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"Humildes Narcisistas” por themizachan

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Notas del capitulo:

¡Mucho gusto!

Me presento: No soy TheMizaChan, ese ser sólo ha tenido la amabilidad de prestarme su cuenta, ya que soy alguien que padece de demasiada fiaca como para crearse una cuenta propia, pero pueden llamarme BeingAzar.

Actualmente la historia se estará re-subiendo a otras plataformas bajo mi nuevo seudónimo “BeingAzar”.  

Si eres nuev@ leyendo esta historia te doy las gracias por tomarte tu tiempo y espero la disfrutes y si deseas seguirla te mando besos y abrazos y alcohol, comida, unicornios, lo que tú quieras(?)

Si eres de los lectores que siguen este fic desde el 2015 te informo que edite los primeros cinco capítulos y he corregido los otros doce sin contar la actualización número dieciocho, así que si quieres darle una releída a los cambios y correcciones... ¡Adelante! 

¡Los adoro mucho por acompañarme con esta historia... un millón de gracias!

 

Humildes narcisistas

Por RandomAzar

 

1

 

Ideas sin forma te robarán la calma

 

 

A la vuelta del bullicio céntrico murmura una guerra que, a través de un camino desierto, oculta razones sin pies ni cabeza para contender y, a pesar de esto, subiendo unas largas escaleras de piedra, se observa una alianza de conveniencia. En aquella vieja casa se perciben los gritos ahogados de una victoria frustrada, no obstante, la mañana se desarrolla sin contra tiempos y mezquina de tranquilidad mientras que el administrador se oculta dentro de su estudio pretendiendo estar lo suficientemente inspirado como para percatarse de la fecha señalada en el calendario sobre el escritorio de roble. Diez para las diez, y la farsa no llegaba ni a ser considerada un engaño. Su proyecto de escritura había comenzado desde hacía un par de años y el mayor avance que comprendía su esfuerzo era una hoja en blanco. Ni siquiera tenía la excusa de tener un papelero repleto de bollos arrugados con ideas rechazadas. Cuando dieron las once, harto de intentar rebatir su perpetua crisis creativa, apeló a otro hecho igual de frustrante, pero un tanto más reconfortante para su malicia. Su tranquilidad habitual pocas veces resultaba suficiente para afrontar la usual falta de consideración que tenían los inquilinos por el plazo de la renta. Por esta razón desde hacía algún tiempo había resuelto introducir ciertos cambios que podrían llegar a ser considerados demasiado drásticos por los actuales ocupantes, ya que consistía en cambiar los viejos por nuevos arrendatarios. Sin embargo, sus vecinos no eran “tan” ingenuos como creía. Estaban unos pasos por delante, pero con ideas equivocadas.

 La decisión de Camus, el casero, había generado una reunión poco secreta y casi nada disimulada en la planta alta. Desde el estudio lograba oírlos, mas no resultaba de su interés. A las once y media, el encargado de la pensión abandonó  su escondite y se dirigió hacia la puerta principal donde aguardaba un potencial nuevo cliente.

 

– Podría comenzar a quejarme… pero antes de hacerlo les concederé la oportunidad de…  – comenzó a pronunciar Shaka sin disfrazar su indignación tras tener a media pensión agrupada en su habitación.

 – ¿” Explicar”?  – Interrumpió Aioria en un vano intento por seguir el hilo de sus pensamientos.

 – … largarse.

Shaka era un hombre de carácter serio y aunque su cara parecía siempre reflejar una máscara de calma sus palabras no lo hacían.

Aioria, quién estaba a su lado se adelantó a explicarle el motivo. Pues él había sido uno de los principales voceros de dicha reunión. Milo, su mejor amigo entre los inquilinos del lugar, le había pedido juntar a todos en la habitación de Shaka, ya que este era reconocido por su reticencia a la interacción social con sus compañeros. A pesar de esto, la explicación sólo lograba incrementar la irritación por parte de Shaka, pero su enojo no crecía por el comentario explicativo sino por la persona que lo articulaba.

–  Así es. – Intervino Milo antes de que la situación se saliera de control. –  Está es una cuestión que nos involucra a todos. – Determinó con exagerada importancia, lo cual produjo más de una risita burlona entre los presentes.

A diferencia de Milo, no todos tenían el suficiente tiempo libre a mitad de semana por lo que no resultaba extraño escuchar alguno que otro comentario molesto. El primero en instar de muy mala gana para terminar con todo aquello fue Ángelo, otro pensionado que le ganaba en mal humor a Shaka sin mencionar que Ángelo era un hombre corpulento de rasgos toscos, adusto y de un humor un poco más que sardónico, por lo que su actitud siempre parecía la presentación previa a una golpiza.

–   Deberías hacer caso a lo que dice Ángelo. Además, algunos no tenemos tiempo que perder como tú.  –  Convino Shaka  deseoso de que todos se marcharan de su territorio y sólo obtuvo más objeciones por parte de Aioria, que insistía en esperar por Shura, un joven callado y taciturno, Kanon, una copia igual de pícara que Milo, y por Aiorios, su hermano mayor.

Shaka lo ignoró y apartó su mirada lejos de él pretendiendo hacer todavía más obvia su creciente cólera.

De repente y en el momento justo, se abrió la puerta. Aiorios entró en la habitación esbozando una sonrisa de disculpa por la demora. Él resultaba muy parecido a Aioria. Coincidían en una personalidad amable y jovial y en apariencia. Tenían el cabello castaño y ondulado y hasta la misma estatura. Aiorios conocía bien las ideas sin sentido que se le ocurrían a Milo entre muchos otros miembros de la pensión, sin embargo, no le resultaba molesto hacer partícipe de las mismas. Tras su llegada, Mü fue el siguiente en apresurar a Milo.

–   Dhoko y Shion tampoco están aquí – Señaló Aioria nuevamente en defensa a de los ausentes.

Dita, que había permanecido callado junto a la ventana, informó un poco distante que los aludidos no llegarían debido a exámenes en el instituto. Dhoko y Shion eran los miembros más jóvenes del lugar. Aún estaban en secundaria al igual que Camus.

–     Créanle… – convino Ángelo con una sonrisa que seguramente el consideraba divertida, aunque a simple vista resultaba macabra.

– ¿Eh? Y yo que te creía un torpe infeliz…  – Comenzaba a decir Dita cuando Ángelo lo interrumpió para terminar su frase.

–… Después de todo, no hay nadie más entrometido que él. – aclaró con burla.

Si había dos personalidades que no descansaran ni un segundo para discutir entre ellos esos eran: Ángelo y Dita. Siempre peleaban por cualquier motivo. Pero antes de que comenzaran su sarta de insultos mutua aparecieron  Dhoko y Shion.

– ¿Ya vieron quién llegó? – inquirió el joven estudiante con actitud despreocupada mientras se unía al grupo con Shion siguiéndole por detrás.

Fue entonces cuando Milo se precipitó hasta la puerta para cerciorarse de que estuviera bien cerrada y comenzó a decir: – ¿Lo has visto, Dhoko?

Para su mala suerte, el tono suspicaz y las miradas misteriosas que hacía para sembrar la incertidumbre no tenían efecto. Dhoko apenas pudo responderle que se alejará por un tiempo de la televisión. No sólo él, sino todos, ya estaban más que acostumbrados al dramatismo que resultaba moneda corriente en aquella casa.

– ¡Hay un “enemigo”! – declaró haciendo caso omiso al consejo del muchacho.

– Preguntaría, pero de seguro tampoco entendería de qué estás hablando, Milo.

Dijo Kanon al entrar en la habitación y ver a su amigo delirando.

Milo observó a uno por uno en la habitación. No esperaba una respuesta y ninguno comentó nada. Su locura, simplemente, era dramática y ridícula.

– Que te volviste loco. De eso no hay duda. – masculló Shura recargado contra el marco de la  puerta. Acababa de hacer acto de presencia.

A su vez, Ángelo le advirtió ser más claro antes de que necesitara de primeros auxilios. Como nadie quería tener el honor de verlo enojado, Milo se apresuró hasta la ventana que tenía una vista hacia el frente de la casa. Se aclaró la garganta y pronunció con elocuencia: – “En otra forma para que sus mentes simples logren comprender…  ¡Observen mis pequeños niños ingenuos!”

Unos cuantos se apelotonaron contra la ventana de madera, pero incluso de esta manera no comprendieron a que se refería su compañero. Balbucearon posibles ideas de lo que ocurría como correspondencia sin abrir o errada, la inestabilidad del clima o la inmundicia del patio delantero, mas no acertaron.

– No. No. Y no.  – Replicaba Milo abriéndose paso de manera molesta hasta encaramarse al alfeizar de la ventana. De repente, su cara se crispó en una mueca desconcertada. Frente a la casa no había nadie ni el supuesto “enemigo” por el que tanto alboroto había armado.

– ¿Dónde está? – musitó entrecortado. – Creí que estaba…

Se volvió de nuevo al centro de la habitación. Estaba un poco dubitativo y con labios fruncidos desvenándose los sesos pensando en cómo no verse demasiado ridículo.

– ¡Debe estar dentro de la casa! – atinó a decir sin estar muy convencido.

Kanon sacó su teléfono móvil y llamó al celular de Milo, quien respondió al segundo llamado.

– Siempre supe que este día llegaría. Ahora, pásame el número del hospital psiquiátrico.

Todos se echaron a reír al mismo tiempo. Algunos con verdadero humor y otros con un tanto de resignación y cansancio.

– Que seas un vago no es nuestro problema así que no nos arrastres contigo – siseó Shura en dirección a la salida.

Si bien Milo, al igual que casi todos, pertenecía a la clase trabajadora, lo hacía de una manera diferente y más inconstante. Era un trabajador peculiar, ya que nunca tenía un oficio fijo, sus empleos surgían de acuerdo al día que tenía, a las motivaciones que sentía y a las ideas que se le ocurrían, por lo tanto, fácilmente pasaba de un trabajo a otro.

–  De lo que Milo está hablando es que hoy llego alguien interesado en rentar una habitación. – explicó Dhoko luego de habérselo pensado un rato y haber unido las piezas del rompecabezas para intentar comprender a que se estaba refiriendo su compañero.

¡¿Qué?! – Todos dijeron a coro, inclusive Milo, cosa que sorprendió a Dhoko haciéndole pensar que se había equivocado.

Al parecer Milo confundió a la persona interesada con rentar una habitación con un acosador o alguna clase de ladrón que vigilaba el desvencijado edificio con la idea de hacer un posible ataque.

– ¿Realmente crees que alguien querría entrar a robar en esta pocilga? – interrogó Dita.

–…Es que lo vi hablando con nuestros vecinos y mirando la casa de forma sospechosa y… –  cambió su expresión – Que más da. Interesante. ¿Camus quiere rentar? – dijo con suspicacia.

– Eso es lo que dije – replicó Dhoko.

Milo se lo pensó un momento.

– Se estará volviendo loco o, tal vez, tanta lectura ha comenzado a afectarle el coco. No quedan cuartos desocupados en la casa. – mencionó mientras meditaba.

–Acaso… ¿no es obvio? – Se adelantó a decir Mü. –   De seguro planea “limpiar” un cuarto – susurró cuidadosamente para hacer mella en la conciencia de su vecino.

– ¿”Limpiar”? – Articuló sopesando la idea – No. Camus no haría algo así. Puede que sea un niño arisco, pero no haría algo como lo que tú dices, Mü.

– ¿Tú crees? Quizás…

Pronunció el aludido de forma que la pregunta continuara resonando para el otro.

Aiorios intentó tranquilizar a su compañero recordándole que, a pesar de todo, todo estaría bien. Eran personas mayores, responsables que cumplían con el contrato y, aunque demoraran, siempre hacían el pago mensual. Pero esto sólo logró preocupar más a Milo, quién hacía tiempo había perdido la noción del significado de pagar la renta.

– Es cierto lo que dice.  – Hizo una pausa Shaka. – Y supongo que, como no tienen nada más que hacer aquí, se irán. – se apresuró a señalar.

– También concuerdo con Aiorios – declaró Dita. – Y casi me olvidaba… debo ir a buscar el dinero del alquiler de este mes … no quiero ser “lim-pi-a-do”. – se aclaró la garganta demasiado divertido por la situación.

– No puede ser. – tartamudeó en apenas un susurro.

 

Mientras los demás sacaban provecho del estado indefenso de su vecino. Camus también se encontraba en una reunión, pero un poco más diferente a la de los inquilinos.

El humor de Camus había ido de mal en peor y, a pesar de intentar controlarse, no lograba evitar ocultarlo. Tamborileaba sus dedos de manera frenética sobre el escritorio mientras movía sus piernas de forma nerviosa.

– ¿Camus me estás escuchando?

– Si. – mintió.

– ¿Estás bien?

– Si, sí. Lo siento. – dijo recobrando la compostura. – Debo admitir que me has tomado por sorpresa – sonrió con pesar.

Cuando Camus abrió la puerta principal esperaba encontrarse con un nuevo cliente y no con uno viejo. Saga, hermano gemelo de Kanon, había vivido un par de años en el edificio y durante ese tiempo fue una de las pocas personas con las que Camus disfrutaba estar. Aquella mañana había decidido ir a hablar con él para solicitar un favor.

El gemelo comentó un poco acerca de la situación. Necesitaba ubicar de forma temporal en algún lugar a dos jóvenes, Ikki y Shun, que estaban a cargo de un tutor amigo de él.

 – Será de forma temporal… Además, recuerdo que el ambiente en este lugar resultaba muy agradable. – Sonrió con nostalgia.

El joven casero miró hacía el filtro de ventilación y se preguntó si se encontraría tapado, debido a que comenzaba a asfixiarse a medida que el rostro de Saga se suavizaba al recordar el ayer.

 – Camus – musitó – ¿crees que podrías ayudarme, por favor?

Estiró la mano por sobre el escritorio hasta tomar las manos pálidas del muchacho. De repente, la habitación se volvió pequeña y el oxígeno nulo, pero, a su vez, innecesario hasta que un lamento aproximándose hacia el cuarto reanudó la realidad.

– ¡Camus! – se escuchó afuera en el pasillo.

De inmediato, Camus se levantó con brusquedad retirando sus manos de las de Saga.

– Disculpa, no… quise… importunarte…  – Al ver la expresión ahogada en el rostro de Camus comprendió que aquellos sentimientos que pensaba hacer desaparecer con su partida lejos de la casa continuaban allí. – Lo siento, yo… No tienes que decir nada. – Intentó, sin mucho éxito, hacer menos incomoda la situación. –  Puedo buscar otro lugar.

Desde el primer momento, Saga supo que Camus estaba enamorado de él y, también desde el primer momento, Saga nunca consideró corresponder tales sentimientos.

 – ¿Eh?

De repente, abrieron la puerta con un furioso golpe.

– ¡¿Quién te has creído que eres?! ¡Tú! ¡Tonto escritor frustrado! ¡Voy a separar tu cuerpo de esa estúpida cabeza que tienes! – Era Milo, quien hiperventilaba recobrando el aliento para su próxima sarta de maldiciones.

Ni aún luego de esa escena Camus salía de sus pensamientos. Su cara estaba roja con el aliento contenido en su interior, la boca le temblaba al igual que sus manos y sus ojos se habían perdido en algún lugar, pues miraban sin mirar. Nunca antes se había sentido tan vulnerable y decepcionado. Al encontrar a Saga en la puerta, esperaba que aquella persona estuviera ahí para regresar y quedarse a su lado.

 – Los dejaré solos. – Anunció Saga levantándose de su lugar. – Olvida lo que dije. – susurró por lo bajo para que sólo Camus lo escuchara.

– ¿Saga? ¿Qué haces aquí? ¿Buscas a Kanon? – Inquirió sorprendido Milo. – Espera…  – pidió al atar cabos. – ¿Tu eres el “Enemigo”?

– ¿Cómo?

 – ¿Eres quién quiere rentar? Pero si tú ya tienes…

 – Oh, no, ya no. A decir verdad, sólo pasaba a...  – Empezaba a decir Saga.

 – Si. – Camus los interrumpió.

 – ¿Ah? ¿” Si” qué? – receló Milo.

 – Si, Saga. – Repitió con los pies en la tierra. – ¿Para cuándo lo necesitas?

 – Camus, no hace falta que…

– Si me das un día para mañana mismo tendré un cuarto limpió. – Nuevamente lo interrumpió haciendo ademan de observar todo el lugar para poder organizarse mejor.

“¿Limpiar?”  Milo articuló la palabra en sus pensamientos. Contempló a los que tenía en frente y más que ignorado se sintió excluido. Quedaba claro que no debía estar ahí.

Tras un momento de silenció, Saga contempló como Camus se esforzaba por parecer casual y asintió antes de decir:  – Gracias. Entonces, te veré mañana… y a ti también, Milo. – agregó sin tener atención por parte del aludido y salió del estudio.

Incluso cuando Saga ya estaba fuera del alcance de su vista, Camus continuaba esbozando una sonrisa resignada.

– ¡Hey, Camus! – exclamó el marginado. – ¿Por qué sonríes?

 – Sinceramente, no lo sé. – pronunció con voz quebrada mientras agachaba la cabeza.

 – Adivinaré… es mi cuarto el que le vas a alquilar a  Saga ¿Cierto?

– No. – hizo una pausa. – Es para… Ikki. – musitó sin ánimo – Él no va a regresar. – Aquello ultimo lo dijo tan bajo que dudó de si lo había articulado o no. – Milo – su tono de voz era seco. – ¿Tú qué harías? – la pregunta se escapó de entre sus labios.

 – ¿Yo? – inquirió algo confundido – No te preocupes, me llevare todas mis porquerías de aquí y me iré a la… por donde vine.

Camus sonrió un tanto divertido de lo fácil que Milo se tomaba todo, como si se riera de los vaivén del destino. Entonces, adjudicó su impulso de amabilidad a aquel momento de debilidad que había padecido hacía pocos minutos, ya que se le ocurrió la idea de concederle a Milo la posibilidad de quedarse en el estudio hasta que encontrara otro lugar.

– No tienes a donde ir. – Comenzó Camus.

– Bueno, es que yo…

– No fue una pregunta. – Especificó. – Por eso, creo que podrías quedarte aquí, en la biblioteca. Sin embargo, aún tengo que llevar algunos libros a mi habitación y…

La mirada de Milo de cachorro agradecido silenció a Camus.

– Mmm… Creo que esto ya no es una buena idea. – Masculló para sí mismo –  Claro está, esto será sólo temporal… hasta que consigas donde quedarte porque… –  remarcó arrepentido de sus palabras.

– ¡Podría besarte! – declaró con ojos centelleantes su compañero.

– Limítate a mudarte hasta aquí sin armar alboroto, por favor. – dijo observándolo por sobre el grueso marco de sus lentes.

– Gracias. Gracias. Gracias. Gracias. Gracias… ¡Gracias! – repitió con una enorme sonrisa.

– Vete.

– Eres tan frio, Camus. Deja que uno de mis abrazos de agradecimiento te caliente. – propuso.

Rodeo la mesa del escritorio y, a pesar de las advertencias y suplicas, Milo envolvió a Camus con sus brazos y susurró contra su oído: – ¿Lo ves? No es tan malo como piensas. Los abrazos son más cálidos que las lágrimas.

 – El filtro de aire se rompió. – balbuceó tras sentir subir la temperatura.

Más tarde, durante la madrugada que había llegado lluviosa, con el cuarto ya desocupado y la mudanza de Milo hecha, el joven casero se despertó de un sueño perturbador. Sin embargo, al recorrer su habitación, descubrió que aquello no se trataba sólo de una pesadilla como pensaba. A su lado, se encontraba durmiendo Milo y no en la biblioteca como debía ser. A partir de ese momento, comenzó a creer en la compasión como una enemiga inescrupulosa.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Los personajes utilizados en esta hitoria tienen las siguientes edades:

Camus (16 años); Milo (20 años); Angelo (23años); Dita (22 años); Mu (20 años); Saga (28 años); Kanon (28 años); Aioria (20 años); Aiorios (27 años); Dohko (18 años –Utilizo la edad con la cual lo reviven- ); Shion (18 años –Utilizo la edad con la cual lo reviven-); Shura (23 años); Shaka (20 años); Ikki (15 años); Shun (13 años); Seiya (13 años); Hyoga (14 años); Shiryu (14 años); Saori (13 años).

 


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