentro; haciéndolo que quedara en desequilibrio, con los pies frente al excusado y la espalda recargada en la pared del fondo; tratando de no caer sentado en la taza. Para cuando pudo reaccionar del golpe, una mano ya se había acomodado en su cadera, y el cuerpo del extraño se encontraba excesivamente cerca. Dejándole de frente una sonrisa prepotente y lujuriosa, acompañada de una increíblemente atrayente y profunda mirada negra con un brillo inconfundible de deseo…

+---+

Uno nunca sabe, lo que el destino le depara; ni lo que puede encontrar un día en los lugares que siempre acostumbra.

Y la vida no dejaba de darle sorpresas.

Mentía. Él ni creía en el destino; y toda su vida, todos y cada uno de sus días, eran iguales, monótonos y aburridos.

Aunque nunca perdía la esperanza de que pasara algo nuevo… Patrañas. Él ni esperanza tenía. Y todo le era indiferente.

Y, aún así, ahí estaba, ese "algo" nuevo.

Todos los días iba al mismo lugar, tratando de librarse de los cientos de personas que había a su alrededor. Sabía que, en aquel lugar jamás lo encontrarían; por que todos eran lo suficientemente estúpidos como para no ir a la biblioteca.

Ahí, lo único que encontraría sería personas haciendo algo de tarea obligatoria, uno que otro que se escondía de algún problema o personas que quedaron sin adonde ir, y con la clara intención de no querer volver a casa. Pero eran pocos los que iban sólo por el gusto de leer un buen libro.

Si, él se escondía de sus acosadoras en aquel lugar; pero no sólo iba por eso. Leer era una de sus grandes pasiones que nadie entendía. Creían que lo hacía tan sólo para ignorar olímpicamente a todos. Pero no era sólo eso.

Y ese día, como cualquier otro, al terminar las clases, se había perdido y dirigido a la biblioteca, con la esperanza de terminar el libro que hacía unos días había comenzado a leer.

Pero jamás imaginó que encontraría algo como lo que encontró.

Al llegar, pasó, como siempre, de largo a la encargada ( que, extrañamente ese día, lo miró sonriendo como esperando una respuesta). Y se dirigió a la mesa en la que siempre se sentaba. La del último rincón. Sin embargo cuando miró, esta estaba ocupada.

Le molestó. Se sentó cerca, viendo con odio al sujeto que ocupaba el lugar que él, "ilusoriamente", había reservado.

Pero, después de un rato de estarlo mirando, como esperando que este volteara y se retirara; pudo notar que el chico realmente estaba disfrutando de su lectura. Incluso se reía solo y murmuraba cosas.

No era un libro escolar (aunque fuese de superación personal, el sujeto ni siquiera pareció darse cuenta de ello). Ni siquiera parecía de los que leyeran. Y era obvio que jamás había entrado a la biblioteca para quedarse a leer.

¿Quién se ha llevado mi queso?

Era el título en verde brillante de aquel libro. Seguro lo cogió porque sonaba gracioso. Él ya se lo había leído (Como tres veces a decir verdad). Era bueno.

Tras mirarlo otro rato, pudo notar que, no tan sólo era parte del 0.1% que iban por el gusto de leer un libro; sino que, además, parecía bastante… Atractivo. Era lindo.

No sólo por el hecho de que tuviera una sonrisa brillante y agradable, y pareciera un tierno niño. Era rubio, de piel canela, y profundos e inocentes ojos azules.

Y así se quedó mirándole largo rato; sin siquiera prestar atención al libro en sus manos, que hacía unos cinco minutos había tomado, con la intención de llegar a su final.

Entonces se dio cuenta de que aquello era patético.

Él era acosado por cientos de chicas, y uno que otro imbécil. Y ahora estaba ahí, acosando con la mirada a ese chico que, ni siquiera notaba su existencia.

Ahora entendía un poco cómo debían sentirse sus "fans".

Así que se levantó de su asiento y se dirigió al baño. Los baños de aquel lugar eran muy pacíficos, y siempre le habían ayudado a recuperar la cordura.

Se encontraba en los lavabos, con la puerta de los baños de las chicas a su lado izquierdo, frente a una pared de mosaicos azul marino; sin alcanzar a ver su reflejo en el enorme espejo del lado derecho; lavándose las manos y mojándose la cara, cuando lo que menos esperaba que sucediera…Sucedió.

Había estado adentro hace unos minutos. Aquellos baños le encantaban; eran los únicos baños en todo el instituto a los que él entraba. Porque no había montones de gente, ni chicos bromeando ni diciendo estupideces en multitud.

Había entrado en el cubículo del final; ese desde el que alcanzaba a ver hacía afuera, el cielo, por la pequeña ventana.

Terminó lo debido, jaló la palanca y salió. En aquel lugar no se escuchaba un solo ruido. Era todo tan tranquilo…

Salió para dirigirse a los lavamanos y despabilarse un poco; porque no se había podido borrar aquella cristalina risa de la cabeza. Ni los ojos azules..ni su cabello dorado…ni como lo había ignorado de forma esplendida sumido en su libro.

Pudo sentir como alguien se acercaba por atrás. Levantó la vista del lavamanos, donde antes se estuviera mojando la cara, y miró de reojo por el espejo.

Era él.

Con su paso acelerado y las manos sobre la entrepierna, haciendo notar como claramente, ya no podía retener ni una gota de líquido más.

Y vio como entraba al baño, y la puerta se cerraba tras él, y… Su propia entrepierna vibró ante algo perverso.

Aquellos baños eran tan pacíficos, que siempre le habían traído ideas fenomenales.

Pero jamás esperó que le llegara una idea como "aquella", en una situación como "esa"…

Y sonrió maléficamente…con una expresión pervertida en el rostro…

Nadie podía decirle nada si volvía a entrar al baño. Porque, a fin de cuentas, no había nadie mas que él, el rubio en el baño y..La cámara de vigilancia dirigida a los lavabos.

La puerta del exterior nunca se cerraba con llave; pero, y adentro, tuvo que esperar a escuchar la descarga de agua y el cerrojo de la puerta, para poder desarrollar esa vislumbrante idea que le había llegado…

Y ahí estaba. Ahora podía ver el pie del rubio intentado salir del cubículo.

Abrió la puerta de golpe y lo volvió a empujar dentro, dejando al rubio recargado contra la pared, en una posición insegura, luchando por no caer sentado en la taza.

Cerró la puerta, y lo sostuvo de la cintura, quedando muy, muy cerca de su rostro.

Sin pensárselo dos segundos mas, puso su mano sobre el miembro del rubio, dándole un suave apretón, haciendo que cerrara los ojos de impacto, con una ligera expresión de placer. Pese a que, pocos segundos después pudo escucharlo gritarle.

-¿¡Pero qué demonios te pasa, bastardo, desgraciado, pervertido?!- y sintió como un golpe se impactó justo en su mejilla, lanzándolo contra la puerta.

En un lugar tan reducido como aquel, no fue mucha la distancia que recorrió por el golpe antes de impactarse de costado contra la pared. Y aún así, fue lo suficientemente fuerte como para reventarle el labio y dejarlo ahora a él en una posición mas desequilibrada, casi en el suelo; pero con una sonrisa en su rostro. Aquella sonrisa ladeada que demostraba su orgullo ante un reto, que estaba dispuesto a ganar.

El rubio se había puesto de pie, dirigiéndose a la puerta, dispuesto a abrirla para salir de ahí. Pero el azabache colocó fuertemente su mano sobre la parte baja de esta, apoyándose en esta para ponerse de pie. Haciendo que este se volviera a mirarlo con frustración.

-No importa cuánto te resistas.- era la primera vez que escuchaba su voz. Y lo dejó helado. Contrastaba totalmente con el grito chillón que había lanzado él hacía un momento, y que aún flotaba en el aire. Era una voz profunda…penetrante…-Ya me eh decidido, y no saldré de aquí sin haber tomado lo que quiero.-

-Y..¿Qu..qué es lo que quieres?- le había temblado la voz y se vio obligado a desviar la mirada antes de preguntarle. Su actitud…lo ponía nervioso…

-A ti…-

El rubio alzó la vista de golpe y pudo notar como se le acercaba, aún sosteniendo la puerta, mirándolo de una forma que, por unos segundos lo dejó estático

Fue hasta que lo sintió demasiado cerca, que su cerebro reaccionó.

-No me jodas.- lo empujó con fuerza, poniendo su mano sobre el pecho contrarío, para volverse a la puerta e intentar de nuevo abrirla.

Pero, cuando estaba cerca de alcanzar su objetivo, el azabache lo empujó por la espalda contra la puerta, en un acto meramente rudo, mientras metía una mano por debajo de la camisa del rubio, deslizando la otra y masajearle la entrepierna.

Se restregaba, en un intento de librarse, se movía con fuerza tratando de quitárselo de encima; pero lo único que lograba era que se le pegara mas para mantenerlo quieto.

Le rodeo la cadera con ambas manos para desabrocharle el pantalón y colocarse para tener un contacto mas intenso con el miembro del que se negaba a cooperar. Podía sentir su calida respiración sobre su oído, y como lo manoseaba sin escrúpulos, yendo cada vez mas lejos. Y no podía negar que el sujeto era hábil con las manos. Y tampoco podía evitar que comenzara a ponérsele dura. Pero, a fin de cuentas, lo único que podía hacer era apoyar las manos contra la puerta para darse espacio entre su cuerpo y esta.

Le desabrochó la camisa sin lacársela, tan sólo para tener mas libertad de tacto; y cuando pudo sentir que el rubio comenzaba a estar verdaderamente caliente, deslizó sus manos hasta su trasero, aún haciendo fuerza con su pecho contra su espalda para mantenerlo quieto.

Le separó un poco las piernas con la rodilla y, sacando una mano de su pantalón, le hizo girar el rostro de costado para poder alcanzar su boca, que se mantenía entreabierta por la necesidad de expulsar aire a causa de la excitación. Colando su lengua de a poco en aquella cavidad que se negaba a cooperar del todo.

Cuando se separó de él, le introdujo dos dedos en la boca, haciéndolo que casi se atragantara, soltando una gran cantidad de saliva.

Los sacó de su boca, y le pasó la lengua por una mejilla mientras volvía a meter la mano en el pantalón, separándole un poco mas las piernas, introduciéndole el primer dedo.

Lo escuchó quejarse por lo bajo, y maldecir en su contra mientras golpeaba la puerta con fuerza y se removía con incomodidad.

Él se limitaba a hacer como que lo ignoraba, y sonreía al ver como disfrutaba aunque lo estuviera incluso amenazando de muerte.

Se retorcía, un poco por el dolor, pero mas aun, odiándose a si mismo por que aquello comenzara a sentirse realmente bien.

Después de un rato de jugar con sus dedos en aquella angosta cavidad, los sacó, escuchando un suspiro de alivio ante aquello, y burlándose de ello se dispuso a colocar el pantalón del rubio a una distancia considerablemente baja.

Podía sentir como intentaba regular su respiración y, sin permitirle terminar de hacerlo, acercó su miembro a la entrada aún dolorida, y comenzó a introducirse lentamente.

No pudo evitar gritar y gemir de dolor mientras golpeaba la puerta hasta que su mano le dolió tanto que ya no pudo sentirla. El dolor en su trasero se extendió por toda su columna, debilitando un poco sus piernas y haciendo que sus ojos comenzaran a lagrimear.

Era estrecho, tibio, y hacía que su miembro palpitara de gozo. Sabía que debía quedarse quieto un momento; momento que intentó utilizar para relajar el rubio, y dejara de apretarlo tanto. Le masajeo el miembro y le lamió el lóbulo de la oreja. Podía sentirlo temblar, y algunas lagrimas quedaron en su mano cuando le tomó la mejilla.

Su cuerpo se había entumido casi por completo, y su dolor ahora se concentraba en los golpes de su mano. Inconscientemente hizo un movimiento hacía atrás y pudo sentir como el azabache comenzó a moverse. Primero n círculos, tratando de ensanchar un poco mas la entrada; y después saliendo de a poco.

No pudo evitar gemir mientras intentaba clavar sus dedos, sosteniéndose a la puerta.

Volviendo a entrar de forma repentina una vez que se hallaba casi totalmente fuera.

Sujetó con fuerza la mano que se hallaba contra su mejilla, entrelazando sus dedos para apretarla mas, y la llevó hasta su boca para morderla sin compasión cuando lo sintió de nuevo totalmente dentro. Aún le dolía. Que le doliera a él también.

Y funcionó. Sus dientes se clavaron en aquella blanca piel, y el rostro del chico se contrajo en un gesto de dolor, quejándose mientras cobraba venganza. Se dejó salir por completo para volver a entrar sin aviso previo, dando una embestida tan fuerte y profunda que el miembro del rubio golpeo dolorosamente contra la puerta.

Entraba y salía mas rápidamente, gimiendo por lo bajo, haciéndolos estremecerse, sujetándole de la cadera para entrar y salir mas rápido y profundo, notando como su respiración se agitaba y de cuando en cuando, mirando con deleite aquel rostro aún húmedo por algunas lagrimas, corrompido por el placer…

Olvidando lo tarde que era ya, cuál sería el afamado final de aquel libro que se quedó a la mitad y que… Las bibliotecas eran realmente silenciosas…

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