Metro. por Simona

Kyungsoo es un chico tímido. Siempre le han calificado como una persona tranquila, de aquellas que no suelen generar problemas, muy predecible y organizado. Hasta de aburrido podrían haberle tachado alguna vez.


No recuerda muy bien cuándo comenzó, pero le parece que fue en ese momento en que no se atrevió a huir de clases con sus compañeros para ir a las máquinas de videojuegos. También pudo ser aquella vez en que no participó de la guerra de comida, por temor a las reprimendas posteriores de los docentes. O quizás esa vez que dejó que el matón del colegio le encestara un golpe en la cara, después de que éste creyera erróneamente que su novia le engañaba con su persona. No, definitivamente son tantos sucesos parecidos que no tiene idea cuándo comenzó.


Actualmente es un joven delgado, pálido y de cabello desordenado. Es entusiasta en todo lo que hace, trabaja en una zapatería cerca de la estación, donde se encarga de atender a los clientes en medio del permanente olor a cuero y aquella radio de los sesenta que su jefe, un hombre de más de sesenta años, suele sintonizar todos los días. El día de hoy se parece bastante al anterior, y probablemente no difiera mucho del día siguiente. Ha terminado su turno, ha cerrado el local y ha caminado a paso ligero hasta la estación para tomar la línea 5 del metro en dirección a su hogar. Como siempre, a esas horas, hay bastante gente, pero los audífonos en sus oídos amenizan el viaje que recién comienza.


Quince minutos tiene calculados antes de llegar a casa. 5 canciones de TVXQ bastarán para acompañarlo en el camino.


Se encuentra de pie afirmando su cuerpo en la pared cuando decide despegar sus ojos de la ventana y mirar a la gente con la que comparte el vagón. Allá, en la otra esquina, en diagonal, encuentra las pestañas más lindas que ha visto en muchísimo tiempo. Siente arder sus mejillas cuando sus miradas se cruzan. Él también le ha visto.


Kyungsoo siempre ha sido considerado un sujeto calmado y predecible. Cualquier persona que le conociera aunque sea un poco, se arriesgaría a quemar sus manos defendiendo la idea de que él jamás podría acercarse a un chico en el metro. Y probablemente, en una situación normal, no se equivocarían... Pero ni ellos ni Kyungsoo contaban con que la luz se iría en la mitad del viaje, y quedarían varados ahí en pos del mal tiempo que maltrataba las ventanas.


No hizo demasiado esfuerzo para llegar hasta el moreno. Entre el murmullo de la multitud y el ajetreo ciego en el que se encontraban todos, le besó los labios con dulzura. Kyungsoo se había aburrido de hacer lo mismo de siempre.


Cuando la luz se encendió, él posaba sus manos con delicadeza sobre sus hombros, y el moreno le sostenía suavemente por la cintura. Se miraron a los ojos, y sonrió con timidez. —Mi nombre es Kyungsoo— Y, desde ese momento, todos debían suponer que las cosas habían cambiado.