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Mystique por SHINee Doll

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Notas del fanfic:

 

Cuando Minho abrió aquella pequeña cafetería, jamás imaginó encontrar una persona que le robase el corazón, hasta que sus ojos se cruzaron con aquella mirada felina. Key no esperaba encontrarse a sí mismo perdido en aquella brillante sonrisa, pero el destino parecía desearlo así.

Onew y Taemin se han convertido en los mejores amigos de Minho, quien se ha enamorado perdidamente de su mejor cliente. Kibum se está convirtiendo en víctima de una rutina enfermiza, donde Jonghyun es una pieza clave.

Minho y Key deberán arriesgarse para estar juntos, aunque sólo sea una oportunidad

 

 

Notas del capitulo:

Mi primer long-fic. Es tan emocionante. Estoy trabajando en el cuarto capítulo y no estoy segura de cómo acabará, pero espero sea lo suficientemente bueno. Disfrútenlo.

Mystique ~

Capítulo I. Cruzando Destinos

Minho POV

~ ♥ ~

Mystique. Aquella simple palabra lograba traer a mi mente cientos de recuerdos. Cuando era pequeño, mamá solía cocinar un postre diferente cada tarde, demostrándonos a todos su talento en la cocina. Era una mujer extremadamente dulce, que siempre buscaba nuestro bienestar. Su sueño siempre fue abrir una pequeña pastelería, un lugar donde las personas pudiesen sentarse a disfrutar una rebanada de algún bizcocho, mientras bebían una taza de humeante café o tal vez una de té. Deseaba preparar galletas, merengues y demás golosinas; servirlas a las jóvenes parejas; sonreír tras el mostrador. Ese había sido su sueño. Un sueño que jamás logró realizar.

Cuando papá murió, yo tenía siete años. No lograba comprender lo que ocurría a mí alrededor, por qué la gente me abrazaba, por qué mamá lloraba. Ella se esforzó por sacarme adelante, consiguiendo un empleo de medio tiempo y dándome lo mejor que podía. Sin embargo, aquella rutina monótona y solitaria, la enfermó. Acababa de cumplir los once años, cuando ella también murió. Aún era un niño, pero la vida me estaba demostrando lo cruel que podía llegar a ser. Y ese fue sólo el comienzo.

Terminé viviendo en casa de mis tíos, los únicos familiares que me quedaban, junto a sus dos hijos. Al ser más joven que ellos, fui educado para escuchar y atender cualquiera de sus peticiones. Aquello me convirtió en una persona de pocas palabras, incapaz de expresar abiertamente sus sentimientos y con muchas inseguridades. Aún así, no podía quejarme de nada.

Ahora, a mis veinte (casi veintiún) años, por fin había dejado aquella casa, dispuesto a hacer realidad el sueño de mamá. Mis trabajos durante el verano y las navidades los últimos años, me habían permitido ahorrar lo suficiente para comprar un lugar de dos plantas simplemente perfecto. Abajo, se encontraba “Mystique”, la pequeña cafetería-pastelería que nombré basándome en el perfume favorito de mamá, y la cocina. La segunda planta se convertía en mi hogar, contando con dos recámaras, un baño y un espacio digno de convertirse en una acogedora sala de estar.

- Buenas tardes.- escuché.

Dejé de limpiar el mostrador, para mirar a la primera persona que visitaba Mystique. Hacía un par de días había dispuesto todo para inaugurar, aunque la gente aún parecía no notar la existencia de mi pequeño establecimiento. No me molestaba; sabía que el inicio sería de esa manera.

- ¿Puedo ayudarte en algo?- cuestioné amablemente.

Mi atención se centró en el recién llegado, analizándolo con más atención de la necesaria. Era un chico alto, aunque yo le superaba por varios centímetros, estaba seguro; su piel parecía suave al tacto y no pude evitar preguntarme cómo se sentiría acariciarla; su rostro era simplemente hermoso, de ojos felinos, pómulos altos y labios llenos; su cintura era bastante femenina.

- Pasaba por aquí, y este lugar llamó mi atención.- murmuró.

Su voz era alegre, dulce y sensual, a la vez. Me contempló con sus ojos pequeños, recordándome a la mirada de un gatito; sus labios se curvaron en una sonrisa apenas perceptible.

- En ese caso, ¿qué te parece probar alguno de nuestros postres?- sus ojos se iluminaron.

- Exquisito.- me reí suavemente.

Aquella fue la conversación más larga que tuve con él, aunque sólo fue un intercambio cordial de palabras entre vendedor y cliente. Estaba seguro que él no lo había notado, pero pude percibir una atracción casi mística entre nosotros, una conexión especial. O quizá, algo aún más intenso que eso.

Con el pasar de los días, su presencia se convirtió en una necesidad. Solía bajar la escalera con una sonrisa en los labios, seguro de verle ese día, al igual que el anterior, al igual que el siguiente. Taemin y Jinki, los chicos que ahora trabajaban conmigo y comenzaban a convertirse en mis mejores amigos, solían bromear sobre ello, diciendo por lo bajo que estaba enamorándome de ese cliente. Yo solía negarlo, completamente avergonzado, para luego dirigirme a la mesa donde él se encontraba y tomar su pedido.

- Te digo que es así.- comenzó Jinki de nuevo. –Puedo verlo en tus ojos, Minho. Él te gusta.

- ¿Cómo podría ser eso, Onew?- repuse, llamándolo por su apodo. –Es un chico y nuestro mejor cliente.

- ¿Y eso que importa?- preguntó seriamente.

Tal vez Jinki tuviera razón, y el muchacho de la mirada felina me gustara. Solía quedarme de pie tras el mostrador sólo para observarlo. Él solía sentarse dándome la espalda, contemplando a través del ventanal a la gente pasar; así que podía recorrerlo con ojos de tonto enamorado tanto como desease. No sabía nada de él, ni siquiera su nombre. Estaba seguro que era un chico de buena familia, con una posición social respetable y con una educación mejor que la mía. Podía notarlo en su forma de expresarse, actuar, comer y vestir. Tenía buen gusto, un estilo único y modales de primera clase. 

- Deberías preguntarle su nombre.- dijo quedamente, mirándome.

Las palabras de Taemin me llenaron de un extraño ánimo aquella mañana. Me dirigí a cambiar el letrero de la puerta con una sonrisa en el rostro, dispuesto a conseguir algo más que una orden de sus labios. Le preguntaría su nombre y quizá, sólo quizá, le pediría me hablase un poco de él. Quería conocerlo, entenderlo, estar a su lado. Estuve nervioso, ansioso y algo mareado las siguientes horas, preparándome para lo que estaba a punto de hacer. Sin embargo, él no apareció. Tampoco lo hizo al día siguiente, ni el que siguió a ese, ni el resto de la semana.

- No te desanimes.- susurró Taemin, golpeándome juguetonamente con su hombro. –Estoy seguro que pronto volverá.- quise creer en sus palabras, pero no fue así.

Comenzamos a tener más trabajo, nuevos clientes comenzaron a visitarnos y las ventas mejoraron considerablemente. Después de un mes y medio de la inauguración, por primera vez, me sentí más cerca de cumplir el sueño de mamá. Aquellas sonrisas que nos dedicaban al servir un postre, me ayudaron a calmar un poco el dolor de la partida de ese chico. Su ausencia era palpable en el ambiente, pero la esperanza de verle una vez más seguía presente.

- Minho.- me giré al escucharlo.

Jinki me sonrió de esa manera que sólo él podía hacerlo, al tiempo que señalaba discretamente hacia la puerta. Mi corazón se agitó con violencia y una sonrisa tonta se dibujó en mi rostro. Él estaba ahí. Entró con elegancia, sentándose en una mesa distinta, mirando de frente al mostrador. Por un breve instante, nuestras miradas se cruzaron.

- Ve a atenderle.- susurró. Asentí como idiota, caminando hacia él con las piernas temblando por el nerviosismo. Lucía un poco distinto, pero igual era hermoso. Su cabello había crecido un poco y ahora había más colores en él, no sólo el tono acaramelado al que estaba acostumbrado. Sus ojos seguían luciendo tan fieros como recordaba y sus labios se curvaron lentamente al deslizar su mirada por el tan bien conocido menú.

- Bienvenido de nuevo.- sonreí, mirándolo suavemente.

Esperé durante algunos segundos una respuesta, un gesto, cualquier cosa. Él se limitó a pedir un café y una rebanada de nuestra tarta de fresa, evitando mi mirada. Estaba distante, serio e incluso se notaba algo cansado. Esa sonrisa siguió en sus labios, aunque su efecto era contrario a lo que debía ser. La curvatura de su boca, no transmitía alegría alguna, sino un vacío que parecía no llenarse con nada.

- Extrañaba esto.- soltó de repente. Hablaba con Taemin en ese momento, tratando de sonreírle sinceramente, aunque parecía incapaz de hacerlo. Jinki y yo los contemplábamos a ambos desde una distancia prudente, fingiendo estar ocupados en alguna otra cosa.

- ¿De verdad?- cuestionó un tanto sorprendido nuestro compañero.

- Más de lo que imaginas.- su mirada se dirigió a mí unos momentos y luego regresó al rubio. –Aunque no creo que pueda venir más.

Taemin no preguntó la razón y él no la mencionó. Me quedé sin palabras, observándolo levantarse y cruzar la puerta lentamente, dándome la espalda. Aquella había sido la despedida, sin duda alguna. Mi pecho dolía y yo aún no podía salir de mi shock. Debí moverme, seguirlo, llamarlo, pedirle que no se fuese, que regresase… Pero no pude.

Volvimos a la rutina de siempre, aunque algo hubiese cambiado. El muchacho dejó de venir, tal como había advertido. Nuestras ventas mejoraban cada día, teníamos más clientes y comenzaban a llovernos pedidos a domicilio. Una televisora había hecho un reportaje sobre nuestro negocio, promocionando nuestros postres e invitando a la comunidad a conocernos. Nos hicimos populares después de aquello. Aunque, por alguna razón, eso no lograba llenarme por completo. Algo faltaba, o más bien alguien.

- No mintió aquella vez.- pronuncié despacio. –Dijo que ya no vendría… Y lo ha cumplido.

- ¿Sabes?- habló Taemin, sentándose sobre el mostrador. –En una ocasión, alguien le llamó Key.

- ¿Key?- cuestioné, enarcando una ceja. Él asintió.

- Sé que no es su nombre, pero estoy seguro que para él es lo mismo.

Key. Taemin me había ofrecido más de lo que podía esperar. Él mismo dijo que no se trataba de su nombre, pero al menos ya no era “el muchacho de la mirada felina”, sino Key. Y aquella noche, en la soledad de mi apartamento, soñé con él por primera vez. Desperté a la mañana siguiente de mejor humor, recordando su rostro y su voz, imaginándolo entrar cada vez que la puerta era abierta. Porque sabía que me había enamorado de un chico, pero no uno cualquiera, sino de él.

- ¡Minho!- pegué un respingo, sobresaltado. -¡Es él!-

- ¿Jinki?- cuestioné.

- ¡Es Key!- me empujó fuera de la cocina.

El dolor de los últimos dos meses desapareció al contemplar sus ojos felinos. Su cabello estaba más corto y oscuro, resaltando sus finas facciones. Era más hermoso de lo que podía recordar. Se sentó en la misma mesa que lo hizo la última vez, sin despegar su mirada de mi rostro. Y sonrió, de esa forma que recordaba, que me gustaba, que amaba. Me acerqué a él, mostrándole mi mejor sonrisa.

- Hola.- susurró, mordiéndose el labio coquetamente.

- Te extrañamos.- murmuré, lleno de una extraña confianza.

- ¿En serio?- sus ojos brillaban rebosantes de alegría.

- Aunque no lo creas, tu ausencia es muy notoria.- me miró a través de sus pestañas.

- Cuando estoy aquí, me siento realmente apreciado.- susurró tristemente.

No me dio tiempo de preguntar la razón de sus palabras, pues dejó escapar su pedido alegremente, como si desease hacerme olvidar lo pronunciado. No lo consiguió. A partir de ese momento, mantuvo su rostro oculto de mi mirada, como si estuviera avergonzado por lo dicho. Cuando se marchó, me encontré visiblemente preocupado. Quizá su vida perfecta no lo fuese en realidad. No dormí bien esa noche.

- Buenos días.- me giré lentamente, sonriendo.

- Buenos días.- susurré suavemente. Key se encontraba de pie ante el mostrador, apoyado en sus codos.

- …Chocolate.- su rostro estaba a escasos centímetros del mío y una sonrisa traviesa bailaba en sus labios. Me perdí en su mirada.

- ¿Eh?- él sonrió de nuevo, mordiéndose el labio inferior.

- Quiero algo con chocolate.- susurró. –Se me antoja algo dulce.

- De inmediato.- murmuré, apartando mis ojos de los suyos.

- Gracias, Minho.

Él había pronunciado mi nombre dulcemente. Sabía que lo había visto en la placa de mi delantal, pero igual me hacía feliz el que lo conociese. Tomé uno de los cuchillos y partí la tarta de chocolate, esperando fuese de su agrado. Me había percatado de sus miradas coquetas y sus gestos sugerentes; la forma en que se mordía el labio o me miraba a través de sus pestañas, comenzaba a enloquecerme. Me gustaba demasiado.

Cuando caminaba hacia él, llevando el pastel y su acostumbrado café, el sonido de la puerta abrirse me detuvo. Key se puso de pie inmediatamente, borrando la sonrisa que me había brindado al verme ir hacia él. Lucía sorprendido, nervioso, preocupado. El recién llegado le miraba con el ceño fruncido, completamente molesto.

- ¡Jonghyun!- habló Key.

- Vámonos.- susurró, sujetándolo por la muñeca.

- Espera, Jjong.- susurró, algo intimidado. –Me lastimas.

Ambos desaparecieron tras la puerta. Me quedé estático en mi lugar, contemplando el camino que habían seguido hasta un auto blanco. Key lucía algo asustado cuando subió al coche, mientras el otro chico estaba realmente enfadado. Me permití observarlo con detenimiento, tratando de no olvidar su rostro. Era más bajo que Key, aunque no demasiado, y tenía una parte del cabello rubia. Al día siguiente, él no apareció. Comencé a pensar que aquel tipo tenía que ver con sus desapariciones ocasionales. Sin embargo, ¿quién era ese tal Jonghyun?

- ¿Qué te pasó?- Taemin sonaba preocupado.

Jinki y yo salimos de la cocina apresuradamente, sin saber con quien hablaba el más chico de los tres. Mi boca se abrió ligeramente al observarlo de pie ante nosotros, con la vista clavada en el suelo y mordiéndose un labio nerviosamente. Onew me golpeó el hombro, pidiéndome en un susurro que observase el rostro de Key. Y obedecí, notando la marca amoratada en su mejilla.

- Un accidente.- mintió. Lo supe porque no nos miró al responder.

- ¿De verdad?- Taemin también se había dado cuenta. -¿Cómo ocurrió?

- Tropecé.

Con aquella declaración, dio por terminada la conversación. Pidió lo mismo de la última vez y sonreí complacido al poderle ofrecer aquella tarta de chocolate que el tal Jonghyun le impidió probar en su anterior visita. Tenía tantas cosas que decir, tantas dudas… Quería saber lo que había ocurrido, si realmente aquel moretón era producto de un accidente… Algo me decía que no era así.

- ¿Te duele?- pregunté al verlo acariciarse el moretón.

- Sólo un poco.- susurró. Una de sus muñecas mostraba una marca oscura, la misma por la que él lo sujetó.

- Traeré un poco de hielo.- giré sobre mis talones, con más preguntas que antes.

Cuando regresé, trayendo conmigo el hielo, él ya no estaba. Taemin y Jinki se mostraron incrédulos ante su excusa, alegando que aquello no podía ser el resultado de una caída. Estuve de acuerdo. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo enfrentar aquella situación? ¿Qué estaba ocurriendo realmente? No tenía ninguna respuesta y, con cada segundo, me sentía más preocupado. Una semana después, él regresó. La marca ya no estaba o quizá su maquillaje finalmente la cubriera. Estaba por cerrar, los demás ya se habían marchado.

- Lamento venir tan tarde.- murmuró, sonriéndome dulcemente.

- ¿En qué puedo ayudarte?- ambos sabíamos que me refería a algo más.

- Quisiera llevar a casa algunas galletas.- evadió el tema.

- Bien.- le sonreí y correspondió, aunque había algo en su mirada que no comprendí.

Volví unos minutos después, pero él ya no estaba. Me dirigí a la puerta y me asomé a la calle, buscando alguna señal de su presencia, pero no la obtuve. Eché el seguro y cerré las cortinas, dejando más que claro que nuestro trabajo había concluido. Dejé la caja de galletas sobre el mostrador y me dirigí a la cocina, preguntándome qué había ocurrido con Key. Fuera se escuchaban ruidos extraños, pero no presté mucha atención. Me quité el delantal y lo colgué junto a los otros.

Quizá fuese mi imaginación… Un bote de basura cayó al suelo, provocando un gran estruendo. Salté, asustado. Posiblemente un gato lo derribase. Un par de voces se dejaron oír, asumí que se trataba de personas pasando cerca de ahí, tal vez por el callejón…

- ¡Basta!- gritó alguien, con voz rota.

- ¡Cállate!- soltó alguien más, visiblemente molesto.

¿Un pleito callejero? Sí, podía ser eso. Me asomé por la ventana, pero no distinguí nada.

- ¡Estoy harto de ti!- soltó alguien de nuevo. -¡De tus caprichos, tus rabietas, tus berrinches!

No, aquello parecía una discusión de pareja.

- ¡Suéltame!- me debatí entre salir y no. Después de todo, aquello no era asunto mío. -¡Me estás lastimando!

- ¡Deja de llorar!- gritó. -¿Te lastimo? ¡Por favor!-

- ¡Déjame!- su voz sonaba rota, hablaba en susurros. –Me duele…

- Haré que te duela de verdad, así dejarás de quejarte.

Me quedé congelado en mi lugar, preguntándome qué estaba ocurriendo realmente fuera. Por un momento, todo quedó en silencio, pero después escuché nuevos gritos y cosas que chocaban entre sí, al igual que un golpe seco, como cuando alguien cae al suelo. Me asusté. Abrí la puerta de un tirón y salí, dirigiéndome al lugar de donde provenía todo aquello.

- ¡Hey!- grité y los ojos de la persona que se mantenía de pie se encontraron con los míos. –Yo te conozco…-

Mi mirada viajó hasta sus pies, donde se encontraba otra persona. Estaba apoyada sobre sus manos, sollozando silenciosamente. Comencé a acercarme, sintiendo un hormigueo en las manos y el deseo de golpear al que me miraba burlonamente. Jonghyun.

- Todo es tu culpa.- pronunció despacio, sonriéndome. –Si no coquetearas con él…- mi corazón se oprimió.

- Eres un…- comencé, pero él me ignoró.

- ¡Ponte de pie, Key!- lo tomó con fuerza por el brazo y lo jaló hacia su pecho.

- ¡Suéltalo!- grité, volviendo a caminar hacia ellos.

- Sólo sabes causar problemas, cariño.- murmuró, sujetándolo por el rostro.

- Jjong…- sollozó.

- Estoy cansado de ti.- sentenció, mirándome desafiantemente. –Ya no te necesito.- y lo empujó, provocando que cayera al suelo de nuevo.

- ¡Key!- corrí hacia él, tratando de ayudarlo a levantarse. Jonghyun despareció.

No pude decir nada. Él se encontraba de espaldas a mí, aún en el suelo, con el rostro agachado. Podía notar los espasmos de su cuerpo, indicándome que se encontraba llorando. No me importó ser impulsivo, ir contra lo que me habían enseñado, ser torpe o brusco; lo atraje hacia mi pecho de un jalón y oculté mi rostro en su cabello, sintiendo sus manos aferrarse a mi camisa y sus lágrimas empaparme. Lloró por minutos que me parecieron eternos, mientras me mantenía en silencio, acariciando su espalda suavemente. En algún momento, se quedó dormido.

Lo aparté un poco, mirando su rostro. Tenía el labio roto y algunas marcas en las mejillas, posiblemente se convertirían en moretones pronto. Su ropa estaba arrugada y cuando le tocaba, hacía pequeñas muecas de dolor. Sin embargo, lo que más me preocupaba era el daño emocional que Jonghyun le había ocasionado. Jonghyun. Su nombre provocaba que me enfureciera. Había deseado devolverle aunque fuese uno de los golpes que le dio a Key, pero yo no era esa clase de persona.

Tomé a Key en brazos, cargándolo hacia el interior del establecimiento y cerrando la puerta con llave. Subí la escalera con cuidado, temiendo dañarlo aún más. La puerta que llevaba a la sala se encontraba abierta, así que sólo la empujé. Lo deposité sobre la cama en la habitación extra, bajando a la cocina a buscar hielo. ¿Qué debía hacer ahora?

 

Notas finales:

Llegados a este punto, ¿vale la pena continuar? Será decisión de ustedes si esto sigue o deberá quedarse en mi ordenador. Les soy la última palabra. Chu ~


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