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Era oscura por La_Oscura_Reina_Angel

[Reviews - 39]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del fanfic:

Maldicion culpa mia y completamente mia cuando actualize al fin el nuevo capitulo de este fic lo publique dos veces corridos sin querer y cuando fuy a borrar una de las repeticiones borre todo el fic y aun no se ni como ni modos aqui lo vuelvo a poner _-_

Notas del capitulo:

De veras que lo siento mucho por todos los review que se perdieron los habia contestado todos pero gracias a todos los que me dejaron review lamento el inconveniente ^^

Prólogo





James Potter, joven mago de apenas 21 años estaba asustado, y tenía que aceptarlo.



Después de más de 11 años de guerra en contra de Lord Voldemort, este había vencido y había matado a Albus Dumbledore. Luego de la muerte de Dumbledore, sólo fue cuestión de días para que el resto de la orden del fénix cayera.



Ojo Loco Moody había sido descuartizado vivo. Augusta Longbotton había sido torturada ante los ojos de su hijo Frank, quien era un año menor que James, hasta que la pobre mujer murió. Lily Evans, la propia esposa de James, había sido asesinada, así como Alice, la esposa de Frank.



De muchos no sabía lo que había sido. En realidad de ninguno, con la sola excepción de su hijo de 6 meses, Harry, a quien le habían dejado conservar a su lado. Ya llevaba dos semanas encerrado en esas lujosas habitaciones. Dos semanas desde que había sido capturado. Los primeros días, Harry había llorado inconsolable, extrañando a su mami.



Y James también había llorado. Por la pérdida de Lily, por la muerte de Dumbledore y de Harold Potter, su padre. Por la incertidumbre de no saber qué fue de sus tres mejores amigos, Frank, Sirius y Remus. Por la incertidumbre de no saber qué fue de los pequeños niños Weasley, de los siete pequeños pelirrojos; siete pequeños que no sabía si habían sido matados como los padres o estarían vivos; siete pequeños de los cuales el sexto era su ahijado. Por no saber de su otro ahijado, Neville Longbotton.



Todos los días aparecían alimentos en la habitación para él y para su pequeño hijo. Harry ya no lloraba, sólo miraba todo con curiosidad y se aferraba con fuerza a su papá. James observó a su hijo, quien era una copia al carbón de él, pero con los ojos verdes de su querida y difunta Lily. Harry dormía tranquilo y era la viva imagen de la inocencia. James suspiró acariciándole el moreno cabello y se preguntó qué sería de él y su pequeño. Se preguntó por qué razón desconocida vivían aún.



-Oh, Harry si supieras cuánto miedo tiene tu papi -Susurró al dormido pequeño.- Daría mi vida a cambio de la tuya, Harry. Te juro que mientras viva haré lo posible por mantenerte a salvo.



-Me alegra oír eso, tengo que decir.



De un salto James enderezó el cuerpo que había tenido inclinado sobre la cuna, y se viró hacia la puerta. No pudo evitar temblar de miedo al reconocer al hermoso hombre de ojos rojos y unos 34 años que estaba en la puerta de la recámara. Tembló al saber que estaba ante el señor tenebroso sin nada para defenderse, y peor aún sin nada para defender a su hijo.



-Vo...Vo...Voldemort.



Tartamudeó James. Voldemort asintió con la cabeza burlonamente.



-¡James!



Pronunció el nombre del joven mago como si fuera algo delicioso.



-¿Por qué estoy vivo?



No pudo evitar preguntar James.



Voldemort avanzó hacia James, pero este no se movió defendiendo con su propio cuerpo a Harry. Voldemort sonrió burlonamente y, tomando la muñeca de James, lo jaló hacia sí; la fuerza con la que el Lord lo jaló hizo tambalearse a James y caer sobre el fuerte pecho de Voldemort. Con una mano en su cintura para que no se apartara, y con la otra mano en la barbilla del joven mago, Voldemort le robó un apasionado beso.



-Por eso estás vivo, James Potter -Le dijo, luego lo hizo voltearse hasta que quedó de frente a un espejo de cuerpo entero. James trató de debatirse y escapar, pero el Lord lo retuvo con facilidad, tomando en una mano las dos muñecas de James y aprisionándolas contra su espalda, pasándole el otro brazo por la cintura abrazando su cuerpo con el propio. -Mírate en el espejo James, eres una delicia, hermoso y perfecto. Y yo te deseo. Y mientras tú seas complaciente en mi lecho, no tendrás ningún problema o dificultad, vivirás bien. Los mortífagos no se meterán contigo o tu hijo, y lo más importante, el pequeño Harry estará a salvo, pero eso será siempre y cuando tú seas complaciente conmigo.



Tom lo hizo girar hasta que estuvieron de frente y puso sus manos en la cintura de James, quien lo miró sorprendido.



-¿Quie... quieres mi cuerpo... a... a cambio de la vida de mi hijo?



Preguntó asombrado.



-De la vida de tu hijo y de tus ahijados.-Ante la mirada confusa de James, Voldemort le aclaró -Sé que Ronald Weasley es tu ahijado, él y sus hermanitos están vivos, y mientras tú me obedezcas estarán bien; incluso si lo prefieres, en vez de sirvientes generales, lo pueden ser sólo tuyos y de Harry.



-¿Pe... pero... por qué me deseas? ¿Qué tengo yo en especial?



Preguntó James asustado.



-Lo tienes todo. Eres puro, inocente, hermoso y fuerte. Serás un consorte estupendo, y me darás hijos tan perfectos como tú, en su debido momento.



James no se podía creer lo que oía, eso tenía que ser un mal sueño. El asesino de su amada Lily no podía estar diciendo esas cosas. Trató de convencerse desesperadamente el ojiazul de cabellos rebeldes, pero la boca que devoraba su cuello sin tregua y las manos que le quitaban la camisa eran muy reales. James cerró los ojos con fuerza y se dejó hacer; si aquel era el precio que tenía que pagar por la vida de su hijo y de los pequeñajos Weasley, pues bien, así sería y él se aguantaría. Pero pronto, mientras las manos del Lord bajaban a su pantalón, James decidió que aunque su hijo fuera un bebé y estuviera dormido, no quería que estuviera en el mismo lugar donde James sería ultrajado y humillado, así que asustado detuvo al Dark Lord. Voldemort lo miró extrañado.



-Frente a mi hijo, no.



Rogó James, total, orgullo ya no le quedaba. Tom asintió.



***



-¡Eres un maldito sádico!



Exclamó molesto Sirius Black. Sirius era un precioso joven de ojos azules, 21 años, típico chico popular, hermoso y con más millaje en la cama, que una escoba de principios de siglo. Pero siempre había sido el dominante, nunca había tenido a alguien sobre él, a alguien moviéndose en su interior y saciando su placer en su cuerpo.



Dos semanas atrás, cuando la orden del fénix había sido atrapada, Sirius había sido noqueado y al despertar, se había visto en la mansión Malfoy, más concretamente en las habitaciones del rubio, de 28 años, y viudo patriarca de los Malfoy, Lucius Malfoy. Se había resistido con todas sus fuerzas los primeros días y sólo había conseguido una cosa con eso: ser brutalmente violado por ese despiadado y frío rubio, hasta que una semana después Sirius había dejado de resistirse.



Oh, no se había dejado de quejar, pero al menos ya no peleaba como fiera boca arriba. Sólo dejaba que Malfoy se satisficiera con él y lo dejara en paz. Pero desde los últimos dos días, Malfoy había encontrado algo que le causaba gran placer de su juguete sexual. Le gustaba masturbar a Sirius mientras lo hacía suyo. Le gustaba ver al precioso y rebelde oji-azul gemir y jadear, cuando lo acometía el orgasmo no deseado. Le gustaba ver la cara de humillación de Sirius cuando todo terminaba y oír las quejas de Black. Sirius era una delicia, un bocado y lo mejor de todo era su rebeldía. Oh, cuánto disfrutaba Lucius de doblegarlo. Cuánto disfrutaba el hacerlo disfrutar, aún cuando no lo quería y los ojos de terrible humillación de Sirius por no poder contener el placer que embargaba su cuerpo.



Lucius rió al sentir cómo Sirius se debatía tratando de escapar de sus brazos.



-Oh, sí, soy un sádico Sirius, pero a ti te gusta corazón.



Rió Lucius divertido, apresándolo contra el colchón y devorando su apetecible boca. En esas dos semanas, Sirius no había podido salir para nada de esa habitación. El baño quedaba anexo al cuarto, y la comida se le servía en el mismo. Así que no le estaba permitido salir de la habitación de Lucius, y la única visita que recibía era la del propio Lucius todas las noches y cada vez que este tenía ganas de un buen revolcón.



-Déjame en paz



Gritó Sirius. Quien había aprendido que tratar de pegarle a Lucius no traía buenas consecuencias, así que se limitaba a gritarle y a quejarse, cosa que divertía al frío y cínico rubio.



-Oh, Sirius, pero no quiero dejarte en paz.



Dijo Lucius divertido pellizcándole los pezones.



-Ya basta Malfoy, estoy cansado, ten piedad y déjame descansar.



Chilló Sirius histérico. Malfoy parecía nunca cansarse. Ya iban tres veces que habían tenido sexo en lo que iba de día. Y Sirius apenas comía, pues no era como si estuviera de humor para estar comiendo, más el continuo ejercicio, estaban haciendo mella en su cuerpo.



-¿Piedad? ¿Tú, Sirius Black, me estás pidiendo piedad?-Se burló Lucius.



-Por favor, por lo que más quieras, ya para. Ya no aguanto.



Rogó Sirius. Ya poco le importaba el poco orgullo que le quedaba, sólo quería descansar.



Lucius lo miró divertido, aunque interiormente estaba preocupado. Sabía que Sirius no se alimentaba correctamente y, si se fijaba bien, lo veía más flaco de lo que de por sí era. Justo en ese momento, un tembloroso elfo entró a la habitación.



-A... amo... el amito Draco tiene fiebre, y los elfos no sabemos qué hacer.



Lucius miró con seriedad al elfo.



-Iré en un momento, ahora largo de aquí elfo.



Lucius se levantó de la cama y se vistió para alivio de Sirius.



-Iré a ver a mi hijo, pero haré que en la mañana un medimago te revise, no me gusta tu falta de apetito, estás muy delgado.



Dijo Lucius antes de salir del cuarto. Indignado por el descaro de Malfoy, Sirius arrojó una de las almohadas contra el rubio, pero sólo le dio a la puerta cerrada.



***



Remus Lupin era un muchacho joven de 21 años, cabellos castaños y ojos dorados; era delgado y algo bajito para su edad, por consecuencia de su enfermedad de licántropo. Estaba cansado, la trasformación en hombre lobo siempre lo cansaba. Pero ahora además de cansado estaba asustado. Esas tres noches de luna llena, gracias a su transformación, no había tenido que compartir el lecho con Severus Snape, como había tenido que hacer desde que fue apresado, con los que no murieron de la orden.



Pero la transformación había llegado a su fin, al igual que la luna llena, y él sabía que Severus Snape, volvería para atormentarlo de nuevo. Para tomar su cuerpo lo quisiera él o no. Remus lloró, lloró al recordar la primera noche que Severus lo había tomado para sí. Se había resistido, había tratado de evitar lo que era inevitable. Y lloró por las veces que siguieron a esa. Por las veces que tuvo que aguantar ser tratado como un cualquiera, por el simple hecho de que su antiguo compañero de clases lo deseaba. No importaba que él lo deseara o no, Severus lo quería y eso era todo lo que le importaba al Slytherin. Y hablando del Slytherin, ya llegaba. Remus sólo atinó a mirar a Severus asustado.



***



Frank Longbotton acunó a su pequeño en brazos. Sabía que faltaba poco para que Rabastan Lestrange llegara al hogar y a la habitación que compartían en la mansión de Rabastan. Frank estaba cansado, desde el asesinato de Alice, su esposa, y de la caída de la orden del Fénix, dos semanas atrás, había estado sometido a Rabastan Lestrange, bajo la amenaza de que cualquier desafío lo pagaría el pequeño Neville, su hijo. Estaba cansado porque en la noche había de yacer con Rabastan, quien tenía 25 años y le llevaba 5 años, y por las mañanas su hijo de un año de edad, le exigía toda su atención.



-Neville, mi cielo, ¿cuándo acabará esto?



Le preguntó Frank a su pequeño hijo, que ya empezaba a quedarse dormido en sus brazos. Frank contuvo el sollozo que pugnaba por salir de su garganta y guardó silencio. Sabía bien, que de llorar sólo asustaría a su pequeño y divertiría a Rabastan, si este veía las huellas del llanto. Rabastan siempre lograba confundir a Frank. Era cruel, pero a la vez dulce. Lo lastimaba, pero luego lo curaba; lo alejaba de Neville durante horas y luego lo dejaba horas enteras con su adorado hijo; lo amenazaba, pero aún así, hacía que cuidaran al pequeño Neville como a un principito.



Y Frank ya no sabía ni qué pensar. No sabía si Rabastan le quería hacer las cosas más fáciles, o tan sólo volverlo loco. Neville al fin se quedó dormido y Frank miró con cariño al pequeño y rollizo bebé. Lo besó en la frente y pasó a la habitación junto a la suya propia, sólo podía estar en la habitación de su hijo cuando Rabastan se lo permitía; mientras, debía permanecer en la de Rabastan. depositó a su hijo en su cunita y lo arropó bien, antes de volver a su habitación. Se duchó y metió en la cama, para dormir un poco, y casi estaba dormido, cuando oyó las típicas pisadas y la puerta abrirse, indicándole que Rabastan había llegado.

Continuará...


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