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Sí, quizá sea amor por SHINee Doll

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Notas del fanfic:

¡Wuu! Esto del desafío va algo lento, pero de igual modo lo estoy intentando. Es algo que me prometí a mí misma y sé que lo cumpliré. Espero disfruten de esta pequeña ocurrencia nocturna en la que estuve trabajando todo mi martes.

Notas del capitulo:

Uh ~ Nuevamente he llegado con una de esas ideas raras; ustedes saben. Después de ver Lucifer y que la sonrisa linda de Key, esa de "me creo mejor que los demás porque yo si hablo japonés y ellos sólo siguen la letra", me robaran el aliento y la poca cordura que me quedaba, por mi mente pasó esto. Nee, disfrútenlo.

 

Sí, quizá sea amor ~

"Te amo". La confesión flotó en el aire algunos minutos, tiempo que a Minho le pareció eterno. Finalmente, Kibum soltó una pequeña carcajada, entre irónica y burlesca, provocando que el otro frunciera levemente el ceño. Es decir, ¿realmente le estaba preguntando aquello? ¿Acaso no sabía que él estaba enamorado de alguien más? ¿Que tenía...? Detuvo sus propios pensamientos. No, él no tenía a nadie. Ya no.

-Sabes que él se ha ido y no va a volver.- aquellas palabras sonaron demasiado serias, frías y hasta cierto punto hirientes. Kibum sonrió tristemente, seguro de que se trataba de la más cruda de las verdades. Por un momento se permitió pensar si aquel chico ante él era el mismo que le había declarado sus sentimientos con palabras dulces y una delicadeza incomparable.

-Lo sé.- musitó finalmente, dejando que su voz se perdiera en el silencio. –Pero eso no cambia nada.- era terco, ambos lo sabían. Cuando una idea se cruzaba por su mente, era muy difícil hacerle desistir de ella. Aunque Minho también lo era y jamás aceptada la derrota, así que esta vez tampoco sería la excepción.

-¿Por qué?- cuestionó suavemente, rozando con sus dedos la mejilla del muchacho. -¿A qué le temes?- porque sí, temor era lo que reflejaban los ojos castaños de Kibum. ¿Miedo?, se cuestionó el muchacho, pero la respuesta era obvia para ambos.

-No le temo a nada.- mintió, desviando su mirada. Minho jamás había apreciado ese lado de Kibum, la parte de su persona que le volvía humano, y no el ser frío y sin sentimientos que todos conocían. Por un momento envidió al muchacho que había robado el corazón de la desalmada Diva, para luego dejarlo completamente solo.

-Entonces, déjame tratar.- aquellos ojos pequeños se cruzaron con otros, en una clara mirada de advertencia. –Permíteme hacerte feliz.- el corazón de Kibum se detuvo un momento, para luego comenzar a latir violentamente dentro de su pecho. Aquella sensación le resultaba demasiado conocida, pero al mismo tiempo era sólo un viejo recuerdo. -¿Qué dices?-

-.- fue su única respuesta. Después de todo, Minho tenía razón al decirle que él no volvería, por lo menos no lo haría para seguir a su lado; y él tampoco pensaba esperarle. No era ese tipo de persona.

A partir de ese momento, las cosas no volvieron a ser las mismas para ninguno de los dos. Kibum permitió, lentamente, que Minho comenzase a conocerle; pero no superficialmente, como lo hacía el resto, sino sinceramente, como sólo él podría hacerlo. Juntos habían descubierto nuevas facetas del otro y de sí mismos, llegando a comprenderse. Compartían gustos e intereses, incluso algunos de sus sueños eran los mismos. Y el pecho de Kibum, poco a poco, dejó de sentir aquel vacío dejado tras la partida del ser amado.

-Kibum, ¿tus sentimientos han cambiado?- preguntó aquella tarde Minho, mientras sus grandes ojos buscaban las orbes oscuras del otro.

-¿Cómo puedo saberlo?- se atrevió a cuestionar el muchacho, sonriéndole sinceramente.

-¿Eres capaz de decir que me amas?- ambos se sumieron en un extraño silencio, algo poco común al estar juntos. Aquello podía interpretarse como una respuesta suficiente, pero no era la que esperaba. Kibum parecía dudar y trataba de decir algo, pero las palabras se rehusaban a salir de sus labios. –No importa.- murmuró, revolviendo sus cabellos juguetonamente. –Aún es demasiado pronto para ello.- parecía decirlo más para él mismo que para el otro.

Kibum lo notó, pero su voz parecía haberse perdido en algún punto de la conversación. Desde ese momento y durante semanas, se preguntó a sí mismo qué sentía por el otro chico, pero era demasiado confuso. O quizá se había olvidado, a estas alturas, de cómo era estar enamorado. Minho no insistió más, aunque una parte de él deseaba desesperadamente conocer la verdad; una que probablemente le matase lentamente, del mismo modo que él trataba de terminar con el recuerdo de aquel muchacho de sonrisas bonitas y chistes malos.

Un mes después, Kibum pareció dispuesto a responder aquella pregunta, aunque aún dudaba de sí mismo. ¿Amaba a Minho? Sí, lo hacía. O al menos eso deseaba creer. Y es que, ¿cómo no enamorarse de Choi Minho? El muchacho alto era la persona más dulce, atenta y cariñosa que había conocido en su vida, incluso más que él. Tenía unos enormes ojos oscuros que se colaban hasta lo más profundo de su alma y lograban dispararle el pulso por los aires. Su corazón era tan puro como la nieve que solía caer en el invierno, pero tan cálido como el sol del verano. Y cuando sonreía… Cuando sonreía Kibum sentía que su corazón se detendría y jamás iba a latir de nuevo. Pero lo que lograba revolucionar sus hormonas, sin duda, eran los abultados labios del chico, que se unían a los suyos suavemente, con amor.

-Debemos hablar.- murmuró Kibum, sujetando el brazo de su novio al verlo en el pasillo. A su lado, los estudiantes pasaban inmersos en sus propias conversaciones, ignorando por completo a la pareja en extremo conocida. Para nadie había sido una sorpresa verlos juntos. Después de todo, se notaba desde lejos que el deportista estaba profundamente enamorado del chico artístico y no por nada asistía a todos los musicales y eventos donde participaba el mayor. Porque sí, de hecho, Kim Kibum le llevaba algunos meses de ventaja. –Esta tarde en el parque.- fue todo lo que pronunció, para luego alejarse con la misma expresión seria con la que llegó. No hacía falta decir más, Minho sabría en qué parque y a qué hora.

Cuando Kibum llegó, con una mano en su pecho y los cabellos castaños revueltos, Minho ya se encontraba esperándole. El deportista sonrió suavemente, sintiéndose tonto al hacerlo, pues lo más probable es que su relación terminase ahí. Un “tenemos que hablar” jamás significaba algo bueno. Suspiró.

-Minho, yo…- comenzó, apartando algunos mechones coloridos de sus ojos. –Estuve pensando en lo que me preguntaste aquella vez y…- el muchacho había cerrado los ojos, preparándose para recibir la despedida. Kibum se mordió el labio, nervioso, jamás imaginó que decirle a su novio aquello sería tan complicado. –Yo…-

-¡Key!- ambos se giraron al escuchar aquella voz. -¡Sabía que eras tú!-

-Jinki…- murmuró Kibum, poniéndose de pie por reflejo. Minho pasó la mirada de uno a otro, esperando el primer movimiento. Por un momento creyó que Kibum correría hacia Lee Jinki, y éste extendería sus brazos para recibirlo. Pero nada de eso pasó, tal vez porque la mirada felina de su novio denotaba su estado de shock.

-Te he extrañado tanto, Key.- y fue el mismo Jinki quien se encargó de desaparecer la distancia entre ambos, envolviendo sus brazos alrededor de un sorprendido Kibum. Minho se levantó lentamente, analizando la situación. Posiblemente eso fuera lo que trataba de decirle, la razón por la que debían hablar: Onew estaba de vuelta. La mano del mayor sujetó la de Kibum con fuerza, entrelazando sus dedos y tirando de él lejos del otro.

-Espera, Jinki…- susurró Kibum; pero, para ese momento, el menor ya se había dado la vuelta y caminaba de regreso a su casa. -¡He dicho que esperes!- se soltó del agarre de Onew con violencia, cayendo sentado en el suelo. –Demonios…- masculló, levantándose y sacudiendo sus pantalones nuevos. -¿Qué demonios crees que haces?

-¿No es obvio?- cuestionó el mayor, sonriendo como sólo él podría hacerlo. Los ojos de Kibum mostraban su creciente descontento. Soltó un sonoro bufido y se dio la vuelta, empezando a alejarse de un sorprendido Jinki. –Key, ¿a dónde vas?-

-A buscar a mi novio.- soltó sin más, poco importándole que Jinki comenzase a rogarle que volviese. –Minho, sólo espera un poco más.- suplicó a la nada, deseando que su plegaria fuese escuchada.

Lástima que Kim Kibum jamás había tenido a la suerte de su lado. El resto de la semana, Minho no apareció por el colegio, lo que logró preocupar en demasía al mayor. Llamó a su celular muchas veces, más nunca obtuvo respuesta o una mísera llamada de vuelta; en casa de Choi, estaban cansados de repetirle que se “encontraba indispuesto”. Sin embargo, si algo había aprendido Kibum de su novio en todo ese tiempo, era no rendirse hasta conseguir lo propuesto, aunque en un principio pareciese difícil.

El sábado por la tarde, consciente de que ninguno de los padres del muchacho se encontraría en la ciudad, Kibum se dirigió a la residencia de los Choi. Tocó el timbre de manera insistente, pero nadie abrió. Le tomó diez minutos y muchos saltos, poder alcanzar el escondite secreto donde Minho guardaba la llave de repuesto, pero finalmente dio con ella y entró a la casa. Estaba demasiado silencioso, aunque el menor debía encontrarse encerrado en su habitación.

Subió la escalera a trompicones, saltando los escalones de dos en dos, tratando de no hacer un gran escándalo. Se detuvo unos momentos ante la puerta que llevaba a la habitación del chico de grandes ojos, pero pronto se recordó el motivo por el que estaba ahí. Necesitaba verle. Giró la perilla y lo primero que sus ojos felinos captaron fue la bella sonrisa de su novio mientras se encontraba dormido. Sonrió como bobo unos segundos, para luego acercarse a él y rozarle la mejilla con sus dedos.

-Minho.- le llamó suavemente, sentándose en la cama y apartándole algunos mechones de rebelde cabello castaño de su rostro aniñado. –Despierta, Minnie.-

-Kibum…- susurró el menor, restregando sus ojos mientras contenía un bostezo. -¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? ¿Qué pasó con Jinki? ¿Sigo dormido?- las preguntas escapan de sus labios torpemente, provocando más de una risita por parte del otro muchacho.

-Estaba preocupado por ti, así que vine y usé tu llave.- sonrió traviesamente, empujando a su novio hasta recostarlo nuevamente en la cama, acomodándose sobre él casi de inmediato. –No he vuelto a ver a Jinki desde ese día, cuando le dejé solo en el parque.- Minho abrió la boca para decir algo, pero uno de los dedos de Kibum sobre sus labios lo silenció. –Y estás totalmente despierto, amor.-

Kibum juntó sus labios con los de Minho lentamente, como siempre lo hacían, sólo que esta vez pensaba llevar ese beso a otro nivel. Mordió juguetonamente aquellos labios rosados que tanto le atraían, logrando robarle más de un suspiro al deportista, cuyas manos parecían demasiado inquietas para ese momento.

-Minho.- sus miradas se cruzaron y las mejillas de Kibum comenzaron a teñirse de carmín. –Te amo.-

-También te amo, Bummie.- respondió el otro, mostrándole la sonrisa más hermosa que alguna vez hubiese visto.

Sus labios volvieron a encontrarse, prueba definitiva de un amor correspondido. Kibum lo supo siempre, sólo que se negaba a sí mismo a creerlo. Minho también lo sabía, pero el miedo le impedía estar más seguro de los sentimientos del otro. Quizá, sólo quizá, el destino deseaba unirlos de esa manera; de esa forma lenta, romántica y hasta cierto punto cursi. Tal vez la vida les estaba dando una oportunidad y esperaba que la aprovecharan al máximo. Sí, podría ser eso.

 

Notas finales:

Y eso es todo, amigos (?). Espero que al menos no sientan que perdieron su tiempo con esto. A mí me ha gustado; ya saben. Nos leemos pronto ~


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