Movió su cabeza hacia ambos lados, haciendo tronar su cuello repetidas veces. Había sido un día pesado y al fin salía de la universidad, a paso lento. El sol comenzaba a esconderse a esa hora. Se encontró yendo hacia la estación con un montón de personas que salían del trabajo caminando apresurados para llegar a casa. Probablemente a un hogar cálido que los esperaba.
Estudiaba para ser médico en una prestigiosa universidad que le quitaba casi la totalidad de su tiempo. El que quedaba, solía invertirlo en aseo personal y tocar la guitarra durante un momento a fines del día domingo. No le quedaba mucho tiempo para preocuparse por tener a alguien que le acompañara. No sé, ya saben, alguien dulce, que lo quisiera y lo mimara de vez en cuando. Alguien a quien comprarle un chocolate camino a casa, alguien a quien regalarle una flor… o componerle una canción de vez en cuando. Alzó su vista al cielo, nostálgico. Se sentía solo.
Mientras más se acercaba a la estación del metro, más palpable sentía lo fría que estaría su casa al llegar. En silencio, tal como todas las noches. Silencio y vacío.
Había dejado a su familia lejos, en su ciudad natal, cuando decidió que debía ir a estudiar en la capital. Estaba en plena época de exámenes, por lo que le era imposible ir a visitarlos. Hace mucho no los veía. Suspiró, los extrañaba tanto. Casi en estado automático insertó su tarjeta y subió al tren.
Se sentó junto a un chico de cabello castaño liso y lentes. Tenía lindas facciones, algo infantiles, y una piel que se veía suave al tacto. Sonrió, con una sensación cálida en el pecho. Hace mucho que no veía a alguien así, sin maquillaje, pero con una belleza natural. El tren comenzó a moverse así que tomó un grueso libro desde su bolso de cuero y comenzó a leer. "En la Edad de Bronce, la anatomía tomó un fuerte impacto centralizado en Asia, sobre todo en el subcontinente indio. La India fue la principal fuente de conocimientos anatómicos para todas las escuelas de enseñanza de la antigua ciencia médica, empezando a repartir sus enseñanzas con el pasar del tiempo hacia China, el Medio Oriente y África. En la India..." Pero, por más que lo intentó, no pudo seguir leyendo cuando sintió un leve peso en su hombro. Se percató de lo que era y miró enternecido al chico que se había quedado profundamente dormido en su hombro. Sonrió.
No pudo evitar concentrarse en él, dejando el pesado libro de anatomía humana totalmente de lado. Su cabello despedía un suave aroma a frutas y sus delgadas y frágiles manos caían casualmente sobre su bolso, de un tono café.
Tiritaba suavemente, seguramente por el frío que azotaba las calles de Seúl esa noche. Tomó la chaqueta que descansaba sobre sus piernas y envolvió al chico con ella. El altavoz avisó que habían llegado a su parada. Una pincelada de tristeza adornó su rostro. Se puso de pie con cuidado, apoyando al castaño contra la ventana, cuidando de que su rostro no diera con el frío del ventanal. Las puertas se abrieron, la gente comenzó a salir… lo miró una vez más. Una última vez. Besó su frente con una leve sonrisa bailándole en los labios y cierto porcentaje de complicidad, y se bajó rápidamente.
Chanyeol sintió el viento frío atravesar sin piedad su delgado jersey con una sonrisa durante todo el tramo desde la estación hasta su casa. Abrió la puerta, sin saber por qué, con un sentimiento cálido en su interior. Aunque no había nadie esperándolo, ya no se sentía solo.