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El usurpador de mi cuarto por prisnad

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Notas del capitulo:

cuando tienes un recuerdo vago de alguien y ese recuerdo solo te hace detestarlo mas, cuando no tienes animos de verlo pero la vida lo instala presisamente en tu dormitorio, ¿no que da mas que aceptarlo?

El usurpador de cuarto


Capitulo uno: Un nuevo integrante en la familia



Cuando mi padre nos lo contó simplemente no pude creérmelo. No me parecía correcto traer a alguien que no conocíamos bien y menos que viviera con nosotros.
Molesto por esto me encerré en mi cuarto, no es que fuera un chico caprichoso ni mucho menos, de más estaba que si mi papá tomaba una decisión nada podía hacer para contrarrestarlo. La sola idea me irritaba. De golpe tenia que compartir mi espacio, mi cuarto, sino tenia que compartirla con el.
-Minho, ¿desde cuándo actúas como una niña? – mi hermano entro a mi cuarto mirándome divertido. Me había sentado en el suelo con los brazos cruzados, se abalanzo hacia mí dándome almohadazos.
-porque tú no tienes que compartir el cuarto con un caprichosito que apenas conoces y desearías no conocer - Chille entre risotadas mientras zafaba el cuerpo de sus manos que me torturaban con cosquillas.
-sabes que papá jamás tomaría una decisión apresurada, es el hijo de un viejo amigo no podía dejarlo desamparado, el muchacho perdió toda su familia en un accidente y sus tíos quienes tendrían que hacerse cargo, están en Europa. El amigo de papá se lo pidió. El pidió que cuidara de su hijo antes de morir. 
- no soy un desalmado… pero ese chico es… in-so-por-ta-ble – exagere las ultima palabra 
- bueno no será por mucho tiempo, tal vez un año, tal vez dos- rió otra vez para fastidiarme
- será eterno, estar con alguien que apenas conoces y lo poco que conoces te parece suficiente para no querer más –
- Minho yo creo que exageras… además hace cuanto que no sabes de el… estas siendo prejuicioso – mi hermano se sentó a mi lado, ya no se burlaba, veía en mi cara el hastío marcado.
- no lo recuerdo… creo que la última vez fue cuando el tenia quince y de eso hace…casi tres… ahora tengo que compartir mi habitación con ese chico que nada me agrada y el poco recuerdo que tengo de él, es que era altanero y caprichoso- 
-mejor será que lo tomes con calma y te hagas a la idea- otra vez me tiro un almohadón antes de salir, el cual esquive apenas.
Me tire sobre la cama, aprovechando mis últimos momentos de soledad. Cerré mis ojos viniendo a mi cabeza la imagen de ese chico odioso. Era delgado, de piel blanca y delicada, el pelo oscuro enmarcaban un perfecto rostro, uno que siempre parecía fastidiado, sus ojos rasgados apenas dejaban ver el color café de ellos, enfocándolos de manera desdeñosa sobre los demás. Me encontré recordando la última vez que lo había visto, fue en su cumpleaños, rodeados de amigos, (si lo eran) el estaba distante a todos como intocable, como una pequeña diva. En sus delicadas facciones, se mostraban notorios aires de superioridad, ese chico era más una nena. No me gustaba para nada estar cerca de él, no le gustaban los deportes, ni el aire libre, era un bueno para nada en cualquier actividad física. Solo hablaba de ropa, de diseñadores, o de alguna persona ausente (criticándolo, claro estaba). Gritaba aturdiéndome si algo lo asombraba (eso hacia que mi humor cambiara y las ganas de ahorcarlo me desbordaban). No se callaba nunca, por lo que tenía que escuchar su voz insoportable toda la maldita tarde. Reía de manera exagerada, realmente exagerada, colgándose de quien tenia a su lado (habitualmente esa mala posición era mía). Sin descontar que se la pasaba dando ordenes. Nada odiaba más en la vida que ser obligado a ir a una cena en su casa, o sus cumpleaños (por suerte era solo una vez al año y cuando fui lo suficiente grande deje de ir) su ultimo cumpleaños numero quince había sido la ultima vez, parecía más un quince de niña que fiesta de muchachos. Solo una cosa recordaba con agrado de esa innegable tortura, lo único bueno de esas horribles fiestas era escucharlo cantar, lo hacia de manera excelente. Lo único bueno de ese molesto divo era su voz, el tenía una condenadamente hermosa voz, de eso no había la menor duda.
Ese era el recuerdo que tenia de Kim Kibum. Ahora lo tendría que ver todos los días, todas las noches. Todo el maldito tiempo.
-Minho… quieren que bajes – otra vez mi hermano me sacaba de los pensamientos al parecer “la princesa” había llegado. Salí desganado, no tenía el más mínimo interés de cruzarme con ese chico caprichoso, engreído y con aires de diva. Di una gran bocanada juntando ánimos para enfrentarlo. El se encontraba en la puerta de la casa, mi padre lo sostenía de los hombros, estaba diferente a la ultima vez, el pelo ahora lo traía rubio, no, era más bien dorado, dejando ese delicado rostro un aire femenino, había crecido, estaba alto, no tanto como yo. Los ojos clavados en suelo y por debajo de estos se notaban dos oscuras ojeras, parecía como si llevara días sin dormir. Si antes era delgado y frágil ahora parecía que cualquier movimiento fuerte lo rompería.
-Kibum, el es mi hijo Minho… ¿lo recuerdas? - mi papá me presento, el levanto la vista, unos rasgados ojos color café me miraron un instante, su mueca, quiero creer que fue un saludo. Volvió a posar vista en el piso – ¿deseas comer algo, deseas tomar algo? – mi padre jamás fue tan atento ni siquiera con mi hermano mayor que era su favorito.
-no señor Choi… solo descansar – su voz era un susurro, era tan diferente a la que recordaba, no era chillona, era entre melodiosa y profunda.
-Minho llévalo a tu cuarto… deja que descanse – lo mire cansado, ahora tenía que oficiar de nana, pero ante una sola mirada de mi padre lo tome del brazo y de mala gana lo conduje hasta el.
- no sé como haremos, tus cosas llegan mañana – seco, molesto. El haciendo caso omiso, se tiro de lleno a mi cama – dije que tus cosas llegan mañana, esa es mi cama – recalque la última frase. El no se digno a mirarme, bien, no hacia ni dos segundo que compartía mi cuarto y ya actuaba como una diva – hey… te dije que era mi… - lo sacudí, para mi sorpresa se había dormido, por la rapidez que lo hizo temí que se hubiera desmayado, se había tirado boca abajo ladeando su cabeza hacia la pared, su respiración era pausada y leve. Su rostro demacrado, me hacían dejar de pensar en lo odioso que era y sentir una pena grandísima por el.
Salí de la habitación mal humorado, por tener que dejarlo dormir en mi cama, cuando mi intención primera era tirarlo al suelo y dejarlo dormir allí. Pero el solo verlo dormir me hizo cambiar inmediatamente de idea.
- ¿y Kibum… ya lo dejaste solo? – Reprocho mi padre
- el simplemente…. Se durmió, cayo rendido en mi cama-
-pobre chico –
-si pobre yo, que tengo que soportar la baba ajena sobre mi almohada-
-¿tu sabes lo que es perder a tus padres? ¿Sabes acaso lo que es de pronto sentirte solo? ¿Sabes lo que es saber que tu vida cambie de un día para otro sin posibilidad de hacer nada para evitarlo? – me espeto molesto, mirándome incrédulo por mi falta de sentimiento. Pero el no conocía a ese chico como yo… el era detestable.
-no… no lo sé – baje la vista apenado ante la insistente mirada de mi padre, por primera vez me miraba como si no fuera otra cosa que un chico vanidoso y sin alma.
No era un ser sin alma, yo siempre me preocupaba por mis amigos o familiares. El no era ni lo uno, ni lo otro, era un desconocido, uno que no me agradaba, uno que me estaba usurpando la habitación, uno que estaba en medio de mi privacidad y a los dieciocho años, uno necesita su espacio y el mío había sido usurpado.
Esa noche de mas esta decir que no pude ocupar mi cama, el nuevo integrante durmió derechito hasta el otro día, por lo que tuve que conformarme con un incomodo colchón fino que mi mama guardaba en su alcoba. El primer día de kibum en mi casa y yo ya no era dueño de nada.
Al otro día las cosas no mejoraron ya que habían llegados sus pertenencias, las cuales dispondrían en mi alcoba. Sorprendiéndome de que no fueran cajas y cajas que atestaran el lugar, solo una maletas, calcule tendría su ropa y una cama. No perdón, no era solo una simple cama para mí esa cama era la de una princesa (reí para mi), era blanca y con finos trabajos en la cabecera, no me hubiera sorprendido ver almohadones de color rosa y corazones, pero solo eran blancos y mullidos, por lo que tendría que robarle alguno, se notaban cómodos. La gran cama se dispuso en mi habitación (esa cama era mas de una plaza) por suerte mi habitación era grande, por lo contrario me hubieran hecho dormir en el corredor.
Lo que me confundía era que kibum no hablaba, prácticamente no emitía sonido. Desde que había llegado, se pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en “mi cuarto” o en el prestigioso instituto al cual asistía. cuando el estaba en casa, yo me la pasaba fuera, no importaba, ya que siempre estaba jugando al fútbol, o solo haciendo algún deporte, era un deportista empedernido y tenerlo en casa me obligaba a estar fuera de ella, no tenia ánimos de cruzarlo.
Solo lo veía en la cena. Cuando me iba a dormir el ya estaba durmiendo. A la mañana cuando me levantaba el ya se había ido, ese chico sí que era madrugador. Las semanas habían pasado y lo que creí una tortura fue un beneficio, ya que mi mamá no me criticaba por estar tanto tiempo fuera de casa.

- gracias por la comida Sr. y Sra. Choi – se levanto y con respeto como hacía desde más de un mes se despidió para meterse nuevamente en mi cuarto.
-Minho… ¿has intentado ser su amigo? – mi madre me hablo dulce interrumpiendo el gran bocado de carne que disponía a ingerir.
-el debe tener sus amigo, digo alguno seguro en ese instituto privado al cual asiste -
Me encogí e hombros mientras masticaba feliz mi bocado.
-nunca lo llama nadie, el aquí está solo, tal vez tengan algo en común ¿Minho cariño has intentado hablarle? -Otra vez mi mamá de manera dulce me interrumpía
- no lo creo, no tenemos nada en común- corte seco
-¿lo has intentado por lo menos? – esta vez fue la voz de mi padre menos dulce, la que no me dejaba comer tranquilo, puse mis ojos en blanco al parecer esta noche no conseguiría comer en paz.
-está bien… voy a verlo – mentía, pero por lo menos ya no me molestaran con acercarme a Kibum. Además el “ente ese”, si quiera me dirigía la mirada. Su voz solo salía de su boca para dirigirse a mis padres y solo tal vez a mi hermano que como era mayor le debía respeto, en cuanto a mi era un par de meses menor que él, lo que convertía a ese raro chico en mi hyung. 
Entre a la habitación, el no esperaba que viniera tan rápido ya que yo habitualmente estaba largo rato comiendo y otro tanto mirando la tele mientras hacia los últimos ejercicios del día. Por lo que lo encontré parado mirando la a través de la ventana. Al entrar lo observe de lleno. Parado, la luz tenue del velador dejaba ver a contraluz su perfil delicado, sus pómulos altos, su nariz pequeña y sus labios en forma de pico. Ese chico era lo más parecido a una chica que había visto, alto, delgado y con unas caderas perfectas. Con una elegancia fuera de lo común. Garraspe la garganta algo incomodo, incomodo por mi propio pensamiento.
El giro la cabeza en mi dirección, mirando sin mirar, de sus ojos caían pequeñas gotas, las lagrimas calladas surcaban los pómulos exquisitos, por lo que mi incomodidad se incremento. No sabía que decirle, y mucho menos que hacer
-oye…- mientras me rascaba la cabeza buscando una maldita palabra que me saliera completa, el pareció sonreír, pero no lo hacía, era más bien un gesto, sacudió su cabeza y limpio sus lagrimas con sus largos dedos.
-no te preocupes… no lo tienes que hacer…- él se acerco mirándome triste, pero aun con una pequeña sonrisa en los labios – no estás obligado a hablarme, lamento preocupar a tus padres y que estos te digan que me hables para levantarme el ánimo- apoyo una mano en mi hombro mirándome agradecido.
-he… yo…mira…- otra vez no encontraba una oración que saliera de manera completa o por lo menos con algo de lógica.
-descuida… intentare que se me note menos… y si tus padres me preguntan… les diré que has sido muy amable…- se recostó y ya no emitió sonido, dejándome literalmente sin habla. Ese chico parecía otro totalmente diferente al que había conocido (bueno ni lo conocía) pero ese no era el Kibum de hace un par de años atrás, ese chico no era ni la sombra del que detestaba. Desde que llego a la casa era la primera vez que se dirigía a mí y era también la primera vez que me miraba. En esos ojos rasgados que otra época miraban altaneros y soberbios, hoy solo eran un mar de tristeza y desesperanza. Ese muchacho, hacia nacer en mi un sentimiento totalmente diferente. Así medio idiotizado me senté frente a él sobre mi cama. Ese chico sufría y lo hacía mucho. Ese niño estaba hecho jirones, intentaba mantenerse en pie y apenas si lo lograba.
Desde esa vez no pude hacer otra cosa que observarlo, desde esa vez me preocupaba por el, por que el sufría y lo hacia en soledad, una de la cual no me había percatado antes. Por que tenía el recuerdo de un chico molesto y vanidoso, este era otro, uno que parecía roto por dentro, quebrándose de manera callada, de manera dolorosamente callada.
En las cenas el intentaba no parecer tan melancólico y era más hasta a veces hilaba unas palabras con migo, así conformar a mis padres y que ya no me obligaran a charlar con él. Solo que ahora yo tenía una inmensa curiosidad de saber de el, tenia unas ganas terribles de conocerlo.

 

 

           continuara...

Notas finales:

Ok es viejito lo escribi hace tiempo espero que guste


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