1 – Perfecto amor.
(Prólogo)
Eric Lown está sentado sobre la mesa del profesor, con las piernas cruzadas y las manos apoyadas en la madera. No está nervioso, no está impaciente, incluso a veces duda que esté de alguna forma. Sonríe mientras todos le miran asustados. Las chicas le miran mientras intentan reprimir sus hormonas, los chicos sólo le miran con recelo y envidia.
—El señor Lown se quedará hasta final de curso, así que espero que os portéis bien con él –Takahiro Kasawa, el profesor de historia, mira al infinito de la clase y señala una mesa vacía al final del todo –. Puedes sentarte por allí y empezar a tomar apuntes.
Eric asiente y agarra su mochila, avanza por el pasillo de mesas mientras los cuchicheos avanzan con él. Sabe que todos le miran por lo mismo, que hablan de lo mismo, que sienten lo mismo cuando él pasa por tu lado. Todo eso ocurre porque él es...perfecto.
No es una exageración, Eric es realmente perfecto. Quizás la única persona perfecta en el universo. Nadie que se hubiese cruzado en su camino hubiese sabido describirle, y nadie nunca sabrá. Podría decirse que tiene el cabello rubio plata, fino, y levantado hacia la izquierda y la derecha en ángulos imposibles; pero quizás se pasase por alto que dependiendo de la luz, a veces parece casi blanco, y otras se hace más oscuro. También podrían decir que sus ojos son gris ceniza, grandes y perfectos para su cara. También podrían decir que medía exactamente un metro ochenta centímetros, y que su piel era pálida (pero no pálida muerto, si no pálida Alaska) y suave. Pero en serio, nadie, nadie, jamás, habría podido describir a Eric Lown.
Setsu se revuelve en la cama y se enreda con las sábanas. Se tapa los oídos, patalea y gime, pero el teléfono sigue sonando. Por fin para, y cuando Setsu cree que es libre para poder dormir, vuelve a sonar. Su mano se lanza en picado sobre él y descuelga.
—¡Sophen, ¿pero qué te he dicho miles de veces?! ¡Son las nueve y estoy durmiendo! ¡Dur-mien-do!
—Ya sé, ya sé, Setsu, pero pensé que interesaría una novedad. Novedosamente novedísima.
—¿Y de qué se trata? –Setsu se aparta el flequillo negro de la frente y se sienta en la cama –. ¿A tu hermana le quitaron el aparato?
—¡Imbécil! A ella aún le quedan dos años con los alambres en la boca. No es nada de eso.
—Pues suéltalo, Sophestúpido.
—No puedo explicártelo con palabras, debes venir a verlo.
Setsu se examina las uñas mientras escucha a su querido amigo Sophen. Él siempre tiene noticias fantásticas que, o bien son excusas para obligarle a ir al instituto, o en realidad no eran tan fantásticas. Como aquella vez que le llamó porque dos chicos de primer curso se estaban peleando y resultó ser que apenas se arañaron la cara y empezaron a llorar llamando a sus madres.
—Te juro que como me hagas ir por alguna tontería te llamaré para que hables conmigo a las cuatro de la mañana.
—Confía en mi, Set.
Setsuya tira el teléfono sobre la cama y se estira sobre ella. Después se enfunda en sus pantalones negros que tan ajustados le quedan y tan buen paquete –según él mismo piensa – le hacen, y se coloca una camiseta negra con varios grupos heavys y metaleros grafiados en ella. Coge su mochila vacía y sale hacia el instituto, un poco impaciente por saber qué es lo que le deparan las noticias de Sophen.
Y es mucho más oscuro de lo que él imagina...