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Las palabras de una flor por Marieth

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Notas del fanfic:

¡¡Quiero saber de dónde saqué esto!! Porque no me entiendo XD

Esto es una especie de continuación a mi historia "No tengo tiempo", no creo que sea lo que estaban esperando (si es que alguien esperaba algo) pero es lo que salió.

Notas del capitulo:

Creo que jamás aprenderé a no publicar un borrador. 

Esta historia no esta revisada mas que para evitar errores ortográficos, cualquier otra cosa, favor de hacerme la observación, el cielo sabe que me hacen falta críticas constructivas xD

 

Disfruten

15/01/XXXX

Mi estimado Brandon:

¿Por lo menos me permites llamarte así? Desde hace poco menos de un año que te conozco, hasta donde me lo has permitido, y aun no sé cómo llamarte sin provocar una mala reacción de tu parte. Suponiendo que en estos momentos no estés arrojando este trozo de papel por la ventana o a la basura, me permito continuar con lo que quiero tratar contigo.

Aun recuerdo la primera vez que cruzaste la puerta de mi cafetería, te sonaré como un ridículo pero juro que la campanilla jamás sonó con más alegría que cuando la hiciste sonar. Me siento orgulloso de decir que la apariencia de “Primrose” te hizo abrir la boca en sorpresa, esperabas quizás una tienda salida de un cuento de hadas, no un lugar rústico y lleno de chácharas.

Vi cuando te sentaste en una de las mesas más alejadas del mostrador, te acomodaste con toda la sarta de libros que cargabas contigo y empezaste a trabajar mientras esperabas a que alguien fuera a tomar tu orden. Una de mis lindas meseritas fue hacia tu mesa de inmediato, vi el intercambio de palabras entre ustedes no perdiéndome un solo detalle de tus expresiones, por mucho que emularan tranquilidad había algo extraño mezclado en todos tus gestos.

Cuando mi empleada regresó dándome tu pedido me di la libertad de mandar una taza de chocolate, dulce y con un toque de amargura, justo como te estabas viendo en esa tarde nublada, y el pay de fresas que habías ordenado. Julia, mi meserita, fue a llevar tu pastel y arqueó una ceja en mi dirección al ver lo que había agregado, solo le dije que te lo llevara sin hacer más preguntas silenciosas como solo ella sabe, vi que le alegabas que eso no era lo que habías pedido, más sin embargo ella lo dejó ahí diciendo que era por parte de la casa.

Me sorprendiste mucho cuando te fuiste dejando en la mesa dinero suficiente como para pagar lo que habías consumido, incluido mi obsequio, además de una propina para Julia.

Desde ese entonces me propuse conocerte, me habías llamado la atención a un grado que aun no puedo comprender, esos ojos tristes, esa determinación a no llorar aunque había momentos en los que se notaban tus deseos de hacerlo.

Hubo una noche en la que no te pudiste contener y por fin me contaste, por mucha insistencia mía y las ganas de sacar tu dolor, me dijiste sobre ese que provocó tu desdicha. En realidad no me dijiste mucho, pero si lo suficiente como para saber que aun no dejabas de quererle y de esperar que viniera por ti a darte una explicación que te diera algo de paz.

¿Hasta cuando piensas vivir en el pasado? Aun no comprendo cómo puedes quedarte hasta tarde viendo esas viejas fotografías sentado en el parque mientras tus lindos ojos café se opacan con tristeza, no soporto ver esos labios deliciosos en esa mueca de dolor constante y patética. Y es que, por más que trates de decirme lo que ese sujeto significó para ti, no logro ver cómo es que no puedes olvidarlo.

No me meteré en cosas que no me corresponden, pero entiende que me molesta verte en ese estado por cosas que ya no puedes arreglar si el otro no está dispuesto a hacer nada.

Sí, estoy al tanto de ciertas cosas, no eres el cliente más discreto del lugar ¿sabes? Sobre todo cuando hablas por teléfono.

Eres tan auténtico, no me puedes ocultar nada aunque lo quieras, te esfuerzas porque nadie vea que te entierras en trabajo para no hacer caso a las invitaciones que te arrojan hombres y mujeres por igual: salidas de amigos, de compañeros de trabajo, invitaciones de pretendientes y enamoradas… Todas las rechazas con una sonrisa amarga y repites tres palabras que pareciera te saben a cenizas.

“No tengo tiempo”

De nuevo, no me meteré en cosas que no son de mi incumbencia.

Por lo que te has permitido contarme hasta ahora, tu estas trabajando mientras terminas tu carrera, esa beca que tienes debes mantenerla con perfectas calificaciones, entiendo que piensas en cumplir tus sueños y respeto todo eso.

¿Pero un sueño es suficiente para conseguir completa felicidad?

Te compartiré un secreto personal. Mi sueño no siempre fue el mismo, a través de los años ha ido cambiando, después de todo ¿para qué conservar una misma ilusión toda la vida? Después de alcanzar esa meta que se añora ya no sería un sueño sino una realidad y todo el trabajo que hemos hecho perdería sentido.

Una meta o un sueño solo sirven para empujarnos adelante y obligarnos a caminar.

Si tú no tienes tiempo por ahora está bien, puedo esperar todo lo que quieras y mientras lo hago daré mi mejor esfuerzo para que por fin me notes por completo, no solo como un amigo que está ahí en el mostrador de la cafetería o ese tipo extraño que te manda chocolate gratis en los días que llegas agotado o con los ojos rojos de sueño.

Quiero ser parte de tus ilusiones y que tú seas parte de las mías.

Sea cual sea tu decisión, aquí no dejes que la tristeza nuble esos ojos que he llegado a admirar.

 

Frey

P.D.

No eres alérgico a las flores ¿Cierto?

 

Brandon tomó entre sus manos el pequeño florero que estaba sobre la mesa, lo había dejado ahí el dueño del café que desde hacía meses frecuentaba. Entre frescas hierbas verdes había seis flores rodeando un trébol de cuatro hojas. Había pasado demasiado tiempo en esa mesa como para haber leído varias veces el cartel a su derecha, uno que detallaba el lenguaje de las flores.

Tantos mensajes que circulaban solo en ese pequeño florero, belleza en imagen y pensamientos, todos solo para él, una súplica y seis ofrecimientos silenciosos:

Admiración en los pétalos de un clavel rojo.

Ánimo, sencillez y fe en una margarita.

La vuelta de la felicidad, dulzura y humildad prometía un lirio de los valles.

“No puedo vivir sin ti” decía a gritos silenciosos una prímula.

Esperanza, eso daban los pétalos gachos de la campanilla de invierno.

Una violeta blanca preguntaba por una oportunidad a la felicidad.

Al centro el trébol decía simplemente “Se mío”

Miró la carta en su mano, esa caligrafía pequeña y apretada en una hoja blanca, tan sencilla como el regalo en su mesa pero tan llena de… ¡Todo! No sabía qué hacer, cómo responder ante sentimientos tan intensos, ni siquiera había sabido poner los suyos en orden. De su bolsillo sacó otra carta, una que le había hecho llorar hace tiempo pero que no había traído nada más que un “Regresa conmigo”.

Recordó los ojos verdes que tanto había amado, las manos suaves que le habían dado calor, los labios delgados que le habían hecho suspirar y la voz grave que le había prometido tantas cosas.

Luego recordó esas tres palabras y los ojos que le había dirigido en tantas ocasiones, las fechas olvidadas y el abandono.

Miró discretamente hacia el mostrador en donde el dueño, Frey, se encontraba trabajando. Mientras preparaba las bebidas o pasaba las rebanadas de pastel y bocadillos sus manos ásperas por el trabajo anterior a conseguir su cafetería rozaban con los empleados, sus ojos color ámbar parecían sonreír con sus labios delgados, su piel pálida por esconderse tanto del sol se veía aun más blanca por su cabello tan oscuro, de un castaño que parecía ya casi negro, Bran aun no entendía como el hombre parecía disfrutar mantener su cabello tan largo si tenía que tenerlo amarrado y lleno de gel para trabajar.

Un hombre tan atractivo, tan alegre y comprensivo. Decía estar dispuesto a esperarle el tiempo necesario, solo le pedía una esperanza, una oportunidad.

Quizás…

Brandon se levantó, dejó la paga para lo que había consumido y se fue llevándose consigo el pequeño florero, había guardado la carta dentro del bolsillo de su camisa, podría haber jurado que su pecho parecía un poco más cálido que antes. Salió de ahí con una sonrisa triste en sus labios.

El dueño de la cafetería estaba limpiando las mesas mientras sus empleados se encargaban por un rato del mostrador, cuando por fin llegó a recoger las mesas más alejadas fue que vio algo que no esperaba. Dejó olvidado el dinero junto a la taza de chocolate a medio terminar y tomó entre sus dedos el tallo de una flor que reconocía bastante bien, después de todo, él la había escogido.

Frey no pudo evitar sonreír ante la simple promesa que le habían hecho en la forma de una blanca flor. Después de todo parecía ser que esos meses de constancia y de frustraciones por fin le habían dado resultados, no los que esperaba al principio, pero al menos era algo.

Puso en el bolsillo de su chaleco negro, a la altura de su corazón, esa inocente flor. Recogió el dinero de la mesa y terminó por limpiar lo que quedaba sobre la superficie. El resto de la jornada los clientes vieron muy sonriente al dueño de “Primrose”, sobre su pecho contrastaba el blanco de una hermosa campanilla de invierno.

Notas finales:

¿Comentarios?

Gracias por leer :)


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